martes, 13 de abril de 2010

DOS ARTICULOS EN “PUNTO SOCIALISTA" (1983 - 1984)



En esta entrada reproduzco dos de los artículos que escribí en la década de los 80 para la revista “Punto Socialista”, en los cuales exponía lo que en ese momento era sólo una propuesta argumental basada en una visión particular, absolutamente minoritaria y bastante minusválida frente a la “verdad petrolera” imperante entonces. Sin embargo, en las décadas siguientes, estas constataciones personales se convirtieron en evidencia descarnada: fueron los tiempos del auge y la caída de la “apertura petrolera”.
CMP, abril 2010

Cambio en las reglas del juego



Carlos Mendoza Pottellá
Septiembre 1983

Las líneas básicas del patrón legal y reglamento aplicable a la explotación de hidrocarburos en Venezuela quedaron definidos desde 1943 con el pacto laboriosamente trabajado entre el Gobierno de Isaías Medina Angarita y las compañías petroleras extranjeras. Ese pacto plasmó la correlación de fuerzas en el mundo petrolero del momento, pero ha marcado con su impronta los cuarenta años transcurridos desde entonces.


La Ley-Convenio de Medina, con ligeras modificaciones en el tiempo, rigió las relaciones contractuales entre el Estado venezolano y las compañías concesionarias de hidrocarburos hasta 1975, cuando concluye el régimen concesionario y la industria es reservada al Estado. Pero no concluyó allí la vigencia de la Ley del 43. Aunque derogada de hecho en sus propósitos fundamentales, el sistema de relaciones del Estado con sus; empresas operadoras de la industria mantiene los rasgos formales básicos establecidos por ella.


Es así, entonces, como el sector petrolero estatal viene a estar integrado por un conjunto de entes que adquieren la forma de compañías anónimas vinculadas con su único accionista a través de instrumentos legales y tributarios diseñados para el control de las antiguas concesionarias: El Estado percibe los beneficios que le corresponden por su monopolio accionario mediante el alambicado proceso de recabar como regalía o impuesto de explotación la sexta parte del valor de la producción bruta de sus empresas y como Impuesto sobre la Renta el 65% de los ingresos netos de las mismas, que se calculan a Valores de Exportación, magnitudes imputadas para fines impositivos en niveles superiores a los precios reales. Todo ello en lugar de proceder a una abierta asignación de los recursos producidos por la explotación petrolera de manera global y circunstanciada, determinando en cada caso, según los criterios de la planificación nacional vigente, cuánto se deja para el mantenimiento y desarrollo de la propia industria y cuánto se destina a los demás requerimientos del país.


Pero a nuestra manera de ver, el aspecto más grave de esta anómala situación se encuentra en el status especial que se asigna, en este nuevo sistema de relaciones, a las cúpulas dirigentes de esas empresas estatales, cuyos miembros, munidos de remuneraciones que han sido catalogadas conservadoramente como dispendiosas, disfrutan de una autonomía particular, para-estatal, que les ha permitido comprometer de manera significativa el patrimonio nacional en la más completa impunidad, protegidos por la barrera de subterfugios con los que impiden la “politización” de la industria, es decir, el control de sus actividades por parte de otros órganos del Estado.

Camino no traumático

Esta circunstancia es el resultado del denominado “camino no traumático” que se escogió para nacionalizar a la industria petrolera y que han mantenido los gobiernos de AD y Copei. De esta manera, teniendo como justificación la necesidad de mantener la “normalidad” durante la transición, se logró que las compañías extranjeras se avinieran pacíficamente a la nacionalización a cambio de un conjunto de concesiones que en la práctica significaron el mantenimiento esencial y perfeccionado de relaciones dependientes con el capital petrolero transnacional.


Tales concesiones se materializaron, por un lado, en el paquete de Contratos de Asistencia Técnica y Comercialización que conformaron la cara oculta del pacto nacionalizador, pero también y por otro lado, en el mantener en los puestos de comando de la industria a los hombres de confianza de las transnacionales, que se han constituido en garantes de la participación privilegiada de esas corporaciones en el negocio petrolero venezolano.


Todo esto es historia antigua, denuncia que ya es fatigante ritornello en el que venimos insistiendo frente a la sordera y la ceguera generalizada por la realpolitik, de los dirigentes de la hasta ayer Venezuela Saudita. Pero viene a cuento ahora, cuando se plantea la urgencia de actualizar y unificar la legislación petrolera venezolana y comienzan a debatirse proyectos de leyes en ese sentido; Porque de lo que se trata es de llamar la atención sobre las pretensiones de los directivos petroleros de profundizar la anómala y peligrosa situación, descrita. Con ese designio han montado una algarabía chantajista en torno a los peligros que amenazan a la industria petrolera si su autonomía no es mantenida y extendida. Apoyados en el desconcierto creado por la emergencia a cielo abierto de la profunda crisis que ha corroído las entrañas de la postiza economía nacional, se han dedicado a pescar en río revuelto, ocultando de paso su cuota de responsabilidad en ese desenlace.

Nivel crítico

La motivación esencial de estas líneas está, justamente, en el gran éxito que han tenido estos directivos en su labor confusionista, quienes esgrimiendo el espantajo de un supuesto “nivel crítico del flujo de caja” y el inminente endeudamiento de la industria para poder cumplir con “’sus compromisos", han recibido una favorable acogida, no sólo en sus tradicionales voceros de los medios de comunicación, y en los partidos oficiales de gobierno y oposición, AD y Copei, sino también en sectores que tradicionalmente han mantenido una actitud vigilante y de lucha contra la desnacionalización creciente de nuestro petróleo.


Tal es el caso de quienes piensan que modificando la Ley del Banco Central de Venezuela limitan las apetencias despilfarradoras del gobierno copeyano y que es una muestra de seriedad y realismo político el garantizar a priori los dólares que los ejecutivos petroleros proclaman necesitar. A mi manera de ver las cosas, esa modificación, que se aprueba con olvido de la prometida contrapartida de hacer obligante la presentación previa, para su aprobación, del presupuesto de gastos de la industria, sólo contribuye a llevar más agua al molino de la soberanía supraestatal de los directivos de PDVSA y sus operadoras.


Por exigencias, de la honestidad debo concluir diciendo explícitamente que con lo anterior estoy manifestando mi profundo desacuerdo con la posición oficial asumida por el MAS, partido en el cual milito, en la consideración de este problema.



CMP Septiembre 1983


El destino del ingreso petrolero nacional:
ingreso fiscal vs. reinversión petrolera



Carlos Mendoza Pottellá
Junio 1984

La marcada tendencia a la caída de la capacidad de la industria petrolera para generar excedentes, producto del incremento constante de sus costos y la paralización de la dinámica expansiva de los precios que había caracterizado al mercado de ese producto hasta 1980 es causa, a su vez, de una intensificación de la lucha por su reparto. El primer escenario de esa lucha se encuentra en su propia fuente de generación: La industria petrolera, que contaba con ilimitados recursos para su expansión, para diseñar megaproyectos mil millonarios como los de la Faja del Orinoco, ve ahora menguada esa capacidad, “redimensionados” sus proyectos y, sobre todo, de capa caída el inmenso poder real que la administración sin control de cuantiosos recursos otorga.


Una ominosa señal en este sentido fue la centralización en el BCV de las divisas mantenidas por la industria en el exterior y que constituían una fuente de ingresos adicionales libres de presiones impositivas. Los problemas fiscales, que comenzaban a hacerse críticos, acabaron con la indiferencia del país frente a la “manga ancha” que disfrutaba la todavía para entonces “gallina de los huevos de oro”. Con la llegada de las vacas flacas comenzaron las objeciones a los “dispendiosos sueldos” prevalecientes en la misma y se renovaron olvidadas críticas sobre la falta de control del Congreso y del propio Ejecutivo sobre ese “Estado dentro del Estado” que constituyen PDVSA y sus operadoras.


En ese mismo orden de ideas, cobran renovada importancia los mecanismos que determinan el destino del Ingreso Petrolero Nacional frente a la disyuntiva de gastarlo o reinvertirlo. El problema es realmente delicado y no puede ser agotado en un artículo de revista. Comporta, por un lado, apreciaciones sobre la eficacia del gasto fiscal, sobre su necesidad social o su carácter despilfarrador de un patrimonio en proceso de extinción. Y por el otro lado, se hace indispensable una evaluación de la inversión petrolera, sobre los criterios que la orientan, los lapsos de recuperación y su rendimiento a largo plazo.


Ya no podrán repetirse los alucinados megaproyectos para invertir 100.000 millones de dólares en 20 años que voceaba Rodríguez Eraso ante los futuros clientes norteamericanos. La inmovilización y posible pérdida de decenas de miles de millones de bolívares ocasionados por esos delirios es un lujo que ya no puede darse el país.


Por todo eso, debemos comenzar a clarificar la forma y la esencia del reparto de los proventos del petróleo. Lo que sigue a continuación forma parte de un estudio realizado para la Comisión de Energía y Minas del Senado sobre la materia.


El complejo mecanismo de precios e impuestos mediante el cual se produce la distribución de los ingresos petroleros entre el fisco y la industria donde son generados, es el resultado del proceso de avenimiento y compromisos que supuso la política de “transición sin traumas” adoptada como definitoria de la nacionalización petrolera.


Uno de esos compromisos fue el de mantener el “status” de ingresos y prerrogativas conquistados por los obreros y empleados de la industria y, de manera determinante, los adquiridos por la alta gerencia que se mantendría al frente de las ahora operadoras nacionalizadas y de la nueva casa matriz. En virtud del mismo, y dados los límites de sueldos imperantes en la administración pública –donde su máximo nivel, el sueldo del Presidente de la República, apenas alcanzaba a ser la cuarta o quinta parte del promedio de los devengados en las cúpulas concesionarias se estableció una administración petrolera liberada de las limitaciones inherentes a las empresas del Estado, otorgándosele a las mencionadas operadoras y casa matriz el carácter de sociedades anónimas.


Simultáneamente y en consecuencia quedó establecido que las relaciones del Estado con sus empresas petroleras se regirían por las disposiciones de las leyes de Hidrocarburos, Impuesto Sobre la Renta y todas aquellas que se aplicaban a las concesionarias.


Así, en cuanto al destino de los ingresos petroleros, el esquema adoptado fue el siguiente:


1. Las producciones del petróleo y gas fiscalizadas pagarían un Impuesto de Explotación – Regalía – equivalente al 16 2/3 por ciento del volumen de las mismas, liquidado a un precio mutuamente convenido. Ese precio fue, para 1976, de 12,06 dólares por barril para el petróleo y de 18,56 para el gas natural. En 1982, esos precios fueron, 11,60 $/bl. para el petróleo y 14,84 para el gas. El estancamiento e incluso disminución de las regalías implica un sustancial sacrificio fiscal a favor de la industria petrolera, si tomamos en cuenta que el precio de realización promedio entre esos años pasó de 11,15 $/bl. a 27,47 $/bl.


2. Las operadoras cancelarían el Impuesto sobre la renta, neto, descontadas, además de los costos, regalías y aportes a PDVSA, a valores de exportación.


Los valores de exportación mecanismo fiscal para garantizar la participación estatal frente a las manipulaciones de los precios de realización por las transnacionales, tenían un nivel promedio de 27% por encima de dicha realización. Entre 1977 y 1979 el margen diferencial se redujo a niveles entre 11 y 14%. A partir de 1980 volvió a niveles entre 24 y 29%. En diciembre de 1981, con la reforma de la Ley de Impuestos Sobre la Renta, queda establecido que el mismo podría ser de hasta el 30% para 1982, no pudiendo exceder del 25% para los ejercicios de 1983, 84 y 85 y del 20% a partir de 1986 (Art. 169 Ley lSR).


La tasa del ISR aplicable a las actividades de hidrocarburos había llegado, en 1975 al 70,03%. En el transcurso del año 76, al comprobarse que las operadoras registrarían pérdidas contables si se mantenía ese nivel, la tasa se redujo a 65,13 por ciento. Desde 1981, esa tasa se mantiene en el 67,7%, con 2% de descuento por realización de nuevas inversiones, 65,7 efectiva (Art. 70 Ley ISR).


La combinación de valores de exportación y tasas es el principal mecanismo redistribuidor de los ingresos y por esa la discusión se centra en este aspecto. La modificación de la Ley de ISR que hemos señalado intenta establecer un patrón fijo en esas proporciones pautando una escala de modificaciones hasta 1986, año a partir del cual se supone que cesan dichos cambios.


3. Las operaciones quedan obligadas a vender al Banco Central de Venezuela los dólares obtenidos por sus ventas en el exterior a un tipo de cambio inferior al vigente para las operaciones normales, esto producía beneficios cambiarlos retenidos por el Banco. El tipo de cambio al cual habían vendido las concesionarias sus dólares en 1975 fue de 4,20 bolívares.


El 1° de Julio de 1976 se modificó ese tipo de cambio a 4,28, produciéndose allí una nueva fuente de sacrificio fiscal a favor de la industria, por las mismas razones que fueron reducidas las tasas del ISR y los valores de exportación.


A partir de septiembre de 1982 se reduce aún más la diferencia cambiaria, al ser colocado el tipo de cambio del dólar petrolero en 4,2925 bolívares.


La reciente disposición de colocar ese tipo en 6 bolívares por dólar arbitra nuevos fondos para la industria, aun cuando devaluados por la inflación generalizada.


4. Derechos de Importación. Casi totalmente exonerados en los primeros años, comienzan ser un rubro importante a partir de 1980 por la supresión de esas exoneraciones. Así, pasa de 33 millones de bolívares en 1976 a 1.316 millones en 1982.


5. Impuesto Superficial, pagado en Bolívares por hectárea de área asignada.


Su monto no es significativo para las magnitudes consideradas: 37 millones de bolívares en 1982.


6. Las operadoras pagan un conjunto de impuestos menores nacionales y municipales, cuyo monto de 77 millones de bolívares en 1982 duplica al de 1981 y años precedentes, pero tampoco es de consideración en el problema estudiado.


7. El fisco percibe además el impuesto sobre la renta pagado por las empresas que prestan Asistencia Técnica a las operadoras, cuyo monto fue de 2.435 millones en el lapso 76-79.


Este rubro pierde significación a partir de 1980 como resultado de la renegociación de tos contratos de asistencia técnica, que determinó la reducción de las tasas aplicables a esa actividad. El monto de lo percibido por ese concepto entre los artos 1980-82 fue de 342 millones de bolívares.


De todas maneras, este concepto no corresponde al reparto del ingreso por barril producido, sino que pecha las actividades de los entes extranjeros que prestan asistencia.


8. Las operaciones deben separar el 10% de sus ingresos netos como aporte de PDVSA. Ese aporte es deducible a los efectos del pago de Impuesto sobre la Renta por las operadoras. Dicho aporte forma parte, desde luego, de la participación de la industria petrolera en el reparto del ingreso y constituye el fondo de desarrollo y nuevas inversiones de la misma.


Podemos concluir señalando que, a nuestra manera de ver, la multiplicidad de vías por las cuales se produce el reparto del ingreso petrolero entre gasto social y reinversión petrolera ha impedido una clara definición al respecto.


De lo que se trata es de decidir cuál es el destino más conveniente, desde el punto de vista social y económico, a corto y a largo plazo, del ingreso petrolero.


Ello representa un problema de una entidad que sobrepasa al meramente administrativo y tiene que ver con el destino trascendente de la nación venezolana.


Mantener el alambicado mecanismo descrito es una manera de postergar esas definiciones, dejándolo todo al libre juego de los intereses internos e internacionales que se mueven en torno a nuestro petróleo. En ese “libre juego” nunca ha salido bien librado el interés nacional.


CMP Junio 1984

CMP – Abril 2010

miércoles, 7 de abril de 2010

PROLOGO A: INTERNACIONALIZACIÓN UNA COSTOSA ILUSIÓN - DE JUAN CARLOS BOUÉ

EXPORTACIÓN DE BENEFICIOS 
IMPORTACIÓN DE COSTOS:
PARADOJA DE LA
‘INTERNACIONALIZACIÓN PETROLERA’
VENEZOLANA

Carlos Mendoza Pottellá
Moscú 3 de febrero de 2004

‘...cabe destacar que el precio de venta de crudo inferior al precio de mercado, significa una transferencia al fisco norteamericano según el siguiente detalle: incrementa las ganancias de Citgo en 210 millones de dólares, con un efecto de impuesto [norteamericano, n.n.] estimado a la tasa nominal de 71 millones de dólares y disminuye las ganancias de PDVSA en 210 millones de dólares,, lo cual representa una disminución nominal de impuesto sobre la renta venezolano de 142 millones.’ (*)
(*)  Rafael Darío Ramírez Coronado, Informe del Comisario de PDVSA 1999, p. 28. Caracas 2000.

En 1976 se produjo una ruptura en la política petrolera venezolana. El inevitable curso hacia una nacionalización integral a partir de 1983, por virtud del principio constitucional vigente entonces de no otorgar nuevas concesiones petroleras y el vencimiento del 80 por ciento de las mismas en ese año, fue abortado por las transnacionales petroleras apelando al recurso de  proponer, ellas mismas, una nacionalización anticipada, cortada a su medida.

Uno de los principales instrumentos de esa nacionalización sui géneris fue el mantenimiento en el seno de las operadoras nacionalizadas de un cuerpo gerencial ‘nativo’, perfectamente entrenado en la filosofía y los intereses de las antiguas concesionarias. Ese cuerpo gerencial inició entonces el desmontaje de todo el andamiaje de control operativo y fiscal de la Nación sobre los recursos de hidrocarburos y su industria, trabajosamente forjado entre 1920 y 1973.

Ese desmontaje comenzó el primero de enero de 1976 con dos tipos de contratos firmados entre las antiguas casas matrices extranjeras y las nuevas ‘operadoras’ estatales: En primer lugar los contratos de ‘asistencia técnica’, por los cuales se pagaron 7.500 millones de dólares entre 1976 y 1979, los cuales no remuneraban la prestación de ningún servicio y se constituyeron simplemente en una forma de multiplicar la ‘indemnización’ que se pagó a las corporaciones extranjeras por acceder a ser ‘estatizadas’. En segundo lugar fueron los contratos de comercialización, mediante los cuales se otorgaban descuentos graciosos de hasta 49 centavos de dólar (contrato Lagoven-Exxon) y se arbitraban mecanismos para no cumplir con las fijaciones de precios establecidos en el seno de la OPEP.
Posteriormente, en cada una de las grandes iniciativas gerenciales expansivas y modernizadoras tomadas por la ‘meritocracia’ petrolera hasta 1998 se fueron quedando pedazos de la soberanía y del patrimonio nacional:

• en un cambio de patrón de refinación con exagerados sobreprecios y diseñado para mantener y reforzar los vínculos de las corporaciones extranjeras con sus antiguas filiales

• en unos ‘megaproyectos’ de la Faja del Orinoco que contemplaban una inversión de 5.000 millones de dólares anuales entre 1980 y 2000 y se fundamentaban en la funambulesca proyección de que en 1990 los precios del petróleo de 30 grados API estarían alcanzando los 60 dólares el barril, lo cual haría rentables y competitivas las diversas mezclas de crudos extrapesados con diluentes.

• en el desmontaje del aparato de control y fiscalización encarnado en los Ministerios de Energía y Minas y Hacienda, simultáneamente con el envilecimiento de los instrumentos fiscales y soberanos específicos: la regalía petrolera minimizada y el valor fiscal de exportación eliminado.

• la multiplicación de planes y proyectos de inversión petrolera, bajo la filosofía de la siembra del petróleo en el petróleo, independientemente de la rentabilidad neta para la Nación. En este último tipo de operación encaja el programa de adquisición por parte de DVSA de refinerías y otras instalaciones en el exterior conocido como ‘internacionalización’.

En efecto, desde sus inicios en 1982, el programa de compra de refinerías en el exterior llamó la atención de todos aquellos que evaluábamos críticamente la gestión de la industria petrolera nacionalizada.


"En las investigaciones promovidas en el Congreso ha quedado de manifiesto el hecho de que los consultores jurídicos de PDVSA y el Ministerio de Energía y Minas, de consuno con el Procurador General de la República, constituyeron un ‘jurado complaciente’ para escudriñar en los vericuetos de la Constitución Nacional y las leyes específicas del  sector petrolero a fin de encontrar una fórmula que permitiera a la industria eludir la obligatoriedad de someter un contrato de evidente interés nacional a la consideración y probación por parte del Poder Legislativo." (*)
 Aquéllas fueron las primeras sospechas, despertadas por los sigilosos pasos dados por el entonces Ministro de Energía y Minas, Humberto Calderón Berti, para sacar del escrutinio público y legislativo al proyecto de adquisición de una refinería de Veba Oel en Alemania. Pero, a pesar de todas las críticas, y una temporal suspensión del programa en 1984, el ‘poder petrolero’ logró imponer su voluntad y extenderlo hasta sus magnitudes actuales, completada con las adquisiciones hechas en 1998.
(*) Mendoza Pottellá, PDVSA: ¿Autonomía financiera o soberanía supranacional? en Punto Socialista, No. 3, Caracas, julio de 1983.



En algunas publicaciones internacionales de principios de los años 90 se llegó a comentar críticamente la iniciativa de los petroleros venezolanos:
De nada valieron las denuncias y análisis internacionales, mucho menos las observaciones alimentadas tímidamente por las ‘filtraciones’ procedentes de anónimos venezolanos dignos que laboraban en la Dirección de Refinación del MEM, en los Departamentos de Comercio y Suministro de Lagoven y Maraven, en la propia PDVSA, o sustentadas en las cifras del folleto distribuido por PDV América en Wall Street, en cumplimiento de las normas de la Securities and Exchange Commission para la emisión de bonos por mil millones de dólares en 1993. (*) 
‘PDV's internationalisation drive, which began in Germany in 1983, has always been controversial. Critics said that the discounts PDV was obliged to apply on its heavy crude to meet German market specifications made the whole undertaking unprofitable.’ (*)

(*) Maria Kielmas, Little Moves Ahead Of An Explosion, Petroleum Economist, November 1992. pp. 14-17.

 Todas esas objeciones eran dejadas de lado porque procedían del sector de los ‘tradicionales enemigos de la industria’, descalificados a priori, según la matriz de opinión impuesta y sostenida por el control previo de los principales medios  comunicación, con la censura y el veto que padecimos en carne propia entre 1975 y 1998. (*)
(*) Salomon Brothers Inc. Prospectus $1,000,000,000 PDV America Inc., New York, NY, July 1, 1993

La ‘integración de Venezuela hacia los mercados de consumo’ fue vendida al país como ‘una estrategia indispensable para lograr un nivel aceptable de exportaciones en una base estable y confiable. Tal integración sería particularmente importante en la comercialización de crudos pesados/extrapesados’ (*). Por el contrario, en el transcurso de los últimos veinte años se han acumulado evidencias suficientes para catalogar a esa ‘integración’ como contraria al interés nacional y lesiva del patrimonio público venezolano.
(*) Mendoza Pottellá, El Poder Petrolero y la Economía Venezolana. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Universidad Central de Venezuela, pp. 211-243, Caracas 1995.

Sin embargo, el diseño y ejecución de ese programa, sustentado en grandes, masivas y eficientes falacias mediáticas, y en complicadas operaciones de ingeniería financiera, ha garantizado su perdurabilidad y colocado barreras contractuales tales que, todavía hoy, es muy difícil desmontarla sin grandes pérdidas para la Nación.
(*) PDVSA, Planificación a Mediano Plazo (1983-1988), Premisas y lineamientos preliminares. Caracas, abril 1982.


A partir de 1998, con la llegada al poder del Presidente Chávez, comienzan a aparecer en las cifras oficiales las primeras certificaciones de las denuncias que venimos voceando desde 1983. Una prueba de ello es el análisis que al respecto hace el Comisario de PDVSA para 1999, Rafael D. Ramírez C., a quien citamos en el epígrafe con una de sus constataciones para ese mismo año, objeto de su estudio.

Ahora, 20 años después de su inicio, tenemos una visión bastante más completa de esta operación de la meritocracia petrolera y sus lamentables resultados para el país: Un negocio que para el año 2001 recibía, en 19 refinerías repartidas entre Estados Unidos, el Caribe, Alemania, Suecia, Bélgica y el Reino Unido, más del 40% de las exportaciones de crudo de Venezuela. Que con ese volumen de crudo producía, ese mismo año, 26.927 millones de dólares en ingresos por ventas, pero que generaba una ganancia en operaciones de sólo 638 millones de dólares, procedentes, a su vez, del descuento de 936 millones de dólares hecho por PDVSA a sus filiales, lo cual comportó, consecuentemente, una pérdida real para el accionista, la Nación venezolana, de 298 millones de dólares, mientras que simultáneamente se realizaban nuevas inversiones en esas mismas filiales por 517 millones de dólares adicionales. Retrocediendo desde el 2001, hasta 1991 es posible seguir el rastro a cifras con proporciones similares entre ingresos brutos, descuentos, ganancias ficticias, pérdidas reales y nuevas inversiones. Entre 1983 y 1990, ambos inclusive, ni siquiera existía la púdica hoja de parra de las ‘ganancias operativas antes de impuesto’... todo era pérdida (ver tabla).

Esta tabla, inserta en varios de nuestros trabajos anteriores, es una muestra del esfuerzo de inferir la realidad a partir de diversas fuentes, la mayoría de las cuales aportaban datos deliberadamente truncados y trucados para ocultarla.

Creemos que se necesitan muchos y superlativos adjetivos para poder exagerar el significado negativo de estas cifras para la Venezuela. Pero entendemos la necesidad de un abordaje objetivo y mesurado de la cuestión. Así pues, dejemos hablar a Juan Carlos Boué.

Este autor mexicano ha dedicado muchos años a la realización de una investigación seria, severa y minuciosa, ‘en fuerza de documentos ciertos e incontrastables’ (como se propuso,
citando la recomendación de un cronista de Indias de hace más de dos siglos) (*)  sobre el programa de adquisición de refinerías y otros activos en el exterior desarrollado por Petróleos de Venezuela desde 1982. Convertido en tesis doctoral, su trabajo fue publicado en 1997 por la Universidad de Oxford bajo el título de ‘The Political Control of State Oil Companies. A Case Study of the International Vertical Integration Programme of Petroleos de Venezuela’.
Boué ha contribuido como nadie a develar la verdad escondida detrás de la intrincada trama urdida (*) por el poder petrolero que rigió al petróleo venezolano y a Venezuela toda hasta enero de 2003. A pesar de todos los vetos y velos mediáticos desarrollados por ese poder petrolero, los trabajos de Boué se han convertido en un valioso instrumento en la lucha por el rescate de la soberanía nacional sobre su industria, conculcada por una claque tecnocrática al servicio, en principio, de sus propios y particulares intereses de casta privilegiada, pero sobre todo, y de manera desproporcionada, al de sus poderosos socios extranjeros.
(*) Don Juan Bautista Muñoz y Ferrandis, Historia del Nuevo Mundo (Madrid, 1793), citado por Boué en El Programa de internacionalización de PDVSA: ¿Triunfo estratégico o desastre fiscal? Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales Vol. 8, No. 2 (mayo-agosto) pp. 237-282, Caracas 2002

(*) ‘El complejo esquema organizacional del sistema internacional de refinación y mercadeo de PDVSA... es el producto de la aplicación de criterios de ingeniería financiera orientados a canalizar las ganancias generadas en este sistema hacia un par de compañías tenedoras de acciones que han fungido como matrices remotas de las filiales de refinación de PDVSA a lo largo de la mayoría de la historia del programa de internacionalización...’ J. C. Boué, trabajo prologado, p. 3.
Hasta ahora, las constataciones de Boué, científicamente inobjetables, han quedado confinadas al reducido círculo académico y político permeable a tales planteamientos por encontrarse inmerso desde hace años en el combate por una auténtica nacionalización de los recursos de hidrocarburos venezolanos. Pero en esta oportunidad, el autor nos propone un texto que refleja una madura síntesis esencial de sus previos hallazgos y conclusiones, la cual puede ser de gran utilidad para generalizar, vale decir, vulgarizar, la verdad que enfrenta a la falacia.

Manteniendo toda la serenidad, sindéresis y basamento fáctico que exigen los auténticos trabajos académicos, Boué concluye, con certeza y solidez, que la internacionalización no es otra cosa más que un mecanismo de importación de costos externos y transferencia de ganancias al exterior.

A esa conclusión arriba después de verificar, en primer lugar, que el total de 6.480 millones de dólares desembolsados en la adquisición de activos en el exterior y en sucesivos aportes patrimoniales y gastos de inversión, han significado ‘un desembolso bruto de 1,27 USD por cada uno de los 5,070 millones de barriles de crudo venezolano que PDVSA ha enviado a proceso en refinerías de su propiedad entre 1983 y 2002 inclusive’ para luego constar que ese desembolso bruto, es neto, porque “PDVSA ha permitido que sus filiales retengan (con propósitos de reinversión) prácticamente la totalidad de los flujos generados por sus operaciones, y nunca ha buscado su repatriación a Venezuela a través de la declaración de dividendos’ (*)
En segundo lugar, continúa armando el círculo vicioso de ese increíble ‘negocio’ mediante la contabilidad de un descuento promedio durante ese mismo lapso y para ese mismo volumen total de crudo de ‘1.50 USD por barril, estimado a partir de las cifras reales (ajustadas por calidad)’ con el cual puede afirmar que ‘el costo de oportunidad potencial de los descuentos asciende a más de 7,500 MMUSD (hasta finales de 2002 inclusive)’ (*)
(*) J. C. Boué, loc. cit., p. 5.

Finalmente, describe los mecanismos mediante los cuales se movilizan costos y ganancias entre la casa matriz venezolana y sus afiliadas externas, completando así la figura del perro que muerde su propia cola:
(*) Ibid., p. 19

Nos coloca así, de manera incontrovertible, frente una realidad que durante años había sido sólo esbozada con indicios, inferencias o sospechas maliciosas de los ‘enemigos de la industria’. Nuestras viejas y fragmentarias denuncias no concitaban el apoyo de los sectores ‘nacionalistas pero moderados’ porque las cifras que se asomaban, con rudimentarios elementos de convicción, eran de una magnitud tal, que fácilmente podían ser atribuidas al estilo adjetivo, procedente de las torrenciales descargas de indignación, que distingue siempre a los predicadores en el desierto. De hecho, al escribir estas líneas de reconocimiento a la objetiva, fría y contundente eficiencia analítica de los trabajos de Boué, no podemos dejar de expresar esa misma sensación, contenida a través de tantos años.
‘...los mecanismos de importación de costos y transferencia de nancias que subyacen al programa de internacionalización son complementarios: mientras  que el objetivo de los primeros es que contabilicen en Venezuela tantos costos como sea posible, el objetivo de los segundos es que suceda exactamente lo opuesto con los ingresos’.(*)  (*) Ibid., p. 22



Y lo sentimos así, porque todavía falta mucho para que esa verdad sea reconocida universalmente. Porque todavía vivimos en un país cuya ‘opinión pública’ se solaza y conforma con los mitos banales impuestos por el imperio mediático que penetra en todas las esferas sociales y dicta las modas y límites de lo políticamente correcto, de lo democrático y hasta de lo auténticamente nacional.

Y en esto reside para nosotros la importancia capital del trabajo que estamos prologando.

Porque se trata de un combate por la conciencia nacional. Se trata de llegar con hechos ciertos e incontrastables a sectores que han sido maleados y adormecidos por la prédica de la resignación ante la incursión avasallante de una postmodernidad apátrida y transnacional.

Pero se trata también de que el discurso de Boué no quede para los que escribirán, dentro de un siglo, la historia definitiva de estos tiempos y constaten la certeza de sus investigaciones.

Se trata de alimentar con esa realidad, aquí y ahora, el proceso de toma de decisiones en la industria petrolera y, en general, el de las decisiones políticas y económicas nacionales.

Moscú, 3 de Febrero de 2004

viernes, 2 de abril de 2010

LA OPEP, VENEZUELA Y EL PODER PETROLERO

Capítulo VII (*)
del libro
"El Poder Petrolero y la Economía Venezolana"

Carlos Mendoza Pottellá
Caracas, 1995


(*) Una versión preliminar de este capítulo fué publicada en Cuadernos de Postgrado, No. 2, CEAP-FCES, Caracas, 1992, con el título La OPEP y la Política Petrolera Venezolana. En este capítulo hemos preferido mantener la estructura del material publicado, haciendo las actualizaciones de rigor. Por estas razones es posible que se puedan detectar planteamientos hechos en otros capítulos, pero ahora colocados en un contexto argumental distinto.

El análisis ligero y maniqueo de una situación de gran complejidad como la del mercado petrolero internacional, cuyas manifestaciones externas -precios, volúmenes de producción, etc.- son el resultado de la interacción de una multitud de factores disímiles y contradictorios, conduce inevitablemente al fomento de percepciones distorsionadas de la realidad. En consecuencia, los escenarios y políticas que se realicen en base a tal tipo de análisis tienen muy pocas posibilidades de ser certeras. Algunas chapuceras inciativas de nuestros gobernantes nos puede servir de botones de muestra:

Recordemos, por ejmplo, la gestión de convocatoria de una cumbre de productores y consumidores petroleros hecha -insinuada, mencionada en la conversación, para el caso es lo mismo- por el Presidente Pérez en visita a los Estados Unidos, ante el Presidente Bush y su rotundo, aunque nunca reconocido, fracaso. (La convocatoria de todas maneras se hizo, Francia se constituyó en anfitrión, y el representante de tercer orden jerárquico enviado al evento por Estados Unidos se encargó de destacar que su gobierno acudía a un simple "seminario", intercambio de opiniones sobre temas petroleros y energéticos, y no a una "cumbre" donde se asumieran compromisos).

Años antes sucedió algo similar, pero en vivo y en directo por TV, cuando Lusinchi planteaba públicamente la necesidad de un "trato hemisférico" para el petróleo venezolano, ante un desconcertado Reagan, quien buscaba desesperadamente entre sus asistentes a alguien que le explicara el significado de aquellas dos palabras. (Por cierto que el "trato hemisférico" ha sido uno de los más reiterados fracasos -consecuencia de un supino desconocimiento de las realidades político-económicas contemporáneas- que ha sufrido la diplomacia económica del país al considerar las relaciones con los Estados Unidos)

La incidencia de esta práctica perversa en la formulación de las distintas posiciones y políticas que se debaten en materia petrolera es muy grande. De hecho, nadie está vacunado contra ese mal: el interés de halar la brasa hacia su sardina y la premura con la cual se exigen las respuestas, hacen posponer los estudios más cuidadosos. Ello se acentúa cuando se defienden posiciones juradas, "causas justas" o intereses colectivos y no tan colectivos.

Este es el caso de la OPEP. Una organización de países tercermundistas que se mueve en el corazón del negocio por el cual se producen más de la mitad de las transferencias de divisas entre las naciones y cuyos productos son los que ocupan también más de la mitad de los buques que surcan los siete mares, el mayor negocio del mundo por su volumen y rentabilidad, en torno al cual pujan los mayores poderes políticos, económicos y -ya se ha visto- militares de la Tierra. Si se piensa detenidamente en ello se podrán comprender las razones por las cuales la OPEP ha vivido 33 años de asechanzas mortales, como refiriera Celestino Armas cuando fuera Ministro de Energía y Minas.
Un capítulo reciente de esta historia lo escribió Ecuador, al formalizar su salida de la Organización: Con una pequeña capacidad de producción que aporta la mitad de los ingresos externos del país, el someterse al régimen de cuotas y el pagar las costas de pertenecer a la Organización fue evaluado por el Gobierno conservador de Durán Ballén como un gasto no recompensado por unos precios del crudo que se mantienen deprimidos. De todas maneras, la liberación de los compromisos adquiridos en la OPEP no le sirvió de mucho, por cuanto la declinación de los viejos yacimientos, anularon los esfuerzos para incrementar la producción en nuevas localizaciones... y tampoco hay muchos mercados libres esperando por los supuestos incrementos.
Entrevista televisiva reseñada por la Carta Semanal (MEM) No. 1649, del 12-04-91, pág 4: "...yo no se si la OPEP tiene 30 años de vida o 30 años de muerte, porque desde que nació la están matando..."

Es oportuno mencionar el hecho de que, un punto focal, de convergencia de los intereses privados nacionales y foráneos, con los defensores dentro del sector público del inversionismo petrolero a ultranza, es precisamente la oposición a la pertenencia de Venezuela al único organismo desde el cual, independientemente de sus contradicciones internas y de nuestros gustos históricos, políticos, raciales o culturales, estamos en posibilidad de ejercer el poder al que hacemos referencia: la OPEP.

Siglas de pesadilla para algunos de estos sectores, en tanto que representan limitación y techos de producción, con la consecuente reducción de desembolsos, de negocios y de ejercicio del poder. Son antológicas y grotescas las manifestaciones de alegría que se generan en el entorno gerencial y comercial de la empresa petrolera estatal venezolana durante los momentos de mayores dificultades para la organización. Momentos durante los cuales han ejercido todas sus facultades de presión para lograr la defección de Venezuela.

Esta es una polémica que, como mencionamos y detallamos más precisamente en las siguientes páginas, pasa ya de los treinta y tres años, por cuanto ella se inició en los momentos mismos de su constitución, atizada por los mismos sectores que hoy la reviven casi con idénticos argumentos: Los socios de Venezuela en la OPEP no son tales, sino competidores emboscados y los techos de producción -hace 33 años se hablaba de prorrateo- hacen perder mercados.

Se postula, por el contrario, la necesidad de ser competitivos y de lanzarse a una política agresiva, a una escalada de inversiones "down stream" y acuerdos tipo "netback" que, aunque comporten en definitiva un incremento en el costo de ventas, garanticen el "acceso preferente" a los mercados que permita compensar con mayor producción los disminuidos rendimientos unitarios que tal política determina.

Discrepamos de estas concepciones por cuanto ellas están sostenidas más en el interés parcial de los sectores mencionados, de incrementar los niveles de actividad petrolera en el país que, en una visión certera del mercado petrolero contemporáneo y nuestras reales posibilidades de salir airosos en la dura competencia que se desataría con una eventual ruptura de la OPEP. Ello no significa que no debamos prepararnos para tal eventualidad, la cual está presente en los múltiples conflictos que enfrentan a varios de los miembros de la Organización y en el hecho cada día más evidente de que son precisamente estos países los que poseen las sobrecapacidades que hacen inestable al mercado y que en cada uno de ellos hay sectores que impulsan el desconocimiento de los compromisos adquiridos en cuanto a los niveles producción. Pero una cosa es estar preparado para esa posible ruptura y otra muy distinta es promoverla.

Aún más, consideramos que, a pesar de querer ubicarse entre los miembros con mayores reservas y capacidad para incrementar su producción, Venezuela, por la vejez de sus yacimientos convencionales, el carácter pesado de la mayoría de sus reservas remanentes y el horizonte de costos crecientes a que se enfrenta, hasta en las nuevas -y más profundas- localizaciones, es el principal interesado en la vigencia de la Organización.

A la sustentación de esta percepción nos abocamos en lo que sigue:

En efecto, la OPEP ha sido combatida desde antes de que se concibiera la idea misma del "compacto petrolero". Las corporaciones petroleras internacionales que cartelizaron el mercado petrolero desde 1928 se ocuparon siempre de desalentar cualquier iniciativa integradora o de simple coordinación de políticas, propalando en cada uno de los países petroleros susceptibles de tal tentación el mito de la "necesidad de incrementar la competitividad" -esto es, de bajar la participación nacional en el negocio- frente al "creciente poder de captura de mercados" de los demás: una aplicación literal del viejo precepto "divide y vencerás"  (*) que permitió a esas corporaciones batir al detal a los atrasados y débiles depositarios de la riqueza petrolera.
(*) C. Mendoza P., "De las Concesiones a los Contratos...", Caracas, Julio de 1985, Trabajo de Ascenso. Págs. 93-99.

Por esto, en Venezuela, las proposiciones de Pérez Alfonzo chocaron con el escepticismo mayoritario de la opinión pública y la hostilidad manifiesta de las concesionarias extranjeras. La lucha no ha cesado desde entonces. Cada cierto tiempo resurgen los partidos contra y pro OPEP. Unos decididos y con claridad de metas e intereses y otros vergonzantes, consumidos por la duda de estar defendiendo a una organización de perdedores frente a los dueños del éxito, al atraso frente a la modernidad. Hace ocho años escribíamos:


"La reversión de la tendencia que en menos de diez años multiplicó por quince el precio del petróleo ha puesto en dificultades a la OPEP y a sus miembros. En Venezuela se vuelven a alzar las mismas voces críticas de antes, las de aquellos que tienen intereses definidos en una expansión de la asociación con el capital petrolero internacional, mientras que la duda se esparce entre quienes no saben en que palo ahorcarse.

Los primeros, acostumbrados al ejercicio del poder y la hegemonía que les ha permitido identificar sus particulares intereses como los de toda la nación, han definido rápidamente su posición: hay que acabar, de una vez por todas, con esa asociación de perdedores y profundizar la estrategia de internacionalización iniciada con el convenio PDVSA-Veba Oel y que hubiera continuado, de no mediar la intromisión parlamentaria, con el PDVSA-Unión Carbide. En ese escenario se multiplicarían las oportunidades para los negocios privados.


Los segundos, es decir, los representantes de sectores sociales marginados del poder y sus instrumentos, discuten sobre lo que es más conveniente para el interés nacional sin antes definir el contenido de esa problemática síntesis y por ello son fácil presa de la decidida campaña anti-OPEP de los primeros. (*)
(*) C. Mendoza P. "Venezuela en la OPEP, Veinticinco años de un debate", Rev. Punto Socialista, No. 19, Enero 1985, pág. 15.


El tema OPEP va a servirnos para retratar de cuerpo entero a ese ente inasible que hemos denominado el poder petrolero, porque la oposición sistemática a esa organización ha sido uno de sus signos característicos... Desde los tiempos en que la Junta Directiva de la Creole planificaba campañas para demostrar la locura de Pérez Alfonzo -al cual, de paso, ya se comenzaba a mencionar como "el profeta", con directa intención satírica y negadora de la factibilidad de sus propuestas- y bombardear así las ya de por sí incomprendidas iniciativas del entonces Ministro de Minas e Hidrocarburos, las cuales, pese a todo, conducirían a la fundación de la Organización. (*)
(*) Francisco Alvarez Chacín, en Secretos Petroleros Contra Venezuela, registra su testimonio personal al respecto, al referir su consecuente renuncia a la Gerencia de Relaciones Públicas de la Creole.
Es importante destacar, sin embargo, que el carácter conflictivo de la pertenencia a esta Organización es generalizado: en cada uno de los países miembros actúan fuerzas opuestas a prorrateos de producción y fijación concertada de precios. En nuestro trabajo de ascenso anterior citábamos el artículo del Profesor iraní Abbas Alnasrawi  (*), en el cual analiza la resistencia de los miembros de la OPEP a la acción colectiva. Resistencia que, durante los primeros años de su existencia, dificultó la defensa de los precios y convirtió a la OPEP en una organización marginal. En Venezuela pervive esa resistencia y en las opiniones de destacados dirigentes del país subyace todavía la idea de que la OPEP es una Organización de árabes donde nuestro país está arrimado. De factura más reciente y vinculada a la idea de que el subdesarrollo y el tercermundismo son condiciones ideológicas, mas bien psicológicas, y no materiales, es la percepción que tienen algunos "modernos" analistas sobre la OPEP como instrumento de un pasado de confrontación, no cónsona con las nuevas realidades internacionales: el subdesarrollo estriba justamente en permanecer en ella.
(*) Abbas Alnasrawi OPEC: The Cartel that it is not, en OPEC Bulletin, Febrero 1981, págs. 2 y 3.

Según Andrés Sosa, si la OPEP "quiere continuar haciendo negocios debe cambiar considerablemente" y agregó que "debería ser más técnica y estratégica y "dejar de reivindicar" al Tercer Mundo frente a los países desarrollados. (*)

El Nacional, 16 de abril de 1991, pág D/8 PDVSA plantea necesidad de modernizar la OPEP
En 27 años sus argumentos no han cambiado:
Dadas las posiciones de poder e influencia de quienes encarnan esta resistencia a la OPEP, ella se manifiesta muchas veces en la forma de incumplimientos de las decisiones de la Organización por parte de los países miembros, violaciones de acuerdos suscritos e interpretaciones sesgadas por el interés particular de grupos económicos poderosos.

Pese a que los dirigentes petroleros se dan golpes de pecho por la violación de las cuotas por parte de Kuwait y los Emiratos -por ejemplo- y la historia gerencial presente al país como La Cenicienta a quien sus socios le han quitado hasta los zapatos, el poder petrolero venezolano tiene una larga historia de incumplimientos y violaciones. Los contratos de comercialización firmados a partir de 1976 con las antiguas concesionarias fueron la primera evidencia: mientras el país aparecía públicamente alineado con los duros de la OPEP frente a la debilidad Saudita, su gerencia petrolera acordaba, por debajo de cuerda, términos de negociación que redundaban en sustanciales descuentos sobre los precios fijados por la OPEP.(*) En este caso, la "viveza criolla" consistía en vender más barato después de haber pagado el precio político -que muchas veces se tradujo en restricciones comerciales y otro tipo de sanciones económicas- de sostener públicamente la posición diametralmente opuesta. Por su parte, las transnacionales absorbían todo el descuento sin trasladarlo, ni siquiera en parte, a sus respectivos clientes.
(*) Estos contratos, junto con los de "Asistencia Técnica", fueron objeto de múltiples denuncias a partir de 1977, cuando fueron descubiertos. Un grupo de profesores de la UCV, encabezados por Luis Lander, D.F. Maza Zavala, F. Mieres, Gastón Parra y otros, entre los cuales nos contamos, publicó un remitido y acudió infructuosamente a distintas instancias del poder público. Eduardo Acosta Hermoso y el Equipo Proceso Político, son autores de sendos análisis sobre dichos contratos referidos en nuestra bibliografía: Análisis de los Convenios de Petrovén y CAP, 5 Años, respectivamente.


En 1989 los dirigentes petroleros venezolanos fueron cazados in fraganti con el asunto de los condensados (*)  Violaban la cuota OPEP reclasificando como condensados, según "sus propias definiciones", una cantidad considerable de crudos: 153.000 barriles diarios. Venezuela se vio entonces obligada a pasar de los 190.000 barriles diarios declarados como condensados a 37.000. Los socios de la OPEP pretendieron "castigar" aún más al país, y esta fue la reveladora respuesta:

(*) Los condensados son hidrocaburos gaseosos en las condiciones del yacimiento, bajo tierra, que se condensan al ser extraídos y expuestos a las condiciones de temparatura y presión atmosféricas. Como de suyo puede suponerse son hidrocarburos muy livianos, de altísimo grado API, y que se obtiene en muy pequeñas proporciones respecto al volumen total de crudo extraído.

El ministro venezolano dejó muy claro a sus colegas del golfo que la reclasificación de los 73.000 barriles como crudo termina con el problema de los condensados, y ya cuesta suficiente a su país como para aceptar más límites a la producción.

Ya tuvimos que descender nuestra producción de condensados desde 190.000 a 110.000, que respondían a nuestra propia definición. Y ahora, bajo la que acordó la OPEP en noviembre, nos vemos obligados a bajar a 37.000 e incluir el resto de (¿en? n. n.) la cuota, con lo que ello supone de reducción en nuestras exportaciones, afirmaron los representantes venezolanos. (*)
(*) El Nacional, 28 de noviembre de 1989, OPEP Estudia reducir cuota venezolana. El Gobierno no acepta recorte.
Los Gráficos No. 36 y No. 37 muestran la evolución de la producción de hidrocarburos líquidos y, dentro de ellos, de los condensados. Puede observarse claramente en ambos gráficos como la cifra correspondiente a condensados creció repentinamente a partir de 1982, cuando se inició la política de "techos de producción"






Por cierto, que en este problema de las cuotas y la dependencia de las mismas del nivel histórico de las reservas y la producción antes de iniciarse su aplicación, se emiten muchas falacias haciendo énfasis en la permanente disminución del porcentaje de participación de Venezuela en el mercado petrolero a partir de 1960 y se trata de apelar al más barato e inconsciente de los patrioterismos para demeritar un sistema que, si bien se comenzó a practicar en 1982, estaba entre los dos principios que se reconocieron como fundamento de la constitución de la Organización en 1960: Defensa de los precios y prorrateo de la producción.
"Sabemos que éramos el primer exportador de petróleo del mundo durante muchos años, más de veinte o casi treinta, pero no sabemos por qué hemos descendido, hemos perdido puestos del primero al séptimo."  (*)
(*) Pablo Perales, La muerte del Petróleo, El Universal, 8 de Septiembre de 1990.
La cita anterior es característica de las opiniones que comenzaron a multiplicarse en todos los medios de comunicación varias semanas antes de la invasión irakí a Kuwait, reiniciando así el debate en torno a la participación de Venezuela en la OPEP.

Con motivo del IV Congreso Venezolano del Petróleo (julio 1990), el cual fue abiertamente organizado como tribuna para la aclamación de los planes expansivos de PDVSA, se desató un verdadero bombardeo de opiniones que resaltaban todas las limitaciones que le imponía a la industria petrolera venezolana la permanencia en la Organización. La voz cantante, entonces y durante todo su atropellado paso por la Directiva de PDVSA, fue la de Andrés Sosa Pietri, quien en su intervención del 18 de julio señalaba:
"Venezuela debe reivindicar sus derechos legítimos y aspiraciones de un trato más justo acorde con su condición de sexta potencia mundial con reservas de crudo convencional y primera al agregar los bitúmenes de la faja del Orinoco.
Nuestro país, en efecto, producía, a principios de la década de los años 70, más del 16% del total de la OPEP. Hoy en día esta cuota apenas representa el 8,8% de este total.
Es decir, que nuestro país ha venido perdiendo posición en el mercado, no solamente frente a los independientes, sino con relación a sus propios socios de la OPEP."
Estos párrafos van a servirnos para tratar de demostrar nuestro planteamiento inicial sobre el análisis ligero y maniqueo, razón por la cual nos extenderemos en algunas reflexiones sobre el problema de las cuotas y las reservas.

En primer lugar, lo que no tiene discusión: "Venezuela debe reivindicar sus derechos legítimos..." Tiene que quedar definitivamente claro que la pertenencia del país a cualquier organización se fundamenta en tal reivindicación. No puede suponerse lo contrario, y mucho menos pensar que otros van a velar por nuestros intereses.

El que en la OPEP se adopten decisiones cónsonas con los intereses venezolanos, depende de la claridad de metas de quienes diseñan la política petrolera y, por ende, de la solidez de las posiciones de Venezuela dentro de esa Organización.

Valga la oportunidad para referirnos a planteamientos en donde se esgrimen argumentos del mismo tenor, tomando como muestra representativa los del Dr. Arturo Uslar Pietri, consecuente detractor de la Organización, cuando afirma que la OPEP no nos ha beneficiado mucho y sostiene, entre otras, la falacia que ya refutáramos en torno a la historia oficial del muchacho bueno al que todos le hacen trampas:
"Yo no sé quien tiene la responsabilidad, pero alguien la tiene, de que Venezuela haya aceptado que la OPEP establezca cuotas de producción petrolera. Eso va contra el interés de Venezuela.
 ¿Nuestra presencia en la OPEP no nos está beneficiando mucho?

-No creo que nos ha beneficiado mucho en ningún momento. Venezuela se ha sentido un poco el padre o la madre de la OPEP. Ha soportado la mala conducta de los demás. Casi todos los países principales productores han respetado muy poco los sistemas de cuotas de la OPEP, y Venezuela es uno de los poquísimos que las ha respetado siempre."   (*)
(*) El Universal, 12 de agosto de 1990, Entrevista a Arturo Uslar Pietri: La OPEP no nos ha beneficiado mucho. Esa Organización nunca ha tomado en cuenta a Venezuela ni sus intereses para nada. El sistema de cuotas es contrario a los intereses de Venezuela.

Lo de consecuente detractor no es gratuito. En materia petrolera, el Premio Príncipe de Asturias, como los patrocinantes borbones del galardón, ni olvida nada, ni aprende nada.(*)
El Gráfico No. 38 puede permitir al lector visualizar cuán absurda era la pretensión de que Venezuela debía mantener constante -a los niveles de 1960- su cuota de participación en la producción OPEP: La producción anual del país ha debido alcanzar los 4 millones de barriles diarios para 1963, creciendo constantemente hasta alcanzar los 8 millones en 1970 y mantenerse por encima de este nivel, en los alrededores de los 10 millones de b.d., hasta 1980. ¡El "propio" sueño petrolero!
(*) Creemos pertinente aclarar que nuestro desacuerdo con los planteamientos del Dr. Uslar Pietri en materia de política petrolera en particular y política económica y social en general, no se traducen en un desconocimiento de su trayectoria de hombre público, destacada aún más en los tiempos de aguda crísis política, moral e institucional, que le ha tocado vivir a Venezuela en los últimos años. La aclaratoria es válida también por eso: el desacuerdo, e incluso el antagonismo en materia de criterios y doctrinas socioeconómicas no debe conducir a la negación lapidaria y mezquina de todas las virtudes del contrincante, como si ha sido la norma de un ambiente político corrupto, signado por el sectarismo y el clientelismo.

Los intereses de los países que integraron la OPEP no eran intereses coincidentes, no lo han sido en ningún momento, y a lo largo de la vida de la OPEP las contradicciones han surgido de manera continua. Venezuela entró de buena fe, tal vez de excesiva buena fe...


Si nosotros viéramos los datos que voy a citar ahora aquí, de lo que ha ocurrido en la posición relativa de los países petroleros desde la creación de la OPEP para acá, tendríamos que dudar muy fuertemente si la OPEP ha beneficiado a Venezuela hasta ahora o no. (*)
(*) Arturo Uslar Pietri, "Política Petrolera y Desarrollo Nacional", Discurso en el Senado, 18 de mayo de 1966, recopilado en "Los Venezolanos y el Petróleo", Págs. 129-152. Edición del Banco de Venezuela, Caracas 1990. Los párrafos citados aparecen en las páginas 143 y 144. Puede verse también en el Diario de Debates del Congreso de la República, pág. 416-428 del volumen correspondiente a 1966.
En aquella oportunidad, como ahora, la sustentación para tales afirmaciones consistía en atribuirle a la OPEP culpas ajenas: El estancamiento en el crecimiento de las reservas venezolanas y el despegue de las del Medio Oriente y Africa, con un 17 y un 184% respectivamente. El haber dejado de recibir Venezuela, como en 1955, la mitad del total mundial de la inversión petrolera y estar recibiendo sólo la quinta parte en 1965.

¿Puede alguien imaginar hoy, que Venezuela tenía algo así como un derecho adquirido a que permanentemente la mitad de la inversión petrolera mundial se realizara en sus campos? ¿Y que la razón de que tal proporción no se mantuviera fuera la existencia de la OPEP?

Según la lógica de estas afirmaciones, si no hubiera existido la OPEP, no habrían sido desarrolladas las reservas del Medio Oriente.

En aquella oportunidad se encontraba presente en el debate el para entonces Ministro de Minas e Hidrocarburos, Manuel Pérez Guerrero, quien respondiera a Uslar haciendo mención precisamente a esa contradicción:
...hace veinte años, el mercado internacional absorbía algo más de dos millones de barriles diarios, y Venezuela contribuía con aproximadamente un millón.
...
¿Podría uno concebir -le pregunto a cualquiera de ustedes- que Venezuela hubiera podido mantener en la actualidad la posición relativa de hace veinte años? ¿No sería eso absurdo? Querría ello decir que Venezuela tendría que producir y exportar, en su mayor parte, más de siete millones de barriles diarios. A mi me parece que eso sería, verdaderamente, inconcebible, y por lo demás, si fuera posible, completamente contrario a nuestros propios intereses. (*)
(*) Manuel Pérez Guerrero, intervención en el Senado, 18 de mayo de 1966. Diario de Debates, pág. 431. Esta referencia la obtuvimos por bondad del colega Rafael José Quiroz, Secretario del Congreso en la pasada legislatura quién, después de leer la versión de este capítulo publicada en "Cuadernos del Postgrado No. 2", buscó la transcripción original y constató que la fecha del debate había sido 1966 y no 1965 como se refiere en la recopilación uslariana antes citada y que nosotros reprodujimos entonces.



El Gráfico No. 38 puede permitir al lector visualizar cuán absurda era la pretensión de que Venezuela debía mantener constante -a los niveles de 1960- su cuota de participación en la producción OPEP: La producción anual del país ha debido alcanzar los 4 millones de barriles diarios para 1963, creciendo constantemente hasta alcanzar los 8 millones en 1970 y mantenerse por encima de este nivel, en los alrededores de los 10 millones de b.d., hasta 1980. ¡El "propio" sueño petrolero!

Volviendo a nuestros tiempos, después de sus declaraciones de agosto de 1990, el Dr. Uslar Pietri, en un memorandum dirigido a la Ministra de la Secretría de la Presidencia (*), con el encargo de hacerlo llegar al Presidente, realiza una serie de planteamientos que no podemos dejar de lado porque retrata de cuerpo entero a los antagonistas sistemáticos de la OPEP y partidarios de la asociación incondicional con el capital petrolero internacional. A tal punto, que a nuestro parecer, se le puede aplicar muy bien el conocido precepto penal: a confesión de parte, relevo de pruebas.

(*)"Arturo Uslar Pietri plantea nueva mentalidad en materia energética para una concepción más actual del negocio petrolero". El Nacional, 27 de mayo de 1991. Pág. D-6.

 
Después de presentar sumariamente la historia concesionaria de hidrocarburos como un enfrentamiento, al estilo de Doña Bárbara, entre barbarie y civilización, en donde los bárbaros fueron, quién lo duda, los venezolanos, Uslar caracteriza a la política petrolera diseñada para enfrentar la exacción extranjera, incluída desde luego la fundación de la OPEP, como la resultante de la mentalidad "del débil frente al fuerte, del ignorante frente al sabio, del dominado frente al dominante, lleno de recelos, reservas y condicionamientos." (Loc. Cit.), deduciendo, consecuentemente, que Venezuela cometería un inmenso error si convierte en dogmas intocables los principios que dirigieron su política petrolera hace ya muchos años, porque dejaría de sacar todo el provecho que puede obtener de la riqueza petrolera. De tal manera, los proyectos legislativos que afirmaron la soberanía venezolana sobre el negocio petrolero "...Hoy se pueden convertir en reliquias ideológicas que pueden limitar y paralizar la iniciativa del país ante las grandes posibilidades nuevas" (Loc. Cit.) Ergo, la industria petrolera venezolana debe abrirse "...a todas las posibilidades que hoy se ofrecen de asociación y colaboración..."
Las proposiciones de Uslar para esta Venezuela que no es la "de 1920 ni 1930, ni la que contribuyó a fundar la OPEP..." entran de lleno en la discusión que fundamenta este trabajo y que ya hemos adelantado en los capítulos anteriores en los cuales analizamos las inversiones petroleras. Pero no podemos dejar de señalar aquí que la apertura propuesta comporta el garantizar al socio extranjero prerrogativas impositivas y de repatriación de beneficios que lesionarían el interés nacional, en tanto que, en las condiciones de costos de las actividades petroleras venezolanas, las expectativas de rentabilidad que harían factible esa inversión externa implican una renuncia sustancial del Estado venezolano a su participación en el negocio, hasta hacerla simbólica. De otra manera, esas inversiones no se realizarán. No hay que olvidar que por las mismas razones de costos, riguroso régimen fiscal, declinación de los yacimientos y carácter predominantemente pesado de las reservas remanentes, las antiguas concesionarias se fueron por sus propios pasos en 1976.

Posteriormente aún, los argumentos anti-OPEP de Uslar encuentran nueva fundamentación en el hecho de que Venezuela es una potencia petrolera mundial que no puede estar delegando su facultad de decidir "...en una institución que desempeñó un papel importante hace 30 años, pero que ya se ha reducido notablemente".(*) .

(*) El Universal, 6 de Junio 1992, pág. 1-12. "Yo creo que Venezuela no está haciendo nada en la OPEP..." Que nos perdone el Dr. Uslar por el atrevimiento, pero nos parece un recurso de la más rancia tradición leguleya eso de decir ahora, después de 30 años de antagonismo, que ese institución sí sirvió para algo hace 30 años, pero que ahora no.
Y todavía más recientemente, sigue coreando la más popular consigna y "gancho" del poder petrolero: "Venezuela... que podría contar por un largo lapso indefinido con una capacidad productiva cercana a los 5 millones de barriles de petróleo por día...". (*)
La insistencia, a nuestra manera de ver, dogmática y prejuiciosa del Dr. Uslar, nos lleva a recordar otras palabras suyas, pronunciadas al inicio del referido debate de 1966:
(*) El Nacional, 29 de Octubre de 1992. Pág. 4.


" ...sería en vano tratar de sacudir la conciencia nacional en torno a esta gravísima cuestión, si cada uno de nosotros se va a atrincherar y a refugiar en sus prejuicios, en sus intereses de grupo, en sus dogmas más o menos sacrosantos y no hiciéramos el patriótico, el fundamental esfuerzo de tratar de ver a fondo cuál es la situación de Venezuela, qué puede esperar Venezuela de su petróleo y qué exigencia fundamental le plantea al país la existencia o la carencia de una política petrolera." (*)                       
(*) Diario de Debates,, pág. 418.
Veamos ahora como los émulos contemporáneos de Uslar -en el antagonismo principista frente a la OPEP, y no en sus excepcionales dotes intelectuales, por supuesto- sólo han aprendido a repetir sus sofismas sobre la materia.

Para ello, continuemos con el segundo párrafo de la cita de Sosa Pietri, quien no por casualidad pertenece al mismo estamento social del Dr. Uslar: el de los selectos y privilegiados usufructuarios internos de la explotación petrolera en Venezuela.


"...sexta potencia mundial con reservas probadas de crudo convencional y primera al agregar los bitúmenes de la Faja del Orinoco."
La presentación expansiva de las cifras sobre reservas petroleras se inició justamente cuando se acabaron las ilusiones de un desarrollo acelerado de la Faja del Orinoco basado en el crecimiento permanente de los precios que haría rentables hasta los crudos más pesados y de más alto contenido de azufre y metales: en 1982, cuando se revirtieron las tendencias alcistas de los precios y la OPEP comenzó, obligada por las circunstancias, el proceso de fijación de "techos de producción". Antes de esa fecha, la estrategia era otra: magnificar la tendencia al agotamiento de las reservas convencionales y presentar a la Faja como la única tabla de salvación para mantener el aflujo de ingresos petroleros en el futuro cercano.

Aquí la imaginación corrió libremente para presentarnos el angustioso panorama de los demandantes de energía, para verticalizar las tendencias, ascendentes de los precios del petróleo y declinantes de las reservas convencionales. Para magnificar las perspectivas de crecimiento del mercado interno y consecuentemente la brecha que se abría entre nuestras crecientes necesidades de ingresos y la menguante capacidad de exportar crudo generador de divisas.
Incluso, cuando la situación se hizo claramente desfavorable para este tipo de proyectos y las transnacionales abandonaron los suyos sobre los esquistos bituminosos de Colorado y las arenas bituminosas de Atabasca, la miope conclusión de los planificadores petroleros venezolanos fue la de que ahora seríamos los únicos productores de este tipo de petróleo. (*)
(*) C. Mendoza Potellá, La Otra Cara de la Luna Petrolera, Revista Punto Socialista No. 1, Mayo de 1983.
Esa estrategia, que aparecía como la más apropiada para el planteamiento de inversiones faraónicas, que algunos llegaron a soñar por el orden de los 100.000 millones de dólares en 20 años y que para el quinquenio 83-88 habían sido programadas por PDVSA en 160.000 millones de bolívares determinó que se ocultaran las localizaciones de nuevos yacimientos de petróleo convencional en el Norte de Monagas, las cuales sólo comenzaron a conocerse a partir de 1982, al calor de la nueva estrategia: abultar las reservas y la capacidad potencial de producción para obtener la asignación de una cuota mayor en la OPEP.


(*)Guillermo Rodriguez Eraso, Op. Cit.
(**)El Diario de Caracas, 13 de Febrero de 1982.
Un recorrido por el Cuadro No. 48, obtenido a partir de información del PODE 1993 "Reservas Probadas de Crudo", es muy ilustrativo de lo que venimos afirmando: entre 1979 y 1981, el crecimiento de las reservas del país es paulatino y poco espectacular, en esos tres años, por descubrimientos y extensiones se agregaron a las reservas probadas 1.221 millones de barriles, mientras que por revisiones se agregaron 3.069 millones, la duración estimada de las reservas pasa de 21 años y medio a 26 y un quinto.



Pues bien, en el sólo año 82 se hicieron descubrimientos y extensiones de 3.818 millones de barriles, que sumados a las revisiones, hacen un total de 5.126 millones de barriles en ese sólo año, produciendo un salto en la duración de nuestras reservas de 26,2 años a 35,5. Para explicar ese salto el cuadro original referido tiene un nota "b/" en la que se advierte que a partir de 1982 se incluyen reservas de la Faja Petrolífera.

También a partir de entonces se han modificado las definiciones de reservas probadas para incluir dentro de ellas acumulaciones petrolíferas que no lo son, y así vemos, siempre en el mismo cuadro del PODE 90, que en 1986 la duración de las reservas pasa de 47,8 años a 84,8, por virtud de una "revisión extraordinaria de 26.065 millones de barriles". Esa revisión consistió en clasificar como reservas probadas a los bitúmenes de la Faja. Entonces nos montamos en el potro de los 55 mil millones de barriles de reservas y ya hoy vamos por los 62,5 mil millones con más de 72 años de duración a los niveles actuales de producción, en una escalada en la cual las revisiones desempeñan un destacadísimo papel. (*)
(*) MEM, PODE 91, pág. 41. El mismo cuadro citado en la versión 1990.


Venezuela tiene garantizados no menos de 100 años de actividad petrolera. Las reservas probadas de petróleo, que hoy frisan los 60 mil millones de barriles, y que tienen perspectivas de incremento progresivo, fortalecerán la expectativa nacional.

Si se toman en cuenta las reservas potenciales de petróleo que Venezuela posee, es evidente que la garantía de continuidad como país petrolero puede superar los 400 años para Venezuela. (*)

(*) "Informa Ministro de Energía y Minas", El Universal, 11 de agosto de 1989, pág. 2-3


En esta misma dirección ha "evolucionado" el concepto de potencial, inventándose el concepto de "potencial instantáneo", "la capacidad máxima de producción en un momento dado", en sustitución de la definición anterior, la cual hacía referencia a la capacidad sostenible de producción (con lo cual se elude el lineamiento de mantener la producción en un nivel equivalente al 85% de esa capacidad sostenible, nivel inferior, desde luego al 85% de una "capacidad pico").


Igualmente, y como ya hemos visto, habíamos planteado "nuestras propias definiciones" de condensado, según las cuales, las cifras de producción de este tipo de hidrocarburo no sometido a cuota por parte de la OPEP crecieron hasta un nivel tal que resultó intolerable para nuestros socios en la organización (algo así como que un carnicero pretendiera demostrar que las reses que beneficia tienen 100 o más kilos de lomito) ...Y todavía tenemos pendiente por discutir la "definición venezolana" según la cual la Orimulsión no es petróleo, sino que va a competir con el carbón y no debe estar incluida en la cuota OPEP de Venezuela.

Con respecto al nivel actual, declarado, de las reservas probadas, debemos analizarlas en función de sus rangos de gravedad API y su capacidad real para ser objeto de producción rentable. Veamos:

Las reservas remanentes totales para 1992 eran, según las fuentes oficiales (*), de 63.351 millones de barriles, lo cual nos mantiene, como en los dos años anteriores, en el sexto lugar mundial, sólo detrás de Arabia Saudita, Irak, Kuwait, Irán y los Emiratos Arabes Unidos, por encima de México, Rusia, Estados Unidos y otros grandes productores.
(*)Ministerio de Energía y Minas, Memoria y Cuenta 1992, pág. 335, Cuadro No. 4, Reservas Remanentes de Petróleo y Condensado por tipo de Gravedad. (Cifras originales en millones de metros cúbicos)
 En el Cuadro No 48-B, que muestra datos de BP Statistical Review de Junio de 1993, se recogen las cifras que confirman esa posición venezolana a nivel mundial 1992. El Gráfico No. 39 es una reiteración con propósitos mnemotécnicos de nuestra ubicación en el "big show" petrolero. (al respecto, recuérdese el Gráfico No. 20 inserto en el Capítulo V, elaborado por PDVSA con cifras de 1990 y un cierto toque de fantasía). En el cuadro que nos ocupa ahora, por otro lado, se puede observar que, a los niveles de producción de 1992, las expectativas de duración de las reservas del país según BP son de 68,6 años.

Ahora bien, tan cuantiosas reservas se clasifican por rangos de gravedad y según la misma fuente oficial -la Memoria 1992 del MEM- de la siguiente manera:


Liviano 30,0 ó más ºAPI
Mediano 22,0 - 29 ºAPI
Pesado 21,9 - 10 ºAPI
Extrapesado 9,9 - 0 ºAPI

Aparte de señalar el "detalle" de que lo que "según nuestras propias definiciones" aparece como petróleo mediano, forma parte del rango de los petróleos pesados según las definiciones internacionalmente aceptadas(*) , es muy importante destacar como se producen estas reservas:

(*) Condensados considerados hidrocarburos: 45º - 50º API / Crudos Livianos 32º - 45º API, Medianos 29º - 31º API / Pesados y Extrapesados 14º a 28º API. Esta escala, publicada el 12 de Diciembre de 1989 en el Middle East Economic Survey, es referida en materiales sobre la Orimulsión como una muestra de que nuestros bitúmenes no entran dentro de la cuota OPEP y de que es válido utilizar distintos patrones de medidas, es decir todo es relativo, de acuerdo a lo que convenga en cada oportunidad.
Liviano 30 o más 278,14 MM Bls., 32,16%,
Mediano 22 - 29,9 366,35 MM Bls., 42,36%
Pesado 10-21,9 206,44 MM Bls., 23,87%
Extrapesado 0 a 9,9 13,92 MM Bls., 1,61% 


A ojos vista, -ver Gráfico No. 40- está claro que extraemos mucho de lo que menos tenemos y no producimos casi nada de lo que más nos queda.


 Pero hagamos una sencilla relación para ver lo que ello significa: Si dividimos la cifra de reservas remanentes entre la de producción del año en cuestión, 1992, obtendremos -ver gráfico No. 41- la duración teórica, a los ritmos actuales de producción, de esas reservas, a saber:

Liviano 29,78 años
Mediano 26,23 años
Pesado 73,40 años
Extrapesado 2.176,40 años

En el Cuadro No. 49 se resume la información que hemos resaltado en los textos anteriores y en el Cuadro No. 50 se presentan relaciones históricas 76-91 de producción y exportación por rangos de gravedad.





Lo primero que salta a la vista en los datos procesados es la duración de los extrapesados, resultado de producir anualmente el 0,046% de 30.304 Millones de barriles de "reservas". (En el Gráfico No. 41, fue necesario utilizar la escala semilogarítmica para permitir las comparaciones entre cifras tan dispares). No puede haber evidencia mayor de que éstas no son reservas, si recordamos que la definición de este concepto tiene que ver con las posibilidades rentables de producción. Y si no, puede cualquiera preguntarse ¿En qué mercados, y a qué precios se cotiza el petróleo de menos de 9,9 grados API? La cifra de producción registrada, en verdad corresponde a los volúmenes utilizados en la elaboración de Orimulsión, "negocio" que analizamos anteriormente, en aparte del quinto capítulo. Baste recordar aquí que esa producción hasta ahora sólo ha arrojado pérdidas en las pre-operaciones realizadas.

Sin embargo, es contando estas sedicentes reservas que Sosa Pietri nos concede la condición de "sexta potencia mundial con reservas de crudo convencional" y todavía pretende llevarnos al primer lugar sumando otros bitúmenes -¿de qué gravedad?- que nadie ha cuantificado ni establecido su rentabilidad efectiva o potencial, pero de los cuales el poder petrolero asegura que podemos disponer, "conservadoramente", de unos 267.000 millones de barriles, "apenas" el 22% de los 1.200 miles de millones de recursos in situ (*).
(*) PDVSA, "The Orinoco Project", pág. 4. Octubre 1987. En otras publicaciones de PDVSA, tales como presentaciones de Bariven a las asociaciones empresariales, se habla libremente de 270.000 millones de barriles de reservas.
La alegría de estas estimaciones nos hacen recordar un titular de prensa sensacionalista de principios de los 80 que hablaba de tres trillones de barriles de recursos in situ, "según fuentes generalmente bien informadas". Los duraderos efectos de este tipo de afirmaciones en la mente de nuestros desprevenidos políticos ya lo ejemplificamos, en el aparte referido a la Orimulsión, con las declaraciones de Eduardo Fernández (27-2-93) sobre las posibilidades de producir 1 millón de barriles diarios de "crudo de la Faja" durante 200 años.

De todo lo anterior se deduce que la cifra de 63 mil 350 millones de barriles de reservas probadas que se maneja en las estadísticas oficiales no representa sino la apuesta inflada de un lance mañoso, un "bluff" para ser presentado como elemento de negociación en las discusiones sobre los niveles de cuotas, pero que no da los resultados apetecidos porque es un bluff de novicio, que sólo engaña al desinformado y abúlico mundo político venezolano y, para colmo, sólo sirve de fundamento para la proliferación de la más barata demagogia:
Venezuela debe duplicar su producción petrolera
Con las reservas probadas que posee el país, está en condiciones de producir el doble durante los próximos 50 años, declaró el ex ministro de Minas. (*)

(*)  Humberto Calderón Berti, El Universal, 4 de mayo de 1991, pág. 2-4.

Las verdaderas reservas probadas venezolanas están constituidas por los crudos clasificados como livianos, medianos y pesados: 33.047 millones de barriles para la fecha referida, de los cuales casi la mitad -45,8%- son pesados y por tanto difíciles de realizar, al punto de aportar sólo el 24% de las ventas, dejando el 76% restante a livianos y medianos, los cuales están siendo producidos a capacidad plena, sin margen para el sueño de incrementar la producción a voluntad si nos liberamos de la cuota OPEP. Por cierto que, como una vía para la realización de ese sueño, el ex ministro citado anteriormente ha llegado a hacer propuestas tales como la de vender crudo a las reservas estratégicas norteamericanas, olvidando que el requerido para tal destino debe ser de una gravedad mínima de 30º API, es decir, del petróleo que estamos produciendo a reventar. (*)


(*) "Calderón Berti propone pagar la deuda con petróleo" Sería crudo destinado a la reserva estratégica de los Estados Unidos, que no formaría parte de la cuota en la OPEP. El Nacional, 5 de febrero de 1990, pág. D-1.




De esta cifra (de 1970), resultado del saqueo del país por las transnacionales, es de la que se trata cuando se habla del "16% del total de la OPEP". De ese pico fue que descendió la producción petrolera venezolana. Pero no por imposición de la OPEP, la cual no comenzó a fijar "techos" de producción sino hasta 1982, y sí por la declinación "natural" de los yacimientos convencionales después de la explotación intensiva a que fueron sometidos por las concesionarias extranjeras con la complicidad de los gobiernos venezolanos, ansiosos de incrementar sus ingresos por la vía del aumento de la producción, en contravención de los postulados con los cuales se creó la OPEP y que en Venezuela defendía solitario Pérez Alfonzo. Desde entonces se estimó que esa "declinación natural" era, si no se hacían crecientes inversiones en recuperación secundaria, del orden de los 20.000 barriles diarios mensuales, es decir, 240.000 barriles diarios al año. El Gráfico No. 42, referido a la producción petrolera en la era anterior a la política OPEP de fijar techos, es elocuente: después de un ascenso constante entre 1960 y 1970, una caída en picada hasta 1981.




En ese año de 1981 la producción llegó a los 2 millones 108 mil barriles diarios. Vale la pena recordar que a partir de 1976, la industria petrolera nacionalizada reportó tener una capacidad potencial de 2 millones 400 mil barriles diarios y recibió el "lineamiento" de producir 2 millones 200 mil barriles diarios. Sin embargo, en 1980 y 1981 no pudo lograr esa meta. Y no fueron voluntarias razones conservacionistas (*) . como quiso hacer ver el Ministro de la época, Calderón Berti, sino una conjunción de la imposibilidad física de los yacimientos con la violenta caída de la demanda para el crudo OPEP que comenzó a producirse entonces: más 11 millones de barriles diarios de merma entre 1980 y 1985, al pasar la producción total de la Organización de 26,88 MMBD en el primero de esos años a 15,44 MMBD en el último.

(*) Maraven, Aumentando Nuestras Reservas Petroleras, Editorial Binev, Caracas, 11-82 : "...se establecieron lineamientos que incluyeron una reducción en la producción de los crudos livianos y medianos para evitar su agotamiento, una relación entre producción y reservas equivalente a más de 15 años de reservas probadas, el mantenimiento de la producción en un nivel equivalente al 85% de la capacidad instalada y la meta de elevar la capacidad productiva a 2,8 millones de barriles por día." .

"El año cerró con una producción promedio ligeramente inferior a los 2.300.000 barriles al día. Esta producción responde a los dictados de la política petrolera del país, política que posee un acentuado y saludable matiz conservacionista que refleja la realidad productiva de la industria y que tiene todo nuestro apoyo". (*)
(*) Primer Informe Anual del Directorio de PDVSA a la Asamblea Ordinaria de Accionistas. Pág. 3.
La insinceridad del Directorio de PDVSA, demostrada en todas sus actuaciones posteriores, al pretender que un matiz conservacionista le parecía saludable, es del mismo tenor que la abierta manipulación de la realidad que quedaba al descubierto más adelante, en la misma página citada, donde se reconoce que "La industria está produciendo casi íntegramente su potencial de crudos livianos". Volvamos ahora al eje central de nuestro discurrir:

Sólo a partir de 1982, y precisamente por la difícil situación que atravesaba el mercado petrolero, se acuerda la política de techos de producción y también sólo a partir de entonces se puede establecer una vinculación entre la pertenencia de Venezuela a la OPEP y la disminución de su participación en el mercado, pero las cifras de producción registradas desde esa fecha no nos permiten establecer una tendencia en este sentido, pues la baja pronunciada que se produce hasta 1985 (*) , -ver Gráfico No. 43- no es atribuible a la política de techos de producción sino al impacto, general para toda la Organización como ya hemos visto, de las políticas de ahorro y sustitución del petróleo OPEP por otras fuentes energéticas y por petróleo No-OPEP, desarrolladas por los principales países consumidores y coordinadas por la AIE.
(*) MEM, PODE 89, Págs. 47 y 210. PODE 91, Págs. 44 y 174.




De hecho, entre esos años se mantiene el porcentaje de participación de Venezuela en la cuota OPEP. Ese porcentaje fue de 10% en 1982, 10,6% en 1983, 10,4% en 1984 y 10,1% en 1985. Por cierto, estos porcentajes son el resultado de las cifras aportadas por el Secretariado de la OPEP, las cuales no incluyen a los condensados, las cifras registradas por Ministerio, que si incluyen este rubro, son superiores. En el Gráfico No. 44, que insertamos, se aprecia esta evolución y la que comentamos en las siguientes páginas

En 1986, la OPEP cambia de táctica y acuerda la política del "market share", es decir, de conquista de una tajada mayor del mercado, librándose a una competencia que llevó las cotizaciones del crudo por debajo de los 10 dólares. El nivel de producción de la organización se incrementó ese año en 2 millones 884 mil barriles diarios -18,67%-, mientras que el de Venezuela sólo lo hizo en 83 mil barriles diarios -5,3%-, bajando su participación en el seno de la OPEP a 9%, en clara demostración de que la industria petrolera venezolana no estaba en capacidad de conquistar mercados en una situación de competencia abierta.

Valga la oportunidad para señalar que los dirigentes petroleros venezolanos suelen olvidar lo sucedido ese año y se regodean en sus sueños de multiplicación de los niveles de producción cuando desaparezca la OPEP, o por apelación a vías no mercantiles como la tantas veces implorada -igual número de veces negada- "preferencia hemisférica". (*)
(*) "Es así factible que en dos o tres años las cuotas se eliminen y cada productor busque su mayor participación posible dentro del mercado, como fue antes de 1982. En estas condiciones Venezuela podrá aumentar sus exportaciones de acuerdo a su producción y necesidades". Cayetano Ramírez, en su habitual glosa del punto de vista de la industria, El Nacional, 8 de julio de 1990, pág. D-7.



En 1987 el porcentaje de la participación venezolana en la producción OPEP sufre una leve mejoría, al pasar a 9,5%, como resultado de la caída en 928 mil barriles diarios de la producción de la Organización, mientras se mantenía la del país. Pero en 1988 y 1989, pese al incremento de su producción, la participación venezolana cayó, sucesivamente, a 8,7 y 8,2 por ciento. Y es aquí, por fin, donde esa caída puede ser parcialmente atribuible a la violación de las cuotas asignadas por parte de algunos miembros de la Organización, particularmente Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos.

Justamente en estos años, comienza a pesar sobre la OPEP el volumen de capacidad cerrada que mantienen los países con mayor capacidad productiva y se manifiestan abierta y conflictivamente las ya señaladas tendencias centrífugas siempre latentes en cada uno de sus miembros. Pues bien, a nuestro entender, es en estas circunstancias difíciles en las cuales se justifica una instancia en la cual pueda definirse la existencia de un interés colectivo sin desmedro del interés particular.

En lo que respecta a la OPEP, la existencia del interés colectivo es, a nuestro entender, evidente. Al menos, está claro para nosotros el interés de Venezuela, dadas sus desventajas estructurales para competir abiertamente. Pero aún más, ese interés trasciende incluso a todos los productores de petróleo y, por necesidades de estabilidad y confiabilidad en los flujos de suministros y de posibilidades de desarrollo de fuentes alternas, alcanza a los propios consumidores.

El problema estriba en la capacidad de cada uno de los miembros para asumir los costos de tales logros colectivos: determinar cual es el punto de equilibrio entre sacrificios y ganancias, más allá del cual aquellos no se justifican. En el caso que nos ocupa es necesario un análisis más detallado para determinar si, pese a los incrementos de producción en esos años (88-89), la disminución de la participación relativa del país en la cuota OPEP era causal suficiente para el abandono de la Organización. Previamente, debería analizarse también la idoneidad con la cual fueron defendidos los intereses nacionales en el seno de la Organización.

En 1990, año irregular en todo sentido, marcado drásticamente por el conflicto irakí, la participación venezolana en la producción OPEP subió nuevamente a 9,2%, superando, por primera vez desde 1981, los 2 millones de barriles diarios. Para 1991, bloqueada todavía la producción iraquí, solo parcialmente recuperada la kuwaití, la producción venezolana alcanzó al 10% de la cifra asignada a toda la OPEP, con un promedio de 2 millones 338 mil barriles diarios (*). Ese porcentaje significó la vuelta al nivel de participación perdido en 1986, el cual, como indican reportes parciales, fue mantenido durante 1992.
(*) MEM, PODE 91, pág. 174.

(*) Mantenemos las cifras de los megaproyectos originales, por cuanto las constantes reformulaciones y, más recientemente, la postulación de la "política a largo plazo", han llevado estas metas de producción a diversos niveles: 3,7 MM de barriles diarios en 1997 y 4,5 MM b/d en el 2.002. Según un reciente trabajo de Robert Bottome y Juana Sulvarán que comentamos en otro capítulo, para mantenerse en el 10% de la producción de la OPEP, la producción venezolana deberá ser de 6,3 MM b/d para el 2032. ¿Hasta dónde llegará la pirotecnia del poder petrolero para convencer a la minusválida dirigencia política venezolana?
De hecho, ya se conocen algunos de los criterios productivos a utilizar: la relación gas-petróleo, por ejemplo, no tiene ahora, según los partidarios de la producción desaforada, la significación que en otro contexto tecnológico se le dio como indicador del agotamiento de un yacimiento, por tanto, hay que producir sin estar demasiado pendientes de ese parámetro. Es decir, hasta reventar y... -Pérez Alfonzo dixit- el que venga atrás que arree. Añádase a ello lo ya referido en torno a las "definiciones venezolanas" de reservas probadas y "potencial instantáneo"  (*) y se tendrá una visión aproximada de los pocos escrúpulos con los cuales se fijan tales metas. Lo peor es que la alegría es contagiosa:

(*) "Nor can PDVSA produce at full capacity for long. Sustainable capacity today is around 2,550,000 b/d, or 90% of nominal capacity". VenEconomy, The Economic, Political and Social Outlook for Venezuela 1992-1997, Cap. V, Petroleum, pág. 66.

(*) Carlos Andrés Pérez en Rueda de Prensa. El Universal, pág. 1-12, El Nacional, pág. D-1., 15 deAgosto de 1990.
"Ahora tenemos que buscar la meta de 4 millones de barriles diarios" "...el financiamiento para tal fin ya ha sido solicitado a los Estados Unidos." (*)

La irresponsabilidad de tales afirmaciones es consubstancial con el entusiasmo declarativo del para entonces Presidente de la República, quien miente a conciencia al mencionar como un hecho una supuesta solicitud "a los Estados Unidos", instancia de financiamiento inexistente. Pero, conociendo el efecto sedante de las ilusiones, bien vale la pena esparcirlas a granel.

Al plantearse el nuevo conflicto del Golfo se intensificaron los tintes del debate: se creyó que llegaba la hora del ajuste de cuentas. Así reseñaba la prensa las posiciones del para entonces líder del poder petrolero:

La lucha que encabeza el presidente de PDVSA para que Venezuela aumente la producción, incluso al margen de la OPEP, luce aparentemente debilitada por el anuncio que formuló el ministro de Energía y Minas en el sentido de convocar al cartel petrolero a una cumbre extraordinaria que podría realizarse el próximo lunes.
...Si la propuesta de una cumbre de la OPEP fracasa, como todo parece indicarlo, se fortalecerá la posición de PDVSA, y la razón beneficiará a Andrés Sosa Pietri, quien proclamó aumentar la producción desde el momento en que reventó el conflicto en el Medio Oriente. (*)

(*) El Nacional, 18 de Agosto de 1990, pág. D-4
Pero transcurridos tres años de postguerra, la OPEP todavía no presenta síntomas de estar agonizando. Se mueve, como siempre, en un mundo sinuoso y oscuro. Presenta, como siempre, un perfil poco definido y nada firme. Deja entrever sus debilidades y contradicciones internas. Sus decisiones, largamente retocadas para complacer a todos, lucen poco efectivas para el logro de los objetivos proclamados. Si, a pesar de todo, algunos de esos objetivos se logran, se puede afirmar con toda certeza que ello será debido a la acción de otros factores interesados en el mismo sentido y no por la fuerza de la Organización. Pero sigue en el centro del debate. (*)

(*) "Luego de ser despachada al basurero de la historia por la mayor parte de los analistas tras la invasión de Kuwait, la OPEP hoy figura -según ellos- como el elemento más decisivo para el futuro de los precios del petróleo". La OPEP ha muerto viva la OPEP, Kim Fuad, El Nacional, 3 de marzo de 1991, pág. A-22.

(*) Ana Díaz, El Nacional, 24 de febrero de 1991, pág. D-7.

(*) Mazhar Al-Shereidah, "Las Actuales Relaciones Internacionales y la OPEP", Revista Política Internacional, Págs. 6-11.

El plan está destinado a disminuir el consumo norteamericano de crudo en 3,4 millones de barriles diarios para el año 2010 y aumentar la producción nacional en 3,8 millones de barriles diarios.


Contempla también la explotación de nuevos yacimientos de hidrocarburos y gas natural en Estados Unidos y en Alaska. (*)

(*) Bush anuncia nueva estrategia energética. Estados Unidos reducirá importaciones de petróleo. El Universal, 21 de Febrero de 1991, pág. 2-4.
Informes periodísticos posteriores dieron cuenta de respuestas corporativas a esa política, según la cual el capital petrolero norteamericano está otorgando prioridad a la inversión doméstica. La asunción de Bill Clinton reforzó aún más esta perspectiva, dadas las conocidas ofertas electorales del ahora Presidente. Los primeros anuncios de restricciones, prioridades a tecnología ahorradoras de energía y conservacionistas del ambiente, conversión al consumo de gas licuado de la flota automotriz oficial, establecimiento de nuevas metas de eficiencia en el uso de la gasolina y la propuesta de barreras impositivas a las importaciones petroleras confirman lo dicho. (*)

(*) El Nacional, 25 de Noviembre de 1992, pág. D-7. "Debemos reducir la dependencia con respecto al petróleo".

(*) Fuad, "La OPEP ha Muerto...", Loc. Cit.

(*) Después de varias revisiones, hemos mantenido la relación de lo sucedido en esta materia en ese año por su carácter paradigmático de los procesos que queremos evaluar, en particular, de la existencia y comportamiento del poder petrolero.

(**) El Nacional, 24 de abril de 1991, pág. D-7.

"CORDIPLAN insiste en armonizar planes de PDVSA y el Gobierno. ... para prevenir efectos macroeconómicos negativos..."


"AGROPET: PDVSA no necesita más controles... El instructivo del 12 de agosto entorpece la toma de decisiones ... viejas aspiraciones del mundo político..."


"FEDECAMARAS exige reglas claras entre PDVSA y el MEM"


"CAP debe acabar pugna entre PDVSA y Ejecutivo" (AIMM, Cámara Petrolera, Cámara Venezolana de la Construcción, Cámara Venezolana de Consultores) (Peligran los negocios n.n.)


"Celestino Armas huye de los periodistas".  (*)
En fechas anteriores y posteriores a ese día de agosto del 91 florecieron los titulares. Así, el 17 en El Universal: "La industria petrolera exige lo que le corresponde. No se le puede quitar tanto de lo que genera sólo para tapar brechas fiscales" (Edgar Vallee, Presidente de la Comisión de Energía y Minas del Senado, quien, por cierto, -y al igual que su par de la Cámara de Diputados- degradó un cargo de primera línea en el control legislativo de la actividad petrolera, para convertirse en miembro del coro que recitaba las cartillas del poder petrolero).

"Pérez debe ejercer tutelaje de PDVSA y Energía y Minas" (L. E. Oberto), ese mismo día en El Nacional: "Peligra la autonomía financiera de PDVSA" (Sosa Pietri), "PDVSA no puede ser un Estado dentro del Estado" (Matos Azócar, Esculpi, Oberto).

En los planteamientos del entonces Presidente de PDVSA, por un lado, se observaba sin necesidad de mucha perspicacia el funcionamiento de la visión intencionalmente sesgada de la realidad que ya hemos descrito como línea de acción del poder petrolero: expansión a todo trance de las actividades de la industria, aún en desmedro del desarrollo de otros sectores de la economía nacional, asociación sin cortapisas con el capital petrolero internacional y ruptura de todo vínculo de solidaridad tercermundista, latinoamericana y en general, con todo aquello que huela a perdedores.

En las respuestas del Ministro de Energía y Minas, por otra parte, se observaba la carencia de fuerza para imponer una única línea de política. Más que Ministro, responsable por la formulación y ejecución de la política petrolera nacional, pareciera el contendor en un debate académico. Tal era el tono de sus planteamientos. Y esto es muy grave, porque una polémica entre académicos se puede resolver con ejercicios analíticos y argumentaciones lógicas más o menos inocuas. Pero en política petrolera, donde la presencia de poderosos intereses económicos privados conspira permanentemente contra el interés colectivo se requiere de una férrea voluntad política y capacidad ejecutiva. Claro, con el Poder hemos topado, esa voluntad política debía ser expresada nítidamente por el más alto nivel ejecutivo. Y en ausencia de ello, se promovía la indefinición como receta salomónica y la voz ministerial era apenas asordinada manifestación de la impotencia oficial.

Así las cosas para entonces, debemos reafirmar nuestra convicción de que la política petrolera venezolana se ha orientado, la mayoría de las veces, por el rumbo que determinen los vientos generados por las muy bien orquestadas y financiadas campañas de opinión que promueven periódicamente las camarillas tecnocráticas petroleras y los diversos grupos de interés privado que merodean en su entorno.

Y fue en aquel río revuelto, en el cual no se tenía una clara perspectiva más allá de las narices, donde se lanzaron los programas de inversión a largo plazo de 50 mil millones de dólares, cuyos posibles efectos alarmaron hasta al mismísimo Fondo Monetario Internacional que impusiera como destino económico del país el seguir siendo abastecedor de hidrocarburos por encima de cualquier otra veleidad diversificadora o desarrollista.

(*) Todas las citas han sido extraídas de El Nacional, 21 de agosto de 1991, pág. D-8. En su reciente libro "Petróleo y Poder", A. Sosa Pietri refiere aquellos hechos desde su óptica pecualiar.


Pero, mientras así se avizoraban las cosas en el mundo en 1991 (*), en Venezuela, el poder petrolero insistía en su pugna con la OPEP. Así por ejemplo, se promovieron iniciativas tendientes a fracturarla: "PDVSA insiste en diálogo técnico petrolero mundial" en el cual sólo participarían la mitad de los países de la OPEP, los miembros de la AIE y otros países claves (**) , una propuesta que "pondría a la OPEP contra la pared", y dejaría al Ministerio de Energía de lado, debido a que, por el carácter técnico del organismo, la representación la tendrá quien "lleve el negocio operativo", en el caso venezolano, PDVSA. En el mismo diario y en la misma página se publicó la respuesta en defensa de la OPEP del entonces Ministro Celestino Armas. Es decir, para ese momento no existía una política petrolera nacional clara, con los máximos ejecutivos petroleros disputando por el centimetraje de los diarios y lanzando proposiciones antagónicas. Las mismas condiciones se mantuvieron mientras duró Sosa Pietri al frente de la casa matriz petrolera. Durante el mes de agosto de 1991, con motivo de un instructivo presidencial que precisaba aún más los límites de la autonomía petrolera, el debate adquirió tonos agudos. En una sola página de El Nacional del 21 de ese mes se registraban las siguientes informaciones:
Dentro de una política como la descrita no cabe, a nuestro entender, el "combate" a la OPEP vía presiones para bajar los precios. Sus consecuencias negativas para los productores petroleros y refinadores de gasolina podrían venir, más bien, del debilitamiento de la demanda norteamericana por la aceleración de las políticas sustitutivas, de ahorro energético y restricciones ambientalistas.

Parecidos razonamientos se pueden hacer respecto a otros importantes países consumidores-productores, notoriamente los países ribereños del Mar del Norte y Canadá. En resumen, la extrema baratura del petróleo parecía no interesar a nadie, "Ahora todos hablan de 21 dólares por barril como el precio que necesita tanto la OPEP como el mundo de los consumidores"  (*) Y así, el objetivo de la OPEP de mantener las cotizaciones en el rango ya mencionado -18 a 21 dólares por barril- se cumplía para entonces automáticamente y sin oposiciones.

Para mayor confirmación de esta necesidad de precios remunerativos para los crudos marginales, aparece, primero, la estrategia energética de Bush:
Según una percepción muy popular entonces y que ahora -1994- pareciera confirmarse, la OPEP reaparecía con un nuevo miembro, apenas encubierto: los Estados Unidos, "...un décimo cuarto miembro, detrás de bastidores..." . (*)La primera Asamblea de postguerra de la Organización parecía confirmar esa óptica: los voceros kuwaitíes daban a entender que los Estados Unidos merecían una justa compensación por sus esfuerzos para la preservación de la integridad del emirato y la reinstauración de la dinastía Al-Sabah... Los sauditas, por su parte, mostraban abiertamente su desacuerdo con una política que redujera sustancialmente sus niveles previos de producción. Como lógica consecuencia, la Asamblea sólo logró, a duras penas, mantener el principio teórico del prorrateo de la producción, con la fijación de unos liberales "techos", apenas inferiores a los niveles de extracción desatada vigentes durante el período bélico.

La resolución, presentada compasivamente como un importante logro psicológico, se podría considerar como pura cosmética para ocultar la incapacidad de acordar decisiones más contundentes. La inmediata caída de las cotizaciones así parecía demostrarlo. Pero la evolución posterior de los precios pareció no confirmar las primeras impresiones: ese indicador se mantuvo hasta noviembre de 1992 en el rango comprendido entre los 18 y 21 dólares por barril.

Posteriormente a esa última fecha, las cotizaciones si cayeron en más de un dólar por debajo de la cota inferior mencionada y ello obligó a que la Organización, en su reunión de febrero de 1993, estableciera nuevos recortes en las cuotas productivas de sus miembros para intentar volver al rango mencionado. Sin embargo, los tímidos recortes no fueron suficientes y, por el contrario, durante todo 1993 -durante el cual no hubo recortes- y hasta el primer trimestre de 1994 los precios han mostrado una contracción que los ha llevado a niveles reales inferiores a los prevalecientes en 1973. Incluso, la última Conferencia, de marzo de 1994, manteniendo inalteradas las cuotas prevalecientes el año anterior, ha enviado al mercado la señal de que la OPEP es incapaz de reducir sus niveles actuales de producción y provocado nuevas caídas en las cotizaciones. Con todo, la existencia de la Organización aparece, al menos, como un muro de contención a la desbandada generalizada del mercado.

¿Qué había sucedido, mientras tanto, con el previsto desmoronamiento de la Organización? ¿Dónde quedó la influencia norteamericana? La respuesta está en la debilidad del planteamiento tal cual lo hemos presentado. El elemento intencionalmente olvidado es el análisis del interés real de los protagonistas principales en este juego: ¿Cuál es el de los Estados Unidos?

Después de los desastrosos resultados que para su industria petrolera doméstica tuvo la guerra de Reagan contra la OPEP, los bajos precios no son un objetivo estatal norteamericano. Su doble condición de primer consumidor y segundo productor mundial de petróleo pasa por una etapa crucial: el agotamiento de los yacimientos se acelera, su productividad es cada día menor y los costos de recuperación adicional crecen, la prospección, en las fronteras sedimentarias y costa afuera, es marginal y por ende más costosa. Aún cuando los consumidores particulares de la Costa Este quieran bajos precios, estos significan -a pesar de las barreras proteccionistas- un desestímulo a la inversión interna en petróleo y fuentes alternas y un crecimiento de la dependencia externa (*).
Con todo lo anterior creemos haber demostrado el carácter manipulador de los planteamientos de los voceros del poder petrolero, quienes añoran el tope de producción de 1970 sin parar mientes en la forma como ese tope se consiguió. Ello nos autoriza a suponer que de la misma manera se postuló el logro de nuevas metas en esta materia, como la de alcanzar un potencial de 3 millones quinientos mil barriles diarios para 1995, con unos niveles de producción de un orden similar, entre 3 y 3,3 millones de barriles diarios. (*)
Por cierto que Calderón ya tenía precedentes en esto de atribuir a decisiones políticas la aceptación a regañadientes de la realidad: Ya en su Primer Informe Anual a la Asamblea de Accionistas, el Directorio de PDVSA hacía gala de esta práctica: