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miércoles, 22 de julio de 2020

Petróleo, Velos y Merengue

PDVSA, CITGO, los velos corporativos

y… “El otro yo del Dr. Merengue”

Carlos Mendoza Pottellá

20/07/2020

A mediados del siglo pasado, fue muy popular en Venezuela una tira cómica argentina, publicada en un diario nacional de cuyo nombre no quiero acordarme, titulada “El Otro yo del Dr. Merengue”, cuyo protagonista era un atildado y serísimo abogado, quien, ante cada circunstancia que enfrentaba respondía con el sentido común ético que se esperaba de un civilizado jurista, pero de cuyo pecho o espaldas emergía siempre una figura desvaída y deformada de él mismo, expresando lo que en verdad pensaba su alma de malandro: su verdadero “yo”.

En el caso de CITGO, y de las demandas contra su patrimonio por ser el “Alter Ego” del Gobierno venezolano, estamos ante una circunstancia parecida, pero devenida de la violación, políticamente motivada, de la legislación mercantil universal que instituye “velos corporativos” para establecer una separación entre los patrimonios de las corporaciones, compañías anónimas o sociedades de responsabilidad limitada, y los de sus accionistas, aún cuando éste sea uno solo.

Ello, en el entendido de que los capitales que sus propietarios  “comprometen” en las corporaciones creadas serán los que responderán por el resultado de sus emprendimientos. Si estos son fallidos, esos propietarios perderán ese capital, pero nada más, salvo reclamaciones de estafas u otros delitos.

El respeto a esos velos corporativos es la base del sistema mercantil capitalista universal contemporáneo. Y los mismos sólo podrán ser “levantados”, o denunciados, en casos en los cuales se sospeche y se pueda comprobar la utilización de sus recursos para fines ilegales, como narcotráfico, contrabando o lavado de capitales.

Claro, sin contar que también se puedan levantar acusaciones de financiamiento al terrorismo, lo cual no sería nada descabellado, dado el conflictivo contexto político actual.

Los argumentos en cuanto a la “interferencia” de los propietarios de las acciones en las decisiones de las Directivas corporativas designadas no son sólo hipócritas,  constituyen también una argumentación fullera de acreedores frustrados y en este  caso particular, recurso leguleyo aprovechado políticamente por el Gobierno norteamericano.

Aquí cabría la pregunta clásica en las rupturas mercantiles entre mafiosos: ¿Nos comportamos como caballeros o como lo que somos?

Este es el caso de Crystallex, Conoco-Phillips y otros acreedores de la República. No existen sospechas, y mucho menos convicciones, de un comportamiento delictual por parte del Estado venezolano, a pesar de que, en ocasiones, por traición subconsciente o arrogancia ignorante,  sus representantes   se comporten con la torpeza del verdadero “yo” del Dr. Merengue.

No es necesario ser muy zahorí para entender que esta argucia legal es  un aprovechamiento de las circunstancias políticas imperantes, signadas por el abierto enfrentamiento del Gobierno de Donald Trump contra el de Venezuela, cuyos designios fueron expresados, el mismo primer día de su llegada a la Casa Blanca, en su “America First Energy Plan”, donde establece que este país está regido por un Estado forajido y que su voluntad es, desde ese momento, liquidarlo.

Creo que para todos es evidente que se trata de un problema político, en el cual la juridicidad tiene muy poco que buscar. 

Ello es evidente en el sesgo político de las argumentaciones de algunos defensores interesados, tales como las que afirman que CITGO “era alter ego” del Gobierno de Maduro, pero no lo es del Gobierno de Guaidó. Algo así como que “muerto el perro desaparece la rabia”.

Este tipo de razonamiento se encuentra en las declaraciones del Diputado Elías Matta, cuando afirma  que la Junta Directiva Ad Hoc de CITGO fue designada por la Asamblea Nacional, del Director de Litigio de la Procuradoría Especial de PDVSA Ad Hoc, Pedro Alberto Jedlicka, en su solicitud ante la Corte del Estado de Delaware para que anule la orden de embargo… porque ya CITGO y PDV Holding no son  alter ego de la República y,  en sentido más amplio, en las de Francisco Rodríguez en su “hilo” de Tweeter, cuando critica, por las dos bandas, tanto ese nombramiento hecho por la Asamblea Nacional, como el anuncio inapropiado del Presidente Maduro, al declarar que había nombrado a Asdrúbal Chávez como Presidente de CITGO, dado que la directiva de CITGO Petroleum la debe nombrar CITGO Holding.

La simplicidad y aparente candidez de esos argumentos, produciría risa en cualquier “vivo” venezolano, al pensar que nos encontramos en un festival entre Cantinflas y el Dr. Merengue.

Pero este no es el caso, porque la simplonería jurídica apenas encubre a la hipocresía política y a las cartas marcadas. Lo que está en juego para el país va mucho más allá de los activos que se perderían con CITGO y no es cosa de juegos.

Por el otro lado, apostando siempre a ganador, las circunstancias políticas actuales constituyen parte de las buenas razones por las cuales Elliot Abrams considera que, en este momento en particular, no es muy conveniente para los intereses norteamericanos la liquidación de CITGO, y considera que es pertinente que la administración envíe mensajes admonitorios a los jueces que deben decidir sobre la materia.

Hasta aquí mi comentario sobre la contemporaneidad, porque ahora debo retornar, como siempre, al pasado.

Se trata de que en la génesis de esta situación problemática sí  existen graves aspectos que nos concierne dirimir internamente, entre los venezolanos, centrándonos como punto de partida en la forma como fueron establecidos esos velos corporativos contra el patrimonio nacional. Sólo así tendremos las herramientas para las amenazas que ellos comportan hoy.

Se trata de que éstos se originaron de manera irregular, dado su diseño y ejecución, a espaldas de los poderes legislativos, judiciales y contralores de la República.

Porque fue subrepticiamente cómo se comenzaron a constituir,  a partir del programa de “internacionalización”  de la gerencia aperturista de PDVSA, y desde 1983,  cuando éste se puso en práctica por primera vez  -con la diligencia cómplice del Ministro de Minas e Hidrocarburos de la época, que con esto hizo méritos para ser “ascendido” a Presidente de PDVSA, Humberto Calderón Berti- para el establecimiento de la compañía Ruhr Oel and Gas, mediante la compra, a la germana Veba Oël AG, del 50% de una refinería semi-arruinada en Gelsenkirchen.

La excusa ex-post facto argüida entonces, cuando explotó el escándalo,  fue que esa instalación se modernizaría para refinar petróleo pesado venezolano, cosa que nunca hizo.[1]

Por el contrario, comenzó a recibir crudos medianos venezolanos, bajo la fórmula de net-back, la cual le generó pérdidas a PDVSA

“..los resultados del net-back sobre los envíos de crudo a Ruhr Oël, correspondientes a 1990 y 1991, 12,04 y 10,04 dólares por barril, respectivamente, arrojan un saldo negativo de 8,29 y 5,88 dólares por barril con respecto al promedio de los ingresos unitarios del país por ventas exportadas de crudo y productos en cada uno de esos años: 20,33 y 15,92 dólares por barril…” [2]   

Esa fue la primera de 19 chatarras que se adquirieron bajo el programa de “internacionalización”, en las cuales se invirtieron, de manera dispendiosa, ingentes capitales generados por la producción petrolera nacional, para convertirlas en instalaciones modernas, pero que continuaron siendo sumideros de recursos nacionales, distribuidos entre los beneficiarios de los costos operativos de estas instalaciones y los impuestos pagados en los países receptores.

No me queda otra alternativa que remitir al lector a los trabajos que he realizado al respecto, precisamente desde los años 80, algunos de los cuales resumí recientemente en artículo publicado en el portal Aporrea.org,  “CITGO, la Internacionalización revisitada” [3], del cual estas líneas son un “remake” actualizado.

Sin embargo, debo poner pruebas al canto aquí mismo, sobre todo en lo referente a la utilización de los “velos corporativos” para eludir la “excesiva carga fiscal” que pesaba sobre PDVSA, un argumento que renace de sus cenizas como el ave Fénix desde los años 40   del siglo pasado, en tiempos concesionarios, y que fue el estandarte de la PDVSA de los años 80 y 90 para multiplicar la adquisición de las chatarras referidas, con el argumento de crear el mercado futuro para la multiplicación de la producción petrolera nacional… cuando nos saliéramos de esa antipática OPEP que nos “imponía cuotas”.

El mecanismo  utilizado para ese desvío de recursos nacionales hacia el exterior, junto a la chatarra refinera, fue precisamente la multiplicación de corporaciones-represas  en el exterior, sobre todo en paraísos fiscales.

Mostraré de seguidas algunas gráficas de ese entramado antinacional, del cual, todavía hoy, hay quienes se sienten orgullosos, porque mostraban a PDVSA como una corporación del primer mundo, deslastrada del atrasado panorama doméstico:

Aproveche el lector este cuadro simplificado y legible, porque más adelante le presentaré uno ilegible pero que gráficamente le dará una idea de hasta qué punto se llegó en esto de crear “represitas veladas” para contener en el exterior porciones considerables del ingreso petrolero nacional.

Obsérvese por ejemplo, que desde 1986 hasta el 2000 la compañía “holding” externa principal, VENEDU, se encontraba en Curazao, un paraíso fiscal muy conveniente, como sabe cualquier operador de finanzas irregulares.

El siguiente tramo, la casa “holding”, tenedora de los activos externos, PROPERNYN se ubicó en Holanda hasta 1997, año en el cual se trasladó a PDV Holding en el estado norteamericano de Delaware, donde ya estaban constituidas, desde 1983, todas las instancias operativas de PDV America (sin acento, porsia) precisamente en el más propicio de los Estados Unidos para la constitución de corporaciones sin muchos tiquismiquis, como diría Pérez Alfonzo.

Copio, para mayor abundamiento, las cifras de resultados 88-93 de “PDVSA-Exterior“ y el gráfico “organizacional” que vigente entonces, que proceden de un folleto promocional  de la emisión de un bono de PDV America Inc., por 1.000 millones de dólares, publicado en Wall Street por la firma corredora de bolsa  Salomon Brothers, el 1° de julio de 1993 y que por tal razón eran más fidedignas que las presentadas hasta entonces a los desprevenidos accionistas venezolanos.

 





Ahora bien, si le ha parecido pesada la exposición del cuadro anterior referido a la evolución de la Cadena Accionaria CITGO-PDVSA, imagínese como sería la que tendríamos que hacer para explicar el cuadro prometido antes:


Esta  fue la estructura organizativa de PDVSA  con sus ramificaciones internacionales vigente para el año 2002:

57 corporaciones filiales y “holdings companies” en Estados Unidos, 20 en el área del Caribe y 10 en Europa. ¡Qué capacidad de gerencia, qué orgullo nacional!

Pero quiero dejar algunas preguntas inocentes: ¿Cuál era el propósito de esas 87 instancias corporativas? ¿Cómo se manejaba el flujo de fondos entre ellas? ¿Qué papel jugaba una PDV Finance Ltd en Islas Caimán y cómo se enmarcaban los recursos que manejaba  en la obligatoria unidad del Tesoro Nacional?

Como ya dije, esa estructura  fue diseñada precisamente para establecer velos corporativos, pero no a favor de su único accionista, la Nación venezolana, sino en su contra.

Sus ruinosos resultados han sido expuestos en muchos trabajos propios y de otros autores, pero la conciencia de esas circunstancias adversas ha sido nublada por la profusa propaganda sobre la mítica “cuarta empresa petrolera más grande del mundo”. [4]

Con todo lo anterior, no puedo dejar de hacer una mención crítica particular  a la resurrección,  después de 2005 y hasta 20018, de la planificación de “pajaritos preñados”, la cual llegó a establecer metas de  producción de  5 a 8 millones de barriles diarios, los cuales nutrirían a las 33 refinerías, -8 de éstas en el territorio nacional- que tendríamos en el 2030.



Metas esquizofrénicas, inconsecuentes con el discurso oficial retomado en 2000 y todos los años subsiguientes hasta nuestros días, que proclaman enfáticamente el firme apoyo de Venezuela a las políticas acordadas en el seno de la OPEP, de  limitación de la producción para la defensa de los precios. 

En esa inconsecuencia ha tenido mucho que ver la nueva promoción, justamente desde 2005, de los sueños de la Faja del Orinoco y su 90% de las “reservas” extrapesadas del mundo.

Volviendo a la historia antigua, y a fuer de insistente en un discurso que nadie oye, aunque quien quita…  y,  para no dejar pasar la oportunidad, reproduciré el gráfico elaborado por mí sobre las cifras del Comisario de PDVSA 2001, Rafael Darío Ramírez:

Ese  Informe del Comisario PDVSA 1999 comenta:

‘...cabe destacar que el precio de venta de crudo inferior al precio de mercado, significa una transferencia al fisco norteamericano según el siguiente detalle: incrementa las ganancias de CITGO en 210 millones de dólares, con un efecto de impuesto [norteamericano, n.n.] estimado a la tasa nominal de 71 millones de dólares y disminuye las ganancias de PDVSA en 210 millones de dólares, lo cual representa una disminución nominal de impuesto sobre la renta venezolano de 142 millones.’[5]

¡Un gran negocio! Que “movió” 27.000 millones de dólares en ingresos por ventas en 2001, generando “ganancias” de 638 millones, provenientes de los descuentos hechos por la casa matriz en los suministros petroleros enviados a sus filiales externas, por 936 millones, un promedio de 2,2 $/bl para contener pérdidas reales, amén de las nuevas inversiones para seguir convirtiendo chatarra en equipos operativos por 517 millones.

Se observa un comportamiento similar en los 3 años anteriores graficados, comportamiento que, por cierto, tampoco ha sido distinto en los años siguientes, hasta el último del cual tenemos registros, 2016. Y valgan las cifras de cinco años, “adornadas”, de la propia PDVSA en su Informe de Gestión Anual de ese año.


Estas últimas  cifras, las cuales todavía deben ser estudiadas con detenimiento por expertos contables con todos los recaudos reales en su mano, dadas las objeciones presentadas por los propios auditores externos de KPMG en el mismo Balance Financiero donde fueron presentadas,  no logran ocultar la realidad de sus pírricos resultados, que se viene denunciando desde la propia gestación de los “negocios internacionales”… hace casi 4 décadas y que, con todo y adorno, presentan los siguientes indicadores:

Retomando el tema original, presento de seguidas, y volviendo  a 1999, un esquema típico del funcionamiento del “velo corporativo” contra la Nación:

De cómo una declaración (obligada, solicitada por la casa matriz) de 500 millones de dólares de dividendos por parte de CITGO,  en 1999, se convierte en una transferencia inversa, por 40 millones de dólares, de PDVSA Casa Matriz (Caracas) para PDVSA Holdings Inc. (Delaware)  y el reparto que ésta tenedora de acciones  hace entre sus subsidiarios-paraísos fiscales:

Este es el funcionamiento “adecuado” del velo corporativo según la visión de “Interven”, la filial concentradora de los negocios internacionales de PDVSA: aquél donde las apetencias de dividendos extorsivos del accionista-rentista, -el “petro-Estado” en la jerga aperturista- pero en realidad, la Nación venezolana, son respondidas adecuadamente, con los mecanismos preestablecidos en el diseño autogestionario de los negocios internacionales.

En mi infancia oriental llamábamos a eso “jugar la guayaqueta”. Aún hoy desconozco cómo se diría eso en maracucho o caraqueño, pero supongo que sería algo impublicable.

Pues bien, ahora que hemos recordado con sincera amargura que los velos corporativos implantados por los genios  de la meritocracia aperturista no lo fueron para expandir los ingresos de la Nación, sino para repartirlos entre los “emprendedores” participantes en el negocio y, de paso, con manga ancha hasta para financiar los actos de investidura presidencial de Obama y Trump –500 mil dólares y sin distingos partidistas - como buena y cumplidora corporación norteamericana que es, podemos volver a nuestras dramáticas circunstancias actuales, en las cuales, en medio de diatribas irreconciliables, no sólo estamos al borde de perder los pírricos patrimonios físicos remanentes de aquella gigantesca estafa internacionalizadora, sino de nuestra propia entidad como Nación.

CMP, 20/07/2020

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[2] Mendoza P., Carlos. Nacionalismo Petrolero en Cuatro Décadas .

La Internacionalización, págs. 157-215. BCV, Publicaciones, Fondo Editorial, Colecciones, Colección Venezuela y su Petróleo.

http://publicacionesbcv.alejandria.biz/cgi-win/be_alex.cgi?Documento=T210000170350/0&Nombrebd=BCV&CodAsocDoc=6185&DSalida=CRes&Sesion=1028091991&DSalida=CRes

 

https://petroleovenezolano.blogspot.com/2019/01/citgo-la-internacionalizacion-revisitada.html#.XxYAWNJKjMx

 

[3] https://www.aporrea.org/energia/a276427.html

 

 - El Poder Petrolero y la Economía Venezolana. Universidad Central de Venezuela, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Caracas 1995. Cap. V.2.3 La internacionalización, págs. 211-243.

 

[4] Cito en particular a Juan Carlos Boué, “La internacionalización de PDVSA. Una costosa ilusión”,  Caracas, Ediciones del Ministerio de Energía y Minas de la República Bolivariana de Venezuela (Fondo Editorial Darío Ramírez), 2004

 cuyo prólogo escribí: http://petroleovenezolano.blogspot.com/2010/04/prologo-internacionalizacion-de-juan.html

y el Informe de la Comisión de Energía y Minas de la Asamblea Nacional en 2006, dirigida por el Diputado Rodrigo Cabezas, publicado inicialmente por  PDVSA, pero ahora desaparecido de su página web.

[5] Rafael Darío Ramírez, Informe del Comisario de PDVSA 1999, p. 28. Caracas 2000.


lunes, 2 de septiembre de 2019

EXPANSIONISMO PETROLERO


Expansionismo Petrolero:
¿Resiliencia competitiva o “viveza criolla”?

Carlos Mendoza Pottellá

PREÁMBULO INDISPENSABLE
Concluida la redacción de este trabajo, percibo la aparente incongruencia de hablar de “expansionismo petrolero” en momentos de desmoronamiento de nuestra industria petrolera y  caída perpendicular de sus niveles de producción, pero mantengo el título porque me refiero a una tendencia histórica profundamente arraigada en el alma venezolana, fundada en la mitología neoliberal y  privatista que, con ropajes de modernidad, se postula como la única salida de la crisis actual. CMP

En este mes, el 14 de septiembre, se cumplen 59 años de la fundación de la OPEP. 

Excusa a partir de la cual pienso desenrollar un ovillo problemático, reiterando viejos enfoques críticos y tratando de aportar nuevos:

Desde esa fecha, y partiendo de los debates protagonizados en varias oportunidades por el proponente de esa controversial Organización, Juan Pablo Pérez Alfonzo, y su principal detractor,  Arturo Uslar Pietri, los venezolanos estamos inmersos en un dilema irresoluble en términos de mercado ¿cómo producir más y a mayores precios?

“La OPEP no nos ha beneficiado mucho. Esa Organización nunca ha tomado en cuenta a Venezuela ni sus intereses para nada. El sistema de cuotas es contrario a los intereses de Venezuela.”
"Yo no sé quién tiene la responsabilidad, pero alguien la tiene, de que Venezuela haya aceptado que la OPEP establezca cuotas de producción petrolera. Eso va contra el interés de Venezuela.” [1]

Con esta afirmación, el Dr. Uslar pretendió olímpicamente desconocer –cosa ésta impensable en él- que los objetivos declarados de la Organización en su acta fundacional fueron, precisamente, defensa de los precios y prorrateo de la producción, vale decir, establecimiento de cuotas.

Que eso no se hubiera cumplido durante sus primeros 16 años de existencia, para amargura de su principal promotor, no significaba que fuera un invento de 1986.

Por cierto que, el afirmar irónicamente que desconocía quién había sido el responsable de esta política, es también un despectivo estilo mayestático, clásico y propio de los que se sienten con derecho y poder para decidir quién es digno de mención y quiénes no.

En distintas épocas desde entonces, el debate original ha adquirido connotaciones existenciales y de enfrentamiento agónico entre el expansionismo a todo trapo, que pugna por quitarse las gríngolas de la OPEP, promoviendo su abandono y quienes abogan públicamente por la defensa de los precios pero que, íntimamente, también sueñan con el aumento millonario de la producción.

Ambas posiciones impregnan los actuales enfrentamientos de los liberales, competitivos, modernos defensores de la iniciativa privada, profetas de los nuevos tiempos de globalización y apertura post guerra fría y muro de Berlín, con los “estatistas”, extremistas socialistas, defensores del carácter de propiedad pública que asignan a los recursos petroleros, cicateros promotores de un nacionalismo desfasado y premoderno, anclados en la preservación de una soberanía inútil, de origen absolutista y feudal, que obstaculiza el desarrollo de las fuerzas productivas, el emprendimiento y la generación de riqueza por y para los más eficientes ciudadanos de este país.

En distintas oportunidades y tonos me he referido a estas circunstancias, pero mi motivación actual proviene de recientes  intercambios de ideas con otros colegas, entre los cuales salta la liebre competitiva cuando, a la manera de Uslar Pietri, colocan a los demás miembros de la OPEP, dentro de “nuestros competidores”, quienes se han apropiado de las cuotas que hemos dejado vacantes por la caída de nuestra producción, razón por la cual debemos considerarlos también como interesados en el mantenimiento de las sanciones de Estados Unidos contra Venezuela, al lado de los demás países latinoamericanos productores de petróleo, los cuales disputan también por el cada vez más estrecho mercado norteamericano.

Y se trata de colegas que concuerdan en la necesidad ineludible de un nivel de precios que permita el sostenimiento de nuestra crecientemente costosa producción, tanto por agotamiento y necesidad de recuperación secundaria ampliada en nuestros yacimientos convencionales, como por las elevadas cotas de ese parámetro -80 a 130 dólares el barril- que debe remontar una cada día más inviable expansión de la producción y mejoramiento de los crudos extrapesados de la Faja del Orinoco, en donde paradójicamente reposa más del 20% del petróleo  de este planeta.

De hecho, el carácter contradictorio de ese discurso “competitivo” que simultáneamente clama por mayores precios, me llevó recientemente a comentar, en un evento público, que el único consenso que existe en la aguda confrontación política actual es el de que todas las facciones enfrentadas “planifican” para alcanzar en el corto plazo una producción de 5 o 7 millones de barriles diarios… si los dejan aplicar sus respectivas fórmulas milagrosas, que eludirán el estancamiento de la demanda, la vertiginosa emergencia de las lutitas norteamericanas,  los nuevos hallazgos de crudos livianos en Guyana, Brasil, Uganda y el Mar del Norte, la expansión de campos gigantes en Arabia Saudita y las crecientes limitaciones al consumo petrolero que impondrá, en el mediano plazo, la inevitable transición energética.

Pese a todo, esa disputa, doméstica y autista, se centra en tratar de demostrar cuál de las opciones políticas actuales está mejor preparada para alcanzar las elusivas metas, legítimas herederas del “megadisparate de PDVSA” de 1982,[3]  y de las  planteadas posteriormente en 1992 para ser alcanzadas en el 2002, de 5 millones de barriles diarios, con las “políticas volumétricas” (“compensaremos la caída de los precios con el aumento de la producción”) de las Guías Corporativas de PDVSA, elaboradas por los entonces Planificadores Mayores Ramón Espinasa y Bernard Mommer [4].

Estas “Guías” nos permiten calibrar la magnitud de los sueños que se formularon en ese año y que se replican hasta nuestros días:
En primer lugar, Espinasa y Mommer estimaron que Venezuela tenía reservas probadas  de petróleo, gas y carbón, que sumaban 88 mil millones de barriles de petróleo equivalente 
“…y si se incluyen las especulativas, los recursos recuperables pudieran alcanzar los 504 MMM BPE”
“Si se deseara explotar por lo menos 160 MMMBPE en vez de los 504 MMMBPE totales, a fin de aprovechar el ciclo de vida de estos recursos, se tendría que alcanzar rápidamente una producción de 9 MMBPED, donde los crudos pesados llegarían a los 5 MMBPED” [5]

Esa “política volumétrica”, que estimaba alcanzar los 5  millones de barriles diarios en el 2002, feneció anticipadamente con el hundimiento de los precios de la mezcla de crudos venezolanos, por debajo de los 14 dólares esperados, a menos de 7 dólares el barril en 1998:

Esa “política volumétrica”, que estimaba alcanzar los 5  millones de barriles diarios en el 2002, feneció anticipadamente con el hundimiento de los precios de la mezcla de crudos venezolanos, por debajo de los 14 dólares esperados, a menos de 7 dólares el barril en 1998:


Pero fue resucitada en 2005,  “coincidencialmente” por vía de uno de sus progenitores en tiempos de ”apertura”, el entonces Asesor Mayor Bernard Mommer,  y ahora Viceministro de Energía y Minas de la nueva era,  luego de que los precios alcanzaron los 40 dólares y siguieran rumbo a los 100, dado el estricto cumplimiento, a partir 1999, de las cuotas pactadas por todos los integrantes de la OPEP, paradójicamente espoleados, en esa oportunidad, por los intereses petroleros independientes… norteamericanos, los cuales no soportaban precios debajo de 10 dólares el barril.

Un renovado respeto a las cuotas que, finalmente, fue refrendado por la II Cumbre de Jefes de Estado de la Organización, convocada por el Presidente Chávez y realizada en Caracas en el 2000.
De tal suerte que, comenzando en el referido año 2005, se volvieron a desatar los sueños expansivos, registrados en el Plan de la Patria de  PDVSA inicial, y en todos los sucesivos, reincidiendo en la fijación de metas inalcanzables de 5, 7 y 8 millones de barriles diarios, en 20010, 2012, 2015 y... septiembre de 2018, cuando se estableció, por enésima vez, que el país produciría 5 millones de barriles diarios en 2025.











Lo peor de todo es la ceguera y la contumacia: tras doce años de fracasos y en pleno hundimiento de los antiguos proyectos, se sigue insistiendo en la “política volumétrica” fundada en las “mayores reservas petroleras del mundo”, centradas en los 270 mil millones de barriles de la Faja del Orinoco: 5 millones de barriles diarios, otra vez, y dentro de 6 años.


Contradictoriamente, todos estos planes fueron –y todavía son- coetáneos con el sostenimiento, dentro de la OPEP y en el discurso público, de la sedicente posición de “halcones”, al lado de Irán, como los  principales aupadores del mantenimiento y profundización de las cuotas para defender los precios.

¡El propio comportamiento esquizoide!

En descargo de nuestros planificadores petroleros, sin embargo, debo decir que esas tendencias centrífugas se han manifestado a través del tiempo en todos sus miembros. A este respecto, en otras oportunidades he citado el trabajo del Profesor iraní Abbas Alnasrawi, titulado “OPEC: The Cartel that it is not”,[6] en el cual describe el comportamiento muchas veces tramposo de sus miembros, en el seno de cada uno de los cuales sectores influyentes alimentan complejos de culpa, por lo que consideran como una dejación de soberanía: la fijación, por consenso internacional, de los niveles de producción de sus respectivos países:

 “Es importante destacar, sin en  embargo, que el carácter conflictivo de la pertenencia a esta Organización es generalizado: en cada uno de los países miembros actúan fuerzas opuestas a prorrateos de producción y fijación concertada de precios.
 En nuestro trabajo de ascenso anterior citábamos el artículo del Profesor iraní Abbas Alnasrawi, en el cual  analiza la resistencia de los miembros de la OPEP a la acción colectiva. Resistencia que, durante los primeros años de su existencia, dificultó la defensa de los precios y convirtió a la OPEP en una organización marginal. En Venezuela pervive esa resistencia y  en las opiniones de destacados dirigentes del país subyace todavía la idea de que la OPEP es una Organización de árabes donde nuestro país está arrimado. De factura más reciente y vinculada a la idea de que el subdesarrollo y el tercermundismo son condiciones ideológicas, mas bien psicológicas, y no materiales, es la percepción que tienen algunos "modernos" analistas sobre la OPEP como instrumento de un pasado de confrontación, no cónsona con las nuevas realidades internacionales: el subdesarrollo estriba justamente en permanecer en ella.” [7]

Haciendo énfasis en las diferencias, políticas, religiosas, culturales e históricas entre todos y cada uno de sus miembros, se resaltan los potenciales antagonismos.    

Pero a la postre, siempre se ha impuesto el interés común a todos los propietarios del recurso, naciones o particulares, de maximizar el ingreso petrolero unitario. Interés que en muchas oportunidades fue compartido por productores nativos de países no miembros de la OPEP, como Noruega, México, Canadá,  Kazajastán y… los Estados Unidos.

Ese interés ha superado situaciones de guerra entre algunos de sus miembros, como sucedió durante casi una década entre Irán,  Irak y Kuwait. Confrontaciones político-religiosas entre los sunitas del Golfo Pérsico y los shiitas iraníes. Diversidad política extrema entre países socialistas y musulmanes, árabes y latinoamericanos occidentales, cristianos y anticomunistas, reinos feudales, democracias y dictaduras.
Creo pertinente, entonces, rememorar mi propia visión, asentada en la obra citada en la nota anterior, sobre el origen y significado de esta “resiliencia competitiva venezolana”, que en los últimos años ha adquirido connotaciones de “viveza criolla”, al pretender estar al mismo tiempo con Dios y con el diablo.

 “Es oportuno mencionar el hecho de que, un punto focal, de convergencia de los intereses privados nacionales y foráneos, con los defensores dentro del sector público del inversionismo petrolero a ultranza, es precisamente la oposición a la pertenencia de Venezuela al único organismo desde el cual, independientemente de sus contradicciones internas y de nuestros gustos históricos, políticos, raciales o culturales, estamos en posibilidad de ejercer el poder al que hacemos referencia: la OPEP.

Siglas de pesadilla para algunos de estos sectores, en tanto que representan limitación y techos de producción, con la consecuente reducción de desembolsos, de negocios y de ejercicio del poder. Son antológicas y grotescas las manifestaciones de alegría que se generan en el entorno gerencial y comercial de la empresa petrolera estatal venezolana durante los momentos de mayores dificultades para la organización. Momentos durante los cuales han ejercido todas sus facultades de presión para lograr la defección de Venezuela.” 
[8]

¡Nos vamos y san se acabó!, Quiros Corradi dixit.

Reseñaba entonces,que las corporaciones petroleras internacionales se ocuparon siempre de desalentar cualquier iniciativa integradora de los países exportadores netos, propalando la urgencia de incrementar la competitividad, vale decir, de bajar la participación nacional en el negocio para enfrentar el creciente “poder de captura de mercados” de los demás:

“Se postula, por el contrario, la necesidad de ser competitivos y de lanzarse a una política agresiva, a una escalada de inversiones "down stream" y acuerdos tipo "netback" que, aunque comporten en definitiva un incremento en el costo de ventas, garanticen el "acceso preferente" a los mercados que permita compensar con mayor producción los disminuidos rendimientos unitarios que tal política determina”. 
“Por esto, en Venezuela, las proposiciones de Pérez Alfonzo chocaron con el escepticismo mayoritario de la opinión pública y la hostilidad manifiesta de las concesionarias extranjeras. La lucha no ha cesado desde entonces. Cada cierto tiempo resurgen los partidos contra y pro OPEP. Unos decididos y con claridad de metas e intereses y otros vergonzantes, consumidos por la duda de estar defendiendo a una organización de perdedores frente a los dueños del éxito, al atraso frente a la modernidad.” [9]

Cabe aquí destacar que un instrumento de este camino competitivo, promotor de la salida de la OPEP y de la garantía de acceso preferente a los mercados lo constituye, precisamente, la citada escalada de inversiones down stream y acuerdos tipo “netback”, iniciada en 1983 por el Ministro de Minas de entonces,   Humberto Calderón Berti, con la anuencia expresa del entonces ex-Pesidente Rafael Caldera, quien alegó, con meridiana claridad, que la “internacionalización” sería la alternativa venezolana a la OPEP. [10]

“En las investigaciones promovidas en el Congreso ha quedado de manifiesto el hecho de que los consultores jurídicos de PDVSA y el Ministerio de Energía y Minas, de consuno con el Procurador General de la República, constituyeron un "jurado complaciente" para escudriñar en los vericuetos de la Constitución Nacional y las leyes específicas del sector petrolero a fin de encontrar una fórmula que permitiera a la industria eludir la obligatoriedad de someter un contrato de evidente interés nacional a la consideración y aprobación por parte del Poder Legislativo.” [11]

A partir de entonces se adquirieron 17 refinerías chatarra en las cuales invertimos montos gigantescos para su modernización y de las cuales nos queda el residuo pírrico de las 4 refinerías de Citgo.[12]

Posteriormente, en 2005, y siguiendo el mismo comportamiento utópico ya referido,  de simultaneidad entre el reconocimiento de la necesidad de defender los precios y la multiplicación de las metas expansivas  de la producción, en materia de refinación, PDVSA se planteó la adquisición de nuevas refinerías, que se sumarían a las 17 mencionadas antes, para colocar en ellas nuestras “crecientes exportaciones”, tal como lo muestran las siguientes láminas:


En 2010, todavía se registraba triunfalmente el resultado expansivo:


Y simultáneamente, se anunciaban los planes de elevar el número de refinerías poseídas por PDVSA en todo el mundo a 37 para 2030.

Estos planes se basaron, desde 2005, en un “Análisis de Entorno” lleno de consideraciones ilógicas, tales como la de constatar que no existían en el mercado nuevos proyectos para la construcción de  refinerías, e inferir de ello, por imperio absurdo, que esa era una señal para “actuar ya”:
Los descuidados capitales petroleros internacionales estaban dejando el campo libre a los perspicaces conquistadores internacionales de PDVSA.


Desde luego que estos planificadores no son idiotas ni inocentes, por el contrario, se pasan de avispados, porque están seguros de que estos mensajes serán comprados, como “paquete chileno”, por la ignara dirigencia política y económica venezolana, la cual también se come el cuento de que en Venezuela están las mayores reservas probadas del globo y, en consecuencia, soñando con el chorro de dólares que administrará, está dispuesta a liberar ingentes cantidades de recursos que, como ya el país entero ha constatado, arderán en las hogueras de los negocios, inviables para la Nación, pero ampliamente favorables para sus gestores particulares.


Estas 37 refinerías, con 4 millones 485 mil barriles de capacidad conjunta, se sumarían  a los 10 “mejoradores” con capacidad de procesar 1 millón 630 mil barriles diarios de crudos extrapesados que estarán instalados para la época.


La sola visión de la infraestructura requerida para el funcionamiento de este complejo mejorador, que se presenta en el siguiente gráfico, es la prueba más palpable de su carácter funambulesco, de pirotecnia para el público de galería:


Seis mejoradores nuevos, una refinería, 282 taladros, 2 nuevos terminales marítimos y la ampliación de Jose, 25 tanques de almacenamiento con una capacidad total de 15,5 millones de barriles, 3.739 kilómetros de oleoductos.

Pues bien,  59 años después de la fundación de la OPEP, tales siguen siendo las posiciones sostenidas  ahora, abiertamente por algunos y solapadamente por otros, en momentos en los cuales las expectativas del mercado petrolero internacional son menos que moderadas en el mediano plazo y con seguridad declinantes en el largo plazo,  etapas en las cuales sólo los países del Medio Oriente pertenecientes a la OPEP podrán elevar, aunque a ritmos decrecientes, sus niveles de producción, según se muestra en el cuadro y gráfico siguientes:





Las expectativas de crecimiento de la producción venezolana son evaluadas como muy limitadas por todos los analistas y organismos internacionales especializados, fundándolas todas en los recursos de la Faja del Orinoco y precios requeridos entre 80 y 130 dólares el barril, como ya referí, y con una ventana volumétrica mínima, como lo reflejan cuadros y gráficos de distintas fuentes [14], dos de los cuales presento aquí:
Pese a todo lo anterior, el germen expansionista, la resiliencia competitiva y la viveza criolla, atacan desde el fondo de una industria hundida por una pésima gestión gerencial y técnica, la corrupción y la planificación de pajaritos preñados, la cual ha consumido una parte sustancial de los ingresos netos de la Nación, desde 1978 hasta nuestros días. Todo ello potenciado a la enésima potencia por las sanciones norteamericanas que pesan sobre el país.

Y para muestra conclusiva de las consecuencias del expansionismo petrolero “nacionalizado”, que ya pasa de 40 años, tres botones finales:
En primer lugar, los resultados de la Internacionalización 1998-2001 y los de CITGO en los últimos cuatro años registrados:

PDVSA: Negocios Internacionales 1998-2001 (Millones de Dólares)



1998
1999
2000
2001
Ingreso por Ventas
12.161
13.989
22.766
26.927
Ganancia en Operaciones
461
174
515
638
Descuento (Suminsitro Vzla)
-617
-642
-764
-936
Inversiones
-277
-517


Ingreso Neto Nación
-156
-468
-526
-298


Suministro Vzla. MBD
768
800
837
1.026


Saldo Neto $/barril "Negocio"
-0,20
-0,59
-1,59
-0,29
















































En 1916, el suministro a CITGO constituyó el 22,7 % de las exportaciones totales de Venezuela a Estados Unidos, según datos del Departamento de Energía de ese país.[16]

De seguidas el gráfico que registra el incremento de los costos netos y la consecuente caída de la suma de la participación fiscal y los aportes al desarrollo social, que se traducen en la desaparición de la renta petrolera, en cumplimiento de la profecía de Pérez Alfonzo en cuando a la inevitable caída de la capacidad generadora de excedentes de la industria petrolera venezolana.



Y finalmente, el gráfico que registra el principal y más indignante resultado de la “internacionalización” y el “posicionamiento en los mercados internacionales”:
El porcentaje  representado por el costo de adquisición de crudo y productos no venezolanos requeridos para alimentar el parque refinador internacional, dentro de los costos totales de la industria.



En resumen, considero que este terrible panorama de caída libre sólo puede ser abordado con un enfoque político nacional de amplio espectro, autocrítico, múltidisciplinario, transversal e integrador de las diferencias, con la supeditación de los intereses particulares legítimos al interés general, con un diagnóstico descarnado y sin contemplaciones, que supere la ignorancia generalizada, que castigue, cauterice y prevenga las corruptelas, que abra las puertas al escrutinio público de esa caja negra donde se han perpetrado y se sigue perpetrando negocios turbios y, por ende, lesivos del patrimonio público e intergeneracional.
Tareas para las cuales, según mi opinión y muy lamentablemente, no estamos todavía preparados ni dispuestos a afrontar. Perdóneseme el optimismo. 

 cmp, septiembre 2019



[1] El Universal, 12 de agosto de 1990, Entrevista a Arturo Uslar Pietri.

[2] USGS, Heavy Oil and Natural Bitumen-Strategic Petroleum Resources.  Richard F. Meyer and Emil D. Attanasi. http://pubs.usgs.gov/fs/fs070-03/fs070-03.html

[3] El primer gran plan de inversiones en la Faja del Orinoco: 100.000 millones de dólares  entre 1980 y 2000, muerto al nacer por la caída de los precios desde 34 dólares en 1983  hasta  29 en 2984 y 11 en 1986.

[4]  PDVSA, Guías Corporativas 1993-1998: Orientación Estratégica, Caracas, julio de 1992.
Ramón Espinasa y Bernard Mommer, Asesores Mayores en Planificación Corporativa de Petróleos de Venezuela, “La Política Petrolera Venezolana en el Largo Plazo". Mimeografiado, Pág. 14.

[5] Ibid.

[6] OPEC Bulletin, febrero 1981, págs. 2 y 3.

[7] . C. Mendoza P., El Poder Petrolero y la Economía Venezolana, Cap. VII. Pág. 285.  UCV-CDCH, Caracas, 1995.

[9] Ibid., págs. 283-284.

[12] Ibid.

[14] IHS-CERA, Wood-Mc Kenzie, Rystad Energy, Agencia Internacional de Energía, FMI, EIA-DOE, OPEP.

[17] Ibíd.

[18] Ibíd.