jueves, 10 de marzo de 2011

Revista "Punto Socialista" N° 1, Mayo 1983

LA OTRA CARA DE LA LUNA PETROLERA


(Viejas y nuevas reflexiones sobre la marcha de la industria petrolera)
Carlos Mendoza Pottellá




Todas las ilusiones desarrollistas se han hecho añicos. Los pronósticos sobe el inevitable colapso de una economía fundada en el parasitismo de la renta petrolera se han confirmado y el país comienza a calibrar la certeza de la percepción perezalfonciana sobre la imposibilidad de sembrar el petróleo.


Sin embargo, como la fuerza de la inercia es muy poderosa y todavía no llega a ser convicción generalizada la necesidad de una revisión profunda de los postulados que han sido el basamento de la conducción del país durante más de cuatro décadas, es imprescindible volver sobre viejas constataciones. Corriendo el riesgo de ser repetitivos, pero con la esperanza de que en el amargo despertar del desvarío petrolero puedan servir como elementos para la reflexión.


Uno de esos postulados es el que versa sobre la ínevitabilidad de la asociación del Estado venezolano con el capital petrolero internacional para el manejo y disposición de sus recursos de hidrocarburos. Con diversos argumentos, tal asociación se ha presentado como un dato inmodificable de la realidad y ello ha sido asumido así, en nombre del realismo, por todo el espectro político nacional. Las diferencias en tal sentido son de grado. Tanto quienes aceptan sin chistar toda proposición de las corporaciones porque en su condición de principales beneficiarios internos del negocio consideran, que esa será siempre la mejor de las opciones, como quienes se han batido por conquistar términos más equitativos y una mayor autonomía para el Estado venezolano, se ubican, si bien en polos opuestos, en un mismo plano: no es posible explotar el petróleo venezolano sin el concurso de las transnacionales.


No es pues de extrañar el hecho de que al agotarse el viejo trato petrolero, el régimen concesionario en general, se arribara a una nueva fase de esa asociación donde, con las galas de la nacionalización, esas corporaciones se dieron maña para retener en sus manos el mango de la sartén.


Los contratos de Asistencia Técnica y Comercialización, suscritos como parte del pacto nacíonalizador y tantas veces denunciados infructuosamente ante los oídos sordos de los gobernantes de turno y una nación convencida de que "ahora el petróleo es nuestro", se convirtieron en modelo general de la asociación Estado-transnacionales para administrar la industria petrolera nacionalizada, como puede constatarse al analizar los planes y programas de PDVSA y sus operadoras.


La racionalidad transnacional se le impuso a esa industria desde el vamos. La CVP, con sus quince años de experiencia en el manejo nacional de los hidrocarburos, fue borrada del mapa y reorganizada, junto con las trece ex filiales corporativas, de acuerdo con los intereses de las cuatro principales compañías con intereses en Venezuela. De esa reorganización surgieron cuatro operadoras que correspondían plenamente al mantenimiento; y a contratos de un vínculo muy especial: Lagoven-Exxon, Maraven-Shell, Corpoven-Mobil, Meneven-Gulf. A partir de entonces, toda la planificación de la industria es a cuatro.


En vez de realizar un programa de cambio generalizado del patrón de refinación, como recomendaban consultores privados norteamericanos, y como aconseja la simple lógica de homogeneización de una actividad que ahora debe responder a un solo dueño, se planificó y está en marcha la realización de cuatro cambios de patrón, con tecnologías no compatibles y sin un nivel adecuado de coordinación entre los mismos. La exploración costa-afuera -la exploración en general-, emprendida solitariamente durante mucho tiempo por la fenecida CVP, también fue repartida sin ninguna justificación y el gran proyecto de investigación y desarrollo que debía ser la Faja Petrolífera del Orinoco fue convertido en cuatro frentes de operación para producir a mediano plazo bajo la supervisión, planificación, asistencia técnica, suministro de tecnología y control de gestión de las cuatro transnacionales mencionadas y de asociadas suyas en otros campos.


La transnacionalización se ha extendido inexorablemente a otras áreas: el Instituto Venezolano de Petroquímica, elefante blanco sin atenuantes, fue convertido en Pequiven, Filial de PDVSA y colocado bajo la férula asesora de la PhilIips Petroleum Corporation. Los ejemplos pueden extenderse a la mediatización de la investigación petrolera independiente que se realizaba en el país en sitios como el IVIC, LUZ y la UCV, a la pedevización de FONINVES, etc. Pero donde ese proceso adquiere contornos más graves es en el desmantelamiento del Ministerio de Energía y Minas, en la minimización de su capacidad fiscalizadora y el despojo de su condición de ente formulador de la política petrolera nacional, convirtiéndolo en una entelequia santificadora de las decisiones cocinadas por PDVSA, sus operadoras y sus asesores extranjeros


Como hemos dicho en otras oportunidades la gravedad de la situación no está en la minusvalía de un órgano del Estado frente a otro, sino en el hecho de que ese novedoso poder de la gerencia petrolera se alimenta de la relación subordinada con los consorcios transnacionales establecida en los contratos mencionados.


Nuestra intención es justamente destacar Ia inconveniencia para el país de tales circunstancias.


El continuo incremento de los ingresos fiscales provenientes del petróleo, debido a los sucesivos aumentos de precios decididos por la OPEP, fue hasta 1981 el tambor batiente de la euforia desarrollista y sus más descabellados proyectos, desde la siembra de siete petroquímicas a lo largo de las costas del país hasta el proyecto siderocarbonífero antizuliano y el puente contra Margarita. Pero esos ingresos caídos del cielo también sirvieron para cubrir los baches de una gestión de la industria petrolera lerda en la defensa del patrimonio colectivo por su complacencia frente al capital extranjero, permitiendo hacer ostentación de una eficiencia y tecnicismo en nombre de los cuales se desestimaba toda critica y se asignaban los sueldos que Gonzalo Barrios calificara de "ultra-dispendiosos"


Durante esos años de bonanza sólo algunos escapes estadísticos permitían vislumbrar la verdadera situación, pero a partir de 1982, cuando la cobija comenzó a recogerse, aparecieron con más claridad las cortas patas del mito gerencial.


Intentamos resumir algunos botones de muestra del papel pernicioso de estos nuevos cónsules de la dependencia que copan la escena de la política petrolera venezolana actual.



*La Faja Petrolífera del Orinoco.



Aquí la imaginación corrió libremente para presentarnos el angustioso panorama de los demandantes de energía, para verticalizar las tendencias, ascendente de los precios del petróleo y declinante de las reservas convencionales. Para magnificar las perspectivas de crecimiento del mercado interno y consecuentemente la brecha que se abría entre nuestras crecientes necesidades de ingresos y la menguante capacidad de exportar crudo generador de divisas. Incluso cuando la situación se hizo claramente desfavorable para este tipo de proyectos y las transnacionales abandonaran los suyos sobre los esquistos de Colorado y las arenas bituminosas de Atabasca, la miope conclusión de los planificadores petroleros venezolanos fue la que ahora seríamos los únicos productores de ese tipo de petróleos.


Ahora que ya los tercos hechos comienzan a imponerse y los fantásticos megaproyectos son redimensionados, el monto de los recortes anunciados nos da una idea del incontrolable desbordamiento gerencial:


“La industria tenía programadas inversiones de 160.000 millones de bolívares para el quinquenio 83-88. Fueron reducidas a 90.000 millones y es posible que lleguen hasta 70.000 millones". (El Diario de Caracas, 13-12-82).


Incluso la última y más baja de las estimaciones luce abultada ante las declinantes perspectivas del ingreso petrolero a corto plazo. Pero la inquietud que nos inspira esta ronda mil millonaria es de otra índole: ¿En qué instancia de los poderes públicos nacionales se decidieron montos de inversión de ese calibre? ¿Quién otorgó a la gerencia petrolera la potestad de tomar decisiones que comprometen sustantivamente las disponibilidades del país?

Otro aspecto grave de la cuestión es el que ya comienza a filtrarse hasta los simples mortales, ajenos al secreto petrolero, sobre la evaluación hecha en torno a las reservas convencionales. Todo parece indicar que se ha ocultado información sobre localizaciones hechas en zonas adyacentes a los viejos campos y en áreas nuevas con la intención de minimizar esas reservas, cuya declinación no se producirá a la velocidad anunciada. Mucho menos con las actuales tasas de producción ¿A qué intereses responde la voluntad de engañar al país para imponerle un rumbo de enajenación ruinosa de sus recursos?¿Ante quienes rendirán cuenta los responsables de tales maniobras?


*La Asistencia Técnica


En paquete con los contratos de comercialización, este ha sido, según un vocero de la Exxon, el mejor negocio realizado por su compañía en toda su existencia. El cuadro que insertamos resume la situación hasta 1981: las compañías obtuvieron 3.774 millones de bolívares netos en seis años sin ninguna inversión sustancial. Una rentabilidad muy cercana al infinito por ciento.


EL NEGOCIO DE LA ASISTENCIA TECNOLOGICA

Beneficio Neto 76-81 3.774



FUENTE: BCV Informe Económico 1980, págs. A-242 y A-312


BCV Anuario de Series Estadísticas 1981, págs. 72 y 342


a) De 1976 a 1979 estuvieron en vigencia los “primeros contratos”, que constituyeron la vía oculta escogida para “resarcir” a las concesionarias por lucro cesante que públicamente se les había negado.


b) A partir de 1980 entran en vigencia “nuevos contratos”, en los cuales se eliminan los aspectos más leoninos y desacreditados de los anteriores, a cambio, entre otras cosas, de un tratamiento privilegiado que permita a las suministradoras pagar un mínimo porcentaje de sus ingresos brutos como Impuesto sobre la Renta (14,85 en 1981)


Como muestra el cuadro anterior, las aguas de la exacción tecnológica volvieron aparentemente a su cauce a partir de 1981. Pero la simultánea y violenta elevación de los costos de operación, de naturaleza no discriminada en las estadísticas disponibles, nos pone a dudar sobre esa regularización. Los previos intentos de la gerencia petrolera de justificar la necesidad de los contratos y minimizar el monto de sus pagos nos dan pie para exigir una aclaratoria de estos mecanismos. Mucho más si recordamos que durante la renegociación de estos contratos, en 1980, se produjeron una serie de manipulaciones, decretos y contra-decretos y hasta reimpresiones de la Gaceta Oficial por “errores de copia” para establecer reducciones del impuesto sobre la renta que deben pagar estas compañías, cuya experiencia en transferencias ocultas es proverbial. Veamos las cifras en cuestión.


Costos y Gastos de la Industria Petrolera


                                            1977   1978    1979    1980   1981


Totales                             18.319 19.266 23.596 28.398 29.871


Operación                          5.162   6.742   8.448 12.509 13.167


Asistencia Tecnológica        1.457  1.384    1.531    561      478






FUE}NTE: BCV, Anuario de Series Estadísticas 1981, pág. 342






Estos son solo aspectos del nuevo trato vigente en la industria petrolera venezolana. Los contratos de comercialización, negociables cada tres meses violando nuestros compromisos en la OPEP, son otra cara igualmente negativa que analizaremos en otra oportunidad para completar el cuadro de compromisos y dejaciones de soberanía que caracterizan a la política petrolera hoy en día.


CMP Mayo 1983