sábado, 20 de mayo de 2017

FAJA Y ARENAS BITUMINOSAS

Petróleo venezolano:
Mirándonos en el espejo 
canadiense

Carlos Mendoza Pottellá

Retomando el tema de la situación de la industria petrolera venezolana y las perspectivas del mercado mundial que hemos tratado en entregas anteriores de esta sección, aprovechamos el envío que nos hace un distinguido colega de la publicación corporativa canadiense, Oil Sands Magazine, de fecha 15 de febrero de 2016, titulada ¿Por qué Venezuela es el mayor competidor de Alberta? [1]

Desde el propio título y la fecha de publicación, ese trabajo nos brinda una nueva es oportunidad de observar, un año y tres meses después, la inmensa brecha entre la realidad y la venta de futuros luminosos que la contradicen.

En verdad, nos encontramos ante un espejo canadiense de los megaplanes elaborados sobre la Faja Petrolífera del Orinoco, fundados en un inexistente panorama de crecimiento de la demanda petrolera que desbordaría la demanda en el mediano plazo y haría volver a los altos precios. Pero también es un canto a la necesidad de aflojar controles estatales y pretensiones de soberanía, la eliminación de restricciones “excesivamente” ambientalistas, y sobre todo la rebaja de las cargas fiscales, condiciones que implícita o explícitamente acompañan a todas las propuestas productivistas a troche y moche.

Pero en algo tienen razón los editores del trabajo que nos ocupa, y es en lo referente a las ventajas geológicas y técnicas del crudo de la Faja y en su conclusión de que, por eso, los proyectos canadienses son peores que los venezolanos dentro del ranking de factibilidad que resulta de la comparación de las respectivas tasas internas de retorno.

En efecto, en los escenarios de los centros especializados en el análisis del mercado que muestran los niveles de precios requeridos para el desarrollo de nuevas producciones hasta los años 30 y 40 de este siglo, para la Faja del Orinoco ese nivel es de 90 dólares por barril, mientras que los precios requeridos en los proyectos de las arenas canadienses oscilan entre 120 y 160 dólares el barril, según sea la forma de su extracción, si minera o convencional petrolera antes de ser "mejorados".

En ambas localizaciones -Canadá y Venezuela- todos los escenarios consultados [2] pronostican que los volúmenes adicionales de crudos extrapesados que podrán ser producidos en cada una de ellas no pasarán de dos o tres cientos de miles barriles diarios dentro de 13 años, que es uno de los lapsos de la estimación. 

Lo que ha pasado en Canadá, desde la fecha de publicación del trabajo que citamos al inicio, es la más palmaria refutación de los supuestos expansivos que allí se planteaban. Y, nuevamente, es un espejo donde debemos vernos reflejados a la hora de evaluar nuestros propios planes de crudos extrapesados. De hecho, existen otros escenarios donde los proyectos de la Faja aparecen como los más inviables y con costos que requieren precios cercanos a los 100 dólares el barril y mínimas posibilidades de desarrollo volumétrico: 
El recuento de las incidencias canadienses que mencionamos lo hacen publicaciones como Petroleum Economist, Oil Price, Bloomberg, World Oil. De la primera de ellas hacemos una síntesis libre de dos trabajos del analista Shaun Proczer. [3]  Su exposición es suficientemente concisa como. para que no sea necesaria una mayor argumentación:

Por todas partes, las Compañías Petroleras Internacionales están abandonando las arenas petrolíferas de Canadá. Después de Total y Statoil el año pasado, Shell y Conoco-Phillips completaron operaciones de reducción de valor por 30.000 millones de dólares canadienses (22.370 millones de dólares estadounidenses). La venta plantea preguntas sobre la competitividad de las arenas petrolíferas en una era de petróleo de lutitas más barato… ha planteado una pregunta espinosa para los productores canadienses de arenas petrolíferas: ¿en qué punto el petróleo en el suelo deja de existir en el balance? La respuesta es, cuando la SEC (Securities Exchange Comission) Comisión de Intercambio de Valores de los Estados Unidos lo diga.
La pregunta se agudizó después de que ExxonMobil se vio obligada a cancelar 3.500 millones de barriles de sus reservas de arenas petrolíferas en su declaración anual de 10 K. Se trata de la totalidad de la reserva de reserva de su mina de arenas de Kearl, que fue puesta en servicio en 2013 a un costo de 12.900 millones de dólares canadienses (US$ 9.810 millones) y otros 200 millones de barriles de betún en su proyecto in situ Cold Lake. La reducción de las arenas bituminosas redujo las reservas probadas de ExxonMobil en un 20%.
ConocoPhillips siguió el ejemplo, reduciendo a la mitad sus reservas probadas de arenas petrolíferas, eliminando efectivamente 1.300 millones de barriles de arenas bituminosas y otros 1 millardos de barriles de recursos bituminosos.
Estos barriles han desaparecido del libro de contabilidad sin dejar rastro. En total, equivale a alrededor del 3% de las reservas probadas del Canadá, que se han considerado las terceras más grandes del mundo, después de Arabia Saudita y Venezuela.[4]
Royal Dutch Shell anunció el jueves que venderá casi todos sus activos en arenas bituminosas, la última señal de que las operaciones en los recursos canadienses continuarán  en conflicto mientras que los precios del petróleo se mantengan en niveles históricamente bajos y las compañías energéticas se encuentran bajo una creciente presión para que reduzcan sus impactos en el cambio climático. [5]


A nivel global, hace más de dos años que comenzó el proceso de reducción de inversiones en las localizaciones menos rentables, Ártico, Mar de Barents, aguas profundas en general, Canadá, etc.
La cifra de esos recortes de gastos de capital desde entonces se acerca al billón de dólares.

En la Faja, los socios extranjeros de PDVSA han estádo jugando a la pelota quieta desde hace años, posponiendo inversiones, solicitando ventajas cambiarias, etc...

Lo mejoradores previstos para estar listos entre 2016 y 2017 no tienen ninguna previsión de fecha futura, amén de que, como referimos en los dos primeros artículos de esta serie, simplemente no existen recursos para cubrir una inversión de más de 300 mil millones de dólares en 4 ó 5 años, inversión que naufraga en los mares de los plazos de retorno y la rentabilidad

Para lo que cuenta hoy en Venezuela, dadas urgencia que plantea una situación económica y social crítica, que es el corto y mediano plazo, para la Faja del Orinoco las perspectivas son muy oscuras. Situación muy distinta, por cierto, a la canadiense, quienes tienen la posibilidad, dados el nivel de desarrollo y diversificación de su economía, de esperar sentados largos plazos de maduración de esos “activos varados” que están dejando las compañías internacionales.

Las informaciones negativas para el desarrollo de petróleos de alto costo y de largo plazo de maduración no cesan. Según información de Bloomberg,

Los exploradores norteamericanos de lutitas han incrementado sus presupuestos de perforación diez veces más rápido que el resto del mundo, para desarrollar campos que registran gruesos beneficios, aún con la reciente caída de los precios del petróleo. Wood Mackenzie Ltd. Estima que los nuevos gastos añadirán 800.000 barriles diarios de crudo norteamericano este año, equivalentes al 44 por ciento de las reducciones anunciadas por el grupo de países liderados por sauditas y rusos. [6]
 
Debemos insistir en la ineludible necesidad de asumir la realidad, por más amarga que ella sea. La formulación de sueños inviables sólo augura un despertar de pesadilla y cuanto antes comencemos a poner los pies sobre la tierra tendremos mayores posibilidades de emprender el difícil camino de salir del rumbo de declinación al que ahora nos enfrentamos.

CMP, mayo 2017

Anexos:













(Estas compañías, que al parecer son los patrocinadores del citado semanario de propaganda corporativa, pues aparecen suscritos al final del trabajo, son también las protagonistas de las incidencias desafortunadas referidas en los textos canadienses que citaremos más adelante)


[2] Rystad Energy, Septiembre 2015, HIS CERA, 2015-2016, Wood Mackenzie, Febrero 2016, K. Haiswoerth, The Future of oil. Reportes mensuales y anuales de OPEP, Agencia Internacional de Energía, Energy Information Administracion (DOE,USA), BP, 2015- mayo 2017

[3][3] Proczer, Shaun, Canadian´s missed barrels, Petroleum Economist, 3/5/2017. Canada´s great IOC´s exodus, Petroleum Economist, 10/5/2017..

[4] Canadian Missing Barrels

[5] Nicholas Kuznetz, 9/3/2017

[6][6] J. Carroll, Bloomberg, 5/5/2017

IGNORANCIA PETROLERA - Artículo para Síntesis


Ignorancia Petrolera 
y Neocolonialismo

Carlos Mendoza Pottellá

La Dirección de la Revista Síntesis me ha solicitado un artículo sobre petróleo y cultura, oportunidad propicia para reiterar una posición sostenida por décadas sobre la promoción de la ignorancia en esta materia como instrumento de control del poder petrolero y el neocolonialismo.

Esa ignorancia petrolera no es una tara genética de los venezolanos, sino que ha sido el resultado de una metódica programación, que en un principio se fundó en las prácticas de las concesionarias petroleras norteamericanas e inglesas con sus instrumentos de difusión-desinformación y la implantación de valores y costumbres exóticas en los campos petroleros, los cuales se mantuvieron después de 1976, cuando, por los manes de una nacionalización diseñada por las propias compañías que serían “nacionalizadas” dejaron en manos de sus nativos de confianza el control gerencial de las operadoras que las sustituirían, quienes, a la postre, constituirían un centro generador de políticas antiestatales, desmantelador de logros de las políticas de orientación nacionalista conquistados en la era concesionaria y que  propiciaría negocios favorables a sus antiguas casas matrices, en el propio seno de la empresa estatal.

De manera simultánea se inició en el país el proceso de borrar y silenciar la historia de las luchas de los sectores nacionales opuestos a la intensificación del neocolonialismo petrolero. Es larga la lista de protagonistas y relatores de estas luchas, pero podemos permitirnos citar a personalidades paradigmáticas, como Gumersindo Torres, Manuel Egaña, Juan Pablo Pérez Alfonzo, a cronistas como Harvey O’Connor, Edwin Lieuwen e investigadores críticos como Rodolfo Quintero, Salvador de La Plaza, Francisco Mieres, Armando Córdova, Orlando Araujo, Héctor Malavé Mata, Domingo Felipe Maza Zavala, Gastón Parra Luzardo.

En el conjunto de la obra de los autores citados se puede abrevar para encontrar las profundas raíces históricas del nacionalismo petrolero venezolano y su enfrentamiento permanente con las prácticas expoliadoras de las concesionarias extranjeras y sus acólitos criollos, quienes imbuidos de visiones privatistas y escudados en la lucha contra un supuesto estatismo exacerbado, promovieron por décadas la dejación de la soberanía nacional sobre su principal patrimonio natural.

Justamente, la confusión entre los términos gobierno, Estado y Nación, forman parte del arsenal discursivo de quienes postulan la primacía de la propiedad privada sobre la propiedad pública, la privatización como sinónimo de democratización liberal. Cuando condenan las políticas “estatistas” que maximizan los que el gobierno “pretende cogerse”, obvian el hecho de que ese gobierno y ese Estado son entes temporales que representan los derechos de la Nación eterna, es decir, el concepto que engloba a todos los venezolanos, vivos y por nacer, cuyo patrimonio debe ser administrado con criterios de máximo aprovechamiento presente y futuro.
Es contra esa visión de propiedad pública que se levantan quienes, enfrentados a la realidad legal y constitucional de que la empresa que administra los recursos de hidrocarburos del país, PDVSA, es una empresa estatal, pretenden otorgarle a la misma una autonomía conflictiva frente a su propietario, el Estado-Nación.

Como referíamos, estas pretensiones autonómicas se instalaron, dada el tipo de nacionalización pactado, desde 1976, en el corazón de la propia empresa estatal, donde se comenzaron a promover políticas contrarias a las que intentaban, por la vía tributaria y el control operativo, la maximización del ingreso nacional petrolero.

Es allí donde aparecen los “escenarios productores” enfrentados a los escenarios “rentistas”, ambos formulados por los planificadores de PDVSA en esos tiempos, quienes pretendieron demostrar la superioridad de la productividad empresarial con mentalidad competitiva capitalista, enfrentada a un retrógrado derecho tributario de origen feudal. Estos escenarios fueron el fundamento de la llamada “apertura petrolera”, mediante el cual se desmanteló gran parte del régimen fiscal aplicable a los hidrocarburos, eliminando el Valor Fiscal de Exportación, minimizando la regalía a un 1% y reduciendo la tasa del Impuesto Sobre la Renta aplicable de 67% a 34%. Todo ello, además de que se promovían políticas expansivas del volumen de producción, en contra de las políticas de defensa de los precios y se intentaba provocar el abandono de la OPEP. “Compensaremos la caída de los precios con más producción”, era la consigna.




Casi simultáneamente con las políticas aperturistas, el proceso esterilizador de la conciencia nacional en esta materia se intensificó a partir de 1989 con el Consenso de Washington y la promoción de la globalización y el mundo unipolar. El “fin de la historia” y el desprecio hacia las visiones “estructuralistas” condujo a la proscripción de materias universitarias demasiado fundadas en el análisis de las variables reales e históricas y alejadas de los modelos teóricos y su fundamentación matemática, tales como las que tratan temas económicos específicos, fiscales, monetarios, industriales, agrícolas, petroleros.

Hacemos mención, que en nuestro caso particular es reiterativa, de la eliminación de la enseñanza petrolera en las Facultades de Ciencias Económicas y de Estudios Jurídicos y Políticos, específicamente de las materias Economía y Política Petrolera y Minera y Legislación Petrolera, respectivamente. En Venezuela, desde 1989, ni los economistas, ni los abogados, reciben la educación petrolera esencial para un país donde el 96% de sus ingresos internacionales provienen de las exportaciones petroleras.

Lo anterior se junta a la minimización contemporánea de las investigaciones y estudios históricos y sociológicos sobre la formación social venezolana en los tiempos petroleros, vale decir, siglos XX y XXI. Aunque puede citarse un puñado de autores después del pionero Rodolfo Quintero, es muy escasa la difusión de estos textos fuera de los ámbitos académicos especializados.

Por el contrario, comienzan a proliferar reescrituras de nuestro pasado desde una perspectiva reduccionista, que pretende otorgar vigencia secular a los dogmas neoliberales. Algo parecido a lo que hacen las tiras cómicas de Trucutú y Pedro Picapiedras: las costumbres y valores de la clase media norteamericana eternizados en sentido inverso, hasta la edad de piedra.

Justamente, la petición de la Revista “Síntesis” que motiva este artículo se junta con la recepción por mi parte de la traducción al español de un trabajo que encaja en lo dicho: la pretensión de impunidad con la cual su autor, Brian McBeth [1], desdeña gran parte de lo escrito sobre la materia en las pasadas nueve décadas, se basa, precisamente, en la ignorancia petrolera generalizada.

Su visión de la historia petrolera venezolana se centra en una especie de enfrentamiento entre barbarie y civilización, compañías modernas capitalistas enfrentadas a un estado feudal con pretensiones rentistas, todo para justificar el tipo de nacionalización que fue impuesta por las concesionarias a Venezuela en 1976, con una empresa estatal dirigida por gerentes formados en sus propias Juntas Directivas,  de mentalidad y cultura privatista, con pretensiones de autonomía frente a su propietaria, la Nación venezolana. 

De hecho, McBeth refiere estas circunstancias con las mismas palabras que otros hemos usado para denunciarlas, pero poniéndole el tono positivo, de algo que es el sentido “lógico”, según su particular percepción de ese proceso:



Aparte de este desliz que confiesa el verdadero propósito de la “internacionalización” McBeth entona un canto a la eficiencia de los planes aperturistas de PDVSA y demoniza las insólitas “pretensiones” estatales. En tono satírico, resumíamos esta ideología en nuestro libro “El Poder Petrolero y la Economía Venezolana”. (CDCH UCV 1995):

En Venezuela no hay otra industria o actividad económica con magnitudes de ingreso, rentabilidad y rendimiento comparables a la petrolera.  Por tanto, el mejor destino del ingreso petrolero es su masiva reinversión dentro del mismo sector para preservar y expandir su capacidad productiva. Seremos petroleros por centenares de años más, así lo indican las inmensas reservas que colocan al país en las "grandes ligas" del sector: PDVSA está clasificada como la tercera empresa petrolera del mundo. Y si añadimos las "reservas posibles" de la Faja somos el primer país petrolero del mundo. Por lo demás, esa es la mejor opción para el país como un todo, la que le ofrece reales ventajas comparativas y competitivas: es la actividad que genera más del 90 por ciento de las divisas que ingresan al país. Sin embargo, la voracidad fiscal, el rentismo parasitario, característico de un nacionalismo tercermundista ajeno a las realidades contemporáneas, amenaza la salud de la "gallina de los huevos de oro" y obstaculiza sus megaproyectos expansivos, obligándola a acudir al endeudamiento interno y externo.  La empresa petrolera venezolana es pechada con la mayor tasa impositiva del mundo. [Obviando el hecho de que esa es la participación de su único accionista]… lo cierto es que ese ingreso fiscal petrolero se destina principalmente a alimentar el gasto corriente de una sociedad parasitaria e improductiva, perdiéndose todo efecto multiplicador.
CMP, mayo 2017  





[1] Brian S. McBeth, La política petrolera venezolana: Una perspectiva histórica, 1925-2005