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miércoles, 24 de julio de 2019

EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES


El cartero siempre
llama dos veces

Carlos Mendoza Pottellá
24 de julio de 2019

Este film de Lana Turner en 1941, basado en un libro de James M. Cain y protagonizado por Jack Nicholson y Jessica Lange en su versión de 1981,  nos muestra que la suerte no te acompañará siempre y que algún día te tocará pagar la cuenta.



Aquí, en verdad,  me refiero a otro mensajero insistente.

En mis últimos trabajos he tratado de denunciar el extremismo  privatizador que se esconde tras las novedosas propuestas de quienes promueven la medicina neoliberal como cura de todos los males estatistas que infectan a nuestra industria petrolera.

Sin embargo, y como en todo proceso en el que se juzgan inocencias y culpabilidades, a confesión de parte, relevo de pruebas.

Y este es el caso de ahora, con el Anteproyecto de Ley de Hidrocarburos que ha sido presentado ante la Subcomisión de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional por el Partido Voluntad Popular y al cual me referí como “Ley Orgánica para la regulación del comercio de esclavos en Venezuela”. (https://www.aporrea.org/energia/a280531.html)

Mi trabajo hizo reaccionar al mensajero, el Diputado Luis Stefanelli, quien reconoce, en declaraciones posteriores  a Petroguía, (http://www.petroguia.com/pet/noticias/petr%C3%B3leo/nueva-ley-de-hidrocarburos-en-venezuela-prev%C3%A9-recuperar-2-millones-de-barriles-en)
que se trata de parte del Plan Venezuela Energética de Baquero-López, sobre el cual escribí “La oportunidad la pintan calva” (https://www.aporrea.org/energia/a280644.html)

El titular Petroguía de la entrevista a Stefanelli comienza con la oferta caza bobos de siempre: “Nueva ley de hidrocarburos en Venezuela prevé recuperar 2 millones de barriles en tres años”.

Se trata de un instrumento legal, verdaderamente mágico, que pretende soplar y hacer botellas. Veamos, pues, como lo refiere  el cartero:

“…cuyo objetivo es masificar la producción petrolera lo antes posible, rescatar la producción nacional petrolera y desde luego hacer el aporte que siempre el petróleo hará, al menos en los próximos años, a la economía venezolana.”

E inmediatamente viene el mazazo privatizador:

Para lograr estos objetivos planteamos la apertura a la inversión privada nacional e internacional, para lo cual nosotros no limitamos, es decir no obligamos a una asociación para explotar el petróleo venezolano en la cual el Estado venezolano sea necesariamente el socio mayoritario en las acciones, sencillamente desde 0% a 100%, es un proceso de negociaciones, de ganar- ganar.
Si no se abre la industria petrolera, el país está condenado al fracaso. Entonces, lo primero será incentivar la inversión nacional e internacional en la industria petrolera suprimiendo la reserva de la actividad primaria al Estado venezolano, pero teniendo en cuenta que sí mantiene la propiedad de los pozos petroleros y PDVSA, como lo establece la Constitución.
En las disposiciones transitorias se aclara muy bien que los contratos deben ser respetados y que no puede haber cambios en los contratos que no sean autorizados por las minorías. ¿Quiénes son las minorías? Los del 40%, las trasnacionales.

Mención especial merece la frase en donde vincula el ejercicio de la soberanía con la muerte por hambre de los venezolanos, de niños en los hospitales y de 32 balseros desaparecidos en las aguas de Falcón.

Ese término de soberanía, ultroso, grandilocuente que maneja esta gente y que llevan al país a que 5 millones de venezolanos estemos en el exterior, es un término que nosotros vamos a combatir en todos los terrenos.

En un mundo donde las grandes naciones soberanas y sus Estados pugnan por el control de su espacio vital, sojuzgando a las que no tienen como defender su propia soberanía,  Venezuela se adelanta a renunciar a la suya y ofrecer graciosamente su territorio y sus recursos como tierra de nadie, una “no man’s land” esperando a ser capturada.

Dejo al cartero en su laberinto y vuelvo al origen de las propuestas. 

Petroguía nos ofrece una entrega reveladora:

La participación en CERA-Week, evento petrolero norteamericano de importancia global, de los representantes venezolanos de la nueva era petrolera aperturista, Luisa Palacios y Ricardo Hausmann:


Hausmann: PDVSA al mínimo
La intervención de Ricardo Hausmann estuvo centrada en señalar los aspectos que se contemplan adoptar en un eventual gobierno de transición para atraerá inversiones y recuperar la producción petrolera. "Necesitamos abrir la industria petrolera a la inversión privada sin la participación de la compañía petrolera nacional", dijo Ricardo Hausmann en la conferencia, según la reseña de Bloomberg.

Sin la anestesia encubridora de Stefanelli, Hausmann habla con la autoridad de un halcón de los centros financieros y corporativos internacionles, auténticas hermanitas de la caridad, que tienen un generoso “plan de rescate” para Venezuela: Banco Mundial, FMI, Exxon, Conoco, Chevron, Shell, BP, Soros, Trump, etc…

La propuesta se centra en que las empresas transnacionales puedan participar en el negocio petrolero sin que necesariamente se rijan por el esquema de empresa mixta con mayoría accionaria de PDVSA como se impuso en Venezuela después de 2001 y sobre todo de 2007 cuando se migró del esquema de asociaciones estratégicas y convenios operativos a un modelo de empresas mixtas.


Podríamos decir, como en las matemáticas de bachillerato: L.Q.Q.D., Pero el asunto no es tan sencillo.

En primer lugar: nadie niega que estamos al borde del precipicio y que tendremos que hacer todos los esfuerzos necesarios para rescatar una industria petrolera en su peor momento.

Que inevitablemente tendremos que negociar con empresas y centros financieros internacionales, pero, definitivamente, considero que no podemos ir a esa negociación colocándonos en posiciones previas de absoluta minusvalía.

En un país contra la pared, cercado por sanciones internacionales, con una industria petrolera en colapso indetenible, padeciendo de una hemorragia de capacidades técnicas, minada de corrupción, pésima gerencia  y proyectos de pajaritos preñados inviables económicamente,  -que nunca han funcionado a su favor, como la “internacionalización” y los “megaproyectos de la Faja del Orinoco”.

Con el hambre ya instalada en los sectores más desfavorecidos y acechando al 98% de la población para fines de 2019, según pronósticos de Luis Vicente León (http://www.eluniversal.com/el-universal/45982/quien-se-queda-aqui), es tentadora la oferta mefistofélica:

“Esto es un programa de entre 5, 8 y 10 años, en ese lapso ocurren las cosas. De 8 o 10 puede alcanzar entre 3,5 millones y 4 millones de barriles diarios, pero creemos que los primeros 2 millones de barriles de recuperación petrolera, que son los más sencillos, porque son pozos de reciente baja de producción pudieran  ser con un costo bastante menor que reactivar 100.000 barriles normales o nuevos 100.000 mil barriles que requerirían entre 20.000 millones y 30.000 millones de dólares. Esos 2 millones de barriles, nosotros estimamos que podrían recuperarse en 3 o 5 años, quizás menos, todo depende de cómo estén las instalaciones porque, como ya hemos dicho, no tenemos información oficial ni inventario, pero repito una vez más que podemos subir 1,5 millones de barriles en 5 años.”

La eterna danza de los cientos de miles de millones de barriles  anunciada desde 1978 por Guillermo Rodríguez Eraso y fracasada siempre por la insistencia de los “técnicos puros”, quienes no quieren, o pretenden no querer, distinguir entre el 90% de los recursos de crudos extrapesados técnicamente recuperables  del mundo, efectivamente estimadas por el US Geological Survey al norte del Orinoco, y las supuestas mayores reservas  probadas del mundo, “certificadas” con 600 millones de dólares pagados a Ryder Scott entre 2005 y 2007, para engañar a los incautos planificadores públicos.

Pero ahora… ¿Quién quita Venezuela? ¡Sólo tienes que vender tu alma!
¿O es que acaso a los puertorriqueños les ha ido mal? Sin soberanía, pero con nacionalidad norteamericana de segunda, pero que les da derecho a viajar a Miami sin visa, ¡Que envidia!
cmp / 24 de julio 2019

OTROSÍ:

Tal como en trabajos anteriores, la antigüedad y persistencia del debate me obliga a traer al presente viejos argumentos. Las circunstancias cambian, pero los argumentos son los mismos. El 21 de mayo del año pasado, después de terminar el día anterior el trabajo titulado “Política Petrolera a la manera de los músicos del Titanic”,  reproduje dos trabajos de 1997, que ahora mantienen su pertinencia y anexo una vez más:

Bonus Track: Viejos argumentos
para un debate permanente

Carlos Mendoza Pottellá
21 de mayo de 2018

En la sustentación de las posiciones que he venido sosteniendo en torno a las causas y perspectivas de solución de los graves problemas que confronta la industria petrolera nacional y el país mismo, hurgué en materiales propios para encontrar datos y argumentos procesados en otros tiempos sobre situaciones similares . 

Además de los datos que presenté en mi trabajo anterior, terminado el día de ayer en medio de la turbulencia electoral y, por ello mismo, con la sensación de estar en la misma posición  de los músicos del Titanic,  encontré dos textos que reproduzco aquí por considerar que los argumentos esgrimidos en ellos siguen estando vigentes y ponen en evidencia que las circunstancias críticas y las posiciones de los participantes en el debate no han cambiado.  

Escenarios, falacias y caballos de Troya

FUNDAPATRIA, “ABC Petrolero”, 30 de enero de 1997. 

"Crítica Petrolera Contemporánea 1996-2000" 

                                                                                    
En la entrega anterior de “Apuntes...” prometíamos continuar la historia de las relaciones que se instauran en Venezuela en torno al petróleo y su explotación industrial, cuyos protagonistas, contradictorios pero mutuamente dependientes, han sido el Estado venezolano y las grandes corporaciones petroleras internacionales.

Decíamos entonces que esas relaciones florecieron inicialmente dentro del marco del régimen concesionario heredado de nuestro pasado colonial. Concluido el ciclo concesionario, esas relaciones cambiaron de forma con la “nacionalización” de la industria, pero no sólo se mantuvieron, sino que se intensificaron y extendieron a campos inusitados.

Hacíamos referencia a los contratos de Asistencia Técnica y Comercialización, suscritos pocos días antes del tránsito formal de la industria petrolera a manos del Estado, como los eventos paradigmáticos en cuanto a los vínculos Estado-Corporaciones en los años que siguieron hasta nuestros días. 

Utilizando una terminología contemporánea, en esos contratos se plasmaron los pasos iniciales de la apertura petrolera, porque fue a través de ellos que las antiguas concesionarias pasaron a tener injerencia en espacios distintos a los de las concesiones de las que habían sido titulares hasta 1976.

Fue así como se inició un curso fatal de deterioro de la participación nacional en el negocio petrolero, constituyendo la llamada “apertura petrolera” sólo el Capítulo contemporáneo de una política que ha tenido siempre el mismo signo: la expropiación del patrimonio colectivo en beneficio del gran capital transnacional y de las elites aprovechadoras criollas, cuya punta de lanza la constituyen hoy, y desde hace 20 años, las cúpulas gerenciales de mentalidad privatista enquistadas en los puestos de comando de la empresa estatal.

En los últimos eventos de esa política hubo todo un proceso previo de preparación y hasta un ensayo general: el Proyecto Cristóbal Colón.

En cada escaramuza por la “internacionalización”, la Orimulsión, el mejoramiento de crudos extrapesados y la entrega de los “campos marginales”, se quedaron pedazos de soberanía, de capacidad de control y fiscalización, jurisdicción de las leyes y tribunales nacionales, y, como se constata en las cifras oficiales, de integridad de la participación fiscal.

Todo ello, en nombre del mantenimiento de la autonomía operativa y financiera de PDVSA y sus filiales, pero con los propósitos reales abiertamente planteados por su Presidente: expansión del negocio y “estímulo” a la participación del capital extranjero.

De esta manera es que llegamos "preparados"  para negociar nuevas concesiones con nuestros antiguos y renovados socios extranjeros: con un viejo cuerpo legal, reglamentario y de control desmantelado, pero con un instrumento completamente nuevo y aceitado para el regreso transnacional: el “esquema de ganancias compartidas”.

Es así, pues, como PDVSA ha devenido en la antítesis de lo que debería ser y la empresa del Estado para la administración eficiente de los recursos públicos de hidrocarburos se transforma en facilitadora de oportunidades de negocios privados, promoviendo paulatinas modificaciones legales o propiciando transgresiones legales, multiplicando proyectos de limitada o nula rentabilidad fiscal, impulsando múltiples formas de participación privada, desde la internacionalización, la contratación de servicios y el “outsourcing” de ciertas funciones considerada no medulares, hasta los diversos niveles de “asociaciones estratégicas” que desembocan en el presente otorgamiento subrepticio de concesiones, paso previo a la “democratización del capital” mediante la colocación de bonos y  la venta en forma de acciones de PDVSA y sus filiales.

Tal es nuestra opinión en torno al proceso de la política petrolera venezolana en los últimos 20 años. A contrapelo de las formulaciones legales y reglamentarias, de las tradiciones y rituales de la política petrolera venezolana, con el disfraz de la nacionalización hemos introducido en nuestra casa un caballo de Troya antinacional, el cual, en nombre de supuestos “escenarios productores” y de “combate al rentismo” ha liquidado la capacidad efectiva de captación nacional de una renta que de todas maneras se produce, en tanto que su determinación es el resultado de un intrincado conjunto de relaciones económicas internacionales, establecidas y consolidadas en un proceso que se inició a principios de siglo.   

La falacia del “escenario productor” enfrentado a otro “rentista” queda en evidencia cuando constatamos que uno de los resultados evidentes que tendrá el “esquema de ganancias compartidas” será la minimización de la participación de PDVSA, tanto en su condición de operadora como en la de perceptora de beneficios, colocándose en una posición que no tiene otro nombre sino el de rentista, en tanto y en cuanto usurpa el papel que le corresponde al Ministerio de Energía y Minas en la fiscalización y control de entes operadores extranjeros.

Ahora bien, todo lo anterior constituye una visión particular de un proceso que puede ser evaluado desde ópticas más modernas y con colores menos sombríos. Visiones que, entre otras cosas,  desechen anticuados principios nacionalistas, de soberanía o autarquía, muchos de los cuales se resumen en el antediluviano y pavoso concepto de “patria”.
Visiones que entiendan la realidad unipolar y las condiciones que nos son exigidas para integrarnos a los mercados mundiales, cumpliendo más eficientemente, y sobre todo competitivamente, con nuestro tradicional papel de suministradores de materias primas baratas.

Que tomen en cuenta que, si en alguna oportunidad nos pudimos colar entre los resquicios de la guerra fría y ello nos permitió invertir transitoriamente el sentido de la corriente expoliadora de nuestras riquezas y capacidades productivas, ahora esa posibilidad ya no existe y debemos renunciar a lo que “modernamente” se considera como una participación “exagerada” en la renta generada por nuestro subsuelo.

Eliminemos controles e impuestos, minimicemos esa excrecencia feudal que es la regalía, acordemos depreciaciones aceleradas para la inversión extranjera, reconozcamos toda clase de gastos como costos deducibles para fines fiscales y recibamos los beneficios de empleo y prosperidad que nos ofrecen los capitales internacionales que vendrán a ubicarse dentro de nuestras fronteras, los cuales no serán “capitales golondrinas” aprovechadores de ondas especulativas, sino avezados “capitales vampiros” que chuparán nuestros recursos mientras ello sea lo suficientemente rentable y luego nos dejarán, como siempre, enfrentados a otro “viernes negro” y preguntándonos ¿ en qué nos equivocamos esta vez?

La realidad es terca... pero mucho más lo son los planificadores petroleros 

Carlos Mendoza Pottellá
FUNDAPATRIA, “ABC Petrolero”,  20 de enero de 1997
 "Crítica Petrolera Contemporánea 1996-2000"  (CDCH-UCV 2000)                                                                                                                                                                                                                
Enero comienza y ya casi termina, con noticias nada auspiciosas en materia petrolera: Una caída de los precios del petróleo que ha obligado a redefinir los cálculos presupuestarios y  ha puesto a los planificadores petroleros a producir declaraciones apresuradas sobre el carácter coyuntural del fenómeno: un invierno moderado y los coletazos del “efecto dragón” –que se suponen también coyunturales- son los factores que más se mencionan.

Como comentáramos ya en la columna anterior, algunos llegan al cinismo de achacar el desencadenamiento del proceso a “la sobreproducción saudita” sin mirar la viga en el ojo propio, materializada en varios años de sobreproducción venezolana, la cual en el último de ellos promedió bastante más de un millón de barriles diarios.
De esta manera se pretende, con la clásica “viveza criolla” que no engaña a nadie, que nuestros excesos son benignos y no causan sobreoferta y que la culpa es de los demás.

Por otro lado, considerar coyuntural la crisis de los países asiáticos cuyas monedas han caído entre un 30 y un 80 por ciento desde julio del pasado año, tal como lo reportara recientemente el Wall Street Journal en su versión de El Nacional, deja ver a las claras la voluntad gerencial de cerrar los ojos ante realidades que anuncian tendencias distintas a las pregonadas.

El dogmático optimismo de los escenarios en los cuales basan su política expansiva los planificadores de PDVSA puede evaluarse por su inmutabilidad. 

En efecto, desde 1991 se han mantenido incólumes –salga sapo o salga rana- las proyecciones de un crecimiento de la demanda energética global a una tasa del 2% anual “en los próximos 20 años”.

Más recientemente, en su “Plan de Negocios 1997-2006”  el optimismo siguió creciendo: ahora se proyecta que ya no será la demanda energética, sino la petrolera, la que crecerá a esa tasa  interanual y un poco más (2,1%), con lo cual resulta que el consumo petrolero pasará de 70 millones de barriles diarios en 1995 a 88 MMBD en el año 2006, es decir,  un crecimiento de casi 26 por ciento respecto al año inicial.

Pero las cosas no se quedan allí. Según las previsiones de ese Plan de Negocios, el suministro No-OPEP se mantendrá estacionario durante el lapso considerado lapso, registrándose al final del período una disminución del 1,2%. 

La emergencia de Kazajastán, Colombia, Vietnam, Papúa Nueva Guinea, Uzbekishtán y otros nuevos productores, y la próxima recuperación de un tradicional productor gigante, Rusia, en el cual el capital petrolero internacional está realizando grandes inversiones, será compensada con la inevitable caída de la producción en Estados Unidos, México y el Mar del Norte.

Por el contrario, el suministro petrolero aportado por los miembros de la OPEP crecerá a una tasa del 5% interanual, al pasando de 27,8 millones de BD en 1995 a 47 millones en el 2006, para registrar un 69% durante el lapso considerado. (Nota 2019: trece años después esa producción es de 29 millones de bd)

Y dentro de esas auspiciosas perspectivas de la OPEP a Venezuela se le asigna, por arte de Birlibirloque,  la mayor tasa de crecimiento: un 7,5% interanual, que elevará la producción del país desde los 2,7 millones de BD de 1995 a los proyectados 6 millones de 2006, un crecimiento total de 122,22% durante el lapso.

¡Que sabroso es “planificar” así! Minimizar los factores negativos, espolvorear las dificultades sobre los competidores y  paralizarlos:

Así, PDVSA aprovecha que ellos seguirán empeñados en defender los precios y se lanza a la conquista de una mayor tajada del mercado.

Para ello es necesario asignarse a sí misma todas las bondades competitivas: eficiencia productiva, cercanía a los mercados, garantía de suministro sin perturbaciones bélicas, cultura occidental, bajos precios, apertura a la inversión extranjera con impuestos mínimos y ofertas de privatización total a mediano plazo ¡y ya! la producción comenzará a crecer a tasas aceleradas.

Poco importa que los incrementos de producción se hagan a costos unitarios crecientes y con una participación fiscal y nacional cada día menor. En fin, lo que importa es la expansión del “negocio” y las oportunidades de ganancias rápidas que ofrece a los potenciales socios e inversionistas.

Ah, pero cuando los efectos de la sobreoferta comiencen a sentirse, habrá que echarle la culpa a otros, en particular a “nuestros competidores”, quienes han tenido la osadía de seguir nuestro ejemplo y comienzan a recorrer el camino de la sobreproducción. ¡El colmo es que hasta santificaron nuestra sobreproducción en su última Asamblea OPEP, para poder hacer lo mismo! “Pero eso es coyuntural”.

Venezuela, que tiene 27.000 pozos en capacidad de producir y que en efecto produce por unos 14.000, a una tasa de 250 barriles diarios es, a pesar de ello, y según los cálculos de PDVSA, uno de los productores de más bajos costos unitarios, tanto, que puede competir ventajosamente con  Arabia Saudita, Kuwait, Irak, Irán y los Emiratos Arabes, los cuales producen por mucho menos pozos y a una tasa promedio de 5.000 barriles diarios.

Sólo los eternos inconformes se atreven a insinuar que en esos países el costo unitario por barril está por debajo de los dos dólares y que en el nuestro pasa de cuatro de esos billetes... y hasta de seis si es para declararle costos a la OCEPRE.

Ironías aparte, se trata de un asunto de una gravedad particular, donde están en juego gigantescas cantidades de recursos materiales y financieros y donde un tratamiento subjetivo, falaz y sesgado por los intereses particulares, nacionales y sobre todo extranjeros, que han impuesto la política de expansión a todo trance, tendrá consecuencias catastróficas para el país y, sobre todo, para los más golpeados sectores de la población.
cmp / 24 de julio de 2019

martes, 28 de mayo de 2019

LA OPORTUNIDAD LA PINTAN CALVA...


La oportunidad la pintan calva…
Para la rebatiña petrolera

Carlos Mendoza Pottellá
28 de Mayo, 2019

En trabajos anteriores he expuesto la tragedia petrolera que vive la Nación, resultado en parte, de la pésima planificación de pajaritos preñados en torno a la Faja del Orinoco y las supuestas “mayores reservas petroleras del mundo”, la discapacidad técnica, sobre todo político-económica, de una  gerencia cada vez menos profesional y la avasallante corrupción, factores cuyos efectos perversos se acentúan en un ambiente geopolítico hostil, de bloqueo y sanciones ejercidas por la más poderosa potencia mundial. [1]

El siguiente gráfico, que he reproducido en trabajos anteriores, y en el cual se registra el trayecto de 103 años de producción petrolera, confirma la gravedad de las circunstancias mencionadas.



Si se enfoca la atención  en las últimas dos décadas se puede observar lo siguiente:

La producción petrolera, recuperada del sabotaje 2002-2003, cuando se hundió a niveles puntuales de hasta 300 mil barriles diarios y un promedio para todo el 2003 de 2,8 mbd, se elevó en 469 mil bd hasta alcanzar, en 2005, los 3 millones 269 barriles diarios en el promedio anual.

A partir de ese año –precisamente aquél durante el cual se formularon los nuevos planes de expansión hasta 5 millones de barriles diarios, herederos de los fallidos y aperturistas planes expansivos de 1994-1998- la producción promedio comenzó a caer, hasta aterrizar en 2 millones 894 mil bd en 2013. Es decir, un descenso de 375 mil barriles diarios en ocho años.

Pese a todo, y como he referido en los trabajos citados, en los años subsiguientes, desde 2012 hasta 2016 los planificadores de PDVSA siguieron presentando proyectos con metas disociadas de la realidad, de 5, 6 y hasta 7 millones de barriles diarios para el 2021, sustentados en presupuestos imposibles de financiar, a cualquier precio predecible entonces para el barril petrolero.

En el presupuesto de inversiones 2015-2019, se programaron, 234.357 millones de dólares en 5 años, sólo para exploración y producción,  y una inversión total de 302.316 millones.
Y mucho menos factibles eran esos desembolsos para una industria con resultados financieros como los siguientes:






Por el contrario, y como puede observarse en el primer gráfico  comentado, la producción cayó hasta 1 millón 911 mil barriles diarios en 2017, cinco millones de barriles diarios menos que la meta que se pretendía alcanzar dos años más tarde.

A partir de entonces, y con la tendencia bajista exacerbada por la aplicación las políticas establecidas en el “America First Energy Plan” de Donald Trump contra los “Estados forajidos” de Irán, Rusia y Venezuela, el derrumbe se precipitó hasta los 800 mil barriles diarios registrados en abril del presente año, después de hacerse efectivas las sanciones previstas en ese plan.

Pese a todo, en un ejercicio de contumacia planificadora, y tal como se registra en el mismo gráfico, a finales de 2018 se difundió la nueva meta de PDVSA: producir 5 millones de barriles diarios en 2025. ¿Se necesitan comentarios?

Este reiterado diagnóstico ha estado animado siempre por la voluntad de encontrar vías de solución, medios para la preservación del principal patrimonio minero nacional. De ello dejo  testimonio en las referencias de esta nota.[2]

Pero la evidencia de las trágicas circunstancias actuales ha estimulado una nueva proliferación de propuestas y soluciones perversas, cargadas de la ancestral voluntad privatista: aquella que promueve el despojo del patrimonio colectivo en beneficio de los sectores más capacitados para obtener pingües beneficios del libre mercado.

En cuanto al sustento y antigüedad de este debate y de mis argumentos al respecto, me veo obligado a insertar otras referencias personales que considero pertinentes:

“…hoy está de moda el dejar de ser rentistas y estimular escenarios productivos donde el sector privado lleve la batuta, como en toda sociedad capitalista que se precie de serlo. Superando las obstrucciones que genera la propiedad estatal sobre el recurso petrolero, el interés colectivo real, en este sector, estaría en los efectos multiplicadores que tendrían los negocios privados en la reactivación de la oferta y demanda agregada de bienes y servicios, los cuales, a su vez, estimularán el crecimiento de la producción y el empleo en el resto de la economía nacional.” [3]

Muchos compatriotas han sido tocados por la matriz de opinión según la cual, la privatización de Petróleos de Venezuela, S.A. Pdvsa) puede ser la cura de todos nuestros males económicos. Pagaremos la deuda externa y seguiremos expandiendo nuestra producción petrolera. El desarrollo de las actividades no petroleras vendrá después. Las graves circunstancias en que vive la inmensa mayoría de los venezolanos, ubicados entre la pobreza crónica y la miseria extrema, dan carácter de urgencia a la vía privatizadora. Las posiciones nacionalistas en esta materia son equiparadas a las actitudes del avaro, que muere de indigencia en un lecho de morocotas de oro.” [4]

El principal instrumento de esas propuestas se fundamenta en una distorsionada interpretación de nuestra historia y una intencionada confusión de  conceptos tales como Estado, Nación, gobierno, república, patrimonio colectivo y ciudadanía, a partir de la cual se pergeña un discurso falaz, según el cual los ciudadanos, verdaderos dueños de los recursos petroleros, son despojados por el Estado, cuando éste se “apropia” de los beneficios –la renta- que genera la industria que convierte a esos minerales en productos para el mercado.

Justamente, la confusión entre los términos gobierno, Estado y Nación, forman parte del arsenal discursivo de quienes postulan la primacía de la propiedad privada sobre la propiedad pública, la privatización como sinónimo de democratización liberal. Cuando condenan las políticas “estatistas” que maximizan lo que el gobierno “pretende cogerse”, obvian el hecho de que ese gobierno y ese Estado son entes temporales que representan los derechos de la Nación eterna, es decir, el concepto que engloba a todos los venezolanos, vivos y por nacer, cuyo patrimonio debe ser administrado con criterios de máximo aprovechamiento presente y futuro.” [5]

Una muestra de ese discurso manipulador nos lo entregó hace más de tres décadas un destacado epígono de las bondades del liberalismo norteamericano, avergonzado de nuestra tradición legal “absolutista” y distorsionando, de paso, el espíritu bolivariano que quedó expreso en su decreto de 1829, el cual reserva las minas de cualquier clase a la República y ha sido fundamento del derecho minero venezolano hasta nuestros días:

... nuestra historia republicana evidencia el tránsito del soberano-rey al soberano-civil, ya sea éste el dictador-déspota  antes o el dictador-partidos políticos ahora.
Influenciados además por las doctrinas marxista-leninista y fascista, igualmente absolutistas, muchos de nuestros pensadores se apartaron de las ideas liberales de Bolívar y Sucre, tomando la noción de que la soberanía descansa en el Estado o el pueblo como un todo...

... los Estados Unidos florecieron porque, en verdad, dieron la soberanía al individuo...

... No reservaron al Estado ningún bien material (a excepción de algunos parques naturales), o actividad industrial, comercial o de servicios. Cada quien produciría prioritariamente para sí y su familia, y subsidiariamente para la comunidad. ¡Gran distinción con el absolutismo! Pues en éste el trabajo pertenece primero al soberano-rey, al soberano-Estado o al soberano-pueblo y sólo después al trabajador y su familia. [6]

A partir de esa falacia se ha  promovido, y se sigue proponiendo hoy, la más demagógica y antinacional de las propuestas: repartir anualmente una parte sustancial de los beneficios y todos los dividendos de la industria petrolera entre los ciudadanos, vale decir, los  mayores de 18 años.[7]

Antinacional, sin ambages, porque es una propuesta que despoja a la Nación eterna, es decir, a todos los habitantes vivos y por nacer en este país hasta el momento en que desaparezca como tal entidad, por causas tales como conquista extranjera o cataclismo nuclear.

Los habitantes de Venezuela mayores de 18 años, estimados en unos 20 millones al final de este año, constituyen el 60% de la población total, estimada en 32 millones de personas para la misma fecha.

Al momento de aprobarse tal reparto de dividendos, la porción así privatizada sería dedicada en gran parte a alimentar el mercado de consumo y a la realización de inversiones  que arderán en las grandes fogatas de los procesos de centralización y concentración de capitales característicos de cualquier mercado libre, pero más aún cuando se trata de hambrientos estimulados pavlovianamente hacia el consumo inmediato, en los cuales medra la propaganda masiva de compras por Amazon e inversiones “desde sólo 500 mil dólares”  para obtener la Visa EB-5 de negocios en los Estados Unidos.

En consecuencia, con el tiempo, la participación recibida directamente por la mayoría de esos veinte millones de “privilegiados” se irá concentrando en las manos  de los emprendedores de siempre y otra gran parte de ellos se agregará a los más de 10 millones de los “menores” que serán automáticamente desheredadas de su patrimonio. Dadas las actuales tasas de crecimiento poblacional, para el año 2050 habrán nacido en este país otros 8 ó 9 millones de nuevos desheredados.

Más allá no podemos aventurar nada, sobre todo si se cumplen los pronósticos sobre el cambio de la matriz energética en cuando a la disminución del uso de los hidrocarburos en las próximas tres décadas, lo cual conduciría a que las instalaciones para extraer petróleo en los siguientes 600 años se conviertan en los temidos “stranded assets” (activos varados) que hoy aterran a los accionistas de Exxon Mobil y sus corporativas hermanas petroleras.

La falacia de estas propuestas es inconmensurable, cuando se pretende comparar un fondo de reparto anual de dividendos  con otros fondos de ahorro transgeneracional, como el noruego o el kuwaití, que son precisamente diseñados para “las nuevas generaciones” y para posponer el consumo de ingresos extraordinarios que, de otra forma provocarían efectos perversos en sus respectivas economías, tales como los que dieron lugar a los denominados “efecto Venezuela” (justamente caracterizado así por los noruegos y predicho en 1930 por Alberto Adriani) o la más reciente, y popular entre nuestros noveleros economistas desconocedores de la historia económica nacional, “enfermedad holandesa”.

Y se trata de privatizar, no de “desestatizar”, porque se trata de hacer privado lo que es un bien público, que debe tener un destino de beneficio colectivo, de servicio público, de inversión para acrecentar el patrimonio de todos, de la Nación toda.

La manipulación mediática de estos conceptos, hace que hasta quien escribe dude antes de utilizar la palabra “público”, porque puede ser interpretada como “perteneciente al Estado”.

Esta manipulación condujo a extremos como los de un conocido gerente petrolero de los 70, Shell- Maravén, cuando proclamaba: “Si yo soy accionista de la Shell, ¿por qué no puedo serlo de PDVSA?”

Y ése, precisamente, fue uno de los primeros proponentes del reparto de las acciones de PDVSA entre los mayores de 18 años, fundado siempre en el mismo argumento:

“- Al no resolver las diferencias entre Estado y nación, le dejará al Estado la propiedad de los yacimientos petroleros cuando éstos deberían ser propiedad de la nación. Es decir, de todos nosotros. El Estado es su ente regulador, mas no su dueño.”[8]

Ya para entonces inmerso en el debate de la “apertura petrolera”, respondía:

La apertura es apenas el capítulo contemporáneo de una política que ha tenido siempre el mismo signo: la expropiación del patrimonio colectivo en beneficio del gran capital transnacional y de las élites aprovechadoras criollas, cuya punta de lanza la constituyen hoy, y desde hace 20 años, las cúpulas gerenciales de mentalidad privatista enquistadas en los puestos de comando de la empresa estatal. [9]

Con el paso de los años, enfrentados ahora a la situación crítica referida en las primeras líneas, renace la matriz neoliberal, ahora institucionalizada en centros promotores de esa doctrina, como CEDICE:

 “Es necesario revisar la relación Estado-Sociedad  con respecto a la renta que produce la actividad de los hidrocarburos, para que esta vaya directamente a los ciudadanos. El excedente económico que se origine en la actividad petrolera, que corresponde a la Nación, será destinado totalmente a la creación de un FONDO, que será el Fondo de ahorro, patrimonio e inversión de los venezolanos. Su rendimiento será entregado directamente a cada venezolano a través de cuentas individuales.


Será preciso que PDVSA deje de ser una operadora y convertirla en una excelente administradora de los Contratos de Producción Compartida (“Production Sharings”), en nombre de los propietarios del recurso, todos los ciudadanos.” [10]

Justamente ahora, en momentos críticos para la Nación y partiendo de esta matriz CEDICE, nos alcanzó el futuro, y aparece una nueva propuesta privatizadora, envuelta en el atractivo papel de regalo de “democratizar el ingreso petrolero”.

Los señuelos, son los mismos de siempre: Maximizar la producción petrolera y gasífera, diversificar la economía, desarrollo sustentable y equilibrio ambiental. El mejor de los mundos posibles. [11]
Partiendo de una afirmación que puede ser generalizada a todos los gobiernos que en este país han sido, según la cual los grupos que controlan el poder político privatizan las ganancias de la industria petrolera al apropiársela ellos y que el resto de los venezolanos asumimos siempre las pérdidas, plantean un “nuevo esquema distributivo” en el que fundamentan su proyecto de “democratización del petróleo”:

“Planteamos que parte de la renta petrolera sea depositada en cuentas individuales de cada venezolano mayor de edad sin distinción de ningún tipo y para ello proponemos contabilizar de manera clara y separada la parte del ingreso petrolero que le corresponde al Estado y la que les corresponde directamente a los ciudadanos…” [12]

Aunque se trata de una propuesta bastante más elaborada que las de sus predecesores, en cuanto a la restricción del destino que cada ciudadano dará a su porción del ingreso petrolero, al establecer que ella será aplicada al ahorro de una pensión, el financiamiento de la educación, la adquisición de vivienda, la atención médica hospitalaria y la inversión productiva, la sola mención de estos rubros prefigura un futuro en el cual la salud, la educación, la seguridad social y hasta la pensión de retiro, serán asuntos de los cuales cada individuo deberá proveerse, reduciendo el papel del Estado al de policía, administrador de justicia, vigilante de las fronteras y monopolista de las limitadas armas de la Republica. El propio ideal del extremismo liberal.

Todo lo demás puede y será privatizado: escuelas, universidades, hospitales, aeropuertos, parques, autopistas, fondos de pensiones, emisión de monedas, cárceles y manicomios. Y todo ello en beneficio de sus ciudadanos más aptos, emprendedores y sobrevivientes de la vorágine de la libre competencia.

La justificación teórica e ideológica de la recentísima propuesta López-Baquero es la misma y añeja de Quiroz Corradi-Monaldi, Sosa Pietri, Giusti, Espinaza y otros: Son los ciudadanos, aquellos con derecho a voto según los códigos civiles, los mayores de 18 años, los auténticos propietarios de la renta del suelo y no el Estado. Vale decir, reiteraremos hasta el cansancio, no la Nación.

Parten como ya referí, de la confusión del Estado con la Nación y la reducción de ésta a su porción ciudadana, mayor de 18 años:

“…proponemos que el ingreso petrolero generado por la venta del petróleo sea dividido entre el Estado y los ciudadanos. …
La herencia y el marco actual definen que la propiedad del petróleo es de los venezolanos, sin embargo, esta propiedad para poder distribuirla debe ser extraída y vendida. La propiedad adquiere valor más allá del formalismo legal de que nos pertenece a todos. Es por esta razón que nosotros consideramos que es el ingreso petrolero y no los yacimientos en el subsuelo lo que debemos distribuir. [13]

A partir de estos postulados define las porciones que integrarán el “Ingreso Petrolero Ciudadano” y que deberán ser depositadas anualmente en las cuentas individuales de cada ciudadano, en un “Fondo Patrimonial de los Venezolanos”

Toda la regalía, la sobretasa de 16% de Impuesto Sobre la Renta aplicada a los hidrocarburos y todos los dividendos que declare PDVSA. 

Es decir, todo el excedente rentístico, la renta petrolera, renta de la tierra, que se percibe por la propiedad del subsuelo, de sus minas de cualquier clase, incluidos"bitúmenes y jugos de la tierra",  que "corresponde a la República" desde el Decreto del Presidente de Colombia en 1829, va a ser asignado al 60% de la actual población viva.  

Desde luego, este Fondo Patrimonial “manejará un monto importante de recursos que podrá bajo criterios estrictos de eficiencia y transparencia, garantizar un rendimiento seguro y razonable de las inversiones de estos fondos…” 

En otras palabras, en vez de ser el Estado republicano, legal, constitucional e históricamente conformado como garante de los intereses permanentes de la Nación, serán los empresarios-administradores de un Fondo parcial, el de los ciudadanos mayores de 18 años, quienes van a decidir el destino del patrimonio colectivo ancestral y futuro de todos los venezolanos.

Y nada de esto tiene que ver con los fondos creados en otras latitudes -Noruega, Kuwait- a los cuales se alude falazmente como supuestos paradigmas para la instauración de un contrabando privatizador.

La sangrienta ironía de los autores de esta propuesta expropiadora de los futuros habitantes del país está en su  dedicatoria:
"Dedicamos este libro a las nuevas generaciones venezolanas" [14]
CMP, mayo 2019




[2] Petróleo y Geopolítica, en  Nacionalismo Petrolero Venezolano en Cuatro Décadas, pág. 628.  
[3] C. Mendoza P. “Privatizar PDVSA ¿vender el sofá”? en  Crítica petrolera contemporánea,  Crónicas Disidentes Sobre la Apertura y el Poder  Petrolero (1996-1999)

[4] C. Mendoza P.¿La privatización petrolera hará el milagro?” ABC Petrolero, FUNDAPATRIA, 22 de julio 1998.

[5] C. Mendoza P. Ignorancia Petrolera y Neocolonialismo, en  Crítica petrolera contemporánea.  Op. Cit.

[6] Andrés Sosa Pietri "Apertura petrolera, soberanía y la parábola de los talentos". El Universal, pág. 2-2/ 6 de enero de 1996.

[7]  Un antecedente de transparente demagogia electoral lo constituyó la promoción,  hecha en 2006 por el candidato presidencial Manuel Rosales,  de una tarjeta, “Mi Negra”, en donde cada ciudadano recibiría una participación  en los beneficios de la industria petrolera como aporte para la cuota inicial de su vivienda.

[8] Alberto Quirós Corradi, “XX Aniversario, PDVSA en la encrucijada”. El Universal,  14 de septiembre de 1995. Pág. 2-2.  

[9] C. Mendoza Pottellá, 1996. “Apertura petrolera: Nombre de estreno para un viejo proyecto antinacional”. Inserto en varios capítulos de  Nacionalismo Petrolero en Cuatro Décadas.  Op. Cit.

[10] Diego González Cruz.  Propuestas para Venezuela. Cómo rescatar a la industria petrolera nacional. CEDICE Libertad, Caracas 2016

[11] Leopoldo López, Gustavo Baquero: Venezuela Energética. Propuesta para el bienestar y el progreso de los venezolanos.  pág. 166.

[12] López-Baquero, Op. Cit.

[13] López-Baquero Op. Cit. Págs..256-262.

[14] López-Baquero Op. Cit. Pag. 11.