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martes, 17 de diciembre de 2019

PETRÓLEOS DE VENEZUELA PATRIMONIO NACIONAL INALIENABLE


Forja de un Estatista (II)

Continúo en el arqueo de los argumentos esgrimidos hace más de 20 años sobre el tema del cual versan mis artículos recientes, en particular el último, “The Government take, el Silbón y La Llorona”. [1]

 Se trata de traer a colación un viejo discurso, para insertarlo en el debate actual, en los términos y circunstancias que se plantearon desde entonces.


Alcance y significación 
del carácter estatal de PDVSA 
y su nuevo rango constitucional 

Carlos Mendoza Pottellá

“ABC Petrolero”, Fundapatria - 10/11/1999
REPORTE diario de la economía - 12/11/1999 [2]

La reserva constitucional al Estado de la propiedad exclusiva sobre la totalidad de las acciones de PDVSA ha sido recibida como una gran derrota por parte de las fuerzas interesadas en el jugoso negocio que ya tenían asegurado, de haber continuado la gestión petrolera del combo Giusti-Arrieta-Quirós o una parecida. 


Como dice Veneconomía en su edición semanal correspondiente al 10 de noviembre pasado, "El sector privado plenó los diferentes medios de comunicación para expresar su rechazo a tal decisión". Nada más obvio, cuando ya esos medios habían silenciado, por dos meses el hecho de que esa propuesta existiera, y ello obligó a FUNDAPATRIA a publicar un comunicado pagado anunciando al país que esa medida había sido aprobada por la Comisión de lo Económico y Social de la Asamblea Nacional Constituyente. 


Claro, confiaban en el ejercicio de sus silentes mecanismos de presión, para torcerle en privado, a la sombra del "bajo perfil", el brazo a la ANC. 

Ahora, como la estrategia les fracasó, se desgañitan en protestas y en interpretaciones trucadas de las implicaciones de la norma constitucional aprobada. Por lo demás, se han presentado de cuerpo entero los sectores y personalidades que, agazapados, han estado trabajando por la privatización de PDVSA, aunque digan que sólo se trate de prevenir "rigideces" en el futuro. 


En primer lugar es necesario aclarar que en ningún caso la propiedad exclusiva de las acciones implica la imposibilidad de contratar o convenir con empresas privadas del sector, nacionales o extranjeras. 
Esto hay que puntualizarlo, por las falacias voceadas este sentido, pretenden demostrar que ahora PDVSA no podrá realizar contratos operativos o realizar operaciones de "outsourcing" sobre actividades no medulares.

Se trata simplemente de satanizar la norma constitucional y de dar por sentado que la estupidez burocrática es consustancial con la propiedad estatal.  

La realidad es que PDVSA, en tanto que empresa a la cual su propietario estatal tuvo que darle la forma de sociedad anónima [3](1), puede realizar toda clase de operaciones mercantiles, mientras ellas no involucren enajenación del capital accionario de la empresa. 

Es decir, que no puede comprometer la integridad de la empresa, ni comprometer su patrimonio como garantía en operaciones financieras o contratos de cualquier índole con terceros. 

Pero ello no quiere decir que no pueda, por ejemplo, enajenar activos cuya prescindencia no dañe el normal desenvolvimiento de las actividades reservadas al Estado, o contratar servicios externos para la operación de alguna de sus instalaciones y equipos, cuando así se considere conveniente. 

Más aún, si la propia Constitución la autoriza a realizar Convenios de Asociación, aún con la previsión de que Estado deberá detentar el control, automáticamente la está autorizando a participar en la propiedad sobre los activos de esa Asociación, compartida con las empresas privadas participantes. 

La intención del constituyente es una sola: mantener bajo el control del Estado, como ejecutor y garante de la propiedad colectiva de los venezolanos, el poder de decisión sobre esa industria fundamental. 

Para que eso se cumpla a plenitud, es absolutamente necesario impedir la cesión, por mínima que ella pretenda ser, de porciones de la propiedad y el control sobre el ente estatal bajo cuya responsabilidad se ha colocado la administración física de los recursos y las operaciones de producción que habrán de realizarse, en función de las políticas que determinen los poderes públicos. 

Esa propiedad absoluta es la que permitirá a la Nación venezolana tener una voz propia, clara y distinta en el mercado petrolero, no sólo como propietaria de sus inmensos yacimientos, sino como soberana en las principales decisiones para su disposición, manufactura y comercialización. 

No se trata de cerrar las puertas a los capitales privados nacionales y extranjeros en esas actividades. Quienes conocen el negocio petrolero saben que aún con el control estatal exclusivo sobre PDVSA existen muchas vías para la participación de esos capitales en los negocios que se generan a partir de la producción petrolera venezolana. 

Es más aún, existen múltiples ventajas, que son las que han atraído permanentemente al capital petrolero internacional hacia nuestro país y que lo seguirán atrayendo. De lo que se trata es de una negociación dura, con los capitales internacionales más avezados, acostumbrados a imponer ruinosas condiciones a quienes no estén preparados para hacerse respetar. 

Venezuela tiene en sus manos un poderoso instrumento de negociación y no puede renunciar a él. Por el contrario, debe utilizarlo, debe hacer valer su poder y sus condiciones inmejorables como suministrador seguro, políticamente estable y cercano al principal mercado mundial. 

Es claro que una de las maneras de negociar preferidas por el poder petrolero es la del chantaje y el soborno, la de amenazar con bloqueos, boicots y restricciones y la de comprar "lobbystas" y fabricar solidaridades automáticas. 

Para ello cuentan con inmensos recursos y el poder suficiente como para lograr coros de aparente unanimidad en los medios de comunicación. 

Pero Venezuela cuenta con suficientes recursos para enfrentar esa "negociación dura". A las mencionadas ventajas estratégicas de nuestro petróleo y al control estatal sobre PDVSA, hay que agregar la pertenencia a la OPEP y la posibilidad de hacer un frente común con los principales exportadores para evitar posibles boicots de los consumidores. 

Una negociación dura fue la "disuasión nuclear" de los tiempos de la guerra fría, cuando la mutua destrucción que aseguraban los inmensos arsenales nucleares de que disponían los contrincantes impedía que alguno de ellos pensase en la posibilidad de "ganar" una guerra nuclear. 

Aunque en verdad ese escenario de confrontación no está planteado hoy en día en Venezuela, y las campañas alarmistas de los corifeos de la privatización no son otra cosa que "bluff" de fulleros, es necesario estar preparado para algún tipo de  negociación dura. 

Claro que hay diversas maneras de estar preparados para una confrontación o para evitarla, y por ello, mientras algunos piensan que hay que tener los pantalones bien puestos, otros están dispuestos a aflojárselos. 

En verdad, de lo que se trata es de una cuestión de intereses. De un conflicto de intereses. 

En primer lugar, para nosotros, está el interés colectivo de los venezolanos. De todos y cada uno de los venezolanos. Luego está el interés de sectores importantes de la sociedad venezolana, respetables y valederos dentro de una sociedad capitalista, donde cada cual busca legítimamente un beneficio particular, pero dentro de los límites que establece la sociedad nacional, es decir, siempre y cuando ese interés privado no choque con el interés colectivo. 

Si se tienen claros esos límites, siempre será posible una actividad lucrativa privada en cualquier actividad sin afectar el interés colectivo sino, por el contrario, contribuyendo a su salvaguarda. El conflicto de intereses se presenta de manera muy aguda en este caso, cuando es estimulado por la intervención de intereses foráneos claramente antagónicos a los nacionales en lo que respecta al control del negocio petrolero venezolano y de los grandes beneficios que genera: el capital petrolero internacional. 
.cmp miércoles, 10 de noviembre de 1999





 Un anexo pertinente:


Se trata de que el 1º de enero de 1976 se inició un proceso de desmovilización de aquel sentimiento y movimiento nacionalista que inspiró las luchas de insignes pensadores venezolanos, y que dio pie a los sueños de una plena independencia económica del país que abrigaron varias generaciones a partir de los años veinte del siglo pasado.

Pero se trata también de que, más allá de la mera frustración intelectual del ideario nacionalista, en esa misma fecha se comienza a poner en ejecución una de las mayores y más efectivas estrategias de que tengamos noticia, enfilada hacia la merma paulatina, constante y creciente, de la participación nacional en los beneficios de la liquidación de nuestro principal patrimonio colectivo.

Con las galas de la “nacionalización” se inició el desmontaje de todos los logros laboriosamente obtenidos, entre avances y retrocesos, por la política petrolera de inspiración nacionalista entre 1920 y 1973: comenzando por la liquidación del control y fiscalización total de la industria por parte del Ministerio de Minas e Hidrocarburos y llegando al desmoronamiento de la regalía y de las tasas del Impuesto sobre la Renta (ISRL)

El “adelanto de la reversión” de 1976 resultó en la completa frustración del camino iniciado por Pérez Alfonzo con la Corporación Venezolana de Petróleo (CVP) y el principio de “no más concesiones”, camino que, sustentado definitivamente en la Ley sobre Bienes a Reversión, debía concluir en una auténtica nacionalización en 1983.

.cmp  /Vigencia del nacionalismo petrolero  (13/01/2006).





[2] Mendoza P., Carlos, Nacionalismo Petrolero Venezolano en Cuatro Décadas, Pág. 417. Banco Central de Venezuela, Colección Venezuela y su Petróleo, Caracas 2017.

[3]  El gobierno se vio obligado a ello por la presión que ejercieron los hombres que irían a ocupar los niveles gerenciales y altos cargos técnicos en la empresa nacionalizadas, quienes amenazaron, a través de la asociación que los agrupaba, AGROPET, con decretar una estampida, una verdadera "fuga de cerebros", si no se les garantizaban los niveles de sueldos de los cuales disfrutaban en las empresas concesionarias extranjeras.

La figura de sociedad anónima, del dominio del derecho privado, era la única que permitía eludir las normas de la administración centralizada, que establecían como tope de los sueldos en el sector público el asignado al Presidente de la República, cuyo monto era unas diez veces inferior al devengado por los máximos niveles de la gerencia petrolera de entonces.


viernes, 6 de diciembre de 2019

FORJA ESTATISTA


La forja de un estatista (I)
 Con la deliberada intención de fundamentar mis actuales posiciones en materia petrolera y, asumiendo como propia la caracterización negativa que de las mismas hacen mis contradictores, comienzo esta serie de vueltas al pasado.
PDVSA:
¿Autonomía o Soberanía
Supranacional?

Carlos Mendoza Pottellá
Revista Punto Socialista N°3, Caracas, 1983

El debate sobre el convenio de asociación suscrito con la empresa alemana Veba-Oel ha puesto en evidencia una vez más la pretensión de PDVSA y sus operadoras de convertirse en un Estado dentro del Estado, de operar con una soberanía particular basada en el manejo autónomo y sin control de una porción sustancial del Ingreso Nacional.

En este caso, el referido convenio es la primera expresión conocida de una estrategia decidida hace ya tiempo por la gerencia petrolera: la internacionalización de la industria.

Esta estrategia aparece delineada, por lo que sabemos, desde abril de 1982 en las Premisas y Lineamientos Corporativos de la planificación a mediano plazo (1983-1988) de Petróleos de Venezuela, pero es sólo ahora, en medio de la polémica desatada por su aplicación, siendo ya un hecho cumplido, cuando es reconocida como tal por los directivos de PDVSA. (Peñaloza y Quintero ante la Comisión Bicameral de de Energía y Minas).

En las interpelaciones promovidas en el Congreso ha quedado de manifiesto el hecho de que los consultores jurídicos de PDVSA y el Ministerio de Energía y Minas, de consuno con el Procurador General de la República, constituyeron un “jurado complaciente” para escudriñar en los vericuetos de la Constitución Nacional y las leyes específicas del sector petrolero a fin de encontrar una fórmula que permitiera a la industria [Vale decir, a la meritocracia soberana – Nota mía 2019] eludir la obligatoriedad de someter un contrato de evidente interés nacional a la consideración y aprobación por parte del Poder Legislativo. [1]

Es la consecuencia en una voluntad de ocultamiento que se inició con la suscripción trascorrales, en 1975, de los contratos de asistencia técnica y comercialización que han garantizado la participación privilegiada del capital petrolero transnacional en el usufructo y la determinación del destino de nuestra riqueza petrolera.

Las cúpulas gerenciales de PDVSA y sus operadoras se han convertido en cónsules de esa participación extranjera y en ella basan su poder.

Por eso queremos decir abiertamente que es necesario desmantelar ese enclave enquistado en el corazón de la industria fundamental del país. Sólo así será posible un cambio de rumbo en los planes de la industria que los haga cónsonos con las verdaderas prioridades nacionales.

EL GRAN ENGAÑO DE LA FAJA



Sólo así será posible evitar, por ejemplo, fiascos tan ruinosos como el del “desarrollo acelerado de la Faja del Orinoco” que fuera impuesto por la gerencia petrolera pese a todas las advertencias que desde diversos sectores se hicieron en torno a la inviabilidad e inconveniencia de los faraónicos mega-proyectos en los cuales programaron invertir un promedio de 5.000 millones de dólares anuales hasta el fin de siglo: ¡100.000 millones de dólares en 20 años!

"The total investment program that we have undertaken will require some $ 25 billion over the next six years. Afterwards and until the end of this century, the yearly rate of investment is likely to average some $ 5 billion (in 1980 dollars)." [2]



En un país acostumbrado a las corruptelas y desastres de la administración pública, los gerentes petroleros han logrado establecer una imagen de profesionalismo, eficiencia y apoliticismo que les ha servido de plataforma para imponer todas sus proposiciones.

Ahora, cuando la cancelación de los planes de la Faja pone de relieve el cúmulo de apreciaciones erradas que fueron establecidas como verdades por el sólo peso de su prestigio gerencial, quieren escurrir el bulto cargando las culpas sobre las limitaciones que les son impuestas por la difícil situación financiera que vive el país.

Decenas de miles de millones de bolívares se desviaron hacia los urgentes desarrollos de la Faja. Se multiplicaron los sueños de reanimación en el deprimido sur de Monagas. Los flujos demográficos cambiaron su tradicional sentido y sobre Maturín, Temblador' y otros pueblos de la región confluyeron ríos humanos atraídos por el resplandor de los megaproyectos.

Hoy todo ha concluido. Mientras el fantasma de la quiebra y la ruina se cierne sobre los empresarios venezolanos que se comprometieron en el empeño con ingentes sumas de dinero, mientras diez mil nuevos desempleados ven segados repentinamente todas sus esperanzas, la gerencia petrolera habla de “diferimiento” y sigue alimentando el mito de su infalibilidad. 

[Nota mía 2019: Lo del diferimiento se cumplió: en 2005 resucitaron los megadisparates de la Faja]

Las multimillonarias pérdidas de la Nación no serán percibidas, se difuminarán entre las innumerables partidas de las holgadas disponibilidades del excedente petrolero que administran.

[Nota mía, 2019: … y efectivamente así sucedió, nadie sintió, ni recuerda hoy, que haya habido pérdidas nacionales en ese megadisparate].

MANIPULACION DOLOSA DE
LOS ESTADOS FINANCIEROS

La centralización en el BCV de las reservas en divisas de PDVSA ha dado pie para que los directivos petroleros desaten una campaña para demostrarle al país que “la gallina de los huevos de oro” se encuentra amenazada, que los recursos, que se destinan a la inversión petrolera no son suficientes para mantener los niveles adecuados de funcionamiento de la industria.

En esta campaña han apelado a todos sus recursos de presión y convicción. Las cifras que confirman la peligrosidad de la situación y  en particular la “crítica evolución del flujo de caja de PDVSA" son datos que ya se manejan como confirmados y con gran preocupación por columnistas calificados, comentaristas de televisión y representantes de diversos sectores de la opinión pública.

Sin embargo, podemos demostrar que en la elaboración de tales cifras ha habido manipulación interesada, llegándose a la modificación “con efecto retroactivo” de los Estados Financieros de la industria.

Así lo hicimos en nuestro artículo “PDVSA-82, un Informe Revelador”, aparecido en el número anterior de Punto Socialista:

Mediante el cómodo expediente de convertir Existencias de Materiales y Suministros en Propiedades, Plantas y Equipos, transfiriendo irregularmente 3.621,5 millones de bolívares en 1981 y 7.472 millones en 1982, de una partida a otra, se oculta el hecho de que la industria mantiene inventarios por más de 10.000 millones de bolívares y de paso se abulta dolosamente el monto de la inversión bruta fija efectivamente realizada.

Hay que señalar que la magnitud de esos inventarios que ahora se quieren ocultar refleja el manejo alegre de los recursos de que dispone la industria.

Más de la mitad de esas existencias está compuesta por tubulares para labores de perforación que por un monto de 5.477 millones de bolívares se adquirieron en los años 81 y 82. Ese tipo de existencias son de difícil movilización y con la reducción de los niveles de actividad de la industria conforman un cuadro de congelación improductiva de varios miles de millones de bolívares que han podido incorporarse efectivamente a las inversiones.

Esta transferencia, que infla el rubro Propiedades, Plantas y Equipos  del Activo Fijo de la industria petrolera desde 22.889 millones de bolívares en 1980 a 53.849 millones de bolívares en 1982, es la que permite sostener que las inversiones requeridas en 1983 por PDVSA y sus operadoras, aún con reajustes, alcanzan a 15.000 millones de  bolívares.

Ante este tipo de maniobras efectuadas para PDVSA por la firma de auditores Espiñeira, Sheldon y Asociados, empresa filial de la mayor transnacional en ese campo, Price Waterhouse, no podemos menos que poner en duda los recaudos presentados por PDVSA para sostener sus exigencias: la "caja negra" de las manipulaciones financieras de PDVSA debe ser abierta ante el país.


DESBORDAMIENTO DE PAGOS 
INJUSTIFICADOS 
POR  ASISTENCIA TECNICA
A pesar de la gravedad de lo expuesto, en nuestra opinión el aspecto más preocupante de la administración de la industria petrolera es la que sigue sucediendo con los contratos de asistencia técnica.

Ellos sirvieron para hacer pagos injustificados a las exconcesionarias, las cuales registraron entre 1976 y 1979 un beneficio neto por este concepto de 3.020 millones de bolívares. Aparentemente, a partir de 1980, con la renegociación de dichos contratos, el monto neto de los pagos comenzó a disminuir, a cambio, entre otras cosas, de una exoneración parcial del Impuesto Sobre la Renta.

Por cierto que esa exoneración se intentó hacer total, dando lugar a un affaire de Gacetas Oficiales impresas y reimpresas con enmiendas entre el 31 de diciembre de 1979 y el 9 de enero de 1980.

Pero, en fin de cuentas, los resultados aparentes registrados en las estadísticas oficiales siguen la tendencia señalada: de 1.531 millones de bolívares en 1979, el costo del apoyo tecnológico pasó a 562 millones en 1980 y a 277 millones en 1982, según el último informe de PDVSA.

Ahora bien, revisando el Cuadro 11-2 del Anuario de Series Estadísticas del BCV para 1981, “Balanza de Pagos, Sectorización de las Transacciones Internacionales", se observa que la industria petrolera venezolana está haciendo pagos multimillonarios a extranjeros por un concepto denominado simplemente "Otros Servicios".

Al indagar sobre la naturaleza de esos pagos, que para 1980 fueron de 661 millones de dólares, -2.842 millones de bolívares- nos hemos enterado que esos Otros Servicios no son otra cosa más que los pagos realmente hechos por Asistencia Técnica y Servicios Tecnológicos.

El mencionado rubro de la Balanza de Pagos está subdividido entre Apoyo Tecnológico y Servicios Diversos. La primera subdivisión corresponde a las cifras que públicamente se aceptan como pagadas por asistencia tecnológica, los 277 millones del año 82, por ejemplo.

Pero los servicios diversos están compuestos a su vez por otros “pagos hechos a extranjeros por concepto de servicios técnicos, comisiones y otros servicios industriales o comerciales y por contratos especiales de asistencia técnica", 'distintos de los
comprendidos dentro del apoyo tecnológico’.

No queda pues la menor duda, los montos que aparecen como Otros Servicios pagados por la actividad petrolera a extranjeros son pagados efectivamente por Asistencia Técnica y montan a cifras tales como 736 millones de dólares en 1981 Y alrededor de 900 millones de ese mismo signo en 1982.

Es decir, que en los tres años 80-82, y al cambio de 4,30 bolívares por dólar, la industria canceló por tecnología más de 9.000 millones de bolívares, tres veces lo pagado durante los cuatro años de vigencia de los primeros y supuestamente más desventajosos contratos.

Estas cifras escandalosas confirman las sospechas sobre transferencias ocultas que asentáramos en "La Otra Cara de la Luna Petrolera" -Punto Socialista N° 1-, al constatar la simultaneidad entre la baja de los pagos declarados por Asistencia Técnica y el violento incremento de los Costos de Operación.

Ahora tenemos la explicación de tal crecimiento inusitado de gastos operativos en tiempos de contracción de los niveles productivos: ocultan la tajada del león transnacional en el negocio petrolero venezolano.

Tal desbordamiento de pagos injustificados, constituyen la prueba más fehaciente de las complicidades antinacionales que apenas se disimulan tras las exigencias de autonomía y confidencialidad por parte de la cúpula directiva de Petróleos de Venezuela y sus filiales.

cmp/ 1983 / Reedición 6/12/2019



[1] Mendoza Pottellá, C., Cuatro décadas de nacionalismo petrolero venezolano. ColecciónVenezuela y su Petróleo, BCV, Caracass 2017. Págs.. 77-82. 

[2] Rodríguez Eraso, Presidente de Lagoven, el 8 de enero de 1981, ante la Asociación Venezolana-Americana de los Estados Unidos:


jueves, 19 de septiembre de 2019

JUAN PABLO PÉREZ ALFONZO, IN MEMORIAN


Juan Pablo Pérez Alfonzo,
In Memorian

Carlos Mendoza Pottellá

Tal día como hoy 14 de septiembre, cuando comienzo a pergeñar este homenaje personal y agradecido a la memoria de quien fuera mi maestro en muchos sentidos, se cumplen 59 años de la constitución de la que, a la postre, sería ícono de su perdurable herencia: la Organización de Países Exportadores de Petróleo.

Pero también se cumplieron, el día 3 de este mismo mes, 40 años de su desaparición física, principal motivación para invocar su memoria en esta oportunidad.

Los avatares de un debate sobre la pertinencia y vigencia de ese legado de seis décadas, me impidieron hacerlo en esa misma fecha, tal como se puede constatar en mis trabajos recientes.[1]

Creo que esa es la actitud correcta, si se quiere ser consecuente con su decisión de rechazar, en vida,  títulos honoríficos y reconocimientos públicos, mantenida hasta su última voluntad: la de no convertir la ocasión de su muerte en feria de homenajes más o menos interesados donde se reparta el botín de su memoria.

Esa voluntad la transcribí en su momento, en una fallida   propuesta de declaración de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, en donde se agradecía el aporte fundamental de Juan Pablo Pérez Alfonzo para la constitución, en 1974, del Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos de esa Facultad, pero sobre todo,

“Por su imperecedero ejemplo como agente del cambio social, investigador comprometido con su pueblo, decidido a defender sus verdades aún a riesgo de ser aislado y tildado de iluso profeta, eufemismo con el que muchos han pretendido ocultar las incómodas implicaciones, profundamente actuales, de su pensamiento.
El único homenaje posible a Pérez Alfonzo es retomar su bandera de nacionalismo integral, es recalcar la vigencia y actualidad de su pensamiento, y mantener la lucha por conquistar para el país la capacidad de determinación soberana de su destino, en particular el de su industria petrolera, todavía hoy bajo la impronta transnacional por virtud de contratos leoninos y gerentes propicios”[2]

Hecha esta pertinente aclaratoria, me he tomado la licencia, por primera vez en cuarenta años, de referir con más detalle mis vivencias personales al lado de tan ilustre venezolano y lo que de las mismas resultaron.

En tal sentido, lo que sigue es un relato que puede tener máculas de pretenciosa autobiografía, pero que considero inevitable para ubicar la génesis y circunstancias propiciatorias de mis convicciones actuales  en materia de política petrolera, forjadas a partir de una colaboración de casi ocho años, los últimos de su vida, con Juan Pablo Pérez Alfonzo y, sobre todo, para calibrar la deuda intelectual y humana que debo a la persona a quien rindo homenaje.

En 1971, en medio de una encrucijada existencial crítica, marcada por la división del Partido Comunista de Venezuela, organización en la cual milité desde los 15 años, perdida mi condición de reportero de Tribuna Popular y linotipista de la Editorial Cantaclaro, desempleado a los 29 años, después de varios intentos de ejercer a destajo esta última profesión, -ya entonces en vías de desaparición- y tratando de regresar a mis estudios universitarios, interrumpidos durante 9 años por un periplo que me llevó a una efímera y trágica participación en las guerrillas larenses, 5 años y  medio de cárcel, año y medio de exilio y dos años, que transcurrían entonces, de cierre de la UCV, tuve la inmensa fortuna de que una queridísima compañera periodista, Luisa Barroso, considerara que mi perfil aptitudinal era el adecuado  para fungir como el secretario-relator que ella buscaba -por encomienda del Secretario General del MAS, Pompeyo Márquez y el Profesor Francisco Mieres-  para encargarlo del registro y elaboración de las minutas de reuniones que se realizaban semanalmente en la casa de Juan Pablo Pérez Alfonzo para analizar temas económicos y políticos del momento.

El carácter de esas reuniones, en el jardín y en torno a una mesa de ping pong, era de una sorprendente amplitud política e ideológica, reflejo de la percepción de su anfitrión sobre los asuntos petroleros como incumbencia de la Nación en toda su diversidad: dirigentes políticos y técnicos de casi todo el espectro político nacional, donde concurrían, entre otros y además de los mencionados Mieres y Márquez, Alvaro Silva Calderón, Mazhar Al-Shereidah, Francisco Álvarez Chacín, Enrique Tejera París, Marco Tulio Bruni Celli, Domingo Alberto Rangel, Reinaldo Figueredo Planchart, Iván Pulido Mora, Violeta Roffé, María Auxiliadora Hernández de Barbarito, Pedro Duno, los Padres Luis Ugalde y Fernando Martínez Galdeano, además de los periodistas de los principales medios impresos y agencias internacionales que atendían sus ruedas de prensa y clases magistrales, tales como Cayetano Ramírez, Iván Loscher, Clement Cohen, Kim Fuad, Carlos Chávez, Alfredo Silva Armas y Emiro Echeto La Roche.

La sola mención de las circunstancias puede permitir al lector calibrar la magnitud y calidad de la oportunidad que se me brindaba.
En un país todavía inmerso en los enfrentamientos armados que se iniciaron en 1962, uno de los más destacados Ministros del gobierno contra el cual insurgí, me admite inicialmente como relator-transcriptor de sus reuniones político-petroleras, y casi  inmediatamente, a partir de mayo de 1971, redactor, productor material y distribuidor del quincenario “Prensa Petrolera”, vocero de su pensamiento.




 [3]

Hasta diciembre de 1976, y en distintos períodos, me acompañaron en la redacción de “PP”, el periodista, psicólogo al servicio de ANAPACE y profesor de inglés en la Facultad de Medicinia de la UCV, Alfredo Silva Armas y mi hermano de todas las referidas incidencias de mi vida hasta entonces, Oscar Guaithero Díaz. Emiro Echeto La Roche fungió como Director.

                      

Debo dejar constancia de que en el interín, y como un hito fundamental en lo personal e institucional de este testimonio,  en 1972, reabierta la UCV y restituidas sus autoridades autonómicas, me incorporé como asistente de investigación al equipo que lideró el Profesor Francisco Mieres para constituir, con la inspiración y estímulo directo de Pérez Alfonzo, el Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos, el cual comenzó a funcionar en 1974.

Ese equipo fundador lo integraron los profesores Mazhar Al Shereidah, María Auxiliadora Hernández de Barbarito, Graciela Gamerberg, Carmen Cecilia Sánchez y mi compañera de estudios de Economía, Sara Aniyar Sananes. La Profesora Carlota Pérez fue una valiosa incorporación inmediata. 

En su desarrollo y por su propia naturaleza, el Postgrado recibió los aportes, en sucesivas épocas, de profesionales de diversas especialidades: legislación económica y de los hidrocarburos, economía, administración, contaduría y análisis de estados financieros, metodología de la investigación, geología, historia, geopolítica, comercio internacional, ingeniería petrolera, de procesos refineros y petroquímicos, con la participación de otros profesores de la UCV y LUZ, de manera destacada, del profesor  Gastón Parra Luzardo, quien ejerció la Coordinación del Postgrado entre 1975 y 1976, técnicos y directivos del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, de la CVP, la Cámara ,  sin dejar de mencionar a Carlos Alcántara, Orlando Méndez, Víctor Grüber, Irene Rodríguez Gallad, Nora Pereira y Ana María Segnini.

En 1976, y a partir de la previa grabación y la  transcripción de Olaida Romero de Santamaría, Secretaria del Postgrado, comenzamos la producción editorial de sus ruedas de prensa y clases magistrales a postgrados de la UCV y LUZ, asumiendo entonces el papel de  editor de una su obra paradigmática, “Hundiéndonos en el Excremento del Diablo” , uno de los mayores orgullos de mi vida. En 2011 me correspondió coordinar su reedición, realizada por el Banco Central de Venezuela, dentro de la Colección Venezuela y su Petróleo.


                  

Y aquí no se trata de registrar sólo una deuda moral, material e intelectual, sino, fundamentalmente, de la adquisición de un compromiso de vida, el de  mantener vivas sus enseñanzas y su angustia por el destino de la Nación venezolana.

Ese ha sido el legado con el cual he tratado de ser consecuente en estos 40 años. Espero haber cumplido.

Pero el empeño debe continuar y esta oportunidad es propicia para desmontar, muy específicamente, una infamia difundida profusamente  a partir del título “Hundiéndonos en el Excremento del Diablo”. Título más famoso por el amplio alcance mediático de sus tergiversaciones que por el real contenido de la obra.

Algo muy característico, por cierto,  de una “opinión pública” y, vale decir, de una dirigencia política y económica, que sólo lee portadas y, a veces, contratapas, de los textos en los cuales sospecha posiciones críticas a su desempeño.

El caso es, que con maliciosa intención, frecuentemente se hace mención a que Pérez Alfonzo consideraba al petróleo como algo sucio,  excremento de Satanás, con el deliberado propósito de banalizar y ridiculizar la profundidad y pertinencia de sus planteamientos, en particular los expresados en los comienzos de la década del setenta del siglo pasado, sobre la “imposible siembra del petróleo” y la tendencia fatal a la declinación de la capacidad generadora de excedentes, vale decir, de renta, y específicamente de participación fiscal, que se cernía ya para entonces sobre la industria petrolera venezolana.

Antes, la indigestión económica era lenta, era una intoxicación poco apreciada por quienes no profundizaban el caso. Era una inundación de capital que no alcanzaba a arrasar las supuestas siembras del petróleo. Ahora la situación se ha hecho evidente y la acumulación de males ya se entiende generalmente como el efecto Venezuela.
Pero fue The Financial Times de Londres, quien empleó la expresión efecto Venezuela, recogida más tarde por Time Magazine en relación con la situación de Noruega (22-12-1974, p. 31)  [4]

Y fueron los estudios de investigadores noruegos sobre el  “efecto Venezuela”, los que condujeron posteriormente a ese país a constituir su exitoso y afamado Fondo Para las Nuevas Generaciones, con el propósito de no repetir la frustrante experiencia “sembradora” de los venezolanos.
Por su parte, Pérez Alfonzo logró imponer su idea de crear lo que se denominó Fondo de Inversiones Para Venezuela, con el mismo objetivo de contener las consecuencias del mencionado
“efecto”, pero dicho Fondo,  establecido en 1974, tuvo una cortísima vida, al convertirse en caja chica para la inmediata disposición de los recursos asignados, los cuales fueron prácticamente incinerados en el vendaval de proyectos faraónicos desatados durante  la “Gran Venezuela” de Carlos Andrés Pérez, la cual concluyó, por el contrario, con una decuplicación de la deuda interna y externa de la Nación.

En 1978, en  trabajo publicado inicialmente por la Revista “Semana”, de Jorge Olavarría y titulada “Venezuela se acerca a la debacle”,[5] Pérez Alfonzo caracteriza las circunstancias referidas, incorporando, de paso,su percepción negativa sobre el tipo de “nacionalización” petrolera que se había puesto en práctica en 1976 y que se entronca en el ya señalado proceso de de deterioro de la participación fiscal, vista por las corporaciones extranjeras como “the government take” y también por sus herederos nativos, quienes sólo lo traducen como  “lo que el gobierno se coge”, mientras reclaman una soberanía gerencial con visiones antagónicas a las del Estado Nación, desvirtuado y reducido a la condición limitada de “Gobierno”, visión a la cual me he enfrentado en todos estos años, pero que renace constantemente como divisa de una corriente política y social poderosa, el neoliberalismo, que impacta en las propuestas de gran parte del espectro político contemporáneo. [6]

Aquí es pertinente traer a colación las palabras de Pérez Alfonzo que ubicaron estas pretensiones en su justo sitio y que son la fuente de mis propias convicciones, como ya he señalado:

PDVSA debe ser instruida en las líneas de política general que le permitan conocer con precisión los intereses nacionales que le han confiado defender. Es inadmisible la situación actual de considerarse como un ente aislado de sus accionistas, el pueblo venezolano, y que se consideren autorizados a tomar las más importantes decisiones como si ellos fueran los dueños de la principal riqueza nacional. Es absurdo que imaginen poder decidir a su arbitrio, haciendo caso omiso de la política de defensa nacional.

No puede aceptarse que PDVSA fije motu propio que “el signo de la industria en los años por venir seguirá siendo la expansión en todos los órdenes de sus actividades”. Semejante disparate es la consecuencia de la obnubilación de camarillas de tecnócratas envanecidos por el poder abusivo que a veces logran atrapar. La expansión para PDVSA se convierte en contracción para los dueños del negocio. En dólares constantes, la participación fiscal pasó de $ 7,25 en 1974 a $ 4,24 en 1978. Mientras ellos aprovechan la expansión en todos los órdenes, la inversa, la “contracción” continuará siendo el signo fatal para el indefenso pueblo venezolano.
A las dañosas modalidades de la nacionalización criolla se agregan otros hechos no valorados en sus efectos agravantes para la situación de Venezuela.

Sin exagerar, puede afirmarse que el futuro es difícil. La caída violenta de la Participación Fiscal es uno de esos hechos.
Son estos ingresos los que cuentan de verdad para el pueblo venezolano. Son ellos los que se supone sembrar para sustituir la liquidación de tan valiosos activos nacionales sin perjudicar las futuras generaciones ni la perpetuidad de la nación.

Los excedentes que la misma industria guarde con destino a ser invertidos en la propia liquidación del petróleo, es errado o malicioso pretender integrarlos a aquellos ingresos que sí quedan disponibles para invertirse en todos los proyectos imaginables en el intento de acallar la angustia por el agotamiento del capital petrolero. [7]

En este punto, es inevitable reproducir, por enésima vez, el gráfico de las cifras que ratifican, 40 años después, la tendencia identificada por Pérez Alfonzo al transcurrir los primeros 3 años de funcionamiento de “las dañosas modalidades de la nacionalización criolla”:



Pero, contra las cifras que muestran esta involución, sigue imperando en el mundo político venezolano la matriz meritocrática de la “exagerada presión fiscal” sobre PDVSA, “la empresa que paga más impuestos en el mundo”, olvidando que es el propietario de “la empresa” quien recaba sus dividendos por una vía anómala que le fue impuesta desde 1976.

Pues bien, y volviendo al curso inicial de esta reláfica, la conseja antiperezalfoncina, de haberle atribuído al petróleo un carácter diabólico, sigue utilizándose con las peores intenciones de pesca en el río revuelto del desastre que vive la Nación.

Por ello, escribí en 2017 varios artículos [8], uno de los cuales transcribo aquí, porque se refiere, precisamente, a la aclaratoria del verdadero pensamiento de Pérez  Alfonzo, remontando la cuesta de un título que, como dije antes,  es más famoso por las malas interpretaciones del mismo que por el mensaje que se quería transmitir entonces: la necesidad de buscar salidas a las ilusiones rentistas y su supuesta siembra, que para entonces ya colocaban al país “al borde de la debacle”, según sus propias palabras, y que hoy estamos viviendo con intensidad de tragedia humana de proporciones inéditas.

CMP, Septiembre de 2019



Stercus Demonis:
“Hundiéndonos en el Excremento del Diablo” de Juan Pablo Pérez Alfonzo.
Precisiones ineludibles
Carlos Mendoza Pottellá

CUBAGUA:

 “…tiene en la punta del Oeste una fuente ó manadero de un licor como aceyte junto á la mar en tanta manera abundante que corre aquel betun ó licor por encima del agua de la mar haciendo señal mas de dos y de tres leguas dela isla é aun dá olor de sí este aceyte 

Algunos de los que lo han visto dicen ser llamado por los naturales stercus demonis é otros le llaman petrolío é otros asphalto y los queste postrero dictado le dan es queriendo decir ques este licor del género de aquel lago Aspháltide de quien en conformidad muchos auctores escriben.”   Sevilla, 1535.

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Historia general y natural de las Indias, Volumen 1, pág. 593. 

Aunque pueda parecer un cambio de tema, ésta es una continuación de “Pescadores en río revuelto”, escrito publicado en Aporrea recientemente,  en el que abordábamos el tema de las propuestas neoliberales que impulsan la privatización de  PDVSA y el reparto anticipado entre los venezolanos “vivos” del patrimonio de la Nación eterna.

Me refiero a un trabajo en particular, surgido de la matriz CEDICE, en el cual su autora, Isabel Pereira Pizani, se pregunta ¿Cuánto saben los venezolanos de su industria petrolera? , y presenta un estudio comparativo entre Noruega y Venezuela, cuyos planteamientos, muchos de ellos acertados, están impregnados de neoliberalismo, pero merecen ser considerados con seriedad.

Llamó mi atención el título del primer capítulo de su trabajo: En Noruega el petróleo nunca será excremento del diablo”. Y de allí surge mi impulso a hacer algunas precisiones históricas:

Juan Pablo Pérez Alfonzo, como cualquier venezolano puede reconocer, fue un activo defensor del interés nacional en materia petrolera y, como tal, atento investigador de cuanto se produjera en esta materia. De manera particular,  a principios de los años setenta llamó su atención una obra de dos autores noruegos que analizaban  el “Efecto Venezuela”, un país que llegó a ser, desde mediados de los años 20, hasta finales  de los 50, el mayor exportador de petróleo y que no pudo “sembrar” la riqueza recibida por la liquidación de su patrimonio minero. Tanto hizo referencia a ese texto, que muchos compatriotas piensan que Pérez Alfonzo es el autor de ese “efecto Venezuela” y sus hallazgos.

Empero, es necesario recordar que, desde mayo de 1931, Alberto Adriani, nuestro primer economista, en su artículo “La crisis, los cambios y nosotros”[9],  analizaba lo sucedido en los diez años anteriores con la riqueza producida por nuestro primer boom petrolero:

Durante los años de la prosperidad hubiéramos podido descubrir en esa situación de apariencias tan favorables, ciertos aspectos adversos. Los beneficios de la industria petrolera no podían ser los que esperábamos.

Es verdad que esta industria aumento el volumen de nuestra producción y de nuestra exportación, acreció la productividad del trabajo nacional y apresuró mejoras en nuestras comunicaciones con el exterior y en nuestras facilidades para el comercio extranjero.

Sin embargo, por su índole y por la estructura particular que ofrece en Venezuela, esa industria es, desde el punto de vista económico, una industria extranjera enclavada en nuestro territorio, y el país no obtiene ventajas con las cuales podamos estar jubilosos, por más que sean, en cierto sentido satisfactorias.
En lo que atañe al superávit de nuestra balanza de pagos, cabe preguntarnos: ¿Se economizó? ¿Se convirtió en reserva del país? ¿Se convirtió en inversiones útiles, susceptibles de aumentar la productividad del país?  … en general puede afirmarse que fue mucho mayor la parte que se empleó en consumo inmediato…
Muchos de los beneficiados por los años de prosperidad y otros por seguir su ejemplo fueron los constructores de lujosas mansiones, los pródigos viajeros de los viajes de placer, los consumidores de automóviles, de victrolas, licores, sedas, prendas, perfumes y otros artículos de lujo.

La creciente conciencia de que ese no podría ser un destino socialmente aceptable para el ingreso petrolero fue sintetizada 5 años después, por Arturo Uslar Pietri, compañero de gabinete y recopilador de la obra de Adriani, en su reconocido editorial del Diario “Ahora”: Sembrar el petróleo.

Esta consigna fue asumida con diferentes énfasis y orientaciones por todos los gobiernos subsiguientes y aún hoy sigue siendo proclamada como el camino hacia una economía autosustentable y diversificada, post petrolera.

Pero ya en 1971, Pérez Alfonzo, en abierta crítica a los infructuosos esfuerzos de todos los gobiernos y sus políticas de industrialización, urbanización, sustitución de importaciones y reforma agraria, hablaba de la “imposible siembra” y se pronunciaba por la creación de fondos de ahorro que limitaran los efectos perversos del aflujo torrencial de la renta petrolera.

Por su insistencia se constituyó el FIV, Fondo de Inversiones de Venezuela, de corta vida, al convertirse, como todos los fondos creado posteriormente, en una fuente para multiplicar los gastos de consumo externo improductivo.

Los que si aprendieron del “efecto Venezuela”  estudiado por ellos, fueron los noruegos, quienes constituyeron, años después el “Fondo para las nuevas generaciones”, al cual se destina el 96 por ciento del ingreso externo generado por su industria petrolera, para impedir el “efecto Venezuela” o “enfermedad holandesa”, como también se le conoce y descubrieron tardíamente, en los años 80, nuestros economistas desconocedores de Adriani.

Y aquí retomamos el debate original: el Fondo noruego para las nuevas generaciones no tiene nada que ver con los fondos promovidos por CEDICE, para el reparto, entre los venezolanos “vivos”, de los beneficios anuales de la industria petrolera.

Y la precisión prometida: cuando Pérez Alfonzo tituló su obra “Hundiéndonos en el Excremento del Diablo”, hacía referencia a la denominación “stercus demonis”  registrada por Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés en el Siglo XVI, y se refería, no al petróleo en sí mismo, sino, justamente, a su imposible siembra mientras fuera generadora de una simple economía de consumo, como la descrita por Adriani.

Excusándome por la referencia personal, debo decir que esta última afirmación proviene de la circunstancia de haber sido el editor de la primera y subsiguientes publicaciones de esa obra. Discutiendo el título de esa colección de ruedas de prensa y documentos presentados entre 1972 y 1976, se buscaba un símil del nombre petróleo: mene, oro negro, etc. Alguien recordó al citado conquistador y cronista de Indias, y ese fue el nombre escogido por el autor: “stercus demonis”.

 CMP, Noviembre 2017




[2][2] C. Mendoza P. Extractos del borrador presentado al Consejo de la Facultad. FACES-UCV, septiembre de 1979.
[4] J. P. Pérez Alfonzo, Hudiéndonos en el Excremento del Diablo, pág. 42. Segunda Edición, Colección Venezuela y su Petróleo, Banco Central de Venezuela, Caracas 2011.

[5]  Juan Pablo Pérez Alfonzo,  “Venezuela se acerca a la debacle”, Revista “Semana”, Vol. XXI, Nº 235, Caracas 1978. Reproducido en en Petróleo y Ecodesarrollo en Venezuela,  Dorothea Mezger (Compiladora), ILDIS, Caracas 1981 y en el Suplemento de la Revista BCV -- 1, Enero-Junio 2008,  “Profecías Cumplidas”, Caracas 2008.

[6] Alberto Quirós Corradi, MEM versus PDVSA, El Nacional, 26 de agosto de 2001. Lo he citado varias veces como artífice principal de los retruécanos argumentales, donde se tergiversan y manipulan los conceptos de Nación, República, Estado  y Gobierno.  Su progenie ideológica se concentra hoy en los planteamientos de CEDICE y los de los proponentes de una nueva Ley de Hidrocarburos de reminiscencias desnacionalizadoras, en tanto que pulverizadoras del Estado que  nos sostiene como Nación soberana, justamente en medio de un complejo mundo de  pugnas  por la preeminencia y expansión de los designios  de los más poderosos Estados.

[7] J.P. Pérez Alfonzo, Loc. Cit.

[9] Héctor Valecillos y Omar Bello,   La Economía Contemporánea de Venezuela.  Alberto Adriani , La crisis, los cambios y nosotros, Tomo I, págs. 21-42., Banco Central de Venezuela, Colección Cincuentenaria, Caracas, 1990..