jueves, 24 de diciembre de 2009

Apertura petrolera:

Nombre de estreno para un viejo proyecto antinacional


 
Carlos Mendoza Pottellá

"La apertura petrolera deberá apuntar hacia una política de privatización de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y sus empresas filiales, aseguró ayer el presidente del holding estatal, Luis Giusti.

'Debemos diseñar una política más agresiva para la apertura de Pdvsa y las empresas filiales al sector privado' dijo el máximo representante de la petrolera estatal... al referirse a la significación del proceso de licitación que se viene realizando para la adjudicación de las 10 áreas con potenciales reservas de crudos livianos y medianos"


Emprendimos la elaboración de este trabajo en diciembre de 1995. En el mismo, y como podrá constatarse en las páginas que siguen, hacemos esfuerzos argumentales y sometemos al juicio del lector cifras y testimonios, para sustentar nuestros asertos sobre el carácter desnacionalizador del proyecto aperturista. Pero el futuro nos alcanzó en enero de 1996 con la licitación de los diez lotes y... como en las películas de Hitchcok, los acontecimientos se precipitaron: todo lo que hasta ahora había sido sugerencia, indicio, propuesta a largo plazo, planteamiento ideológico, aparece ahora de cuerpo entero ante los ojos de los que todavía pueden y quieren ver.

La reseña de la intervención de Luis Giusti en el foro de VenAmCham no puede ser más ilustrativa. En ese evento, el dirigente petrolero quitó el tenue velo que ocultaba púdicamente la realidad en cuanto a la orientación de la actual política petrolera venezolana. Dejó claro, de paso, que ahora son ellos -los gerentes petroleros, y sus clientes, representados en el selecto auditorio- quienes tienen el poder para decidir sobre el destino de lo que antes había sido definido como patrimonio colectivo de los venezolanos. En consecuencia, el flamígero heraldo del fin de la historia dictaminó que el sueño nacionalizador terminó... para gloria eterna del negocio globalizado.

Pero siempre quedamos los dogmáticos y empecinados adoradores del pasado. Que nos perdone pues, el nuevo evangelista -y su Dios, el gran capital petrolero- por empeñarnos en transcribir lo que habíamos pergeñado en la oscuridad, antes de recibir la luz de sus palabras sobre el apocalipsis privatizador.

Y que nos perdone el lector por contarle el final y quitarle todo el suspense a la cuestión. Confiados en que podremos contar con su indulgencia, volvemos a nuestra antigua reláfica, donde tratábamos de demostrar lo que ya hoy es evidente y público:

Precisar los alcances y la significación de la llamada apertura petrolera es una tarea que trasciende a la simple semántica o al poner puntos sobre las íes. Representa, por el contrario, una empresa de primera magnitud, cual es la de develar su carácter como el mayor y más lesivo proyecto desnacionalizador, plataforma para hacer más elitista y antinacional el ya de por si injusto aprovechamiento privado del mas valioso bien público.

Se trata de la revancha definitiva del poder petrolero, que ha visto llegada la hora de acabar de una vez por todas con los sueños populistas y socialistoides que todavía obstaculizan la integración del país en el escenario mundial unipolar, donde se impone a los pequeños el "libre mercado" de las transnacionales y las grandes naciones que fundamentan su poderío económico y político, precisamente en la disposición de mercados externos irrestrictamente abiertos y el resguardo proteccionista de sus economías domésticas.

"La apertura petrolera forma parte de una estrategia internacional de apertura económica, que lideriza el capital transnacional, especialmente el de los Estados Unidos de norteamérica, en la búsqueda de un reacomodo de las grandes potencias económicas mundiales para optimizar su tasa de ganancia en el mercado internacional. Esta situación, que se inscribe dentro de una política de globalización, tiende a reducir el papel de los Estados del llamado tercer mundo dentro del proceso económico, y muy especialmente, el rol de los Estados productores de petróleo puesto que serán éstos quienes apuntalarán las demandas y necesidades energéticas de los países industrializados. A nivel nacional esta estrategia capitalista pretende en Venezuela, dedicarse a la fase más rentable de la industria petrolera (la explotación) y aun mucho más: la explotación de los crudos livianos y medianos que requieren de proceso de refinación menos sofisticados que los crudos pesados."

Estas circunstancias se pueden identificar claramente en el proceso que estudiamos y tienen su expresión en la version "comunicacional" corporativa, según la cual:

"Es necesario entender, que la Nacionalización no es ni puede ser una condición estática, sino un proceso dinámico. El acto, el 1° de enero de 1976, de traspaso de las operaciones petroleras a manos venezolanas, fue sin duda un acto nacionalizador Pero pretender trasladar las condiciones de aquel entonces a las realidades de hoy, sería meternos en una especie de callejón de autarquía, ubicándonos al margen de las oportunidades que nos ofrecen las tendencias de globalización."

Por eso su principal embate -con una inconstitucionalidad que parece más buscada que accidental- es contra la Carta Magna vigente, esa que define su orientación económica al disponer, en su Artículo No. 97, que "el Estado podrá reservarse determinadas industrias, explotaciones o servicios de interés público por razones de conveniencia nacional y propenderá a la creación y desarrollo de una industria básica pesada bajo su control".



La negación de esta Constitución como rasgo definitorio de la política aperturista, ha sido expuesto por un conspicuo exponente del poder petrolero, Andrés Sosa Pietri, quien, en reciente artículo de prensa, esgrime su criterio de que la soberanía no reside en el Estado o en "el pueblo", sino en el individuo. A partir de ese postulado determina el carácter absolutista -socialista, marxista-leninista, fascista- de nuestras tradiciones jurídicas y las contrapone a las muy libertarias que permitieron a los Estados Unidos ser una gran nación. Todo ello le sirve para calificar como exabrupto carente de cultura democrática a la impugnación de la apertura petrolera por inconstitucional:

Impugnar la apertura petrolera, o algunos de sus aspectos, por violar nuestra Constitución o la soberanía nacional es un contrasentido...

... nuestra historia republicana evidencia el trásito del soberano-rey al soberano-cvil, ya sea éste el dictador-déspota antes o el dictador-partidos políticos ahora.

Influenciados además por las doctrinas marxista-leninista y fascista, igualmente absolutistas, muchos de nuestros pensadores se apartaron de las ideas liberales de Bolívar y Sucre, tomando la noción de que la soberanía descansa en el Estado o el pueblo como un todo...

... los Estados Unidos florecieron porque, en verdad, dieron la soberanía al individuo...

... No reservaron al Estado ningún bien material (a excepción de algunos parques naturales), o actividad industrial, comercial o de servicios. Cada quien produciría prioritariamente para sí y su familia, y subsidiariamente para la comunidad. ¡Gran distinción con el absolutismo! Pues en éste el trabajo pertenece primero al soberano-rey, al soberano-Estado o al soberano-pueblo y sólo después al trabajador y su familia.

Dada esta fundamentación, para ser libertario y moderno, para encontrar la senda del progreso y la multiplicación de los panes, hay que dar la batalla contra esa Constitución estatista y fascista que hoy nos rige.

Limitando el enfoque a lo estrictamente petrolero, la proclamada apertura no es más que un nuevo escalón, otra vuelta de la rosca, en un proceso que se inició simultánea y paradójicamente con la "nacionalización". Ese proceso, ya se avizora, continuará con la minimización y autocastración de la empresa petrolera estatal y la vuelta a un régimen concesionario en condiciones peores a las prevalecientes en los tiempos de Juan Vicente Gómez.

"...en la proposición actual del Ejecutivo Nacional de licitar diez áreas exploratorias, de una extensión 'típica de unos dosmil kilómetros cuadrados' , aunque suman un total de 17,6 mil km², no se prevé ni el pago de un bono, ni la reversión de tierras valorizadas por la actividad exploratoria de las contratistas (o 'inversionistas' como se denominan). Además de extenderse el período de exploración a nueve años, en ningún momento se definen lotes de explotación. A las contratistas se les concede la explotación de los yacimientos, hecho sin precedente en nuestra legislación".

En efecto, desde 1920, con la promulgación de la primera Ley de Hidrocarburos, se estableció que una concesión era un lote definido -diez mil hectáreas o 100 km² según la nueva unidad de superficie que utiliza PDVSA- sobre el cual se realizaría -durante sólo tres años- una labor exploratoria, al cabo de la cual se repartirían 10 parcelas de explotación -500 has. cada una- en la mitad de su superficie, intercaladas con las 10 parcelas de reserva nacional, tal como en un tablero de ajedrez las blancas y las negras.

El Dr. Mommer realizó en el trabajo referido el primer y más completo análisis crítico comparativo del esquema de ganancias compartidas con los instrumentos concesionarios y de contratos de servicios establecidos en nuestra legislación. Mommer demuestra como el sistema adoptado para instrumentar la política de apertura es un engendro concebido a espaldas de toda nuestra tradición jurídica y política en materia petrolera:

Ya sean concesiones, contratos de servicio o convenios de asociación, ninguna figura contractual petrolera conocida otorga tantas ventajas al socio extranjero y retrocede tanto en las conquistas históricas en esa materia, satisfaciendo, a priori, las aspiraciones máximas del capital transnacional.

La consideración fundamental que debe tenerse en cuenta para el análisis de estas circunstancia es la de que se trata de un problema político, de un problema de relaciones de poder, en el cual una peculiar agrupación, integrada por factores privados nacionales y extranjeros vinculados al negocio petrolero y cúpulas gerenciales de la empresa pública, ha logrado imponer como verdades indiscutidas un conjunto de postulados que mezclan circunstancias objetivas con una carga considerable de falacia.

Dichos postulados forman parte de un programa definido, que tiene como nortes la expansión constante del negocio petrolero -independientemente de la pertinencia macroeconómica y rendimiento fiscal de esa expansión- y la creciente privatización de las actividades primarias y fundamentales de esa industria.

Ese conjunto de verdades establecidas, que parte de concepciones hoy de moda, en cuanto a la incapacidad del Estado para gerenciar actividades productivas, tiene un expresión particular, a saber:

La carga fiscal sobre PDVSA es excesiva. PDVSA es la empresa petrolera que paga más impuestos en el mundo. Mantener esa carga fiscal equivale a perpetuar el ya fracasado modelo de rentismo parasitario y continuar alimentando a un Estado paternalista e ineficiente.

El control "político" sobre la industria obastaculiza el desarrollo eficiente de sus programas. Las trabas burocráticas que imponen los distintos organismos contralores, ejecutivos y legislativos, deben ser eliminadas en beneficio de la autonomía gerencial para ejecutar eficientemente sus planes y programas. Este es camino hacia la Venezuela productiva.

El mejor destino del ingreso petrolero es su reinversión el mismo sector. No existe otra actividad económica en Venezuela que le permita obtener ventajas comparativas y competitivas similares. Cada dólar adicional invertido en la industria petrolera genera, directa e indirectamente, efectos multiplicadores en el Producto Interno Bruto superiores de los de cualquier otra aplicación.

Venezuela debe ir hacia una más estrecha asociación con sus clientes desarrollados y abandonar asociaciones tercermundistas, de subdesarrollados y de perdedores, como la OPEP. La OPEP no ha beneficiado mucho a Venezuela y le impone trabas a un desarrollo que la llevaría a convertirse en una de las primeras potencias petroleras del mundo.

Para desarrollar la inmensa base de recursos petroleros de Venezuela, hay que desmontar todo el aparato de regulación y fiscalización que pesa sobre esa actividad industrial, porque ese desarrollo no es posible hacerlo con los recursos internos y es necesario atraer al capital petrolero internacional con proposiciones de una rentabilidad mayor a la ofrecida en otros destinos

En verdad, en ese instrumento se ha materializado la voluntad política de quienes consideran que el petróleo es la única salvación del país, y que la expansión de ese negocio, dinamizará al resto de la economía nacional. Aun cuando esa expansión se haga a costa de sacrificar logros y principios anticuados -rentistas, estatistas o socializantes- tales como los de maximización de la participación fiscal y control soberano del Estado sobre el recurso y su industria.

Por el contrario, ese sacrificio será expresión de liberalización y progreso institucional, por cuya virtud se volcarán sobre el país flujos masivos de inversión extranjera, los cuales inmediatamente harán positivos los saldos de nuestra balanza de pagos, detendrán la caída del bolívar, generarán empleo y serán el detonante de una reactivación generalizada de nuestra economía. Los poderosos efectos multiplicadores serían tales, que el país se convertiría en destino privilegiado para capitales de inversión en otras ramas y hasta sería posible que retornaran los más de 100 mil millones de dólares depositados en el exterior por los beneficiarios criollos de la anterior bonanza petrolera.

El escenario óptimo de esta concepción es el de una privatización completa de las actividades petroleras, para permitir la convergencia competitiva en todas ellas de los capitales nacionales y extranjeros que quieran hacerlo. La participación nacional no se centraría en una exagerada presión fiscal, pues ello reeditaría el modelo rentista, sino en la multiplicación de actividades productivas que se generarían. Tal proceso podría iniciarse con un reparto del capital accionario de PDVSA entre todos los venezolanos, tal como lo fundamenta otro -quizás el más aventajado- de los ideólogos del poder petrolero:

"- Al no resolver las diferencias entre Estado y nación, le dejará al Estado la propiedad de los yacimientos petroleros cuando éstos deberían ser propiedad de la nación. Es decir, de todos nosotros. El Estado es su ente regulador, mas no su dueño."

"Mientras no entendamos que el Estado es parte de nosotros, pero no es todos nosotros, y que todos nosotros somos la Nación, seguiremos leyendo declaraciones como la de la UCV en relación con la apertura petrolera, en la cual se sugiere que todo lo que reste propiedad al Estado sobre la industria petrolera es ‘desnacionalizador’, así esa propiedad o parte de ella pase formalmente a manos venezolanas."

Se propone entonces, en nombre de la "nacionalización", la desestatización, pues la Nación somos todos y cada uno de los venezolanos. Así, la empresa y su patrimonio dejarían de ser estatales. Lo colectivo se haría privado y las fuerzas del mercado harían el resto: asignarían, de la manera más eficiente, las mayores tajadas a los más capaces. Un poco más tarde en términos históricos, centenares de millones de ciudadanos de esa "Nación que somos todos", descendientes aún no nacidos de los veintitantos millones de perdedores de hoy, se encontrarán conque alguna vez en el pasado fueron despojados de una herencia descomunal.

Tales son la leyes del capitalismo, y con mayor razon, en el estadio salvaje en el que el mismo se encuentra en Venezuela. Pero, mientras eso sucede, el país se desarrollaría, desaparecerían la inflación y los desajustes macroeconómicos. Los venezolanos habrían sembrado, por fin, su petróleo... ¡Claro! Será inevitable que los que tengan más saliva traguen más harina. Eso es lo natural, ha sucedido siempre, desde los tiempos de la Parábola de los Talentos y antes aún, como lo demostrara Charles Darwin.

Ese escenario -el "propio" sueño americano- tiene rápida aceptación y adquiere rango de esperanza nacional para salir de la crisis, porque la opinión pública venezolana ha venido siendo modelada por los medios de comunicación masiva para aceptar como excelentes todos los emprendimientos del poder petrolero. Como ya dijéramos, se trata de una verdad petrolera, un sentido comun petrolero, insuflado en el consciente, el subconsciente y el inconsciente de los venezolanos, plagado de falacias y verdades a medias

Es, pues, ineludible la tarea de remontar la cuesta de la desinformación, del palangre y las imágenes corporativas con las cuales nos quieren hipnotizar los medios y la gerencia transnacionalizada de PDVSA. Para ello, debemos comenzar por las más simples definiciones y algunos recordatorios de la historia reciente de nuestra política petrolera.

En primer lugar sobre el término apertura: ¿qué es lo que se quiere abrir? ¿qué es lo que estaba cerrado?

La primera aproximación a esa definición ha sido expuesta por varios analistas, en el sentido de que se trata de abrir lo que cerró la Ley que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos: la participación del capital privado en las actividades de exploración, producción, refinación y mercadeo de los hidrocarburos en el territorio nacional.

Este punto de vista fue desarrollado, con mucha pertinencia jurídica, por el Dr. Alvaro Silva Calderón en su participación en el ciclo de foros sobre el tema, auspiciado la la Universidad del Zulia. En el mismo sentido opina el Dr. Luis Vallenilla, quien hace partir el proceso de la apertura desde 1989, con la propuesta del Proyecto Cristóbal Colón, incluyendo luego a las asociaciones estratégicas de la Faja del Orinoco y al programa de reactivación de campos "marginales".

Así también lo concibe Quirós Corradi, cuando habla de

"...la apertura petrolera, como continuación de un proceso que incluye la operación por empresas privadas de campos marginales de producción; asociaciones estratégicas en la Faja del Orinoco; asociaciones para la manufactura y comercialización de la orimulsión y proyectos especiales como el de la producción de gas costa afuera, denominado Cristóbal Colón..."

Antes, un material promocional de PDVSA revelaba muy diáfanamente que la apertura ha sido una estrategia largamente madurada, pensando en la expansión del negocio y el aumento de la participación del capital transnacional:

"A comienzos de los ochenta, Petróleos de Venezuela identificó la conveniencia de adelantar una estrategia de internacionalización...

Como complemento natural de esa estrategia, a comienzos de esta década, se inicia el proceso de apertura del negocio petrolero en nuestro país. En respuesta a lineamientos del Ejecutivo Nacional, PDVSA emprende la búsqueda de fórmulas de participación del sector privado en todos sus segmentos de negocio. Esta apertura ha originado convenios operativos para la reactivación de campos de producción, asociaciones estratégicas para producir crudos de la Faja del Orinoco y explotar gas costa afuera, y sociedades para el desarrollo de Orimulsión®, a los cuales se suman otros esfuerzos de asociación con capital privado que se han venido adelantando en las áreas de petroquímica, carbón y suministro de servicios industriales."_

Y, finalmente, así lo confirma el Presidente de PDVSA en reciente entrevista:

..."La apertura es un proceso que comienza en el país hace más de diez años, y que probablemente continúe con otros programas, todos ellos encausados dentro de una estrategia, cuyo objetivo es, fundamentalmente, expandir, fortalecer y diversificar el negocio petrolero, abriendo espacios para la participación del capital, la tecnología y el mercado controlado por el sector privado externo".

Con estas definiciones se caracteriza, en verdad, parte del proceso aperturista, su concresión última, pero se deja de lado al proceso mismo. En este aspecto, compartimos más bien la opinión de Gastón Parra Luzardo:

A lo largo de estas dos décadas, el poder petrolero, ejercido ahora por PDVSA, creada por decreto del Ejecutivo Nacional el 30 de agosto de 1975, ha venido desarrollando y puesto en práctica toda una política dirigida a profundizar, de manera progresiva, el proceso de privatización de la industria petrolera.

Porque en verdad, a nuestra manera de ver, y como ya hemos dicho, se trata de una etapa más dentro de un curso de política de largo aliento, cuyos primeros determinantes se manifestaron hace más de 35 años. Aunque pueda parecer exagerado, tal es la perspectiva que debemos tomar para analizar el bosque de la política petrolera venezolana y no perdernos en el follaje de los megaproyectos.

Retrocedamos, pues, unos 35 años para tomar ese punto de mira... y encontrarnos nuevamente con el recién promulgado texto constitucional y su Artículo 126, en cual se elimina la discrecionalidad del Poder Ejecutivo para el otorgamiento de concesiones de hidrocarburos y se lo remite a la aprobación del Congreso en sesión conjunta. Quedaba allí parcialmente reflejado uno de los cinco vértices del Pentágono de Acción de Juan Pablo Pérez Alfonzo: No más concesiones.

La severidad de esa política, tal cual se percibía públicamente en ese entonces, iba más allá de lo dispuesto en el referido artículo constitucional, porque la expectativa era la de que en los 22 años que faltaban para el término concesionario, la Nación estaría en condiciones de asumir directamente las operaciones de exploración, producción , refinación y sus derivaciones.

Ese fue el verdadero cierre. Allí comenzaron a morir las esperanzas de las corporaciones petroleras extranjeras en el sentido de que, llegado 1983, año cuadragésimo y terminal del 80% de las concesiones de hidrocarburos, éstas serían renovadas. Para mayores amenazas, en otro de sus vértices, el pentágono perezalfoncino contemplaba la creación de una pequeña empresa -la CVP- con lo cual se instauraba, desde ya, el posible germen de la administración petrolera estatal que, llegado el momento, monopolizaría las referidas operaciones..

Ante estas circunstancias, la reacción de las concesionarias fue rápida y fulminante: Por un lado, no más inversiones, no más depreciación, ni amortización ni agotamiento. Todas esas partidas pasaron a engrosar el excedente oculto que se repatriaba. Menudearon también, a partir de entonces, las denuncias sobre desmantelamiento, venta y reexportación de equipos de la industria.

Y por otro lado, masiva sobre-explotación, sacar la mayor cantidad de petróleo en el menor tiempo posible, violando todas las normas técnicas y acelerando la irreversible declinación de los yacimientos. De esta suerte, la producción de las concesionarias en Venezuela -que no la producción de Venezuela, como añoran Sosa Pietri y otros cultores de la Leyenda Dorada petrolera- pasó de 2 millones 846 mil barriles diarios en 1960 a 3 millones 700 mil en 1970. Esa fue la cumbre irrepetida a partir de la cual se inició un proceso de declinación de la producción, hasta el nivel crítico de 1 millón 680 mil barriles diarios para 1985.

Para el lapso 65-70 el saqueo era cada día más evidente y el país tuvo que apretar un poco más la cerradura. Tanto en el plano fiscal como en lo referente al deterioro de los activos físicos de la industria.

Así, en el primero de esos campos, en materia tributaria, se produjo una escalada de controles y fijaciones de nuevas tasas impositivas que trataban de contener el desbordamiento de excedentes de las concesionarias. Rememoremos un poco el proceso:

Desde su instalación en el país, las concesionarias se despachaban y se daban el vuelto a la hora de pagar impuestos, ya que las bases para la determinación de, por ejemplo, la renta neta gravable a los fines del impuesto sobre la renta, no eran otras que sus propias declaraciones de precios realizados y costos operativos incurridos. De hecho, en 1959, el reiterado envilecimiento de los precios declarados fue el detonante que condujo a la constitución de la OPEP.

En Venezuela, con su política de "participación razonable", eje del citado pentágono de acción, Pérez Alfonzo intentó poner torniquetes que contuvieran el desangramiento fiscal, promoviendo elevaciones sucesivas del ISLR cuando los beneficios de las concesionarias superaran el nivel del 15% de sus activos fijos netos. En ese contexto, la CVP fue concebida más como lugar para verificar los niveles reales de los costos de operación que como inicio de un camino alternativo al concesionario.

De muy poco sirvieron esas propuestas de JPPA en manos de gobiernos no convencidos de la pertinencia de esa política. La Comisión interministerial prevista en su pentágono para vigilar las magnitudes del negocio petrolero nunca fue puesta en funcionamiento real y, para 1968, por ejemplo, se verifica que los beneficios netos de las concesionarias montaban al 40% de sus activos fijos netos.

Luis Vallenilla dedica una sección de su ya citado trabajo sobre la apertura a analizar la desinversión 1960-74, pidiendo que no olvidemos esa experiencia. Remitimos al lector a ese texto.

La conciencia de esa inconveniente circunstancia obligó a la revisión del esquema impositivo basado en los precios de realización declarados por las concesionarias y, en consecuencia, en 1966, previa reforma de la Ley de ISLR, se llegó a un acuerdo con esas compañías sobre un programa de incrementos escalonados en los precios de referencia para fines fiscales, programa mediante el cual el Estado comenzó a tener ingerencia en la determinación de la base imponible.

En la reforma de 1966 se incluye por primera vez el llamado sistema de los precios de referencia. En vista de que desde 1958 venían reduciéndose constantemente los precios del petróleo venezolano, se creó un mecanismo llamado de los convenios o precios de referencia, para discutir y fijar con las empresas concesionarias un nivel de precios que sirviera para el cálculo de los ingresos o ganancias en el pago de impuestos, a fin de evitar que se siguieran deteriorando el precio y, en consecuencia, los ingresos del país.

Pero aún este acuerdo, firmado para un lapso de 5 años -1967/1971- se convirtió en camisa de fuerza que colocaba a los precios de referencia fiscal por debajo de los niveles determinados por la tendencia alcista que mostraron los precios internacionales a partir de 1968. Y así, en diciembre de 1970, el Congreso denuncia el acuerdo y otorga al Ejecutivo, mediante reforma de la Ley de Impuesto Sobre la Renta, la facultad de fijar unilateralmente los precios de referencia fiscal, conocidos a partir de entonces como Valores de Exportación. En esa misma reforma, la escala gradual de las tasas de ese impuesto para los distintos niveles de ingreso, que tenía para entonces un tope del 52% en su tramo superior, es sustituída por una tasa única del 60% para todos los niveles.

El "cierre" impositivo llega así a niveles formalmente impresionantes: para 1974, ya habiéndose producido, a finales del año anterior, la primera explosión de los precios determinada por la OPEP, la tasa del impuesto sobre la renta venezolano alcanzaba el 70,03% y los Valores Fiscales alcanzaban hasta un 30% por encima de los precios realizados y promediaban un 27%. A ello se agregaba una Regalía -Impuesto de Explotación- del 16,66%, liquidada en boca de pozo sobre la base de un precio calculado a partir de una mezcla de crudos norteamericanos, e impuestos menores como los superficiales y municipales.

Pues bien, pese a todos estos instrumentos de recaudación y control, las compañías se daban maña para burlar al fisco. Así, por ejemplo, aunque las cuentas oficiales reportaban para ese año 1974 un reparto de 95% del ingreso neto para el Estado y 5% para las concesionarias, la Creole Petroleum Corporation representó, en el mismo lapso, la mitad de las ganancias internacionales de la Exxon. Milagros de la prestidigitación contable.

Sin embargo, la medida que completa el cierre, en cuanto al deterioro físico de las instalaciones productivas, el último broche, lo constituyó la Ley sobre bienes afectos a reversión, promulgada en 1971. La misma estableció la obligatoriedad de revertir, en plenas condiciones de funcionamiento, todos los activos adquiridos por las corporaciones extranjeras para el ejercicio de su rol concesionario, junto con el establecimiento de un fondo para garantizar el mantenimiento de esas condiciones hasta el término de la concesión.

Llovieron demandas de nulidad, amenazas de bloqueo y sanciones comerciales. La cerradura se había hecho insoportable.

Mientras eso sucedía en Venezuela, desde hacía un tiempo, y haciendo referencia a la inestabilidad del Medio Oriente y la creciente severidad de los instrumentos fiscales de los Estados petroleros, habían comenzado a aparecer estudios de voceros del gran capital petrolero internacional sobre la necesidad de barajar el juego, de repartir de nuevo las cartas para explorar nuevas opciones... Es así como se conocen las primeras propuestas internacionales de nuevos tratos petroleros.

De 1968 data un trabajo en el cual se exponen, entre otras cosas, las conveniencias de dejar la fase de producción en manos de países que no tedrían otros con quienes dirigir esa industria que no fueran los hombres formados por las compañías, imbuídos y comprometidos con su cultura e intereses corporativos y fieles garantes, por eso mismo, del mantenimiento de nexos con sus casas matrices. Además, siempre urgidos de obtener mayores ingresos forzando la producción, los gobiernos "nativos" no observarían la disciplina requerida para mantener precios altos. Otro destacado analista petrolero, Secretario de Energía de Nixon por más señas, advierte, más tarde, sobre de los peligros del creciente nacionalismo árabe y postula la apertura de esa olla a punto de explotar, sin que ello signifique, en verdad, una pérdida apreciable de control real sobre el negocio.

En el plano de los hechos, primero fue el Acuerdo General de Participación en el Medio Oriente (1971) mediante el cual las "majors" petroleras iniciaron un programa de cesión escalonada -previa indemnización- de sus activos en las actividades "upstream" a los países ribereños del golfo arábigo-persa y a los libios.

Y luego vino el adelanto de la reversión para Venezuela. A finales de 1973, en el ambiente caldeado por el enfrentamiento sobre la Ley de Bienes Afectos a Reversión, perfilándose claramente la conflictiva posibilidad de acortar unilateralmente el plazo que comenzaba a vencerse en 1983, aparecen las refrescantes declaraciones de Kenneth Wetherell, Presidente de la Compañía Shell de Venezuela y Robert N. Dolph, su par de la Creole,

"A la luz de lo que ocurre en el mundo es de suponer que las relaciones entre las concesionarias y el gobierno puedan cambiar quizás mucho antes de 1983." (Dolph)

"La empresa está dispuesta y preparada a examinar cualquier nuevo esquema de relaciones para las actividades petroleras, a fin de cumplir con las aspiraciones y objetivos de la nación venezolana" (Wetherell)

En cada una de las cuales se hace explícita la voluntad de sus respectivas compañías de seguir cooperando con Venezuela ...aún después de las trascendentes decisiones que soberanamente tomen su pueblo y Gobierno en materia petrolera.

Se inician entonces las negociaciones trascorrales que, con el nombre de "avenimiento", dieron luz verde al adelanto de la reversión y garantizaron a las concesionarias jugosas indemnizaciones sobre activos largamente depreciados, contratos de asistencia técnica y comercialización mediante los cuales se les remuneró con creces su tan reclamado, cuan inmerecido, lucro cesante y permanencia en todos los emprendimientos de sus antiguas filiales, ahora "operadoras" nacionalizadas.

Comenzó a funcionar el conocido esquema umbilical Shell-Maraven, Exxon-Lagoven, Mobil-Llanoven, Gulf-Meneven y así sucesivamente, que se manifestó de manera expresa, además de los referidos contratos, en los programas de cambio de patrón de refinación y en los "megaproyectos" de la Faja del Orinoco. Las corporaciones habían accedido, por estas nuevas vías, a zonas que antes les estaban vedadas por encontrarse limitadas a las fronteras de sus parcelas concesionarias.

De tal suerte que, cosas veredes, Sancho amigo, la apertura se inicia en Venezuela con la Ley que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos. Y justamente, los contratos de Asistencia Técnica y Comercialización constituyen el primer eslabón de esa apertura, que continúa y profundiza la participación transnacional en el negocio petrolero venezolano.

Atrincheradas en el privilegiado papel de asesores tecnológicos -convidadas permanentes en todas las actividades de sus antiguas filiales- y comercializadores de la producción exportable de crudos y derivados, las más poderosas de las antiguas concesionarias se mantienen a la espera de su reinserción como protagonistas directas en las operaciones petroleras venezolanas. El atajo lo constituyen los contratos de servicios y empresas mixtas que permite el Artículo Quinto de la mencionada Ley, y las primeras excusas se buscan en la complejidad tecnológica implícita en el desarrollo de los crudos de la Faja, en la posibilidad de reactivar difíciles campos marginales y la explotación del gas no asociado costa afuera de Paria, tal como lo testimonian nuestros citados, Silva, Vallenilla , Quirós, "Enfoque" y Giusti.

Antes de continuar con el analisis de estos y otros escalones de la apertura, es necesario hacer referencia a un elemento, quizás el más importante de todos, en el proceso estudiado: el desmantelamiento del sistema tributario petrolero. Ese objetivo se encuentra abiertamente expuesto en las primeras y ya citadas propuestas aperturistas (Brannon y Akins) Veamos algunos hitos de ese desmoronamiento fiscal:

Una de las nuevas obligaciones que debe asumir el Estado al reservarse la industria y el comercio de los hidrocarburos es la de proveer los fondos para el mantenimiento y subsiguiente desarrollo de esas actividades. Y para ello se establece un aporte legal que deben realizar las operadoras para la constitución de esos fondos,

... a los fines de proveer a la empresa prevista en la base Segunda de recursos suficientes para desarrollar la industria petrolera nacional, las empresas operadoras constituídas conforme a las bases Primera, Tercera y Cuarta, según sea el caso, entregarán mensualmente a aquélla una cantidad de dinero equivalente al diez por ciento (10%) de los ingresos netos provenientes del petróleo exportado por ellas durante el mes inmediatamente anterior. Las cantidades así entregadas estarán exentas del pago de impuesto y contribuciones nacionales y serán deducibles para las operadoras a los fines del impuesto sobre la renta.

Esta es la primera modificación sustancial del esquema impositivo vigente durante el régimen concesionario: Con este aporte, PDVSA tenía garantizados, de arrancada y por voluntario sacrificio del fisco nacional, los fondos para realizar las necesarias inversiones que las concesionarias habían dejado de hacer durante los quince años previos.

Pero ello no bastó. Promediando 1976 se constató que, de mantenerse invariables los demás elementos del sistema impositivo, las nuevas operadoras -con la excepción de la antigua CVP- registrarían pérdidas contables. Y de nuevo operó el sacrificio fiscal: la tasa del impuesto sobre la renta fue reducida de 70,03% (nivel 1975) a 65,13%. Los Valores de Exportación, con un promedio de 27% sobre los precios realizados de 1975, fueron reducidos, entre 1977 y 1979 a niveles entre el 11 y el 14%.

Ese sacrificio fiscal no se ha detenido en ninguno de los veinte años siguientes. Como exponemos en la obra citada, imponiendo como verdad la falacia de la exacción fiscal que estrangula a PDVSA y que le impide desarrollar sus funambulescos megaproyectos, todos los instrumentos de percepción impositiva han sido envilecidos para dar un respiro al comprometido flujo de caja de la industria.

La regalía, por ejemplo, se liquidó entre 1979 y 1985, a precios inferiores a los de realización, cosa que no había sucedido nunca en la era concesionaria.. La diferencia unitaria fue de 17 dólares por barril en el año pico de 1981 y promedió unos 12 dólares en el resto del período. Las ganancias cambiarias del BCV, eliminadas, y el ISLR a las empresas suministradoras de asistencia técnica y servicios tecnológicos, minimizado, fueron otros de los campos por donde pasó la podadora fiscal del poder petrolero.

La reducción escalonada del Valor Fiscal de Exportación, que ha conducido hasta su eliminación definitiva a partir del presente año, fue aprobada entre gallos y medianoche por un Congreso de salida -en pleno interinato de Ramón Velásquez- acosado por las presiones de FEDECAMARAS y todos los demás voceros del poder petrolero, en orquestada campaña sobre la delicada salud de la gallina de los huevos de oro. Ese proceso fue estudiado por nosotros en los trabajos citados arriba.

Pero existe otro elemento de merma impositiva, cual es el denominado "factor fiscal para el cálculo del valor mercantil de la producción a los fines de liquidar la Regalía". De esta suerte, y por convenio entre el MEM y las operadoras, para reconocer costos de recolección y transporte por oleoducto hasta el puerto de embarque, la regalía no se calcula directamente como el 16 2/3% del precio de realización en boca de pozo, tal como establece la Ley de Hidrocarburos vigente, sino que, previamente, a este precio se le aplica un factor fiscal, el cual, para 1994, se determinó como 0,86079. Con este mecanismo, el impuesto de explotación o regalía para ese año fue en realidad de 14,34%.

Los cálculos hechos para 1996, con las presunciones oficiales de precio de realización promedio de 14,50 $/bl y al tipo de cambio vigente de 290 Bs./$, reflejan que la eliminación de los VFE comportará una merma de 494 mil millones de bolívares en la percepción fiscal. Y el "factor fiscal" aplicado a la regalía reducirá el monto recaudado por este concepto en 105 mil millones de bolívares. Es decir, que por el sólo concepto de estas dos graciosas concesiones, PDVSA deja de aportar al fisco 600 millardos de bolívares. ¡Y todavía hay quienes se preguntan sobre cuáles podrán ser las "verdaderas" causas del déficit fiscal¡

Pero ni siquiera éste, es el escalón final de la degradación impositiva en materia petrolera. Porque precisamente en los más recientes esquemas del proceso aperturista se consagran reducciones adicionales de las tasas del ISLR, del 65,7 al 34%. Tal el caso de las "asociaciones estratégicas" para la explotación de crudos extrapesados, para la reactivación de campos "marginales" y el proyecto Cristóbal Colón en particular, en el cual se adquirió además el compromiso de que en tal rebaja no habría vuelta atrás, ya que de suceder algún imprevisto legislativo en esta materia, Lagoven indemnizaría a sus socios.

En perspectiva, ya se conocen las solicitudes, hechas por PDVSA al MEM, de reducción del ya mencionado factor fiscal aplicable a la regalía que se genere en las áreas nuevas, para llevarlo hasta niveles de 0,76 -en el caso de los lotes orientales- en consideración de lo remoto de las áreas concedidas, y una fórmula de ajuste del mismo impuesto de explotación en los desarrollos de baja rentabilidad.

En cuanto a la primera de estas solicitudes, debemos remitir a los lectores a la revisión de los sitios donde se encuentran los lotes que se entregarán a las compañías extranjeras, para que verifiquen que los mismos -y en particular los orientales- se encuentran muy cerca, cuando no encima, de áreas petroleras tradicionales y de sus medios de transporte.

Sobre esta materia, y a manera de ratificación de lo dicho, es pertinmente trascribir la descripción de los lotes "La Ceiba" y "Guanare", publicadas al día siguiente de sus respectivas licitaciones y que revelan que las nuevas concesionarias no necesitarán -como las de hace 70 años- contratar baquianos lugareños para llegar al sitio:

"La Ceiba, con 1.742 kilómetros cuadrados ... Reveló ser una de las áreas de mayor interés por poseer una infraestructura de comunicaciones, dos aereopuertos y el puerto de La Ceiba a 80 kilómetros. Cuenta con instalaciones petroleras adyacentes de los campos Tomoporo, Barúa y Motatán y tres estaciones de flujo en un sistema de transporte con capacidad de 115.000 barriles diarios hasta Bachaquero".

"En materia de vialidad, el área -Guanare, n.n.- se incorpora a la red vial nacional a través de autopistas y carreteras principales. Una vía férrea ... aereopuertos comerciales en Acarigua, Guanare, Barquisimeto y Valencia ... proximidad de servicios telefónicos en toda la región ... servicios bancarios, comerciales, hospitales, hoteles e instituciones educativas de nivel superior y técnico ... cuenta con infraestructura petrolera adyacente. Por el extremo oriental con el Oleoducto La Victoria (Apure)-El Palito (Carabobo), con capacidad de transporte de 190.000 barriles diarios. Ochenta kilómetros al norte pasa el gasducto Nurgas, con capacidad de transporte de 1.000 millones de pies cúbicos diarios; y 180 kilómetros al noreste, se halla el terminal de embarque y al Refinería El Palito, cuya capacidad de procesamiento es de 110.000 barriles diarios. En dirección suroeste se encuentran los campos de Barinas-Apure, con infraestructura para manejar su producción actual que es de 140.000 barriles diarios de crudos livianos y medianos.

Por lo demás, ni aunque se encontraran en el corazón del Amazonas incurrirían en costos de transporte que justificaran una reducción de la regalía en un 24%. Lo más grave de esta propuesta está en el hecho de que de sus resultados nos enteraremos en unos cuantos años, pues como se trata de un convenio entre el MEM y PDVSA, los mismos pueden ser mantenidos, por razones de confidencialidad, lejos del escrutinio público.

Respecto a la segunda de estas propuestas estimulantes de la inversión extranjera, consideramos que hablar de desarrollos de baja rentabilidad es prácticamente tentar al demonio, porque si alguna habilidad demostraron las concesionarias extranjeras durante siete décadas en Venezuela, fue esa de hacer aparecer como ínfimas sus descomunales ganancias. (Ya citamos el botón de muestra de 1974, cuando el supuesto reparto del ingreso neto de 95-5 a favor del Estado escondía colosales ingresos de las concesionarias).

Esta fórmula, como todo el esquema de ganancias compartidas, peca precisamente de un aparente desconocimiento de la historia petrolera venezolana. Pero no podemos asumir esa hipótesis benévola. Consideramos que se trata de un descarado entreguismo, pues ya se sabe que se contrató a una empresa extranjera para que formulara una propuesta que recogiera los más modernos instrumentos contractuales, vale decir, los términos más atractivos para el inversionista extranjero.

Y es que es en este punto donde se encuentra la mayor evidencia de la inconveniencia del referido esquema: Desmontado completamente, como ha sido, el sistema de control y participación fiscal que se estableció trabajosamente en el país a partir de 1920, volveremos a la época en que las concesionarias se despachaban a placer.

Ese desmontaje, que se inició también tempranamente, con el planteamiento de permanentes conflictos de competencia entre PDVSA y el Ministerio de Energía y Minas, tuvo su momento culminante en la gestión de Humberto Calderón Bertí, quien provocó la salida de ese Ministerio de más de 300 funcionarios profesionales y técnicos -liquidando de hecho la capacidad fiscalizara del MEM- y transfirió a PDVSA muchas funciones, con la justificación a posteriori de que él aspiraba, como en efecto hizo, pasar de Ministro a Presidente de PDVSA.

Pero todavía hoy, el escaso y acosado personal técnico que queda en ese Ministerio se resite a aceptar su frustante destino. Así lo testimonia uno de sus dirigentes, quien se refiere a las condiciones de los Convenios de Asociación presentadas por el Ejecutivo al Congreso en diciembre de 1994 en los siguientes términos:

Este documento fue elaborado por PDVSA y, avalado por el MEM (sic). Es inadmisible que siendo el MEM el organismo encargado de la fijación de políticas, fiscalización, control y conservación de la industria petrolera, no haya participado activamente en su formulación: ni sus profesionales, técnicos y directivos medios tuvieron acceso a esa discusiones. De hecho esta nueva política post-nacionalización fue formulada por la industria, una vez más se margina a los funcionarios del MEM en la elaboración de decisiones fundamentales para el país.

La evidencia de que la capacidad fiscalizadora del MEM ha desaparecido -o es eludida, como acabamos de leer- se encuentra en las propias estadísticas oficiales, según las cuales, a partir de 1990 se ha producido una explosión de costos que vá mucho más allá de los incrementos naturales derivados de la declinación de los yacimientos y que ha determinado que, por ejemplo, en el año que acaba de transcurrir se alcanzaron las cifras máximas de producción y mínimas de participación fiscal en los últimos 20 años.

Finalmente ello ha sido admitido pública y oficialmente, cuando se hace circular una propuesta del SENIAT en el sentido de que la Asamblea de PDVSA sea presidida por el Ministro de Hacienda por la incapacidad del MEM para cumplir con sus responsabilidades en esta materia:

El planteamiento ... persigue fortalecer los controles del fisco sobre la industria petrolera, aspecto que ha estado en la discusión pública durante los últimos años, especialmente después de que el aporte fiscal interanual de Pdvsa (sic) comenzara a caer dramáticamente.

...

El propio ejecutivo planteó en ocasiones su incapacidad para establecer controles estrictos sobre las finanzas de Pdvsa, que durante años ejecutó sus planes de manera completamente autónoma.

...

En la actualidad la asamblea de la casa matriz es presidida por el Ministro de Energía y Minas. Desde ese organismo, precisamente, surgen observaciones en torno a la incapacidad técnica del despacho para supervisar eficientemente las finanzas de la industria.

Entonces, si esta ancestral técnica ha venido siendo aplicada impunemente al fisco por la gerencia de PDVSA ¿qué se puede esperar de sus maestros en la materia?

Colocados ya en la fase final de la licitación de los diez lotes ¿cuál empresa va a ofrecer el mayor nivel de participación del Estado en las ganancias? Con seguridad, todas las concurrentes lo harán en los lotes de mayor prospectividad. Llegarán al máximo y ofrecerán las bonificaciones adicionales previstas, porque es muy fácil ofrecer el 120% de una base imponible que perfectamente puede ser minimizada hasta llegar a niveles negativos. (No tendrán que hacerlo, sólo porque ésta es una subasta para el libro Guinness de Records: única en el mundo que pone límites superiores a las ofertas de los licitantes)

Por todas las razones anteriores, varios analistas hemos denunciado que con la negociación de las diez áreas nuevas se trata de entregar lo mejor de lo que nos queda en crudos livianos y medianos, en condiciones inaceptables: vender el lomito, no ya a precios de lagarto, sino de huesos para la sopa.

Pues bien, en la medida que nos acercábamos al 22 de enero, se comenzaron a producir las confirmaciones de que ello sería así

"La calidad de las áreas nuevas de crudos livianos, medianos y condensados bajo el esquema de ganancias compartidas hace prever que será muy competida la licitación para las empresas participantes, según el Presidente del Grupo Veba AG, Ulrich Hartmann."

Y al momento de reescribir estas líneas -25 de enero- ya han sido licitados seis lotes, en cuatro de los cuales las licitantes ofrecieron el PEG máximo de 50% y en tres de estos, bonos extras. En el quinto de esos bloques (Golfo de Paria Este) se presentó un sólo consorcio licitante, el cual ofreció un PEG del 29% y en el sexto (El Sombrero) la licitación fue declarada desierta.

Los rostros desafiantes y las demostraciones de alegría de los petroleros nativos, contrastan con el hecho nada enorgullecedor de que ése es y será el resultado de haber aceptado, de antemano, las aspiraciones máximas de los potenciales socios. Y que los aparentemente suculentos bonos son apenas unas vergonzosas migajas que podrán ser recuperadas -de acuerdo con las propias estimaciones preliminares de reservas en cada lote- en uno o dos meses de una producción sobre la cual las nuevas concesionarias tendrán el control por casi cuarenta años.

Tal nivel de complacencia, inadmisible en una negociación donde estaba en juego el mayor patrimonio colectivo de los venezolanos, nos lleva a colegir que los autores de esta propuesta simplemente se adscribieron, sin ninguna resistencia, a términos establecidos por intereses extranjeros, tal cual como hicieron los negociadores oficiales en los 14 contratos de asistencia técnica suscritos en 1975.

En nuestra opinión -dejando de lado fundadas reservas sobre la inevitabilidad de esa negociación- en estas ofertas al capital extranjero los representantes oficiales de Venezuela no tenían que colocarse contra la pared, como lo hicieron. Las condiciones mismas de las áreas que se licitan mendicantemente justifican, por el contrario, la exigencia de una justa compensación por los trabajos que ya han sido realizados en ellas y que han permitido su delimitación y el establecimiento de sus posibilidades productivas.

Esto lo revela el propio documento que se sometió a discusión, al mencionar la cuantía de los recursos que se espera localizar en cada bloque y lo confirman luego los materiales que se entregaron a las empresas licitantes, contentivos de auspiciosos registros sísmicos y columnas estratigráficas. Tales fueron sólo los indicios y muestras para orientar el proceso, puesto que a los ganadores de las licitaciones se les hará entrega de paquetes detallados con los resultados de esos muchos años de actividad exploratoria.

Para constataciones de última hora, volvamos a la información ya citada sobre los lotes La Ceiba y Guanare, al día siguiente de sus respectivas licitaciones:

Menegrande y Maraven grabaron en La Ceiba, con expectativas de reservas por 791 millones de barriles, 1.061 kilómetros de líneas sísmicas 2D (bidimensional).

Obsérvese que la información disponible sobre el lote comienza a producirse hace más de 20 años, pues se cita a la concesionaria Mene Grande como realizadora de una parte del programa exploratorio.

Lo peor de esta referencia periodística es lo que no dice y que demuestra los niveles de cinismo y autocensura cómplice a que han llegado casi todos los medios. Resulta que el "Comunicado de Prensa" emitido con los sellos MEM-PDVSA-CVP dice además lo siguiente:

El área ha tenido cierta actividad exploratoria en los últimos 50 años. 1000 km de sísmica 2D han sido grabados y se han perforado 10 pozos. El más reciente, La Ceiba-1X perforado en 1992, probó hidrocarburos en las arenas del Eoceno de la Formación Misoa.

¡Desde luego! Semejante indiscreción era impublicable por un diario como El Nacional, consciente de sus responsabilidades con las "fuerzas vivas petroleras", ya que esas tres líneas confirman irrefutablemente el aserto intuitivo y apenas certificado nebulosamente por referencias verbales de funcionarios de los niveles operativos, de que las licitadas no eran áreas de "riesgo", tal como se le hizo tragar al desprevenido Congreso Nacional, para que diera su beneplácito a tan bizarro instrumento.

Algo semejante ocurrió con la información aparecida en El Universal sobre el lote de Guanare, "olvidaron" que el Comunicado de Prensa hablaba, además de "sísmica 2D", de un pozo exploratorio perforado en 1965.

¿Y qué diremos del área de Guarapiche? En ella se encuentra ubicado Guanoco, con el lago de asfalto más grande del mundo, en donde se perforó y probó, en 1913, el primer pozo petrolero venezolano, el Bababuy N° 1, y en cuyos límites dos de las empresas del consorcio licitante triunfador, British Petróleum y Maxus operan los "campos marginales" de Pedernales y Quiriquire con reservas superiores a 1.000 millones de barriles de crudos medianos y livianos.

"El consorcio British Petroleum, Amoco y Maxus ganó ayer el área Guarapiche (Lagoven) considerada la más promisoria del programa de licitación petrolera al ofertar -sin el perdón del castellano ofrecer, n.n.- un bono especial de 109 millones de dólares. ... el área ganada puede ser, geológicamente, una proyección de El Furrial, el último campo gigante detectado en Venezuela y del cual se encuentra bastante próximo".

"A esta área de Guarapiche los expertos de Pdvsa les estiman 'conservadoramente' no menos de 1.000 millones de barriles.

Ahora bien, si Venezuela no está en guerra, si su industria petrolera tiene un potencial excedentario que la lleva a violar flagrantemente las cuotas admitidas dentro de la OPEP, si los lotes previstos no se encuentran en el Círculo Polar, si alrededor y dentro de ellos existe una infraestructura petrolera y una base de recursos humanos no despreciable, si se tienen recursos para mantener inversiones gigantescas en negocios en el exterior con rentabilidad marginal y negativa, ¿por qué fue aceptado un instrumento que desmejora los términos en que se negociaba el petróleo venezolano en 1920? Intentaremos dar respuesta a esa interrogante en lo que sigue:

La apertura es apenas el capítulo contemporáneo de una política que ha tenido siempre el mismo signo: la expropiación del patrimonio colectivo en beneficio del gran capital transnacional y de las élites aprovechadoras criollas, cuya punta de lanza la constituyen hoy, y desde hace 20 años, las cúpulas gerenciales de mentalidad privatista enquistadas en los puestos de comando de la empresa estatal.

En los últimos eventos de esa política -prólogos de la privatización que anuncia formalmente Giusti- hubo todo un proceso previo de preparación y ensayo general. En cada escaramuza por la internacionalización, la orimulsión, el Cristóbal Colón, el mejoramiento de crudos extrapesados y los campos marginales, se quedaron pedazos de soberanía, de capacidad de control y fiscalización, jurisdicción de las leyes y tribunales nacionales, y, como se constata en las cifras oficiales, de integridad de la participación fiscal. Todo ello, en nombre del mantenimiento de la autonomía operativa y financiera de PDVSA y sus filiales, pero con los propósitos reales abiertamente planteados por su Presidente: expansión del negocio y "estímulo" a la participación del capital extranjero.

De esta manera es que llegamos "preparados" para negociar con nuestros antiguos y nuevos socios: con un viejo cuerpo legal, reglamentario y de control desmantelado, pero con un instrumento completamente nuevo y aceitado, "traje a la medida de las transnacionales", según el titular de Reporte Petrolero

Un evento destacado de esta preparación es el denunciado por Luis Vallenilla en su obra ya citada: De como Lagoven interpuso, el 26 de noviembre de 1990, un recurso ante la Corte Suprema de Justicia para solicitar derogaciones de los artículos 2° y 5° de la Ley que Reserva al Estado la Industria del Gas Natural y 3° de la Ley de Hidrocarburos. Solicitud que se hace -supuestamente- para evitar la prohibición de licuar el gas libre y poder promover el Proyecto Cristóbal Colón.

Los entretelones de esta diligencia judicial, por sí sólos, constituyen uno de los capítulos más oscuros en la historia de una Corte que no destaca precisamente por su verticalidad frente a los poderosos -sobre todo, si éstos son petroleros. En esa oportunidad, la Corte no sólo dictaminó las derogatorias pedidas, sino que se extralimitó, otorgando más de lo que se le pedía y lo que no se le pedía, incurriendo en las causales de nulidad que los juristas denominan ultrapetita y extrapetita..

Analizando todas las "ventajas" adquiridas por Lagoven con estas derogatorias, Luis Vallenilla explica que

"En efecto, de haberse aplicado el artículo 3°, el Proyecto Cristóbal Colón habría tenido que someterse a un plazo más corto y a la jurisdicción de los tribunales venezolanos y no a un arbitraje, práctica que rompiendo una tradición de 90 años (desde el decreto de Cipriano Castro de 1904), viene utilizándose recientemente. Por otra parte los contratos operativos, que son calificados "de servicio" en documentación de PDVSA, posiblemente tendrían que haber sido aprobados por el Congreso Nacional y haberse sometido a las disposiciones del artículo 3° aplicables, lo que hubiera permitido que sus condiciones económicas hubiesen sido mejor conocidas. Por ejemplo, en lo que respecta a la remuneración a los contratistas, que se calcula en fórmulas complicadas que aparecen en los apéndices de los contratos y no son conocidas por nadie, o casi nadie, fuera del alto nivel de PDVSA; y ni siquiera, posiblemente, por los directores externos de la Corporación".

"Finalmente, lo más importante de todo: de estar vigentes las normas del artículo 3° de la Ley de Hidrocarburos aplicables, no hubiera sido posible presentar a la consideración del Congreso Nacional los Convenios para crudos livianos y medianos en la forma como han sido concebidos."

Es así, pues, como PDVSA ha devenido en la antítesis de lo que debería ser y lo que el común de la gente piensa que es: La empresa del Estado para la administración eficiente de los recursos públicos de hidrocarburos se transforma en facilitadora de oportunidades de negocios privados.

Tal como queda demostrado al inicio de este trabajo, la realidad fundamental que pretenden eludir nuestros gerentes petroleros es la de la propiedad del Estado sobre los recursos de hidrocarburos y los derechos que como propietario le corresponden. Pese a la anómala condición de compañía anónima que se le confirió a PDVSA, sus ejecutivos no son otra cosa -aunque les pese- que funcionarios públicos y, en tanto que tales, ejecutores de la política estatal, de la política de los propietarios, en la gestión de esa industria.

PDVSA no es una empresa que deba buscar cobijo en FEDECAMARAS o en VenAmCham, es una empresa estatal. Parecería una verdad de perogrullo, pero éste es uno de los problemas mas delicados que se le plantean al país en materia de política petrolera..

Las prioridades de los gerentes de PDVSA se orientan según los intereses de sus clientes, socios internacionales, proveedores y contratistas; con los cuales no tiene secretos. y con cuyo concurso planifica estrategias para enfrentar las políticas y orientaciones estatales. Por eso mismo, recela de los poderes públicos, esconde información a sus legítimos contralores y reniega de su condición estatal. En su visión corporativa lo importante es la expansión del negocio, aún al precio de minimizar los dividendos a repartir entre los propietarios. Como queda más que demostrado, el más importante foco generador de tendencias privatistas de la industria petrolera nacional se encuentra en sus cúpulas gerenciales.

En efecto, durante todos los años de existencia de PDVSA, los esfuerzos de su gerencia transnacional han estado enfrentados al más acendrado interés nacional: bajar la participación fiscal, boicotear a la OPEP, hacer descuentos a los "clientes tradicionales" y a "nuestras filiales en el exterior", fomentar negocios inviables para la Nación pero lucrativos para el capital privado.

La política de expansión a todo trance de la producción es característica. No importa si en esa expansión se violan normas técnicas, con lo cual se acelera el agotamiento de los yacimientos, no importa si esa expansión va a sobrealimentar a un mercado estructuralmente saturado y a convertirse en factor de debilitamiento de los precios, no importa violar los topes asumidos en el seno de la OPEP -en realidad, es lo que menos importa. No importa si crecen los costos y las posiciones competitivas del país a mediano plazo se comprometen. No importa si, para garantizar esa expansión se ofrecen condiciones exageradamente generosas al capital petrolero internacional, en desmedro de la participación nacional. Lo único que importa es que florezcan los negocios que alimentan el poder y las fortunas de los particulares y las corporaciones que los proponen y ejecutan.

Aclaremos, de paso, que no nos estamos refiriendo a las pequeñas raterías -aquéllas que hoy pueden llegar hasta las decenas y centenas de millones de bolívares- que se denuncian en los niveles operativos intermedios, de contratación y supervisión de proyectos, servicios, asesorías, construcciones civiles, donde, ha comenzado a institucionalizarse el "¿Cuánto hay pa'eso?", Quirós dixit. A diferencia de nuestro citado, nos referimos a fiascos nacionales donde si está involucrada la alta gerencia de PDVSA.

En El Poder Petrolero... analizamos varios de esos negocios ruinosos para el país, -megaproyectos de la Faja, Orimulsión, internacionalización- que se han convertido en fuente del déficit fiscal y de los problemas de flujo de caja de la industria. Aquí volveremos brevemente sobre uno de ellos por su carácter paradigmático: la internacionalización

Hoy ya no se trata simplemente y tal como denunciáramos en el V Congreso Venezolano del Petróleo, de pírricas ganancias de decenas de millones de dólares frente a ventas y activos de decenas de millardos, sino, peor aún, de que esas supuestas ganancias constituyen apenas la púdica cobertura de los colosales descuentos de 3, 4 y hasta siete dólares el barril, con los cuales se entrega el petróleo a "nuestras filiales en el exterior". Esto le consta ya a muchos funcionarios del MEM y de otros despachos oficiales que han tenido que ver con las cuentas de esas operaciones, pero que aún no se sienten con las fuerzas suficientes como para enfrentarse al poder petrolero.

"...PDVSA ha modificado la forma de presentación de sus estadísticas, para que el país no sepa cuánto es lo que la industria gasta en divisas en el exterior. Utilizan el concepto de ingresos netos de divisas, como resultado de restarle al ingreso por exportaciones petroleras, los gastos de PDVSA en el exterior. Eso lo hacen porque sencillamente no le rinden cuentas a nadie."

No vamos a repetir los cuadros y gráficos que incluímos en los trabajos referidos, pero si debemos insistir que esta es una situación que clama a la responsabilidad nacional. Que no es posible admitir la callada por respuesta. La ceguera de nuestros políticos sólo nos permite desgarrarnos en estas páginas con la esperanza de que algún día esta denuncia pueda ser reivindicada. Pero entonces será tarde y las pérdidas de la Nación habrán sido irremediables.

"...la inercia de la internacionalización a ciegas ha conducido al contrasentido ya indicado: a la sobre expansión en refinación y mercadeo externo, con cero creación de empleo en el país y márgenes de utilidad estrechos, nulos o negativos. Al mismo tiempo se descuidó la debida atención a la búsqueda de los crudos livianos y medianos remanentes en el país, los más valiosos en rendimiento económico, cuya explotación PDVSA pretende ahora entregar a las transnacionales, con pérdida apreciable de beneficios para el país."

Desde el punto de vista estrictamente político, en todos estos veinte años, las fuerzas de la apertura transnacional han tenido como gran acierto la imposición, a la sociedad venezolana, de su visión corporativa -la "verdad petrolera" tantas veces mencionada aquí- como axioma incontrovertible.

Y uno de los principales pilares del imperio de esta visión acrítica y deformada de la realidad lo constituyó el pacto de los máximos lideres de AD y Copei para sacar al petróleo del debate político.

De tal manera, en nombre de la importancia para el país de la actividad petrolera, de la necesidad de alejarla de la politiquería y el clientelismo partidista, se permitió que la más antinacional de las políticas, la de las transnacionales y las mafias aprovechadoras, se apoderara de ella. En nombre de la meritocracia se ha permitido el enquistamiento de una dinastía gerencial que reproduce su filosofía y patrones de conducta antinacionales, a través de un sistema de premios y castigos que privilegia la incondicionalidad y el acriticismo y crea una verdadera cadena de complicidades y favoritismos dignos del mas rancio régimen feudal. (Como lo farfullan entre dientes muchas de sus víctimas, bajo la campana de Gauss de las evaluaciones anuales se produce toda suerte de injusticias, humillaciones y pasos de Horcas Caudinas.)

Como afirmamos en el trabajo ya citado, la verdad petrolera tiene potencialidades de inundación amazónica y capacidad de penetración de vaso capilar. Ella está plenamente instalada en la mente de todos los directivos de medios de comunicación y en la de la mayoría de los dirigentes políticos del país, aún en los más radicales y contestatarios.

En el caso que nos toca más de cerca, esa mentalidad, que tiende a creer que en materia petrolera todo está resuelto por nuestros eficientes técnicos, se instaura también en las aulas de nuestras muy críticas Universidades. Esto es lo que explica que en las Escuelas de Economía del país se haya cometido la inmensa barbaridad de eliminar de sus pensa los estudios de economía petrolera. De manera particular, sabemos que en nuestra Escuela de Economía de la UCV ello fue el resultado de la más novelera postración ante los dictados de la modernidad -o post-modernidad- primermundista, que exige la extirpación de toda interpretación "estructuralista" de los procesos económicos. Y bien sabemos que en Venezuela no hay nada más estructural que su economía petrolera.

En general, ese nuevo paradigma, que pretende encontrar soluciones teóricas universales, dentro del marco de la globalización que se nos quiere imponer, desprecia olímpicamente todo lo que sea un matiz nacional, una peculiaridad anómala, que interfiera con la eficiente aplicación de sus desempolvados dogmas. Venezuela, como los demás países exportadores netos de petróleo, es una sociedad esencialmente anómala. Esa anomalía la aporta la disposición de una fuente generadora de ingresos sin contrapartida en el empleo de sus fuerzas productivas, de una renta, cuyos efectos se conocen en el país desde hace más 70 años... Pero eso no necesitan estudiarlo nuestros modernos economistas: Les parece preferible ir, desarmados del conocimiento de su propia realidad, a las fuentes del conocimiento económico puro, para venir luego a pontificar con sandeces sobre los efectos de una novedosa "enfermedad holandesa" en el comportamiento de la economía venezolana.

Mientras tanto, la política económica que más interesa al país, la relativa a la disposición y destino de los recursos generados por el petróleo, se los dejamos a los que siempe han sabido sobre la materia, a esos míticos "expertos petroleros" que sólo son el mascarón de proa del club -gang, mafia, cartel o como quiera llamarse a esa agrupación irregular- de aprovechadores privados del patrimonio público.

La industria petrolera, atrincherada tras su condición de compañía anónima que maneja asuntos de alta complejidad técnica, ha convertido en coto cerrado el proceso de toma de decisiones estratégicas que comprometen al recurso fundamental de la Nación. El ámbito de discusión de estos temas se ha restringido a la cúpula gerencial y a sus asesores externos, debido al premeditado desmantelamiento del órgano legal para la fijación de las políticas aplicables al sector.

Los poderes públicos nacionales, y en particular el Congreso Nacional, consumen mucho de su tiempo discutiendo, por ejemplo, el déficit fiscal o la asignación del presupuesto nacional. Pero lo hacen a partir de datos sobre cuya génesis no tienen ninguna posibilidad de modificación. Es decir, "planifican" a partir de parámetros que son fijados de manera independiente por los petroleros. Tal como lo haría un joven con la mesada asignada por su padre: a veces protestando su insuficiencia, pero sin poder ir más allá, por desconocer los factores determinantes de tal nivel de asignación.

Es en este ambiente de ignorancia y complicidad como se ha constituído, en torno al petróleo, el mayor centro de desviación de los bienes públicos hacia privilegiadas alforjas. Que no hay RECADI, ni banquero corrupto, ni beneficiario irregular del financiamiento estatal, que alcance siquiera a un punto porcentual de las perversas cumbres de enriquecimiento privado, nacional y extranjero, generadas por el poder petrolero. Tal es el trasfondo de esa vieja política que reaparece cada mañana con un nuevo nombre o moda. Ahora es el turno de la apertura y dentro de muy pronto -ya está en camino- será el de la privatización de PDVSA.

Es así como hemos llegado a tener, supuestamente, la segunda empresa petrolera a nivel mundial y, al mismo tiempo, cinco sextas partes de la población venezolana colocada entre los estratos de necesidades básicas insatisfechas, pobreza crítica y miseria extrema..

Es así, tambén, como en 1994, un negocio que movilizó 22 mil millones de dólares en sus operaciones nacionales e internacionales, y alcanzó las cifras máximas en producción de crudo y refinación en 20 años, reportó la mínima participación fiscal en ese mismo lapso, de 4,98 mil millones de dólares y retuvo para sí ganancias netas máximas. (Considérese, en contraposición, las cifras de 1976, cuando con ingresos de apenas 9 mil millones se generaba una participación fiscal de 7 mil millones).

Y la responsabilidad de que éstas y todas las ya expuestas tropelías aperturistas sucedan impunemente, aunque parcialmente puede atribuirse al pacto "institucional" que tendió un manto cómplice sobre esas actividades irregulares, alcanza también a la voluntaria incultura petrolera de casi toda la dirigencia política y económica del país y a la inercia de sus Universidades, que las ha llevado a dejarse imponer una emasculación de su capacidad analítica y crítica en esta materia.

La sustitución del análisis por la fe proviene en mucho del abandono por las fuerzas políticas populares, por las Universidades y por los medios de la cuestión petrolera nacional, luego de la nacionalización, en la creencia ingenua de que con ella todo estaba resuelto, porque supuestamente "el petróleo estaba en buenas manos". Con alivio, los nacionalistas cerraron los libros y se echaron a dormir. Así dejaron al "caballo de Troya" en PDVSA actuar a sus anchas. Ahora Ministros, congresantes, dirigentes, profesores se sienten sorprendidos, perplejos, aún semidormidos. Su reacción es de desaliento y derrotismo

La crisis nacional exige a los poderes públicos y a las colectividades políticas que pretenden encarnar la voluntad popular una asunción plena de sus responsabilidades en esta materia. Ello pasa por tomar una decisión política de amplias repercusiones, que afectaría a otros poderes constituídos y que sería duramente combatida.

El caso lamentable es que en la actualidad el país no cuenta con un liderazgo político capaz de emprender semejante tarea. Debemos empezar a construirlo. Y el primer paso en ese camino es delinear una política alternativa a la que se ha impuesto en los últimos veinte años.

La política petrolera venezolana debe formularse claramente a nivel Estatal, es decir, debe ser establecida con la participación de todos los poderes públicos. La justificación es doble: La primera se refiere a que, cualesquiera sean los titulares de la propiedad sobre los recursos del subsuelo y los activos de esa industria, el Estado está en la obligación, claramente establecida en la Constitución y las leyes, de controlar, regular y fiscalizar a una actividad productiva que se desarrolla en su territorio. La segunda se refiere a esa condición actual que puede revertirse en el tiempo, pero mientras exista debe ser ejercida plenamente y sin complejos: el Estado es el propietario de los recursos y de la industria erigida para su explotación.

En el plano técnico - operativo de esa reivindicación, es necesario desmontar las bases de desinformación sobre las cuales se fundamenta la "verdad petrolera". se hace necesario, por tanto, recabar toda la información disponible y contrastarla con las presentaciones voluntariamente sesgadas que se hacen de la misma. Hay que hacer evidentes los detalles que se ocultan detrás de las prácticas de agregación de las cifras. Analizar cada negocio, cada sector de actividad. de manera de establecer la eficiencia particular de cada uno de ellos.

La situación conforma un serio problema político que sólo puede ser encarado teniendo todos los ases en la mano: Información certera y precisa como instrumento fundamental para la sustentación de una voluntad política y búsqueda de un apropiado nivel de consenso en torno a las propuestas concretas..

Por lo demás, esa política petrolera, en tanto que política reivindicadora de los vulnerados derechos de los propietarios colectivos, debe ser tambien el producto de una amplia consulta en todos los estamentos de la sociedad. Para ello, debe dársele participación cierta a todas las organizaciones representativas que no lo hacen directamente en los poderes públicos centrales, como la CTV, FEDECAMARAS, gremios profesionales, universidades, corporaciones de desarrollo regional, estados y municipios, sin olvidar, desde luego, a ese poder público no deliberante que son las Fuerzas Armadas.

C.M.P. Enero 1996 >

CRÍTICA PETROLERA CONTEMPORÁNEA


Crónicas Disidentes Sobre la Apertura
y el Poder Petrolero (1996-1999)




Carlos Mendoza Pottellá
Marzo 1999



I N D I C E

1 Petróleo, viajero del tiempo... *

2 De las viejas a las nuevas concesiones *

3 Guanoco 1890... Guarapiche 1996 *

4 ¿Una economía petrolera avanzada? *

5 De fueros coloniales, apertura y globalización *

6 Escenarios, falacias y caballos de Troya *

7 Legislación petrolera: tiempo de retrocesos *

8 Apertura petrolera... ¿luz al final del túnel? *

9 El regreso de la "civilización" petrolera *

10 Privatizar PDVSA... ¿vender el sofá? *

11 La apertura también llega a las universidades *

12 Negocios petroleros e intereses nacionales *

13 Si es posible una política petrolera distinta *

14 Por la ruta de los escenarios falaces y las matrices de opinión hacia la liquidación de PDVSA... *

15 "Tercera Ronda", otra vuelta del camino ... hacia la desnacionalización *

16 A propósito de una polémica sobre los conceptos "entrega" y "desnacionalización" *

17 El petróleo venezolano: entre la ignorancia generalizada y las manipulaciones del poder *

18 Algunas precisiones sobre "racionalizaciones" y ciertos planes de privatización. *

19 La privatización de PDVSA : El Poder Petrolero desbocado *

20 Razón de Estado y Adormecimiento Colectivo *

21 Modernidad, apertura y otros cantos de sirena *

22 Política Petrolera: Realidad, crítica y ética *

23 La misión con destino de Salvador Garmendia y los proyectos del "Big Brother". *

24 Privatizadores a la ofensiva... y con todos los hierros *

25 Maraven y Conoco demandan al SENIAT... ¡ vayan acostumbrándose ! *

26 FUNDAPATRIA y el petróleo: Entre la docencia y la defensa del interés nacional *

27 A propósito de las concepciones de Teodoro Petkoff sobre el atraso y la modernidad *

28 ¿La Apertura Petrolera es, en verdad, la ruta hacia una Venezuela productiva? *

29 Reflexiones para seguir en la brecha... contra la desnacionalización petrolera *

30 La realidad es terca... pero mucho más lo son los planificadores petroleros *

31 Política Petrolera: De las dignas ejecutorias al entreguismo rampante *

32 Venezuela, tierra de promisión... para los halcones petroleros *

33 La caída de los precios del petróleo: El Rey está desnudo *

34 La herencia transnacional en el seno de PDVSA: clones del "bebé de Rosemary" *

35 Magia, esoterismo y chapucería en la política petrolera venezolana *

36 ¿Hasta cuando seguirán creyendo Giusti, Arrieta y Quirós que los venezolanos somos idiotas? *

37 La OPEP, Venezuela y el Poder Petrolero *

38 Merrill Lynch: Petróleo y elecciones *

39 El petróleo como tema de un debate donde vale todo... hasta la infamia *

40 La impunidad petrolera *

41 ¿Hasta donde deberá hundirse el país para que se le exijan cuentas claras a PDVSA? *

42 El amor y el interés fueron al campo un día... *

43 Por no poderla atender sus dueños... Se vende transnacional barata *

44 Petróleo, información y opinión pública *

45 ¿La privatización petrolera hará el milagro? *

46 Los conflictos del sentido común petrolero con la realidad *

47 Crisis de la mitología petrolera *

48 Se hunde el barco... ¡todos a los botes!... detrás de nosotros, los petroleros *

49 Petróleo, fracaso gubernamental y coyuntura electoral: mezcla peligrosa *

50 Renta versus Producción: posibilidades y limites de una política petrolera alternativa *

51 Petróleo, elecciones y programas de gobierno *

52 "El único nacionalismo es la autarquía" *

53 Los dirigentes petroleros venezolanos continúan cavando la fosa de los precios *

54 Los ocho millones de barriles de Sosa Pietri *

55 Petroleros pescando en río revuelto *

56 Petróleo: variaciones sobre un mismo tema *

57 Pinocho mayor: "PDVSA nunca ha dado descuentos" *

58 Las cortas piernas de la mentira petrolera *

59 La insistencia en una política petrolera fracasada profundiza la crisis venezolana *

60 ¿Es la OPEP una antigualla inservible? *

61 De profecías auto-cumplidas y otras manipulaciones petroleras *

62 El "Poder petrolero" sigue trabajando para perpetuar su gestión antinacional *

63 Mil veces más: Autocrítica de un gazapo e insistencia multiplicada *

64 Fin de una era de retrocesos: Renacer de la esperanza *

65 Pasando la página: Nuevos retos, viejos y nuevos riesgos *

66 ¡Cinco dólares el barril de crudo! ¿Hasta dónde llegará la inconsciencia productivista? *



1 Petróleo, viajero del tiempo...

La ignorancia petrolera generalizada ha sido el caldo de cultivo propiciador de todas las trapisondas antinacionales que en los últimos años se han impuesto como "política petrolera".

Pongamos por caso las afirmaciones de los dirigentes petroleros sobre la urgencia de duplicar y triplicar nuestra producción. El argumento fundamental de esa urgencia es la circunstancia, establecida por los futurólogos energéticos, de que al petróleo le queda una "ventana de oportunidades" de unos 40 ó 50 años, después de los cuales, inevitablemente será sustituido por otras fuentes de energía. Transcurrido ese lapso, los venezolanos tendrán que comerse el petróleo, porque ya no servirá para nada.

Quienes esto afirman, no son ignorantes. Muchos de ellos son geólogos e ingenieros petroleros que conocen de la verdadera naturaleza de ese maravilloso recurso. No, no son ignorantes. Son solamente "agentes económicos" que guían su conducta y su ética de acuerdo con el principio keynesiano de que "en el largo plazo todos estaremos muertos" y que "el que venga atrás que arree". ¿Qué es lo que intencionalmente olvidan estos planificadores de negocios petroleros?

En primer lugar que el petróleo es un producto de la vida. Es simplemente la vida que existió en el planeta entre hace 10 y 400 millones de años y que fue transferida, muerta pero no putrefacta, hasta nuestros tiempos. Eso se logró en un fantástico proceso al cual contribuyeron todas las fuerzas de la naturaleza, las cuales dislocaron a "Pangea" -la tierra única inicial- en varios continentes, provocaron la meteorización de colosales montañas en esos continentes originales y luego volcaron sobre los mares adyacentes millones de toneladas de sedimentos, acarreados por ríos inimaginables y colosales huracanes.

Esos sedimentos cubrieron a la vida que bullía en esos mares en forma de plancton de origen vegetal y animal y la separaron del oxígeno, con lo cual, además de provocar su muerte impidieron su putrefacción (destino que nos espera a todos los seres vivos mientras el oxígeno esté en contacto con nosotros) y dieron inicio a una evolución alternativa y, en los términos de nuestra cultura televisiva, casi de ciencia-ficción: la fosilización.

Se trata de un proceso de "desorganización" de la materia orgánica, que deja de ser piel, caparazón, hoja, tallo, célula vegetal o animal, pero que no conduce a su completa descomposición, sino que le permite mantener estructura de hidrocarburo, aunque ya no tenga vida.

Esos hidrocarburos, inertes pero no descompuestos, mezclados en una gama completa de estados de la materia, de gases a sólidos, pasando desde luego por los preciados líquidos, constituyen lo que hoy conocemos genéricamente como petróleo.

El nombre de hidrocarburos restrictivamente aplicados a estas mezclas, nos conduce al error: los aristócratas y racistas quisieran olvidar que hidrocarburos somos todos los seres vivos y muertos, y no sólo el petróleo. Los humanos, por ejemplo, somos unos hidrocarburos pretenciosos, que nos creemos el centro del mundo y consideramos a nuestro cerebro como la materia orgánica más desarrollada: un hidrocarburo capaz de percibir su historia, que hace la guerra como continuación de la política y algunas veces piensa y hace poesías sobre el amor, el dolor, la alegría y la tragedia.

Así pues, el petróleo es un viajero del tiempo, bien conservado y de nuestra propia estirpe. Y como tal, es un reservorio increíble de los componentes de nuestro cuerpo y del de todos los seres vivos. Esta humanidad, inventora del napalm y la bomba atómica, apenas ha sabido encontrarle usos químicos -en este caso, petroquímicos- que ocupan menos del 5% de la producción petrolera mundial. El 95% restante se utiliza a la manera troglodita: para ser quemada. No importa que de esa combustión salga la fuerza para impulsar a un Concorde o a un Mercedes Benz, para alimentar un lanzallamas o una bomba molotov, la irracionalidad ecológica es la misma.

¿Aprovechar esas predicciones sobre el seguro fin de sus usos energéticos para orientar a nuestros nietos hacia la búsqueda de aplicaciones dignas para ese increíble legado de la providencia? ¿Ahorrar y maximizar los beneficios que se pueden obtener hoy de cada barril, pensando en esas futuras generaciones?

¡Poesía inoficiosa! Ensoñaciones nostálgicas que parten de utopías fracasadas. La racionalidad y la ética del mercado no permiten pensar en una justicia distributiva intergeneracional, sino en la maximización de la producción y el aprovechamiento ahora, ya. Generar negocios y enriquecimientos privados, acumulaciones originales para que surjan nuevos capitales para la inversión y la generación de empleo... todo ello, desde luego, sin estar pensando en conveniencias macroeconómicas nacionales a largo plazo, desarrollo armónico y autosostenido o en cualquier otra tontería entorpecedora de lo principal: el negocio de los que hoy tienen el mango de la sartén en sus manos.

10 de noviembre de 1996



2 De las viejas a las nuevas concesiones

En 1943, después de una larga discusión nacional y mediando un convenio entre el gobierno del General Isaías Medina Angarita y las compañías petroleras, con la "mediación" del Departamento de Estado norteamericano, se promulgó la Ley de Hidrocarburos vigente.

En ese entonces, las compañías extranjeras concesionarias se acogieron a los términos de la misma, obteniendo, a cambio de ello, una extensión por 40 años de sus derechos de exploración, explotación y manufactura de los hidrocarburos en las áreas bajo su control.

El gobierno de Marcos Pérez Jiménez otorgó, entre 1956 y 1957, y también por cuarenta años, de acuerdo a los términos de la Ley, las últimas concesiones.

En 1961 y por inspiración del Dr. Juan Pablo Pérez Alfonzo -en el marco de la política petrolera promovida en su "Pentágono de Acción", que incluyó, entre otras cosas la creación de la CVP y de la OPEP- el Congreso Nacional, al promulgar la nueva Constitución, dejó establecida la norma de que no se otorgarían nuevas concesiones de hidrocarburos (Art. 126), mejor conocida como la "política de no mas concesiones".

Por virtud de todo lo anterior, 1983 pasó a convertirse en un año muy importante para los venezolanos de las décadas 60 y 70: En ese año revertiría a la Nación, sin posibilidad de renovación y sin ninguna indemnización, el 80% de las concesiones otorgadas hasta entonces. En otras palabras, en 1983, Venezuela pasaba a ser dueña directa, en un 80%, de la industria petrolera establecida en su territorio. En 1996-97 revertiría el otro 20%.

1983 era, pues, el año en que se iniciaría, con todos los hierros, el despegue definitivo de Venezuela hacia la liberación económica y el desarrollo. (¡Ay, Pedro Calderón, en verdad que la vida es sueño!)

Sin embargo, la dinámica de la política petrolera internacional y la voluntad de las corporaciones de imponer una transición a su imagen y semejanza, determinaron que esa "reversión" se adelantara a 1976.

De tal suerte que en ese año, después de ser ventajosamente indemnizadas por la entrega de equipos, instalaciones e inmuebles largamente depreciados, habiendo obtenido unos contratos de asistencia técnica que simplemente disimulaban injustificados pagos adicionales, unos contratos de comercialización en donde se les otorgaban jugosos descuentos y, previo también, un avenimiento secreto en el cual recibieron garantías no escritas -pero fielmente cumplidas- de participación en todos los futuros emprendimientos petroleros del país, las grandes corporaciones internacionales renunciaron a sus concesiones; dejando de paso, y como garantes de sus intereses en las que ahora serían operadoras nacionalizadas, a los "nativos" de su confianza: ese caballo de Troya antiestatal que ahora promueve la privatización a marcha forzada, vía las aperturas, las asociaciones estratégicas, el "outsourcing" y la venta de parte del capital en acciones.

Se materializó así, en 1976, el adelanto de la "reversión" establecida en la Ley de 1943, que comenzó a ser denominado, impropiamente, "nacionalización petrolera".

Ahora, 20 años después de la promulgación de la "Ley que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos", mediante la cual se adelantó el vencimiento de aquellas concesiones, se produce el otorgamiento de nuevas concesiones.

En efecto, violando la Constitución y las leyes, aceptando las imposiciones del enclave antinacional enquistado en PDVSA, un inadvertido y displicente Congreso Nacional aprobó la suscripción de "Convenios de Asociación para la Exploración a Riesgo y Explotación de Nuevas Areas bajo el Esquema de Ganancias Compartidas", un instrumento contractual insólito en nuestra legislación petrolera y mercantil, totalmente desequilibrado, en el cual se ensarta un rosario de cláusulas que otorgan todas las ventajas al socio extranjero, lesionan la soberanía nacional y nos devuelven a la tradicional imagen de cambiar oro por espejitos.

Tras ese rimbombante nombre se esconde, como hemos dicho, un nuevo otorgamiento de concesiones, en peores circunstancias que las prevalecientes entre 1920 y 1975: En 2.000 kilómetros cuadrados por área, en vez de 100, como era lo establecido en la Ley de 1943, con un plazo de exploración de 9 años en vez de 3, liquidada la capacidad de fiscalización del Ministerio de Energía y Minas, eliminado el Valor Fiscal de Exportación, reducida la Regalía por diversos mecanismos hasta un mínimo de 1%, otorgando depreciaciones aceleradas y reconociendo costos de exploración que se cargarán en pesadas alícuotas a los ingresos que se obtengan por cada barril producido.

Agréguese a todo ello las ya alegadas ilegalidades e inconstitucionalidades y se obtendrá un buen cóctel desnacionalizador para alimentar la iracundia colectiva cuando se perciba la verdad y sus consecuencias.

27 de noviembre de 1996



3 Guanoco 1890... Guarapiche 1996

En nuestra primera entrega, "Petróleo, viajero del tiempo", comentábamos algunas de las implicaciones que en el larguísimo plazo tiene el origen milenario de los hidrocarburos. Utilizamos entonces datos del ilustre geólogo y maestro Aníbal R. Martínez, en su obra "Diccionario del Petróleo Venezolano". Hoy retomamos la misma onda, con el mismo autor, quien nos informa que el petróleo venezolano se formó en dos grandes momentos, el primero, en el período cretácico, hace 100 millones de años, y el segundo en el período terciario, hace 50 millones de años. Esta perspectiva geológica, en este caso nacional, nos lleva a recordar el carácter dramático de lo planteado en aquella oportunidad sobre el despilfarro que esta generación humana hace de ese valiosísimo recurso...

Releyendo a otro maestro, Edwin Lieuwen, en su obra clásica "Petróleo en Venezuela" nos encontramos con unas líneas que habremos leído muchas veces, pero que sólo ahora cobran una importancia inusitada:

"Los llanos es una zona recientemente abierta, sólo parcialmente explorada. Es la zona petrolera del futuro. En su extremo más oriental se sabe que existen depósitos sedimentarios de casi siete kilómetros de profundidad." (pág. 19)

Y en esa misma página, Lieuwen refiere que sus datos en este aspecto provienen de una obra editada en Nueva York en 1942. ¡Válgame Dios! ¿Desde hace cuanto tiempo se conoce la existencia de petróleo en esos lotes que hoy se entregan graciosamente como áreas de exploración de alto riesgo?

En verdad, desde hace tanto tiempo, que se confunde con el inicio mismo de las actividades de concesionarias extranjeras en este siglo. Tanto así, que en una de ellas se perforó el primer pozo completado exitosamente en Venezuela por las concesionarias extranjeras, descubridor, en consecuencia, del primer campo petrolero de este país, el 15 de agosto de 1913, fue el Bababuy N° 1.

El campo descubierto, contentivo de petróleos mediano-pesados, no fue otro que Guanoco, en cuya superficie se desparramó, hace millones de años, el petróleo que, por excepción, no quedó entrampado en el subsuelo. A partir de ese petróleo se formó, después que el sol evaporara a las fracciones más livianas, el lago de asfalto más grande del mundo. Y para 1913, hacía 22 años que ese asfalto era sacado, a pico y pala, y en las horas meridianas, para ser llevado, en pequeñas furgonetas y por una vía férrea a los vapores especialmente diseñados para su transporte hasta los Estados Unidos.

En efecto, ese lago de asfalto, otorgado en concesión para su explotación al Sr. Horacio R. Hamilton el 15 de septiembre de 1883, fue explotado por una compañía que se constituyó al efecto: La New York & Bermúdez Company.

Así fue como, partir de 1891, las calles y carreteras de las principales ciudades estadounidenses comenzaron a recibir, por primera vez, capas de macadam (el pavimento que hoy conocemos simplemente como "asfalto") elaboradas con el material extraído de Guanoco.

La historia de las relaciones de esa compañía con el Estado venezolano va a constituir un verdadero paradigma de lo que serían, un poco más tarde, las relaciones de las concesionarias de hidrocarburos, no sólo en Venezuela, sino también en cualesquiera otros países y territorios de la periferia capitalista bajo cuyo subsuelo se encontrara petróleo, tales como México e Irán, para citar sólo dos casos dramáticos.

A partir de 1901, en medio de disputas por compromisos fiscales no cancelados, la New York & Bermúdez Company. Participa en el financiamiento de una revuelta contra Cipriano Castro: la "Revolución Libertadora" de Manuel Antonio Matos, la última gran guerra civil de Venezuela, que concluye, tres años después, con dos grandes batallas y miles de muertos, en la Victoria y Ciudad Bolívar.

Pero la derrota de "la Bermúdez" fue transitoria: Sus propiedades, y la mina misma, fueron embargadas y los tribunales de la república la condenaron, en 1907, a pagar más de 24 millones de bolívares en indemnizaciones. Los Estados Unidos rompieron relaciones con Venezuela y prosiguió el tejido de intrigas, sobornos y chantajes que condujo al golpe palaciego de Juan Vicente Gómez contra el viajero Castro. A partir de entonces comenzaron los años dorados, tanto para la asfaltera Bermúdez como para las petroleras que siguieron sus pasos.

¿Y donde queda Guanoco? Pues es el corazón del Area denominada Guarapiche, otorgada, ¡"para la exploración a riesgo"!, el pasado 23 de enero de 1996 a las compañías British Petroleum, Amoco y Maxus, las cuales pagaron gustosas 109 millones de dólares, como bono por el derecho a correr ese "inmenso riesgo".

12 de diciembre de 1996



4 ¿Una economía petrolera avanzada?

La más generalizada de las nociones que tenemos los venezolanos en cuanto a nuestra definición como Nación es la de que somos y seremos un país petrolero. Ello contrasta, sin embargo, con el también generalizado desconocimiento de las particularidades de esa industria y, sobre todo, de los procesos económicos que se generan dentro de ella, del sentido y carácter de sus magnitudes y del impacto de los mismos en la sociedad toda.

La significación de esta paradoja, podemos ejemplificarla con la referencia de un Ex-Director de la Escuela de Economía de la UCV, quien rememoraba la sorpresa de los visitantes extranjeros, cuando, al inquirir por "el departamento petrolero de la Escuela", se enteraban de que en este destacado país petrolero, miembro de la OPEP, con una industria que se pregona a sí misma como la segunda del mundo y con reservas que amenazan con durar miles de años, los universitarios que se están formando como los futuros dirigentes económicos del país no estudian ninguna asignatura vinculada con esa actividad.

Muchas cosas pueden inferirse de esta vergonzosa omisión universitaria, entre otras, que los fracasos de las políticas económicas propuestas por brillantes economistas, formados aquí y con postgrados en las mejores universidades del primer mundo, tienen su origen en el supino desconocimiento petrolero del cual se ufanan muchas de esas luminarias.

Una buena muestra de ello lo constituye la ceguera (presunción benévola, para no hablar de malas intenciones o inconfesables intereses) con la cual los dirigentes del país se han enfrentado al proceso involutivo que se manifiesta en la industria petrolera venezolana desde mediados de los años 60 y hasta el presente: la desaceleración y caída de su capacidad generadora de excedentes. Sobre la significación y perniciosos efectos de ese proceso alertó Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien, en el mismo año en el que se registró el máximo histórico de producción petrolera señaló -no por dones de taumaturgo, sino por su conocimiento de la industria y del país- que esa sería la cumbre, que el país no la volvería a alcanzar en mucho tiempo, quizás nunca más, y que, cuando las cosas se pusieran verdaderamente duras por la imprevisión e irresponsabilidad de los gestores de la política petrolera y económica, "en la bajadita", nos esperarían los caimanes del capital petrolero internacional para imponer sus condiciones... (¡Ay Doctor, si Ud. viera lo bonita que nos está quedando la apertura!)

Pues bien, ese proceso es el principal factor de la evolución reciente de la economía venezolana, determinante del desencadenamiento de la crisis global -económica, política y social- que hoy vive el país.

A pesar de múltiples advertencias, la existencia real del mismo y sus previsibles consecuencias fueron subestimadas, o simplemente negadas, por los dirigentes de la política económica hasta mucho después de 1983. Se llegó a calificar como "profetas del desastre" a quienes alertaban sobre ello. Hoy, esas consecuencias son sufridas con gran intensidad por el país y en primer lugar por las cuatro quintas partes de la población, aquellas que se agrupan en los estratos de las familias con "necesidades básicas insatisfechas" y de la "pobreza crítica" a que hacen referencia las estadísticas de las últimas dos décadas.

A tales extremos nos han llevado los responsables de la política económica nacional, para quienes tales efectos se han descargado "sorpresivamente" sobre el país. Múltiples fueron las referencias periodísticas a esta "sorpresa", sobre todo, después del 27 de febrero de 1989. Entendemos a los sorprendidos analistas, cuyos niveles de información en esta materia han sido proporcionados por el diario palangre petrolero que inunda los medios de comunicación nacional. Lo que sí debe causar suspicacia son las propuestas de los planificadores petroleros, quienes todavía las fundamentan en los presuntos efectos dinamizadores de la inversión en esa área.

Pese a que la experiencia venezolana de este siglo dice lo contrario, el poder petrolero se empeña en querer demostrar que el petróleo será "la locomotora que impulsará al resto de la economía nacional". Se trata, simplemente, de insistir en el mismo modelo de desarrollo que ha fracasado en toda la línea en las ocho décadas pasadas.

Al parecer todavía subsiste el mito forjado durante los años de "La Gran Venezuela", según el cual, la nuestra era una "economía petrolera avanzada". Se esgrimían -entonces- argumentos adobados con unas supuestas tasas de crecimiento relativo de la economía no petrolera, "ya en franco despegue de la tutela estatal", las cuales, a la postre resultaron meros espejismos. Hoy, pese a los catastróficos resultados del funcionamiento de ese modelo, resucitan los mismos argumentos con los cuales se pretende seguir repitiendo la historia. ¿Cuantas veces más tropezaremos con la misma piedra?

7 de enero de 1997



5 De fueros coloniales, apertura y globalización

En tiempos de globalización, es decir, en el mundo unipolar donde se impone la integración de las economías mundiales bajo la égida de los países integrantes del Grupo de los Siete, el carácter estatal del petróleo y de su industria en Venezuela es combatido, cada día con mas fuerza y por todos los medios de comunicación masiva, por los agentes internos de la "modernidad".

Vale la pena entonces, discutir un poco sobre la génesis y significación de esa condición del petróleo venezolano.

Todo comienza en tiempos coloniales, con el dictamen de Carlos III, Rey de España, para que se aplicara, en estas "Indias Occidentales", las disposiciones del Fuero Viejo de Castilla, por virtud de las cuales la soberanía y propiedad sobre las minas, incluidos los "bitúmenes y jugos de la tierra" eran, también, atributos de la Corona.

Así quedó plasmado en las "Ordenanzas de Minería para la Nueva España", promulgadas en Aranjuez en mayo de 1783. Al año siguiente una Real Cédula ordenaba la aplicación de estas Ordenanzas a la Intendencia de Venezuela.

El 24 de Octubre de 1829, el Libertador Simón Bolívar transfirió esa soberanía al Estado de la República de Colombia, mediante un decreto emitido desde Guayaquil, en la Provincia de Quito.

Después de la desintegración de la Gran Colombia, esa soberanía minera es ratificada varias veces en la legislación venezolana.

Desde entonces, y como se ve, varias décadas antes de la aparición de la industria del petróleo, los recursos del subsuelo se constituyen en patrimonio colectivo de los venezolanos.

Con ese principio legal quedó determinada también la forma como los particulares podían acceder a la explotación de tales bienes colectivos: mediante una concesión otorgada por el Ejecutivo, pagando una cuota proporcional de regalía sobre los volúmenes extraídos y sometiéndose a la soberanía impositiva de los poderes públicos.

Y bajo esta estructura formal se organizó la explotación de hidrocarburos en Venezuela y prosperó el "régimen concesionario", durante cuya existencia el Estado venezolano fue reivindicando, paulatinamente una proporción creciente en los proventos del negocio.

Las historias de amor y dolor de la pareja simbiótica y contradictoria Estado-concesionaria extranjera constituyen la trama principal en torno a la cual se estructura la evolución social, económica y política de Venezuela en este siglo.

En 1975 concluye aparentemente ese conflictivo matrimonio y se inicia la etapa de extensión del derecho de propiedad estatal desde los yacimientos hasta la industria misma: la llamada "nacionalización" de la industria petrolera.

En verdad, la separación fue sólo en el plano formal, ante la Ley y el "que dirán", pues en la intimidad las antiguas concesionarias nunca perdieron sus cuotas de participación en el negocio venezolano y, lejos de eso, las extendieron hacia áreas y sectores que antes estaban fuera de su alcance por encontrarse fuera de los límites de sus concesiones. El decadente matrimonio se convirtió en pecaminoso y grato concubinato.

Rompieron así el cerco de hierro que había establecido la política de "no más concesiones" instaurada por Juan Pablo Pérez Alfonzo e iniciaron una "reconquista a la española", de largo plazo. Para ello contaban con las semillas antiestatales que dejaron sembradas en sus filiales, ahora operadoras nacionalizadas. Semillas que fructificaron en cúpulas gerenciales promotoras de toda clase de negocios con las antiguas casas matrices.

Ya en los contratos de "Asistencia Técnica" y comercialización, suscritos en diciembre de 1975, se inicia el proceso de desmontaje del aparato de control y fiscalización estructurado por el Estado venezolano a lo largo de décadas.

En ellos se consagró, por primera vez, la renuncia a la soberanía impositiva, al establecer una fórmula automática para compensar todo intento de incremento de las tasas impositivas vigentes a la firma del contrato. Igualmente, allí, por primera vez, se renunció a la "inmunidad de jurisdicción", al establecer, en contravención del Artículo 127 de la Constitución Nacional, el arbitraje internacional como medio para dirimir los desacuerdos entre las partes contratantes.

Posteriormente se incorporaron nuevas áreas a este proceso de expansión de la participación extranjera en el negocio petrolero venezolano: los programas para el cambio de patrón de refinación y los "megaproyectos" de la Faja del Orinoco fueron los siguientes escenarios en los cuales se continuaron los retrocesos de la soberanía estatal. A ellos siguieron la internacionalización y la Orimulsión, destacados componente de una estrategia enfrentada a la política oficial, y generalmente aceptada, de control de la producción como garantía para la defensa de los precios. Esa estrategia gerencial incorpora, en consecuencia, un decidido sesgo anti-OPEP.

El Proyecto Cristóbal Colón, recientemente "diferido por 5 años", fue sin embargo, el emprendimiento más exitoso de la gerencia petrolera desde el punto de vista de su rumbo hacia la desnacionalización total de la industria. Escudados en la importancia estratégica de ese proyecto lograron imponer en el Congreso Nacional la eliminación de la figura de los Valores Fiscales de Exportación, la cual garantizaba adecuados niveles de participación fiscal. Igualmente, y de manera subrepticia, forzaron un dictamen de la Corte Suprema de Justicia mediante el cual fueron derogados los Artículos 1°, 2° y 5° de la Ley que Reserva al Estado la Industria del Gas Natural.

En sí mismo, el Proyecto Cristóbal Colón incorpora mermas del ISLR en 33 puntos porcentuales y expresa renuncia a la soberanía impositiva al disponer el compromiso de Lagoven de compensar a sus socios extranjeros en la eventualidad de incrementos tributarios dispuestos por las autoridades nacionales.

Con este ensayo general quedó servida la mesa para los nuevos hitos en el camino desnacionalizador: las "asociaciones estratégicas" para la operación de campos inactivos y los "convenios de asociación bajo el esquema de ganancias compartidas" vendidos bajo el slogan de la "apertura".

El tema abordado pica y se extiende como un "extra-base" beisbolero y por eso, debemos decir, a la manera de las miniseries televisivas, "esta historia continuará".

18 de enero de 1997



6 Escenarios, falacias y caballos de Troya

En la entrega anterior de "Apuntes..." prometíamos continuar la historia de las relaciones que se instauran en Venezuela en torno al petróleo y su explotación industrial, cuyos protagonistas, contradictorios pero mutuamente dependientes, han sido el Estado venezolano y las grandes corporaciones petroleras internacionales.

Decíamos entonces que esas relaciones florecieron inicialmente dentro del marco del régimen concesionario heredado de nuestro pasado colonial. Concluido el ciclo concesionario, esas relaciones cambiaron de forma con la "nacionalización" de la industria, pero no sólo se mantuvieron, sino que se intensificaron y extendieron a campos inusitados.

Hacíamos referencia a los contratos de Asistencia Técnica y Comercialización, suscritos pocos días antes del tránsito formal de la industria petrolera a manos del Estado, como los eventos paradigmáticos en cuanto a los vínculos Estado-Corporaciones en los años que siguieron hasta nuestros días. Utilizando una terminología contemporánea, en esos contratos se plasmaron los pasos iniciales de la apertura petrolera, porque fue a través de ellos que las antiguas concesionarias pasaron a tener injerencia en espacios distintos a los de las antiguas concesiones.

Fue así como se inició un curso fatal de deterioro de la participación nacional en el negocio petrolero, constituyendo la llamada "apertura petrolera" sólo el Capítulo contemporáneo de una política que ha tenido siempre el mismo signo: la expropiación del patrimonio colectivo en beneficio del gran capital transnacional y de las elites aprovechadoras criollas, cuya punta de lanza la constituyen hoy, y desde hace 20 años, las cúpulas gerenciales de mentalidad privatista enquistadas en los puestos de comando de la empresa estatal.

En los últimos eventos de esa política hubo todo un proceso previo de preparación y hasta un ensayo general: el Proyecto Cristóbal. En cada escaramuza por la "internacionalización", la Orimulsión, el mejoramiento de crudos extrapesados y la entrega de los "campos marginales", se quedaron pedazos de soberanía, de capacidad de control y fiscalización, jurisdicción de las leyes y tribunales nacionales, y, como se constata en las cifras oficiales, de integridad de la participación fiscal. Todo ello, en nombre del mantenimiento de la autonomía operativa y financiera de PDVSA y sus filiales, pero con los propósitos reales abiertamente planteados por su Presidente: expansión del negocio y "estímulo" a la participación del capital extranjero.

De esta manera es que llegamos "preparados" para negociar nuevas concesiones con nuestros antiguos y renovados socios extranjeros: con un viejo cuerpo legal, reglamentario y de control desmantelado, pero con un instrumento completamente nuevo y aceitado para el regreso transnacional: el "esquema de ganancias compartidas".

Es así, pues, como PDVSA ha devenido en la antítesis de lo que debería ser y la empresa del Estado para la administración eficiente de los recursos públicos de hidrocarburos se transforma en facilitadora de oportunidades de negocios privados: promoviendo paulatinas modificaciones legales o propiciando transgresiones legales, multiplicando proyectos de limitada o nula rentabilidad fiscal, impulsando múltiples formas de participación privada, desde la internacionalización, la contratación de servicios y el "outsourcing" de ciertas funciones considerada no medulares, hasta los diversos niveles de "asociaciones estratégicas" que desembocan en el presente otorgamiento subrepticio de concesiones, paso previo a la "democratización del capital" mediante la colocación de bonos y la venta en forma de acciones de PDVSA y sus filiales.

Tal es nuestra opinión en torno al proceso de la política petrolera venezolana en los últimos 20 años. A contrapelo de las formulaciones legales y reglamentarias, de las tradiciones y rituales de la política petrolera venezolana, con el disfraz de la nacionalización hemos introducido en nuestra casa un caballo de Troya antinacional, el cual, en nombre de supuestos "escenarios productores" y de "combate al rentismo" ha liquidado la capacidad efectiva de captación nacional de una renta que de todas maneras se produce, en tanto que su determinación es el resultado de un intrincado conjunto de relaciones económicas internacionales, establecidas y consolidadas en un proceso que se inició a principios de siglo.

La falacia del "escenario productor" enfrentado a otro "rentista" queda en evidencia cuando constatamos que uno de los resultados evidentes que tendrá el "esquema de ganancias compartidas" será la minimización de la participación de PDVSA, tanto en su condición de operadora como en la de perceptora de beneficios, colocándose en una posición que no tiene otro nombre sino el de rentista, en tanto y en cuanto usurpa el papel que le corresponde al Ministerio de Energía y Minas en la fiscalización y control de entes operadores extranjeros.

Ahora bien, todo lo anterior constituye una visión particular de un proceso que puede ser evaluado desde ópticas más modernas y con colores menos sombríos. Visiones que, entre otras cosas, desechen anticuados principios nacionalistas, de soberanía o autarquía, muchos de los cuales se resumen en el antediluviano y pavoso concepto de "patria".

Visiones que entiendan la realidad unipolar y las condiciones que nos son exigidas para integrarnos a los mercados mundiales, cumpliendo más eficientemente, y sobre todo competitivamente, con nuestro tradicional papel de suministradores de materias primas baratas. Que tomen en cuenta que, si en alguna oportunidad nos pudimos colar entre los resquicios de la guerra fría y ello nos permitió invertir transitoriamente el sentido de la corriente expoliadora de mis riquezas y capacidades productivas, ahora esa posibilidad ya no existe y debemos renunciar a lo que "modernamente" se considera como una participación "exagerada" en la renta generada por nuestro subsuelo.

Eliminemos controles e impuestos, minimicemos esa excrecencia feudal que es la regalía, acordemos depreciaciones aceleradas para la inversión extranjera, reconozcamos toda clase de gastos como costos deducibles para fines fiscales y recibamos los beneficios de empleo y prosperidad que nos ofrecen los capitales internacionales que vendrán a ubicarse dentro de nuestras fronteras, los cuales no serán "capitales golondrinas" aprovechadores de ondas especulativas, sino avezados "capitales vampiros" que chuparán nuestros recursos mientras ello sea lo suficientemente rentable y luego nos dejarán, como siempre, enfrentados a otro "viernes negro" y preguntándonos ¿ en qué nos equivocamos esta vez?

30 de enero de 1997



7 Legislación petrolera: tiempo de retrocesos

Desde los tiempos de Gardel y de uno de sus tangos emblemáticos, el siglo XX ha sido escenario de muchos "cambalaches" caracterizados por el abandono de los valores de antaño y la emergencia de una desoladora modernidad.

Hoy, por ejemplo, y como corolario de esa nueva y trágica frustración de los más caros y ancestrales sueños de la humanidad que fue el derrumbe del "socialismo real", se imponen las leyes del capitalismo salvaje, según las cuales todo se tasa en un mercado darwiniano dónde sólo sobreviven los más capaces. "A las puertas del cielo, primero yo que mi mamá" es la consigna de la nueva modernidad de este fin de milenio.

En ese contexto, la historia adquiere unas connotaciones subversivas: rememorar y enaltecer los valores en nombre de los cuales se luchó y se conquistaron posiciones en otros tiempos es una actividad de dinosaurios que con su paso torpe obstruyen las autopistas de la modernidad.

En materia petrolera, recordar las gestas del Ministro de Fomento gomecista Gumersindo Torres, del Presidente Gral. Isaías Medina Angarita y del insólito profeta Juan Pablo Pérez Alfonzo, constituye una verdadera falta de urbanidad, según los patrones imperantes.

Para muestra un botón. Comparemos nada más la figura concesionaria establecida en nuestra primera Ley de Hidrocarburos, la de 1920, promulgada por el genio y la voluntad de Gumersindo Torres, con los términos de las "Asociaciones para la Exploración a Riesgo y Producción bajo el esquema de Ganancias Compartidas" propuestas al Ejecutivo a finales de 1994 por PDVSA y autorizadas sin mucho análisis por acuerdo del Congreso Nacional.

En la referida Ley se refrendaba la herencia hispánica y la disposición bolivariana de 1829, según la cual los recursos del subsuelo eran patrimonio de quien ejerciera la soberanía. En nuestro caso, como ya mencionáramos en esta columna, ello fue asumido por los poderes públicos de la Nación, por el Estado, en tanto que depositario y guardián del patrimonio colectivo.

Se estableció desde entonces -1920- que una concesión, figura mediante la cual el Estado venezolano otorgaba a un particular el derecho a explotar los recursos del subsuelo, era un lote definido -diez mil hectáreas- sobre el cual se realizaría, durante tres años, una labor exploratoria, lapso suficiente para que el concesionario escogiera sus 10 parcelas de explotación -de 500 has. cada una- obligatoriamente intercaladas con 10 parcelas de reserva nacional, tal como en un tablero de ajedrez las blancas y las negras.

De tal manera, y desde hace 77 años, quedaba establecida la posibilidad de una futura participación directa del Estado en las labores de explotación del yacimiento, con la garantía de hacerlo en un área probada.

Hoy, por el contrario, las áreas concedidas para la "exploración a riesgo" promedian una extensión de 200 mil hectáreas cada una, veinte veces más que la concesión tradicional. El lapso de exploración se ha triplicado hasta llevarlo a nueve años y no se establece ninguna figura parecida a la "reserva nacional" de 1920, sino una voluntaria renuncia a los lotes dentro de los cuales no se programen desarrollos productivos. En otras palabras, lo que se otorga es el yacimiento entero, sin dejar nada fuera de la voracidad extractiva que podrá desarrollar el concesionario en los 39 años que... por ahora, se le otorgan para ello.

Si continuáramos las comparaciones con el resto del ordenamiento jurídico estructurado desde 1920 hasta 1975, podríamos constatar también que la mayoría de las conquistas nacionales materializadas en esos instrumentos ha sido puesta de lado en nombre de una comportamiento "moderno" y "abierto" a la participación extranjera en el negocio petrolero. Baste sólo con recordar el envilecimiento de todos los instrumentos legales que garantizaban una justa participación nacional en el negocio petrolero: Impuesto sobre la Renta, Regalías, Valores de Fiscales de Exportación, etc., y la liquidación del Ministerio de Energía y Minas, aparato de control fiscal laboriosamente estructurado desde los tiempos de Gumersindo Torres, hoy convertido en un cascarón vacío, santificador pasivo de todas las tropelías del poder petrolero.

Todo ello lo hemos venido refiriendo desde el segundo de estos "Apuntes", pero no dejamos de reiterarlo, porque seguimos soñando con unir voluntades para la lucha contra el proceso desnacionalizador que hoy impulsan nuestros dirigentes políticos y económicos.

De manera particular, en esta oportunidad llamamos la atención sobre las pretensiones de algunos modernizadores, quienes ya quieren hacer "caída y mesa limpia" con lo poco que queda de nuestras leyes petroleras.

En efecto, no contentos con lo que han logrado hasta ahora con el envilecimiento de tales instrumentos, los corifeos del poder petrolero ven llegada la oportunidad y la correlación de fuerzas adecuada para plantear algo a lo cual se negaban cerrilmente en épocas menos propicias para sus pretensiones entreguistas: Unificar el régimen legal petrolero en una nueva Ley de Hidrocarburos.

Estos nuevos heraldos de la modernidad recogen lo que ha sido vieja consigna y propósito plasmado en diversos proyectos por destacados juristas que quisieron, en su oportunidad, consolidar los derechos de la Nación sobre su principal patrimonio, para hacer todo lo contrario: dar rienda suelta a sus proyectos desnacionalizadores.

Tal es el sentido de las nuevas referencias a la vejez de la Ley de Hidrocarburos de 1943 y a la colcha de retazos en la que ha quedado convertida después de 54 años de modificaciones legales y reglamentarias que la han derogado parcialmente, y sobre todo, después del cambio de las realidades a las que debería aplicarse.

Evidentemente, todos estamos de acuerdo con una actualización del régimen legal de los hidrocarburos. Pero el sentido de ese cambio es una cuestión cuya determinación será el resultado de una dura lucha, para la cual el poder petrolero ha desarrollado una fuerte campaña de ablandamiento de la conciencia nacional. Se trata de presentar un combate en nombre de la apertura, la modernidad y la integración al mundo unipolar contra los dinosaurios del nacionalismo, la equidad, justicia social y la Patria, que se niegan a la extinción que les impone el mercado por su falta de competitividad.



12 de febrero de 1997



8 Apertura petrolera... ¿luz al final del túnel?

En esta columna hemos querido enhebrar el discurso de nuestras opiniones en un contrapunto con la historia y las actuales circunstancias de la política petrolera venezolana. Al tratar de fundamentar esas posiciones, hemos llegado a la discusión de temas que trascienden los límites petroleros habituales, adentrándonos en los vericuetos del contexto socioeconómico y en el escabroso mundo de lo ético y principista.

Así por ejemplo, en la edición anterior mencionábamos a los dinosaurios del nacionalismo, la equidad y la justicia social, que se rehusan a su extinción. Con ello no estábamos queriendo ser graciosos, ni provocar sonrisas. Por el contrario, de lo que se trataba entonces, y se trata ahora, es de hacer un llamado a la preocupación y a la acción. Estamos tratando de dar una idea de la magnitud del compromiso asumido por quienes todavía creemos en la viabilidad de una patria que no tenga como destino el de convertirnos en un gran Puerto Rico, tal como nos alertara hace varios años el pensador brasileño Darcy Ribeiro y lo recordara un articulista con motivo de su reciente fallecimiento.

Ese peligro es hoy mucho mayor que entonces. La desilusión y la desesperanza cunden en una sociedad que alguna vez se definió a sí misma como "una economía petrolera avanzada", en vías de sembrar la generosa renta del oro negro, y que de repente descubre que esa siembra fructificó en los bolsillos de unos pocos, aquéllos que acopiaron sus cosechas de centenares de miles de millones de dólares en los bancos de las grandes metrópolis del mundo, mientras que el 90% de la población se encuentra ubicada en el estrato estadístico de "necesidades básicas insatisfechas", con más de la mitad de esa misma población condenada a la miseria extrema y a condiciones de vida propias del cuarto mundo.

En esas violentas circunstancias se incuban la anomia y la oligofrenia, la corrupción y la delincuencia, la muerte de todo sentimiento solidario y de todos los sueños de redención.

El panorama de la desesperanza lo completan partidos políticos con alientos que a duras penas llegan a lo quinquenal y gremios hundidos en la modorra sindicalera, colectividades que sobreviven sólo como refugios del clientelismo, para la conquista y mantenimiento de privilegios grupales o individuales.

Tales son, entre otras, las consecuencias de una auténtica muerte de ideologías, programas y proyectos políticos fundados en valores colectivos o sociales.

En ese contexto, los más perspicaces son adoctrinados diariamente por grandes dosis del moderno pensamiento único y, disciplinados por látigo del mercado, se vuelcan a la más feroz de las competencias, la de la sobrevivencia. Desde luego, en ese camino no hay proyectos colectivos y, mucho menos, de aliento social: cada quien es un concurrente individual en una inmensa batalla de todos contra todos.

Hay más. En tiempos de globalización, no hay fronteras para la búsqueda de la realización individual y no hay lugar para nostalgias milongueras sobre la patria chica o el viejo barrio.

Así lo confirman los más de 150.000 emigrantes venezolanos que limpian baños públicos o ejercen sus doctorados Fundayacucho en las urbes del primer mundo y las grandes colas de anhelantes solicitadores de visas en la Embajada yanqui, a la mayoría de los cuales se les niega, porque el sólo brillo de los ojos los delata como candidatos a la inmigración ilegal.

Pero hete aquí que aparece una brillante luz en el túnel: Venezuela se ha convertido de repente en el más apetecido bocado de la voracidad petrolera internacional. Varios centenares de compañías extranjeras se agolpan en las antesalas de PDVSA para manifestar su voluntad de participar en el reparto del jugoso botín petrolero venezolano, entregado "en las mejores condiciones del mundo", según nuestros "competitivos" gerentes petroleros. Ya más de doscientas de tales compañías han sido precalificadas para participar en las próximas rondas de entrega de campos "inactivos".

Ese ha sido uno de los resultados de una política meticulosamente elaborada e impuesta apelando a todas las artes de la táctica y la estrategia. Con esa política, los planificadores de la empresa petrolera estatal han logrado desmontar todo el anticuado -rentista y estatista- sistema de control y fiscalización que oprimía a las operadoras estatales y obstaculizaba a la participación de la iniciativa privada nacional y extranjera en el negocio. De la primacía de la maximización de la participación fiscal hemos pasado al mundo luminoso de la privatización y la desnacionalización.

Esa política, la "apertura petrolera", está desatando una feria de ilusiones desmedidas. Nueva fiebre del oro, sus primeros coletazos ya están provocando grandes cambios ambientales y movilizaciones sociales en las áreas de su impacto directo inicial.

Los camiones cargados de obreros y macheteros hacen colas en las carreteras de Sucre, Monagas y Anzoátegui. Muchos pescadores dejan de serlo para registrar sus botes como "transportes de personal" entre los pueblos de Paria y el área de Pedernales. Cientos de campesinos abandonan sus conucos para ganarse 160.000 bolívares en quince días continuos al mes... abriendo picas en los humedales durante 12 horas diarias. Se oyen las continuas explosiones de la sísmica exploratoria. Un reventón en Quiriquire, dos pozos con pruebas de producción de varios miles de barriles diarios en El Furrial... British, Louisiana Land, Amoco, Maxus, Pérez Companc...Se reaniman los viejos sueños en Caripito, Anaco, El Tigre y Temblador... Morichal ya emula al viejo San Tomé con sus lujosas viviendas gerenciales. Nuevos nombres se incorporan a la geografía petrolera y salen de su marasmo Paria: Irapa, Campo Claro, Güiria ¡Un nuevo "boom" petrolero en puertas!

Florecen los negocios y las oportunidades individuales. ¿Y que importa que ello sea en desmedro de monsergas populistas tales como esas que hacen referencia a patrimonios colectivos, reservas de la naturaleza, soberanía y justa participación nacional? No hay cupo en los hoteles de Maturín, las empanadas de cazón se cotizan en dólares y una adolescente warao vale 150.000 bolívares.

¿Patria? ¿Nacionalidad? ¿Historia? ¿Soberanía? ¿Derechos humanos? ¿Etnocidio? ¿Ecocidio? ¿Futuras generaciones? ¿Seguridad alimentaria? ¿Patrimonio colectivo? ¡Zarandajas! ¡Acelera o déjame pasar! ¿O es que tú de verdad crees que a los puertorriqueños les ha ido mal?

2 de marzo de 1997



9 El regreso de la "civilización" petrolera

Como corresponde a una fuente inconmensurable de riqueza y poder, las pugnas en torno al petróleo adquieren proporciones ciclópeas y quienes participamos en ellas nos sentimos, muchas veces, como hojas que lleva un huracán.

En Venezuela, uno de los escenarios más antiguos de esa batalla incesante, podemos hacer referencias a eventos característicos tan lejanos como los ya referidos en esta columna sobre la "New York and Bermúdez" y su protagónico papel en la vida venezolana de fines del siglo XIX y comienzos de esta, ya también agónica, centuria.

Desde entonces, y en el curso de los acontecimientos que conforman la historiografía y el anecdotario de la transición de Cipriano Castro a Juan Vicente Gómez, los venezolanos comenzamos a percibir el influjo de fuerzas externas que, desbordando las razones y sinrazones de los enfrentamientos parroquiales, impusieron el rumbo político más conveniente a sus intereses.

El núcleo duro de esas fuerzas lo constituyeron las corporaciones norteamericanas e inglesas que participaron, en tiempos de Gómez, en la "danza de las concesiones" a que hiciera referencia Harvey O’Connor, analista de ese proceso.

Los venezolanos más perspicaces, entonces, fueron aquéllos que entendieron las magnitudes del negocio y se aprestaron a servir de "facilitadores", adquiriendo concesiones para traspasarlas luego a las corporaciones extranjeras a cambio de una sustanciosa remuneración por sus servicios. Algunos de los nombres de estos próceres de la competitividad criolla han llegado hasta nosotros: Antonio Aranguren, Andrés Vigas, F. Jiménez Arraiz y Bernabé Planas, favorecidos por el Cabito. Sin embargo, el más destacado de todos esos avispados venezolanos fue Rafael Max Valladares, quien obtuvo de Gómez una concesión de 27 millones de hectáreas, casi la tercera parte del territorio nacional, para traspasarla, dos días después a la Caribbean Petroleum Co. , filial de la Royal Dutch Shell.

La suprema lección de Valladares fue asimilada por el propio Gómez, quien constituyó, con fondos públicos pero para su provecho particular, la primera Compañía Venezolana del Petróleo, especialmente establecida para recibir concesiones que luego traspasaba a empresas norteamericanas. Por ese concepto y entre los años de 1923 a 1925, esta compañía gomera percibió 32 millones de bolívares.

Dejando atrás la picaresca y entrando en el sesudo mundo de la sociología política, debemos decir que, en verdad, las circunstancias descritas corresponden a una etapa histórica particular, en la cual el capital monopolista más desarrollado de su tiempo irrumpía en el mar de atraso semifeudal y subdesarrollo que era para entonces Venezuela.

La exitosa experiencia de "Petrolia", empresa con la cual un grupo de empresarios tachirenses extrajeron, transformaron y comercializaron al petróleo y sus derivados durante los 52 años transcurridos entre 1878 y 1930 -y desde Rubio hasta Bucaramanga- fue deliberadamente olvidada y minimizada como detalle folklórico, para dar carta de ciudadanía a la teoría de la imposibilidad de un manejo nacional directo de los recursos hidrocarburíferos.

De tal suerte, y según estas tesis fatalistas, la ignorancia nacional sobre las potencialidades del subsuelo no era entonces de grado, simplemente tecnológica, remediable mediante un intenso proceso educativo, sino absolutamente estructural: se trataba del típico encuentro colonial entre salvajes y civilizados. ¡A Guanoco llegaron unos gringos locos que pagan por sacar la brea! ¿Qué brujería harán esos tipos con ese pegoste?

¡Ay, paradojas de la historia! Y fue en esta misma Tierra de Gracia donde, hace 500 años, llegaron otros adelantados de la "civilización" a ofrecernos cristales maravillosos donde podíamos ver nuestras caras a cambio de los vulgares y machacados adornos amarillos de nuestras orejas.

Hoy, como en el Macuro de 1498 o en el Guanoco de 1890, nos encontramos, allí mismo, en la reserva forestal de Guarapiche -que contiene a Guanoco- ante el embate de la "civilización". Ahora se presenta con las galas de la globalización y la apertura, pero con la misma prepotencia depredadora.

Teniendo como botón de muestra al "campo marginal" de Pedernales, en donde la British Petroleum opera a su leal saber y entender, con una mínima supervisión y con la meta de extraer, a corto plazo, una producción equivalente a la de Ecuador, ya se comienza a observar las manifestaciones de una política que se está imponiendo como hecho cumplido, pese a las objeciones legales y constitucionales que se dirimen en la Corte Suprema de Justicia.

La evidencia física de los inmensos recursos que se movilizan diariamente por las carreteras de Monagas hace que un cronista radial de Maturín pregunte: ¿Y por más razones que tengan esas demandas, o por más ilustres que sean los demandantes, Ud. cree que la Corte Suprema se atreva a fallar en contra de un proceso que ya nos está arrollando?

Hoy, como en los tiempos de Castro y Gómez, aparecen "nativos" comprensivos, inteligentes y perspicaces, dispuestos a servir de facilitadores a la inversión extranjera que nos traerá la prosperidad. (Con la seguridad de que ellos serán los primeros en disfrutarla).

Ahora como entonces, proliferan los estudios de mercados superoptimistas y los sombríos diagnósticos que determinan la incapacidad de Venezuela, por insuficiencia de capitales y tecnología, para afrontar por sí misma la explotación de sus reservas remanentes de los mejores crudos livianos y medianos.

Cinco bloques de "exploración a riesgo y explotación bajo el esquema de ganancias compartidas", varias asociaciones estratégicas para la explotación de campos "marginales", y el fementido proyecto Cristóbal Colón, configuran la primera línea de la aplanadora petrolera.

¿Manglares y Humedales? ¿Reservas de la naturaleza? ¿Especies endémicas en peligro de extinción? ¿Etnias y culturas milenarias amenazadas? ¿Tierras germinales, donde nace la vida que alimenta la vida de nuestros mares? ¡Peanuts! (Para usar la jerga globalizada con la cual nuestro Ministro Planificador, espadachín de la postmodernidad y el fin de la historia, se refiere a las castizas ¡Pamplinas!)

Con toda razón los grupos ambientalistas del Estado Sucre esgrimen la consigna de que "vuelve Colón... y viene con las mismas intenciones".

13 de marzo de 1997



10 Privatizar PDVSA... ¿vender el sofá?

El trasfondo de la polémica petrolera reside, entre otras cosas, en una complicada trama de intereses particulares -nacionales y extranjeros- que medran en el negocio a través de diversos niveles de asociación con el Estado, titular legal y constitucional de la propiedad colectiva sobre los recursos de hidrocarburos.

En todo negocio entre partes con intereses divergentes -desde la más simple operación de compraventa hasta la delimitación de fronteras internacionales- cada cual hala la brasa hacia su sardina. Al menos, así debería ser, porque en el caso del petróleo venezolano, por el contrario, se produce un sesgo unilateral en detrimento de la Nación, en tanto que los intereses particulares están muy bien definidos por el universalmente aceptado principio de la maximización de los beneficios, mientras que el interés colectivo se difumina entre las múltiples y contradictorias alternativas impulsadas por los sectores económicos, políticos y sociales que pugnan en el seno de los diversos órganos de los poderes públicos y en las empresas estatales del sector.

En términos boxísticos diríamos que los intereses privados le hacen un "one side" al interés colectivo.

Así por ejemplo, hoy está de moda el dejar de ser rentistas y en estimular escenarios productivos donde el sector privado lleve la batuta, como en toda sociedad capitalista que se precie de serlo. Superando las obstrucciones que genera la propiedad estatal sobre el recurso petrolero, el interés colectivo real, en este sector, estaría en los efectos multiplicadores que tendrían los negocios privados en la reactivación de la oferta y demanda agregada de bienes y servicios, los cuales, a su vez, estimularan el crecimiento de la producción y el empleo en el resto de la economía nacional. El símil utilizado por los proponentes de esta alternativa es el de la locomotora, la cual, al ponerse en marcha arrastra a los vagones hacia el desarrollo.

De tal suerte, esta sería la solución contemporánea de un conflicto que, en otros tiempos, se dirimía simplemente en el campo de la participación fiscal. Es decir, en términos de las proporciones en que se repartía la renta generada por el petróleo entre los propietarios del recurso y sus "socios industriales", quienes hacían posible la extracción, manufactura y comercialización del mismo.

Pero hoy en día, y según la "matriz de opinión" hábilmente sembrada en el alma culpable de los venezolanos envilecidos por el paternalismo estatal, hablar de participación fiscal es mantenerse anclado en el pasado rentista y parasitario y negarse al brillante futuro "productor" que nos ofrece la economía globalizada.

Lo tragicómico de la situación estriba en que, pese al discurso modernizante con el que quieren echarnos humo en los ojos, la renta petrolera sigue produciéndose, en tanto que la misma responde a una de las más antiguas estructuras mundializadas de captación del valor producido en otras ramas industriales. Y así, en la medida en la que el país se aplica a sí mismo una terapia de autocastración de sus facultades impositivas y en el desmantelamiento de sus instrumentos de control y fiscalización, esa renta es transferida hacia los innumerables "socios" de los que se rodean los gerentes estatales vía las "asociaciones estratégicas", "contratos de servicios", "outsorcing" y cuanta figura mercantil favorable a los grandes negocios privados aparezca en escena.

Pero podría decirse que la anterior es una presentación sesgada del asunto; producto de una mentalidad estatizante, acostumbrada a la crítica sistemática del capitalismo e incapaz, por tanto, de percibir los matices y oportunidades que plantea la nueva realidad del mundo unipolar.

Pues bien, aún aceptando esas limitaciones sensoriales, creemos que continúan planteadas las grandes interrogantes que alientan el debate: ¿Dónde se encuentra, realmente, el interés trascendente de los venezolanos? ¿Qué modelo de sociedad y de relaciones económicas podrá garantizar el mayor bienestar colectivo en el largo plazo? El nacionalismo, la soberanía, la defensa integral del patrimonio nacional ¿no serán antiguallas que deberíamos enviar al baúl de los recuerdos? ¿Cuál es el costo de oportunidad, en materia de bienestar, productividad y competitividad, del mantenimiento de esos "principios"?

Pongamos por caso la cada día más evidente ineficiencia del gasto petrolero: el crecimiento de los costos, las inversiones y las "ganancias netas" de PDVSA, contrapuesto a la cada día menor participación fiscal. La conclusión de algunos brillantes funcionarios públicos con quienes hemos tratado este tema es la de que "para salir de eso, para darles razón a ustedes, los críticos, hay que privatizar a PDVSA"... Podríamos exigir unos 180 mil millones de dólares y utilizarlos para reconstruir al país, dotándolo de la infraestructura y los servicios básicos de salud, educación y seguridad requeridos en un país moderno. Nuestras obligaciones posteriores en materia petrolera se limitarían, según esta tesis, a crear un fuerte aparato fiscalizador para cobrar los impuestos que hayan sobrevivido. El esfuerzo de inversión, con un alto costo de oportunidad, que lo hagan otros.

Dejémonos de tonterías sobre un desarrollo integral y dediquémonos simplemente a producir aquellos rubros en los cuales tenemos reales ventajas comparativas y competitivas: petróleo, hierro, aluminio, turismo, frutas tropicales, palmito, tal vez arroz y ya... lo demás lo importamos. En fin, ya lo hemos hecho antes.

Nuevamente nos vemos tentados a recurrir a las oníricas consideraciones sobre la vida de Calderón de la Barca, pero consideramos que en esta oportunidad se trata de un peligroso sueño, alimentado por las muy despiertas fuerzas de la integración universal bajo la égida de los "siete más uno" y respaldado por todo el bagaje teórico neoliberal.

Se trataría de una huida hacia adelante que le daría satisfacción a la estrategia privatizadora que ha venido aplicando, desde hace más de 20 años, el caballo de Troya antinacional enquistado en la alta gerencia de PDVSA. Sería la estocada final a un toro que ha sido conducido, paso a paso, hasta el momento de la verdad, por diestros de la talla de Alberto Quirós Corradi, Fanck Alcock, Andrés Sosa Pietri, Humberto Calderón Berti, Humberto Peñaloza, Luis Giusti, para nombrar sólo a algunos de los más destacados en el diseño y ejecución de la faena y no detenernos en los múltiples banderilleros. Utilizando otro socorrido lugar común, sería vender el sofá donde se le ha puesto cuernos a la Nación por más de dos décadas.

25 de marzo de 1997

11 La apertura también llega a las universidades

Desde hace un tiempo se viene hablando de la existencia de una sociedad de cómplices que obstruye todos los intentos de acabar con la impunidad en la cual prospera la corrupción generalizada. Muy recientemente, ex-Procurador General de la República, Jesús Petit Da Costa, ha presentado evidencias de la acción de esa ubicua, todopoderosa, invisible y fantasmal "cosa nostra".

A nuestra manera ver, y atreviéndonos a incursionar en las aguas procelosas de la politología, ciencia que nos merece el mayor respeto, el ambiente de relajamiento moral y ético, de claudicaciones principistas, es una consecuencia directa de lo que algunos han llamado "el fin de la historia" o la muerte de las ideologías: el derrumbe del "socialismo real" y con él, una nueva posposición de los sueños de redención social.

Escaldados por el fraude de ese supuesto camino hacia la prosperidad colectiva, con justicia, libertad y equidad, los seres humanos de este fin de milenio nos vemos compelidos a una lucha individual y a dentelladas por la sobrevivencia. Las afiliaciones y pertenencias a grupos y organizaciones se rigen solamente por el acerado cartabón de las conveniencias personales inmediatas. La solidaridad es una nueva mercancía, de cotización variable, según el " ¿Cuanto hay pa’ eso?" y el "voy pegao".

En ese contexto, los grupos más coherentes y sólidos son aquellos constituidos por quienes detentan las palancas fundamentales del poder y la riqueza. En Venezuela, poder y riqueza tienen, por antonomasia, un nombre: petróleo. Consecuentemente, "el poder petrolero" propone e impone al resto de la sociedad venezolana los escenarios políticos y económicos más convenientes para sus particulares intereses.

Esta peculiar agrupación, alimentada por los intereses del gran capital petrolero internacional, ha venido fortaleciéndose arrolladoramente en los últimos tiempos. Y no es para menos: Después de unos inicios en los cuales se les reconocía como "las compañías extranjeras y sus socios criollos" (con todo lo negativo que esas connotaciones tenían en un ambiente de creciente nacionalismo que se fundaba en las esperanzas generales sobre lo que haríamos "cuando el petróleo fuera nuestro"), el poder petrolero contemporáneo, por el contrario, está constituido, nada más y nada menos, que por la cúpula gerencial del monopolio petrolero estatal y sus principales socios comerciales.

Pues bien, desde esas posiciones, que los colocan en el campo de los funcionarios públicos, estos gerentes se han convertido en un centro generador de políticas antiestatales. Con ello siguen siendo fieles a sus orígenes y a sus propios intereses particulares: siguen estando del lado de sus antiguos patronos, las concesionarias extranjeras, de quienes fueron hombres de confianza y de cuyos negocios en el país quedaron "encargados" cuando estas hicieron un estratégico mutis.

En una oportunidad anterior ("APUNTES..." N° 6) hemos descrito el conjunto de esas políticas y el rumbo seguro hacia la privatización y la desnacionalización de nuestra industria petrolera que ellas determinan. Ahora nos toca enfocar otros aspectos no menos graves de los designios de esta agrupación mafiosa:

Y se trata precisamente de la utilización que hace este poder petrolero de las oportunidades que brinda el ambiente de desesperanza y postración moral al que hacíamos referencia al principio. Por si fuera poco el poder ya acumulado a través de los años, después de haber impuesto una política petrolera de signo absolutamente contrario a la oficialmente aceptada, ya destruido el régimen impositivo que se aplicaba a estas actividades hasta 1975, con el Ministerio de Energía y Minas convertido en una entelequia santificadora de todas sus movidas, cundidas de ignorancia y complicidad las Comisiones del Congreso competentes en la materia y ejerciendo el control de la opinión pública con imposición de censura casi total a las posiciones críticas, el poder petrolero ve llegada la ahora de asaltar los últimos bastiones de la conciencia nacional: las universidades públicas, comenzando por la UCV.

La punta de lanza de esta nueva estrategia ablandadora la constituyó la oferta de convertir a la UCV, LUZ y UDO en socios de PDVSA para la operación de tres campos "marginales". Luego vino la intervención del Ing. Luis Giusti, junto al Ministro de Educación, en un mensaje televisivo en cadena nacional con motivo del conflicto profesoral universitario: PDVSA será una alternativa de financiamiento para la educación superior. En pocos días, todavía en pleno conflicto, fue constituido el Fondo de Investigaciones Petroleras. Y para no dejar títere con gorra, hasta la Cátedra Libre de Economía Petrolera, creada por nosotros el año pasado como un clamor por la restitución de esa materia en la Escuela de Economía, contará con los auspicios de PDVSA...

¿Y que es lo malo que tiene todo eso? preguntarán algunos ilusos y muchos pícaros... "total, algo del nuevo boom petrolero debería corresponder a las universidades que forman a los geólogos, ingenieros petroleros, químicos, abogados y economistas que utiliza la industria".

Con el debido respeto a la inteligencia de nuestros lectores, debemos decir que allí, precisamente, esta el quid de la cuestión: Ya no basta con envilecer la participación fiscal petrolera, de la cual dependen, en proporciones exageradas -es cierto-, las universidades públicas. Ahora se utilizarán esos ahorros para controlarlas directamente y cortar de raíz las incómodas posiciones críticas que surgen de su seno. No en balde, la aplanadora de la apertura camina con una piedra en el zapato: la demanda que por inconstitucionalidad y diversas ilegalidades incoaran ante la Corte Suprema de Justicia, varias decenas de profesores universitarios, encabezados por tres rectores, contra el acuerdo del congreso que autorizó los "convenios de asociación para la exploración a riesgo y explotación de áreas nuevas" en diez de las localizaciones de mayor prospectividad petrolera del país.

Si con el manejo de sus jugosas pautas publicitarias, el poder petrolero ha obtenido el "consenso" de los medios de comunicación de masas, en los cuales se llega hasta la autocensura. ¿Que podremos esperar en las universidades, donde ya hay escuadrones de profesores dispuestos a servir de esquiroles en los conflictos y a proponer sanciones en los órganos académicos contra los deslenguados que ponen en peligro el pedacito de cielo que les promete PDVSA?

En fin, es el signo de los tiempos. "Le recomiendo profesor que se deje de esas cosas, de estarle buscando 5 patas al gato. Dedíquese a realizar estudios de mercado que justifiquen los planes expansivos de la industria: sus obras serán publicadas y reeditadas varias veces. Podrá, al fin, cambiar esa carcacha por un último modelo".

10 de abril de 1997



12 Negocios petroleros e intereses nacionales

Volvemos sobre un tema al cual nos referimos en la edición N° 5 de esta columna y que seguiremos analizando cada vez que tengamos oportunidad, porque se trata del corazón de la discusión: el carácter, sentido y fundamentos de la política petrolera venezolana.

Esa política, en su versión tradicional, desde 1920 hasta 1976, fue siempre la resultante de una composición de fuerzas entre el Estado, que ejercía su derecho soberano a garantizar una participación a la Nación venezolana en el negocio petrolero y las corporaciones petroleras norteamericanas e inglesas que trataban siempre de minimizar esa participación. Estas últimas contaron, muchas veces, con el respaldo abierto y agresivo de sus países de origen; mientras que del lado venezolano el entreguismo privó entre sus dirigentes, exceptuando, desde luego, a las muy honrosas y conocidas actuaciones de Gumersindo Torres, Néstor Luis Pérez, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Manuel Egaña, Edgard Sanabria... y algunos otros -muy pocos- detrás de ellos, sin que podamos olvidar a las ánimas solas que voceaban discursos nacionalistas desde posiciones no oficiales, tales como Salvador de la Plaza.

Con todo, la evolución política y social y el caldeado ambiente de la guerra fría permitieron que el Estado venezolano, con el empuje de estos meritorios compatriotas, diera significativos pasos de avance en la reivindicación de sus derechos sobre los recursos del subsuelo nacional. De tal suerte que, hacia 1974, el impuesto sobre la renta de las actividades petroleras remontaba la cuesta del 70%, aplicable sobre un valor de exportación que era, a su vez, un 30% superior al "precio de realización" declarado o "cotizado" por las compañías. Ello se agregaba a la regalía, de un 16,67%, fiscalizada en boca de pozo y a los impuestos superficiales -poco significativos- que pagaban las corporaciones en función de la cantidad de hectáreas bajo concesión. .

Desde 1971, con la Ley Sobre Bienes Afectos a Reversión, el Estado venezolano se había dotado de un instrumento idóneo para recibir todos los activos de las concesionarias extranjeras, sin compensación alguna, a partir de 1983. Pero, en una magistral jugada de las transnacionales, de la cual todavía no se sobreponen los sorprendidos venezolanos, éstas propiciaron el adelanto de la reversión, en virtud de lo cual fueron jugosamente indemnizados y obtuvieron leoninos contratos de asistencia técnica y comercialización, que extendieron su participación en el negocio petrolero venezolano en mejores condiciones que las prevalecientes en la era concesionaria.

Sin embargo, el mayor de los éxitos del poder petrolero transnacional en esa jugada fue el haber dejado en los puestos de comando de la industria nacionalizada a sus "hombres de confianza", portadores de su cultura gerencial... y de sus intereses. Un auténtico enclave antinacional, de cuyos laboratorios emergieron y emergen constantemente iniciativas encaminadas al desmantelamiento del aparato de control y fiscalización establecido durante los 55 años anteriores para propiciar el regreso triunfal de sus antiguos patronos.

Solapadamente en un principio. En nombre de los "criterios técnicos" contrapuestos a la funesta "politiquería" y la carnetocracia. En defensa, por el contrario, de la meritocracia y de la autonomía operativa. Comenzaron por quejarse del excesivo "control político" (por muchos años la Contraloría General de la Nación no pudo pisar los predios de la empresa estatal, y cuando al fin lo hizo, fue en condiciones de manos amarradas y ojos cerrados, hasta el punto de que se ha generalizado la noción de que PDVSA es una empresa inauditable) siguieron denunciando las supuestas "obstrucciones" planteadas por el Ministerio de Energía y Minas, y terminaron colonizándolo para pagar y darse el vuelto. Aceleraron, además, el desmantelamiento de ese Despacho y la anulación de sus capacidades técnicas y fiscalizadoras.

Para justificar sus desmesurados planes de inversión, la mayoría de las veces no factibles desde el punto de vista del propietario del recurso, -la Nación venezolana- y, por tanto, envilecedores de la participación fiscal pero multiplicadores de los negocios de los contratistas, proveedores y asesores tecnológicos, enfrentaron unos supuestos "escenarios productores" a otros, también falaces en tanto que nadie los ha planteado, "escenarios rentistas". Con la misma intención, y desde un principio, chantajearon y alarmaron a los venezolanos anunciando la segura muerte de la "gallina de los huevos de oro" a causa de la "exacción fiscal"... Hasta el momento en cual, aprovechando coyunturas políticas de particular debilidad institucional, lograron imponer la eliminación de los Valores Fiscales de Exportación.

En ese camino, uno de los objetivos de este enclave antinacional ha sido, y sigue siendo, la liquidación de la propia empresa estatal cuyo comando detentan, para propiciar un mayor florecimiento de los negocios privados. Para ello han apelado a múltiples iniciativas: Impulsar megaproyectos inviables como los de la Faja del Orinoco en 1978-83. Comprometer a la industria petrolera nacional en gigantescos negocios internacionales aguas arriba -refinación, almacenamiento y transporte- de bajísimas, nulas y negativas rentabilidades. Forzar la producción en las áreas convencionales, con el consecuente incremento exponencial de los costos y la imposición de una política de "volúmenes de producción" en contraposición a la tradicional defensa de los precios, en abierta violación de compromisos internacionales asumidos reiteradamente, en la OPEP, por los poderes públicos nacionales y absolutamente contraria a la madurez y disminuida productividad relativa de los yacimientos actualmente en operación.

Como hemos mencionado en esta misma columna, el Proyecto Cristóbal Colón constituyó el ensayo general, en el cual y con la excusa de acelerar la explotación de los recursos de gas natural libre -no asociado a la producción petrolera- se impusieron modificaciones legales y se estableció como norma la renuncia a la soberanía impositiva y el arbitraje internacional. Tendida así la cama, se dio inicio a la licitación de diez áreas nuevas "para la exploración a riesgo y explotación bajo el esquema de ganancias compartidas" en cuyos términos se concentran las cláusulas más inconvenientes para la Nación, lo cual explica la comparecencia, sin precedentes, de 85 corporaciones, aspirantes a correr riesgos y compartir ganancias. Las fabulosas condiciones ofrecidas por el Estado venezolano al capital transnacional han hecho que sigamos batiendo récords, y ahora son más de doscientas las compañías precalificadas para competir en la "tercera ronda" de asignación de contratos para la operación de campos inactivos o maduros. (Este tipo de contratos ha adquirido popularidad, en la medida que se conocen las auspiciosas expectativas de British Petroleum en el "campo marginal" de Pedernales, donde esta hija dilecta de la "pérfida Albión" esta incrementado día tras días sus niveles de producción y tiene expectativas de alcanzar cifras del orden de los 200.000 barriles diarios.

Preguntamos entonces nosotros ¿cuál es la lógica que lleva a PDVSA a comprometer los recursos de la Nación en malos negocios en el exterior, a asumir inversiones expansivas en las fases menos rentables del negocio, como la refinación y, simultáneamente, entregar al capital extranjero áreas largamente exploradas y verificados como las más prospectivas y de menor riesgo, incluso con reservas probadas ya cuantificadas? Y no encontramos otra respuesta que la lógica de los negocios. De los grandes negocios, los de las transnacionales petroleras y sus cónsules criollos, quienes con los estandartes de la modernidad, la integración con los clientes y no con los competidores, la productividad, la globalización, y otros etcéteras, están organizando la expropiación y expatriación dolosa de crecientes proporciones de la renta generada por el petróleo venezolano.

20 de abril de 1997



13 Si es posible una política petrolera distinta

En las ediciones anteriores de estos apuntes hemos expuesto una posición crítica de la política petrolera venezolana... pero, ¿cuáles son las propuestas alternativas ? Esta es una pregunta que debemos responder para dejar sentado que nuestros planteamientos no se fundan en el ejercicio de la crítica como sistema, sino que parten de una visión positivamente distinta de la realidad de nuestra industria petrolera y de los principios que deben orientar su funcionamiento, la magnitud y sentido de sus proyectos, su integración dinámica a la economía nacional y de manera particular, el manejo y disposición de sus ingresos.

Al respecto, debemos indicar que el principio rector de esas posiciones es aquél que considera al petróleo como patrimonio colectivo de los venezolanos y, en tanto que tal, que esa riqueza debe ser administrada según convenga al legítimo interés de las mayorías nacionales. La realidad contemporánea nos presenta evidencias dramáticas de que, por el contrario, esas mayorías han sido permanentemente despojadas del usufructo de ese patrimonio : En un país que fue durante décadas segundo productor y primer exportador mundial de petróleo, un país que hoy produce más del 4 por ciento de todos los hidrocarburos que se extraen en la Tierra y es propietario de una de las mas grandes acumulaciones de reservas probadas y probables, en ese privilegiado país, el 85 por ciento de su población, de escasos 23 millones de personas, vive en condiciones que no alcanzan al nivel de satisfacción de sus necesidades básicas, y más del 50 por ciento de los mismos lo hace en condiciones de miseria extrema.

Partiendo de esa terrible constatación, motivo suficiente para la ira, el dolor y la desesperación, sentimientos que conducen a algunos a la inmolación nihilista o a la preparación de una violenta revancha y a otros los hunde en la ciénaga del cinismo descreído y egoísta, tratamos de hilvanar algunos planteamientos constructivos. Y no los improvisaremos, presentamos una versión resumida de las conclusiones de nuestro libro "El Poder Petrolero y la Economía Venezolana" (CDCH UCV, 1995)

Las posibilidades generadoras de excedentes del petróleo venezolano, mermadas por la explosión de inversiones, costos inflados y malos negocios, todavía son considerablemente superiores a las del resto de la economía nacional y pueden ser utilizadas para la reconstrucción de la sociedad venezolana sobre nuevas bases: de autosuficiencia, autonomía y diversificación de nuestras relaciones económicas internacionales, mediante un proceso integrador e internalizador de esos rendimientos, que acabe con la anómala situación de una industria desproporcionadamente volcada hacia afuera, dependiente de los requerimientos de sus mercados externos y con escasos encadenamientos internos, hacia el resto de la industria y demás sectores económicos.

Se trata de conducir a la industria petrolera más allá de su papel de proveedora de divisas, hacia su fusión con los recursos humanos y materiales disponibles en el país. Se trata de diseñar un perfil de producción y actividades de comercialización que respondan prioritariamente a los requerimientos del resto de la economía nacional. Perfil dentro del cual la búsqueda de las magnitudes y escalas óptimas desde los puntos de vista técnico, empresarial, macroeconómico y social deben ser procesos coherentes y estrechamente imbricados.

En nuestra opinión, fundada en el análisis de las circunstancias históricas pertinentes, esos óptimos no se encuentran en el camino de la producción a todo trance, de la multiplicación de proyectos no prioritarios, de dudosa rentabilidad a largo plazo; para cuyo financiamiento aparentemente no se cuenta con recursos propios, lo cual, a su vez, se aduce como excusa para buscar la intervención de capitales extranjeros bajo condiciones que intensifican el drenaje de excedentes hacia el exterior. Así lo confirman, contundentemente, los términos bajo los cuales se ha pactado la vuelta del capital petrolero internacional a las posiciones de control y usufructo de las reservas de hidrocarburos remanentes en el país.

Un conglomerado de factores económicos y políticos, empresariales y corporativos, nucleado en torno a las cúpula directiva de PDVSA, al cual hemos denominado el Poder Petrolero, ha impuesto, con la complicidad por acción u omisión de todo el espectro político nacional, la expansión creciente y sin pausa de la inversión pública en el sector petrolero como garantía de multiplicación de las oportunidades de los negocios privados. De sus negocios.

Por el contrario, la industria petrolera venezolana, en tanto que propiedad pública, reservada legal y constitucionalmente al Estado, debe ser dirigida y administrada en consonancia con una estrategia nacional, que trascienda los límites de lo meramente empresarial.

Y al hablar de estrategia nacional no estamos limitando el horizonte al estrecho ámbito de lo estatal, tal como pretenden las presentaciones maniqueas para vender las presuntas bondades de las concepciones ultraprivatizantes. Una estrategia nacional no es contradictoria con una voluntaria cesión a la actividad privada de áreas reservadas al Estado. Pero ello debe ser el resultado de una seria consideración por parte de los poderes públicos y los órganos planificadores competentes, en un ambiente de consenso nacional. Sobre todo, esa cesión no podría comportar, como sucedió en el pasado y sigue sucediendo en el presente, transferencias unilaterales, sin la justa contraprestación debida por la liquidación de un activo público.

El esquema que se adopte para garantizar una gestión eficiente de la industria petrolera nacional puede responder a diferentes concepciones administrativas, políticas y sociales, pero, en cualquier caso, será indispensable acabar con el abusivo aprovechamiento privado de ese bien colectivo.

Por tales motivos, consideramos que dentro de un proceso de verdadera profundización de la nacionalización petrolera, de auténtica apropiación por los venezolanos de su patrimonio colectivo, se impone la toma de decisiones trascendentales, las cuales requieren una clara y definida voluntad política. Esa voluntad política no existe hoy, pero contribuiremos a su construcción al señalar las que a nuestro entender son esas tareas:

Realizar una severa investigación de las principales transacciones realizadas hasta la fecha en materia de contratos y adquisición de instalaciones y equipos, tanto en el país como en el exterior. Analizar claramente, de manera desagregada, el rendimiento de cada una de estas inversiones y sus perspectivas futuras. En particular establecer la conveniencia o no de mantener la propiedad de esos activos o realizar ventas, como la que estuvo prevista y no se concretó, con el 50% de la CITGO.

Detener las operaciones que se llevan a cabo en condiciones de costos incrementales, en abierta violación de normas técnicas y en desmedro de las posibilidades futuras de recuperación de los yacimientos. Investigar las causas de pérdidas y accidentes ocurridos en las áreas donde se realizan estas operaciones.

Estabilizar los niveles de producción dentro de los márgenes técnicos aconsejables para la preservación de la vida de los yacimientos, lo cual debe coincidir con el óptimo económico de máxima rentabilidad unitaria.

Mantener la política de propiciar, en el seno de la OPEP, un escenario de defensa de los precios, garantizando la asignación de una cuota de producción cónsona con el nivel óptimo de producción de nuestras reservas.

Evaluar los planes de desarrollo de la Faja del Orinoco y la Orimulsión, estableciendo claramente sus costos de oportunidad frente a destinos alternativos del ingreso disponible. Detener las operaciones que se estén realizando con pérdidas y bajo el supuesto de estar pagando un hipotético "posicionamiento en el mercado". Iniciar un proceso de investigación científica sobre los posibles usos no energéticos de las acumulaciones petrolíferas de la Faja. Establecer un programa de largo plazo con las Universidades, CONICIT, IVIC, INTEVEP, etc., para la formación de personal científico y técnico multidisciplinario dedicado a esa investigación.

Someter todas las transacciones de la industria petrolera nacional a la supervisión efectiva de la Contraloría General de la República. Crear un equipo multidisciplinario y operativo, bajo control del Consejo de Ministros y con representación legislativa, laboral y empresarial, para la planificación en materia de economía petrolera y energética. En ese equipo, que debería recibir los aportes -técnicos, que no deliberantes- de PDVSA, el Ministerio de Energía y Minas, Hacienda, Fomento, Cancillería, CORDIPLAN, Banco Central, Gobernaciones de Estado y toda otra instancia pública o privada interesada, debe concentrarse toda la información disponible sobre la materia y el entorno socioeconómico nacional, para que pueda producir propuestas de acción coherentes y bien fundamentadas.

Detener el proceso de liquidación de los instrumentos de percepción fiscal que ha ocurrido en los veinte años anteriores, llegando al extremo de la eliminación de los Valores Fiscales de Exportación y estableciendo la minimización de la Regalía en los contratos con las corporaciones extranjeras. A más largo plazo, debe establecerse un sistema coherente de asignación de recursos, tal como el que han propuesto diversos estudiosos de la materia: Procurar los fondos que sean necesarios para garantizar el funcionamiento eficiente de la industria a todos sus niveles, para que responda eficazmente a las alternativas cambiantes de un mercado cada día más complejo, pero presupuestando cada año los proyectos recurrentes y los nuevos emprendimientos que se consideren viables, prioritarios y concordantes con los demás aspectos de la política económica establecidos en cada oportunidad, de acuerdo con la ya referida necesidad de integrar esa industria al esfuerzo general de reconstrucción de la economía nacional sobre bases más sólidas, que permitan superar los desequilibrios y carencias que la hacen vulnerable e ineficiente.

5 de mayo de 1997



14 Por la ruta de los escenarios falaces y las matrices de opinión hacia la liquidación de PDVSA...

Para referirnos a la crisis venezolana no queda más remedio que apelar al lugar común, como el de compararla con una hidra de mil cabezas. En efecto, cada venezolano, según su particular posición social y profesional se topa con uno de esos múltiples encéfalos y en él identifica causas y consecuencias de la misma. Los educadores enfrentamos, por ejemplo, los informes de la UNESCO que clasifican a nuestro país como uno con la mayor ineficacia educativa, compartiendo ese vergonzoso nivel con países del cuarto mundo. Contamos con uno de los peores sistemas carcelarios del mundo y todas las agencias internacionales de derechos humanos nos ubican entre los países que utilizan la tortura de manera sistemática. Las estadísticas socioeconómicas de diversos organismos nacionales e internacionales confirman las terribles constataciones de FUNDACREDESA en cuanto a las condiciones de vida de la población que ya hemos referido en otras oportunidades. La corrupción y la delincuencia son presentados muchas veces como subproductos de esa situación.

En nuestra opinión, uno de los más lamentables de los rostros de la crisis -factor propiciador de todos los demás- es aquél que nos presenta como un país sin rumbo fijo, pasto de las decisiones que se toman en los centros del poder mundial, sin ninguna capacidad de respuesta y de defensa de nuestros intereses soberanos. Ello es consecuencia del proceso de descomposición al que se enfrentan nuestras elites dirigentes, las cuales chapotean en las miasmas de los debates subalternos, en inoficiosas pujas sin más perspectiva que lo meramente electoral y sin ninguna propuesta programática de largo plazo.

Si hay algo que muestra ese grado de descomposición es el conjunto de procesos desnacionalizadores que se están llevando a cabo en nuestra industria petrolera. El sentido general de esos procesos es el de devolver a las grandes corporaciones petroleras internacionales el control sobre nuestro principal acervo material, y favorecer, en consecuencia, una mayor expropiación y expatriación de la renta generada en esa industria.

Hoy la nación asiste inerme al desmantelamiento de todo el régimen secular de ejercicio de su soberanía en esta materia. El poder petrolero utiliza todos los recursos que le brinda su control sobre las posiciones claves de la empresa petrolera pública para imponer una política de hechos cumplidos que se acompañan con un intenso masaje publicitario y un conjunto de sedicentes justificaciones teóricas para crear lo que ahora se denomina como "una matriz de opinión" favorable a sus designios. De esta manera, los capitostes de PDVSA y sus socios nacionales y extranjeros, colocan a "los políticos" entre la espada de sus proyectos antinacionales y la pared de la "opinión pública", una de las más sagradas deidades ante las cuales se posternan estos "representantes de la voluntad popular", ofrendando sus antiguas dignidades y discursos contestatarios como sacrificio obligatorio para recibir sus favores en las encuestas y, de paso, el acceso preferente a los medios de comunicación masiva. Todo lo que antes fue "principio irrenunciable" hoy se convierte en material para el cuarto de los trastos en desuso.

Es así como hoy todos nuestros políticos repiten como loros la consigna de que "hay que abandonar las políticas rentistas, hoy completamente desfasadas, y avanzar hacia políticas productivas". Pues bien, esta es una de las más falaces y dañinas matrices de opinión impuestas por el poder petrolero desde sus laboratorios de planificación y asuntos públicos.

Ello se ha utilizado, por una parte, para justificar sus desmesurados planes de inversión, la mayoría de las veces no factibles para Nación y, por tanto, envilecedores de la participación fiscal pero multiplicadores de los negocios de los contratistas, proveedores y asesores tecnológicos. Con el mismo argumento y la misma intención, desde un principio, chantajearon y alarmaron a los venezolanos anunciando la segura muerte de la "gallina de los huevos de oro" a causa de la "exacción fiscal"... Hasta el momento en cual, aprovechando coyunturas políticas de particular debilidad institucional, lograron imponer la eliminación de los Valores Fiscales de Exportación. Hoy ya está plateada, en los convenios sobre precios de regalías firmados por la CVP y el Ministerio de Energía y Minas para ser aplicados en las "áreas nuevas" donde se producirá bajo el esquema de "ganancias compartidas", la práctica eliminación de ese rubro de la participación fiscal, mediante el mecanismo de reconocer depreciaciones aceleradas y pesadas alícuotas de gatos de exploración y combinar ese reconocimiento con disposiciones de los propios convenios en los cuales se mantiene a la regalía en un 1% si la Tasa Interna de Retorno no es mayor al 12%.

La falacia de enfrentar escenarios "productores" a escenarios "rentistas" ya ha sido discutida anteriormente por nosotros, pero no podemos dejar de reiterarla : Venezuela dejará de ser "rentista" cuando deje de producir petróleo. Y será así porque la renta no se genera por una voluntad interna, por una imposición del país propietario del petróleo a los consumidores, sino que ella es el resultado de una de las más antiguas estructuras económicas mundializadas : el mercado petrolero internacional. En virtud del conjunto de factores de poder que concurren a la composición de fuerzas en ese mercado, con una alta concentración geográfica en cuanto a la existencia del recurso y con unas estructuras monopólicas centenarias en el control de los canales de comercialización, el petróleo, impuesto como necesidad universal, es la fuente de una desproporcionada renta, es decir, de un beneficio excedente, de un rango muy superior al de los beneficios normales en otras actividades económicas. Ello genera, según algunos autores, -notoriamente Jean Pierre Angelier en su obra "La Renta Petrolera"- "un intercambio inequitativo", mediante el cual, valores creados en otras ramas industriales son transferidos sin contraprestación de un valor equivalente hacia los productores y comercializadores del petróleo.

Esa renta se genera, en consecuencia, a nivel global e independientemente de la voluntad de los productores individuales. Si estos productores renuncian a la parte de la renta que les corresponde, serán los otros actores en este mercado, desde luego, los países consumidores y las transnacionales petroleras, los que se apropien de ella.

Y esto es, precisamente, lo que está planteado en Venezuela cuando se da inicio a una "apertura" al capital extranjero, después de haber desmontado todo el sistema fiscal y de control impuesto sobre los hidrocarburos de manera tradicional. La liquidación del Ministerio de Energía y Minas es uno de los hitos de ese proceso, a los cuales se añaden los ya mencionados envilecimientos del sistema de percepción del Impuesto Sobre la Renta y la Regalía. (Sin olvidar la anulación de la capacidad de los Municipios para recabar impuestos por actividades realizadas en sus territorios y otras excenciones impositivas acordadas directamente, como la relacionada con el Impuesto a las Ventas al Mayor)

En ese mismo camino, uno de los objetivos de la gerencia antinacional que motoriza estos procesos ha sido, y sigue siendo, la liquidación de la propia empresa estatal cuyo comando detentan, para propiciar un mayor florecimiento de los negocios privados. Para ello han apelado a múltiples iniciativas: Impulsar megaproyectos inviables como los de la Faja del Orinoco en 1978-83. Comprometer a la industria petrolera nacional en gigantescos negocios internacionales aguas arriba -refinación, almacenamiento y transporte- de bajísimas, nulas y negativas rentabilidades. Forzar la producción en las áreas convencionales, con el consecuente incremento exponencial de los costos y la imposición de una política de "volúmenes de producción" en contraposición a la tradicional defensa de los precios, en abierta violación de compromisos internacionales asumidos reiteradamente, en la OPEP, por los poderes públicos nacionales y absolutamente contraria a la madurez y menor productividad relativa de los yacimientos actualmente en operación.

El resultado de esta última imposición ha sido para el año pasado, una violación de la cuota venezolana en la OPEP cercana al millón de barriles diarios. No nos es posible estimar certeramente en cuanto afectó a los precios esa sobreproducción, pero de una cosa estamos seguros, tanto porque se trata de bastante más de 300 millones de barriles, como por la alta sensibilidad de este mercado ante las posiciones de los concurrentes, los precios del petróleo estarían hoy en una cota superior. ¿Pero a quien interesa eso ? Desde luego, al fisco nacional, según la óptica tradicional "rentista", pero no a los "productores", a los generadores de empleo y de negocios.

La discusión no esta saldada y quedará planteada para nuevas oportunidades la pregunta crucial : ¿Cuál, en verdad, es la política más conveniente para los intereses nacionales ? (Y por favor, no hagamos consideraciones sobre la conservación del recurso, porque ya sabemos que eso no está de moda ni es pertinente en un país con inmensas reservas como las nuestras)

17 de mayo de 1997



15 "Tercera Ronda", otra vuelta del camino ... hacia la desnacionalización

Esta vez debemos comenzar con un referencia personal, que viene al caso cuando alguna gente pregunta ¿Y con este éxito, van Uds. a seguir negando los logros de la apertura ? Porque, en verdad, sostener posiciones críticas o disidentes en materia petrolera no es nada cómodo. Nadie gusta de Casandras, ni de profetas del desastre, y mucho menos, a las puertas del cielo de un nuevo "boom" petrolero. La magnitud del poder petrolero es, en todos los sentidos, aplastante. Y muchas veces nos asalta la sensación de estar queriendo secar un lago con una con una cucharilla... o achicando al Titanic. Desde luego, no faltan las dudas sobre la utilidad real de estas disquisiciones y la certeza de su fundamentación.

Pero cuando contemplamos espectáculos como los de la Tercera Ronda de licitación de convenios de operación de campos "marginales" y la euforia del mundo político nacional por los dos millardos de dólares recolectados, la adrenalina nos compele a reasumir el papel de aguafiestas.

Lo primero que viene a nuestra mente al observar el acompasado "paso de vencedores" con el cual entraron a Miraflores el Ministro Arrieta y el Presidente de PDVSA Giusti para presentar el parte de la batalla ante el Jefe Supremo, es aquella rueda de prensa desde Nueva York con la cual el Ministro de Hacienda de la administración Lusinchi anunciara al país la firma "del mejor refinanciamiento del mundo".

Y es que nuevamente nos encontramos ante una presentación edulcorada, una utilización de toda la técnica de George Lukas y Steven Spielberg para presentarnos como gloriosa una vergonzosa jornada: la continuación del desmantelamiento de PDVSA, de nuestra empresa petrolera, a precios de gallina flaca.

Pero si la técnica de fabricar mundos fantásticos es el principal instrumento de esta añagaza, la condición necesaria de su éxito es la ignorancia generalizada y el desinterés de la dirigencia política nacional, que reiteradamente hemos denunciado y constituyen razón de ser de estos "Apuntes...". Sin olvidar el alto grado de responsabilidad de los cómplices, aquéllos que no siendo ignorantes en la materia, prefieren callar y participar del festín.

Para ponerle pruebas al canto debemos pedir la anuencia del lector para exponer algunos abstrusos elementos de la ciencia infusa de los petroleros y la manera como la están manejando en el caso que nos ocupa.

En primer lugar, sobre el concepto de "campo marginal" o inactivo. Estos fueron campos que por diversas circunstancias fueron cerrados en la era de las concesiones. La causa principal fue la conveniencia de las concesionarias, las cuales disponían entonces de campos mucho más productivos y cuyo interés era maximizar la eficiencia de su inversión. Ello se intensificó después de oficializarse y adquirir rango constitucional la política de "no más concesiones" de J.P. Pérez Alfonzo, ante la cual la respuesta de las concesionarias fue forzar la producción en los campos más prolíficos, para extraer la mayor cantidad posible de petróleo antes del término del lapso concesionario -término que se iniciaba en 1983. Otra causa fue la acción -o reacción- del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, que ordenaba cerrar aquellos campos que estaban siendo producidos en condiciones lesivas para la recuperación a largo plazo del yacimiento, en particular, por la violación de la relación gas/petróleo, supremo indicador de la explotación eficiente de un campo.

Pero ninguna de estas dos causas decretaba la inutilidad definitiva de los campos en cuestión, y mucho menos, a la luz de los desarrollos tecnológicos producidos en los más de 20 años transcurridos desde el momento en que tales campos fueron cerrados. De hecho, en el transcurso de esas dos décadas, que son las de la nacionalización, el país hubo de correr con todos los costos de "recuperación secundaria" (inyección de vapor o gas), reparación y reacondicionamiento de casi dos decenas de miles de pozos en un centenar de campos. Y ha sido de esa costosa "vigorización" -que precisamente querían eludir las transnacionales- más que de los nuevos descubrimientos del Norte de Monagas y otros sitios, de donde ha salido el grueso del incremento de la producción venezolana, que pasó de un piso de 1 millón 800 mil barriles diarios de principios de los años 80 hasta los 3 millones trescientos mil b/d alcanzados desde los meses finales del año pasado.

De tal manera que si en sus tiempos las concesionarias cerraron campos productores de miles de barriles diarios, fue para concentrarse en aquellos que producían decenas miles. Esos campos productores de miles de barriles entran perfectamente dentro del rango promedio de nuestra producción contemporánea y para nada son "marginales". Así se comenzó a comprobar con los campos de la primera ronda de convenios operativos y, de manera destacada, con los resultados obtenidos por British Petroleum en el campo "marginal" de Pedernales, donde la producción actual sobrepasa los 40.000 barriles diarios y las expectativas -anunciadas inicialmente pero luego acalladas- son de alcanzar, en ese sólo campo, una producción similar a la de Ecuador, antiguo miembro de la OPEP, superior a los 200.000 barriles diarios. (Desde entonces se ha impuesto la discreta denominación de "maduros o inactivos" para sustituir a la evidentemente impropia de "marginales"). Y así lo confirman públicamente y después de haber "hecho la gracia" los propios "cálculos conservadores de PDVSA" sobre una producción de 350 mil barriles diarios dentro de cinco años en los campos de esta tercera ronda. (El Universal, 8/6/97, pág. 1-2) Los funcionarios de las empresas ganadoras de las licitaciones estiman, por el contrario, que la producción podría llegar a 650 mil barriles diarios en tres o cuatro años (El Nacional, 8/6/97, pág. E-12)

Si aceptamos que esos niveles se alcanzarán a partir del quinto año y que se mantendrán constantes durante los restantes quince años del convenio, se puede estimar que los consorcios ganadores obtuvieron acceso a esas reservas a un costo que va desde 61 centavos de dólar por barril hasta 1,13 $/bl.

Por otro lado, si al total de 2.171,6 millones de dólares del "Factor de Valorización" le sumamos el estimado de inversiones que hace PDVSA de 5 mil millones de dólares y ese total lo dividimos por el también estimado preliminar de 4 mil millones de barriles de reservas recuperables, tendremos un indicador del costo unitario promedio de la conversión de esas reservas en capacidad potencial de producción : 1,79 $/bl.

Estos cálculos preliminares y las posibilidades de hacerlos más atractivos mencionadas por los propios inversionistas, explican el entusiasmo de estos a la hora de ofrecer unos aparentemente "exagerados" bonos para ganar las licitaciones de los contratos operativos de esta "Tercera Ronda", los cuales fueron presentados a los venezolanos, al igual que las asociaciones estratégicas y los convenios para la explotación bajo el esquema de ganancias compartidas, como instrumentos para atraer al renuente capital petrolero internacional para que "compartiera el alto riesgo" de nuestros campos petroleros. Por el contrario, se ha materializado una vez más la voluntad de liquidación de PDVSA como concepto : la conversión de nuestra empresa estatal en oficina consular para facilitar el ingreso del capital extranjero y dar paso, nuevamente, al control privado sobre los recursos hidrocarburíferos de la Nación.

Mientras esto sucede en el mundo real, los próceres de la politiquería nacional han comenzado la rebatiña de las migajas, peleando entre ellos por el destino de esos pírricos dos mil millones... La cúpula PDVSA, ha enfriado esos arrestos distributivos al establecer su tajada, dictaminando que esos recursos no pasaran al Fisco directamente, sino que serán declarados como ingresos operativos para pagar solamente el 66,67% correspondiente al Impuesto Sobre la Renta.

Otras consideraciones que nos merece esta auténtica noche de los cuchillos largos de las transnacionales -y sus cónsules criollos- sobre el petróleo venezolano, alcanzan para llenar otro "Apunte..." y así lo haremos para no atosigar a nuestros lectores.

7 de junio de 1997



16 A propósito de una polémica sobre los conceptos "entrega" y "desnacionalización"

En nuestro anterior "Apuntes..." anunciábamos que continuaríamos la reláfica sobre el desmantelamiento de PDVSA y su capítulo más reciente, que no el último, la Tercera Ronda de Convenios Operativos, abundando en otros detalles sobre ese proceso. Pero... la ocasión la pintan calva, la "Tercera Ronda" ha producido distintas expresiones, que van desde la euforia y el triunfalismo, hasta la crítica y condena por su carácter desnacionalizador, y nosotros nos sentimos compelidos a aprovechar la más provocativa de esas reacciones:

A Alberto Quirós Corradi no le gusta que se califique como "entrega" a un proceso no tiene otro nombre : la entrega de los campos maduros licitados en la Tercera Ronda para su operación por compañías extranjeras. Y por ese disgusto cubre de calificativos ignominiosos -entre ellos el de ignorantes- al Dr. Ernesto Mayz Vallenilla... y a "los que piensan como él". El Dr. Mayz no tiene por qué rebajarse a" casar" esta pelea callejera; en fin de cuentas, "el águila no caza moscas". Pero nosotros, que estamos en la calle del debate petrolero y que nos sentimos aludidos cuando Quirós menciona a "los que piensan como él" debemos decir algunas cosas.

Quirós confunde -a propósito y haciéndose el inocente- "entrega" con traspaso de propiedad . Y pretende olvidar que el concepto entrega, pertinentemente aplicado en éste y en todas las demás manifestaciones de la "apertura petrolera", tiene otras connotaciones fundamentales, que se relacionan con el desmantelamiento de la capacidad de control y fiscalización del Estado venezolano sobre sus recursos de hidrocarburos, al liquidarse el Ministerio de Energía y Minas. Que tienen que ver con la eliminación del Valor Fiscal de Exportación y el envilecimiento y práctica anulación de la Regalía en los contratos con compañías extranjeras. Es decir, con la minimización de los principales instrumentos del Estado para hacer valer su condición de propietario.

Quirós olvida que nunca, ni siquiera en la época de las concesiones, el petróleo perdió su condición de propiedad nacional. Al otorgar concesiones se establecieron condiciones que materializaban -mal que bien- una remuneración a la Nación por la liquidación de un patrimonio suyo : tal es la naturaleza de la Regalía. Esa remuneración del Estado por ceder la propiedad de los hidrocarburos extraídos, que no de los yacimientos, creció desde 1920 hasta 1975, año en el cual el Valor Fiscal de Exportación alcanzó el 30%, el Impuesto Sobre la Renta al 70% y el Ministerio de Minas e Hidrocarburos era un formidable aparato de control del patrimonio colectivo, contando en su nómina con varios centenares de técnicos y profesionales de alto nivel, especializados en esa actividad.

En ningún momento de este siglo se planteó conceder la titularidad de la propiedad de los yacimientos a individuos o compañías privadas, como si se pretende ahora, cuando Quirós propone "repartir" el capital accionario de PDVSA entre cada uno de sus propietarios -los venezolanos- quienes ejercen hoy esa propiedad a título colectivo a través del Estado. Quirós arguye, para fundamentar su propuesta, la falacia de que sólo así podrán los venezolanos ejercer su derecho de propiedad individual... sobre todo su derecho a canjear esas acciones por los víveres, automóviles, viviendas y electrodomésticos de los cuales carecen, y su derecho a desheredar a sus descendientes.

Las condiciones políticas actuales, y los restos de dignidad que aún quedan en algunas colectividades políticas, han impedido que prospere esta propuesta de "entrega" accionaria, que concluiría, en breve plazo, con el traspaso del control absoluto sobre los yacimientos petroleros venezolanos a manos de las transnacionales del ramo.

Pero "la entrega" sigue planteada y se propone y ejecuta todos los días, paso a paso pero con un rumbo seguro : la desnacionalización de nuestro principal patrimonio colectivo y la liquidación de PDVSA en tanto que empresa estatal hasta convertirla en consulado de los grandes intereses petroleros internacionales : Esa es la ruta de la "internacionalización", el "outsorcing", el Proyecto Cristóbal Colón, la asociaciones estratégicas, los convenios de asociación para la producción bajo el esquema de ganancias compartidas y los convenios operativos, tal como han sido diseñados por la cúpula antiestatal de PDVSA, con la omisión cómplice de los Poderes Ejecutivo y Legislativo.

En general, de lo que se trata es de que hemos abierto las puertas de la industria petrolera en inmejorables condiciones para el capital extranjero. Condiciones que no se ofrecen en ningún otro país del mundo petrolero y por esa razón centenares de empresas se vuelcan sobre Venezuela tratando por todos los medios, lícitos o no, de obtener una participación en esta barata.

Y no se trata solamente del bajo costo de adquisición de reservas probadas, probables o posibles, sino también, y como decíamos al principio de estas líneas, de la liquidación de todo el sistema de control y fiscalización de las actividades de hidrocarburos instaurado desde hace 77 años en el país. Nunca es ocioso insistir a este respecto: la conversión del Ministerio de Energía y Minas en un cascarón vacío, con un Ministro que actúa como muñeco de ventrílocuo de PDVSA, ha dejado al país desguarnecido de lo que fue un ejercicio permanente de soberanía sobre nuestros recursos de hidrocarburos. La eliminación de un instrumento como los Valores Fiscales de Exportación, diseñado para garantizar un adecuado nivel de Impuesto Sobre la Renta y contrarrestar las maniobras contables de los consorcios extranjeros, sobre todo en la manipulación de los costos, comporta un sacrificio fiscal de varias decenas de miles de millones de dólares en los próximos 5 años y lo que es peor aún, los beneficiarios de ese sacrificio van a ser, fundamentalmente, las corporaciones extranjeras invitadas a la nueva "danza de las concesiones" petroleras. La minimización del pago de la Regalía, reducida hasta un 1% cuando los "operadores" declaren que su Tasa Interna de Retorno es inferior a 12%, -resultado que será el más probable, desde luego así está planificado, si se consideran las depreciaciones aceleradas y los inflados gastos de exploración y desarrollo que se les reconocerán- no es otra cosa que la liquidación del último baluarte de nuestra condición de Nación propietaria de los hidrocarburos.

Se trata, precisamente, de que se quiere convertir al petróleo en un bien mostrenco, de libre aprovechamiento ; es decir, cambiar la naturaleza jurídica de lo que hoy es propiedad colectiva, para hacerla propiedad de nadie, "res nullius", porque así lo exigen las fuerzas que dominan el mercado globalizado contemporáneo.

Por esto es por lo que sostenemos que si tiene razón Mayz Vallenilla cuando dice que "es triste e indignante el proceder de PDVSA"... aunque debamos aclarar que no se trata de PDVSA como un todo, sino de su cúpula gerencial, de quienes ejercen la representación pública de la empresa, aquellos antiguos Creole-man y Shell-man que exigen y devengan sueldos de gerentes de empresa transnacional y se ofenden cuando se les etiqueta como funcionarios públicos.

Es en verdad indigno el comportamiento de un funcionario público que utiliza esa posición para promover el negocio privado en detrimento de los intereses colectivos. Para exigir rebajas de impuestos en nombre de la autonomía operativa y el flujo de caja. Para promover políticas contrarias a las formal y oficialmente aceptadas : forzar la producción para romper a la OPEP, abandonando la política de defensa de los precios y vendiendo un inviable escenario de "conquista de mercados". Gerentes de mentalidad privatista a la cabeza de una empresa pública, que engatusan al Congreso, liquidan al Ministerio que los fiscaliza, eluden las inspecciones de la Contraloría General, pero no tienen secretos para Ven-Am-Cham y FEDECAMARAS.

16 de junio de 1997



17 El petróleo venezolano: entre la ignorancia generalizada y las manipulaciones del poder

La actualidad y la urgencia del debate petrolero obligan, aparentemente, a sacrificar las pretensiones didácticas de estas notas. Deberíamos dejar atrás el "ABC" para adentrarnos en cuestiones más complejas. Sin embargo, cuando revisamos algunos de los elementos de la discusión que se ha generado después de la licitación de los 20 campos de la "Tercera Ronda", descubrimos que en algunos aspectos no salimos de ese entorno elemental y que muchas de la "movidas" petroleras que se adelantan actualmente dentro del marco de la apertura, se apoyan, simplemente, en la ignorancia generalizada. Sólo así se explica que puedan ser presentadas como la única salida que le queda a Venezuela para encontrar el rumbo del progreso y la modernidad.

En la euforia de su éxito, algunos de los líderes de la actual política petrolera dejan ver sus cartas marcadas. Ese ha sido el caso cuando se ha tratado de explicar la inesperada magnitud de los bonos ofrecidos por los ganadores de la referida licitación de campos maduros y semiabandonados.

Terminada la ronda, el inefable Alberto Quirós Corradi hace una extensa y aparentemente cándida consideración sobre lo exagerado de algunas de las ofertas ganadoras, al compararlas con las modestas proporciones de las reservas remanentes que se reportan para cada uno de esos campos. Con tal argumentación, muy a tono con el masaje publicitario en torno al carácter "marginal" de esos yacimientos, Quirós se justifica a sí mismo por no haber pujado lo suficiente con su empresa Hotel Tamanaco y no haber recibido la adjudicación correspondiente. Deja traslucir sin embargo parte de la verdad cuando se refiere al interés real del capital extranjero -más allá de las supuestas reservas contabilizadas del yacimiento específicamente licitado- en ubicarse dentro del negocio petrolero venezolano, cargando el monto de los bonos pagados a sus cuentas globales.

Pero el Presidente de PDVSA, tal como lo hizo en la oportunidad de la licitación de los lotes de las asociaciones bajo el esquema de ganancias compartidas, cuando se lanzó desbocadamente a anunciar que el próximo paso sería la venta del 15% de las acciones de PDVSA, se olvida de las bondades del bajo perfil y desmiente a Quirós Corradi con un conjunto de precisiones que constituyen el más descarnado desmontaje de las falacias sobre las cuales se vendió a la opinión pública el programa de la apertura petrolera.

En efecto, el Ing. Giusti dictamina la equivocación de los analistas que establecen correlaciones lineales entre las cuotas de participación (bonos) y las reservas probadas, por cuanto el cálculo vigente de éstas "se basa en un determinado factor de recobro, el cual en campos viejos se apoya en tecnología convencional y en el simple mantenimiento de las operaciones. Para empresas petroleras con experiencia y dominio de tecnologías modernas, el atractivo no se basa solamente en las reservas registradas en los libros, sino también en las inmensas posibilidades de aumentar el factor de recobro y en consecuencia aumentar las reservas, así como también las posibilidades de nuevos descubrimientos mediante actividades exploratorias" (Luis Giusti, El Nacional, 15-6-97, pág. E-1)

El contraste entre estas "inmensas posibilidades" ahora esgrimidas por Giusti y todo lo que se nos dijo antes sobre el heroísmo del capital internacional que vendría a correr los inmensos riesgos de operar campos marginales, clama al cielo. Evidentemente, al poder petrolero no le basta con engañar a los venezolanos, sino que, obtenidos su objetivos y convencidos de la inmensa capacidad de olvido de los dirigentes de este país, en un acto de magna prepotencia, se da el lujo de revelarnos la verdad que hasta ayer se disimulaba. Como quien dice... "pa´ que más te duela".

Una de esas verdades, denunciadas hace mucho por algunos analistas de esos que son estigmatizados como "profetas del desastre", es ahora abiertamente reconocida por Giusti : "En las 20 áreas del concurso, las filiales de PDVSA no tenían ninguna, léase bien, ninguna previsión de inversión o desarrollo adicional. Las actividades previstas se limitarían al mantenimiento de la infraestructura de producción existente y a los tradicionales esfuerzos por reducir al mínimo la declinación mecánica, al tiempo que se acepta la inexorable declinación natural de los yacimientos". Y sigue la explicación del Presidente de PDVSA, aparentemente irrebatible : las inversiones de PDVSA están dirigidas "a los proyectos más atractivos y con mejor retorno de inversiones, con base en una rigurosa jerarquización económica."

He aquí una muestra paladina de la falacia : si bien la primera afirmación es absolutamente cierta, no hay nada más falso que esa supuesta jerarquización económica : Las inversiones en los megaproyectos de la Faja del Orinoco, en la Internacionalización, la Orimulsión y el Cristóbal Colón, para citar sólo algunas, parecen responder más bien al criterio de que hay que comerse primero las conchas para dejar lo mejor para el final. Y como al final estaremos haciendo la difícil digestión de las conchas... llamaremos al capital internacional para que participe en la comida de los cambures ya pelados.

Algunas cifras pueden ayudar a sustentar lo dicho: En los últimos tres años, 1994 a 1996, PDVSA reporta -en su Informe Anual- que compró crudos para alimentar las refinerías en el exterior por un monto de 26.657 millones de dólares, con lo cual se contribuyó a generar una utilidad en operaciones de 678 millones de dólares, de los cuales quedó un dividendo neto de sólo 113 millones... monto pírrico que a su vez se desvanece en las nuevas inversiones realizadas en el exterior durante el período: 2.640 millones de dólares... Mientras tanto, PDVSA sólo invirtió, en esos mismos tres años, 425 millones de dólares en Gastos de Exploración, el 0,7% de sus costos y gastos totales.

Con respecto a la Orimulsión, emprendimiento heredero de los megaproyectos de la Faja iniciados en 1978 y suspendidos en 1983, en los cuales se incineraron entonces más de 6 mil millones de dólares, debemos decir que con ella se ha continuado la liquidación de unos recursos financieros que han podido aplicarse, de ser cierta la "rigurosa jerarquización económica" a que alude Giusti, en otros destinos de la propia industria, verbigracia el desarrollo los campos "maduros" y la exploración en las áreas nuevas. Por el contrario, con nuevas inversiones, realizadas a partir de 1991, que pasan ya del millardo de dólares, la Orimulsión sólo ha reportado pérdidas, que en los últimos tres años alcanzaron a 274 millones de dólares, según registra PDVSA en su Informe Anual y con cifras edulcoradas que, desde luego, no computan los costos de Bitor que son asumidos por Lagoven y Corpoven, por ejemplo, con los cargamentos de bitúmenes no facturados a Bitor y sí cargados a la partida de "Gastos Administrativos PDVSA".

Con lo anterior queda desmentida, a nuestra manera de ver, la afirmación de que las inversiones de PDVSA se rigen por una "rigurosa" jerarquización económica. Son otros los criterios y, sobre todo, los intereses que determinan el orden y sentido de tales inversiones. Pero es más aún, la ínfima cifra de inversiones en exploración, 0,61% de los costos y gastos de 1996, revela una conducta irracional para un productor petrolero que debe tratar de reponer las reservas que agota.

Es precisamente este esfuerzo de reposición de unas reservas que se controlan y se están agotando, el que explica la decisión de las compañías petroleras participantes en la Tercera Ronda de ofrecer 2 millardos de dólares en bonos. No se trata, simplemente, de dividir esa cifra entre la cantidad de barriles que se espera encontrar y evaluar si es alto o bajo el costo de su adquisición, se trata de reponer, a como dé lugar el petróleo que se está produciendo hoy. Y una gran parte de los costos de esa reposición debe imputarse a esa producción actual : lo que se consiga a través de la exploración o el desarrollo de campos ya conocidos será ganancia neta. En otras palabras, es la producción actual y no la futura, la que financia los bonos, regalos, sobornos, comisiones, almuerzos, sicarios, viajes y cualquier otro gasto que sea necesario para tener acceso -no necesariamente como propietario sino, como "operador" que toma todas las decisiones trascendentes y "ejecuta" los costos y gastos"- a la disposición de nuevas reservas. (Desde luego, y colocándonos en el pellejo de Quirós Corradi, si alguien no controla reservas hoy, todos los cálculos se deben hacer sobre la producción futura. Y ello suele ser una apuesta muy riesgosa, accesible solo al que opera sobre una base global y a largo plazo : el gran capital petrolero internacional)

Por su parte, reponer las reservas que se agotan en los 20 campos en cuestión es lo que no hizo PDVSA en estos 21 años, tal como lo confiesa Giusti. Esa empresa tiene asignados los yacimientos petroleros y cuenta con los recursos para realizar esa actividad, pero, por imperativo de una política corporativa enfrentada a los intereses generales del Estado y más bien determinada por intereses privados nacionales y extranjeros, su gerencia ha decidido aplicar esos recursos en proyectos inviables o poco rentables como los ya mencionados, de adquisición de refinerías en el exterior, producción de bitúmenes y Orimulsión, el proyecto Cristóbal Colón, el tendido de poliductos innecesarios, la explotación del carbón y el desarrollo de campañas de opinión para promocionar sus planes y políticas, además de acallar las críticas. Todo ello en desmedro de la participación fiscal y para tener que, de todas maneras, pagar para que otros repongan las reservas del país... a mucho mayor costo, desde luego.

2 de julio de 1997

18 Algunas precisiones sobre "racionalizaciones" y ciertos planes de privatización.

En las tres anteriores entregas de estos apuntes nos hemos referido al por ahora último eslabón de la apertura petrolera, la "Tercera Ronda" de Contratos Operativos, Y ello no ha sido por casualidad: dados los resultados de esa operación, los gerentes petroleros han visto llegada la oportunidad para pisar el acelerador y abandonar el carácter solapado de algunos de sus más agresivos proyectos.

Es así como vemos a Giusti relanzar, con nuevos bríos, su impertérrita consigna de vender parte del capital accionario de PDVSA, asistido "desde afuera" por los sesudos análisis de Quirós Corradi sobre las diferencias entre lo nacional, lo colectivo y lo estatal y de como la salida de todos nuestros males está en convertir la propiedad pública en propiedad individual y después, aplicando la lógica del mercado, en propiedad particular de las transnacionales y sus socios criollos.

De igual manera, el tándem Giusti-Arrieta arremete, ahora abiertamente, contra la OPEP, a cuyos miembros recomiendan dejar de hacer el papel de tontos, olvidarse de la política de defensa de los precios, reconocer que los tiempos han cambiado y seguir el ejemplo que PDVSA dio, de ir hacia una "política de volúmenes de producción" y a la conquista de nuevas tajadas del creciente mercado... todo ello muy obvio, si dejamos de lado las falacias sobre las cuales se construye ese escenario.

Ya hemos discutido, en estos mismos "Apuntes...", el significado de esas reiteradas propuestas y su inserción dentro de un proyecto desnacionalizador que tiene como última instancia la liquidación de PDVSA en tanto que empresa estatal. Decíamos que ese camino desnacionalizador ha tenido hitos de la magnitud de la eliminación del Valor Fiscal de Exportación y la castración del Ministerio de Energía y Minas, pero que ha sido pavimentado con todo el cúmulo de cláusulas contrarias al interés público, ilegales e inconstitucionales, que han sido aceptadas en todos los convenios y contratos suscritos recientemente por PDVSA, comenzando por el nunca bien ponderado Proyecto Cristóbal Colón y terminando con los Contratos Operativos de la "Tercera Ronda".

Pero he aquí que de repente aparece una propuesta -casi un hecho cumplido- de racionalización de la empresa estatal y la eliminación de esa insólita estructura de hidra de tres cabezas que venía teniendo hasta ahora. Esta reorganización merece una consideración particular, dada la magnitud de los cambios propuestos.

Se trata de una racionalización que tiene 21 años esperando. Una estructura organizativa como la que discutíamos en 1974 y en el Círculo Militar los desprevenidos participantes del III Congreso Venezolano de Petróleo, cuando ya se hacían ejercicios futuristas sobre como sería la pretendida "Administración Petrolera Estatal Venezolana".

Aparentemente, pues, se trataría de eliminar la antigua estructura clientelal Exxon-Lagoven, Shell-Maraven, Mobil-Llanoven, Gulf-Meneven, etc., con la cual nacieron las "operadoras" nacionalizadas : filiales de PDVSA con serios conflictos de identidad, que por un lado eran empresas estatales y por la otra expresión de una garantía, no escrita pero cabalmente cumplida, de participación de sus anteriores casas matrices transnacionales en el negocio petrolero venezolano

Esta circunstancia quedó en evidencia muchas veces. Una muy patética fue la ocurrida con una de las cuatro mayores corporaciones internacionales con intereses en Venezuela, la Gulf, una "major" que desapareció de la escena en medio de conflictivas transacciones bursátiles : A los pocos días hubo racionalización en PDVSA y Meneven también desapareció, fundiéndose en Corpoven. Por lo demás, es una realidad conocida suficientemente en los medios petroleros el hecho de que en Lagoven impera una "cultura" y unas relaciones de negocios Exxon, mientras que en Maraven sucede lo propio con Shell. Demás está decir que la asistencia técnica, la procura internacional de equipos y otros suministros, la comercialización de crudos y productos, 3 de los cambios de patrón de refinación y los 4 proyectos iniciales de la Faja del Orinoco, mantenían esa estructura umbilical operadora nacionalizada - antigua casa matriz.

Entonces, ¿esta nueva "racionalización" de PDVSA determina una cierta reducción de las relaciones de dependencia con el capital transnacional?

El lector podrá juzgar por si mismo, sólo enumerando a las empresas transnacionales petroleras ya se han instalado, en diversas condiciones, dentro de las actividades petroleras venezolanas. Y Si ello es así, si ahora se encuentran de vuelta, de cuerpo presente, ¿para qué necesitan intermediarios en las operadoras ?

La inconveniencia para la empresa estatal de mantener 3 (o 4 cuando existía la Gulf) filiales integradas "compitiendo" entre sí por áreas de producción y comercialización internacional siempre fue evidente. Pero ahora tampoco tiene justificación "consular" : British Petroleum, por ejemplo, contratista de Lagoven en Pedernales no va a aceptar la imposición de tecnologías y canales de comercialización Exxon para esas operaciones, a menos que ello haya sido convenido previamente en sus respectivas casas matrices. (Esto último es muy posible, pero para ello no es necesaria la participación de Lagoven, pues se trata de un asunto entre mayores, justamente 2 de las antiguas "majors" o "siete hermanas" que constituyeron el cartel petrolero internacional y que todavía hoy mantienen relaciones e imbricaciones de todo tipo). En cualquier caso, Lagoven quedaría reducida a ser una intermediaria inoficiosa entre British y PDVSA. Igual papel le correspondería a Maraven con Chevron en el Campo Boscán : No teniendo la Shell nada que ver, Maraven introduce ruidos en la relación Chevron-PDVSA.

En definitiva, estando establecidas en el país todas de las más importantes empresas petroleras internacionales y varias decenas de las de menor tamaño, ¿que sentido tiene mantener consulados para sólo 3 de ellas?

Pero el asunto tiene otras implicaciones que no hemos mencionado y que constituyen su vinculación con el proceso privatizador que alienta Giusti : Simplificar la estructura organizativa no solamente genera economías y permite contabilizar mejor el patrimonio enajenable, sino que también elimina instancias de decisión -discusión y pugna de intereses- que pueden generar obstáculos a la hora de aprovechar expeditamente las oportunidades en las que el país esté con la guardia lo suficientemente baja como para imponerle la voluntad de este nuevo adelantado imperial.



17 de julio de 1997



19 La privatización de PDVSA : El Poder Petrolero desbocado

Es bien conocida la circunstancia de que todos los grupo políticos o sociales que detentan las palancas del poder, -los sectores hegemónicos del discurso sociológico- y sus exponentes individuales -líderes democráticos o dictatoriales- imponen los intereses particulares de esos sectores como supremo patrón de medida de lo que se puede considerar "el interés nacional". Pues bien, tal suplantación de lo colectivo por lo particular se puede observar también en los discursos de quienes postulan una u otra política en materia petrolera.

De tal manera que, cuando se está inmerso en un debate donde cada quien se siente representante de "los intereses nacionales", es bueno reflexionar sobre el grado de legitimidad de esas autoasignadas investiduras. Y a poco de andar por ese mundo de las motivaciones e intencionalidades de cada quien, descubrimos que todos, sin excepción, estamos condicionados, conscientemente o no, por una cierta pertenencia social, una visión de lo "nacional" centrada en las conveniencias del sector social con el cual nos identificamos, o que mejor representa nuestras propias aspiraciones personales.

En verdad, es muy difícil que exista algo unánimemente aceptado como el interés nacional... Pero si se puede tener conciencia de lo que interesa a los sectores mayoritarios de una nación y se puede, honestamente, pelear por esas aspiraciones colectivas. En nuestro caso, basta con acudir a los estudios de FUNDACREDESA, de las Naciones Unidas y hasta a las estadísticas de la OCEI, sobre las cuatro quintas partes de la población venezolana que subsisten en condiciones de vida inferiores a lo que universalmente se establece como nivel de satisfacción de las necesidades básicas y, lo que desde luego es peor, que dos terceras partes de ese mismo total intenta el milagro de sobrevivir en los umbrales, y más allá, de la miseria extrema.

Es dable también, simultáneamente y por diferencia, identificar cuán escuálido es el porcentaje de la población que se benefició sobradamente, durante las siete décadas anteriores y hasta ahora, de los inmensos recursos de hidrocarburos que hicieron de Venezuela uno de los principales productores y exportadores del mundo.

Y es dentro de este aprovechado sector donde encontramos a los partidarios de la privatización de PDVSA, munidos de todas las "ventajas competitivas" necesarias para participar eficientemente en esa rebatiña, pero hablando en nombre del interés individual de todos los venezolanos, del derecho de cada uno a sentirse directamente propietario de una partecita -una acción- de esa empresa que hasta ahora ha sido manejada por el Estado -y los gobiernos de turno- en nombre de una inasible propiedad colectiva.

Explotan así, para su provecho particular, la insatisfacción mayoritaria, amplificada por la prédica sobre las bondades de la libre competencia, con la cual se pretende anular cualquier sentimiento solidario o de redención colectiva. Desde luego, se cuidan mucho de aclarar que en el país no existen capitales privados suficientes para comprar el acervo patrimonial de PDVSA y que la tal privatización significaría solamente la entrega definitiva del petróleo al capital extranjero. (Las circunstancias de la descalificación de la empresa ganadora de la operación en el recientemente licitado Campo Mata, la renuncia de la ganadora en la segunda licitación del mismo campo y el deslucido papel de testaferros de la transnacional ARCO (Atlantic Richfield) que juegan las Empresas Polar en otro de esos campos maduros, son una muestra más que palpable de esa incapacidad financiera y técnica del sector privado nacional para sumir tales compromisos)

Pero, con todo, hasta aquí nada es sorprendente, ni distinto a lo que ocurre en cualquier otra parte del mundo donde se estén imponiendo las reglas del nuevo orden mundial. Lo insólito de nuestro caso, y como muy bien lo está denunciando FUNDAPATRIA, es que sea desde los puestos de comando de la empresa estatal y con los dineros de todos los venezolanos con los cuales se está promoviendo a nivel nacional e internacional esta campaña privatizadora.

Se puede entender y respetar el derecho de un particular, verbi gracia Alberto Quirós Corradi, Caballero del Reino de Holanda y ex-Presidente de la Compañía Shell de Venezuela, quien puede utilizar toda su facundia y astucia para promover tal privatización y la vuelta de su Reina y de sus antiguos patrones a posiciones de control sobre el petróleo venezolano, pero es absolutamente inaceptable que Luis Giusti, por muy Shell-man que haya sido, adopte públicamente una posición similar mientras ejerce la Presidencia de PDVSA. En cualquier parte del mundo eso se llama conflicto de intereses y se resuelve con la destitución del funcionario. Menos en esta tierra del realismo mágico, la indolencia y el "cuánto hay pa´eso".

Esto es lo que hace posible que, con una impunidad garantizada y perdiendo todo sentido de la sindéresis, se paguen millones de dólares del patrimonio colectivo por un aviso de 8 páginas en la Revista TIME del 21 de julio pasado, y que ese aviso sirva para la promoción ególatra del Presidente de PDVSA y, de paso, anunciar al mundo, con el mayor descaro, que desde esas posiciones gerenciales se están haciendo todos los esfuerzos para "introducir la privatización por la puerta trasera" (sic). Lo peor del caso es que éste es apenas el último episodio de lo que constituye una conducta reiterada de la cúpula gerencial de PDVSA : la promoción de una política petrolera antagónica con lo que había sido la doctrina tradicional del Estado venezolano

Pongamos por caso el tema OPEP. El que Giusti se permita llamar tontos a los demás miembros de esa Organización, quienes se mantienen dentro del esquema de defensa de los precios como garantía de una participación razonable de sus países en el negocio petrolero, no es un arranque tremendista, es más bien expresión de la frustración de alguien que viene trabajando desde hace muchos años por el colapso de la OPEP, sin haberlo conseguido todavía. Desde la época en que se hacían trampas con los condensados -hidrocarburos excepcionales no incluidos en la cuota de la Organización-, se promovía la internacionalización como la vía para tener mercados cautivos y estar preparados "para cuando se desintegre la OPEP" y se postulaba a la Orimulsión como otra forma de producir petróleos tampoco incluidos en la cuota consensualmente asumida por Venezuela, hasta ahora, cuando ya decididos a todo y habiendo obtenido el callado consentimiento del Jefe del Estado y su complaciente Ministro de Minas, se viola abiertamente esa cuota en más de un millón de barriles diarios.

Si, antes se disimulaba y se hacían ingenuas trampas, porque todavía la opinión pública estaba demasiado sensibilizada positivamente hacia la OPEP y sus logros, amén de que Ministros y Presidentes declaraban insistentemente el "indeclinable compromiso" asumido por Venezuela con la política de defensa de los precios. Ahora los tiempos, Ministros y Presidentes, han cambiado al ritmo de las millonarias campañas desinformadoras y Giusti puede afirmar públicamente lo que antes era sólo una sospecha de analistas quisquillosos: "Nuestra estrategia de desarrollo del petróleo está basada siempre en el escenario de los precios más bajos" (El Nacional, El Otro Cuerpo, pág. 1, 7 de septiembre de 1996) y anunciar su próximo reto : "...convencer a un público nacionalista para que acepte lo que es casi inevitable : la futura privatización de PDVSA". (TIME, 21 de julio de 1997).

1° de agosto de 1997



20 Razón de Estado y Adormecimiento Colectivo

Nuevos elementos en el debate petrolero parecen anunciar que ya se agotaron todas las posibilidades del "derecho a pataleo" y que, cumplidas todas las formalidades democráticas que aconsejan las artes de Maquiavelo, llegó la hora de dejarse de tonterías -como bien dice el Presidente de PDVSA cuando se refiere a la OPEP. Llegó la hora de ejercer el poder sin mas mediaciones y consideraciones y de imponer abiertamente la política privatizadora que hasta ahora se estaba "dejando colar" entre los intersticios abiertos por la desinformación y la propaganda diversionista.

En efecto, la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, del 5 de agosto pasado, mediante la cual se niega la exhibición de las pruebas que demuestran de manera incontestable la falsedad del carácter de caso especial -contemplado en la Ley de Nacionalización Petrolera como excepción para permitir la asociación con capitales privados en las actividades reservas al Estado por esa misma ley- que se le confirió a las áreas nuevas que se licitaron para la "exploración a riesgo y producción bajo el esquema de ganancia compartidas", constituye un gran paso en el camino de la sinceración del dilema de si nos comportamos como caballeros o como lo que somos.

Los especiosos argumentos contenidos en la sentencia referida constituyen, per se, una muestra de lo que nos espera. No importa cuáles sean los hechos, las pruebas y sus fundamentos, la "razón de Estado" del poder petrolero es la razón suprema y será a tenor de las conveniencias de ese poder que se tomen las decisiones. La Constitución y leyes quedarán convertidas en letra muerta en todo aquello que colida con esa conveniencias y se impondrá la justicia de los generales mexicanos: "háganle un juicio justo y fusílenlo". En el caso en cuestión, por tratarse de la Corte Suprema, no existe otra instancia ante la cual recurrir, queda sólo la alternativa de los viejos caraqueños que recomendaban "ir a llorar al Valle".

En el mismo sentido opera el aviso pagado -al parecer por un buen samaritano- en 8 páginas de la revista TIME, donde los directivos de PDVSA y sus comparsas, Ministro y Vice Ministro de Energía y Minas, se solazan en burlarse del país, explicando al mundo angloparlante las bondades de la apertura para el capital extranjero y las tácticas utilizadas por ellos para convencer a un público infectado de nacionalismo de la inevitabilidad de la privatización de PDVSA.

En ese empeño se siguen aplicando las teorías y técnicas de adormecimiento colectivo según las cuales, si algún tema, por desagradable e inconveniente que sea, se discute reiteradamente en los medios de comunicación pierde paulatinamente sus rasgos negativos y comienza a ser aceptado pasivamente como posibilidad factible: Ya no habrá sorpresa e indignación y sólo queda espacio para la resignación colectiva y los gritos de algún profeta del desastre. Tal cual como sucede con los venezolanos, insensibilizados por la cotidianidad de los partes del Director de la Morgue de Caracas sobre las tres decenas de compatriotas asesinados semanalmente en la guerra civil no declarada que vivimos, una de las consecuencias más evidentes del fracaso de nuestra dirigencia política y económica.

Se juega aquí con la capacidad humana de asombro e indignación: No puede una persona vivir permanentemente impresionada, adolorida y convulsionada. Un alarido constante deja de ser alarido y pasa a ser un ruido molesto. Igualmente, una denuncia constante sobre la manera como se está privatizando insensiblemente a PDVSA por todos los caminos verdes inventados por la zamarrería gerencial -asociaciones estratégicas, convenios de asociación,, convenios operativos, "outsorcing", etc.- se convierte en un fastidioso retintín para quienes comienzan a acostumbrarse y palpan ya los primeros y engañosos efectos de esa política: la llegada de los dólares. (Ya arreará el que venga atrás y se encuentre con el nuevo Viernes Negro, cuando el reflujo acrecentado de esos dólares comience a dejar los mismos cráteres que han adornado el paisaje nacional en los setenta años anteriores).

¿Hace falta decir que nos encontramos ante una de las más peligrosas encrucijadas que hemos vivido como Nación? Dejémoslo escrito, por si acaso...

24 de agosto de 1997

21 Modernidad, apertura y otros cantos de sirena

Cuando escuchamos la grita neoliberal contra el estatismo, el populismo, el rentismo y todas las taras de la programación económica de corte socialista, inspirada en modelos de sociedad fracasados y desaparecidos, cuando cualquier escrúpulo nacional o social es tildado de característico de pensamientos atrasados y cuando en nombre de la modernidad y el progreso se nos empuja, por la vía de las aperturas y privatizaciones hacia el nuevo orden internacional, al mundo de las relaciones económicas globalizadas y regidas por el interés supremo de las transnacionales, vienen a nuestra memoria las nociones de "welfare state" y "deficit spending".

Así, sin traducción, porque tales postulados de la política económica de postguerra fueron, para nosotros también, nebulosos y esotéricos en tanto que anteriores a los tiempos en que estudiamos en la Escuela de Economía de la UCV. En ese entonces, los formadores de opinión pública pregonaban -tal como lo hacen siempre, sin comprender cabalmente sus fundamentos- que ésas eran las fórmulas mágicas del desarrollo económico. Así lo demostraba su aplicación en las metrópolis del capitalismo desde finales de los años 40: Las políticas keynesianas fueron las responsables, durante más de 20 años, de la mayor expansión económica de este siglo.

Recordamos entonces que esta "tercera vía" - tal como fue etiquetada - del Estado benefactor y el gasto deficitario, del crecimiento con inflación, el incremento de la "demanda agregada" por la vía de la obsolescencia planificada, la intensificación de los ciclos de consumo y la militarización de la economía, no fue otra cosa que la respuesta pertinente de un capitalismo amenazado, enfrentado a los retos de un creciente y entonces pujante socialismo. Era la alternativa de un "capitalismo con rostro humano", en contraposición al salvaje, imperante hasta entonces y que había alcanzado las cumbres de irracionalidad del nazismo : No es necesario el socialismo, porque el bienestar puede democratizarse también dentro del capitalismo. Una respuesta integrada, dentro de los acuerdos de Bretton Woods, con el establecimiento de un nuevo patrón monetario apoyado en el dólar norteamericano, la creación del Fondo Monetario Internacional con sus Derechos Especiales de Giro y sus políticas de equilibrio de las balanzas de pago y del Banco Mundial para el financiamiento de proyectos de crecimiento y desarrollo que consolidaran el sistema.

La contraparte política de esa tercera vía económica fue la guerra fría y el equilibrio del terror nuclear, las políticas al borde del precipicio de Foster Dulles, la destrucción mutuamente asegurada, las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, y la promoción de salvajes dictaduras en las periferias de las áreas bajo su control, tal como experimentamos en este patio trasero latinoamericano, donde llegaba toda la propaganda de esa "economía del bienestar", pero ninguno de sus beneficios.

Sin embargo, el desarrollo político estimulado por la presencia misma del socialismo como una alternativa viable, el proceso de descolonización y la creciente conciencia social de las iniquidades del sistema imperante en la periferia, obligaron a dar cabida a ciertos desarrollos democráticos y con ellos, a la extensión de las prédicas e instrumentos del desarrollismo keynesiano hasta estos pueblos mestizos, ahora inconformes con su tradicional papel en la división internacional del proceso productivo y de sus beneficios: el de ser fuentes de materias primas baratas y mercados cautivos para las costosas manufacturas del centro desarrollado. Ello determinó la extensión hacia ellos de algunas de las manifestaciones externas de ese desarrollo, propiciándose, a través de diversas agencias un crecimiento agroindustrial complementario, maquilador y subsidiario de los procesos productivos del centro. Todo ello, previa consolidación en el control político de los nativos modernos y complacientes.

Pero las cosas han cambiado, las políticas económicas de corte keynesiano hicieron agua hace ya 30 años en los países donde se originaron, dando paso a un largo período crítico que ahora termina, luego de la desaparición de la amenaza socialista, con el establecimiento de una sociedad globalizada regida por un único centro de poder económico y político, estrechamente vinculado a las más poderosas corporaciones transnacionales y que tiene a su servicio a todas las instituciones financieras internacionales. Desaparecida la justificación de terceras vías con preocupaciones sociales y otras monsergas humanistas, el mundo está librado ahora a los fieros dictámenes del mercado de esas transnacionales : volvemos al capitalismo tal cual es. De allí el éxito de las prédicas neoliberales, que no son nada nuevas, sino que simplemente rescatan la racionalidad económica que imperaba antes de que fueran necesarias esas extrañas mistificaciones cosméticas y que ahora vuelve por sus fueros.

¿Cómo se manifestó ese proceso, descrito antes, en Venezuela? Con la "siembra del petróleo" y la industrialización ensambladora por sustitución de importaciones, la implantación de una infraestructura vial y portuaria modernas, la modernización de los circuitos económicos y financieros, la reforma agraria, la expansión de la educación y los servicios asistenciales públicos, etc.

BAP, IAN, MSAS, IVSS, INCE, CVG, Banco Obrero, INOS, INAVI, MOP, CVF, CADAFE, Corpoindutria, Edelca, Sidor, Alcasa, MMH, CVP, IVP, IVSS, escuelas, liceos y universidades públicas, institutos tecnológicos y academias militares son algunas de las siglas e instituciones a través de las cuales se intentó materializar ese sueño desarrollista. De acuerdo con el pensamiento "moderno" todas esas son antiguallas de los tiempos del estatismo y el rentismo parasitario que deben ser, sino lo han sido ya, liquidadas a la mayor brevedad. Paradójicamente, el centro generador de esas políticas antiestatales y antinacionales se nuclea hoy en torno a la gerencia suprema de PDVSA, que ejecuta paso a paso un proceso de privatización del principal patrimonio colectivo de los venezolanos y vocea internacionalmente la inevitabilidad de ese proceso.

Es por ello que toda apelación a nuestra identidad como nación, a la soberanía y a los intereses de las grandes mayorías nacionales, o la simple mención de la palabra patria, es catalogada como expresión de atraso y estrechez mental. Ello se ha convertido en una matriz de opinión voceada y reforzada por todos los medios de comunicación, al punto de que ya forma parte del sentido común generalizado en el mundo político venezolano.. con muy pocas excepciones.

Hoy, como en todas las épocas, hay algunos que saben muy bien lo que están buscando y serán, también como siempre, los principales beneficiarios del desmantelamiento del país. Esos están en su ley, no se engañan, ni engañan a nadie. Lo peor del caso es esa inmensa legión de borregos adormecidos que recitan las cartillas transnacionales, orgullosos de su modernidad y de sentirse entre los iniciados que sí están al día en cuanto a los nuevos "adelantos" de las ciencias económicas y la politología. Como no es cosa de chistes, sino de una gravedad puertorriqueña, no nos provocan el menor asomo de risa.

4 de septiembre de 1997



22 Política Petrolera: Realidad, crítica y ética

Muchas veces se nos pregunta, y otras tantas nos preguntamos, sobre el sentido de la crítica a lo inevitable. En el caso de la apertura petrolera ello se agudiza cuando se multiplican las manifestaciones externas del nuevo "boom" en el que fundamentan sus esperanzas los fracasados dirigentes de este país. PDVSA ha impulsado esa política por todas las vías posibles y ya lleva más de 58 emprendimientos distintos con igual número de consorcios de empresas extranjeras y algunas, muy pocas, nacionales. Ganancias Compartidas, Asociaciones Estratégicas, Contratos Operativos, además del "Outsorcing", son los nombres de las diferentes modalidades que asumen esas vías de la apertura. Ellas cubren todo el territorio sedimentario y probadamente petrolero de la Nación y ya en algunas localizaciones, verbigracia las orientales, está provocando una verdadera fiebre del oro, con migraciones masivas, especulación inmobiliaria y todas las demás secuelas inherentes a esos procesos.

Entre las neuronas calenturientas de muchos "planificadores" danzan los millones de dólares que invertirán en el país los nuevos invitados al festín petrolero. Las proyecciones de PDVSA para el 2005, con una producción de 5 millones de barriles diarios, a un precio promedio de 19 dólares el barril, han desatado la feria de las ilusiones (sin importar que para entonces esos 19 dólares tendrán un poder adquisitivo inferior al de tres dólares de 1972).

Lo cierto del caso es que los hechos cumplidos de la apertura petrolera se han ido convirtiendo en una realidad contundente, santificada por los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Mientras tanto un pequeño grupo de venezolanos intentó demandas por inconstitucionalidad e ilegalidades varias, de una de esas modalidades aperturistas, la de ganancias compartidas, con sólidos argumentos y elementos de prueba... Hasta que la Corte Suprema de Justicia, enfrentada a las evidencias irrefutables que aportaban tales pruebas, simplemente cortó por lo sano y las declaró inadmisibles. Es decir, eludió la consideración de las experticias económicas y técnicas que probarían las violaciones alegadas.

¿Y entonces? Si ya no quedan posibilidades de una justa evaluación de nuestros alegatos, ¿de que sirve persistir en la denuncia? Pues bien, es aquí donde entra en juego la ética a que hacemos referencia en el título. Una conducta política éticamente fundada no puede estar condicionada por el cálculo de las probabilidades de vencer a corto plazo las dificultades y obstáculos que se nos colocan por delante.

Independientemente de la inexistencia de posibilidades inmediatas de detener este gigantesco proceso desnacionalizador al que está siendo sometida la industria petrolera venezolana, en contra de los consejos de la politología, del "realismo" político y de los buscadores del éxito fácil, es ineludible continuar en el esfuerzo de dar la pelea contra procesos y circunstancias respecto de los cuales tenemos la plena convicción de su inconveniencia para el país, para la gran mayoría de sus habitantes, para los que hoy viven y, sobre todo, para los que vendrán en el futuro.

No se trata simplemente de la vanidosa presunción de que dentro de pocos años se podrá decir que hubo quienes se opusieron a ese camino hacia el descalabro nacional, sino de la obligación moral de impedir que ese descalabro suceda. Se trata de ir haciendo conciencia de todos los aspectos ocultos y negativos de la actual política petrolera, más allá de sus pretendidos éxitos, e ir acopiando fuerzas que permitan cambiar ese rumbo. Esas fuerzas son escuálidas e insuficientes hoy, y lo seguirán siendo mientras duren los efectos narcóticos de la masiva propaganda mediática que impone las matrices de opinión sobre la materia ; pero, más temprano que tarde las mismas comenzarán a crecer, cuando las sonrosadas presentaciones del poder petrolero ya no puedan producir las alucinaciones psicotrópicas del presente, porque para entonces estarán emergiendo los verdaderos perfiles de la cruda realidad que se esconde detrás de sus falacias.

Pero es, además, un compromiso con la historia de este país. Con todo lo realizado durante más de setenta años de lucha por reivindicar los derechos de la Nación sobre sus recursos de hidrocarburos. Durante parte de ese lapso, hasta 1975, se logró imponer una conciencia nacional vigilante de sus derechos y, a pesar de los entreguismos de políticos pusilánimes y las oposición los beneficiarios criollos de la asociación con las transnacionales, se puede hacer una relación del constante crecimiento de esa conciencia y de su expresión en el ordenamiento jurídico y político del país. Gumersindo Torres, Néstor Luis Pérez Luzardo, Manuel Egaña, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Manuel Pérez Guerrero, Hugo Pérez La Salvia, Alvaro Silva Calderón, entre otros, lograron imponer una doctrina nacional en materia petrolera y dotarla de los instrumentos idóneos para aplicarla. Y eso lo hicieron por vías contradictorias, frente a la incomprensión generalizada, muchas veces a pesar de los propios gobiernos con los cuales les correspondió trabajar y con la cerrada oposición de los concesionarios extranjeros, los cuales en un momento determinado optaron por una estratégica retirada.

Desde 1976, la semilla transnacional dejada en las entrañas de la empresa petrolera estatal ha venido trabajando, sin descanso y con mucho éxito para liquidar todo lo alcanzado en las seis década anteriores. La actual apertura no es más que la hora final del pase de facturas : Liquidado el Ministerio de Energía y Minas, la mítica Oficina Técnica de Hidrocarburos de Gumersindo Torres, desmantelado todo el sistema de control y recaudación fiscal, envilecida la regalía, eliminado el Valor Fiscal de Exportación, desguarnecida la conciencia nacional por la labor de zapa de sus aliados los "formadores de la opinión pública", vuelven las transnacionales a imponer su ley en el negocio petrolero venezolano Pero ahora lo hacen con mucha más fuerza, en tiempos de globalización y de unipolaridad, en un país estremecido por las crisis económicas, políticas y morales, a cuya población se ha convencido de que la única tabla de salvación que le queda es la entrega de sus hidrocarburos que, de otra forma, se quedarían en los yacimientos por no poderlos explotar nosotros mismos.

La antinomia entre las circunstancias actuales y la historia de la política petrolera nacional es lo que hace a esta última algo subversivo. Es la razón por la cual los amos de la opinión catalogan a quienes la reivindican como dinosaurios, desfasados adoradores del pasado y enemigos de la modernidad.

Todo lo anterior constituye el sentido y razón de una lucha que hoy puede parecer destinada al fracaso, si se mira con los ojos del oportunismo, pero que estamos seguros que en su momento contribuirán a la construcción de un país soberano y dueño de su destino.

20 de septiembre de 1997





23 La misión con destino de Salvador Garmendia y los proyectos del "Big Brother".

"Misiones sin destino" fue el título que dio Salvador Garmendia a su espacio sabatino en la página A-6 de "El Nacional" correspondiente al 19 de julio del presente año. En esa oportunidad, este destacado intelectual se desbordó en improperios contra FUNDAPATRIA, burlándose de quienes creen tener misiones históricas y sorprendido de que "...haya personas de setenta o más años, tan simples y crédulos, que se sientan llamados por la Historia para rescatar al país de su decadencia...". La desconsiderada sarta de ofensivas necedades, magistralmente bordadas por su entrenada pluma nos motivó, en aquella oportunidad, a dar una respuesta. Sin embargo, embarcados en peleas más trascendentes referidas a la materia petrolera específica que nos ocupa, dejamos esa respuesta de lado...

Pero acaba de suceder algo que nos obliga a recordar los comentarios que nos mereció aquel escrito infamante.

De seguidas transcribimos aquellos comentarios, en los cuales aludíamos, también, sin nombrarlo, a un artículo de factura similar al de Garmendia, citado solidariamente por éste en su escrito: "Alta Traición", de Alberto Barrera Tyska. Luego explicaremos ese algo que sucedió y que nos espoleó para recoger el guante. Decíamos entonces:

FUNDAPATRIA se constituyó como un ámbito para la reflexión sobre los graves problemas que aquejan a la sociedad venezolana. Al hacerlo, no pretendió convertirse en magister dixit cuyas opiniones fueran irrebatibles. Simplemente ha expuesto sin tapujos algunas políticas entreguistas y lesivas del patimonio nacional, que la acomodaticia sociedad de cómplices imperante prefiere soslayar. Ello ha herido la sensibilidad de intereses muy poderosos y desatado la ira de ciertos formadores de opinión cuyos motivaciones no queremos demonizar, pero de cuya amplitud de miras y seriedad con la cual han analizado nuestros planteamientos nos permitimos cuestionar.

Ayatollahs, notables de turno, viejos decrépitos cuyas neuronas mueren aceleradamente, misioneros sin destino envueltos en una retórica fantasmal, dogmáticos patrioteros que se creen dueños de la venezolanidad, ambientalistas de raigambre hitleriana, fundamentalistas adoradores del salvajismo y enemigos de la civilización, sectarios que odian muchas cosas y que quisieran tener una hoguera en cada esquina al estilo Ku Kux Klan.

Todo lo anterior, auténtica quincallería de la infamia, se adelanta para luego preguntar cuáles son los objetivos de FUNDAPATRIA. ¿Puede haber mejor muestra de falta de ecuanimidad analítica?

¿Respuestas? Sólo extenderles una invitación a pensar y a discutir juntos, a definir juntos ese programa y esos objetivos. Nada más.

¿Y que fue lo que sucedió? Algo que no esperábamos y que explica, de la peor de las maneras, lo que Garmendia entiende por una misión con destino y que nos releva de la invitación a discutir que pensábamos formularle:

El pasado domingo 28 de septiembre, en la página H-8, SIETE DIAS, de "El Nacional", bajo el elocuente título "La apertura avanza de los pozos al aula" se anuncia, con bombos y platillos, un orwelliano proyecto del "big brother" petrolero :

"Petróleos de Venezuela moverá este año una pieza inédita en el tablero estratégico de los mercados globalizados. Libros infantiles, álbumes de barajitas, software educativo, concursos de conocimientos y juegos para niños intentarán despojar al hidrocarburo de la imagen diabólica que muchos venezolanos le atribuyen. Un paso necesario en medio de la avalancha de inversiones foráneas que captará la industria en los próximos años"

Mas claro no canta un gallo. Para llevar la mente de los venezolanos, excesivamente nacionalistas, hasta la aceptación de "la inevitable privatización de PDVSA" que proclamaron sus capitostes en el famoso aviso de la Revista TIME del 21 de julio pasado, ahora se le inyectarán todos los tonos del "rosado petrolero" desde la más tierna infancia y con uno de los más efectivos métodos inventados por la ciencia de la mediatización y la manipulación de almas : barajitas multicolores, con gloriosas vistas de instalaciones petroleras, quinticas para obreros con su grama recién cortada, campos de golf, "Cuidar es querer", canchas de bowling y temas especiales sobre cómo seguir el ejemplo que Puerto Rico dio y de como el polietileno sirve para hacer Barbies -de plástico y de Chacao.

Bueno, dirán los lectores, esto es simplemente más de lo mismo que FUNDAPATRIA viene denunciando, sólo que en esta oportunidad las intenciones aparecen desfachatadamente al descubierto.

Pues no es más de lo mismo. ¿Y saben por qué? Porque el encargado de elaborar el álbum de barajitas se llama SALVADOR GARMENDIA.

¡Por favor! En un país democrático todos tenemos derecho a opinar según nos dé nuestra real gana. Eso, en parte, fue lo que nos contuvo a la hora de publicar la respuesta a Garmendia que transcribimos inicialmente. Si somos defensores de la pluralidad, no podemos convertirnos en espadachines prestos para atravesar a todo aquél que nos contradiga. Estamos obligados, incluso, a tolerar los insultos, si quien los profiere cree realmente que los merecemos. Pero cuando esos insultos han sido programados, preparados, fríamente calculados para congraciarse con un tercero munificente, cuando los motivos del ofensor comienzan a adquirir la cualidad de inconfesables, tenemos derecho a comenzar a pensar en algún adjetivo desagradable. Y el que pensamos aplicar a Garmendia es impublicable... por respeto a los lectores.

Por último, y de paso para explicar el tono, debemos decir que nos consideramos directamente amenazados por ese proyecto manipulador de mentes infantiles, porque nos sentimos aludidos cuando se menciona a esos muchos venezolanos que le han dado una imagen diabólica al hidrocarburo. Sabemos que los "creativos" de PDVSA saben que no se trata de la imagen diabólica del petróleo -en fin, fueron ellos mismos quienes inventaron ese recurso discursivo para difamar a quienes plantean rumbos alternativos y soberanos para la industria petrolera venezolana- y sabemos a quiénes se refieren en verdad: a los que nos oponemos a la liquidación de este país y, sobre todo, a los planes privatizadores de ese Caballo de Troya antinacional enquistado en la empresa estatal que administra el principal patrimonio público: Nada impide que en una de las barajitas -tal vez en la última, para registrar el inevitable triunfo de los buenos- aparezca un rubio émulo de Clark Kent, bondadoso inversionista, estrangulando a un loco profesor de la UCV, de rasgos mestizos e irrecuperable subversivo, enemigo del progreso petrolero.

Chistes aparte, desde el pasado mes de diciembre se planteó en el Consejo de la Facultad de Economía la destitución del suscrito como Responsable del Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos, precisamente por la incompatibilidad de nuestras posiciones en materia de apertura petrolera con las tentadoras ofertas que, a cambio del apoyo universitario a esta política, están haciendo algunos mensajeros de la industria.

Ah, por cierto, ¡menos mal que existen esos viejos de más de setenta años que todavía creen en la posibilidad de rescatar al país de su decadencia! Ellos predican, con el ejemplo de sus sueños, que todavía es posible soñar.

2 de octubre de 1997



24 Privatizadores a la ofensiva... y con todos los hierros

Los planes de adoctrinamiento masivo de la población venezolana para promocionar la conveniencia de la privatización de PDVSA, denunciados por nosotros en la pasada edición de FUNDAPATRIA, forman parte de uno de los más funestos proyectos antinacionales de los que tengamos conocimiento: Se trata, ya no de la implantación de una matriz de opinión, sino de la manipulación de las mentes de los venezolanos desde su más tierna infancia, para matar en ellos todo sentimiento nacional, de pertenencia a una patria, a una comunidad histórica y culturalmente definida, para convertirlos en parias y desarraigados, seres hundidos en la anomia, enajenados de cualquier patrimonio y, por tanto, indiferentes ante las consecuencias del entreguismo y las dejaciones de soberanía que se hacen, cada vez más, el pan nuestro de cada día.

El tipo humano que se busca formar con estas campañas es aquél de cuya existencia tenemos conocimiento por las muestras que nos dejaran las antiguas concesionarias petroleras, bien sembrados en las cúpulas gerenciales que se instalaron en la industria petrolera pública después de la nacionalización. Son los famosos "Creole-man" y "Shell-man" que aun hoy, 22 años después, levantan orgullosos su condición de portadores de la "cultura Exxon" o la "cultura Shell". Son gentes de la misma estirpe de aquel ejecutivo norteamericano de la filial canadiense de la transnacional suiza Nestlé quien, al preguntársele su nacionalidad aclaró que él no era ni suizo, ni canadiense ni estadounidense, sino que su nacionalidad era Nestlé. (Barnett y Muller, "Global Reach, El poder de las transnacionales")

Y es precisamente con la proclamación de esta mentalidad que se inicia el "Programa de Educación Petrolera" auspiciado por PDVSA: En las primeras líneas de la segunda página del folleto encartado hace dos semanas en "El Nacional" y "El Universal" se afirma, sin más, que…

"A lo largo de toda la historia de la industria petrolera venezolana, incluso antes de la nacionalización, nunca ha faltado un capítulo dedicado a la educación". (Subrayado nuestro)

Es decir, que para la Gerencia Corporativa de Asuntos Públicos de PDVSA, "la industria petrolera" sigue siendo la misma, desde 1917 para acá, y que el "Petróleo en Gotas" de Maraven tiene los mismos propósitos del "Petróleo en Pocas Palabras" de la Shell, que en 1960 trataba de convencer a los venezolanos de la peligrosidad de la competencia del petróleo árabe y de la inconveniencia de asociarse con esos milenarios negociantes que se aprovecharían de nuestra ingenuidad. Que la industria que propició el derrocamiento de Gallegos y contribuyó a consolidar la dictadura de Pérez Jiménez, es la misma que ahora, en 1993, presenta un estudio de su Gerencia de Planificación Estratégica, comandada entonces por Luis Giusti, para demostrar que el mejor escenario político para la expansión de sus negocios, la minimización de las cargas fiscales y la salida de Venezuela de la OPEP, es la implantación en el país de una "dictadura modernizante", y que hace llegar esa "presentación" a Radamés Muñoz León, estimulándolo a su viaje a Washington para la "petición de permiso" que, como se sabe, le fuera denegada. Que la industria que preparó campañas para demostrar la demencia de Juan Pablo Pérez Alfonzo en 1960 es la misma que tiene suficiente poder para imponer a Luis Giusti como presidente de PDVSA, a pesar de ser la eminencia gris detrás del mencionado escenario dictatorial y de la conceptualización de la opción Caldera como una de "Democracia Ineficiente" que conduciría a este país al caos.

Pues bien, es asumiendo la existencia de esta percepción de la industria petrolera como una sola, sin solución de continuidad entre las concesionarias extranjeras y las operadoras de PDVSA, que se puede entender que los jefes de la empresa petrolera pública planifiquen una campaña internacional para anunciar la "inevitable privatización de PDVSA" mediante un costoso aviso en la Revista Time y que se escuden, para hacerse los inocentes, en la complicidad de los gobernadores de Amazonas y Zulia. Es ello lo que explica que se utilicen fondos públicos para financiar, promocionar, bautizar y regalar un libro que mezcla a Bolívar con esa inevitable privatización. (Por cierto, el bautizo se efectuó en la sede de PDVSA, con Arturo Uslar Pietri como padrino, presentación de Alberto Quirós Corradi, prólogo de Humberto Calderón Berti y epílogo de Luis Giusti: La "propia" crema de la desnacionalización petrolera).

Pero no es solamente a nivel "comunicacional" que se quiere establecer esa idea del contínuo, según la cual ha existido siempre "una industria" preocupada por la producción y siempre enfrentada al "rentismo" estatal. Ello también se intenta a niveles más elevados, con pretensiones de reescribir la historia de la política petrolera venezolana. Es lo que expone Ramón Espinaza en su trabajo "El Negocio Petrolero" (Debates IESA N°2), cuyas ideas se reproducen también en el Programa de Educación Petrolera que motiva estas líneas:

"Se pueden distinguir tres etapas en el desarrollo de la industria petrolera venezolana: la primera culmina con la nacionalización a mediados de los setenta, la segunda corresponde a la consolidación de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), y la tercera es la etapa actual, de reapertura del sector a la inversión privada". (Loc. Cit., pág.3)

Y es que precisamente Ramón Espinaza es el principal divulgador de los fundamentos teóricos de esta campaña. En efecto, desde hace ya varios años y torciendo convenientemente los instrumentos metodológicos utilizados por algunos economistas venezolanos para identificar el componente rentístico del Producto Interno Bruto del país, Espinaza se ha convertido en exitoso propagandista de una falacia que ha sido internalizada como verdad irrefutable por todo el mundo político venezolano : el supuesto antagonismo entre renta y producción. De tal magnitud ha sido su éxito, que ningún político venezolano quiere ser identificado con posiciones rentistas y anticuadas y todos se proclaman modernos y proclives a los escenarios "productores". Ello es lo que ha permitido que se produjera, sin mayores contratiempos, el desmantelamiento de todo el régimen de fiscalización y control público de los hidrocarburos, partiendo de la conversión del principal instrumento ejecutor de ese régimen, el Ministerio de Energía y Minas, en un cascarón vacío, que con este gobierno ha sido dotado, además, de un Ministro que actúa como muñeco de ventrílocuo de la gerencia anti-estatal que controla hoy a PDVSA.

"Entre 1920 y 1938 se aprobaron siete leyes de hidrocarburos. Cada una representaba un avance en la posición rentista del Estado."

"La presión tributaria, la limitación de las concesiones y el hostigamiento constante en las operaciones, desestimuló la inversión petrolera a lo largo de los sesenta..."

"Después de sesenta años de operaciones, la industria petrolera era tan nacional como cualquier otra. La gerencia, el personal técnico, los obreros, eran esencialmente venezolanos"

"La segunda muestra de adopción de una política de orientación productora fue la eliminación, en 1993, del Valor Fiscal de Exportación..."

(Espinaza, Loc. Cit)

Como hemos dicho en otras oportunidades, lo que Espinaza y sus mentores de PDVSA pretenden hacernos olvidar es que la renta petrolera existe y se produce independientemente de si queremos o no apropiarnos de ella. La renta petrolera se genera a partir del mecanismo universal de fijación de los precios del petróleo, que en nuestros días ha alcanzado un alto nivel de refinamiento y control por parte de los mercados financieros de las principales economía del mundo. Las políticas productoras expansivas y privatistas de la gerencia antiestatal de PDVSA han conducido, solamente, a que los venezolanos seamos expropiados, cada día que pasa en creciente medida, de la renta que sigue produciendo el petróleo que sale, ahora sí a ritmos acelerados, de nuestro subsuelo. Cada "negocio" gigantesco con orientaciones no-rentísticas -como las distintas modalidades de la apertura, el Proyecto Cristóbal Colón, el outsorcing, la internacionalización y la Orimulsión- solo sirve para enriquecer a los avispados que participan "productivamente" en el mismo y no dejan nada a esa antigualla rentística que llaman el fisco nacional.

Los límites espaciales de esta columna sólo me permiten prometer que esta discusión continuará, porque de ella depende, en mucho, el futuro de nuestros hijos y nietos.

11 de octubre de 1997



25 Maraven y Conoco demandan al SENIAT... ¡ vayan acostumbrándose !

PDVSA demanda al Gobierno. Ni más ni menos es lo que significa la acción conjunta incoada por Maraven y la transnacional Conoco para obtener la exoneración del Impuesto a las Ventas. ¿Recuerdan Uds. haber oído hablar de demandas de alguna empresa estatal contra su respectivo gobierno ? Por ejemplo, de British Petroleum, Elf Aquitaine, Aramco, Pemex o Petrobras. Yo no. Por eso creo que en este campo los venezolanos estamos innovando y podríamos pedir una inserción en el libro Guinnes de récords mundiales.

Esta es una prueba más, por si hiciera falta, del espíritu antiestatal y antinacional que impera en ciertos círculos directivos de nuestra empresa petrolera pública. Estos son los mismos gerentes que se sienten ofendidos cuando se les cataloga como funcionarios públicos y que, por ello mismo, trabajan día a día por la privatización de PDVSA.

El anuncio, nada inocente, ni producto de la imprudencia o el desliz, tiene connotaciones "comunicacionales" muy precisas : ¡Vayan acostumbrándose ! Lagoven y BP en Pedernales, Chevron y Maraven en Boscán, por ejemplo, también podrían asumir posiciones conjuntas en materia impositiva frente al Estado venezolano Total, son empresas asociadas y el Estado es un tercero intruso, con veleidades rentistas, enfrentadas a los afanes productivos de cada uno de esos consorcios.

Y es que la ofensiva antiestatal de PDVSA no deja lugar para las dudas. Pocos días después del referido anuncio, el Presidente de PDVSA confirma lo que ya anunciábamos en esta columna como uno de los posibles objetivos de la llamada "reestructuración" de PDVSA : solicitar la rebaja del Impuesto Sobre la Renta del 67 al 34 por ciento. En efecto, al liquidar las estructuras de las operadoras Lagoven, Maraven y Corpoven, calcadas del régimen concesionario y muy propicias para las comparaciones con aquella época, se abre paso a una nueva integración donde se mezclan funciones reservadas al Estado por la Ley de Nacionalización con otras que no lo fueron o pertenecen a esferas diversas y con ello, al planteamiento de conflictos por la aplicación generalizada de una tasa impositiva concebida exclusivamente para las actividades de hidrocarburos. Y para tales posibles conflictos, Giusti adelanta la oportuna solución : modernizar -no es otra la palabra aplicable, según las modernas técnicas de presentación convincente- las disposiciones de la Ley de Impuesto sobre la Renta que afectan a la empresa petrolera "reestructurada", mediante la unificación de la tasa aplicable en el 34% que se utiliza para pechar al resto de las actividades generadoras de ingresos, con lo cual se abandonaría, de una buena vez, esa anticuada reminiscencia del período rentista que es la tasa del 67%.

Seguimos insistiendo que esto refleja el desdoblamiento aparentemente esquizofrénico de nuestros dirigentes petroleros, que se sienten "empresarios" manejando una unidad económica con intereses enfrentados a los del Estado, y en consecuencia, a los de la Nación. Pero no hay tal esquizofrenia. Se trata de la aplicación estricta de un código de conducta definido por una coalición de intereses particulares, nacionales y extranjeros, con preeminencia de estos últimos. Es esa coalición la que ha trazado el rumbo hacia la liquidación del carácter estatal de PDVSA y la que diseña campañas para convencer a los venezolanos de que es mejor ser Estado Libre Asociado, al estilo Puerto Rico y que la integración dependiente a los mercados de las transnacionales exige enviar al baúl de los recuerdos los conceptos de patria y soberanía.

La gravedad de estas circunstancias reside en la pasividad con la cual son aceptadas por una colectividad golpeada por toda clase crisis y que se aferra, como náufrago en trance de ahogarse, al primer palo que encuentran. Ello es el resultado de una masiva campaña de desinformación y de promoción de la ignorancia que ha logrado implantar en casi todos los matices del espectro político una serie de lugares comunes sobre el tránsito de un país rentista a un país productivo. Se trata de la inevitabilidad y la conveniencia de ceder al capital petrolero extranjero tajadas substanciales de la renta petrolera (que de todas maneras producen los hidrocarburos) para dejar de ser rentistas y generar una mayor producción, cuyos efectos multiplicadores actuarán como "locomotora", arrastrando los demás vagones de la economía nacional.

La sola mención de las características de ese escenario, reforzador del carácter monoproductor de nuestra economía a niveles que ya preocupan al mismísimo Fondo Monetario Internacional y liquidador de todos los sueños industriales y de desarrollo agropecuario que alimentaron las fracasadas políticas económicas de las cuatro décadas anteriores, nos indica que se trata, simplemente, de volver a las condiciones prevalecientes antes de 1943, cuando el país era un simple espectador del proceso generador de las rentas y se conformaba con recibir una menguada parte de las mismas.

Aunque pueda parecer muy cuesta arriba, dado el dominio de los medios de comunicación que ostenta este gran poder petrolero, consideramos que es nuestra obligación llamar la atención sobre uno de los más peligrosos proyectos antinacionales, uno tal que no sólo pretende despojarnos de nuestro patrimonio físico, sino también de nuestra alma como Nación, como colectividad históricamente definida y con un acervo cultural característico.





26 FUNDAPATRIA y el petróleo: Entre la docencia y la defensa del interés nacional

Estos "Apuntes para la Cátedra Petrolera" se han nutrido, casi siempre, de la columna "ABC Petrolero", que publicamos quincenalmente en el periódico FUNDAPATRIA. En todas las ediciones de esa columna, reproducidas con ligeras modificaciones en estos materiales, se puede encontrar registrada la preocupación didáctica, la angustia ante la ignorancia generalizada en materia petrolera. Al denominarla "ABC..." nuestra intención fue la de abordar los temas partiendo desde sus más elementales fundamentos e ir paso a paso acercándonos a los complejos temas que se discuten en la actualidad. Sin embargo, imbuidos como estamos de los objetivos de la Fundación que edita ese quincenario, los cuales se remiten a la defensa del patrimonio nacional, y colocados frente a la arremetida privatizadora, impulsada desde la cúpula de PDVSA, no pocas veces sacrificamos la intención didáctica en aras de la pelea y la denuncia de esa conspiración antinacional.

Transcurrido ya un año, parece que las cosas no serán muy distintas en el futuro cercano: Los motivos para mantener la guardia alta se multiplican. Y para muestra un botón: el frente privatizador se consolida, con la incorporación al mismo del Fiscal General y un complaciente veredicto, en el cual desestima nuestros alegatos de inconstitucionalidad del Acuerdo del Congreso que aprobó los convenios de asociación bajo el esquema de ganancias compartidas. (¡Hay que ver los milagros que obran las becas oportunamente otorgadas y los rumbosos agasajos!)

Pero también, y más que nunca, se hace necesario el combate contra la ignorancia en materia petrolera. Porque precisamente en este campo, en el de aprovechar el desconocimiento masivo de las peculiaridades de esta industria, se afincará la prédica antinacional de la gerencia de PDVSA, tal y como hemos venido denunciando en las tres últimas ediciones de esta columna. El reto es descomunal: literatos de renombre internacional se encargarán de producir los textos. Es decir, harán el trabajo de repostería literaria para las vistosas barajitas multicolores y los folletos promocionales del "Proyecto Educativo PDVSA", para citar sólo dos de los instrumentos de manipulación de conciencias e inconsciencias con los cuales se pretende cubrir las miserias de una política liquidadora del más valioso patrimonio nacional.

Por eso y por muchas cosas más, hay que volver siempre al ABC y a los "Apuntes...". Ese seguirá siendo nuestro propósito, en tanto que docentes de Economía y Política Petrolera. Pero como siempre, será una docencia comprometida con la causa que creemos justa en materia de política petrolera venezolana: la reivindicación del derecho de la Nación venezolana a obtener una justa compensación por la liquidación de sus hidrocarburos, independientemente de que éstos vayan a durar 30, 60 ó 300 años. La exigencia de que esa compensación nacional sea utilizada con justicia para fomentar la realización individual y colectiva de todos los venezolanos: los que viven actualmente y los del futuro.

La referencia al tiempo de duración de nuestras reservas petroleras y a los venezolanos del futuro no es accidental, ni inocente. Aludimos con ella a la misma discusión que iniciamos en la primera entrega de estos "Apuntes..." y encaramos a quienes esgrimen la filosofía de que "el que venga atrás que arree" -como se decía en los tiempos en que las mulas eran el principal medio de transporte de carga y recordaba J.P. Pérez Alfonzo, refiriéndose al mismo problema de la irresponsabilidad con el futuro.

En efecto, una de las más socorridas "verdades" con las cuales nos apabullan los gerentes petroleros para invalidar las exigencias de una justa participación nacional en cada barril extraído y justificar su de abandono de la defensa de los precios, consiste en recordarnos el carácter prácticamente inagotable, en términos de ésta y las próximas generaciones, de nuestras reservas de hidrocarburos. Siendo así, aducen, ¿De qué sirve dejar en el subsuelo semejante riqueza? ¿Vamos a esperar a que el petróleo deje de ser usado como energético, que es una expectativa segura en un lapso inferior a un siglo, para luego tener que comérnoslo por no encontrarle otros usos mercantiles? No. No podemos dejar que esto pase. Hay que expandir la producción a como de lugar, hay que propiciar una política de conquista de mercados al precio que sea. Se debe privilegiar el crecimiento de "los negocios" y sus efectos multiplicadores, aunque ello sea en detrimento de la percepción unitaria de renta, en resguardo e incremento de la cual estuvimos inoficiosamente empeñados por más siete décadas.

Nuestra respuesta, que hemos esbozado en las 24 ediciones anteriores de FUNDAPATRIA, sigue siendo la misma: Esta generación no tiene derecho a liquidar una riqueza que no le pertenece a ella sola. La renta petrolera, que se produce invariablemente por la operación de los mecanismos internacionales de fijación de los precios del petróleo, está allí. Si no nos apropiamos de la parte de ella que nos corresponde en tanto que dueños de recurso extraído y más aún, como productores directos, que hemos incurrido en los costos de exploración, extracción y manufactura, otros lo harán. El que centenares de empresas extranjeras acudan, como abejas al panal, a pelearse por nuestras "competitivas ofertas" de convenios y contratos de todo tipo, no es expresión de nuestro "moderno comportamiento" acorde con las exigencias de la inserción de Venezuela en el mundo globalizado de hoy, sino de una aceptación inconsciente de los dictámenes del imperio, en abierto perjuicio de los más caros intereses nacionales.





27 A propósito de las concepciones de Teodoro Petkoff sobre el atraso y la modernidad



En una inefable muestra de su sentido de la oportunidad –olfato político lo llaman algunos- el Ministro de CORDIPLAN afirmó, en un local de PDVSA (el CIED) y ante un público pleno de funcionarios petroleros, - quienes lo aplaudieron a rabiar, según la reseña del diario El Nacional - que FUNDAPATRIA es una de esas instituciones donde se concentra todo el atraso nacional.

Bien. Entendemos que un Ministro debe saber ante quiénes está hablando y qué cosas quiere escuchar ese público. En fin, ese es, desde los tiempos de "El Príncipe" de Maquiavelo, el supremo arte de la política. Dale Carnegie, en su muy publicitada obra "Como Ganar Amigos" ha entrenado a varias generaciones de lectores de "Selecciones del Reader´s Digest" en el arte de complacer a los interlocutores. Pero hasta ahora, no conocíamos esa vocación complaciente en Petkoff, quien a fuer de sincero, siempre ha pasado por antipático y "poco político", a pesar de su protagonismo en el mundo de la política. Hasta ahora también, habíamos creído eso y, a pesar de sostener, en los últimos años, posiciones diametralmente opuestas a las expresadas por quien ha devenido en el principal vocero y sostenedor de las políticas económicas de corte neoliberal, siempre miramos con respeto una conducta política que considerábamos el resultado de un muy particular proceso de reflexión crítica, a la luz de la tragedia humana que ha significado el desplome del mal llamado "socialismo real". Hasta ahora creíamos que ese respeto era mutuo, pero la oportunísima –u oportunista- mención a FUNDAPATRIA en un escenario PDVSA nos obliga a reevaluar esa creencia.

Porque en esto, como en muchas otras cosas, hay quienes olvidamos que todo cambia. Quizás, también, sea por ese olvido que todavía estemos dispuestos a soñar con una Venezuela distinta y a reivindicar abstracciones obsoletas como las de soberanía, nación o patria.

Pero, ¡demonios!, así como respetábamos el derecho de Petkoff a "hacer lo que hace", como al parecer intenta explicar en una obra con un título similar de muy reciente data, reivindicamos nuestro derecho a soñar y a luchar por utopías que, según el sentido práctico de algunos, no tienen ya muchas posibilidades de concretarse en realidades. Reivindicamos nuestro derecho a pelear contra una integración dependiente y absolutamente subalterna a los mercados globalizados controlados por los siete grandes y sus transnacionales. Nuestro derecho a oponernos a un destino puertorriqueño y a seguir pensando que tenemos una patria, un patrimonio, una comunidad histórica y culturalmente establecida y que ello nos da los títulos suficientes para exigir un tratamiento digno del resto de las naciones.

Entendemos que se trata de un debate ideológico de gran trascendencia, el cual no puede resolverse en un torneo de ofensas y descalificaciones entre dinosaurios y modernos partidarios del pensamiento único y la llegada del fin de la historia, pero cuando se nos busca por ese camino, no podemos responder con flores.

Creemos, sin embargo, que ese debate será resuelto por la historia, la cual ya comienza, implacablemente, a mostrar el espantoso rostro las políticas de ajuste, privatización y desregulación impulsadas como receta de los centros del poder mundial para "sus" territorios periféricos.

Tal es el caso de las novísimas políticas de seguridad social requeridas por un modelo económico que basa su competitividad en la minimización de los costos laborales, independientemente de sus desastrosas consecuencias en el nivel de vida de la inmensa mayoría de la población. La aplicación de esta receta en Chile, por ejemplo, ha sido acompañada por una bien orquestada propaganda sobre sus bondades y por una campaña acomplejante sobre las leguas de ventaja que ya nos lleva ese país en el camino de la modernidad. Los poderosos fondos de pensiones chilenos ya han llegado a Venezuela a comprar bancos y a participar como financistas en proyectos de la apertura petrolera. Pero tras de sí, en Chile, están dejando una población cada día más desasistida de la seguridad social mínima requerida. La sureña realidad de la prosperidad de pocos sustentada en la miseria de muchos rompe todos los días el primoroso envoltorio con el cual se nos quiere vender una Ley Marco de Seguridad Social a la chilena que amenaza con hacernos retroceder en conquistas sociales que hoy son parte de lo que Teodoro Petkoff considera "atraso".

A todas éstas ¿qué tiene que ver todo lo anterior con una columna dedicada al análisis de temas petroleros? Pues todo. Porque resulta que las críticas que hemos venido hilvanando, desde hace más de un año en esta columna, a la política petrolera impulsada por la cúpula de PDVSA, tienen su basamento conceptual en la misma reivindicación de patria y soberanía a la que hacíamos referencia al comienzo.

En materia petrolera, pues, también somos atrasados. Y nos oponemos a perder la base de nuestra capacidad de negociación a nivel internacional, que reside en el control nacional sobre los recursos de hidrocarburos que se hallan bajo nuestro suelo. Y seguiremos oponiéndonos a una apertura con la cual estamos recorriendo los primeros estadios de la pérdida de ese control, por la vía de privatizaciones parciales y de facto, el desmantelamiento de las capacidades de fiscalización y la prostitución de los instrumentos legales que nos garantizaban una percepción impositiva que remuneraba, en parte, la liquidación de un patrimonio inestimable.

En otras palabras, seguimos pensando, de manera retrógrada, que ir hacia la política de expansión sin medida de la producción, abandonando la tradicional defensa del nivel de la percepción unitaria, es simplemente aceptar complacientemente el dictamen del Banco Mundial en esta materia, que favorece los intereses de los países de la OCDE y perjudica los de la periferia petrolera. Consideramos que aunque ello pueda ser presentado como una posición civilizada y moderna, no es otra cosa más que la renuncia injustificable a una muy fuerte posición negociadora, en nombre de la cual podemos exigir, sin pérdida real de capacidad competitiva, una razonable remuneración por la merma de una riqueza exhaustible, así sea en el larguísimo plazo de varios siglos.

Y es que, a propósito de esos siglos, seguimos pensando, con criterios no económicos, en tanto que lo económico alude a leyes y parámetros referidos al ámbito del presente y del inmediato futuro, que debemos administrar la riqueza petrolera con criterios intergeneracionales. Porque el caso es que, aunque John Maynard Keynes dijera que "en el largo plazo todos estaremos muertos", ese tiempo que trasciende a los venezolanos vivos de hoy, alcanza a los que todavía no han nacido y que también tienen, desde ya, el derecho a que se preserve lo que, en mucho, será la herencia de esta generación dispendiosa e irresponsable.

Lo anterior lo hemos sostenido desde la primera edición de esta columna y de este quincenario FUNDAPATRIA y, por eso mismo, nos sentimos ingratamente aludidos por las desconsideradas palabras de alguien que ha sido para nosotros, desde hace 40 años, mucho más que el Ciudadano Ministro de CORDIPLAN.





28 ¿La Apertura Petrolera es, en verdad, la ruta hacia una Venezuela productiva?

Uno de los lugares comunes que con mayor insistencia se utilizan en los predios de PDVSA para justificar sus planes expansivos, la multiplicación de ventajas que se ofrecen a los inversionistas extranjeros, la liquidación de la capacidad nacional de fiscalización y control sobre su principal patrimonio colectivo, es aquél que sostiene que de esa manera estamos dejando atrás la Venezuela rentista y nos encaminamos hacia la Venezuela productiva.

La falacia y perversidad de tales asertos han sido uno de los temas que, también reiteradamente, hemos presentado en los "ABC" de FUNDAPATRIA y en otros materiales para usos académicos y para la polémica. Ello tiene su justificación en el hecho de que se trata del basamento conceptual sobre el cual se levanta el edificio del entreguismo petrolero, verdadero común denominador de las políticas impulsadas por la cúpula gerencial de PDVSA y luego acatadas sin discusión por los poderes públicos nacionales.

Por eso, en este tiempo propicio para el balance y la reflexión, volvemos sobre los términos de una discusión que sostuviéramos hace un tiempo con algunos colegas economistas, quienes en un respetable proceso intelectual realizan la correcta identificación y caracterización del componente rentístico petrolero en la economía venezolana; pero luego, y a mi manera de ver no tan acertadamente, transforman esa identificación en una asignación de las cualidades de "rentista" y "productor" a lo que no son otra cosa que dos ramas del sector público petrolero con diferentes responsabilidades: el MEM sería la encarnación del Estado rentista y PDVSA la del productor.

En algunos casos, evidentes por lo demás, se puede palpar en quienes hacen esta diferenciación, la voluntad justificadora de designios antinacionales, pero en otros, algunos por desprevenidos y la mayoría por irresponsables, se trata de la aceptación acrítica de una arbitraria asignación de roles. Ello es lo que queremos demostrar.

La Nación es una sola. El Estado es uno solo. El Estado no puede escindirse entre los múltiples roles que las circunstancias históricas le asignan. Por tanto, las políticas que se establezcan para la gestión de cada sector, rama o conjunto problemático deben ser subsidiarias de una política de Estado que trascienda los roles que le toque desempeñar a cada una de sus ramas, armonizándolas y resolviendo unívocamente los reales o supuestos antagonismos. Ello debe tener su materialización, en un sentido general -constitucional si se quiere- en un orden de prioridades que no puede ser violentado por ninguna política sectorial.

En materia petrolera esto puede ejemplificarse con el comportamiento de las compañías petroleras estatales de los países desarrollados, verbigracia BP, ENI, CFP. British Petroleum, por ejemplo, formó parte del consorcio BP-Bitor que desarrolló la Orimulsión. En sus laboratorios se llevaron a cabo pruebas fundamentales para la determinación de las especificaciones de ese producto y posteriormente participó activamente en la promoción internacional del mismo... hasta que el gobierno británico tomó la decisión de combatir el ingreso de la Orimulsión al mercado europeo, en concordancia con sus intereses carboníferos. En ese momento, BP comunicó formalmente a PDVSA que se le había planteado un conflicto de intereses, en virtud del cual se le hacía imposible mantener el consorcio BP-Bitor.

Que sepamos, ninguna compañía estatal de países desarrollados o no, Statoil, ENI, Aramco, IPC, NIOC, etc., tiene conflictos con sus respectivos Estados. (A esto hacíamos referencia en reciente ABC, comentando la insólita demanda de Maraven y Conoco contra el SENIAT) Tales conflictos deberían ser evaluados como absurdos, al mismo nivel de una lucha entre el brazo izquierdo y el brazo derecho de un mismo cuerpo. Eso sólo sucede en Venezuela y la razón de ello es identificada pertinentemente por los mismos colegas con los cuales polemizamos: se trata de los intereses de grupos económicos y elites perfectamente identificados. Esos intereses legitiman sus posiciones antiestatales en el ambiente de masiva desinformación cultivado en torno a la materia petrolera, y en la voluntaria ceguera de la dirigencia política nacional.

Por tales razones, y a mi manera de ver, no es aceptable ni legítimo hablar de un Estado rentista y un Estado productor. No existe -no debería existir- un interés del MEM y otro de PDVSA. Al plantearse ese conflicto, ¿Cuáles pueden ser los legítimos intereses empresariales de PDVSA, distintos a los del Estado que ha suscrito, por ejemplo, los compromisos internacionales asumidos en la OPEP?

La realidad le revienta los botones al forzado traje que le impone la dicotomía rentismo-producción : No existe un interés de PDVSA como institución, sino el muy personal de sus top managers y el de sus socios transnacionales, pues un previsible -y ya muy comentado- resultado de la apertura petrolera en sus términos actuales será la minimización del papel de la casa matriz petrolera hasta reducirlo al de un ente tan débil y burocratizado como el MEM (Sosa Pietri dixit). Ello es perfectamente coherente con las políticas e intenciones abiertamente privatizadoras promovidas hasta ahora por ese caballo de Troya antiestatal enquistado en la dirección de la principal empresa pública.

A mi manera de ver, pese a que la dicotomía renta-producción existe, ella debe ser resuelta unívocamente por el Estado en función del interés nacional mayoritario y no en favor de quienes se presentan a sí mismos como los portadores del escenario productor. Esto último es lo que se ha venido imponiendo, con el picaresco aprovechamiento que ha sabido hacer la cúpula de PDVSA de los planteamientos teóricos de destacados economistas.

Similares consideraciones puede hacerse cuando, en alusión a la crisis del capitalismo parasitario en que vivimos, se hacen menciones al populismo y al estatismo. En verdad, esa crisis no es sólo el resultado de la pérdida de vigencia de los fundamentos teóricos que orientaron la política económica hasta hace muy poco tiempo sino, sobre todo y de manera fundamental, por el dramático cambio en la capacidad generadora de renta de la industria petrolera. Y más aún que en la disminución de esa capacidad, en la expropiación que de esa renta -todavía considerable- le ha sido impuesta a la Nación en nombre del expansionismo petrolero, con la excusa de que así se alimentará la "locomotora del desarrollo".

¿A qué políticas estatistas se puede hacer referencia? ¿Al hecho de que el Estado sea o haya sido el dueño de hoteles, bancos, centrales azucareros y alfarerías? Ello no ha sido el resultado de las políticas estatistas, sino del fracaso de los capitalistas, quienes, aprovechando el sistema parasitario-clientelal imperante (posible por la existencia de la renta petrolera) accedieron a los financiamientos blandos y a la multitud de estímulos y subsidios con los cuales hicieron su "acumulación originaria", pero no pudieron hacer verdaderamente productivas a sus empresas y hubieron de devolverlas al Estado benefactor que las financió. Este fue el resultado, en parte estructuralmente inevitable, por el "efecto Venezuela", o "enfermedad Holandesa", como quieren llamarla algunos descubridores del agua tibia, pero en gran parte también por la falta de sentido empresarial de unos capitalistas recién vestidos y con una propensión -no ciertamente marginal- a convertir en consumo suntuario y jugosas cuentas en dólares el financiamiento recibido para la inversión.

Desde luego que una cierta orientación estatista está plasmada en nuestra Constitución Nacional, cuando establece que el Estado propenderá a la creación de un sector de empresas básicas bajo su control. Y desde luego que ello se manifiesta en la posesión estatal de las industrias del hierro y el aluminio, a las cuales se agregó finalmente la petrolera por imperativo histórico y voluntad del gran capital petrolero internacional, pero no puede ser tildado de estatista un régimen que instituyó, a través de la CVF, el BAP, el IAN, Corpoindustria, Foncrei, Finexpo, ICAP, Bandagro, etc, un verdadero sistema de drenaje de la renta colectiva hacia manos privadas e ineficientes. ¿De quién es la culpa de que en algún momento Corpoindustria haya sido propietaria de 56 alfarerías en la sola región de Tinaquillo? Tal vez del "efecto Venezuela", o de la incapacidad de los economistas que hicieron los estudios de factibilidad y de los que los evaluaron, pero no de una orientación estatista. Y mucho menos de una política rentista, que en estos casos no se expresaba sino como la voluntad de hacer reproductiva esa renta, financiando a los inversionistas privados.

Con todo lo anterior, quiero sentar las bases para afirmar que el modelo fracasado no lo fue tanto por la disposición -ineludible por lo demás- de una cuantiosa renta, sino por la incomprensión de la naturaleza de esa renta y de las limitaciones estructurales que hacían imposible su siembra. Ha fracasado, entre otras cosas, el capitalismo industrial de opereta que se montó tras el escudo de la renta.

El rentismo, en Venezuela, era y es inevitable. Disponemos, como dice PDVSA, de ingentes recursos de hidrocarburos y ellos serán, quiérase o no generadores de renta por muchos años. Resulta cómico, sino fuera por sus trágicas consecuencias, esto de acusar de rentista al Estado para despojar de la renta a sus legítimos propietarios e iniciar otro ciclo de reparto clientelar, esta vez bajo el control de los eternos aprovechadores, quienes ahora impondrán su ley sin la mediación fastidiosa del Estado y sus despilfarradoras políticas de justicia distributiva.



29 Reflexiones para seguir en la brecha... contra la desnacionalización petrolera

Cuando se está inmerso en un debate trascendente, cuando se dirimen posiciones contrapuestas en materias de economía y sociedad, es inevitable que se piense y repiense sobre la razón o sinrazón de nuestros planteamientos... y la de los de nuestros contradictores. La responsabilidad es muy grande, atañe al destino de millones seres humanos. Una visión equivocada, pero exitosamente promovida entre círculos poderosos puede conducir a naciones enteras por un camino de fracasos y frustraciones. Muy cercana, todavía, está la más descomunal de esas tragedias: el derrumbe del "socialismo real", de un sistema supuestamente inspirado en la justicia, la equidad y la búsqueda del bienestar colectivo, que devino en una gigantesca estafa, y cuyo fracaso canceló los sueños de los miles de millones de desposeídos de este planeta.

En esta columna hemos sugerido ese tema varias veces, apelando al sentido crítico y analítico de nuestros lectores. No pretendemos imponer una verdad particular, producto de nuestras tal vez sesgadas y poco objetivas apreciaciones. Queremos llamar la atención sobre algunos temas de la política petrolera en donde creemos que esta en juego el interés mayoritario de los venezolanos, vulnerado por las manipulaciones de sectores poderosos –nacionales e internacionales- que imponen un rumbo hacia el despojo colectivo.

Proponemos una discusión, esperamos los hechos que desmientan nuestras más sombrías expectativas; como hemos dicho otras veces, no nos gusta el papel de Casandra. Pero, como diría el tango, "el mundo sigue andando", y en su curso seguimos encontrando serias razones para la preocupación y escepticismo. Veamos un ejemplo paradigmático:

Hace más de quince años, junto con otros preocupados en la materia petrolera, iniciamos la denuncia de los subrepticios pasos para adquirir costosas y obsoletas refinerías en el exterior, las cuales han supuesto posteriormente un gran drenaje de recursos y un retorno nulo de la inversión realizada. Sugeríamos entonces que ello era el inicio de una estrategia para forzar el abandono de la política oficialmente aceptada de maximización de la percepción unitaria por barril; esto es, de defensa de los precios. Política que, desde luego, implicaba un control de la oferta y, por ende, la fijación de cuotas entre los miembros de la Organización de Países Exportadores. En ese momento, casi todos los políticos oficiales negaron que ese programa de adquisición de refinerías al borde del colapso, el cual para entonces comenzó a llamarse "internacionalización", tuviera la intención de boicotear la política petrolera establecida. Todos menos uno: sólo Rafael Caldera caracterizó correctamente la política de hechos cumplidos que adelantaban Humberto Calderón Berti y la gerencia petrolera de entonces: Se trataba, según declaraciones que diera en esos días a la prensa el ya para entonces ex-presidente, de "construir una alternativa frente a la OPEP... por si acaso".

Poco a poco, a través de varios años, esa realidad oficialmente negada se fue abriendo paso. Voceros oficiosos, que no oficiales, como Alberto Quirós Corradi y Humberto Peñaloza propalaban la necesidad de abandonar a la OPEP, una organización que, según Arturo Uslar Pietri, "nunca nos ha servido para nada". Llegado a la Presidencia de PDVSA desde el mundo empresarial privado, Andrés Sosa Pietri se convirtió en el primer vocero de la empresa estatal en hablar abiertamente sobre el tema, al punto de enfrentarse acerbamente con el Ministro de Energía y Minas de ese momento, Celestino Armas. Sosa Pietri inventó reuniones de productores y consumidores, reuniones técnicas sin participación de políticos y cualquier otro mecanismo que le permitiera "by-pasear" la circunstancia de la pertenencia de Venezuela a la OPEP-

Mientras se denunciaban las violaciones de las cuotas de Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos, PDVSA comenzó a hacer trampas con los "condensados", hidrocarburos gaseosos en el yacimiento que se condensan en la superficie, no incluidos en la Cuota OPEP y de los que comenzamos a "producir" cantidades increíbles, hasta que nuestros socios protestaron y decidieron fijarnos un tope.

Luego, desde los "think tanks" de PDVSA se comenzó a esparcir una de las más nocivas falacias teóricas para justificar el abandono de la política de defensa de los precios: La supuesta contradicción entre renta y producción. En anteriores ediciones de esta columna nos hemos referido a ella: Partiendo de las constataciones de ilustres economistas venezolanos sobre la importancia del componente rentístico en el Producto Territorial Bruto venezolano, y de su innegable carácter de generador de una economía parasitaria de esa renta, colapsada a partir de nuestro "viernes negro" el 18 de febrero de 1983, se ha llegado a la increíble formulación de que para ser "productivos", tenemos que renunciar a la ya de por sí disminuida renta que todavía produce el petróleo.

Para ser breves, con ese argumento se justificó el desmantelamiento del Ministerio de Energía y Minas, ente "rentista!" de nuestra política petrolera, para favorecer a PDVSA, ente "productor". Se envilecieron todos los instrumentos que garantizaban una razonable percepción fiscal unitaria (por barril), comenzando por la eliminación del Valor Fiscal de Exportación y terminando, en los convenios de Ganancias Compartidas, con la mimización de la Regalía. Se plantea para más tarde pasar la tasa del ISR del 67% al 34% y así sucesivamente, hasta crear el "mejor de los mundos posibles" para la inversión petrolera extranjera, con depreciaciones aceleradas, garantías de re-exportación de ganancias e inversiones, mínima fiscalización de sus actividades, etc.

Y entonces volvió a la Presidencia de la República el referido político con ideas claras en materia petrolera. Su primera acción en este campo fue dejar de lado a supuestos "asesores" contaminados por las ideas rentistas, como Hugo Pérez La Salvia y, en una movida de alto vuelo político que le permitió neutralizar las agresivas pretensiones de una derecha militar encabezada por Radamés Muñoz León, al mismo tiempo que les demostraba que él seguía siendo el hombre más idóneo de toda la derecha, nombró Presidente de PDVSA a alguien que viene trabajando –según sus declaraciones- de bajo perfil y desde hace quince años, en un ambicioso proyecto político conservador: Luis Giusti. Ese proyecto político no es otro sino el mismo al cual venimos haciendo referencia, el cual se manifiesta públicamente por primera vez con la internacionalización y que tiene como meta, según pregona la alta Gerencia de PDVSA –ver aviso en TIME del 21 de julio pasado- la completa privatización de las actividades petroleras en Venezuela. La liquidación de PDVSA como empresa estatal y su conversión en una simple oficina de trámites consulares para facilitar las actividades de las corporaciones petroleras extranjeras.

Es así como la política de defensa de la participación fiscal es definitivamente abandonada, denostada como antigualla rentista, rezago cavernario de pretensiones socialistoides y otras lindezas. El Ministerio de Energía y Minas es definitivamente liquidado como ente de fiscalización y control, al colocarlo bajo la férula de un Ministro que actúa como muñeco de ventrílocuo del Plan Giusti. La política anti-OPEP adquiere un definitivo carácter oficial, con la abierta burla –de hecho y de palabras- de los compromisos adquiridos en esa organización. La expansión de la producción llegó hasta 3,5 millones de barriles diarios, mas un millón de BD sobre la cuota consensualmente aceptada.

Los planes decenales de PDVSA se plantean, ahora abiertamente, dentro de un escenario de precios bajos, acentuada disminución de la participación fiscal y conquista de mercados, hasta llevar la producción a 6,5 millones de barriles diarios, con amplia participación extranjera en la generación de ese volumen.

La política de hechos cumplidos en esta materia ha debilitado considerablemente los precios del petróleo y ha provocado una respuesta de otros productores, quienes también han comenzado a violar las cuotas, acentuando el efecto desestabilizador sobre los precios. En una huida hacia adelante, la última reunión de la OPEP santificó estos niveles ampliados de la producción. Ello ha reforzado, desde luego, las expectativas de precios bajos para el próximo año. Y entonces, cuando las connotaciones negativas de esta caída se hacen evidentes, comienzan a aparecer en la prensa diaria venezolana algunos "análisis" de voceros oficiosos que achacan el debilitamiento de los precios "a la sobreproducción... de Arabia Saudita". Y de nuevo la inocente pregunta ¿De qué sirve la OPEP si no puede controlar los precios? Preguntamos nosotros: ¿Es necesario decir que se trata de un ejercicio del más redomado cinismo?

El Plan Giusti, el de la asociación dependiente con el capital petrolero extranjero y el entreguismo desaforado, que en las elecciones pasadas tuvo como expresión abierta la candidatura de Oswaldo Alvarez Paz y como carta bajo la manga el posible golpe de Radamés Muñoz, se había mantenido, con serias aspiraciones hasta ahora, en la opción Irene Sáez, abiertamente respaldada por el estamento petrolero, como lo vocea constantemente Alberto Quirós Corradi. Pero hete aquí que algunas dudas comienzan a echar sombras sobre las posibilidades reales de la Barbie de Chacao y entonces comienza a mencionarse, directamente, el nombre del padre de la criatura: Luis Giusti candidato presidencial. Primero como "globo de ensayo" de Tarre Briceño y luego con repetidas comparecencias públicas donde el Presidente de PDVSA se presenta a sí mismo como legítima expresión de una confluencia de empresarios y partidos. ¿Necesita ser electoral esa confluencia o –siendo ya un poco tarde para iniciar una campaña- puede presentarse como recurso de última hora para salvar al país?

Volvemos entonces a nuestros planteamientos iniciales ¿teníamos razón hace quince años, cuando prefigurábamos a la internacionalización como el inicio de un camino desnacionalizador? Sin que nos quede nada por dentro, creemos que todo lo referido en las líneas anteriores, y todas las otras cosas que hemos mencionado en columnas anteriores y que también forman parte del igualmente quinceañero Plan Giusti, nos confirman, lamentablemente, que así ha sido y así seguirá siendo. No nos queda, pues, otra alternativa que seguir en la brecha de la denuncia y la pelea abierta contra ese Plan.





30 La realidad es terca... pero mucho más lo son los planificadores petroleros

Enero comienza y ya casi termina, con noticias nada auspiciosas en materia petrolera: Una caída de los precios del petróleo que ha obligado a redefinir los cálculos presupuestarios y ha puesto a los planificadores petroleros a producir declaraciones apresuradas sobre el carácter coyuntural del fenómeno: un invierno moderado y los coletazos del "efecto dragón" –que se suponen también coyunturales- son los factores que más se mencionan. Como comentáramos ya en la columna anterior, algunos llegan al cinismo de achacar el desencadenamiento del proceso a "la sobreproducción saudita" sin mirar la viga en el ojo propio, materializada en varios años de sobreproducción venezolana, la cual en el último de ellos promedió bastante más de un millón de barriles diarios. De esta manera se pretende, con la clásica "viveza criolla" que no engaña a nadie, que nuestros excesos son benignos y no causan sobreoferta y que la culpa es de los demás.

Por otro lado, considerar coyuntural la crisis de los países asiáticos cuyas monedas han caído entre un 30 y un 80 por ciento desde julio del pasado año, tal como lo reportara recientemente el Wall Street Journal en su versión de El Nacional, deja ver a las claras la voluntad gerencial de cerrar los ojos ante realidades que anuncian tendencias distintas a las pregonados.

El dogmático optimismo de los escenarios en los cuales basan su política expansiva los planificadores de PDVSA puede evaluarse por su inmutabilidad. En efecto, desde 1991 se han mantenido incólumes –salga sapo o salga rana- las proyecciones de un crecimiento de la demanda energética global a una tasa del 2% anual "en los próximos 20 años". Más recientemente, en su "Plan de Negocios 1997-2006" el optimismo siguió creciendo: ahora se proyecta que ya no será la demanda energética, sino la petrolera, la que crecerá a esa tasa interanual y un poco más (2,1%), con lo cual resulta que el consumo petrolero pasará de 70 millones de barriles diarios en 1995 a 88 MMBD en el año 2006, es decir, un crecimiento de casi 26 por ciento respecto al año inicial.

Pero las cosas no se quedan allí. Según las previsiones de ese Plan de Negocios, el suministro No-OPEP se mantendrá estacionario durante el lapso considerado lapso, registrándose al final del período una disminución del 1,2%. (La emergencia de Kazajastán, Colombia, Vietnam, Papúa Nueva Guinea, Uzbekishtán y otros nuevos productores, y la próxima recuperación de un tradicional productor gigante, Rusia, en el cual el capital petrolero internacional está realizando grandes inversiones, será compensada con la inevitable caída de la producción en Estados Unidos, México y el Mar del Norte). Por el contrario, el suministro petrolero aportado por los miembros de la OPEP crecerá a una tasa del 5% interanual, al pasando de 27,8 millones de BD en 1995 a 47 millones en el 2006, para registrar un 69% durante el lapso considerado. Y dentro de esas auspiciosas perspectivas de la OPEP a Venezuela se le asigna, por arte de Birlibirloque, la mayor tasa de crecimiento: un 7,5% interanual, que elevará la producción del país desde los 2,7 millones de BD de 1995 a los proyectados 6 millones de 1996, un crecimiento total de 122,22% durante el lapso.

¡Que sabroso es "planificar" así! Minimizar los factores negativos, espolvorear las dificultades sobre los competidores y paralizarlos: Así, PDVSA aprovecha que ellos seguirán empeñados en defender los precios y se lanza a la conquista de una mayor tajada del mercado. Para ello es necesario asignarse a sí misma todas las bondades competitivas: eficiencia productiva, cercanía a los mercados, garantía de suministro sin perturbaciones bélicas, cultura occidental, bajos precios, apertura a la inversión extranjera con impuestos mínimos y ofertas de privatización total a mediano plazo ¡y ya! la producción comenzará a crecer a tasas aceleradas. Poco importa que los incrementos de producción se hagan a costos unitarios crecientes y con una participación fiscal y nacional cada día menor. En fin, lo que importa es la expansión del "negocio" y las oportunidades de ganancias rápidas que ofrece a los potenciales socios e inversionistas.

Ah, pero cuando los efectos de la sobreoferta comiencen a sentirse, habrá que echarle la culpa a otros, en particular a "nuestros competidores", quienes han tenido la osadía de seguir nuestro ejemplo y comienzan a recorrer el camino de la sobreproducción. ¡El colmo es que hasta santificaron nuestra sobreproducción en su última Asamblea, para poder hacer lo mismo! "Pero eso es coyuntural".

Venezuela, que tiene 27.000 pozos en capacidad de producir y que en efecto produce por unos 14.000, a una tasa de 250 barriles diarios es, a pesar de ello, y según los cálculos de PDVSA, uno de los productores de más bajos costos unitarios, tanto, que puede competir ventajosamente con Arabia Saudita, Kuwait, Irak, Irán y los Emiratos Arabes, los cuales producen por mucho menos pozos y a una tasa promedio de sólo 5.000 barriles diarios. Sólo los eternos inconformes se atreven a insinuar que en esos países el costo unitario por barril está por debajo de los dos dólares y que en el nuestro pasa de cuatro de esos billetes... y hasta de seis si es para declararle costos a la OCEPRE.

Ironías aparte, se trata de un asunto de una gravedad particular, donde están en juego gigantescas cantidades de recursos materiales y financieros y donde un tratamiento subjetivo, falaz y sesgado por los intereses particulares, nacionales y sobre todo extranjeros, que han impuesto la política de expansión a todo trance, tendrá consecuencias catastróficas para el país y, sobre todo, para los más golpeados sectores de la población.



31 Política Petrolera: De las dignas ejecutorias al entreguismo rampante

Recientemente murió en Caracas el Dr. Rubén Sáder Pérez, Presidente fundador de la primera empresa estatal petrolera venezolana, la Corporación Venezolana del Petróleo. Nos enteramos de ello por la crónica de Kotepa Delgado. Ninguna referencia oficial, ningún reportaje sobre lo que fue aquella empresa y su significado en la evolución de la política petrolera venezolana. Definitivamente, en los tiempos que corren, es una cosa de mal gusto recordar la gesta del nacionalismo petrolero, a la cual está indisolublemente ligado el nombre de Sáder Pérez.

En su paso por la CVP, a Sáder le correspondió lidiar con unos malhadados Contratos de Servicios, los cuales, en un tiempo de plena vigencia de la política de "no más concesiones", llegaron a convertirse en concesiones disfrazadas. Sinceramente ilusionado con ellos en un principio, al considerarlos como un instrumento para el desarrollo de la CVP, Sáder llegó a darse cuenta posteriormente de las graves implicaciones para el país que tendrían los mismos y libró una intensa batalla en defensa de los intereses de la Nación, sobre todo en momentos en los cuales se aprobaban en el Congreso Nacional las "bases de contratación" de dichos Contratos.

Como siempre ha sido desde entonces, se trató de un combate desigual contra el poder petrolero y sus aliados criollos, respaldados por la ignorancia, la corrupción y la incuria parlamentaria. De ello queda constancia en sus libros "Hacia la Nacionalización Petrolera" y "Petróleo Polémico y Otros Temas", editados en 1972 y 1974.

Las amargas constataciones de Sáder, quien calificó a los Contratos aprobados por el Congreso, como "fracaso del proyecto concebido con fines y propósitos diferentes", nos recuerdan que las prácticas del capital petrolero internacional y sus socios criollos siguen siendo las mismas. Sus palabras podrían aplicarse textualmente a los ya tristemente famosos "Convenios para la exploración a riesgo y explotación bajo el esquema de ganancias compartidas" o a los contratos de operación de "campos marginales" de los cuales llevamos ya tres rondas. Oigámoslo:

"La actual fórmula contractual invierte el papel de la CVP, la cual pasa de titular del derecho para cuya explotación intentaba utilizar servicios de una contratista, a la condición de mera intermediaria de compañías que asumen su representación ante terceros, en sus operaciones en el país, y ante el Fisco, en la discusión de los convenios de referencia del petróleo extraído de los propios yacimientos de la CVP." - "Los contratos, como aparecen concebidos en el texto oficial de las Bases aprobadas por el Congreso Nacional, arrojan resultados económicos aparentemente inferiores a las concesiones otorgadas por la dictadura en los años 1956 y 1957".

Esto último nos hace recordar que, con la "apertura", las cosas han cambiado para mal en estos 25 años, pues los convenios de asociación "bajo el esquema de ganancias compartidas" son peores que las concesiones otorgadas por Juan Vicente Gómez después de 1920.

Lo más indignante de todo es la burla y el desprecio por un pasado digno. El nombre escogido para la filial de PDVSA que está ejecutando este desaguisado antinacional no pudo ser otro más antagónico con sus innobles fines: CVP. Un nombre que había sido archivado y "Mobil - izado" -al ser fundida con Llanoven, la operadora heredera de aquella transnacional- en Corpoven; todo ello en abierto repudio a 15 años de auténtico ejercicio de la condición de empresa petrolera estatal.

Desde luego, recordar hoy a Rubén Sáder Pérez -a quien, por cierto, sólo conocimos a través de sus obras- es nombrar la soga en la casa del ahorcado. Mucho más cuando uno de los beneficiarios directos de aquellos Contratos de Servicios, quien recibió sobornos de la Occidental Petroleum para facilitar el otorgamiento de una certificación "chimba" de comercialidad de los lotes que esa compañía exploraba, es actualmente uno de los miembros externos del Directorio de PDVSA y principal vocero televisivo de sus programas privatizantes.

Hoy lo que está de moda es "la apertura", el desmoronamiento de 77 años de lucha por garantizar una "participación razonable" de la Nación en la liquidación de sus recursos de hidrocarburos.

Hoy está de moda ridiculizar a Pérez Alfonzo, como un hombre que basó sus políticas en el "supuesto" agotamiento de nuestras reservas petroleras, siendo que, por el contrario, y según Quirós Corradi (El Nacional 1/2/98), el país podrá producir 6 millones de barriles diarios durante los próximos cien años. Desde luego, no importa que para obtener esa duración de siglo se utilice, falazmente, los dos mil años que nos durarán los crudos extrapesados a las tasas actuales de producción de Orimulsión, para promediarlos con los 80 años de los pesados y los 15 años que durarán los crudos livianos y medianos, dados los niveles actuales de explotación de estos crudos, que son los que hoy requiere el mercado y que estamos produciendo a plena capacidad según Luis Giusti.

Si, tal como lo leen. Dentro de quince años, o menos -suficientes en los términos de una generación, para el enriquecimiento de quienes promueven la expansión desenfrenada del negocio petrolero y están en posiciones privilegiadas para aprovecharse- la Nación venezolana, es decir el resto de los mortales que habitamos en este país, enfrentaremos el panorama de "cien años" de duración de nuestras reservas de crudos pesados y extrapesados los cuales, para ese entonces, nos costará Dios y su ayuda vender en un mercado cada día más selectivo en cuanto a las repercusiones ecológicas de sus consumos energéticos.

Hoy está de moda el cinismo. Por ejemplo, el de llamar "Club de Pinochos" a la OPEP, donde todos mienten, para justificar nuestra propia mentira.

Tal como refiriéramos en el anterior "ABC", después de más de un año de violación extrema, de más de un millón de barriles diarios, de la cuota de producción consensualmente acordada en el seno de la OPEP, los voceros oficiales quieren atribuir a otros la actual tendencia a la baja de los precios del petróleo.

Primero, a los sauditas, que desde finales del año pasado reaccionaron a la burla venezolana produciendo más de 400.000 barriles diarios adicionales y ahora, según el inefable Ministro Arrieta, a la ONU, que autoriza un incremento de la producción iraquí en 1,2 millones de barriles diarios. (Cifra inferior en cien mil barriles al exceso de producción venezolana durante todo el año pasado)

Este Ministro es un caso especial. El pasado 5 de febrero llegó al colmo de afirmar, después de un año de sobreproducción venezolana de casi un 2% de la demanda mundial, que... "El sistema de cuotas dentro de un techo máximo de producción de crudo de la Organización de países Exportadores de Petróleo no ha sido efectivo para devolver al mercado el equilibrio entre la oferta y la demanda con una fortaleza en los precios..." El Nacional, pág. E-1.

La citada declaración ministerial es equivalente a esas demandas de divorcio por "incompatibilidad de caracteres", que se introducen después de un largo tiempo pateando a la cónyuge. Llega hasta la mentira abierta, cuando afirma que la cuota OPEP de Irak, un país capaz de producir hoy 5 millones de barriles diarios, es de 1,3 millones. No se trata de una inocente confusión entre las limitaciones actuales impuestas por Estados Unidos y la ONU, y la cuota OPEP asignada a Irak antes de la guerra del Golfo, sino de una deliberada voluntad de tergiversar los hechos.

Hoy, en fin, no está de moda recordar a Rubén Sáder Pérez, porque ello puede ser malo para la salud. Nos basta con recordar las amenazas del Viceministro de Minas de aplicarle "los métodos de Saddam Hussein" a un colega nuestro, de origen iraquí por más señas, que se atrevió a comentar los despachos internacionales sobre las violaciones venezolanas de la cuota OPEP. Por eso, y porque la ira es mala consejera, dejamos las cosas hasta aquí... Por ahora...



32 Venezuela, tierra de promisión... para los halcones petroleros

Hasta ahora, la política del gobierno en materia de precios y producción petrolera se había limitado, a la aceptación de los hechos cumplidos presentados por PDVSA y santificados por un Ministro de Energía y Minas que solo puede repetir como loro los parlamentos de la gerencia petrolera porque su Despacho ha sido desmantelado, emasculado de sus capacidades técnicas, de análisis y fiscalización. Ahora, ante las declaraciones del Presidente de la República en las que sostuvo que "pensar en precios del petróleo altos es una fantasía" nos encontramos ante la realidad de que esos hechos cumplidos se han convertido en política de Estado.

Venezuela abandona, definitivamente, la política de defensa de los precios y se lanza por el camino de la producción a todo trance, en la "búsqueda del equilibrio universal en materia petrolera". ¡Válgame Dios! Los halcones del negocio petrolero nacional e internacional deben estar cuajados de la risa y frotándose las manos ante la beatífica declaración presidencial. Hasta las cenizas de John D. Rockefeller están de fiesta.

No sin razón son centenares las empresas petroleras internacionales que se agolpan a las puertas de PDVSA para ser "precalificadas" en cada ronda de los distintos programas de concesiones disfrazadas que ha adelantado este gobierno. Venezuela es el mejor de los mundos posibles para la inversión petrolera internacional: En ninguna otra parte ha habido tal simultaneidad en el retroceso en materia impositiva y en el avance en condiciones favorables al extranjero. Se eliminó el Valor Fiscal de Exportación –un dique contra la inflación trucada de los costos que rutinariamente ejecutan las empresas petroleras. Por el contrario, se acordaron planes de depreciación acelerada para garantizar la repatriación de las inversiones en el cortísimo plazo. Se rebaja el impuesto sobre la renta a la mitad en los contratos de operación y se arbitran mecanismos para llevar a la Regalía del 16,67% al 1% en los convenios de asociación.. Si a ello agregamos la desaparición de las capacidades de control y fiscalización, las empresas extranjeras se ven a sí mismas cortando el pastel y repartiendo las tajadas según sus propias conveniencias.

En tales circunstancias, la caída actual de los precios no viene sino a dramatizar el proceso de enajenación al que ha sido sometido del principal patrimonio colectivo de los venezolanos. Veámoslo un poco más gráficamente: El ingreso petrolero nacional tiene un techo, que son los precios y un piso, que son los costos. A estos últimos hay que agregar ahora, con la "apertura", la participación de los socios extranjeros, con lo cual el piso sube. Y si lo hace en las condiciones de entreguismo que se han plasmado en los diversos instrumentos de esta nueva política, nos encontramos ante un escenario similar al de esos cuentos tenebrosos de Edgard Allan Poe, de absoluto terror claustrofóbico, donde los techos bajan y los pisos suben, exprimiéndonos.

Que tal ha sido la evolución del negocio petrolero venezolano, aún antes de la apertura, lo puede verificar cualquiera que revise las series estadísticas de los principales rubros de ingresos, costos y participación fiscal desde hace 22 años. Y no hay duda, por lo expuesto, de que ello se va a acelerar con el regreso del capital petrolero internacional.

De tal suerte, que un destacado accionista de la Shell declare que "ahora a Venezuela lo que le conviene es poner en práctica -cuanto antes- una política agresiva de producción, porque esta acción lo que genera es actividad y la actividad genera a su vez, necesidades por bienes y servicios que se pueden construir y servir desde el país" es perfectamente coherente con sus intereses particulares. Y el que ello se convierta en política del Estado venezolano es su triunfo personal y el de las compañías petroleras internacionales, pero es una gravísima derrota para la gran mayoría de los venezolanos cuya participación como accionistas en el negocio petrolero nacional sólo se materializa en la participación fiscal. Así lo habían entendido los dirigentes de la política petrolera nacional desde 1920 hasta 1975: Esa fue la gesta de hombres como Gumersindo Torres, Néstor Luis Pérez Luzardo, Isaías Medina Angarita, Manuel Egaña, Juan Pablo Pérez Alfonzo y Manuel Pérez Guerrero.

Pero ahora está de moda la falacia de que "hay que dejar de ser rentistas para ser productivos". En verdad, ello significa que renunciamos a participar en el reparto de una renta que se genera internacional e independientemente de nosotros. Simplemente, estamos dejando que otros se apropien de algo que nos corresponde, en tanto que propietarios del recurso sobre el cual se ha montado ese mecanismo rentístico universal.

12 de Febrero de 1998



33 La caída de los precios del petróleo: El Rey está desnudo

Como decíamos en un "Apunte" anterior, las declaraciones de los dirigentes petroleros venezolanos, según las cuales la OPEP no tiene ninguna posibilidad de influir en el nivel de los precios, son el producto de una actitud similar a la de algunos maridos, quienes, después de patear todos los días a su cónyuge, comentan con sus amigos "es que nuestro matrimonio no funciona". Veamos la historia y sus condicionantes:

Oficialmente, Venezuela forma parte de una Organización cuyo fundamento y fin ha sido la maximización de los ingresos que obtienen sus miembros de cada barril de crudo. Una Organización cuyos miembros son poseedores de más del 80% de las reservas mundiales y proveedores de más del 40% de los requerimientos petroleros actuales, con suficiente capacidad, por tanto, para influir de manera determinante en el nivel de los precios.

Pero esa capacidad depende de la voluntad política de cada uno de sus miembros, soberanos en sus políticas y percepciones sobre lo que son sus intereses nacionales. En Venezuela, por ejemplo, tenemos una empresa estatal cuya gerencia concibió, desde un principio, que el problema petrolero es una simple cuestión de competencia por mayores tajadas del mercado. Que nuestros aliados de la OPEP, tercermundistas, asiáticos y musulmanes, no son tales aliados, sino incómodos competidores y que lo que interesa a Venezuela es producir volúmenes mayores, a cualquier precio, con cualquier sacrificio fiscal –que es lo que menos importa, según ellos, si asumimos un comportamiento productivo y no rentista- con facilidades de pago y garantías de suministro para complacer a nuestros clientes desarrollados, modernos, blancos, occidentales y cristianos. Y, desde luego, para que florezcan y se multipliquen las oportunidades de negocios particulares, las "actividades" generadoras de necesidades de bienes y servicios, a que se refiriera recientemente un destacado empresario petrolero con vínculos nacionales e internacionales.

Todo ello ha sido ejecutado en estos últimos 22 años dentro de una estricta lógica corporativa según la cual, mientras mayor sea la actividad petrolera, mayor será el poder económico, político y social de la cúpula gerencial de la empresa petrolera pública y de sus socios privados. Una didáctica prueba de que ése es el principio que guía la conducta de estos funcionarios públicos lo constituye la confesión de Luis Giusti al referirse al plan político en el que él participa desde hace quince años, fundado en el fortalecimiento de los negocios petroleros y en la promoción de la apertura de la industria al capital privado y la subsecuente privatización total de PDVSA. Y ello se ratifica, por otra parte, con las informaciones periodísticas que dan cuenta de que el nombre de este funcionario se cotiza como posible oferta presidencial de un frente conservador con participación de los principales partidos políticos y sectores empresariales.

Por eso, desde un principio también, esa gerencia corporativa formuló una política de expansión a todo trance que, cuando se confrontó con la política de cuotas de producción, decidida en el seno de la OPEP a partir de 1982, la condujo por el camino de las trampas (el caso de los "condensados"), las violaciones de los compromisos pactados y la búsqueda de alternativas a la política OPEP, tales como la internacionalización, los "megaproyectos" de la Faja, el Proyecto Cristóbal Colón sobre yacimientos de gas natural y la Orimulsión. A ellos siguieron todas las "rondas" de la apertura y sus múltiples variedades: contratos de operación de campos "marginales", asociaciones estratégicas para el mejoramiento de crudos en la Faja del Orinoco, convenios de asociación para la exploración de áreas nuevas y la explotación bajo el esquema de ganancias compartidas, sin dejar de mencionar el "outsourcing" o entrega de actividades "no medulares" a la gestión de empresas privadas.

Y es por eso también que, desde hace más de un año, PDVSA está forzando todo su potencial en una costosa sobreproducción, hasta alcanzar los actuales 3,6 millones de barriles diarios. Durante ese lapso el promedio de exceso sobre la cuota admitida en el seno de la OPEP ronda el millón de barriles diarios, equivalentes al el 1,3% de la demanda global y con los cuales se infla en un 3,5% el suministro de la OPEP.

Toda esa actividad de PDVSA, aderezada desde 1991 con la formulación de planes quinquenales y decenales con metas de duplicación y triplicación de las capacidades de producción hasta alcanzar y superar los 6 millones de barriles diarios hacia el año 2005, o como anunciara en estos mismos días, el 11 de febrero pasado, el Economista Jefe de PDVSA Ramón Espinaza, 7 millones de barriles diarios para el 2007, se potencia ahora con el hecho de que su ejemplo a comenzado a ser seguido por otros productores, entre ellos, de manera destacada, Arabia Saudita que agrega 400.000 barriles diarios adicionales a su producción acostumbrada, con lo cual se incrementa la sobreoferta global hasta un nivel cercano a los dos millones de barriles diarios. Consecuentemente ¿Es algo extraño y coyuntural el que los precios caigan?

Además, tal como fue advertido desde hace bastante tiempo por todos los analistas del mercado petrolero, muchos otros anuncios de nuevas capacidades de producción, procedentes de Kazajastán, Colombia, Rusia, Azerbaizhan, Irán, etc., se unen para llevar al mercado petrolero la certeza de que no habrá, en el mediano plazo, un déficit de oferta. De hecho, ya existen estimaciones en cuanto al aporte adicional al mercado de estos países en el mediano plazo, las cuales lo ubican cerca de los 6 millones de barriles diarios. Si a ello agregamos que Arabia Saudita y Kuwait tienen hoy una capacidad cerrada de 3 millones de barriles diarios y que, sea cual fuere el desenlace político o bélico del conflicto irakí, este país se incorporará a la corriente de suministros con no menos de tres millones de barriles diarios en el mediano plazo, con posibilidades ulteriores de expansión, la seguridad de contar con un abundante suministro de crudos debilita la puja por asegurarse cargamentos para el futuro inmediato y, consecuentemente, baja las cotizaciones diarias de los crudos. Todo ello, mencionado solamente algunos factores de la oferta, sin extendernos en consideraciones sobre otros importantes productores como México, el Mar del Norte y los propios Estados Unidos, cuyas producciones no dan las muestras de debilitamiento que eran esperadas como una brillante oportunidad por los optimistas planificadores de PDVSA.

A propósito de estos planificadores, y valga la digresión para hacer referencia a la mención presidencial de unos innominados astrólogos que anunciaron altos precios, debemos decir que tales anuncios siempre han salido de los laboratorios de planificación de PDVSA. Baste sólo recordar los megaproyectos de la Faja del Orinoco, como el Guanipa Cien Plus de Meneven, que basaba sus gloriosas expectativas en un escenario que estimaba que hacia 1998 el precio del petróleo mediano de 24 grados API sería de 52,39$/bl. Por esta evidencia, y con todo el respeto a su alta investidura, debemos decir al Ciudadano Presidente de la República que en esto se equivoca, tanto como cuando afirma, con un candor digno de mejor causa, que Venezuela debe buscar "el equilibrio", produciendo lo que el consumidor necesita. Una declaración angelical en el mundo de corsarios desalmados que es el mercado petrolero.

Ahora bien, y volviendo al curso de nuestras disquisiciones sobre el mercado y los precios. Si lo dicho respecto a la oferta pone tonos grises en el brillo de los escenarios de PDVSA, por el lado de la demanda las cosas no discurren precisamente por el rumbo expansivo que preveían sus autores.

Desde luego que fue sorpresivo el desencadenamiento y magnitud de la crisis asiática; pero, por su propia extensión, desde julio del año pasado y por sus efectos permanentes en el cambio de las tendencias expansivas prevalecientes hasta entonces, ha dejado de ser un factor coyuntural para extender su acción hacia el futuro cercano y más allá. Así pues, habrá que modificar las predicciones de los astrólogos de PDVSA.

Estos planificadores a la carta, que construyen escenarios acordes con las políticas ya decididas por la cúpula gerencial, prefiguran una expansión constante de la demanda, en línea con el crecimiento económico y demográfico, olvidando todo lo que se ha avanzado en las dos últimas décadas en el campo de la eficiencia energética y el conjunto de políticas de ahorro energético y sustitución de los hidrocarburos por otras fuentes impulsadas, entre otras cosas, por las constataciones cada día más evidentes, de la responsabilidad que tiene la masiva combustión de estos materiales en la generación de gases de invernadero que están acelerando el calentamiento global.

Veamos una muestra de cómo hacen sus predicciones de estos desaprensivos augures oficiales: La demanda de petróleo mundial, creciendo a una tasa de 2,1% interanual, llevará el consumo de 70 millones de barriles diarios en 1995 a 90 millones en el año 2006, para un incremento total de 28%. Como los productores no-OPEP comenzarán su declinación, su participación en el suministro caerá de 42,2 MM bd en el 95 a 41 MM bd en el 2006. Por el contrario, la OPEP incrementará su participación a una tasa del 5% interanual, al pasar de un suministro de 27,6 millones de barriles diarios en 1995 a 50 MM bd en el 2006, es decir, un crecimiento total durante el lapso de 80%. Ahora bien, y aquí viene lo bueno de estos astrólogos que "planifican" a placer, el incremento interanual de la participación de Venezuela en el suministro global será superior –pensamos que sea, tal vez, por nuestra condición de "vivos" y "caribes"- a la de la OPEP: crecerá en un 7,5% interanual, al pasar de 2,9 millones de barriles diarios en 1995 a los 7 millones estimados por el Planificador Jefe Espinaza para el 2007, con crecimiento total de 140%.

Todas estas proyecciones se siguen haciendo a pesar de múltiples advertencias, de propios y extraños. La última fue en un foro de alto nivel sobre energía realizado el pasado diciembre de 1997 en el CIED, Centro de Investigación y Estudios de PDVSA. Allí, un destacado investigador inglés Brian McBeth, expuso gran parte de las cosas que aquí mencionamos, concluyendo que "...el cambio más fundamental en la industria durante los próximos cinco años será el aumento considerable de su capacidad de producción y por ende, el impacto contundente que esto tendrá sobre el precio del petróleo". Desde luego que en ese ambiente, esto equivalía a mencionar la cuerda en la casa del ahorcado o peor aún, decirle a quienes por conveniencia pretenden no saberlo, que el rey está desnudo.

Jueves 19 de febrero de 1998



34 La herencia transnacional en el seno de PDVSA: clones del "bebé de Rosemary"

Uno de los grandes éxitos cinematográficos de finales de los años 60 y comienzos de los 70 fue "El bebé de Rosemary", de Roman Polanski, con el cual se revivió entonces la moda, un tanto venida a menos, de los filmes basados en temas satánicos. El de esta película era, en efecto, y con el perdón de los mayores de 40 años que lo conocieron entonces, el de las desventuras de una joven a la cual le fue implantado un embrión demoníaco, con todas las maléficas y sulfurosas consecuencias de un embarazo tan particular.

Algo parecido sucedió en Venezuela con la nacionalización petrolera. La opinión que sobre ese proceso hemos venido sustentando y documentando, desde hace 23 años, nos ha llevado a postular que en ese momento histórico se produjo una jugada maestra de las transnacionales, con la cual desactivaron peligrosos sentimientos nacionalistas, largamente cultivados en el alma de los venezolanos, casi desde el inicio de la explotación petrolera en nuestro país. Esa jugada fue una retirada táctica, más aparente que real, para garantizar un posterior regreso triunfal, en inmejorables condiciones: con la "apertura" diseñada por sus hombres de confianza y asociados que permanecieron en el seno de la industria nacional y siguieron siendo permanentes custodios de sus intereses.

En efecto, la nacionalización "chucuta" –como la llamara Pérez Alfonzo-, con sus actas secretas de avenimiento y sus compromisos no escritos; sus jugosas indemnizaciones y su Artículo Quinto para dejar la "ventanita" que garantizaba el regreso; sus contratos de asistencia técnica que no remuneraban ninguna asistencia técnica, pero que aseguraban el monitoreo y control transnacional de todos los emprendimientos de "operadoras" que antes habían sido sus filiales y sus leoninos contratos de comercialización, en los cuales se consagraban grandes y subrepticios descuentos sobre los precios oficialmente convenidos a partir de los crudos marcadores de la OPEP, devino en un nuevo estilo –mas moderno y sutil, casi invisible- de relaciones de dependencia de la industria petrolera nacional con el gran capital transnacional.

Precisamente, uno de los gambitos fundamentales de esa partida fue el de haberle otorgado la condición de compañía anónima a cada una de las empresas estatales que sustituirían a las concesionarias extranjeras y a la casa matriz o "holding" que las coordinaría, es decir, a Lagoven, Maraven, Llanoven, Meneven, etc., y a Petroven, la cual asumiría luego el nombre de PDVSA. Ello permitió que cada filial transnacional constituyera la Junta Directiva de la operadora "nacionalizada" con sus hombres de confianza criollos, aquellos pretenciosos Creole-man, Shell-man, etc., que el 1° de enero de 1976 estrenaron las relucientes franelas de Lagoven, Maraven, etc., después de haberles torcido el pescuezo a los negociadores estatales hasta el día anterior, 31 de diciembre de 1975, para obtener las mejores condiciones para sus casas matrices. Y fue así como a la industria petrolera nacionalizada, cual nueva Rosemary, se le implantó, no uno, sino toda una cohorte de albaceas de la transnacionalidad, los cuales han convertido a la gerencia de la empresa petrolera pública en un centro generador de toda clase de iniciativas antiestatales y antinacionales.

Tal como en la película, las consecuencias no se hicieron esperar. Pronto nos enteraríamos que en cada operadora pervivía la cultura transnacional correspondiente, camuflada como "estilo gerencial", pero con un jugoso contenido: la participación privilegiada, exclusiva y exageradamente bien remunerada de la antigua casa matriz en todos los negocios "nacionalizados" de la que había sido su filial. Y desde el principio, el enfrentamiento con el Poder Público; tal la negativa a dejarse fiscalizar y controlar por los órganos del Estado competentes para ello, como la Contraloría General de la República y el Ministerio de Energía y Minas (el cual, a la postre, fue colonizado y desmantelado por esa gerencia transnacionalizada); el rechazo al control legislativo, con la excusa de impedir la intromisión de "los políticos", en nombre de una supuesta "meritocracia técnica" erigida sobre los cimientos podridos de la incondicionalidad y la complicidad; la permanente exigencia de "autonomía operativa" para emprender negocios sin evaluación previa de su conveniencia para la Nación; sus campañas sobre las agresiones fiscalistas contra la "gallina de los huevos de oro", exprimida por la voracidad rentista del Estado, con las cuales impusieron la eliminación del Valor Fiscal de Exportación y la minimización de la Regalía hasta niveles ínfimos, en nombre de una política "moderna" y "productiva"; etc., etc.

Uno de los objetivos centrales de estos "herederos" fue, desde un principio, la liquidación de la OPEP, organización, o bestia negra, a la que percibían como un peligroso obstáculo para sus estrategias expansivas contra viento y marea, limitante de los luzbélicos negocios que proponen constantemente sus antiguos jefes, los ahora "asesores tecnológicos". Negocios tales como los megaproyectos de la Faja del Orinoco de 1981, con una inversión de 100 mil millones de dólares durante los siguientes 20 años, para extraer bitúmenes, mezclarlos con crudos livianos y vender el resultado, menjurje de unos 16°API, cuyo precio para 1998 sería, según era estimado en los "think tanks" de PDVSA, de ¡41,88 dólares por barril! (Proyecto Guanipa 100 Plus, de Meneven)

En un principio, todas estas cosas se hacían en las convenientes tinieblas del "low profile", el bajo perfil que se arropaba con el manto de "los técnicos de PDVSA y sus filiales". El "lobby" o cabildeo trascorrales, el palangre periodístico, las anónimas notas de prensa y la difusión de "informes técnicos" que recomendaban ciertos cursos de acción, pero sobre todo, el hecho cumplido, amparado en una "autonomía operativa" cuyos límites se ampliaban día a día, a pulso y paulatinamente, eran el desideratum de la gerencia petrolera. Eran tiempos del disimulo ante una opinión pública todavía demasiado sensibilizada por el discurso nacionalista y, por eso, mientras se iban erigiendo los pilares de una ideología corporativa "anti-rentista", privatizante y desnacionalizadora, se declaraba públicamente el respeto a las decisiones de los poderes públicos soberanos, haciendo "solamente", las "objeciones técnicas pertinentes".

Pero los tiempos cambian. Y hete aquí, que aquellos bebés crecieron y se hicieron fuertes, al mismo tiempo que se derrumbaban sueños universales de redención y justicia social. El nuevo contexto es el de la desmoralización y el egoísmo individualista. Lo que antes era considerado indecente o pecaminoso es, ahora, desvergonzada modernidad, globalización y apertura. El sistema de partidos políticos chapotea sin rumbo en los charcos del oportunismo electoral y el clientelismo: las encuestas de opinión y los concursos de belleza han sustituido a los principios. Esta es pues, la hora esperada, la apropiada para organizar el regreso de los patrones de siempre, las grandes corporaciones internacionales, a las posiciones de control sobre el negocio petrolero venezolano. Es tiempo también, desde luego, para que los engendros de PDVSA, clones ya adultos del de Rosemary, se presenten abiertamente como tales, abandonando el bajo perfil.

Es así como Luis Giusti se atreve, desde la Presidencia de la empresa petrolera pública, a plantear la conveniencia de "privatizar" a esa empresa; una privatización que, por su magnitud, no puede ser asumida sino por los grandes capitales transnacionales; es decir, que se trataría de una simple desnacionalización. Es así como el 21 de junio de 1997 se inserta un millonario aviso en la Revista "Time" ponderando la tarea fundamental en la que están inmersos estos gerentes-cónsules: ablandar a una opinión pública todavía "demasiado nacionalista para aceptar lo inevitable: la completa privatización de PDVSA"

Y es así, también, como el nombre de Luis Giusti comienza a ser mencionado como el del consenso de las fuerzas conservadoras y antinacionales para una "solución de emergencia". Y es entonces cuando comienzan las confesiones que hacen innecesarias las denuncias: En la industria petrolera "tenemos un proyecto político desde hace quince años", "una dictadura modernizante garantizaría el cumplimento pleno de los objetivos de la corporación", (textualmente: "Se elimina el VFE. Se modifica el esquema tributario para promover la inversión. Apertura amplia a capitales privados nacionales y extranjeros en todas las actividades petroleras. Promoción efectiva de la industrialización de los hidrocarburos. Precios del mercado interno competitivos... Venezuela se sale de la OPEP" (PDVSA, Coordinación de Planificación Estratégica, "Escenarios Nacionales a Mediano y Largo Plazo", Caracas junio de 1993. Luis Giusti, Coordinador).

"Venezuela ha venido sobreproduciendo desde hace unos diez años". Luis Giusti, El Nacional, 21 de Febrero de 1998. Pág. E-1. (Traducción: PDVSA viene violando las cuotas de la OPEP desde hace 10 años)

"Compensaremos la caída de los precios con más producción". Giusti, Graff y Arrieta. Etc., etc., etc.

La internacionalización, la Orimulsión, el Cristóbal Colón, los "campos marginales", las asociaciones estratégicas, el "outsourcing", los convenios operativos y de asociación bajo el esquema de ganancias compartidas, han sido etapas de ese plan político: la completa desnacionalización de la industria petrolera venezolana, la liquidación de PDVSA en tanto que empresa estatal. En ese camino, la destrucción de la OPEP, aparece como una de las batallas decisivas: al quitarle ese cascarón, PDVSA estará lista para el desmantelamiento, invocando el sagrado nombre de la competencia y el libre juego de la oferta y la demanda bajo la égida de las transnacionales. Los brotes de nacionalismo que todavía pudieran quedar, serán eliminados en la raíz: ya se están diseñando las "barajitas" con las cuales se les lavará el cerebro a los niños, primera etapa de un "Programa de Educación Petrolera" que también alcanzará a los adultos.

He aquí pues, de cuerpo entero y ya crecido, el engendro mefistofélico concebido en nuestra Rosemary nacional, PDVSA. Es urgente la presencia de un poderoso exorcista. Desde aquí lo estamos invocando, apelando a la conciencia colectiva nacional que todavía no se ha dormido. Pero mientras lo buscamos, es conveniente facilitar su tarea llevando algo de luz a las tinieblas. Es lo que pretendemos con estos "ABC".

viernes 6 de marzo de 1998



35 Magia, esoterismo y chapucería en la política petrolera venezolana

Venezuela fue colocada, en materia de política petrolera, al borde del abismo. Pero como los abismos producen vértigo, los dirigentes políticos y económicos del país tratan de no ver hacia abajo y siguen aferrados a la cornisa de su voluntaria ignorancia en la materia. Cierran los ojos y rezan.

Rezan porque sea verdad que PDVSA compensará la caída de los precios con más producción. Que los costos de producción de Venezuela sean, en verdad, de los más bajos del mundo (a pesar de producir por 14.000 pozos a una tasa promedio de 250 barriles diarios, 20 veces menor que el promedio en el Medio Oriente) Que un milagro nos permita competir de tú a tú con Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos, -países donde no hay una gota de crudos extra-pesados- para mantener e incrementar nuestra participación en el mercado mundial al precio que sea. Que Irak nunca se incorpore al mercado. Que se produzcan retardos en la construcción de los oleoductos de Kazajastán. Que la guerrilla vuele los pozos petroleros colombianos. Que no sean reparadas las obsoletas instalaciones del campo petrolero gigante de Romashkino en Rusia. Que... en fin, son tantas las cosas por la que habría que rezar, que para algunos se hizo ineludible tomar el atajo de pactar con el diablo.

Y es así como esa dirigencia nacional ha vendido su alma a los expertos y gerentes de vocación transnacional, quienes continúan produciendo "análisis" que buscan la paja en el ojo ajeno, "demuestran" el carácter coyuntural de la crisis, dejan de lado todos los factores negativos y sólo ven las tendencias positivas para así producir unos bonitos escenarios donde Venezuela gana, la OPEP pierde y nuestros rubios clientes nos compensan con el primer premio al "suministrador seguro y barato" estampado en un bello certificado con derecho a un viaje al mundo de las fantasías de Disney.

Debo pedir perdón a los lectores por insistir con las comparaciones esotéricas, pero es que sólo en estos términos es posible responder a un discurso ayuno de seriedad y argumentos como el del Ministro Arrieta el pasado domingo 22 de marzo, en el diario "El Universal", presentado bajo el curioso título de La OPEP está anacrónica (sic)

Allí, el Ministro hace gala de un arte que cada día se populariza más entre nuestros dirigentes petroleros: el de hacer afirmaciones sin demostrarlas, amparados en la irrebatible autoridad que les da su experticia técnica: Lo digo yo, que soy ingeniero petrolero y sé de eso más que ustedes que nunca han visto un barril de petróleo. Y punto. ¿Cómo es posible que estos legos se atrevan a discutirle a los miles de técnicos de PDVSA?

Elude con ello el hecho de que se trata de un problema político-económico. Y que son las decisiones políticas de los gerentes de PDVSA y de su cómplice Ministro las que violentan los criterios de los técnicos anónimos y muy capaces que están al frente de las operaciones diarias, y que no tienen nada que ver con esas decisiones.

El Ministro insiste en que la anacrónica OPEP se reúne para discutir siempre las mismas cosas, ahora que los tiempos han cambiado. Repite –como siempre- lo dicho con extrema ligereza por Luis Giusti al afirmar que la OPEP tiene una "agendita" pasada de moda. Esta invocación de la modernidad, representada por ellos, los partidarios de la expansión petrolera a como de lugar, frente al anacronismo atávico de quienes sostienen posiciones diferentes –como la defensa de los precios y la participación fiscal- es la clásica posición de quienes quieren convencer sin tener reales argumentos para ello. ¡Ah! ¿Es que tu no sabes que después que Einstein formuló la teoría de la relatividad se acabó con el mecanicismo atávico ese de que dos más dos son cuatro?

Una Organización de Exportadores Netos de Petróleo es una antigualla. El propio atavismo. Rezago de tiempos de confrontación, cuando creíamos que nuestros clientes desarrollados nos querían esquilmar. Lo moderno es vender más y más barato. Total, tenemos petróleo para 400 años. Y si no es así, que el que venga atrás que arree. La OPEP debe modernizarse, abandonar eso de estar "monitoreando" precios y producciones y dedicarse ahora a combatir a los ecologistas que pretenden culpar al petróleo por las emisiones de gases carbónicos, responsables del acentuamiento del efecto invernadero. Debemos hacer campañas contra los autos eléctricos e inscribirnos –en este caso sí- en los movimientos ecologistas antinucleares. Retomemos las viejas consignas de nuestros maestros transnacionales: Muera el ferrocarril, vivan las gandolas y las autopistas. Tenemos que hacer "lobby" en el Congreso de los Estados Unidos para lograr la derogación de leyes anti-petroleras como la del "Aire Limpio". Y... en cuanto al valor del petróleo, bueno... lo moderno, lo chic, en estos tiempos de globalización y apertura, es dejar esas cosas complicadas al "mercado", es decir, a los cultos y desarrollados compradores, quienes fijarán los precios con sus sistemas cibernéticos, de acuerdo a sus mejores conveniencias y nosotros, los salvajes y subdesarrollados poseedores de "apenas" un poco más del 80% de las reservas mundiales (porcentaje que no nos dá ningún derecho a tener voz en un "mercado" donde sólo tienen voz los compradores), nos contentaremos con vender todo lo que podamos al precio que ellos quieran. (Cumpliremos así con la beatífica admonición presidencial, hecha desde Miraflores el pasado 11 de febrero, de contribuir al "equilibrio universal", dándole al "mercado" lo que el "mercado" quiere). Vamos a competir, que es lo moderno y dejemos atrás a los carteles decimonónicos que restringían la oferta. (Por cierto que este argumento increíble es también usado para promover la desnacionalización total de PDVSA; hay que acabar con los monopolios –estatales- para que vuelvan los monopolios transnacionales).

Repito algo dicho en oportunidades anteriores: podríamos reirnos de los malabarismos argumentales de los gerentes petroleros y su Ministro, pero debemos contener las carcajadas, porque se trata de algo demasiado serio y de graves consecuencias para el país y, sobre todo, para sus sectores de más bajos recursos, sobre cuyas espaldas recaerá todo el peso de los huecos fiscales y de los recortes presupuestarios.

Concluidos los párrafos anteriores, nos enteramos que finalmente, contra la voluntad del Ministro y sus jefes de PDVSA, -quienes en cualquier país serio ya habrían sido destituídos- Venezuela fue llevada a una mesa de negociaciones en Arabia Saudita, donde se impuso la realidad de la conveniencia de los productores en lo tocante a la restricción de la oferta, decidiéndose un recorte de los suministros de crudo. Después de desbordarse, hasta el último día y tal como lo reseña la prensa del domingo 22 de marzo que venimos comentando, en argumentos demostrativos de que la OPEP y las políticas restrictivas de la oferta son algo pasado de moda... los genios de PDVSA y su Ministro títere han doblado la cerviz ante la evidencia del desastre que estaban provocando. Pero, como quienes no hubieran roto un plato, los departamentos de asuntos públicos comenzaron a funcionar inmediatamente, para remendar el capote, distorsionando la realidad. Según el diario El Nacional de este lunes 23 de marzo, voceros de PDVSA informan que "triunfó una vez más la diplomacia petrolera de Venezuela". ¡Válgame Dios! Ahora nos van a decir que todo lo dicho en contra de la OPEP y su incapacidad para influir en los precios era "una estrategia" ¡Hay que ser bien descarado!

Nos íbamos a preguntar hasta qué punto puede llegar el cinismo de nuestros dirigentes petroleros, pero la respuesta nos llegó en el mismo pensamiento: es evidente que no tendrá límites, como tampoco los tiene la voluntad de aferrarse al poder y a los innumerables negocios particulares que se pueden generar desde esas posiciones. Pero la paciencia nacional sí debería tener límites y, hoy más que nunca, sigue vigente la necesidad de apartar a estos chapuceros de los puestos de comando de la industria petrolera, cuyas incompetentes ejecutorias, movidas por los intereses privados nacionales y extranjeros que los controlan, han producido tantos daños patrimoniales y de soberanía al país y a la inmensa mayoría de sus habitantes.

lunes 23 de marzo de 1998



36 ¿Hasta cuando seguirán creyendo Giusti, Arrieta y Quirós que los venezolanos somos idiotas?

Después de la Conferencia Extraordinaria de la OPEP en donde se ratificaron los recortes de producción para detener la caída de los precios y se obtuvo el compromiso de Noruega y México de participar en tal política, la colectividad venezolana sigue presenciando el aturdido comportamiento de nuestros dirigentes petroleros, todavía no repuestos del impacto de la realidad frente a sus arrogantes y absurdas amenazas de compensar la caída de los precios con nuevos aumentos de producción.

Sólo el taparrabos de los medios y de los periodistas palangreros que controlan cubre la desnudez de su fracaso. Las manipulaciones de la información continúan su curso, adobadas con multitud de eventos y foros para explicar la racionalidad de sus propuestas, "el triunfo de la diplomacia petrolera venezolana" y la muerte del sistema de cuotas en la OPEP.

FUNDAPATRIA denunció desde un principio el fracaso y las graves consecuencias para el país a las que conducirían las irresponsables posiciones asumidas por los principales voceros oficiales y semi-oficiales en la materia, Arrieta, Giusti, Graff, Quirós Corradi, Toro Hardy, etc. En cuatro Comunicados Petroleros, dados a conocer de la única manera posible en el actual ambiente de medios masivos controlados por el poder petrolero: mediante avisos pagados en un diario de circulación nacional, reproducidos luego en este quincenario de selectos lectores, FUNDAPATRIA puso al desnudo el antagonismo de la política petrolera impulsada por la cúpula gerencial de PDVSA con los intereses mayoritarios de la Nación venezolana.

Aunque se reciben innumerables respuestas privadas a los planteamientos expuestos por FUNDAPATRIA, el cerco mediático apenas deja traslucir hacia el público alguna que otra mención de inquietud frente a los mismos, mientras que despliega con fruición las refutaciones oficiales. Pues bien, en la semana pasada, tres articulistas han logrado romper ese cerco y, cada uno a su manera, han logrado trasmitir un mensaje fundamental: La credulidad de los venezolanos tiene sus límites y, contra lo que creen los dirigentes petroleros, no somos tontos. Me estoy refiriendo a los trabajos de Mazhar Al-Shereidah, Luis Piñerúa Ordaz y Juan Pablo Pérez Castillo, publicados, el primero de ellos en Economía Hoy del miércoles 1° de abril y los dos siguientes en El Universal del sábado 4 de este mismo mes (págs. 1-4 y 2-2). Creo que vale la pena hacer reseña y citas de estos artículos y a ello me remito, escudándome en la intención didáctica de este ABC Petrolero.

El colega Al-Shereidah, en su artículo "Para usted, Sr. Presidente" hace una contundente demostración de la incompatibilidad de las políticas de apertura petrolera con la defensa de los precios y la pertenencia a la OPEP. Planteada esa incompatibilidad y dada la voluntad política y los compromisos adquiridos en el camino de la apertura, urge entonces a una sinceración: vamos a salirnos de la OPEP y dediquémonos a producir sin límites y sin complejos tercermundistas:

"... el artículo del amigo Giusti del 21.02.98 despejó cualquier duda que yo hubiera albergado, porque demostró que cuando usted aprobó la estrategia de la Apertura sí sabía de antemano que era incompatible con el sistema de cuotas, cosa que muchos venezolanos ignorábamos..."

"Más que una política de este Gobierno, estimo que la Apertura petrolera seguirá, lo cual hará inevitables la continuación en la Opep de la "guerrilla interna", porque como estudioso del tema de la Opep, le puedo asegurar que esa Organización seguirá defendiendo principios y estrategias que no son compartidas por su equipo gubernamental del MEM-Pdvsa-Cordiplan."

"Esto me lleva a sugerirle respetuosa y responsablemente que nuestro país, para poder adelantar exitosamente su política de Apertura, le convendría retirarse de la Opep. Reconquistada la libertad de producir todo lo que se puede y se quiere, Venezuela no tendría arte ni parte en cualquier dilema que pudiera producirse dentro de la Opep. El precio, a fin de cuentas no lo determina la Opep sino el mercado y así abandonamos una Organización que es catalogada por el titular del MEM como "anacrónica", cuyos miembros llevan "gríngolas" y que, según el Presidente de Pdvsa, sus miembros se comportan como unos "tontos", que la Organización no tiene sino una "agendita", que está bajo el "predominio árabe" y que Venezuela enfrenta allá al "imperio saudita".

"¿Por qué "caer en el terreno de la injusticia" y arriesgarnos a que en la Opep nos presionen para conformarnos con la cuota y no producir a plena capacidad?, pregunta Giusti. La gente espera una respuesta".

El colega Al-Shereidah se cura en salud, "confiando" en que no se repetirán las amenazas que le hiciera, en julio de 1996, el entonces Ministro encargado Evanán Romero y que no se le exigirán explicaciones "académicas", como las que la Disip le pidió a Tobías Nóbrega, antes de concluir que "...nuestra actual posición en la Opep perjudica a la Apertura, daña la Opep y por encima de todo desestabiliza el mercado de nuestro principal producto de exportación: los hidrocarburos."

Luis Piñerúa Ordaz, titula "Fracaso con pujos de heroicidad", y es directo en su mensaje: "Que carezcan de vergüenza o entereza para reconocer sus desbarros o dislates, vaya, pero que pretendan tomarlo a uno por tonto, sí que no". Continúa luego con una sintética exposición de los hechos que corresponde, precisamente, a la que ha sostenido FUNDAPATRIA. Su mayor valor, para mí, reside justamente en demostrar que la posición de FUNDAPATRIA no es, como pretenden algunos, el resultado de una percepción segada por un supuesto extremismo patriotero:

"Lanzaron cuanto anatema se les vino a la boca contra la política limitativa de la producción de crudos seguida por la OPEP; agotaron los pretextos con alardes argumentales para demostrar que conquistar mercados y no la defensa de los precios era lo que convenía a Venezuela, y así intentaron justificar la llamada política de apertura al negocio petrolero que convocó a conspicuos inversionistas foráneos a participar en la subasta de nuestro subsuelo; satanizaron criminalmente el principio conservacionista que privó en el ánimo de los fundadores venezolanos de la OPEP por considerar que el petróleo, cual recurso natural no renovable, no debía despilfarrarse para satisfacer apetencia fiscalistas de la contemporaneidad en desmedro de las generaciones futuras; el ministro del ramo de Venezuela, señor Arrieta, anunció con displicencia que no asistiría a la conferencia ministerial de los países miembros de la organización porque no estaba dispuesto a cohonestar la política de fijación de cuotas por contraria al interés nacional, y llegaron, por último, al extremo de impulsar al presidente de la República a caer en el ridículo de declarar a la prensa internacional que Venezuela no reduciría, bajo ninguna circunstancias, la producción; todo para terminar con un dramático cuarto de conversión que no sólo echa por tierra la petulante conseja de una supuesta modernización de la política petrolera venezolana, sino que reactualiza la vieja tesis perezalfoncista de la defensa de los precios mediante la restricción de la producción.."

El mismo día sábado y en el mismo diario, Juan Pablo Pérez Castillo, en "Defensas de una política petrolera indefendible" realiza un enjundioso análisis, en donde demuestra que no es cierto que el sistema de cuotas de la OPEP sea el responsable de las intensas campañas de ahorro energético, el desarrollo de fuentes alternas, el aumento de la producción de los países no-OPEP y la aparición del mercado a futuro. Su "Conclusión para Venezuela" es "No conviene vender como si quemara las manos el excremento del diablo". Veamos parte de su argumentación:

"Son negativos el despilfarro y la ineficiencia y positivos sus correcciones y disminuciones. Los precios irrisorios de la era pre-OPEP de las SIETE HERMANAS condujeron a esas conductas negativas de los consumidores que OPEP ha contribuido a corregir."

"La OPEP fue fundada para servir de instrumento de desarrollo tercermundista, no para suplantar al cartel de las SIETE HERMANAS con el de los CINCO HERMANOS (ONCE hoy). No fue fundada para enriquecer a sus miembros en detrimento de sus hermanos subdesarrollados no-OPEP. Es más, creó el Fondo OPEP para apoyar financieramente el desarrollo de esos otros países, incluyendo fuentes alternativas energéticas."

"Venezuela podrá contar con petróleo por más tiempo, llegándole el día de "vacas gordas" con "mejores precios", si no se precipita a vender todo lo que pueda, bajo el lema ESTÁ BARATO, COMMPRAME MÁS para mantener el sistema de cuotas de mercado."

"Se insiste en el sistema de cuotas del mercado (SCM) para no perder mercado y en el sacrificio de precios para aumentar los volúmenes de venta. Esto demuestra falta de conocimientos y experiencia, por cuanto no tiene sentido el SCM cuando la demanda es creciente, el producto no es perecedero, vender no es de vida o muerte, el producto es de alto valor y no renovable, o cuando la espera es compensada con "mejores precios". Si lo tiene cuando el vendedor se siente amenazado si no vende. Pero los venezolanos no se sienten amenazados ni les interesa una estrategia volumétrica que sacrifica precios. Si les interesa precios razonables (costo de producir alternativas) que maximicen ingresos en el tiempo."

"... ¿qué sentido tiene explotar petróleo encontrado que signifique sacrificar precios? ¿Acaso estamos en una carrera alocada por vender a como dé lugar (TE LO DOY BARATO, CÓMPRAME MAS)? ¿Acaso es positivo producir a cualquier costo y vender a cualquier precio?"

Espero que los lectores sabrán disculpar este apunte tan poco original; el mérito es de los citados, pero sus argumentos refuerzan las opiniones que hemos venido sosteniendo en ediciones anteriores.



domingo 5 de abril de 1998



37 La OPEP, Venezuela y el Poder Petrolero

Los venezolanos estamos viviendo, con el descalabro de los precios ocasionado por la irracional política expansivo-entreguista de nuestros dirigentes petroleros, una auténtica comedia de las equivocaciones, farisaica telenovela que está hoy en el capítulo del "Triunfo de la diplomacia petrolera".

Veámoslo en detalle:

Durante más de 23 años la cúpula gerencial de PDVSA viene promoviendo una política expansiva a todo trance, independientemente de lo que ella conlleva en sacrificio de la percepción unitaria, independientemente del crecimiento de los costos, y la violenta caída de la participación fiscal; justificando esa expansión en la necesidad de "avanzar" hacia posiciones "productivas" y acabar con la "vieja política rentista".

Igualmente ese enclave gerencial y su entorno clientelar han sembrado durante todo ese tiempo, en la opinión pública venezolana, la idea de que la OPEP es una antigualla atávica, herencia de un pasado de confrontación que ya no está vigente y que entraba el crecimiento de nuestra industria petrolera con sus desfasadas políticas de restricción de la oferta para defender los precios.

Consecuentes con esa percepción, la gerencia de PDVSA ha boicoteado, por más de diez años y según confesión del propio Presidente de esa empresa estatal, Luis Giusti, la política de defensa de los precios "porque la estrategia de PDVSA se basa en precios bajos".

Ese boicot ha llevado la sobreproducción a niveles superiores al millón quinientos mil barriles diarios desde finales de 1995 y sobre todo en 1997, tal como lo acaban de confesar, en la Asamblea Anual Ordinaria correspondiente a este año, celebrada el 27 de marzo, en la cual se reporta como cifra de producción promedio de 1997 el tope récord de 3 millones 700 mil barriles diarios, nunca antes alcanzado, después de 1970. Tal nivel de exceso ha sido –ahora se confirma- el factor principal del derrumbe de los precios.

Pues bien, negando hasta última hora su responsabilidad en la crisis, caracterizándola de coyuntural, proclamando falaz y arrogantemente que ellos compensarían la caída de los precios con más producción; después de todas sus posturas juradas contrarias a cualquier restricción de la producción, presionados por la opinión mundial y multitud de llamadas y viajes de los dirigentes petroleros de los países de la OPEP; pero sobre todo, por el olfato político del más zorro de los políticos venezolanos, quien, no se ha casado nunca con causas perdidas y no lo va a hacer ahora, cuando se encuentra en la recta final de su período presidencial, los dirigentes petroleros venezolanos se han visto obligados a dar un tímido paso en la dirección correcta, aceptando un pequeño recorte en su producción –todavía insuficiente, como ya lo perciben muchos analistas del mercado- y retractándose así de posiciones sostenidas hasta el día anterior.

Pero, ¡oh maravillas del control que ejercen sobre los medios de comunicación!, nuestros sagaces dirigentes petroleros aparecen declarando, el 24 de marzo, que "la diplomacia petrolera venezolana a triunfado de nuevo". (Véanse los tonos de intriga y aventura, dignos de Indiana Jones y el Agente 007, con los cuales se adorna esa cumbre de la desfachatez en el reportaje de Hugo Prieto "¿Qué pasó en Riad?". El Nacional, 29 de marzo de 1998, pág. H-1). ¿De verdad creerán que los venezolanos somos imbéciles?

Con la venia de los lectores, me permito hacer unas referencias personales que considero pertinentes para sustentar mi particular interpretación de los hechos que vengo exponiendo.

Con el mismo título que encabeza esta crónica identifiqué el Capítulo VII de mi libro "El Poder Petrolero y la Economía Venezolana" (CDCH-UCV, Caracas 1995) Una versión preliminar de ese capítulo fue publicada en Cuadernos de Postgrado, No. 2, (CEAP-FCES, Caracas, 1992), con el título La OPEP y la Política Petrolera Venezolana.

He aquí algunos párrafos característicos de esos textos de 1992:

"El análisis ligero y maniqueo de una situación de gran complejidad como la del mercado petrolero internacional, cuyas manifestaciones externas -precios, volúmenes de producción, etc.- son el resultado de la interacción de una multitud de factores disímiles y contradictorios, conduce inevitablemente al fomento de percepciones distorsionadas de la realidad. En consecuencia, los escenarios y políticas que se realicen sobre base de tal tipo de análisis tienen muy pocas posibilidades de ser certeras."

...

"La incidencia de esta práctica perversa en la formulación de las distintas posiciones y políticas que se debaten en materia petrolera es muy grande."

...

"Este es el caso de la OPEP. Una organización de países tercermundistas que se mueve en el corazón del negocio por el cual se producen más de la mitad de las transferencias de divisas entre las naciones y cuyos productos son los que ocupan también más de la mitad de los buques que surcan los siete mares, el mayor negocio del mundo por su volumen y rentabilidad, en torno al cual pujan los mayores poderes políticos, económicos y -ya se ha visto- militares de la Tierra. Si se piensa detenidamente en ello se podrán comprender las razones por las cuales la OPEP ha vivido 33 años de asechanzas mortales, como refiriera Celestino Armas cuando fuera Ministro de Energía y Minas."

"Es oportuno mencionar el hecho de que, un punto focal, de convergencia de los intereses privados nacionales y foráneos, con los defensores dentro del sector público del inversionismo petrolero a ultranza, es precisamente la oposición a la pertenencia de Venezuela al único organismo desde el cual, independientemente de sus contradicciones internas y de nuestros gustos históricos, políticos, raciales o culturales, estamos en posibilidad de ejercer el poder al que hacemos referencia: la OPEP."

"Siglas de pesadilla para algunos de estos sectores, en tanto que representan limitación y techos de producción, con la consecuente reducción de desembolsos, de negocios y de ejercicio del poder. Son antológicas y grotescas las manifestaciones de alegría que se generan en el entorno gerencial y comercial de la empresa petrolera estatal venezolana durante los momentos de mayores dificultades para la organización. Momentos durante los cuales han ejercido todas sus facultades de presión para lograr la defección de Venezuela."

"Esta es una polémica que, como mencionamos y detallamos más precisamente en las siguientes páginas, pasa ya de los treinta y tres años, por cuanto ella se inició en los momentos mismos de su constitución, atizada por los mismos sectores que hoy la reviven casi con idénticos argumentos: Los socios de Venezuela en la OPEP no son tales, sino competidores emboscados y los techos de producción -hace 33 años se hablaba de prorrateo- hacen perder mercados."

"Se postula, por el contrario, la necesidad de ser competitivos y de lanzarse a una política agresiva, a una escalada de inversiones "down stream" y acuerdos tipo "netback" que, aunque comporten en definitiva un incremento en el costo de ventas, garanticen el "acceso preferente" a los mercados que permita compensar con mayor producción los disminuidos rendimientos unitarios que tal política determina."

"Discrepamos de estas concepciones por cuanto ellas están sostenidas más en el interés parcial de los sectores mencionados, de incrementar los niveles de actividad petrolera en el país que, en una visión certera del mercado petrolero contemporáneo y nuestras reales posibilidades de salir airosos en la dura competencia que se desataría con una eventual ruptura de la OPEP. Ello no significa que no debamos prepararnos para tal eventualidad, la cual está presente en los múltiples conflictos que enfrentan a varios de los miembros de la Organización y en el hecho cada día más evidente de que son precisamente estos países los que poseen las sobrecapacidades que hacen inestable al mercado y que en cada uno de ellos hay sectores que impulsan el desconocimiento de los compromisos adquiridos en cuanto a los niveles producción. Pero una cosa es estar preparado para esa posible ruptura y otra muy distinta es promoverla."

"Aún más, consideramos que, a pesar de querer ubicarse entre los miembros con mayores reservas y capacidad para incrementar su producción, Venezuela, por la vejez de sus yacimientos convencionales, el carácter pesado de la mayoría de sus reservas remanentes y el horizonte de costos crecientes a que se enfrenta, hasta en las nuevas -y más profundas- localizaciones, es el principal interesado en la vigencia de la Organización."

Hoy, cuatro años después de escrito lo anterior, sólo debo agregar que ya no son 33 años, sino 37, los que llevamos discutiendo sobre si tiene o nó vigencia una organización para la defensa de los precios. Todo parece indicar, por la circunstancia de que el 90% del recorte de producción acordado en Riad ha sido asumido por países miembros de la OPEP, por la inmediata respuesta en el nivel de los precios y por las expectativas creadas en torno a la Conferencia Extraordinaria que se inició en esta semana, que la respuesta sigue siendo positiva.

Cuando pasen los efectos de su actual humillación, y por trigésimo octavo año, las por ahora magulladas fuerzas anti-OPEP se volverán a reagrupar y seguirá el enfrentamiento de intereses contrapuestos que se esconde tras este debate: ¿Defender los precios para garantizar una adecuada participación fiscal y nacional ó expandir la producción y multiplicar las oportunidades de negocios particulares para las elites aprovechadoras?.

jueves 9 de abril de 1998



38 Merrill Lynch: Petróleo y elecciones

El combate por determinar el rumbo de nuestra industria petrolera en uno u otro sentido, todavía hoy fundamento casi único de nuestra sociedad, se libra todos los días; y en la medida en que nos acercamos al momento de tomar decisiones electorales críticas en este sentido, ese combate convoca a todos los intereses que medran en torno a los hidrocarburos. Entre esos intereses están, desde luego, los del pueblo venezolano, pero también los de las grandes transnacionales y sus agentes criollos. Un claro ejemplo de ello lo acaba de dar, el pasado 8 de abril, la firma transnacional Merryll Linch, al divulgar, por todos los medios de comunicación del país que su candidato es Luis Giusti.

En otros tiempos, cuando era necesario disimular para no herir la sensibilizada piel nacionalista de los venezolanos, las preferencias electorales de las grandes corporaciones internacionales eran secretos muy bien guardados en las penumbras del "low profile" y en la doble o triple contabilidad de los tesoreros de las campañas electorales. Hoy, en la Venezuela de la apertura y la globalización, esas preferencias constituyen, por el contrario, blasón de orgullo y estandarte de campaña: "Yo soy el candidato de la Shell", "British Petroleum considera peligroso al candidato tal", "Exxon considera a zutano como su primera opción", "Elf Aquitanie duda de las intenciones de fulano", pueden ser hoy, argumentos válidos esgrimidos para fundamentar las posibilidades de triunfo de los diversos candidatos.

Y no deja de ser lógico: en tiempos de globalización y apertura, cuando nuestra economía es sujeto de monitoreo y evaluación constante para los grandes poderes mundiales y sus órganos multilaterales como el FMI o el Banco Mundial, la política en general, y las elecciones en particular, también tienen que ser vigiladas, porque de ellas pueden surgir fenómenos indeseables que pretendan cambiar el "rumbo natural" de la integración del país a los circuitos internacionales. Y si en esos circuitos internacionales quienes tienen la sarten por el mango son dos o tres centenas de empresas transnacionales, nada más apropiado que ser apadrinado por varias de ellas.

Desde luego, tampoco habrá "raya" mayor que la de ser catalogado por alguna de ellas como "peligroso para los inversionistas extranjeros".

Así pues, si el patrón de valores post-modernos dictamina que la política económica que "le sale" a Venezuela es la renuncia a todo control estatal sobre unas supuestas "industrias básicas" o recursos naturales del "patrimonio colectivo" –prehistóricos conceptos establecidos en una Constitución pasada de moda-, nada más lógico que el candidato de una poderosa banca de inversión como Merrill Lynch sea Luis Giusti, a quien el Wall Street Journal catalogara, desde hace casi dos años como "el venezolano más importante para los inversionistas extranjeros".

¿Por qué? Porque no hay otro venezolano mejor ubicado para proponer e impulsar la "privatización definitiva de PDVSA"(Revista TIME, 21 de julio de 1997), que el Presidente de la empresa estatal petrolera, quien a hecho de ese propósito el centro de un "plan político" que según propia confesión lleva ya más de diez años en ejecución.

¿Qué mejor candidato para los inversionistas extranjeros que quien ha convertido a la "apertura petrolera" en vía rápida hacia esa completa privatización, con la cual, y "mientras tanto", ha ido entregando los mejores yacimientos de crudos livianos que le quedaban al país a través de los 8 convenios "de exploración a riesgo y producción bajo el esquema de ganancias compartidas" a las grandes transnacionales, además de ir haciendo el camino con otros procesos de privatización parcial, tipo asociaciones estratégicas, convenios operativos, "outsourcing", etc.?

En el cumplimiento de sus fines, el Ing. Giusti, ha impulsado la definitiva colonización y liquidación del instrumento de control fiscal petrolero, el Ministerio de Energía y Minas, y ha promovido la mutilación y práctica anulación de casi todas las leyes y reglamentos que garantizaban a la Nación una participación razonable en la explotación de sus hidrocarburos, comenzando por la eliminación del Valor Fiscal de Exportación y terminando con la reducción de la Regalía desde 16,66% del ingreso petrolero bruto hasta menos del 1% en los convenios "bajo el esquema de ganancias compartidas".

Merryll Linch lanza a Giusti en el preciso momento en el que los venezolanos estamos confrontando las consecuencias de su confesada política petrolera: la expansión de la producción a todo trance, olvidando la defensa de los precios, con la consecuente violación de los compromisos adquiridos en la OPEP para cumplir con esa defensa, sobreproduciendo de manera absolutamente desproporcionada, (un millón trescientos mil barriles diarios durante todo 1997) con lo cual PDVSA se hizo responsable de más de la mitad del exceso de producción presente en el mercado durante ese año (2 millones de barriles), exceso que fuera la causa fundamental de la abrupta caída de los precios en los 3 primeros meses de este año.

La estimación oficial (Cordiplán) del monto del déficit fiscal ocasionado por esa caída de los precios es de dos billones de bolívares, cuatro mil millones de dólares. Bs. 2.000.000.000.000 – US$ 4.000.000.000, mucho más que todo lo recibido en bonos por la entrega de áreas nuevas con reservas probadas fabulosas y "campos marginales" con tesoros escondidos. En razón de ese déficit, se plantean los recortes presupuestarios que agravarán la situación económica del país, recortes que siguen anunciando –tras contínuos ajustes en los cálculos- los miembros del gabinete económico.

La situación de los precios hasta marzo se tornó de una gravedad tal que Giusti y Arrieta fueron obligados a tragarse todas las arrogantes declaraciones de que "compensaremos la caída de los precios con mayor producción" y tuvieron que acudir a Riad para concertar un recorte de la producción para "defender los precios". La mala conciencia e incredulidad con la cual se fue a cumplir esa tarea (que no se mencione la palabra cuota) determinó su insuficiencia y, en consecuencia, que el mercado no creyera en la realidad de esa reducción, continuando la caída de los precios. Ahora, el Ministro Arrieta, veleta movida por vientos de múltiples direcciones, anuncia desde Chile que Venezuela está dispuesta a ir a mayores reducciones de la producción para la defensa de los precios. Todo ello, en el ambiente dejado por los acuerdos bilaterales suscritos con México para coordinar sus políticas energéticas, acuerdo que, a pesar de su aparente inocuidad, no tienen otro sentido que el de promover la moderación en los planes expansivos de la producción para defender el ingreso nacional de ambos países. En fin, que estamos retrocediendo y retrasando un tanto las metas del Plan Giusti, según el cual, basados en un escenario de precios bajos, Venezuela duplicaría su producción actual para el año 2006.

¿Y por qué Merryll Linch promueve a Giusti en los momentos en que aparentemente confronta su peor fracaso? Simplemente porque no es cierto que Giusti haya fracasado.

El fracaso es de Venezuela; de su población mayoritaria; de ese 85% de pobres que tendrá que seguir apretándose el cinturón hasta incorporarse, paulatinamente, a ese otro escalón que hoy es del 12 por ciento: el de los venezolanos que conforman el estamento de la "miseria atroz", novísima categoría social –de estos tiempos de Caldera- donde se agrupan a los que subsisten en un nivel inferior al de los "recogelatas" y escarbadores del basurero de "La Bonanza", como la definiera, el pasado 19 de abril, el cronista del "El Nacional" Luis García Mora.

No, Luis Giusti no ha fracasado. Ha cumplido con los dictámenes del Banco Mundial, el cual establece un "escenario petrolero rector" según el cual los precios del petróleo deberán mantenerse bajos para garantizar el crecimiento acelerado de los países más industrializados, advirtiendo que, si los países de la OPEP se oponen serán disciplinados por "las fuerzas del mercado". Luis Giusti es, como se sabe, un creyente en la infalibilidad de esas fuerzas del mercado a las que se refiere el Banco Mundial y un ferviente negador de las otras fuerzas del mercado, las subdesarrolladas de la OPEP; y así, de creyente, se ha convertido en su agente. Es por ello que es catalogado como una joya invalorable para las grandes transnacionales: un hombre ubicado en el lugar preciso para garantizarles increíbles negocios y que, promovido a la Presidencia de la República por un "frente de salvación nacional" –no necesariamente electoral- garantizará la conversión de Venezuela en un gran Puerto Rico.

Para no terminar con tan funesto panorama, traigo a colación otra cita, similar a las tres referidas en la edición anterior, que refleja que muchos otros venezolanos se dan cuenta del significado de las propuestas de estos heraldos de la transnacionalidad:

"La primera advertencia que hay que hacer en cuanto al petróleo es que bajo ninguna circunstancia puede ser abandonada la noción del interés nacional. Esto quiere decir que la empresa del Estado, Petróleos de Venezuela, es de los venezolanos y por lo tanto cualquier negocio que se haga con el petróleo debe preservar el control estratégico del Estado sobre esa empresa. Tanto más cuanto que, es una empresa próspera y exitosa. ¿Cómo es que se le pide a un país que venda su empresa más próspera? ¿Quién hace este tipo de negocio?" ... "Petróleos de Venezuela es una herramienta estratégica de importancia mundial que está y debe continuar estando bajo la dirección y el control del Estado venezolano". (Ramón Escovar Salom, "Claridad sobre el petróleo", El Universal, 19 de abril de 1998, pág. 1-5)

Para cualquier venezolano el problema es claro y debe plantearse en los términos expresados por el Dr. Escovar Salom. El problema se presenta, cuando a la cabeza de nuestro sector petrolero se encuentran hombres que tiene su alma y sus intereses en otras latitudes, formados en las culturas gerenciales Shell, Exxon y Mobil. (Aunque ya quedan pocos, Giusti entre ellos, tal como se lamenta el "Shell-man" de alcurnia holandesa y principal promotor de la privatización desde afuera, Alberto Quirós Corradi, en su artículo "La Nueva PDVSA" El Nacional, 19 de abril de 1998, pág. E-6).



martes 21 de abril de 1998





39 El petróleo como tema de un debate donde vale todo... hasta la infamia

Todos los días leemos infinidad de noticias, "tips", análisis, diagnósticos y proyecciones sobre el petróleo, su industria y su comercio. Dentro de ese vendaval "informativo" se mezclan la paja y el grano, el análisis serio y circunstanciado al lado de las más peregrinas e irresponsable especulaciones.

Desproporcionadamente, el torrente principal del ese diluvio noticioso petrolero lo constituyen las informaciones orientadas al logro de un fin particular, las campañas dirigidas a crear una matriz de opinión, para imponer una cierta política o desacreditar las posiciones contrarias.

Esa perversión noticiosa es el resultado del uso desenfrenado del poder económico por parte de los sectores que se benefician inauditamente de la actual estructura de relaciones económicas y políticas impuesta en el país y particularmente en el seno de la industria petrolera venezolana, con su bien preciso e instrumentado rumbo hacia la privatización total: el gran capital petrolero internacional y sus agentes internos, algunos de los cuales han permanecido –con sus oportunos y muy bien adoctrinados relevos- enquistados en las posiciones cimeras de la empresa petrolera pública.

Imaginemos nada más el poder de convicción de las generosas pautas publicitarias de PDVSA y sus diarios y múltiples avisos institucionales. Ello explica la autocensura de los medios, los límites que se imponen al tratamiento de ciertos temas y el veto con el que se pretenden callar a críticos particularmente incómodos. Si a eso agregamos el cortejo y reclutamiento de algunos periodistas proclives a ello, encontraremos también la explicación del por qué la prensa venezolana se ha convertido en el imperio del palangre y la "información corporativa", donde danzan las cifras positivas, los volúmenes de producción, los nuevos mercados conquistados, los muy provechosos acuerdos suscritos, las labores de acción cívica, las opiniones favorables de la banca internacional, etc., todas ellas emitidas por las oficinas de "asuntos públicos" y sin ningún contrapeso crítico o analítico, sin ninguna referencia a costos e inconvenientes. (Amigo lector: cuando se tope con alguna noticia petrolera en la cual se citan a "fuentes generalmente bien informadas" o a "ciertos representantes de sector petrolero que dejaron colar" tal noticia, puede Ud. tener la absoluta seguridad de encontrarse ante un boletín de los jerarcas petroleros oficiales, entregado a un periodista palangrero con instrucciones específicas sobre cómo trabajarlo para presentarlo como noticia independiente, producto una acuciosa y libérrima investigación periodística).

Esa maquinaria desinformadora ha otorgado el carácter de verdades absolutas a un conjunto de falacias, las cuales, después de alcanzar el status de "matriz de opinión" son voceadas por representantes de todo el espectro político nacional, siempre muy atentos a lo que les conviene. La gran mayoría de ellos, cogidos en la trampa de su propia ignorancia, y los menos, muy bien informados y partícipes de la tramoya, en un auténtico ejercicio del poder. Estos últimos son los "expertos", paladines de la privatización, quienes reiteradamente copan todo el espacio noticioso en la materia frente al mutismo cómplice de algunos, o el obligado de otros por el veto de los medios sobre los disidentes.

La principal de esa "verdades corporativas" es aquella que sostiene que debemos ir de un modelo de desarrollo "rentista" a otro "productor" y que el camino para lograr ese cometido es, precisamente, desmontar todo el aparato fiscalizador y de control estatal, abandonar la política de defensa de los precios petroleros que permitía garantizar una razonable participación fiscal por cada barril extraído para, por el contrario, ir hacia una política de expansión de los volúmenes de producción. A esta verdad nos hemos referido repetidas veces en esta columna, y no en balde, porque ella constituye el eje conceptual de la política petrolera que los directivos de PDVSA han impuesto al país: el expansionismo petrolero a ultranza, independiente de cualquier otra consideración macroeconómica y con una visión centrada en "el negocio" y la multitud de oportunidades que generará para quienes están preparados para aprovecharse de él.

En los tres primeros meses de este año se produjo el naufragio de esta verdad. Tomándonos una licencia cinematográfica, los esfuerzos de los dirigente petroleros venezolanos por rescatar su verdad fueron realmente "Titánicos", en tanto que rememoraban la misma arrogancia y ceguera de los tripulantes de aquél insumergible e imperial navío de principios de siglo. En efecto, llenaron los medios informativos con análisis sobre el carácter pasajero de la crisis, el efecto de las decisiones de la ONU sobre Irak, los factores psicológicos, las manipulaciones de los especuladores y las cayapas que nos hacen los árabes; llegaron a jurar que más nunca se someterían a políticas restrictivas, "nada de cuotas, vamos a salirnos de la OPEP y sanseacabó"; "compensaremos la caída de los precios con más producción", "para el año 2007 estaremos produciendo 7 millones de barriles diarios".

Hoy, después del ineficiente y vergonzante acuerdo de Riad se escuchan voces procedentes de varios países miembros de la OPEP que anuncian nuevos recortes de producción, entre ellas, las del propio Ministro venezolano. El fracaso de este "éxito de la diplomacia petrolera venezolana" ha sido evidente: los precios siguen estando en los niveles críticos de marzo y algunas breves reacciones al alza han sido rápidamente compensadas por nuevas caídas. Como lo ha señalado FUNDAPATRIA en sus "Comunicados Petroleros", sólo en un país donde la impunidad oficial es la regla se explica que quienes gerenciaron ese fracaso de 4 mil millones de dólares –por la medida chiquita, inmediata y simplemente presupuestaria- permanezcan en sus puestos.

Pero lo peor no es que se mantengan en sus puestos, sino que pretendan tomar una tardía ofensiva, agrediendo a quienes advirtieron con suficiente anticipación las desastrosas consecuencias de esa política expansiva de la producción. En el medio de la debacle tildaron a FUNDAPATRIA de ser un grupo de ignorantes en materia petrolera y deslizaron infamias de todo tipo, reproducidas por sus tarifados periodistas. Hoy se han tenido que tragar muchas de sus palabras, pero buscan otras vías para cobrarse supuestos agravios.

En esta oportunidad el objeto de la vengativa agresión de los fracasados expansionistas, aperturistas y privatizadores es el colega Mazhar Al-Shereidah, profesor de la UCV por más de 30 años, a quien se le recuerda su origen árabe para acusarlo de ser cabecilla de una red de espionaje y, lo que es peor, asesor de FUNDAPATRIA.

Desde 1996, que sepamos, el Prof. Al-Shereidah venía comentando en su revista "Enfoque Petrolero" y en términos absolutamente académicos, los informes de diversas agencias internacionales sobre los excesos de producción venezolana y sus posibles efectos. A mediados de ese mismo año fue citado al Despacho del Ministro Encargado de Energía y Minas, Evanán Romero, para ser intimado a no seguir hablando sobre el tema, si no quería exponerse a los "procedimientos especiales" del gobierno venezolano. Ahora, tal vez buscando un chivo expiatorio en quien descargar su frustración, acuden a un notorio y desacreditado saltimbanqui de la política para utilizar el expediente de la xenofobia y el racismo en contra de quien tuvo la razón en el debate petrolero.

Si algo da una idea de la magnitud del fiasco en el que nos metieron nuestros dirigentes petroleros es esta reacción infantil, -aunque peligrosa por las consecuencias que podría tener sobre la integridad física del Prof. Al-Shereidah- de incentivar a un mercenario provocador para buscarle pleitos subalternos a quien les ganó en buena lid. Eso, era lo que se llamaba, en el habla venezolana tradicional, "coger piedras" cuando no se podía ganar por las buenas. Desde esta columna queremos transmitirle al colega Al-Shereidah nuestra solidaridad, acompañada de una vieja y sabia máxima latina: el águila no caza moscas.

viernes 8 de mayo de 1998



40 La impunidad petrolera

El país vive una conmoción económica y social a causa de la inmensa brecha de ingresos que se ha abierto entre sus expectativas y exigencias presupuestarias y un ingreso petrolero abatido por la descomunal caída de los precios. Esa debacle tiene uno de sus factores fundamentales en la ceguera, la soberbia y la ignorancia de nuestros dirigentes petroleros, y no tiene nada que ver con la tesis oficial de que se trata de "maniobras de los especuladores"..

La voluntaria ceguera y la soberbia son dos conductas humanas que van siempre unidas y son definitivos determinantes de la ignorancia. Aquél que cree tener toda la verdad en sus manos está completamente incapacitado para aprender, para abrir los ojos y percibir los nuevos datos que la cotidianidad aporta para modificar y trastocar las prefiguraciones que nos hacemos sobre la realidad.

Esa voluntaria tendencia a la ignorancia es casi siempre potenciada por el dogmatismo que imponen los intereses creados: Por la creencia, casi religiosa, en que las cosas son como las queremos ver, como nos conviene que sean, y no como son.

Tal es el caso de los dirigentes petroleros venezolanos: Dada su condición original de haber sido hombres de confianza de las antiguas concesionarias extranjeras, viven la esquizofrenia de ser funcionarios públicos con metalidad e intereses privados. Sientiéndose gerentes transnacionales, han escogido, desde hace mucho tiempo el camino de la modernidad, formulando planes y políticas encaminadas hacia la privatización total de la empresa petrolera estatal, de boicot al Estado propietario de la empresa que controlan:

Comprometiendo los ingresos que percibe la industria petrolera en inversiones de dudosa y a veces ninguna rentabilidad, como la "internacionalización" y la Orimulsión, al tiempo que se posponen los mejores negocios, aquéllos que generan la renta, como la producción de crudos livianos y medianos, para luego compartirlos, prácticamente entregarlos, -por dificultades de financiamiento- en asociaciones de "ganancias compartidas" con el capital petrolero internacional.

Envileciendo todos los mecanismos legales e institucionales que garantizaban a la Nación una participación razonable por la liquidación de cada barril de petróleo producido: Ya no es noticia decir que el Ministerio de Energía y Minas es un cascarón vacío encabezado por un Ministro que actúa como muñeco de ventrílucuo de la alta gerencia petrolera. La eliminación del Valor Fiscal de Exportación, la reducción de la tasa del Impuesto Sobre la Renta de 67 a 34 por ciento en las asociaciones estratégicas y convenios operativos, la perversión de la Regalía en los convenios de asociación bajo el esquema de ganancias compartidas, para llevarla desde el 16,66% hasta el 1%, son algunos de los trofeos de esta permanente actividad antiestatal.

Pero el más combatido de los instrumentos estatales para defender su participación en el negocio petrolero es la pertenencia a un organismo internacional regulador de la oferta petrolera para la defensa de los precios: la OPEP. Desde un principio se planteó la inconveniencia de pertenecer a una Organización que limitaba nuestro derecho soberano a hacer lo que nos diera la gana en materia productiva. Si no supiéramos que esta actitud obedece a intereses distintos a los del Estado y afectos a los de las transnacionales y sus países de origen que se benefician de gigantescos ahorros en su factura petrolera, podríamos decir que ésta es una actitud parecida a la del enfermo renal o cardíaco que no va al médico porque éste le va a limitar su soberanía individual al prohibirle que se atragante diariamente de alcohol, morcillas y chicharrones.

En noviembre de 1997 fue aprobada la Ley de Presupuesto 1998. De acuerdo a los parámetros asumidos para la exportación de crudo y productos, más el consumo interno, se autorizó allí una producción cercana a los 3 millones 700 mil barriles diarios (b/d). En esos mismos días, el ministro de Minas y el presidente de PDVSA estaban conviniendo, por consenso, en Yakarta, una cuota de 2.580.000 b/d. Es decir, que la previsión presupuestaria oficializaba legislativamente la trampa a la OPEP, planificando una nueva violación, del orden de 1.120.000 b/d durante 1998, cifra superior a las violaciones incurridas en 1996 y 1997, de 740.000 y 1.060.000 b/d respectivamente.

Este comportamiento tramposo se justificaba con el argumento de que PDVSA basaba su estrategia a largo plazo sobre un escenario de precios bajos y la inmensa base de recursos petroleros de que dispone y que la convierten en la segunda empresa petrolera del mundo. No importaba que los precios cayeran, pues se podía incrementar la producción casi indefinidamente. Lo que importa es la actividad productiva, generadora de empleo masivo y de movimiento económico en general, y desde luego... de negocios de todo tipo.

Todo ello se hace en nombre del combate al "rentismo" parasitario, pero permitiendo simultáneamente que la renta, que de todas maneras se produce, sea apropiada –en una sintomática explosión de los costos- por sus asociados privados nacionales y, sobre todo, extranjeros. La justificación ética y económica de este comportamiento se basa en la aplicación dogmática de los preceptos de la economía de mercado: El Estado no puede seguir siendo propietario de medios de producción y debe restringirse a sus funciones "naturales", en la prestación de servicios de seguridad, educación, salud e infraestructuras no rentables.

De tal forma se deja de lado las peculiaridades históricas que hicieron al Estado venezolano propietario del principal patrimonio nacional que, precisamente por estar todavía en manos del Estado, sigue siendo colectivo. Pero, como ya sabemos, después de la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética, los valores de lo colectivo o social están en baja y ya no son criterio válido para la determinación de la política económica. Estamos en los tiempos de la globalizción y la integración dependiente a los mercados internacionales controlados por las transnacionales.

Pues bien, anclados en ese paradigma y munidos con los escenarios del Banco Mundial que predecían un permanente crecimiento de la economía mundial a tasas aceleradas, con una consecuente elevación del consumo de hidrocarburos que absorbería paulatinamente el crecimiento de la producción petrolera, que también se avizoraba, los gerentes petroleros construyeron su "Plan de Negocios" en 1992 para comenzar una expansión que llevará la producción a 6,3 millones de barriles en el 2.006. Desde entonces lo han sostenido a troche y moche, contra todas las modificaciones de ese escenario que poco a poco, pero sin pausa, se estaban generando: Desde hace más de dos años, por ejemplo, los precios petroleros estaban dando muestras de debilidad y su caída, a pesar de no ser pronunciada, fue continua durante todo ese lapso.

Los dirigentes petroleros siguieron pontificando con soberbia hasta el 22 de marzo pasado: "si la OPEP nos critica, nos salimos y sanseacabó", "la OPEP no puede hacer nada para detener la caída", "nuestra estrategia se basa en precios bajos", "aún a trece dólares nos dan las cuentas", "la producción de los países no-OPEP va a disminuir muy pronto", "compensaremos la caída de los precios con más producción", "la caída de los precios es pasajera, es un efecto psicológico culpa de los especuladores", "en el 2007 produciremos 7 millones de barriles diarios" (Esta última afirmación la hizo el Economista Jefe de PDVSA en medio del huracán que barría los precios, el 11 de febrero de 1998 en una conferencia internacional del World Energy Council, enviando nuevas señas al mercado sobre el nivel de nuestra tozudez y, sobre todo, aseguràndole a los consumidores que podrían seguir aprovechando la ganga por mucho tiempo más).

La gravedad de la situación los hizo callar y fueron obligados a ir a la capital de Arabia Saudita, el 23 de marzo, a pactar un recorte de la producción que resolviera la situación. Pero lo hicieron con tan mala conciencia, advirtiendo que no tolerarían que se les mencionara la palabra cuota, que el recorte pactado no convenció al mercado y los precios siguieron cayendo.

El propio presidente de PDVSA dejó entrever en declaraciones a un vespertino las razones de esa ineficiencia: En verdad, PDVSA redujo su producción, pero mantuvo el mismo nivel de suministros internacionales, apelando a los inventarios. Es decir, continuaron con su tradicional burla a los compromisos adquiridos. Esto es tan conocido en los mercados internacionales que ni las promesas de un segundo recorte han detenido la caída de los precios. Así lo han expresado algunos analistas: la palabra de los dirigentes petroleros venezolanos no vale ni el papel donde está escrita.

Hay un criterio detectivesco para determinar la bondad o maldad de una acción cualquiera: ¿A quién favorece? ¿A quién perjudica?: Dados los resultados de estos 5 primeros meses del año, el aporte fiscal petrolero para 1998, estimado en más de 4 billones de bolívares, se reducirá en más de un 35%. Por su parte, Estados Unidos ha aprovechado los meses de máxima caída de los precios para repletar sus inventarios y garantizarse precios bajos en los combustibles para todo el año. Se estima que el ahorro en su factura petrolera será del orden de los 15 mil millones de dólares.

Alguien debería ser castigado en Venezuela, aunque sea premiado en el exterior por los consorcios petroleros y los países consumidores. Esto último ya se está cumpliendo: Giusti proclamado "Ejecutivo Petrolero del Año 1997" por Petroleum Intelligence Weekly. En cuanto a lo primero... ¿Es que acaso existe algún país llamado Venezuela, con intereses propios, distintos a los de Estados Unidos?

Domingo 24 de mayo de 1998



41 ¿Hasta donde deberá hundirse el país para que se le exijan cuentas claras a PDVSA?

Desde enero de 1976, cuando se produjo la "nacionalización" de la industria petrolera venezolana, el Estado, depositario de esa propiedad colectiva, encargó a una entidad especial, Petróleos de Venezuela, la administración de esos recursos, desde su producción hasta la comercialización y percepción de los ingresos que reporta esa actividad.

Sin embargo, por los mismos compromisos que se adquirieron con las antiguas concesionarias extranjeras en el momento en el que se produjo esa nacionalización concertada, negociada hasta en sus más ínfimos detalles, a la cabeza de esa empresa estatal fueron colocados los antiguos gerentes y "hombres de confianza" de esas corporaciones extranjeras. Desde entonces, Venezuela se encuentra en la paradójica situación de tener una empresa petrolera estatal desde cuya gerencia se promueve toda clase de políticas favorables al mantenimiento y extensión de una relación dependiente con el gran capital petrolero internacional, mientras se colocan toda clase de obstáculos al control que el Estado debe ejercer sobre quienes son, simplemente, administradores de una propiedad colectiva. Ese control no ha podido ejercerse en estos 22 años y las cuentas de PDVSA se han convertido en una verdadera "caja negra" donde se guardan inconfesables secretos de manejos contrarios al interés nacional.

En estos 22 años la participación fiscal petrolera, la que se recauda con el Impuesto Sobre la Renta y la Regalía, ha pasado de 76% de los ingresos brutos a menos de 20% de ese total, mientras los costos, pastel que se reparten grandes compañías nacionales y, sobre todo, internacionales, han seguido una evolución exactamente inversa, de 17% en 1976 a más del 70% en la actualidad. Igualmente, debido al envilecimiento de todos los instrumentos de recaudación fiscal, comenzando por la eliminación de los Valores Fiscales de Exportación, en la medida en la que PDVSA paga cada día menos impuestos, ha comenzado a retener mayores ganancias netas. A pesar de ello, esgrime su incapacidad financiera para cubrir gigantescos planes de expansión, como razón para promover una mayor participación del capital extranjero en la industria petrolera nacional, a través de los múltiples programas de la "apertura petrolera", tales como las asociaciones estratégicas, los contratos operativos, los convenios de asociación bajo el esquema de ganancias compartidas y la privatización de "actividades no medulares" como la informática, las telecomunicaciones y la generación eléctrica.

En la fundamentación de esta política se esconde una perversidad argumental, una auténtica falacia, porque los sacrificios fiscales y la destrucción de la capacidad de control estatal fueron planificados a priori con la intención de abrir el camino de regreso a las transnacionales petroleras, es decir, a las antiguas casas matrices de esos "hombres de confianza" que no han perdido, en 22 años, esa condición (tal será el tamaño de la recompensa que obtienen por ello).

Lo mismo sucede con los planes de expansión continua de la producción y la asunción a priori de escenarios de precios bajos: Para que los escenarios se cumplan se boicotea a placer la política de defensa de los precios y a su órgano principal, la OPEP. Así, después de tres años de intensa violación de las cuotas asumidas por consenso en el seno de esa Organización y ante la inevitable –y sólo inesperada para los dirigentes petroleros venezolanos- caída de los precios, la cual ha determinado la expansión de la brecha fiscal y presupuestaria en más de 2 billones de bolívares para este sólo año, se ven obligados a dar un giro de 180 grados y aceptar un recorte de la producción para tratar de apuntalar los precios. Pero lo hacen con tan mala conciencia y con tan poca voluntad de cumplirlo, que apelan a los inventarios acumulados para mantener los ritmos de exportaciones y suministros al consumo interno, con lo cual hacen que sea imposible revertir la tendencia bajista. Ante la evidencia de que ello es así, vuelven a proponer un nuevo recorte, pero lo hacen de tal manera que ni con éste nuevo recorte, logran colocarse en la cuota suscrita en noviembre en Jakarta, de 2,8 millones de barriles diarios, pretenden mantenerse produciendo 3,14 MM b/d. La inefectividad de los anuncios se puede medir por esa relación, ya que la mayoría de los analistas del mercado coincidía, en noviembre de 1997, en que los volúmenes de producción acordados por la OPEP en esa oportunidad eran muy altos y tendían a debilitar los precios. Si con todo lo que ha pasado, todavía Venezuela piensa seguir produciendo, a partir del 1ª de julio, trescientos cuarenta mil barriles más, se puede entender la reacción de los mercados ante los anuncios: los precios siguen cayendo y marcando récords nominales y reales en su hundimiento. Y Venezuela seguirá también, hundiéndose.

Por otro lado, como, si lo anterior no hubiera sido suficiente, se ha organizado todo un esquema de endeudamiento externo poniendo como garantía la factura petrolera, mientras hace publicidad a nivel internacional sobre la "inevitable privatización de PDVSA". ¡Claro! Mientras más bajos los precios, más altos los costos y más comprometida esté la factura petrolera, en peores condiciones estará el Estado venezolano para pretender retener la propiedad de la industria petrolera. PDVSA vale hoy mucho menos que en noviembre, porque la cuantificación del valor de sus reservas, a los precios actuales así lo determina. Cada día nos acercamos más a la meta del plan Giusti.

¿Cuál es la justificación de esta involución, de este camino al desastre y a la expropiación de un precioso patrimonio nacional?

En primer lugar, a mi entender, y tal como lo he venido sosteniendo en estos "ABC", ello es el resultado de una política de corte antiestatal y antinacional promovida desde la cúpula de PDVSA. Esa política se expresa, como hemos visto, en una permanente oposición al control estatal, hasta lograr la liquidación del Ministerio de Energía y Minas, el saboteo de los compromisos adquiridos por Venezuela en un organismo como la OPEP, que se fundamenta en garantizar a los países miembros los precios que permitirán una mayor participación unitaria y, no menos importante, el emprendimiento de negocios de dudosa conveniencia para el Estado, pero de grandes oportunidades para las grandes corporaciones que participan en ellos, tales como la llamada "internacionalización", mediante la cual se mueven en el exterior, decenas de miles de millones de dólares que no reportan ingresos sustantivos al país.

¿Se necesita más argumentación para demostrar la urgencia de destapar la caja negra de PDVSA? ¿Hasta dónde nos llevará la indolencia de nuestro mundo político y su renuencia a enfrentar una realidad que desmonta toda la mitología de eficiencia petrolera construida a través de campañas publicitarias costeadas con los recursos públicos?

Martes 9 de junio de 1998





42 El amor y el interés fueron al campo un día...

En materia de política petrolera hay un aspecto de la realidad que normalmente no se menciona, porque se olvida, se ignora discretamente para no mencionar la soga en la casa del ahorcado, o más simplemente, se trata de esconder detrás de un manto de supuesta objetividad analítica. Y resulta que se trata del factor determinante de las conductas, opiniones y acciones de todos los que participan en el debate y la acción política en esta materia. Me refiero a los intereses económicos y políticos de los sectores sociales, empresas y grupos económicos involucrados en el asunto. Ese olvido o desconocimiento conduce siempre a una evaluación errada de la realidad, con sus previsibles consecuencias.

Recientemente acabamos de tener una demostración incontestable de la anterior afirmación. Se trata de la decisión del gobierno del Estado de Florida de no permitir el uso de la Orimulsión en sus plantas de generación eléctrica. Al respecto, el Ing. Carlos Borregales, presidente de Bitor, señalaba que ello fue la imposición de intereses económicos y políticos, a pesar de las evidencias científicas que demostraban las ventajas ambientales de la Orimulsión respecto al carbón y a otros combustibles.

Pregunto: ¿Y cómo podría ser de otra manera? En esta oportunidad, como en el momento de la disolución del consorcio BP-Bitor y en las subsiguientes posiciones inglesas contra la Orimulsión, privaron en las decisiones los poderosos intereses locales vinculados a la industria carbonífera. Y ha sido justamente la subestimación de esos intereses lo que nos ha llevado, entre otros factores, a tales frustraciones.

El anterior es un ejemplo de la primacía de intereses económicos y políticos de grupos económicos poderosos sobre consideraciones científicas e intereses de un país extranjero; pero en verdad, a lo que quiero referirme en esta oportunidad es a un proceso inverso, pero también bastante común, porque es práctica cotidiana: como se disfraza de análisis objetivo y científico al más descarnado interés económico particular.

Tal es el caso de recientes artículos y entrevistas de Andrés Sosa Pietri, productor de válvulas y expresidente de PDVSA, (El Globo, 27/6/98, Pág. 8) Alberto Quirós Corradi, empresario y expresidente de la Compañía Shell de Venezuela, de Maraven y Lagoven, (El Nacional, 28/6/98, Pág. E-8) Alan Viergutz, expresidente de la Cámara Petrolera de Venezuela (El Nacional, 28/6/98, Pág. E-8) y Francisco Baquero, actual Presidente de dicha asociación empresarial (El Nacional, 26/6/98,Pág. A-5).

Estas cuatro comparecencias periodísticas esgrimen diversos argumentos, pero, aparte de diferencias de estilo y énfasis, todas son variaciones sobre el mismo tema: las reducciones de la producción petrolera aprobadas en Riad y Amsterdam deben ser temporales, porque su mantenimiento no es conveniente para Venezuela. La crisis es pasajera, el mercado va a seguir creciendo, las cuotas nos hacen perder mercados (hay que buscar mecanismos para mantenerlos, así sea comprando crudos a terceros), la OPEP no tiene hoy el control del mercado. Por todo ello, deben mantenerse las metas del plan petrolero de producir 6 millones de barriles diarios y la política de volúmenes de producción debe sustituir permanentemente a la de defensa de los precios.

Después del "shock" de Riad, que derrumbó todas sus propuestas de "compensar la caída de los precios con más producción", (insostenibles, entre otras cosas, porque PDVSA estaba produciendo en febrero más allá del 100 por ciento de su capacidad), los adalides del expansionismo, la apertura y la privatización, se habían mantenido discretamente callados en materia petrolera, opinando sobre temas electorales y de planificación, pero ahora vuelven por sus fueros con su tradicional discurso.

La razón de ello es que... bueno es el cilantro, pero no tanto. Los "recortes" ya se están haciendo peligrosos y hay que dejar clara su temporalidad y, sobre todo, la intangibilidad del plan de expansión de PDVSA, razón de existencia y desarrollo de la Compañía Nacional de Válvulas, de la Shell y la Mobil, de Hotel Tamanaco C.A., Jantesa, Tecnoconsult, Vepica, Inelectra, Esinca, Petrolago y otras, afiliadas a la Cámara Petrolera Venezolana, a Asoquim, a la AIMM, a Conindustria o a Consecomercio.

Ahora bien ¿Eso es algo reprobable o indigno? De ninguna manera. Vivimos en una sociedad capitalista, donde las empresas privadas –nacionales o extranjeras, porque estamos en tiempos de globalización- son protagonistas de primer orden, en tanto que es la inversión de sus capitales la que genera la actividad productiva y mercantil. La opinión de los empresarios es importante, vital, y debe ser tomada en cuenta, dado su señalado papel en la vida nacional. Pero debe ser asumida como tal, como la opinión de un sector interesado: Habrá que evaluar, en cada oportunidad, si sus aspiraciones coinciden exactamente o no con los de la Nación toda. En cualquier caso, se deberá producir un debate abierto y transparente de las posiciones y reivindicaciones de cada cual para llegar a las soluciones óptimas.

Y ello por la simple circunstancia de que en esta sociedad existen otros sectores sociales, tal vez menos poderosos, pero mayoritarios por más señas, que también tienen algo que decir en cuanto al rumbo y destino de la economía nacional. Además, existe una peculiar circunstancia nacional, desafortunada para ciertos empresarios venezolanos y extranjeros: por culpa de nuestra herencia jurídica absolutista española y las ocurrencias de Simón Bolívar, el principal patrimonio económico de este país pertenece todavía, a pesar de Quirós, Giusti y otros privatizadores a ultranza, a todos los venezolanos por igual, habiendo sido colocado en manos de una empresa estatal, PDVSA, para su administración eficiente en beneficio colectivo.

Colocadas así las cosas, podemos entender que empresarios preocupados por el desarrollo y expansión de sus negocios petroleros se sobresalten ante políticos restrictivas, que pudieran ser tomadas por razones carácter estratégico y en función de una planificación macroeconómica, de desarrollo integral del país. Pero esa comprensión no puede inducirnos a un cambio en el orden de las prioridades nacionales, las cuales deben ser aquéllas que satisfagan los intereses mayoritarios de nuestra población.

Mucho menos es dable aceptar –desde la perspectiva de esos intereses mayoritarios- el comportamiento asumido por la gerencia de PDVSA, al pretender que esta empresa estatal pueda tener metas y objetivos disociados de los del Estado y, por imperativo contrario, estrechamente sincronizados con los intereses de sus asociados y clientes privados nacionales y extranjeros. Ese carácter inaceptable es evidente, a mi manera de ver, en políticas como las de "apertura", abiertamente encaminadas hacia la privatización total de la industria petrolera. En este aspecto, es pertinente recordar lo expresado por el Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, Dr. Armando Córdova: "...la total carencia de coincidencia entre la política económica del Estado y la política económica de Pdvsa, ha resultado uno de los polos negativos que no han permitido mover la economía en el rumbo que debería requerir un país petrolero como el nuestro" (El Globo, 27 de junio de 1998, "Los objetivos del país están por encima de los de Pdvsa" Pág. 5)

Lunes 29 de junio de 1998



43 Por no poderla atender sus dueños... Se vende transnacional barata

Cada día que pasa es más evidente el fiasco de la política petrolera expansiva promovida por PDVSA. Y surgen por doquier las pruebas de su sordera y absoluta ceguera ante los llamados de atención que recibían y a los cuales respondían con toda la petulancia del mundo, acusando a sus críticos de ignorantes.

Ahora ya sabemos quienes son, en verdad, los aprendices de brujo: aquellos que desde la gerencia de nuestra empresa pública anunciaban crecientes metas de producción petrolera en los mismos momentos en los cuales era mayor la sobreoferta a los mercados. En esos momentos en los cuales los Estados Unidos, aprovechando la extrema baratura, importaban más de 10 millones de barriles diarios de crudo, casi dos millones por encima sus niveles habituales de importación, para repletar sus inventarios y permitir que sus refinerías trabajaran a 99,6% de su capacidad instalada, para añadir, a su vez, más gasolina barata a sus reservas de productos, nutridas simultáneamente por importaciones baratas. Su desfachatada ignorancia –o perversa intención- ha llegado a extremos increíbles. Tal fue el caso del Presidente de PDVSA cuando afirmó que "a pesar de la caída de los precios estamos colocando todos nuestros barriles", como si una cosa no tuviera nada que ver con la otra, y como si ello no significara una contribución a mantener deprimidos los precios por un mayor tiempo.

A estas circunstancias se les puede aplicar la máxima popular que alude a las cortas patas de la mentira. En efecto, se trata de la comprobación final de la falacia con la cual fueron construidos los escenarios que sirvieron de base a los planes de negocios de PDVSA, a saber:

Venezuela cuenta con una ilimitada "base de recursos" (con casi 50 por ciento de crudos extrapesados no producibles hoy). En la próxima década se producirá un crecimiento del consumo mundial más que proporcional que el crecimiento demográfico y habrá una captura de una porción mayor del mercado por parte de la OPEP, pero sobre todo de Venezuela -uno de los más eficientes productores petroleros del mundo- frente a la declinación de la producción en los países no-OPEP. (Ver cuadro anexo)

Con tales supuestos fue diseñado el expansivo "escenario productor" del que tanto habla el Economista Jefe de PDVSA, fundado en precios bajos, que se enfrentaría al supuesto "escenario rentista" prevaleciente durante décadas y fundamento de la política de defensa de los precios.

¿Qué importa si caen los precios y la participación fiscal?

Todo ello será compensado por los incrementos de la producción y la proliferación de los negocios, las inversiones extranjeras y el empleo. Si ello no se aprecia todavía, es porque no se entiende el funcionamiento del "multiplicador keynesiano", o el de las "tablas de insumo-producto" que fueron encargadas a expertos universitarios con el fin "demostrar", a priori, la magnitud de ese multiplicador.

Además, es falso eso del carácter capital-intensivo de la industria petrolera, ahora si habrá una masiva generación de empleos, como nunca antes en 80 años la ha habido. (Al parecer, se ha producido una involución tecnológica en la industria petrolera, especialmente diseñada por PDVSA para permitir que esto sea así)

¿6 millones de barriles en el año 2006?

No, 7 millones en el 2007.

Vamos a liquidar definitivamente a la OPEP, hagamos escarnio de sus cuotas, de la picardía árabe y el subdesarrollo africano; hablemos del club de Pinochos y busquemos, por el contrario, la asociación con nuestros simpáticos y modernos clientes desarrollados: La preferencia hemisférica que tenemos cuarenta años buscando infructuosamente, la alianza de productores y consumidores sobre la base de garantía de suministro, confiabilidad occidental y cristiana... y, desde luego, precios bajos.

Las 16 refinerías y 15 mil estaciones de gasolinas en el exterior, que movilizan más de 20.000 millones de dólares anuales constituyen una muestra de nuestro éxito y capacidad empresarial.

¿Que de esos ingresos no regresa ni un dólar al país?

¿Y eso que importa, si aseguramos mercados?

¿Qué esos mercados se están asegurando con descuentos a "nuestras" filiales en el exterior, trasladando sus pérdidas a los ingresos internos?

Bueno, ese es el precio que hay que pagar por tener una transnacional. ¿Entienden Uds. lo que significa que nosotros manejamos unos ingresos y sobre todo, unos gastos, de 20.000 millones de dólares anuales? Si no lo entienden es porque no están en nada. Pregúntenle a cualquier jefe de compras de cualquier despacho público y entenderán.

Todas las demás transnacionales que existen en el mundo –y sus accionistas- obtienen grandes beneficios de esa condición, los venezolanos, incluido el 80 por ciento de accionistas de PDVSA que vive sumido en la pobreza y la miseria- somos los únicos que pagamos por tener una transnacional.

Y lo peor de todo es que la promoción de esta política descabellada para el país y su pueblo, pero muy conveniente para ciertos círculos, fue adobada con apelaciones a la modernidad y condena a los dinosaurios rentistas, estatistas y atrasados adoradores de sistemas políticos desaparecidos.

¿Y ahora que? Bueno, es evidente el fracaso de la empresa petrolera pública. Era de esperarse, siendo estatal. ¿Por qué no aprovechar la oportunidad para salir de eso y privatizarla de una buena vez? Total, con la caída de los precios del crudo, el precio de sus acciones debe estar por el suelo, cuando menos a la mitad de lo que valían en Noviembre, por lo que se hacen más accesibles para los venezolanos que "tengan con qué". Así dejaremos menos del 95 por ciento para las transnacionales. Hasta podemos poner un aviso clasificado:



"GANGA

Por no poder atenderla, sus dueños venden transnacional barata".



Y para muestra un botón: Estas eran –y al parecer todavía son-las presunciones de PDVSA sobre el suministro al mercado petrolero en el futuro inmediato:

EL PLAN DE EXPANSION DE PDVSA



PICARDÍA CRIOLLA O... LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON

















(Millones de Barriles Diarios)








INCREMENTO








1996


2005


TOTAL


PORCENTUAL




Consumo Total Mundial




72


87


15


22%




Producción OPEP




28


44


16


57%




Porcentajes OPEP




40%


51%








Producción Venezuela




3,1


6,5


3,4


113%




Porcentajes Venezuela




4,27%


7,47%








Producción No-OPEP




43


43


-0,6


-1%




Porcentaje No-OPEP




60%


49%






Martes 14 de julio de 1998



44 Petróleo, información y opinión pública

Es evidente el carácter crucial de las circunstancias petroleras actuales. Basta con colocarse en la media noche del 23 de marzo, inmediatamente después del acuerdo de Riad, y comparar el sentido y énfasis de las declaraciones de los dirigentes petroleros venezolanos antes y después de esa fecha. Quedará claro de esa comparación que todas las "matrices de opinión", impuestas hasta entonces por los voceros de ese sector, se estremecen hasta sus propios cimientos por el embate de una realidad adversa, que refuta todos los días los supuestos sobre los cuales se construyeron políticas y programas de la industria petrolera venezolana.

Hoy todo eso está en discusión, como siempre ha debido ser, pero que había sido eficientemente eludido por los dirigentes políticos y económicos del país. Sin embargo, para poder aproximarnos a la verdad verdadera, para terminar de abrir los ojos y establecer, con propiedad y conocimiento de causa, la política petrolera que más conviene al país y a su población, esa discusión tiene que ser nutrida de una mayor información independiente sobre la materia. Una información certera, ajena en lo posible a las manipulaciones de los poderosos intereses individuales y grupales que pululan en torno a los negocios petroleros.

Sin dejar de advertir que esos intereses pueden ser legítimos, y de hecho lo son en la mayoría de los casos, es imprescindible tener en cuenta que las conveniencias nacionales tienen que ser una síntesis, un compromiso, donde cada sector o grupo representativo entienda que sus aspíraciones particulares tienen un límite. Esos límites, que establecen los espacios dentro de los cuales cada uno tiene derecho a buscar su propio beneficio, deben ser fijados abiertamente, con el máximo nivel de información de las circunstancias para todos los interesados en la materia: los actuales 23 millones de habitantes de este país.

Desde luego, se trata de un problema político, donde de acuerdo a la distribución de fuerzas de los diversos agentes económicos y políticos, internos y externos, se llegará a un compromiso. Este compromiso nunca será satisfactorio para todos y, por ello, se generará una lucha permanente por recomponer los resultados. Eso será inevitable, pero expresará la existencia de una sociedad múltiple, con intereses contrapuestos entre sus diversos componentes, pero con plena conciencia de la realidad.

Todo lo anterior puede parecer iluso –aunque sea evidente que así funcionan las cosas en no pocos países- si partimos de la realidad venezolana actual en esta materia, caracterizada por una ignorancia generalizada y una desinformación meticulosamente construida, pero en nuestra opinión es indispensable plantearlo como un objetivo factible, si es que realmente queremos tener un país moderno y democrático: podríamos construir así una opinión pública que se establezca de una manera abierta, por encima del "lobby" y la manipulación grupal.

Por el contrario, lo sucedido hasta ahora ha sido la aceptación acrítica de una verdad tecnocrática, fraguada según criterios corporativos excesivamente sesgados hacia ciertos intereses particulares, había permitido establecer como única verdad a aquélla que sostiene que la salvación del país, el camino para salir de la crisis, se encuentra en la contínua expansión de su producción petrolera. Consecuentemente, debíamos reconocer la fatalidad de nuestro destino monoproductor y olvidarnos de sueños agroindustriales.

En la coyuntura actual, después de las patéticas reuniones de Riad, Amsterdam y Viena, habiendo fracasado, obviamente, todas las bravatas de "compensar la caída de los precios con mayor producción" y colocado el país ante las gravísimas consecuencias de un inmenso hueco fiscal, se ha hecho evidente que los dirigentes petroleros venezolanos no pueden hacer lo que les venga en gana, orientados por criterios exclusivamente corporativos y sectoriales, sin tomar en cuenta, con la debida atención, las limitantes nacionales e internacionales.

Por todo ello, creemos que es necesario poner en discusión todos los fundamentos y supuestos de la política petrolera contemporánea. Veamos algunos ejemplos de esos elementos y las dudas que suscitan:

Venezuela cuenta una "inmensa base de recursos", estimada oficiosamente en una cifra que triplica las reservas probadas de Arabia Saudita.

¿Cuál es el peso, dentro de esos recursos de los actualmente improducibles bitúmenes extrapesados?

¿Hasta donde nos alcanzarán nuestras reservas de crudos livianos y medianos, que forman el 75 por ciento de nuestra producción, si alcanzamos la meta de levantar 7 millones de barriles diarios en el año 2007?

¿Cuál será el rendimiento neto para el país de esa producciones incrementales, si se están haciendo en un escenario de costos crecientes y permanente depresión de los precios?

¿En cuanto se reducirá ese rendimiento en los emprendimientos de la "apertura petrolera", donde se ha reducido la tasa del impuesto sobre la renta de 67,7 a 34 por ciento y se han establecido convenios que permiten minimizar la regalía hasta un 1 por ciento, abandonando el tradicional 16,6 por ciento?

Agreguemos a todo ello, la necesidad de discutir los pro y los contra de la llamada internacionalización, una política en virtud de la cual adquirirmos un conjunto de refinerías y facilidades de transporte y comercialización en el exterior con el propósito de asegurar mercados, en consonancia con la política expansiva o de "volúmenes de producción" . Esa internacionalización moviliza hoy una cifra de negocios de más de 20.000 millones de dólares, de los cuales el retorno neto a la Nación es negativo, porque cada año se hacen nuevas inversiones, pero, sobre todo, porque para evitar el registro de pérdidas en esas instalaciones, las operadoras venezolanas les suministran petróleo con descuentos de hasta cuatro dólares por barril.

Aún más, ¿cuándo conocerá el país el balance real del negocio Orimulsión? ¿En que década del próximo siglo se hará positiva la Tasa Interna de Retorno de esa inversión?

En resumidas cuentas, y en nuestra opinión, se trata de descorrer un velo tras el cual se toman decisiones trascendentales para la sociedad venezolana sin el debido control público. Sin invertir la carga de la prueba imputando culpabilidades sobre la base de vagos indicios, la magnitud y entidad de esas decisiones exige, como debería ser en todos los otros destinos de la administración pública, transparencia.

Jueves 16 de julio de 1998



45 ¿La privatización petrolera hará el milagro?

La magnitud de los recursos utilizados para imponer la política petrolera de apertura es un indicador de la importancia de lo que esté en juego: el control de una de las mayores acumulaciones de reservas de hidrocarburos del planeta. Aunque las reservas reales del país no sean tan grandes como se pretende en las justificaciones corporativas de los planes de expansión a todo trance, si tienen la suficiente importancia como para ser motivo de una confrontación entre sectores nacionales y extranjeros interesados en apropiarse de ellas. Y esa importancia es mayor aún para el conjunto de los venezolanos, sus actuales propietarios, quienes también debemos pujar para no dejarnos arrebatar esa propiedad y su usufructo.

Sin embargo, 23 millones de venezolanos estamos perdiendo esa pelea en muchos terrenos, no siendo el menos importante de ellos el de la propia conciencia nacional sobre nuestros derechos. Hundidos en el foso de una crisis económica generada, entre otros, por los dislates privatizantes de nuestra dirigencia petrolera, una mayoría de nosotros sigue soñando todavía con fórmulas mágicas que nos saquen del atolladero, aún al precio de renunciar a la propiedad de nuestro más valioso patrimonio.

Muchos compatriotas han sido tocados por la matriz de opinión según la cual, la privatización de PDVSA puede ser la cura de todos nuestros males económicos. Pagaremos la deuda externa y seguiremos expandiendo nuestra producción petrolera. El desarrollo de las actividades no petroleras vendrá después. Las graves circunstancias en que vive la inmensa mayoría de los venezolanos, ubicados entre la pobreza crónica y la miseria extrema, dan carácter de urgencia a la vía privatizadora. Las posiciones nacionalistas en esta materia son equiparadas a las actitudes del avaro, que muere de indigencia en un lecho de morocotas de oro.

Sin embargo, las teorías que postulan a la industria petrolera como "locomotora" que arrastrará en su expansión a los demás vagones de la economía nacional, no pasan de ser construcciones apriorísticas, totalmente subjetivas y contradictorias con nuestra propia experiencia nacional, de más de 80 años de explotación petrolera. En efecto, durante ese lapso, y hasta el día de hoy, el país ha recibido ingresos descomunales –en cualquier escala que se les quiera medir- procedentes de esa explotación, los cuales fueron dispendiosamente utilizados y distribuidos en la más inequitativa de las formas, en beneficio de unos pocos, aquellos que mantienen más de 170 mil millones de dólares depositados en el exterior, y en detrimento de la mayoría ya mencionada, cuya crítica situación se esgrime, paradójicamente, como motivo para seguir prescribiendo la misma receta, secularmente infructuosa, de producir más petróleo pasando por encima de cualquier consideración limitante.

A ese carácter infructuoso aludía Juan Pablo Pérez Alfonzo cuando hablaba de la "imposible siembra" del petróleo y cuando recomendaba una posición de austeridad productiva en materia de hidrocarburos; no por razones de un elemental conservacionismo, como simplonamente se le quiere atribuir ahora para demeritar su pensamiento, sino por una compleja necesidad macroeconómica, tal como la identificaron y caracterizaron Alberto Adriani, José Antonio Mayobre y Ernesto Peltzer en los años treinta el primero y en los cuarenta los dos siguientes. Se trataba, según cita del propio Pérez Alfonzo, del "efecto Venezuela", caracterizado así por economistas noruegos en los años setenta. Y se trata, también, con nuevo nombre, de la "enfermedad holandesa", que fueron a descubrir economistas venezolanos más jóvenes y desconocedores de su propia historia nacional, en los años ochenta en universidades extranjeras, para llevarse la sorpresa de que a Venezuela le sucede lo mismo desde 1917, cuando menos.

No hablemos del hecho, bastante conocido, de que la actual deuda externa que nos acogota fue adquirida, en su parte más importante, en tiempos del mayor aflujo de ingresos petroleros al país. Justamente en los tiempos de la "Gran Venezuela", el Plan IV de Sidor y sobre todo, del V Plan de la Nación, calificado por Pérez Alfonzo como plan de destrucción nacional.

Obviando todo ello, e incluso, tratando de esconderlo, al financiar a investigadores universitarios para la elaboración de tablas de "insumo-producto" que dieran como resultados obligados, establecidos a priorí y casi contractualmente, unos supuestamente intensos y múltiples encadenamientos de la actividad petrolera con el resto de los sectores productivos nacionales, los directivos de PDVSA ofrecen, con sus Planes de Expansión, el nuevo "boom" redentor.

Sobre ese basamento falaz, la gerencia petrolera venezolana ha impulsado una política aperturista que en fin de cuentas no es más que un proceso de privatización paulatina, por todas las vías posibles. Hasta ahora, se han suscrito más de 60 emprendimientos distintos con igual número de consorcios de empresas extranjeras y algunas, muy pocas, nacionales. Convenios bajo el esquema de ganancias compartidas, asociaciones estratégicas, contratos operativos, privatización del mercado interno, además del "Outsorcing", son los nombres de las diferentes modalidades que asumen esas vías de la apertura. Ellas cubren todo el territorio sedimentario y probadamente petrolero de la Nación y ya en algunas localizaciones, verbigracia las orientales, provocaron el ciclo completo de la "fiebre del oro", con migraciones masivas, especulación inmobiliaria y todas las demás secuelas inherentes al inicio de esos procesos, para entrar ahora en la fase de reflujo y vuelta a la realidad de una industria intensiva en el factor capital y, por ende, generadora de escasos empleos.

Lo cierto del caso es que los hechos cumplidos de la apertura petrolera se han ido convirtiendo en una realidad contundente, santificada ex-post por los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Mientras tanto, un grupo de venezolanos intentó demandas por inconstitucionalidad e ilegalidades varias del acuerdo del Congreso Nacional que aprobó una de esas modalidades aperturistas, la de ganancias compartidas, aportando en sus alegatos sólidos argumentos y elementos de prueba... Hasta que la Corte Suprema de Justicia, enfrentada a las evidencias irrefutables que aportaban tales pruebas, pero deslumbrada por las perspectivas mil millonarias ofrecidas, simplemente cortó por lo sano de la razón de Estado y las declaró inadmisibles. Es decir, eludió la consideración de las experticias económicas y técnicas que probarían las violaciones alegadas.

Pese a todo, la realidad es terca, y por más que se intente esconderla, ella impondrá, a la postre, sus condiciones. Es así como, después de tres años de masiva sobre-explotación de nuestros yacimientos -con lo que se apostaba a una infinita elasticidad de los mercados- desde principios de este año y hasta el presente, se ha desatado la vioIenta y muy previsible caída de los precios que padecemos –y ante cuyos signos anunciadores y advertencias de diversas fuentes nuestros planificadores petroleros cerraron ojos y oídos-

Hoy están emergiendo los verdaderos perfiles de la realidad. El inmenso hueco fiscal y el consecuente incremento del empobrecimiento de la población constituyen evidencias palpables de la inconveniencia de las políticas expansivas y privatizadoras para el país, para la gran mayoría de sus habitantes, para los que hoy viven y, sobre todo, para los que vendrán en el futuro.

Miércoles 22 de julio de 1998



46 Los conflictos del sentido común petrolero con la realidad

En una oportunidad anterior alerté sobre la necesidad de abrir los ojos ante las diversas propuestas que, en nombre de los "intereses nacionales", se hacen en política petrolera. Sobre todo, cuando esas propuestas provienen, justamente, de sectores con unos "intereses" muy definidos en la materia, tales como los representantes y agentes del gran capital petrolero internacional y las agrupaciones locales de suplidores y contratistas de toda índole.

No es extraño que Franck Alcock, Alberto Quirós, Andrés Sosa Pietri y los presidentes y expresidentes de la Cámara Petrolera clamen por el mantenimiento de los escenarios expansivos: Están defendiendo sus intereses personales y corporativos y, aunque parezca tonto decirlo, creo que están en su derecho. Lo inaceptable es que pretendan pasar gato por liebre y convencernos de que su interés particular es el de todos los venezolanos. Lo lamentable es que, en gran parte, ya lo han logrado.

Con el ejercicio de todo su poder, al que en otras ocasiones he denominado el poder petrolero, han impuesto una matriz de opinión que impregna el discurso de dirigentes políticos de todas las filiaciones y, desde luego, de todos los medios de comunicación.

Lo peor es que ese dogma petrolero, convertido en sentido común universalmente aceptado, sale automáticamente por las bocas de cualquier venezolano bien informado y de nivel cultural medio o universitario, como reflejo condicionado, casi sin ninguna conexión con los centros cerebrales de la lógica y el raciocinio.

Sólo así es dable explicar que, en momentos de abarrotamiento del mercado, cuando los excesos productivos propios y extraños han hundido a los precios y amenazan con mantenerlos así por un largo período, la preocupación generalizada en muchos seres pensantes de todos los sectores políticos, oficiales y de oposición, sea el mantenimiento de nuestra "tajada" del mercado, amenazada por unos supuestos aliados mañosos, tal vez más mañosos que los dirigentes petroleros venezolanos, según aquello de que cada ladrón juzga por su propia condición.

Una preocupación similar fue la que llevó al Economista Jefe de PDVSA, Ramón Espinaza, el 12 de febrero pasado, en momentos en los cuales los precios de los crudos se deslizaban vertiginosamente por el tobogán de la sobreoferta, a anunciar al mundo –sin exageraciones, porque se trataba de un evento del Consejo Mundial de la Energía- que Venezuela mantenía las metas de su plan de expansión petrolera y, más aún, las elevaba a 7 millones de barriles diarios para el año 2007. De la misma factura lógico-corporativa fueron las declaraciones que por esos mismos días diera el Vicepresidente de PDVSA, Klaus Graff: "Compensaremos la caída de los precios con más producción".

Todo lo anterior viene a cuento, por varias observaciones que se me han hecho sobre mi posición respecto a la llamada "internacionalización", uno de los principales instrumentos de las políticas productivistas y expansivas, piedra miliar de la apertura petrolera y "alternativa frente a la OPEP", como la caracterizara desde sus inicios el para entonces Senador Vitalicio Rafael Caldera.

En efecto, sostienen mis contradictores, tal como les ha sido vendido por el poder petrolero, criticar la internacionalización es no entender que por ese medio hemos conquistado mercados. Que disponer de refinerías y bombas de gasolinas en los mercados finales es la garantía definitiva de colocación en ellos de nuestros crudos.

No importa que unos ingresos por ventas de 17 mil quinientos millones de dólares en 1996 generen una pírrica ganancia en operaciones, antes de impuestos, de 218 millones de dólares (1,24%). O que esa ganancia represente apenas el 2,42% de los 8.911 millones de dólares en activos comprometidos para su generación. No importa que el fisco no reciba nada de esos escuálidos ingresos operativos, porque en ese mismos año se requirieron nuevas inversiones por 1.394 millones de dólares adicionales.

¿Y que importa? Dicen los recitadores de la verdad oficial, ése es el costo de tener "asegurado" un gigantesco mercado. Un mercado tan grande, que no podemos cubrirlo y nos vemos obligados a importar petróleo mexicano desde los Estados Unidos y árabe desde Alemania.

Pero resulta que no es sólo ese el costo, porque según cifras de la propia PDVSA para 1994, si en vez de entregar crudos a CITGO lo hubiéramos vendido a un tercero, Venezuela habría obtenido 2,04 dólares más por cada barril. Es decir, que ni siquiera las pírricas ganancias eran reales y que las efectivas pérdidas fueron saldadas contra los ingresos por las exportaciones de crudo desde Venezuela hacia otros destinos. Dicho de otra manera, y tal como muchos lo saben desde 1989, PDVSA otorga descuentos –de 2, 3 y más dólares por barril- a sus filiales en el exterior para que éstas puedan presentar un balance aparentemente positivo.

¿Qué significa todo esto? Que no es cierto que con la compra de refinerías y gasolineras aseguremos mercados. Que la única manera de "asegurar" mercados es ofreciendo menores precios. Eso es lo que ha venido haciendo PDVSA para poder mantener sus planes expansivos. Y menores precios es lo que obtendrá en cualquiera de los acuerdos entre productores y consumidores que tanto promueve. Por esos decuentos, añadidos al efecto producido por la explosión de los costos que implica incorporar mayor producción proveniente de yacimientos maduros y en proceso de declinación, cae constantemente su aporte fiscal.

Para colmo, la inevitable postura anti-OPEP a que obligan las políticas expansivas, conduce al saboteo de la defensa de los precios, burlando las cuotas consensualmente aceptadas en el seno de la Organización. Con ello se desata, adicionalmente, otro factor, quizás el más importante, de caída de los precios y, por ende, de la percepción fiscal por barril.

Y nuevamente aparece la respuesta corporativa, la del "sentido común petrolero" y la matriz de opinión ¿Y que importa? Tendremos menos ingresos fiscales, pero estamos produciendo más. Estamos dejando de ser rentistas y pasando a ser productivos.

¿Hueco fiscal? Ese no es un problema de empresarios y productores. Allá los maestros, médicos, enfermeras, fiscales de tránsito, bomberos, policías, profesores, militares, empleados y obreros de la administración pública y toda esa cáfila de rentistas.

La peor de las perversidades radica en que ni siquiera podemos contar con esos activos en el exterior para resolver el problema, porque los mismos son anulados por gigatescos pasivos. Entonces, ¿Qué tenemos en el exterior? Sólo el obligado compromiso de vender siempre más barato que los demás oferentes.

jueves 30 de julio de 1998



47 Crisis de la mitología petrolera

Los dirigentes del país se han enfrentado con ceguera al proceso involutivo que se ha producido en la industria petrolera venezolana desde mediados de los años 60 y hasta el presente: la desaceleración y caída de su capacidad generadora de excedentes.

Sobre la significación y perniciosos efectos de ese proceso alertó Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien, en el mismo año en el que se registró la máxima producción petrolera –los 3,7 millones de barriles diarios de 1970- señaló que esa sería la cumbre que el país no la volvería a alcanzar en mucho tiempo, y que, cuando las cosas se pusieran verdaderamente duras por la imprevisión e irresponsabilidad de los gestores de la política petrolera y económica, "en la bajadita", nos esperarían los caimanes del capital petrolero internacional para imponer sus condiciones. Hoy estamos en plena "bajadita".

A pesar de múltiples advertencias, la existencia real de ese proceso y sus previsibles consecuencias fueron subestimadas, o simplemente negadas, por los dirigentes de la política económica hasta mucho después de 1983. Se llegó a calificar como "profetas del desastre" a quienes alertaban sobre ello. Hoy, esas consecuencias son sufridas con gran intensidad por el país y en primer lugar por las cuatro quintas partes de la población, aquellas que se agrupan en los estratos de las familias con "necesidades básicas insatisfechas", en "pobreza crítica" y en "miseria atroz".

Pese a que la experiencia venezolana de este siglo dice lo contrario, algunos sectores, interesados particularmente en el negocio, se empeñan en querer demostrarle al país que el petróleo será "la locomotora que impulsará al resto de la economía nacional". Se trata, simplemente, de insistir en el mismo modelo de desarrollo que ha fracasado en toda la línea en las ocho décadas pasadas.

Hoy, pese a los catastróficos resultados del funcionamiento de ese modelo, resucitan los mismos argumentos con los cuales se pretende seguir repitiendo la historia. ¿Cuantas veces más tropezaremos con la misma piedra? Al parecer, todavía tenemos que esperar para contarlas.

No escarmentamos y, nuevamente, el país vive una conmoción económica y social a causa de la inmensa brecha de ingresos que se ha abierto entre sus expectativas y exigencias presupuestarias y los resultados que se esperaban de un ingreso petrolero abatido por la descomunal caída de los precios, a cuyo desencadenamiento contribuyeron de manera fundamental los actuales dirigentes políticos y petroleros.

La soberbia y la voluntaria ceguera son dos conductas humanas que van siempre unidas y son definitivos determinantes de la ignorancia. Aquél que cree tener toda la verdad en sus manos está completamente incapacitado para aprender, para abrir los ojos y percibir los nuevos datos que la cotidianidad aporta para modificar y trastocar las prefiguraciones que nos hacemos sobre la realidad.

Esa tendencia a la ignorancia es casi siempre potenciada por el dogmatismo que imponen los intereses creados: las cosas son como las queremos ver, como nos conviene que sean, y no como son. Tal es el caso de la cúpula petrolera: sus integrantes escogieron el camino de una supuesta modernidad, formulando planes y políticas encaminadas hacia la expansión constante de la producción, apostando también a la privatización de la empresa estatal, tal como insistentemente ha propuesto su propio presidente.

En ese camino, han comprometido los ingresos que percibe la industria en inversiones de dudosa y a veces ninguna rentabilidad, como la "internacionalización" y la orimulsión, al mismo tiempo que se pospusieron los mejores negocios, aquéllos generadores de la renta, que no son otros que los dedicados a la producción de crudos livianos y medianos. Luego, y con la previsible excusa de un limitado flujo de caja, llamaron en su ayuda a las corporaciones petroleras internacionales, para entregarles, en asociaciones de "ganancias compartidas", los más prometedores campos contentivos de esos crudos, en los cuales ya se había realizado, por décadas, un exitoso esfuerzo exploratorio.

De la misma manera promovieron el desmantelamiento de los mecanismos legales e institucionales que garantizaban a la Nación una participación razonable por la liquidación de cada barril de petróleo producido: Ya no es noticia decir que el Ministerio de Energía y Minas es un cascarón vacío al cual le fue suprimida toda capacidad técnica y todo poder de fiscalización. La eliminación del Valor Fiscal de Exportación, la reducción de la tasa del Impuesto Sobre la Renta de 67 a 34 por ciento en las asociaciones estratégicas y convenios operativos, la perversión de la Regalía en los convenios de asociación bajo el esquema de ganancias compartidas, para llevarla desde el 16,66% hasta el 1%, son algunos de los trofeos de esta permanente actividad "modernizante".

Igualmente, y con un énfasis particular para sustentar sus escenarios expansivos, los dirigentes petroleros actuales plantearon, desde un principio, la inconveniencia de pertenecer a una Organización que limitaba el derecho soberano a hacer lo que les diera la gana en materia productiva, para terminar con la estridente política anti-OPEP que hizo aguas el 23 de marzo pasado.

Entonces la consigna era que no importaba que los precios cayeran, pues se podría incrementar la producción casi indefinidamente. Lo que importaba, por encima del "rentismo", era la actividad productiva, supuestamente generadora de empleo masivo y de movimiento económico en general, y desde luego... de negocios particulares.

Anclados en ese paradigma y armados con los escenarios del Banco Mundial que predecían un permanente crecimiento de la economía mundial a tasas aceleradas -con una consecuente elevación del consumo de hidrocarburos capaz de absorber cualquier crecimiento de la producción petrolera- los estrategas petroleros construyeron su "Plan de Negocios" en 1992, con el cual se iniciaría una expansión que llevaría la producción a 6,3 millones de barriles en el año 2.006. Desde entonces lo han sostenido a troche y moche, contra todas las modificaciones de ese escenario que, poco a poco pero sin pausa, se estaban generando.

Sin evaluar, por ejemplo, que hace más de dos años los precios petroleros estaban dando muestras de debilidad y que su caída, a pesar de no ser pronunciada inicialmente, ha sido continua durante todo ese lapso, siguieron pontificando con soberbia: "si la OPEP nos critica, nos salimos y sanseacabó", "la OPEP no puede hacer nada para detener la caída", "nuestra estrategia se basa en precios bajos", "aún a trece dólares nos dan las cuentas", "la producción de los países no-OPEP va a disminuir muy pronto", "compensaremos la caída de los precios con más producción", "la caída de los precios es pasajera, es un efecto psicológico culpa de los especuladores", "en el 2007 produciremos 7 millones de barriles diarios".

Ya sabemos lo que pasó después, a partir del 23 de marzo. Se han visto obligados a tragarse sus palabras. Pero el daño ya está hecho: ninguno de los recortes pactados en Riad, Amsterdam o Viena han convencido al mercado, entre otras cosas porque se aplican mañosamente y, dados los gigantescos inventarios de crudo barato que tienen acumulados los consumidores, los precios se mantienen deprimidos y los analistas internacionales estiman que no se recuperarán en varios años. Así lo ha reconocido recientemente el economista jefe de PDVSA, al anunciar que la nueva meta del plan de expansión es, ahora, llegar a una producción de 5,8 millones de barriles diarios para el año 2008. Un ejercicio de terquedad planificadora... enfrentada a la terca realidad.

Viernes 7 de agosto de 1998





48 Se hunde el barco... ¡todos a los botes!... detrás de nosotros, los petroleros

La pérdida de la compostura, el abandono de los convencionalismos y de las caretas que normalmente se utilizan para enmascarar ambiciones y sentimientos egoístas, es una de las evidencias de que una situación se ha hecho gravemente crítica. Así sucede en los naufragios -tal como nos lo recuerda la reciente y amarga remembranza cinematográfica de la tragedia del Titanic- cuando las perspectivas de morir ahogados hacen perder, en muchos, toda la sindéresis y caballerosidad con las cuales se disimulaba la cobardía esencial y el egocentrismo incapaz de entender eso de "niños y mujeres primero".

Así está sucediendo hoy, en plena crisis mundial de los precios del petróleo; cuando padecemos las consecuencias de la irresponsable planificación expansiva de los dirigentes de PDVSA; cuando todos los analistas del mercado concuerdan en que la sobreoferta ha sido de tal magnitud que los precios no se recuperarán ni en dos o tres años; cuando el país se enfrenta a una inmensa brecha fiscal, consecuencia de haberse comprometido a incurrir en un nivel de gastos que no tiene como honrar, porque la cobertura financiera requerida se fundamentaba en una irreal meta de producción petrolera de 3 millones 700 mil barriles diarios, los cuales, supuestamente serían vendidos a un promedio de 15,5 dólares el barril; cuando han quedado al descubierto la insensatez y la miope percepción de las realidades del mercado implícitas en la política de privilegiar la expansión de la producción y abandonar la defensa de los precios. En esas dramáticas condiciones, que afectan a todo el país y lo colocan en medio de una de las más graves crisis económicas, políticas e institucionales que ha vivido en este siglo, los empresarios vinculados al negocio pertrolero, pasándolo todo por el tamiz de sus particulares intereses, claman porque se abandonen los recortes de producción; es decir, que se siga insistiendo en el camino que nos llevó al despeñadero, que se le eche más leña al fuego.

La realidad es que decenas de empresas, vinculadas a las operaciones de la industria petrolera, se comprometieron financieramente con los planes expansivos de PDVSA y ahora, ante el fracaso de las desmañadas políticas que condujeron a la zambullida de los precios, quedaron colgadas de la brocha: Miles de trabajadores petroleros cesantes, empresas contratistas con dificultades en sus flujos financieros y proveedores que no encuentran salida a sus onerosos inventarios, son las realidades que impulsan tales peticiones.

Vistas así las cosas, nadie puede dudar de la particular legitimidad de las mismas, como nadie puede decir que es ilegítimo el no querer ahogarse. En verdad, ni los empresarios petroleros ni sus trabajadores tienen la culpa de lo que está pasando (como tampoco la tuvieron los pasajeros del Titanic). Constituyen, eso sí, las víctimas inmediatas de la feria de las ilusiones vendida por los dirigentes petroleros venezolanos, quienes apostaron irresponsablemente, y a pesar de todas las advertencias de lo absurdo de esa política, a la factibilidad de un crecimiento ilimitado de la producción petrolera, basados en un escenario de precios bajos, tal como anunciaron por todos los medios en sus "Planes de Negocios": 6,5 millones de barriles diarios en el año 2006, 7 millones en el 2007. En verdad, la única culpa de esos empresarios es la de todo aquél que sueña con premios gordos y enriquecimientos fáciles y, por ello, es atrapado en las estafas tipo "paquete chileno".

Se pueden entender los problemas del llamado "sector petrolero conexo", pero la solución de los mismos tiene que buscarse de común acuerdo con la solución de la trágica situación económica de veinte millones de venezolanos y no a contrapelo de los intereses generales. Por el contrario, la reivindicación de retomar el camino expansivo, para la cual han conseguido la solidaridad de FEDEPETROL y FEDECAMARAS, es hecha en medio de la desesperación y sin muchos "tiquismiquis" diplomáticos, en nombre de sus muy particulares y egoístas intereses, como diciendo, ¿Nos van a dejar solos? ¡Si hay que hundirse, nos hundimos todos!

Pero detrás de este comportamiento tan poco solidario, incentivándolo y organizándolo, se encuentra un mefistofélico protagonista colectivo: la facasada cúpula planificadora de PDVSA y su obsecuente Ministro. Los dirigentes petroleros oficiales, escaldados por haber sido obligados a ir a Riad, el 23 de marzo pasado, a pactar una política de la cual se habían burlado hasta el día anterior, están buscando justificaciones a las políticas expansivas, demostrando que las nuevas limitaciones no sirven: ¿Para qué sirven los recortes, si los precios no van a subir, de ninguna manera?

En efecto, y tal como informa El Nacional del 26 de agosto pasado en su página E-2, la directiva de PDVSA ha sucrito un convenio con Conindustria, la Cámara Petrolera, de la Construcción, de la Construcción, de Consultores y de Industriales y Mineros de Guayana, además de la Asociación Venezolana de Industria Químicas y la de Industriales Mineros y Metalúrgicos. En esa misma información se recoge la esencia del planteamiento: "La implementación de los recortes ha sido un error. Se basa en un criterio fiscal que busca aumentar los precios, pero no toma en cuenta que la industria petrolera es un factor que dinamiza la economía". Y al lado, en la misma página citada de El Nacional, como un paraguas, se recoge la recomendación general de FEDECAMARAS en materia petrolera: "Adoptar una política independiente orientada a no perder mercados..." "...planteamos la conveniencia de aumentar de inmediato nuestra producción petrolera, revirtiendo la política de reducción que se ha manejado en los pasados meses...".

Esta conducta de los dirigentes petroleros actuales constituye un ejercicio lamentable de cinismo: después de haber saboteado abiertamente a la OPEP, de haber minado las bases de su capacidad de acción; después de mutilar su instrumento fundamental, como lo fueron las cuotas voluntarias para restringir la oferta; después de seguir saboteando el acuerdo de Riad, tal como revelara Giusti al hablar de la flexibilidad operativa que le daba a PDVSA la disposición de inventarios operacionales en sus depósitos del Caribe y las Bahamas (Diario El Mundo, 4 de abril de 1998) para compensar el recorte de producción y seguir "colocando todos nuestros barriles"; después de todo eso, le dicen a los trabajadores desempleados y a las empresas en dificultades: eso es culpa de la OPEP, que no funciona, vamos a salirnos ya de esa trampa y continuemos felices, produciendo sin medida ni control. Habrá más empleo petrolero, más contratos, más construcciones, más utilización de tubos y aceros forjados, de aditivos químicos y de consultorías de todo tipo.

¿Qué eso no tiene nada que ver con las realidades actuales del mercado? ¿Qué cualquier señal de Venezuela incumpliendo sus compromisos deteriorará inmediatamente los precios y hundirá más aún al país en la brecha financiera? Bueno... amanecerá y veremos. Mientras tanto ellos, los petroleros, y sus socios del sector privado nacional y -sobre todo- extranjero, aprovecharán de raspar la olla.

jueves 27 de agosto de 1998



49 Petróleo, fracaso gubernamental y coyuntura electoral: mezcla peligrosa

La dramática situación que vive el país por el insondable fracaso de este gobierno en materia de política petrolera (y por ende, en toda la política económica) está comenzando a adquirir visos peligrosos desde el punto de vista institucional. Al inmenso despeñadero de los precios del petróleo al que nos condujeron, entre otros factores, las tercas políticas expansivas de los actuales dirigentes de PDVSA, se añade la circunstancia de encontrarnos con un gobierno que no tiene ninguna posibilidad de rectificar, de cambiar el rumbo enajenado por el cual lo empujó el poder petrolero.

El peligro mayor reside en la actitud de estos dirigentes, desesperados por marcar el gol de la honrilla, pescando en el río revuelto de los últimos días, tal como lo hicieron en los tiempos del interinato presidencial de Ramón J. Velázquez para imponer la eliminación de los Valores Fiscales de Exportación.

Eso es lo que explica la insistencia del Ing. Luis Giusti, al traer de nuevo sobre el tapete su tesis, políticamente derrotada en intentos anteriores, de la venta de acciones de PDVSA para resolver problemas fiscales. La magnitud del rechazo que provocó en esta oportunidad su exposición ante la Asamblea de FEDECAMARAS fue tal, que se vio obligado a salir, al otro día y actuando él mismo como vocero de la industria, a decir que ésa no era una política oficial. Pero lo hizo con tal nivel de revanchismo que dejó escapar la verdad que tantas veces hemos denunciado: No es necesario vender acciones -total, las uvas están verdes- porque PDVSA ya está siendo privatizada a través de las distintas modalidades de la apertura petrolera.

El grado de desconcierto que priva en los sectores oficiales se puede medir por la declaraciones del Ministro Arrieta: ante la persistencia de las tendencias a la baja de los precios del crudo, que marcaron récord negativo el pasado martes 11 de agosto (9,5 dólares el barril de la cesta venezolana de crudo y productos), aparece al día siguiente dando unas incalificables declaraciones (El Universal, 12/8/98, pág. 1-2):

"Yo debo tener la percepción o la sospecha de que evidentemente existe una sobreoferta" (¿Qué es, por fin: evidencia, percepción o sospecha?) Y, como si ello no tuviera nada que ver, reconoce que "Venezuela ha recortado su producción en unos 450.000 barriles diarios (bpd), cifra que está por debajo de los 525.000 barriles acordados con otros países productores", para terminar insistiendo, también como que si no fuera con él: "Yo coincido, y hay también un sesgo de sospecha, de que hay una sobreoferta". Pero Grullo no lo hubiera dicho mejor.

La agudización de la crisis financiera internacional, que parece ser el inicio de una nueva gran depresión, extenderá –según diversos analistas- el período de bajos precios petroleros más allá de tres años. Informes recientes del mercado petrolero norteamericano muestran que las importaciones de crudo, que se habían intensificado en los momentos iniciales de la caída de los precios con el fin de llenar sus depósitos de inventarios con crudos baratos, una vez conseguido ese objetivo, están disminuyendo, en más de un millón de barriles diarios respecto a los niveles del pasado mes de julio.

Sin embargo, nuestros dirigentes petroleros, siguen buscando la justificación de sus fracasadas políticas expansivas, diciendo que la no recuperación de los precios es una muestra de la inutilidad de los recortes de la producción acordados en Riad, Amsterdam y Viena.

Para ello, estimulan a sectores empresariales privados afectados por el frenazo a las planes expansivos para que exijan la restitución de los niveles de producción anteriores. Es así como los directivos de PDVSA han reunido a la Cámara Petrolera, Conindustria, AIMM, Asoquim, Cámara de la Construcción, etc., para firmar un "convenio de optimización de sus relaciones comerciales" (El Nacional, 26 de agosto de 1998, pág. E/2). La reivindicación principal que se asoma en esa información es, justamente, detener los recortes de la producción. En esa misma página del citado diario aparece la recomendación de FEDECAMARAS: aumento inmediato de la producción petrolera.



"Hoy por hoy, no entiendo para qué sirve la OPEP"

"Hay que declarar un estado de emergencia nacional y expresar que no podemos seguir tolerando los recortes que habíamos prometido, para evitar que siga profundizándose la crisis".

Luis Eduardo Paúl, Presidente de la Cámara Petrolera

(El Universal, 17 de Agosto de 1998)

"La implementacion de los recortes ha sido un error. Se basa en un criterio fiscal que busca aumentar los precios, pero no toma en cuenta que la industria petrolera es un factor que dinamiza la economía".

Juan Francisco Mejía, Presidente Ejecutivo de Conindustria.

(El Nacional, 26 de Agosto de 1998, pág. E/2)

"...planteamos la conveniencia de aumentar de inmediato nuestra producción petrolera, revirtiendo la política de reducción que se ha manejado en los pasados meses..."

Francisco Natera, Presidente de FEDECAMARAS.

(El Nacional, 26 de Agosto de 1998, pág. E/2)



Realmente, parece increíble tanta ceguera. En medio del naufragio, estos señores siguen exigiendo que sus cubiertos sean de plata y que se le eche más leña al fuego.

Se puede entender el drama particular de decenas de empresas, vinculadas a las operaciones de la industria petrolera, que se comprometieron financieramente ante la magnitud de los planes expansivos y ahora, ante el fracaso de las desmañadas políticas que condujeron a la zambullida de los precios, quedaron colgadas de la brocha: Miles de trabajadores petroleros cesantes, empresas contratistas con dificultades en sus flujos financieros y proveedores que no encuentran salida a sus onerosos inventarios, son las realidades que impulsan tales peticiones. Pero la solución de sus problemas no puede ser la vuelta a los niveles productivos que contribuyeron decisivamente al desplome de los precios.

Pues bien, la conducta de los actuales dirigentes petroleros oficiales, estimulando peticiones inviables del sector privado y proponiendo la privatización de PDVSA como remedio para todos los males, es un real y tangible peligro para el futuro del país. Constituye un elemento de juicio para exigir a este gobierno moribundo que asuma esta última condición y, al menos por una vez, actúe responsablemente para preparar las cuentas que pronto deberá presentar.

Pero, como no se le pueden pedir peras al olmo, es necesario alertar a la opinión pública, a los sectores responsables de la misma, para que se mantengan vigilantes ante las posibles "ocurrencias" de este gobierno de salida que pretendan comprometer a una futura gestión e impedir el necesario cambio de rumbo que la Nación está exigiendo. En un país acostumbrado a las trapacerías de la justicia vacacional, no es de extrañar que éste, un gobierno ya "accidental", tome decisiones que amarren las manos de la próxima magistratura.

Nada tendría de extraño, porque la campaña del poder petrolero para imponer condiciones favorables a sus particulares intereses en materia de política petrolera se mantiene viento en popa: No pasa un día sin que por cualquier medio de comunicación salgan llamados corporativos, de asociaciones empresariales y gremiales, amén de individualidades y expertos, clamando por la privatización de PDVSA, la salida de la OPEP y el mantenimiento de las metas del plan de expansión petrolera contra viento, mareas y realidades. Están en su Ley. Defienden sus legítimos y particulares negocios. Pero esos negocios tienen un campo de acción limitado por las también particulares aspiraciones de los otros 23 millones de venezolanos y por algo que algunos denominamos los intereses colectivos: los intereses de la Nación, los intereses del país.

Viernes 28 de agosto de 1998









50 Renta versus Producción: posibilidades y limites de una política petrolera alternativa

Un recurso muy común en las discusiones políticas es aquél que consiste en atribuir al adversario intenciones inconfesables y abiertamente negativas. En materia petrolera, donde están en juego magnitudes físicas y financieras gigantescas, esa práctica es aún más acentuada. Esa es la razón por la cual toda propuesta que afecte a los intereses que han impuesto el sesgo expansivo de la política petrolera venezolana en los últimos años es catalogada de irracional, anticuada, "rentista" o provocadora de catastróficas consecuencias negativas.

Ello se hace palpable sobremanera en los días que corren, cuando padecemos intensamente las consecuencias del fracaso de ese tipo de políticas expansivas, determinantes en gran medida de la zambullida de los precios petroleros durante todo este año, y todavía los responsables de ese fracaso siguen anatematizando a las políticas restrictivas y de defensa de los precios, lamentándose, con patetismo digno del mejor dramaturgo, por la "perdida de mercados" que ocasionan, por ejemplo, los recortes de producción acordados en Riad, Amsterdam y Viena para intentar contener el derrumbe de los ingresos unitarios que, por cada barril, perciben los productores de petróleo. Ciegos ante la circunstancia de un mercado enfermo de sobreoferta y múltiples perspectivas de crecimiento de las capacidades productivas, se mantienen en sus trece: No importa que bajen los precios y caiga la percepción fiscal unitaria, hay que competir, hay que establecer alianzas con los clientes, hay que conquistar mercados y debemos estar preparados para ello; en consecuencia, es necesario mantener inalterados los planes de expansión de PDVSA.

Los dirigentes petroleros venezolanos, crearon irrealizables escenarios de crecimiento ilimitado de la producción petrolera del país, con lo cual indujeron, y en muchos casos exigieron, un acelerado crecimiento de las capacidades operativas de las empresas privadas vinculadas a las actividades de exploración y producción petrolera. Ahora, confrontadas con la realidad actual del mercado, esas capacidades adicionales se encuentran ociosas y muchas de esas empresas se encuentran al borde de la quiebra, ante la imposibilidad de redimir las inversiones realizadas. Pues bien, esos mismos dirigentes pretenden ahora utilizar las desastrosas consecuencias de su irresponsable siembra de sueños para justificar el mantenimiento de sus planes de expansión. Eso es, precisamente, lo que están haciendo con los atribulados empresarios de la Cámara Petrolera, Conindustria y otras asociaciones, cuando los reúnen con los representantes sindicales y los incitan a que exijan el incumplimiento de los recortes voluntarios acordados en marzo y junio del presente año.

En ese contexto de guerra de nervios, cuando se desmoronan en el oriente del país los sueños de un nuevo "boom" petrolero y de un "desarrollo armónico" con todo y virreinato, cuando las empresas privadas del sector se pelean a cuchillo por el más mínimo contrato ¿cómo plantearle al país un cambio de mentalidad y la necesidad de asumir con severidad las políticas restrictivas y de defensa de los precios?

La situación es verdaderamente complicada. Por un lado está lo ya descrito, que he definido en otras oportunidades como "la perversidad del hecho cumplido": La magnitud de los recursos humanos y materiales comprometidos en el camino expansivo tienen una fuerza inercial tal, que no se puede, simplemente, dejarlos de lado. Habrá que hilar muy fino para encontrar un destino productivo a esos recursos dentro de las restricciones que impone e impondrá la situación del mercado. Pero, por otro lado, potenciando los efectos del "hecho cumplido", está la matriz de opinión imperante, el sentido común petrolero, la cartilla a la que hacía referencia en la columna anterior: Lo moderno, lo que exige la globalización y la integración a los mercados internacionales es la competitividad. Vamos a dejar de ser rentistas para asumir una conducta productiva. Es decir, lejos de defender precios unitarios, conquistar mercados, incrementar los volúmenes producidos y así compensar el efecto de la caída de los precios sobre los ingresos. Las políticas restrictivas son expresiones de un pasado conflictivo, estatista, no competitivo.

El lector perdonará la insistencia pero, a mi manera de ver, este es el tema más importante que debemos dirimir los venezolanos en materia de política petrolera. De la respuesta que demos a esta disyuntiva depende el rumbo futuro de la economía nacional. Por lo tanto, no se trata de una escogencia simple, ni alegre "tin, marín..." Como en cualquier proceso delicado de toma de decisiones, es indispensable acopiar la mayor cantidad de información posible y proceder a un análisis concienzudo de la misma. Por lo demás, es obvio que se trata de una tarea que desborda los límites de una columna periodística y las capacidades de una sólo persona: tiene que ser un esfuerzo colectivo, multidisciplinario, permanente y de largo aliento.

Ahora bien, no se trata de partir de cero. Todos los que participamos en este debate tenemos ya una posición tomada sobre la materia. Ello queda en evidencia por lo dicho en ésta y en columnas anteriores. Lo que hay que hacer es plantear ese debate abiertamente. Y el primer punto en discusión es, por su entidad y generalidad, la formulación teórica con la cual se pretende justificar las políticas expansivas: la presunción de la existencia de una contradicción irresoluble entre renta y producción; presunción a partir de la cual se han diseñado los llamados escenarios "rentista" y "productor" y sus dicotomías (atraso-modernidad, precio-volúmenes, estatismo-mercado, cartelización-libre competencia, etc.) en los cuales se fundamentan el plan de inversiones de PDVSA y el discurso programático en materia petrolera de casi todos los candidatos presidenciales.



jueves 24 de septiembre de 1998



51 Petróleo, elecciones y programas de gobierno

En tiempos de definiciones electorales como los que vivimos, las discusiones en materia petrolera adquieren tonos programáticos. Ya no se trata de un problema simplemente operativo, de nivel gerencial, sino de un problema político, es decir, de carácter estratégico, porque se están dirimiendo los postulados que orientarán la acción de gobierno en esta materia durante los próximos cinco años.

El panorama, sin embargo, no es nada alentador. La fuerza de la matriz de opinión impuesta por el poder petrolero es mayor que la evidencia de su estrepitoso fracaso. Es decir, que a pesar de las desastrosas consecuencias de las políticas expansivas impulsadas por los actuales dirigentes petroleros, evidentes en el inmenso hueco fiscal y presupuestario que confronta el país, los postulados básicos de esa dirigencia petrolera siguen influenciando el discurso programático petrolero de casi todos los candidatos presidenciales.

¿De que se trata?

En primer lugar, dirigiéndonos al corazón de la cuestión, nos encontramos que se ha impuesto en el ambiente político la noción de que existen posiciones "modernas" y posiciones atrasadas, desfasadas, sostenidas por auténticos dinosaurios.

Dentro de las primeras se inscriben las posiciones aperturistas, que reconocen la inevitabilidad de la globalización y promueven la inserción del país en los mercados mundiales a partir de sus ventajas comparativas y competitivas, principalmente petroleras. Posiciones que estimulan una actitud "productiva" y no "rentista", es decir, que alientan la expansión de la producción a todo trance, al precio que sea y disminuyendo la percepción fiscal. La conquista de mercados es el norte supremo, así ello implique caídas de los precios tales, que a la postre impliquen una caída del ingreso total, porque el incremento de los volúmenes comercializados no compensa el efecto de esa merma unitaria, tal como está sucediendo desde enero del presente año.

Desde hace muchos años está planteada esta discusión. Los sectores aperturistas fueron ganando posiciones. Primero promovieron una interpretación ideológica totalmente deformada del problema de la renta petrolera, de su generación y aprovechamiento. Luego crearon el fantasma del "rentismo", para distorsionar toda la historia de defensa de la participación nacional en el negocio petrolero que escribieron hombres como Gumersindo Torres, Néstor Luis Pérez, Juan Pablo Pérez Alfonzo y Manuel Egaña, hasta confundirla con el aprovechamiento clientelal y privilegiado que de esa renta hicieron los estamentos económicos y políticos que ha monopolizado el poder durante todo este siglo.

En efecto, cuando lo que estaba –y sigue estando- en crisis es el modelo de aprovechamiento parasitario de la renta petrolera por parte de los sectores que medran en torno a ella y a partir de relaciones privilegiadas con el Estado, los ideólogos del expansionismo petrolero comenzaron a deslizar sibilinamente que lo que estaba en crisis era la política de maximización de la renta. Que lo "moderno" era la expansión de la producción y la conquista de mercados. Que las políticas restrictivas nos hacían perder mercados en beneficio de unos socios más "vivos" y de terceros que no participan de esas políticas restrictivas y, en consecuencia, no se justificaba el respeto a los acuerdos consensuales alcanzados en el seno de la OPEP y ni siquiera, la pertenencia a esa organización.

Así comenzaron los "planes de expansión" de PDVSA, es decir, la formulación de toda clase de programas de inversión, como la compra de refinerías obsoletas en el exterior y los montos que luego se requirieron para su costosa modernización, los megaproyectos de la Faja del Orinoco, reducidos posteriormente al desaguadero de la Orimulsión y a las asociaciones estratégicas para el mejoramiento de crudos extrapesados, inviables ambos en las condiciones actuales de precios. Ello fue antecedido, acompañado y seguido por la constante lucha contra los niveles de participación fiscal, esgrimiendo como argumento la "asfixia de la gallina de los huevos de oro", "la insuficiencia del flujo de caja", etc., hasta que se logró, entre gallos y media noche y en el interinato del Dr. Ramón J. Velázquez, que un aturdido Congreso Nacional aprobara la eliminación del Valor Fiscal de Exportación. Posteriormente, y ya con este gobierno, los dirigentes petroleros forzaron la suscripción de convenios para el pago de la Regalía, con los cuales, de hecho se anula esa participación patrimonial del Estado venezolano en la liquidación de sus recursos petroleros.

Pero, ¡sorpresas te da la vida! Después de desmontado todo el aparataje de percepción y control fiscal construido por el país en los ochenta años anteriores, incluido en ello el desmantelamiento del Ministerio de Energía y Minas, se abren las puertas de la industria a la participación directa de las grandes empresas petroleras internacionales y así, queda en evidencia que el sacrificio fiscal no fue hecho para que PVDSA pudiera financiar sus inversiones, sino para atraer al capital petrolero transnacional.

En fin de cuentas, ¿qué es lo que ha sucedido? Que el país ha sacrificado su participación en el negocio petrolero, conquistada a través de décadas de lucha, para volver, en peores condiciones, a una situación similar a la prevaleciente antes de 1920. Las corporaciones internacionales vienen y, ante la ausencia de los tradicionales mecanismo de control, extraen el petróleo a su placer, maximizan los costos supuestamente incurridos, minimizan los beneficios que declararán y se llevan la tajada fundamental de una renta a la que hemos renunciado, pero que de todas maneras se produce.

Debemos insistir en esto, porque aquí está la raíz del problema. La renta petrolera se produce de todas maneras, porque es un parámetro determinado por relaciones que se establecen en el mercado petrolero internacional y que no dependen de decisiones nuestras, del país. La diferencia entre los costos de producción y los precios del petróleo está determinada por una compleja madeja de interacciones en donde la Agencia Internacional de Energía, la OCDE, los gobiernos de los principales países consumidores, la OPEP, las corporaciones transnacionales petroleras, los grandes fondos especulativos y otros factores de poder pujan por sus fines hasta que se logra, cada día y en un sentido errático las más de las veces, un inestable equilibrio que permite a los más poderosos apropiarse de las mayores tajadas del resultado final: la renta petrolera.

Si los venezolanos renunciamos a ella, pues mejor para las grandes transnacionales y los países consumidores. Si saboteamos a la OPEP, mucho mejor. Si mendigamos trato hemisférico y acuerdos con los productores, si entregamos con descuento los envíos petroleros que hacemos a nuestras refinerías en el exterior, recibiremos la medalla del "proveedor seguro y confiable", mientras el país se desmorona.

Sin embargo, nada de esto es evidente para la opinión pública. El control de los medios informativos que ejerce el poder petrolero es tal, que el agua tibia que recibe la opinión pública ha convertido a "la verdad petrolera" en sentido común generalizado. Es así pues, como en todos los programas petroleros de todos los candidatos presidenciales se hable de "salir de la Venezuela rentista", para, de esa manera, "ir hacia una Venezuela productiva".

La entidad de esta formulación, en sus fundamentos ideológicos profundos, es de una importancia trascendente, razón por la cual insistiremos sobre este tema en las próximas oportunidades.

martes, 13 de octubre de 1998



52 "El único nacionalismo es la autarquía"

Continuamos en el corazón del debate petrolero, tal como hemos hecho en los 46 "ABC" anteriores. Pero en esta oportunidad debo tomar el atajo que nos presenta el Ing. Luis Giusti, Presidente de PDVSA, quien en la última edición de la revista "Primicia", (Nº 50), arremete contra la posición dogmática de algunos miembros de FUNDAPATRIA y de "un grupo de profesores universitarios que no vale la pena ni nombrarlos", quienes consideran que "el único nacionalismo es la autarquía".

Sostiene además Giusti que le llama la atención "como una buena cuota de los enemigos que Venezuela tiene en el mundo petrolero son venezolanos" y que nunca ha visto a un saudita o a un kuwaití hablando mal de su "cuestión petrolera".

Debo recoger el guante. Me doy por aludido, porque soy uno de esos profesores universitarios que dice barbaridades y a quienes no vale la pena nombrar y "habría que explorar sus verdaderas intenciones".

Afortunadamente, y con todas sus imperfecciones, vivimos en una democracia y podemos decir barbaridades sin que se nos corte la cabeza. La inexistencia de sauditas o kuwaitíes cuestionadores, por cierto, tiene mucho que ver con el hecho de que esos países imperan despóticas monarquías que no admiten la más mínima disensión.

Al calificarnos de "enemigos de Venezuela", el presidente de PDVSA está proponiendo un régimen donde los criticos seamos acallados. Al poner en duda nuestras intenciones y proponer que "se exploren", está proponiendo también una escalofriante modalidad represiva ¿Se imagina el lector los métodos que utilizaría un gobierno como el que le gusta a Giusti para realizar esa exploración en las neuronas y en la psiquis de un enemigo de Venezuela?

Ahora bien, aparte de los deslices autocráticos del Ing. Giusti, debo volver al debate propiamente petrolero. Y justamente debo hacerlo a partir de su interpretación de la posición de quienes nos oponemos a la privatización de PDVSA y a la apertura petrolera en condiciones dañinas para el país, cuando nos imputa la creencia de que "el único nacionalismo es la autarquía".

Lo opuesto a la autarquía es el entreguismo, la pérdida completa de la noción de país, de nación y de patria. Pero al plantear la discusión en esos términos estaríamos entrando en el campo del fundamentalismo. Y ése es el propósito de Giusti: presentar a sus contradictores como dogmáticos fundamentalistas.

No, quienes sostenemos posiciones nacionalistas en materia petrolera no somos fundamentalistas, patrioteros, xenófobos, ni mucho menos estúpidos. Aunque no le tengamos miedo a la palabra patria y aunque no queramos para nuestro país un destino como el de Puerto Rico, acusarnos de pretender la autarquía es, precisamente, un intento de caricaturizar nuestras posiciones.

Otra cosa muy distinta es denunciar e impugnar judicialmente las condiciones ilegales, inconstitucionales e inconvenientes para el país en que se han pactado los convenios de asociación con las corporaciones petroleras internacionales. Otra cosa es verificar y luchar por detener el retroceso del aporte fiscal de la industria petrolera, debido al envilecimiento de los instrumentos tributarios específicos del sector, facilitado por el desmantelamiento del Ministerio de Energía y Minas y acelerado por el sesgo privatista que ha impregnado al proceso de contrataciones de la empresa estatal con el sector privado nacional y extranjero.

Otra cosa es oponerse a los planes expansivos y a la multiplicación de inversiones en condiciones de crecimiento exponencial de los costos, porque se está sobre-explotando yacimientos en proceso de declinación, tal como se hizo en los meses de marzo a mayo de 1997, cuando se alcanzó el récord histórico, implantado en idénticas condiciones de irracionalidad y violación de los óptimos técnicos y económicos, en 1970: 3 millones 700 mil barriles diarios.

Nos hemos opuesto a la apertura en las condiciones en las cuales ella ha sido planteada. Así, por ejemplo, denunciamos e impugnamos ante la Corte Suprema de Justicia el acuerdo del Congreso Nacional que permitió que en los ocho lotes de los convenios de asociación para la "exploración a riesgo" se entregaran concesiones disfrazadas sobre reservas probadas de nuestros últimos yacimientos de crudos livianos y medianos.

Nos oponemos a la sustitución de la política de defensa de los precios a favor de una hipotética e irrealizable conquista de mercados y por tanto, respaldamos la necesidad de fortalecer nuestras posiciones en el seno de la OPEP. La estrepitosa caída de los precios, producto en parte de la actividad saboteadora de la OPEP de nuestros dirigentes petroleros, nos ha dado la razón. El intento de ser más vivos que los demás, violando durante diez años la cuota consensualmente aceptada en el seno de la OPEP, ha resultado un fiasco. La magnitud, mil millonaria en dólares y billonaria en bolívares, de la brecha fiscal y presupuestaria constituye la medida del fracaso de estos "gerentes de nivel internacional".

No somos, repito, xenófobos. Pero toda corporación internacional o país, por más que traten de obtener las mejores condiciones posibles para sí mismos, debe entender que Venezuela no es un territorio colonial, que somos una nación soberana y, en tanto que tal, tenemos derecho a exigir términos de negociación dignos y mutuamente provechosos.

Ahora bien, preguntamos. ¿Somos enemigos de Venezuela por sostener estas posiciones y hacer estas denuncias? Se nos acusa de patrioteros, pero Giusti se arropa con la bandera nacional para que toda crítica a su desastrosa gestión sea una traición a la patria.

Personalmente entendemos la furia de Giusti ante el descalabro al que ha conducido a la industria petrolera y al país, pero nosotros no somos los responsables de su fracaso y tenemos la obligación de denunciarlo ante una adormecida opinión pública. Lo extraordinario en estas circunstancias es el hecho de que estos dirigentes petroleros todavía permanezcan en sus puestos. En cualquier país serio ya se les habría exigido cuentas y se les habría aplicado sanciones administrativas, cuando menos... porque en Arabia Saudita y Kuwait tales yerros se penalizan con la incómoda cirugía de los alfanjes.



Viernes 16 de octubre de 1998





53 Los dirigentes petroleros venezolanos continúan cavando la fosa de los precios

"Los precios futuros del petróleo se estremecieron este lunes en la Bolsa de Nueva York (NYMEX), después de que el Ministro petrolero venezolano dijo que su país, el mayor exportador a los Estados Unidos, planea regresar a su producción diaria máxima a mediados de 1999, una medida que exacerbará la actual sobreoferta de crudos."

"... algo más de 525 mil barriles diarios ingresarán al merado si Venezuela regresa a la producción anterior a los recortes"

Infobeat Finance, -Servicio en línea de Internet-

lunes 19 de octubre de 1998, 6:56 p.m.

En efecto, y según reporta la fuente citada y, más directamente, la publicación electrónica de esa Bolsa, "Quote Watch NYMEX", todas las cotizaciones a futuro del crudo ligero dulce (31 grados API), para cada uno de los meses comprendidos entre noviembre de 1998 y marzo del 2001, retrocedieron entre 80 y 55 centavos de dólar, a raíz de las inteligentes palabras inaugurales del Ministro Arrieta en el II Seminario Internacional sobre regímenes fiscales en economías petroleras, a las 10 de la mañana del pasado lunes 19 de octubre.

La fecha y hora de los acontecimientos tienen, en esta oportunidad, una importancia inusitada, porque reflejan la sensibilidad del mercado financiero-petrolero ante los propósitos y decisiones que puede tomar un país que aportó el año pasado, según BP Statistical Review, el siete por ciento del suministro petrolero mundial.

Cronología del desaguisado:

Siguiendo el índice de los precios del crudo West Texas Intermediate que registra la prensa nacional, se puede observar que el viernes 16 de octubre la cotización de ese crudo en el mercado neoyorkino cerró en 14,12 dólares el barril. El lunes 19 llegó a cotizarse en 13 centavos más, 14,25$/bl, pero el martes, y como consecuencia de la indiscreción del Ministro Arrieta, cayó en 39 centavos, hasta 13,86 $/bl. Esa caída se pronunció el miércoles 21 en cuarenta y ocho centavos más para llevar la cotización del WTI a 13,38 $/bl.

En otras palabras, que en dos días, unas irresponsables declaraciones de un dirigente petrolero venezolano producen una caída de 87 centavos de dólar en el crudo marcador del petróleo norteamericano, afectando gravemente la cotización de los petróleos venezolanos que se venden en ese mercado. Si hacemos un ejercicio hipotético, y suponemos benévolamente que en esos dos días se negociaron solamente volúmenes de crudo equivalentes a la producción venezolana diaria promedio declarada, tendremos que entre martes y miércoles de la semana pasada el país pudo haber dejado de percibir, cuando menos, unos 5 millones cien mil dólares (US$ 5.100.000). Todo ello sin contar el daño recurrente en las cotizaciones de nuestros crudos ¡hasta marzo del año 2001!

Así pues, en su esfuerzo por restaurar imposibles escenarios expansivos, favorables a los intereses privados extranjeros y nacionales que derivan sus beneficios de las operaciones físicas de esa industria, cediendo a las presiones ejercidas, todos los días y por todos los medios, por la "alianza empresarial" recientemente instituida por PDVSA en abierto conflicto de intereses con su condición de empresa estatal, el Ministro Arrieta le ha ocasionado un severo daño patrimonial a la Nación.

¡Por favor! ¿Es que no existe en este país una manera de sancionar el comportamiento desaprensivo de nuestros dirigentes petroleros? ¿Hasta cuando seguirán estos fracasados gestores buscando una revancha y dañando al país y a su población? En oportunidades anteriores hemos mencionado, casi con resignación, que de nada vale pedirle a este gobierno moribundo que sustituya a esos chapuceros por individuos más sensatos; pero, cuando menos, ¿No podría el Dr. Caldera mandarlos a callar para que no sigan desbarrando? La otra cosa sería pensar que lo están haciendo a propósito para complicar aún más el conflictivo panorama económico y social que están dejándole a sus sucesores.

Por lo demás, esta es una muestra palpable de la inconsciencia de la dirigencia nacional sobre la significación de Venezuela en el mercado petrolero internacional. Esa inconsciencia e ignorancia es de la misma naturaleza de la burla que hacen de las posibilidades de influir en los precios que tendría una acción decidida y concertada de la OPEP. Estamos en presencia de una muestra negativa de esas posibilidades. Lo dicho por el Ministro, como menciona la fuente citada, ha sido interpretado por los concurrentes en el mercado petrolero como una inyección de 500.000 barriles diarios adicionales a la sobreoferta que ha mantenido deprimidos los precios durante todo este año. Esa magnitud representa el 0,7% del consumo mundial actual y con ella se incrementaría la oferta excedente en un 50%, tomando en cuenta que algunos analistas estiman ese exceso en 1 millón de barriles diarios, por lo menos.

Como hemos visto, las consecuencias negativas de esa torpeza ministerial sobre nuestros ingresos petroleros y fiscales las seguiremos sufriendo durante largo tiempo, porque además, la violenta caída de las cotizaciones de los futuros del martes 20 de octubre se ha consolidado en los días subsiguientes, sin que se observe una recuperación sustancial. Ello a pesar del pálido intento de remendar el capote que hizo el miércoles 21 la Viceministra de Energía y Minas, al afirmar que aunque Venezuela no ha aceptado ningún acuerdo para extender los recortes más allá de junio de 1999, "no se puede descartar una decisión en ese sentido". (El Nacional, 21/10/98, pág. E-1)

Ahora bien, esta gravosa incidencia tiene otra significación, no menos alarmante: el país está completamente inerme, ciego y sordo, en manos de unos gobernantes sin mañana, quienes regurgitan fracasos no digeridos y desvarían comprometiendo el futuro del país, y con una oposición política inmersa en el vendaval electoral, entre las encuestas y las tensiones político-militares. Esa indefensión del país se puede medir por la increíble gravedad de los hechos y circunstancias aquí descritos, públicamente considerados y evaluados en los círculos económicos universales, materia de cables urgentes de las agencias noticiosas y alertas especiales de los servicios informativos de Internet, pero que son absolutamente desconocidos para la opinión pública venezolana, porque simplemente han sido silenciados, o tratados con muy bajo perfil, por la mayoría de los medios de comunicación nacionales.

¿Cómo mantener la sindéresis y evitar que la ira y la indignación ante la impotencia impregnen nuestras palabras?

viernes, 23 de octubre de 1998









54 Los ocho millones de barriles de Sosa Pietri

"Es infinitamente mejor para el país, el producir, refinar y vender ocho millones de barriles de petróleo a diez dólares, que dos a cuarenta"

Andrés Sosa Pietri, "Ocho millones de barriles", El Universal, 24 de octubre de 1998, pág. 2-2.

En verdad, también es "infinitamente mejor" comer que pasar hambre, pero ello deja de ser cierto cuando se pasa de ciertos límites: si una persona logra comerse en una sola sentada diez kilos de carne, 10 kilos de arroz, 50 cebollas y 50 tomates, por muy bien cocidos y condimentados que estén, además del incómodo atragantamiento, le provocarán una soberana indigestión, con sus concomitantes diarreas y vómitos. Con seguridad, requerirá de cuidados médicos y hospitalización, deberá someterse a una estricta dieta y utilizar costosos complementos alimenticios concentrados para recuperar las fuerzas perdidas. Lo mismo le sucedería a Venezuela si algún gobierno cometiera la locura de lanzarse por el camino del sueño de Sosa Pietri.

Lo expuesto en el citado artículo es un brillante ejemplo de discurso maniqueo: Sus propuestas son de un blanco impoluto y las de sus contradictores de un despreciable negro. De tal manera, al postular la producción de 8 millones de barriles diarios, sólo se refiere a los factores positivos que ello comportaría y soslaya intencionalmente los límites que impone la realidad del mercado petrolero.

Desde luego que producir 8 millones de barriles a diez dólares sería magnífico para las empresas agrupadas en la Cámara Petrolera, la Asociación de Industriales Mineros y Metalúrgicos, ASOQUIM, algunas de la Cámara de la Construcción y Consecomercio, etc., las cuales multiplicarían sus servicios y suministros a la industria... si es que pueden, y logran cambiar las actuales preferencias de las empresas extranjeras que participan en la apertura por los servicios y productos de sus países de origen, tal como ha sido denunciado y reclamado insistentemente por el citado articulista, quien defiende los intereses de ese sector empresarial legítimamente, en su condición de propietario de la Compañía Nacional de Válvulas.

Pero además, hay otro pequeño problema: Venezuela no está sola en el ring y, si llegara a producir 8 millones de barriles diarios, Arabia Saudita pasaría a hacerlo también, pero a 15 o 20 millones. A niveles proporcionales crecerían las producciones de Kuwait, Irán, Irak, Los Emiratos Arabes Unidos, Nigeria, Kazajastán, etc., hasta que el precio del petróleo alcance su "nivel no rentístico" de alrededor de 4 dólares el barril. Hoy, sin ir más lejos, nuestro petróleo se está vendiendo a 7 y 8 dólares el barril.

Ahora bien, si fuera posible alcanzar esa magnitud de la producción petrolera y ese precio propuestos por Sosa, ello aumentaría la capacidad ocupada de esas empresas, las cuales funcionan hoy con altos niveles de ociosidad, pero, por esa misma razón, el empleo en el sector no crecería a un ritmo proporcional, sino a uno inferior.

Alcanzar ese nivel de producción no disminuiría, sino que incrementaría, la conocida vocación a funcionar como enclave extranjero de nuestra industria petrolera. Y ello por razones muy específicas: en el contexto de la apertura petrolera y de su plan de expansión, PDVSA se ha reservado para sí los yacimientos convencionales que se encuentran en franco proceso de declinación, otorgando las áreas nuevas, de donde saldrá la producción incremental, a corporaciones extranjeras. Aún en los contratos operativos de viejos campos maduros, PDVSA ha otorgado el derecho a explorar nuevos horizontes profundos, de los cuales también saldrán cantidades adicionales. De tal manera que en menos de una década –de acuerdo a las propias estimaciones de PDVSA en la fundamentación de sus proyectos de apertura- la mayoría de la producción petrolera venezolana estará en manos de corporaciones extranjeras. Esa proporción será mayor mientras mayores sean los niveles de producción programados.

La tendencia al funcionamiento como enclave extranjero, incrementada como hemos visto por la apertura petrolera, se materializa siempre en una externalización de los posibles "efectos multiplicadores" de la inversión petrolera. Pero además, en tanto que industria "capital-intensiva", altamente concentrada, sus efectos multiplicadores no son de la magnitud que pretenden los sectores económicos vinculados a las actividades físicas de la misma. Tanto es así, que en su afán justificativo, PDVSA ha financiado a investigadores universitarios para que construyan tablas de "insumo-producto" que demuestren, a priori, la existencia de múltiples encadenamientos entre las actividades petroleras y el resto de la economía nacional.

El auténtico efecto multiplicador de la industria petrolera no es el producido por sus actividades físicas sino el resultante de una utilización productiva de la participación fiscal que ella genera. Pero, precisamente, PDVSA ha dado una exitosa batalla contra el Estado, liquidando la capacidad de la Nación venezolana para controlar y fiscalizar el proceso generador de excedentes y renta en la industria petrolera: anulando al Ministerio de Energía y Minas, eliminando los Valores Fiscales de Exportación, reduciendo las tasas aplicables del Impuesto Sobre la Renta en los convenios de la apertura y minimizando la Regalía.

Agréguese a ello la circunstancia de que la política expansiva se ha concretado en un permanente saboteo a la OPEP y a la política de defensa de los precios –tal como abiertamente impulsó desde la Presidencia de PDVSA y sigue proponiendo hoy Sosa Pietri. Esa política ha sido parcialmente responsable de la estrepitosa caída de los precios del crudo, cuyas consecuencias estamos viviendo en este año con una brecha presupuestaria de más de 9.000 millones de dólares. Podrá así comprenderse como, pese a los constantes incrementos de la producción petrolera venezolana en los últimos años, hasta llevarla a niveles superiores a los 3 millones y medio de barriles diarios, la participación fiscal petrolera es hoy mucho menor que la percibida en los años 80 con producciones inferiores a 2 millones de b/d.

Desde luego, eso es lo que menos importa a los partidarios de la expansión: No habrá participación fiscal, pero sí grandes negocios. ¿Qué se incrementan los costos? ¡Los costos somos nosotros! Los costos son nuestras válvulas y tubos, nuestros cabezales de pozos y varillas de succión, nuestros aditivos químicos, servicios de ingeniería, consultoría y procura de suministros importados. Entonces, ¿por qué quejarse de que los pozos sean cada día más profundos, que requieran nuevas y costosas tecnologías, mayores actividades de mantenimiento y que su rendimiento sea cada día menor, si somos nosotros los que haremos negocios con ello?

¿Participación fiscal? Ese es un concepto rentista, ajeno a los petroleros productivos. Concepto que sólo importa a los otros 21 millones de venezolanos: policías, bomberos, maestros, militares, profesores, médicos de los servicios públicos y a toda esa cáfila de marginales que viven como parásitos del Estado. Si le dejamos esa renta a nuestros socios extranjeros y, de paso, participamos nosotros mismos en la fiesta, obligaremos a ese montón de rentistas a "ir hacia una Venezuela productiva".

Por todo ello, y a diferencia de lo que propone Sosa Pietri, sostenemos que el incremento de la producción no convertirá a la industria petrolera en la "locomotora de la economía venezolana", sino que será un empujón más hacia el definitivo desmoronamiento de Venezuela como país soberano.

viernes, 30 de octubre de 1998





55 Petroleros pescando en río revuelto

En 1975, en medio de la euforia nacionalista de la población venezolana, las corporaciones extranjeras se dieron maña para imponernos el camino de una "reversión anticipada" diseñada y cortada a su medida: al frente de las nuevas operadoras petroleras nacionalizadas dejaron a sus hombres de confianza nativos, dotados de su cultura y mentalidad gerencial, comprometidos en una gestión consular a favor de sus antiguas "casas matrices" transnacionales. Los contratos de "asistencia técnica" y comercialización fueron los instrumentos a través de los cuales esas corporaciones mantuvieron una sustancial participación y control sobre el negocio petrolero venezolano. Con el tiempo, en casi dos décadas, aquellos gerentes públicos de origen y mentalidad Shell o Exxon, lograron desmantelar todos los instrumentos de control y fiscalización del Estado sobre su industria petrolera. Llegado el momento propicio, adelantaron la "apertura" largamente planeada, la vuelta triunfal de sus antiguos jefes al campo desbrozado de incomodidades fiscalizadoras y cargas tributarias. (Una exposición detallada de este proceso se puede leer en el Capítulo I de la obra de Luis Vallenilla, "La Nacionalización del Petróleo Venezolano", que acaba de aparecer en las librerías del país)

Esa jugada de 1975 fue una típica pesca en el río revuelto de las pasiones nacionales, largamente esperada por las corporaciones petroleras extranjeras, para la cual estaban preparando sus anzuelos desde finales de los años 60. Como advirtiera con suficiente anticipación Juan Pablo Pérez Alfonzo, nos estaban "esperando en la bajadita". Fue apenas una de tantas muestras de las artes de la planificación a largo plazo de estas corporaciones, a las cuales se refieren importantes historiadores petroleros y economistas (Harvey O’Connor, J.K. Galbraith, entre otros muchos)

Pero esa pesca no se ha detenido. Con diversa intensidad, combinando el silencioso "low profile" y el "lobby", con las campañas a base del palangre y las pautas publicitarias para imponer matrices de opinión, sin olvidar las presiones de grupos empresariales, las diligencias diplomáticas y de todo tipo de países y organizaciones como el Banco Mundial y el FMI, han ido conquistando posiciones y haciendo retroceder todos los logros de la política petrolera nacionalista iniciada, desde los tiempos de Juan Vicente Gómez, por Gumersindo Torres y continuada por una pléyade de venezolanos de ingrata recordación para los chapuceros dirigentes petroleros contemporáneos, artífices de toda clase de "estímulos para el retorno de la inversión extranjera".

Así, han vaciado al Ministerio de Energía y Minas de toda capacidad fiscalizadora, técnica y analítica. Todos los instrumentos tributarios específicos han sido mermados y envilecidos, siendo su mayor presa la eliminación del Valor Fiscal de Exportación. En su afán expansivo de la producción y de los negocios de las empresas vinculadas a esa actividad, principalmente extranjeras, (tal como acaba de denunciar, por enésima vez, Andrés Sosa Pietri en su columna de los sábados en El Universal) han contribuido decisivamente al retroceso de los precios del crudo hasta los niveles reales prevalecientes en los años sesenta. El resultado está a la vista de todo el que lo quiera ver: Hoy hemos alcanzando los máximos niveles de producción petrolera y los mínimos de aporte fiscal.

En el lenguaje de la "verdad petrolera", del sentido común que manejan los medios de comunicación y los dirigentes políticos modernos, lo que ha sucedido es, simplemente, la integración de nuestra industria a los mercados internacionales, se trata del abandono de las anticuadas políticas rentistas y el inicio del camino "hacia la Venezuela productiva". Es el fin de las políticas "estatistas" y la aurora del mundo luminoso de la privatización, donde venezolanos "vivos", cultos y refinados, serán dueños de un sustancial pedazo de esa torta que hoy tienen que compartir con 23 millones de cholúos. Como siempre, olvidan que hay otros más "vivos" y con mucha mayor capacidad financiera, tecnológica y poder de fuego suficientes para quedarse con todo: sus socios transnacionales en la movida.

Pues bien, a pesar de todas las evidencias de su fracaso, los actuales dirigentes petroleros siguen tratando de completar la faena y de poner su pica en Flandes, para comprometer la gestión del próximo gobierno con otra de sus especialidades: los hechos cumplidos. Los pescadores en río revuelto no descansan y vuelven por sus fueros, tal como hicieron en los momentos críticos de 1993, en medio del convulso interinato de Ramón J. Velázquez, con un Congreso aturdido y de salida, cuando lograron imponer, por un lado, y con la excusa del desarrollo del gas natural -Proyecto Cristóbal Colón- el arbitraje internacional en los convenios de asociación con empresas transnacionales y la disminución de la tasa del Impuesto Sobre la Renta, aplicable en dichos convenios, en 33 puntos porcentuales, y por el otro, la aprobación del proceso de eliminación del Valor Fiscal de Exportación que estaba "asfixiando a la gallina de los huevos de oro".

En efecto, y comenzando por la aparente torpeza del Ministro de Energía y Minas al anunciar lo que hará Venezuela con su producción petrolera cuatro meses después de que él haya dejado el Despacho encargado de tomar esas decisiones, hasta la publicación de un reportaje sobre la propuesta de Ramón Espinasa, economista jefe de PDVSA, para eliminar por completo el pago de la Regalía al fisco (El Nacional, 2 de noviembre de 1998, pág. E-1), o las declaraciones, en El Universal del pasado sábado 7 de este mismo mes, de Lombardo Paredes, Vicepresidente de dicha corporación, donde anuncia que PDVSA tendrá un déficit de 1,5 millardos a causa de las exigencias del fisco nacional, forman parte del proceso descrito: poner a los nuevos administradores ante aparentes callejones sin otra salida que no sea el sacrificio fiscal o la liquidación del patrimonio colectivo vía privatizaciones parciales o totales.

Una vez más quiero alertar a la opinión pública y a aquéllos que asumirán la responsabilidad de conducir al país a partir del próximo febrero: Los actuales dirigentes petroleros no tienen ninguna autoridad moral ni política para proponer rumbos en esta materia. Su política de expansión a todo trance de la producción petrolera para favorecer negocios privados, fundamentalmente extranjeros, es la principal responsable del mayor de los descalabros económicos sufridos por Venezuela en este siglo.

domingo, 08 de noviembre de 1998

56 Petróleo: variaciones sobre un mismo tema

El debate petrolero es recurrente: todos los días se repiten argumentos similares sobre los mismos temas. Ello no es extraño, sino que es producto de la magnitud de la riqueza y el poder que están en juego. En la gran potencialidad económica de la industria petrolera se fincan las esperanzas de progreso y desarrollo de todos los venezolanos. Las diferencias surgen cuando llega la hora de establecer las condiciones del reparto de esa riqueza entre los diversos sectores sociales, las prioridades y el ritmo de su aprovechamiento. Para completar el panorama conflictivo, agréguese a lo anterior el carácter internacional de este negocio y la voluntad del capital petrolero transnacional de aumentar su control sobre la industria petrolera venezolana y, desde luego, su participación en el mencionado reparto.

De tal manera, pues, que en Venezuela cualquier disensión entre sectores sociales con intereses económicos divergentes tiene como trasfondo una pugna por imponer una cierta manera de utilización del ingreso petrolero. Tal es el caso de los constantes enfrentamientos –una vez más, recurrentes- entre importadores e industriales, entre agroindustria y cultivadores. Pero en esta materia, a mi manera de ver, el mayor de los antagonismos se presenta entre la gran mayoría de la población y los intereses petroleros nacionales e internacionales.

Ese antagonismo, generado dentro de una relación necesaria y de mutua dependencia, existe desde el inicio de la actividad petrolera en el país. En la época concesionaria era abierto y transparente: se podían tener claras las posiciones de cada cual. Por el contrario, en nuestros días, el antagonismo se difumina, hasta el punto de que el poder petrolero privado ha convertido a la empresa petrolera pública en casa fuerte desde la cual se generan iniciativas abiertamente anti-estatales: el principal proponente de la privatización de PDVSA es su propio presidente.

De tal suerte que, por ejemplo, desde esa empresa estatal se inicia una política de hechos cumplidos para forzar el abandono de la política de defensa de los precios e imponer una costosísima expansión de la producción, contradictoria con las políticas macroeconómicas tendientes a la diversificación de la economía y, en definitiva, lesiva de los intereses generales, al convertirse en uno de los factores desencadenantes de la actual situación de sobreoferta y caída de los precios hasta los niveles reales prevalecientes en los años sesenta. Como consecuencia de ello, el país vive una conmoción económica y social, dada la inmensa brecha de ingresos que se ha abierto entre sus expectativas y exigencias presupuestarias y los resultados que en definitiva se obtendrán este año.

Estas circunstancias constituyen la más clara evidencia del fracaso, para el país, para la mayoría de la población sumida en la pobreza, de la política petrolera contemporánea. Una política que, para favorecer intereses privados minoritarios, ha comprometido ingresos descomunales en inversiones de dudosa y a veces ninguna rentabilidad fiscal -como la "internacionalización" y la Orimulsión- al tiempo que pospone la ejecución de los mejores negocios, aquéllos que generan la renta -obviamente, la producción de crudos livianos y medianos- para luego compartirlos, prácticamente entregarlos, con la excusa de enfrentar dificultades de financiamiento, en asociaciones de "ganancias compartidas" con el capital petrolero internacional. Una política que ha procurado el envilecimiento de todos los mecanismos legales e institucionales que garantizaban a la Nación una participación razonable por la liquidación de cada barril de petróleo: Ya no es noticia decir que el Ministerio de Energía y Minas es un cascarón vacío, incapaz de cumplir con sus funciones de control y fiscalización, y mucho menos, de formular una política petrolera coherente con las líneas básicas de la política económica general. La eliminación del Valor Fiscal de Exportación, la reducción de la tasa del Impuesto Sobre la Renta de 67 a 34 por ciento en las asociaciones estratégicas y convenios operativos, la perversión de la Regalía en los convenios de asociación bajo el esquema de ganancias compartidas, para llevarla desde el 16,66% hasta el 1%, son algunos de los trofeos de esta permanente actividad antinacional.

El más combatido de los instrumentos estatales para defender su participación en el negocio petrolero ha sido el de la pertenencia a un organismo internacional regulador de la oferta petrolera para la defensa de los precios: la OPEP. Desde un principio, la gerencia petrolera planteó la inconveniencia de pertenecer a una Organización que limitaba nuestro derecho soberano a hacer lo que nos diera la gana en materia productiva. Si no supiéramos que esta actitud obedece a intereses distintos a los del Estado y afectos a los de las transnacionales y sus países de origen, que se benefician de gigantescos ahorros en su factura petrolera, podríamos decir que ésta es una actitud parecida a la del enfermo renal o cardíaco que no va al médico porque éste le va a limitar su soberanía individual al prohibirle que se atragante diariamente de alcohol, morcillas y chicharrones.

Esa actitud anti-OPEP se justificó con el argumento de que PDVSA basaba su estrategia de largo plazo en un escenario de precios bajos y en la inmensa base de recursos petroleros de que dispone y que la convierten en la segunda empresa petrolera del mundo. No importa que los precios caigan, pues se puede incrementar la producción casi indefinidamente. Lo que importa es la actividad productiva, generadora de empleo masivo y de movimiento económico en general, y desde luego... de negocios de todo tipo.

Todo ello se ha hecho en nombre del combate al "rentismo", pero ha permitido que la renta, que de todas maneras se produce, sea apropiada por sus asociados privados nacionales y, sobre todo, extranjeros. La justificación ética y económica de este comportamiento se basa en la aplicación dogmática de los preceptos de la economía de mercado: El Estado no puede seguir siendo propietario de medios de producción y debe restringirse a sus funciones "naturales", en la prestación de servicios de seguridad, educación, salud e infraestructuras no rentables.

De tal forma se deja de lado las peculiaridades históricas que hicieron al Estado venezolano propietario del principal patrimonio nacional que, precisamente por estar todavía en manos del Estado, todavía sigue siendo colectivo. Pero, como ya sabemos, después de la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética, los valores de lo colectivo o social están en baja y ya no son criterios válidos para la determinación de la política económica. Estamos en los tiempos de la globalización y la integración dependiente a los mercados internacionales controlados por las transnacionales.

Así pues, los gerentes de PDVSA siguieron pontificando con soberbia hasta el final: "si la OPEP nos critica, nos salimos y sanseacabó", "la OPEP no puede hacer nada para detener la caída", "nuestra estrategia se basa en precios bajos", "aún a trece dólares nos dan las cuentas", "la producción de los países no-OPEP va a disminuir muy pronto", "compensaremos la caída de los precios con más producción", "la caída de los precios es pasajera, es un efecto psicológico culpa de los especuladores", "en el 2007 produciremos 7 millones de barriles diarios". La gravedad de la situación los hizo callar y fueron obligados a tragarse sus bravatas y a ir a la capital de Arabia Saudita, el 23 de marzo y luego a Viena en Junio, a pactar recortes de la producción que contuvieran la hemorragia. Pero lo hicieron con tan mala conciencia y con ninguna voluntad de cumplir el compromiso, que los recortes pactados no han convencido al mercado y los precios se mantienen deprimidos, para el caso del crudo venezolano, en niveles inferiores a los 10 dólares.

Lo de variaciones sobre un mismo tema alude a la cantidad de veces que hemos esgrimido estos argumentos y a las tantas otras que tendremos que seguirlo haciendo, dada la profundidad a la que está implantada la falacia petrolera en la opinión pública nacional.

viernes, 13 de noviembre de 1998





57 Pinocho mayor: "PDVSA nunca ha dado descuentos"



"Nunca se ha vendido crudo por debajo del precio. Siempre es por encima. De hecho, en promedio, a lo largo de los años se ha colocado el crudo a 97 centavos, casi un dólar por encima del precio". Luis Giusti, "El Nacional", 20 de noviembre de 1998, pág., E-2.



El mercado petrolero sigue hundiéndose. La agudización del conflicto de Irak con Estados Unidos no logró estimular ni a los especuladores y, cuando amainaron los vientos de posibles bombardeos, los precios de los crudos marcadores internacionales se zambulleron hasta alcanzar el piso récord establecido hace doce años, en línea con lo cual el precio del crudo promedio venezolano está oscilando entre 7 y 8 dólares el barril. Pero ello es sólo en términos nominales, sin tomar en cuenta la inflación acumulada en ese lapso, ya que en términos reales, esos precios han retrocedido a los niveles prevalecientes hace 40 años.

Todo ello es consecuencia del abarrotamiento de los inventarios en los principales países consumidores y el exceso de oferta que llega al mercado. La principal fuente de ese exceso, aparte de la caída general del consumo como consecuencia de la crisis económica global, es el incumplimiento de los recortes acordados en Riad y Viena. El principal violador de esos acuerdos, que con ello escupe al cielo, es Venezuela. Esto último lo mencionan las agencias noticiosas internacionales, pero no es registrado por los medios de comunicación venezolanos.

Los fracasados dirigentes petroleros venezolanos han hecho un fino arte de la mentira y el ocultamiento de sus barrabasadas. Y para muestra un botón: el pasado viernes, en declaraciones a El Nacional, el Presidente de PDVSA sostiene que esa corporación nunca ha suministrado crudos con descuentos a sus filiales en el exterior. Desmiente así cifras de esa misma empresa que han circulado confidencialmente en medios oficiales y que de alguna manera han ganado estado público. Así lo vengo denunciando desde 1994, cuando presenté una ponencia sobre la "Internacionalización" en el V Congreso Venezolano del Petróleo, utilizando cifras de una presentación hecha por la coordinación de Control y Finanzas de PVSA el 22 de junio de 1994, un análisis de Salomon Brothers, presentado en Wall Street para sustentar una emisión de bonos de PDV America y otros materiales de PDVSA y el Ministerio de Minas. De esos informes se desprende claramente que, cuando menos entre 1992 y 1995, PDVSA otorgó a sus filiales en el exterior descuentos respecto a la "opción venta a terceros", que oscilaron entre uno y cuatro dólares por barril. Eso ha quedado registrado en el capítulo "La Internacionalización" de mi libro "El Poder Petrolero y la Economía Venezolana". Recientemente han llegado a Venezuela los hallazgos de una tesis doctoral presentada en Oxford por Juan Carlos Boue, en la cual, apelando a información obtenida en fuentes internacionales y en la propia PDVSA, se confirma lo que Giusti niega que haya sucedido.

Desde luego, ello no obsta para que, en las actuales condiciones del mercado, con los precios del crudo en el foso, el margen obtenido por las refinerías se amplíe para permitir alcanzar ganancias reales. Observe el lector, entonces, que para que esas refinerías obtengan ganancias reales, los precios del crudo -que constituyen la base del nivel de la participación venezolana en ese negocio, la base de la participación fiscal, que es la que interesa a 22 millones de venezolanos- tienen que estar por el suelo.

Eso es posible temporalmente, porque los precios de la gasolina y demás productos se mueven con menor rapidez que los de los crudos. Tienen menos "elasticidad", como dicen los economistas, y tardan en ajustarse a las alzas y a las bajas de los precios del crudo.

Así pues, Giusti puede presentar actualmente cifras que demuestran que no se están otorgando descuentos. Pero jamás podrá desmentir las cifras presentadas por la propia PDVSA a otros organismos oficiales, según las cuales en 1993 y 1994 se otorgó descuentos a Citgo "Negocio Global", de 1,40 y 2,04 dólares por barril promedio anual, respectivamente. Las "ganancias" declaradas por Citgo en 1993 fueron de 165 millones de dólares, mientras que el descuento total, sobre un suministro de 317 mil barriles diarios, fue de 162 millones. Es decir, que casi toda la "ganancia" fue producto del descuento. En 1994 sucede algo peor: la "ganancia" registrada fue de 185 millones de dólares, mientras que el descuento total alcanzó a 238 millones. Es decir, toda la "gananacia" y gran parte de la pérdida neta fue compensada, para los fines contables, por la vía de los descuentos.

En esos mismos años, 1993 y 1994, el descuento otorgado respecto a la "opción venta a terceros" a Unoven "Negocio Global" fue de 1,55 y 1,97 dólares por barril, respectivamente. En el caso de Nynas "negocio global" hubo un descuento de 1,87 dólares el barril en 1993 y un margen positivo de 16 centavos en 1994. La comparación del netback CIF Rotterdam del suministro a Ruhr Oel con el precio de mercado de un crudo similar en el mercado del noroeste de Europa resulta en márgenes negativos de 2,07 y 1,1 dólares el barril para cada uno de los años considerados.

¿Podrá Giusti decir que estos son inventos de gente que no sabe de lo que habla?

Por lo demás, la entrevista de Giusti es aleccionadora. Por ejemplo, reconoce por vez primera denuncias, hechas con insistencia por nosotros, sobre el carácter pírrico de los negocios de la internacionalización, a través de los cuales se pretenden "asegurar mercados" en un escenario de competencia abierta, que sólo la cúpula de PDVSA está promoviendo, a contrapelo de la voluntad expresada por los demás exportadores netos, quienes claman por una verdadera restricción de la oferta. El supuesto aseguramiento de mercados, a la postre, ha sido hecho a punta de descuentos y no por la propiedad de los activos en el exterior. Como lo confiesa Giusti, ni un solo dólar de los muy pocos obtenidos en esos negocios ha regresado al país. Lejos de ello, cada año se hacen nuevas inversiones, ampliaciones y actualizaciones de unas instalaciones que fueron adquiridas con una gran carga de obsolescencia. Como lo confiesa Giusti, la excusa inicial de que esas refinerías procesarían crudos pesados venezolanos no se ha cumplido. Como lo confiesa Giusti al eludir la respuesta, esas refinerías no son vendibles. Primero, porque nadie, que no sea Venezuela, está comprando refinerías obsoletas, y segundo, porque no obtendríamos nada de la liquidación unos activos que están comprometidos con una pesada carga de pasivos, quedando el patrimonio de la Nación limitado a una cifra apenas superior a los mil millones de dólares, la décima parte de los diez mil millones que pregona Giusti.

El debate abierto sobre el tema en cuestión ha puesto el dedo en una de las llagas más lamentables de nuestra gerencia petrolera. Una de las tareas urgentes a la que deberá abocarse un nuevo gobierno será el estudio de esos negocios, de su pertinencia y de la mejor forma de enderezar los entuertos que en ellos ocurren.

Para concluir, solamente me resta transcribir una muestra de cifras oficiales sobre los resultados de esos negocios internacionales. Aparte de la necesidad de un análisis detallado y desagregado de estas cifras, de una verdadera auditoría de las mismas, tales cífras, obtenidas de diversas fuentes de la propia industria, hablan por sí solas de lo dudoso de un negocio de centavos, como dice Giusti, en el que los centavos de la ganancia se financian con dólares de descuentos en el suministro de crudos.





PETROLEOS DE VENEZUELA S.A. NEGOCIOS EN EL EXTERIOR



















Millones de Dólares




























1990


1991


1992


1993


1994


1995


1996


1997

















Ingresos por ventas


6,570


7,681


8,555


9,201


13,066


14,239


17,419


18,323

















Ganancia en Operaciones *


-1,056


204


179


410


280


182


322


396

















Activos


3,784


3,904


4,246


6,388


6,338


8,067


8,911


n.d.

















Ganancia / Ingresos (%)


-16.07%


2.66%


2.09%


4.46%


2.14%


1.28%


1.85%


2.16%

















Ganancia / Activos (%)


-27.91%


5.23%


4.22%


6.42%


4.42%


2.26%


3.61%


n.d.

















* Sin descontar el "income tax" norteamericano y otros impuestos aplicables en los países respectivos.

Viernes, 20 de noviembre de 1998





58 Las cortas piernas de la mentira petrolera



"Venezuela se vio obligada a incumplir recorte petrolero en 125.000 barriles diarios. Las presiones de los distintos sectores del país provocaron la desaceleración en el cronograma de reducción del acuerdo entre productores y el cartel" (El Nacional, 26 de noviembre de 1998, pág. E-1)

Quienes nos encontramos inmersos en el debate petrolero hemos constatado, más de una vez, aquello de que la mentira tiene las piernas muy cortas. Muchos de los fiascos de los fracasados dirigentes petroleros venezolanos, (los "Megaproyectos" de la Faja del Orinoco, los convenios de exploración de "alto riesgo" sobre áreas con reservas probadas ya cuantificadas, los campos "marginales" que ya producen 60 mil barriles diarios, el Proyecto Cristóbal Colón como portaaviones de retrocesos fiscales y dejaciones de soberanía, la política expansiva de la producción y el abandono de la política de defensa de los precios, la Orimulsión, la "Internacionalización" y otros negocios ruinosos para el país, pero alimentadores de inmensas fortunas privadas) que hemos denunciado sin poder convencer a una audiencia sorda y enceguecida por el "sentido común" que imponen los grandes intereses que medran en este campo, han salido luego a la luz pública, en toda su perversidad, por sí solos.

Lamentablemente, esos rasgos negativos y ocultos emergen mucho tiempo después, cuando el daño ya está hecho, enfundados en las truculentas y eufemistas explicaciones de los dirigentes petroleros y sus expertos en comunicaciones corporativas. Es así como éstos han podido, ante una opinión pública inerte y hundida en la ignorancia, capear el temporal y mantenerse, impunes, al frente de nuestra industria petrolera, promoviendo una política que ya ha ocasionado gravísimos daños al país y a su población.

El pasado lunes afirmábamos en este mismo espacio que PDVSA era una de las principales responsables de la situación de sobreoferta petrolera que ha contribuido a mantener los precios del crudo en el foso. Decíamos entonces, que a pesar de que tal circunstancia se informaba y comentaba abiertamente en los medios noticiosos internacionales, e incluso fue mencionado por el Ministro Petrolero de Arabia Saudita en la reunión preparatoria de Ciudad del Cabo, ello era silenciado por los medios de comunicación venezolanos, en una malentendida "solidaridad nacional".

En los siguientes días de esa semana siguieron llegando las noticias de que los precios del petróleo continuaban hundiéndose, a pesar de la inminencia de una reunión de la OPEP para analizar y buscar salidas a la crítica situación del mercado petrolero.

La Viceministro de Energía y Minas, al tiempo que anunciaba la caída de la cesta petrolera venezolana a 8,84 dólares, (El Nacional, miércoles 25/11/1998, pág. E-1) adelantaba su peregrina explicación: se trata de la tradicional política de los especuladores de forzar bajas en los mercados futuros antes de las reuniones de la OPEP para condicionar sus decisiones. Pero al otro día, jueves 26, aparece la noticia que sirve de encabezado a este artículo. Se trata de una confesión que me releva de hacer cualquier nueva demostración. Basta con repetir la versión oficial: Venezuela "no ha podido cumplir" con el recorte consensualmente aprobado en Viena, por presiones de los sectores privados vinculados a las operaciones petroleras.

Pero aún confesando las culpas, continúan las mentiras y las contradicciones: La nota comentada afirma que el incumplimiento es de 125.000 barriles diarios, mientras que la Agencia Reuters informa que PDVSA está sobreproduciendo 400.000 b/d. Por otro lado, y en los comentarios televisivos a unas declaraciones de Ramón Espinasa, Economista Jefe de PDVSA, el mismo día 25 de noviembre, se informa que PVSA está produciendo 3 millones 160 mil b/d, es decir, 285 mil barriles por encima de lo acordado, (2 millones 875 mil barriles diarios).

Es decir, que es verdadera mi denuncia del lunes pasado: Venezuela no está cumpliendo su compromiso y contribuye a mantener los precios en el foso. Pero ello no es ningún problema para curtidos artífices del ocultamiento, mucho menos cuando están convencidos de la bondad de sus políticas, digan lo que digan los hechos. Era una circunstancia que se mantenía escondida por razones "políticas" y ahora, como es inevitable que se sepa, por las cuentas que se están sacando en Viena, hay que adelantarse a dar las explicaciones "técnicas" y, sobre todo, justificadoras. Tal es el caso de la comparecencia televisiva de Espinasa, en la cual se hacía mención al hecho de que de los 140 taladros existentes en el país, ya se habían parado 60. El cumplimiento cabal del compromiso de recorte de la producción implicaría el cierre de otros tantos taladros, "afectando las posibilidades de conservación del potencial productivo".

No pretendo negar la conflictiva situación que afrontan los sectores empresariales vinculados a la actividad petrolera. En oportunidades anteriores he reconocido la legitimidad de sus intereses, pero no es posible que la solución de los problemas de esos sectores se haga a costa de los intereses mayoritarios. Por ello, considero que esas explicaciones "técnicas" sólo pretenden esconder la gran verdad, ahora revelada: en las decisiones de PDVSA tienen mayor peso y ponderación los intereses, respetables pero absolutamente minoritarios, del "sector privado conexo". Esos intereses se colocan, en consecuencia, muy por encima de los de la mayoría del país. No importa que el precio se hunda, no importa la crisis fiscal y presupuestaria que ello ha ocasionado y ocasionará, afectando principalmente al 90% de la población que sobrevive en las más difíciles condiciones económicas, lo único importante es que no se cierren más taladros.

Ese comportamiento clientelar es defendido, también, por importantes sectores políticos, imbuidos de los fundamentos de la "verdad petrolera" según la cual, por ese camino estamos saliendo de la Venezuela rentista y nos enrumbamos hacia la Venezuela productiva. De tal manera, en momentos en que el crudo venezolano está bordeando los 7 dólares el barril, uno de los más importantes candidatos presidenciales rescata la propuesta de los planificadores de sueños de PDVSA: producir seis millones de barriles diarios.

Esto completa el círculo vicioso y envía nuevas señas al mercado: el suministro petrolero a bajos precios está asegurado, al menos durante la próxima década. Vistas así las cosas ¿Qué especulador va a ser tan tonto como para apostar al alza de los precios?

Ya lo hemos dicho antes: Si se retoman las metas propuestas por PDVSA y se contribuye a la disolución de la OPEP, Venezuela lleva todas las de perder, porque los productores del Medio Oriente pueden resistir precios aún menores que los actuales, por mucho más tiempo.

El problema no es fácil. Está contaminado de propaganda y de intereses de grupos exclusivos, muchos de ellos extranjeros, con acceso privilegiado a los centros donde se toman las decisiones petroleras en Venezuela. Existe el ya señalado interés legítimo de sectores empresariales y laborales: regiones enteras del país, como Zulia, Anzoátegui y Monagas, son muy sensibles a la desaceleración de la actividad petrolera. Creo, sin embargo, que si se hace una consideración objetiva, eludiendo las presiones –reconocidas por los voceros oficiales- de los interesados en una sola de las alternativas, es posible encontrar una solución, que aunque no sea óptima para nadie, se constituya en la menos dañina para el país.

jueves, 26 de noviembre de 1998



59 La insistencia en una política petrolera fracasada profundiza la crisis venezolana

En un momento de cambios trascendentales como los que estamos viviendo, la importancia de la política petrolera se magnifica. De la orientación que se le imprima a esa actividad dependen, en mucho, el éxito o el fracaso de la política económica que se quiera aplicar.

Hasta hoy, el proceso electoral y sus consecuencias han copado la atención de la opinión pública venezolana. Pero desde las penumbras a las cuales los ha relegado su fracasada gestión, los actuales dirigentes petroleros maniobran para comprometer a la próxima administración de los destinos del país con una política petrolera que ha fracasado en toda la línea.

Se trata de la misma política expansiva que contribuyó decisivamente al derrumbe de los precios del crudo y continúa impidiendo la recuperación de los mismos, al determinar el incumplimiento por PDVSA de los compromisos restrictivos acordados en Riad (marzo) y Viena (junio), así como el reciente boicot al consenso en el seno de la OPEP, realizado por la delegación venezolana durante la última Asamblea de la Organización. Ese consenso era indispensable para que esa Organización pudiera ejercer su poder como única coalición de los oferentes de más del 80% de los crudos que efectivamente se comercializan en los mercados internacionales.

En una increíble voluntad de no reconocer ese poder, los dirigentes petroleros venezolanos siguen insistiendo en que la OPEP "sólo" controla el 40% del mercado. Ese porcentaje se obtiene incluyendo las producciones de Rusia, China y los Estados Unidos, las cuales se dedican, casi en su totalidad, al consumo interno de dichos países. Pero aunque fuera "sólo" el 40%, la OPEP sigue siendo la única organización de los oferentes, porque no existe una competencia organizada de los No-OPEP, sino un conjunto de países aislados y con intereses contradictorios, algunos de los cuales, como México, han mostrado su disposición de acompañar a la organización de los exportadores netos en una efectiva política de defensa de los precios.

Los despachos de los medios informativos internacionales especializados en materia energética y petrolera dan cuenta de la descomunal caída de los precios a sus niveles más bajos en doce años en términos nominales y a niveles inferiores a los de 1972 si se hace el ajuste por la inflación ocurrida en ese lapso. (Agencia Internacional de Energía, "Today’s Press Review" 3/12/98) Y todos los analistas atribuyen esa caída a la demostrada incapacidad de los productores de alcanzar un acuerdo que permita recortar los suministros que están atragantando al mercado: "Los analistas afirman que las tumultuosas reuniones de la OPEP en Viena la semana pasada continuaron agravando la caída de los precios" (Infobeat Finance Petroleum Report, 1/12/98) Esos mismos analistas hablan de la necesidad de un recorte adicional de la producción, entre un millón y millón y medio de barriles diarios, para poder estabilizar los precios en un rango de 12 a 13 dólares, para el barril de petróleo liviano tipo West Texas Intermediate.

Volviendo al tema inicial: Nuestros tercos dirigentes petroleros, enfrentados a su irremediable sustitución, en vez de dedicarse a elaborar las cuentas que tendrán que presentar en febrero, tratan de prolongar los efectos de sus fracasadas políticas, comprometiendo la gestión del próximo gobierno.

Un ejemplo claro, denunciado por mí en esta misma columna (Reporte, 26/10/98), es el del Ministro de Energía y Minas, quien se atrevió, el pasado 19 de octubre, a pronosticar que después del 30 de junio de 1999 (fecha para la cual ya tendría cinco meses de haber cesado en sus funciones) Venezuela volvería a bombear petróleo a capacidad máxima. Con ello provocó una reacción inmediata de un mercado atosigado por la sobreoferta: a las seis de la tarde de ese mismo día las cotizaciones del crudo West Texas Intermediate habían caído en picada ¡Ochenta centavos de dólar por barril! Y ese mismo efecto se reprodujo en las cotizaciones a futuro... hasta marzo del año 2001. ¿Podrá el país alguna vez pedirle cuentas a este Ministro por el daño patrimonial que le causó su irresponsabilidad?



En la prensa nacional proliferan los anuncios: PDVSA acelera los preparativos del reglamento de la recién aprobada Ley de Mercado Interno que no satisfizo sus aspiraciones de liberalización y privatización. PDVSA elabora un proyecto de Ley de gas. El Economista Jefe de PDVSA propone la eliminación de la Regalía, porque ésa es hoy la moda en Inglaterra y Noruega. La desesperación y la pesca en río revuelto parecen guiar los pasos de los dirigentes petroleros.

Por otra parte, realizaron la Asamblea de Accionistas de PDVSA por adelantado, el 2 de diciembre, con el previamente anunciado propósito de impedir que el candidato que resulte electo el 6 de diciembre tenga alguna posibilidad de objetar las decisiones, seguramente comprometedoras de su gestión, que se tomaron en dicha Asamblea. Desde luego que el próximo gobierno podrá convocar una nueva Asamblea de Accionistas y tratar de corregir el rumbo, pero ya para entonces habrían transcurrido tres meses de ejecución de un presupuesto que, por los antecedentes que conocemos de los "Planes de Expansión", seguramente fue formulado con los mismos criterios que han conducido al país al foso económico en el que se encuentra.

Y es por ello por lo que debemos insistir en nuestra advertencia: los dirigentes petroleros venezolanos, quienes son los principales responsables de la más profunda crisis económica vivida por el país en las últimas décadas, están preparando ahora su tradicional estrategia de imponer "hechos cumplidos" que se hagan irreversibles, a pesar de que sea evidente su inconveniencia para el país.

El basamento conceptual de las políticas expansivas que se han convertido en la ideología petrolera predominante es la afirmación de que la defensa de los precios es una antigualla "rentista" y que la conducta "productiva" es la de conquistar mercados. Partiendo de constataciones teóricas de distinguidos economistas –Bernard Mommer y Asdrúbal Baptista en primer lugar- sobre el componente petrolero y no petrolero, rentístico y no rentístico, del Producto Interno Bruto venezolano, los pragmáticos e interesados planificadores petroleros han utilizado con perversidad tales hallazgos, demonizando los setenta años de lucha por el incremento de la participación nacional en los beneficios producidos por la liquidación de nuestro principal patrimonio natural. Denominan todas esas décadas como el período "rentista" de la política petrolera y se presentan a sí mismos como los heraldos de la moderna política "productiva".

En nombre de esa conducta "productiva" han propiciado el saboteo a la OPEP, la conversión del Ministerio de Energía y Minas en un ente sin ninguna capacidad de fiscalización y control, la eliminación de los Valores Fiscales de Exportación, la disminución del Impuesto Sobre la Renta de 67,7 a 34 por ciento, la minimización de la regalía hasta un 1% y ahora, como ya hemos visto, su definitiva eliminación.

Los resultados de esta conducta "productiva" están a la vista de todos: Maximización de la producción, de los costos y de la participación empresarial en los beneficios netos. Minimización de la participación fiscal unitaria. Contribución decisiva, por la violación de las niveles de producción comprometidos en la OPEP, al colapso de los precios. Como consecuencia de todo ello, el país se encuentra hundido en la más profunda crisis económica de su historia contemporánea.



jueves, 03 de diciembre de 1998



60 ¿Es la OPEP una antigualla inservible?



Uno de los puntales de la política petrolera del actual gobierno ha sido el saboteo a la OPEP. Las consecuencias las estamos viviendo con la inmensa brecha fiscal que padece la economía nacional. Aunque siempre se mencione la justificación de que ello es, mas bien, consecuencia de la debilidad de los mercados ocasionada por la crisis asiática, no es menos cierto que la sobreoferta, la falta de continencia de los países productores, y en primerísimo lugar, con varios cuerpos de ventaja respecto a los demás ofensores, la continua violación venezolana de las cuotas OPEP ha sido un elemento determinante.

Esa postura venezolana es cónsona con la política explícitamente impulsada por Petróleos de Venezuela y justificada por casi todo el espectro político nacional, de privilegiar la maximización de los volúmenes producidos, en desmedro de la defensa de los precios. Como decía en mi columna anterior, ello ha sido fundamentado teóricamente a partir de estudios de prestigiosos economistas. Pero esos estudios han sido adobados con una carga considerable de preconcebida falacia, en tanto que se utilizan tales hallazgos teóricos para justificar políticas que favorecen a intereses particulares en desmedro de los colectivos.

El fracaso de esa política es más que evidente, pero sus gestores pretenden, como también decíamos la semana pasada, extender sus efectos hacia la nueva administración. Una nueva prueba de ello fue aportada por las declaraciones del Ministro de Cordiplan, Teodoro Petkoff, según las cuales el nuevo gobierno debe considerar si permanece o no en la OPEP. "Quizás, en el largo plazo, dedicarse a volumen y no a precios puede ser beneficioso para el país" (El Universal, 8/12/98, pág. 2-2)

El Ministro Petkoff hace un razonamiento perverso al afirmar que la defensa de los precios es la búsqueda de "niveles astronómicos" de los mismos. Por lo demás, en toda su exposición se hace eco del conjunto de falacias que conforman la "verdad petrolera", tales como eso de que "todo el mundo miente", olvidando las diferencias de magnitud de la mentiras, entre quienes violan las cuotas en decenas de miles de barriles y un país que, como Venezuela, violó las cuotas OPEP en los últimos tres años (95-97) en 400 mil, 700 mil y un millón de barriles diarios, respectivamente.

Todos mienten, pero no tanto como nosotros, que podemos ser justamente catalogados como delincuentes internacionales que jamás cumplimos la palabra empeñada. En una oportunidad anterior referí la descarada circunstancia del 30 de noviembre de 1997, fecha en la cual, mientras el Ministro de Energía y Minas y el Presidente de PDVSA suscribían en Yakarta el compromiso de limitar la producción venezolana a 2 millones 875 mil barriles diarios, el Congreso de la República aprobaba la Ley de Presupuesto Público para 1998, cuyo base de ingresos petroleros se fundaba de la proyección de una producción de 3 millones 700 mil barriles diarios y un precio unitario de 15 dólares. Es decir, una violación del compromiso contraído ese mismo día al otro lado del mundo, de 825 mil barriles, era convertida en Ley.

Es sintomática la acusación contra Arabia Saudita de estar haciendo, con la misma mala intención, lo mismo que nosotros: "está en otra apertura petrolera". ¡Desde luego que así será! Y seguramente, se estarán preparando también, con muchas más posibilidades que nosotros, para duplicar su producción. Entonces ya veremos a "nuestra" refinería de Curazao procesando petróleo árabe ultrabarato. Y es que los partidarios de privilegiar los volúmenes y abandonar la defensa de los precios no pueden obviar la realidad que se esconde tras la supuesta "gigantesca disponibilidad de recursos": Venezuela es un productor de altos niveles –crecientes, por lo demás- de costos, con una producción promedio de menos de 250 barriles diarios por pozo fluyente, que no resistiría una competencia abierta con productores capaces de bombear, como mínimo, 5.000 barriles diarios por pozo. Todas las ventajas estratégicas y geopolíticas de Venezuela se esfumarían ante un petróleo que puede salir del Medio Oriente a 3 ó 4 dólares el barril.

Claro que esto puede ser respondido con una expresión del típico "vivo" venezolano, que supuestamente no pierde con nadie: "¡Aaay papá! ya me salió un pendejo defensor de la causa árabe". De ese tenor son las expresiones del Ministro Petkoff, las cuales constituyen alusiones directas a la persona de este columnista, quien también lo es de FUNDAPATRIA, cuando afirma que "Hoy el ingreso petrolero no puede ser defendido con las ideas anacrónicas que tiene Fundapatria, porque ahí hay alguna gente que no ha visto que el mundo cambió".

Desde luego que no me cuento entre los "modernos" partidarios de una integración incondicional a los mercados globalizados. Desde luego que sigo creyendo que el control del 70 por ciento de los crudos que efectivamente se comercializan nos brinda alguna posibilidad para defender los precios. Desde luego que sigo creyendo que es antinatura una alianza entre productores y consumidores, de la cual sólo hemos obtenido hasta ahora el envilecimiento de los precios. Mis ideas pueden ser anacrónicas, no lo niego, pero las "modernas" ideas del actual gabinete económico y su fracasada gerencia petrolera son las que han conducido al país a la catastrófica situación en que se encuentra.

El Ministro Petkoff parece que sólo ve los cambios que le interesan para justificar sus posiciones. El mundo no sólo cambió con el derrumbe del Muro de Berlín y la Unión Soviética para luego quedar estático. El mundo sigue cambiando, y ya viene de regreso de las amargas medicinas del neoliberalismo extremista, del pensamiento único y el fin de la historia. Francia, Inglaterra y Alemania han dado giros que muestran que ya no estamos en el mundo de Reagan y la Sra. Thatcher. Pero, para no ir más lejos, hace una semana que en Venezuela murió, contrariando las novísimas preferencias de Petkoff, el cuasi-eterno Pacto de Punto Fijo.

Sin embargo, el peligro no lo constituyen las opiniones del actual Ministro de Cordiplan, sino la posible germinación de ideas similares en el nuevo gobierno. La tentación productivista es muy fuerte, sobre todo en momentos en los cuales se confrontan graves carencias financieras. Sus consecuencias están a la vista de todo el que quiera ver... lo malo es que no hay muchos dispuestos a hacerlo. Agréguese a ello el temor a ser llamados "anacrónicos" y ya tenemos los ingredientes para una política petrolera vacilante y llena de condicionamientos en cuanto a la defensa de los precios.

viernes, 11 de diciembre de 1998



61 De profecías auto-cumplidas y otras manipulaciones petroleras



Hace algunos años, en uno de los tantos chistes que se hacían a costa de un bigotudo Presidente de la República, se contaba que estando el susodicho mandatario haciendo la siesta del desayuno en su jardín, vio que a varios metros de él se hallaba una serpiente; incapaz de abandonar su molicie y de intentar cualquier movimiento, sólo atinó a pedir que le trajeran el suero antiofídico.

De ese mismo tenor son las reiteradas declaraciones de los dirigentes petroleros sobre la inevitabilidad de un escenario de precios bajos en los próximos años. Su indolente fatalismo garantizará el cumplimiento de la profecía.

"¿Qué le vamos a hacer? Esas son cosas del destino y el mercado, así lo afirman calificados analistas del Banco Mundial y la Agencia Internacional de Energía. La OPEP "sólo" controla un 40% del suministro mundial". Venezuela "sólo" produce un 5% de ese total. Estamos en presencia de un mercado de compradores. Si recortamos la producción, los países No-OPEP nos quitarán nuestros mercados."

Desde luego que si no somos capaces de medir la magnitud del poder de la oferta que controlamos y no reconocemos las posibilidades de concertarla, los compradores harán con nosotros lo que les conviene: mantenernos en el escenario de bajos precios. Para ello son muy útiles los acuerdos entre productores y consumidores, las aperturas petroleras, los planes de expansión y la indisciplina productiva, fincada en la supuesta "viveza venezolana" de capturar los mercados de otros.

Lo que me parece el colmo de todo es la circunstancia de que precisamente ahora, cuando nos encontramos soportando las gravísimas consecuencias de las políticas irresponsables que contribuyeron a debilitar la capacidad de los oferentes para estabilizar el mercado, todavía se siga sosteniendo como un objetivo estratégico la conquista y defensa de mercados, o el incremento de los volúmenes exportados para compensar la caída de los precios. Definitivamente es una firme voluntad de cerrar los ojos ante una realidad que destruye los fundamentos de una planificación petrolera basada en el interés particular de los socios privados extranjeros y de los ilusos nacionales.

En verdad, hay muchas maneras de presentar las cosas. Por ejemplo, según el Informe de Actividades de PDVSA, para 1997 "La comercialización de crudos y productos desde Venezuela alcanzó 3 millones 52 mil barriles diarios, volumen superior en 300 mil barriles al de 1996. El precio promedio del paquete de exportación fue de 16,31 dólares por barril, 2,09 dólares por barril menor que el promedio real de 1996, lo cual desde el punto de vista de ingresos fue compensado por el mayor volumen comercializado".

Pues bien, aquí la falacia llega a niveles de descaro: si tomamos al pie de la letra esas cifras y hacemos unas simples multiplicaciones y restas, nos encontraremos con que la verdad oculta es que en el año 1997 se produjeron 110 millones de barriles más que en 1996, para obtener 313 millones de dólares menos. (Ver cuadro anexo)

Dirán algunos lectores: ¡Hay que ser bien ocioso! ¿Para que se pone Ud. a sacar esas cuentas? ¿A quién le importa que el ingreso haya sido inferior, apenas en 300 millones de dólares? ¿No ve Ud. que se generaron empleos, que se utilizaron más taladros y que proliferaron los negocios petroleros?

Aceptemos esa argumentación: Si bien los resultados de 1997 fueron negativos para los rentistas, es decir, para los 21 millones de parásitos que de una u otra manera dependen del presupuesto público, hubo unos dos millones de venezolanos productivos que se beneficiaron con la mayor producción: Obreros y empleados petroleros, contratistas, importadores de maquinarias, constructores, industriales químicos y metalúrgicos, etc. Es odioso poner en la balanza los intereses de uno y otro grupo y destacar el hecho de que los beneficiarios constituyen menos de un décimo del total de la población, pero no nos queda otra alternativa.

Con todo, podríamos considerar que ése sería el camino para dejar de ser rentistas y obligar a los burócratas, militares, maestros, profesores, policías, bomberos y médicos de hospitales públicos, a buscar el camino de la productividad. Esas consideraciones las pudimos haber hecho, válidamente, en diciembre de 1997. Pero hoy, un año después, las cosas se deben ver de otra manera, muy lamentable, por cierto.

El déficit de ingresos de 300 millones de dólares, registrado en 1997 con respecto a lo obtenido en 1996, se ha multiplicado, pasando ya de los 8.000 millones de dólares: de un ingreso petrolero bruto estimado en la Ley de Presupuesto de 1998 en 20 mil millones de dólares, la realidad de los bajos precios y la caída de la demanda, aún violando los acuerdos de Riad y Viena, sólo permiten un ingreso petrolero bruto que apenas pasa de los 11 mil millones de dólares.

No podía ser de otra manera: esas son las consecuencias de la sobreoferta y su conjunción con la caída de la demanda, que no pudieron contenerse con las bravatas de los dirigentes petroleros venezolanos en el sentido de que el país compensaría la caída de los precios con el incremento de la producción, tal como lo afirmara Klaus Graff, Vicepresidente de PDVSA, en febrero pasado.

Tampoco puede resolverse el problema con el doble discurso de aceptar como ineludibles los recortes de producción, para luego no cumplirlos. Mucho menos podemos estar diciendo que cumpliremos nuestros compromisos sólo si los demás lo hacen. ¡Por favor, Si todo el mundo sabe que Venezuela es, de lejos, el máximo violador de cuotas y recortes!

Ello es tan cierto, que la simple posibilidad de un cambio de estilo en la conducción petrolera y los anuncios del Presidente Electo en la noche del seis de diciembre, en el sentido de que Venezuela cumpliría con los recortes acordados consensualmente motivaron, al día siguiente, una elevación en la cotización de precios futuros del crudo a partir de enero de 1999 y hasta el año 2001, en más de 70 centavos de dólar. Posteriores declaraciones, atribuidas también al mismo Presidente, en el sentido de que ello estaría condicionado al cumplimiento de los demás países, provocaron, el 9 de diciembre, una caída de 30 centavos de dólar en dichas cotizaciones a futuro. (Ver: Infobeat Finance Report, 7 y 9 de diciembre de 1998)

Lo cierto del caso, y tal como lo demuestran los artículos de protesta de Andrés Sosa Pietri en El Universal, en nombre del empresariado vinculado al sector petróleo, es que hoy en día no existen beneficiarios nacionales de la política de apertura y expansión: Nos encontramos hundidos en una crisis fiscal y presupuestaria que afecta a toda la población, y hemos tenido que asumir obligatoriamente unos recortes que han dejado colgados de la brocha a cientos de empresas que se lanzaron, con todos sus recursos y una gran carga de costoso financiamiento, en pos del paraíso de la apertura y la expansión, y hoy están al borde de la quiebra. Los miles de obreros despedidos completan dramáticamente el panorama.

Una conclusión evidente, a mi entender, es la de que necesitamos unos planificadores petroleros con los pies asentados sobre la tierra y centrados los intereses nacionales; con los ojos muy abiertos ante las engañosas modas que imponen los principales beneficiarios de la globalización, las corporaciones transnacionales y los principales países desarrollados.

Un buen ejemplo de lo que no debe ser, desde el punto de vista nacional, es el resultado de las políticas impulsadas por los actuales dirigentes petroleros venezolanos: En Venezuela, un déficit presupuestario de más de 8.000 dólares. En Estados Unidos, un ahorro en su balanza comercial de 20.000 millones de dólares. No es, pues, injustificada la calificación de Luis Giusti como el ejecutivo petrolero mundial más destacado de los últimos años, otorgada por el conjunto de los ejecutivos petroleros del mundo. Por sus frutos los conocereis.

Comercialización de Crudos y Productos Venezolanos



Barriles de Crudo y Productos


Precio

Promedio ($/bl)


Ingresos

Brutos (Dólares)



Diarios


Anuales

1996


2.752.000


1.004.480.000


18,40


18.482.432.000

1997


3.052.000


1.113.980.000


16,31


18.169.013.800

Dif. 97-96








-313.418.200

Presupuesto 98


3.700.000


1.350.500.000


15,00


20.257.500.000

Realidad 98


3.100.000


1.131.500.000


10,50


11.880.750.000

Déficit 98








8.376.750.000

Fuentes: PDVSA, Informe Anual 1997, Presupuesto Público 1998, Prensa Diaria

viernes, 18 de diciembre de 1998





62 El "Poder petrolero" sigue trabajando para perpetuar su gestión antinacional

"La POLÍTICA PETROLERA CORRECTA para Hugo Chávez y Venezuela no puede ser la política que le ha transferido a los consumidores de EUA mas de 30 mil millones de dólares en un solo año, según WASHINGTON POST, el cual añade que "los productores de OPEP producen petróleo a $15 el barril y los países consumidores lo pechan a $100 el barril" (Juan Pablo Pérez Castillo, enero 1999)

El seis de diciembre de 1998, el pueblo venezolano dio la mejor y más decidida muestra de su voluntad de acabar con el perverso orden de cosas en que ha sido sumido el país por el imperio de un sistema de gobierno fundado en el clientelismo, la corrupción y el entreguismo ante los grandes poderes internacionales: tal es el sentido del apoyo masivo de ese pueblo a los cambios trascendentales que anuncia el proceso constituyente.

Por esta razón, es inadmisible la pretensión de algunos de los eternos beneficiarios del negociado político-empresarial y diplomático, al estilo Pacto de Punto Fijo, de convertir el proceso de transición de un gobierno a otro en una plataforma para el mantenimiento de políticas fracasadas.

En efecto, en las llamadas "comisiones de enlace", en vez de acudir a presentar las cuentas de su fracasada gestión, en vez de disponerse a asumir sus responsabilidades, están tratando de hipnotizar a los comisionados del Presidente electo. Se puede entender que, en nombre de un proceso de "transición sin traumas" se utilicen todas las reglas de la urbanidad y la moderación en el tratamiento de estas cosas, pero ello no puede significar, a la postre, una "Ley de Punto Final", al estilo chileno o argentino, en donde los responsables de tanto desaguisado clientelal y perversidad antinacional continúen dictando cátedra sobre las políticas a seguir por el nuevo gobierno.

En defensa de Venezuela, de PDVSA y de la OPEP

Es patético el caso petrolero: responsables directos en indirectos de la debacle ocurrida en ese sector, que asola a toda la economía venezolana, se presentan ahora con su cara muy lavada, como quien no ha roto un plato, a promover las bondades de su tradicional política expansiva, de privilegiar volúmenes sobre defensa de los precios, de establecer pactos con los consumidores y boicotear y trampear a la OPEP.

Creo necesario alertar a la opinión pública y al nuevo gobierno sobre estos intentos de prolongación de una política petrolera que ha ocasionado evidentes daños al país y por ello quiero señalar casos concretos.

El primero de ellos fue denunciado por el propio Presidente Electo: el adelanto de la Asamblea Anual de PDVSA para presentarle una situación de hechos cumplidos al nuevo gobierno. Esta supuesta y torpe "viveza" ha ocasionado el que todavía hoy se estén haciendo ajustes al desbocado presupuesto de inversiones que allí se aprobó.

Pero por otras vías, comienzan a filtrarse proposiciones "modernas", como las del Economista Jefe de PDVSA en el sentido de que hay que eliminar la Regalía, porque así lo han hecho ya países modernos como Inglaterra. Es decir, que no contentos con el desmantelamiento que en 23 años hicieron de todo el sistema de percepción fiscal petrolero venezolano, incluida la liquidación de la capacidad rectora del Ministerio de Energía y Minas, ahora pretenden que el nuevo gobierno le dé la estocada final a dicho sistema, para beneplácito de los inversores extranjeros.

En un movimiento de pinzas con la anterior proposición, se encuentra la del actual Director de PDVSA, Gustavo Gabaldón: la profundización de los planes de apertura y privatización de PDVSA por la vía de la fusión con empresas privadas o en proceso de privatización y el llamado a una cuarta ronda de licitaciones.

En ese mismo sentido entreguista actúan las reiteradas declaraciones de dirigentes petroleros sobre la inevitabilidad de un escenario de precios bajos en los próximos años. Como dije en mi anterior artículo, su indolente fatalismo garantizará el cumplimiento de la profecía.

Al respecto, vale la pena llamar la atención sobre las voces de alarma lanzadas por el gobierno de Kuwait: "los precios internacionales del petróleo podrían caer hasta cinco dólares el barril ante la falta de medidas inmediatas de los productores" (El Nacional, 29/12/98, pág. E-1). De igual manera se pronunciaron las autoridades iraníes, las cuales expresaron su disposición de asumir ulteriores medidas en defensa de los precios. Por su parte, Irak propone realizar una reunión urgente, antes de la prevista para marzo, para discutir la gravdad de la situación. Los dirigentes de estos tres países apuntan en la dirección correcta.

Mientras tanto, los venezolanos continuamos comiendo la misma bazofia que siempre nos han servido los "imparciales", modernos y occidentales expertos de la Agencia Internacional de Energía, el Departamento de Energía de los Estados Unidos y el Banco Mundial, según los cuales la OPEP ya perdió definitivamente el poder de influir en la determinación de los precios. Y si lo intenta será "disciplinada" por las "fuerzas del mercado", porque la OPEP sólo controla el 40% de ese mercado.

La situación ha llegado a tales niveles, que el nombre de esa Organización ha sido desterrado, como una mala palabra o típica expresión de ignorantes, del lenguaje de nuestros dirigentes políticos de cualquier signo: Temen ser incluidos en el grupo de los atrasados dinosaurios que todavía postulan la política de defensa de los precios. Se ha llegado al colmo de decir que un escenario de precios bajos es conveniente para Venezuela, porque así aprenderemos a ser menos dependiente del petróleo. Es decir, que nos auto-aplicaríamos la máxima educativa decimonónica que sostenía que "la letra con sangre entra".

Ante esta conducta de avestruz no nos queda más que insitir en lo ya dicho: si no somos capaces de medir la magnitud del poder de la oferta que controlamos y no reconocemos las posibilidades de concertarla, los consumidores y sus órganismos de planificación económica y energética harán con nosotros lo que más les conviene, que no es otra cosa sino mantenernos en el escenario de bajos precios, para lo cual son muy útiles los acuerdos entre productores y consumidores, las aperturas petroleras, los planes de expansión y la indisciplina productiva, fincada en la supuesta "viveza venezolana" de capturar los mercados de otros.

El país debe despertar del sueño hipnótico en que lo ha sumido la masiva propaganda del poder peterolero y alzar la vista, sin complejos de supuesto primermundismo, hacia el punto de mira que ha demostrado ser, en el tiempo, el de nuestro verdadero interés nacional: la defensa de la participación nacional en cada barril que se extrae del subsuelo.

En este sentido, es evidente para todo el que quiera ver, que no existe en el mercado petrolero otro instrumento de los oferentes con la capacidad de influenciar los precios que no sea la OPEP. Todos los demás mecanismos del mercado petrolero se han diseñado para enfrentarla, porque los consumidores no quieren quedar inermes, en manos de los poseedores de más del 80 por ciento de las reservas mundiales.

En consecuencia, no será una tarea fácil la de los países exportadores, y las metas propuestas no se cumplirán automáticamente: Frente a la OPEP se encuentran los principales países consumidores, las transnacionales, la Agencia Internacional de Energía, el Banco Mundial y otros organismos multilaterales controlados por las economías más poderosas del planeta.

Peor aún, dentro de la OPEP es difícil alcanzar el consenso, porque nadie quiere ser "el más tonto", porque los recortes implican sacrificios nacionales considerables, porque en cada uno de esos países se encuentran presentes los intereses de las grandes corporaciones internacionales motorizando a los sectores internos opuestos a ese consenso, o simplemente, como el caso de Arabia Saudita y Kuwait, porque se trata de países ocupados por los Estados Unidos.

Sin embargo, pese a todo ello, el poder de la OPEP es bastante significativo y una expresión de voluntad política venezolana tendría efectos inmediatos que podrían acelerar el logro de ese consenso indispensable. No nos llamemos a engaño, ha sido la posición boicoteadora y tramposa, ejecutada durante más de diez años por la dirigencia petrolera venezolana, la que ha determinado, en gran parte, la pérdida del poder de la OPEP.

domingo, 10 de enero de 1999





63 Mil veces más: Autocrítica de un gazapo e insistencia multiplicada

En una edición anterior de esta columna, con el título "De profecías auto-cumplidas y otras manipulaciones petroleras", (Reporte de la Economía 18 de enero de 1999 -Versión corregida en el No. 61 de estas crónicas), al analizar las cifras de producción e ingresos suministradas por PDVSA en su Informe Anual 1997, constataba que, en ese año, "se produjeron 100 millones de barriles más que en 1996, para obtener 313 mil dólares menos". Destacaba el absurdo del expansionismo petrolero de producir hasta hacer reventar los yacimientos, con incrementos de costos y en un escenario, entonces vigente, y con un agravamiento bastante previsible, de caída de los precios, con su inevitable resultado de una caída de los ingresos percibidos en esa actividad. Pero cometí entonces un descomunal error: abusando de la costumbre de trabajar en miles, suprimiendo los últimos tres ceros, transcribí erróneamente lo ya citado, es decir, que el déficit de ingresos era de 313 mil dólares, cuando se trataba, como refleja el cuadro inserto de seguidas, de 313 millones de dólares. ¡Mil veces más!



Comercialización de Crudos y Productos Venezolanos



Barriles de Crudo y Productos


Precio

Promedio ($/bl)


Ingresos

Brutos (Dólares)



Diarios


Anuales

1996


2.752.000


1.004.480.000


18,40


18.482.432.000

1997


3.052.000


1.113.980.000


16,31


18.169.013.800

Dif. 97-96








-313.418.200

Presupuesto 98


3.700.000


1.350.500.000


15,00


20.257.500.000

Realidad 98


3.100.000


1.131.500.000


10,50


11.880.750.000

Déficit 98








8.376.750.000

Fuentes: PDVSA, Informe Anual 1997, Presupuesto Público 1998, Prensa Diaria

(Cuadro omitido en la columna peiodística original repreoducida en la Crónica No. 61)

Valga pues la oportunidad para seguir insistiendo en lo que para mí es la más importante de las discusiones planteadas en materia de política petrolera: la primacía del mantenimiento de los mercados "conquistados" al altísimo precio de minimizar la percepción de ingresos por cada barril producido, frente a la "antigua y pasada de moda" política de defensa de los precios.

Si ya era un absurdo producir más de 300 mil barriles diarios adicionales para obtener 313.000 dólares menos, la realidad fue mil veces más absurda, cuando lo que en verdad se obtuvo fue una merma de 313 millones en los ingresos. Y todavía lo fue más aun el resultado del año siguiente, 1998, que significó, tal como se refleja en el cuadro inserto anteriormente (con un optimista precio promedio estimado para ese lapso de 10,5 dólares el barril), un déficit de ingresos de 8.376 millones de dólares respecto a lo presupuestado y de más de 6 mil millones respecto a lo percibido en el año anterior.

Venezuela vive hundida en este inmenso fiasco de los actuales dirigentes petroleros, y seguirá hundiéndose, según las más optimistas expectativas de precios del paquete venezolano de crudo y productos para este año de 1999, las cuales constituyen las bases de la estimación oficial del presupuesto de ingresos para este período, en las que se asume una caída adicional de 1,5 dólares por barril respecto al precio promedio obtenido el año pasado.

De tal manera, las consecuencias negativas de las políticas expansivas se prolongarán por varios años, pero los artífices oficiales y privados del negocio petrolero, quienes detentan el control de la mayoría de los medios de comunicación, han impuesto en el país un increíble "sentido común", donde todo el espectro político cierra los ojos ante el inmenso déficit fiscal y presupuestario y orienta sus preocupaciones en materia petrolera hacia la vigilancia del lugar que ocupa Venezuela como abastecedor del mercado norteamericano y a lamentarse si, desfortunadamente, Arabia Saudita nos ha desplazado en algún momento de ese "privilegiado" lugar.

Ello puede constatarse con cualquier revisión de los discursos oficiales y de los comentarios periodísticos de los más reputados cronistas. Y para muestra bastan dos botones de perversidad –o inocencia- argumental:

"Venezuela, junto a Arabia Saudita, Canadá, México y Nigeria se encuentran entre los primeros 20 suplidores mundiales de hidrocarburos a EE UU. Durante la mayor parte de 1998, Venezuela fue desplazada como primer vendedor por Arabia Saudita. El Departamento de Energía estadounidense informó esta semana que el país retomó su liderazgo en octubre y noviembre de 1998, desplazando a los sauditas." (PUNTEO PETROLERO, El Nacional, 24/01/99, pág. A-6)

"La actividad exploratoria, paralizada totalmente, y el recorte de la producción, son los responsables de una onda recesiva que se propagará en otras regiones del país. Petróleos de Venezuela mantiene en operación 59 taladros, un número que palidece frente a los 140 que tenía a comienzos de 1997. Ni siquiera los taladros de los convenios operativos (39) y los de las asociaciones estratégicas (9) compensan las operaciones de años anteriores". (El Colapso Petrolero, El Nacional, 24/1/99, pág. H-2)

Para quienes venimos siguiendo los desatrosos resultados de la política expansiva de Petróleos de Venezuela resulta increíble este tipo de argumentación: Lamentarse porque hoy no estemos masacrando a los yacimientos como en 1997 y no estemos contribuyendo de manera decisiva a la caída de los precios, en momentos en que el mercado está en su depresión máxima, es como lamentarse por no poder echarle más gasolina al incendio que está consumiendo nuestra casa. ¿Pero es que importa algo que la casa se queme? Lo que importa es el negocio de venta de gasolina de mis socios.

La incapacidad para asumir una actitud soberana en esta materia es tan grande, que el incumplimiento de nuestros compromisos para la defensa de los precios, (materia en la que, como ya he referido en otras oportunidades, el país puede válidamente ser catalogado como delincuente internacional) se escuda en la voluntad de los compradores. Así lo confiesa Klaus Garff, Vicepresidente de PDVSA, al afirmar que "Nuestra salida es la conversación con los clientes porque cada uno de ellos tiene su actuación en su economía y en su mercado. Son ellos los que van eventualmente a decirnos como están sus requerimientos; por supuesto, se está manejando con la mayor flexibilidad con cada uno de ellos, tratando de ajustarnos a su intinerario y a sus previsiones sobre la demanda virtual". (El Universal, 16/1/99, pág. 2-4, "PDVSA producirá 3,2 millones de b/d)

En verdad, no sabemos si es dable decir que sobran las palabras, porque la tozudez y reiteración de los argumentos "competitivos" en plena caída de la demanda y de los precios, cuando el país se enfrenta a un creciente déficit en sus ingresos petroleros y se hace evidente que los consumidores se han organizado para disfrutar por largo tiempo de un suministro barato, es descomunal. Más bien, llegamos a preguntarnos con escepeticismo ¿hasta cuándo el valor supremo en los medios de comunicación y en la mente de los dirigentes venezolanos será el de la conquista de mercados y posiciones en el ranking mundial de los productores, aunque el país siga encaminado hacia la ruina?

Mientras tanto, llegan las noticias de los inconmensurables beneficios que los bajos precios han producido en los países consumidores: el más bajo precio en los combustibles de transporte en los últimos 17 años, un ahorro de 30 mil millones de dólares en la factura petrolera de los consumidores norteamericanos y un alivio de 20 mil millones de dólares en la balanza comercial de ese país. Mientras las pérdidas conjuntas de los países de la OPEP en 1998 se estiman en 65 mil millones de dólares, el Departamento de Energía de los Estados Unidos informó que "El ingreso neto de dos docenas de las mayores compañías energéticas de los Estados Unidos fue de 32 mil cien millones de dólares en 1997, segundo récord consecutivo, a despecho de una caída de dos dólares en el precio mundial del petróleo" (EIA Press Releases, 22/01/99) Nada impide que ese récord haya sido batido en 1998, en tanto que éstas compañías son las que deciden soberanamente sus previsiones y su itinerario, según se desprende de las inocentes palabras de Klaus Graff.



domingo, 24 de enero de 1999

64 Fin de una era de retrocesos: Renacer de la esperanza

El 2 de febrero comenzó una nueva y auspiciosa etapa histórica para Venezuela. Reiterar lo que ya todos saben no es un recurso retórico para el halago al poder; por el contrario, en materia de política petrolera se trata de destacar que tenemos por delante nuevas tareas, nuevos retos y nuevas posibilidades de acción. Ello es evidente en el encendido nacionalismo que impregna el discurso presidencial y en la inmediata puesta en marcha del proceso constituyente.

Pero más allá de las declaraciones principistas, del propósito transformador general, las referencias concretas a la cuestión petrolera que han hecho, tanto el Presidente de la República, como su Ministro de Energía y Minas y el nuevo Presidente de PDVSA, en los siete días transcurridos desde la toma de posesión presidencial hasta el momento en que escribimos este artículo, constituyen un claro deslinde de la rutina entreguista a que nos tenían acostumbrados los anteriores dirigentes petroleros.

Debemos, pues, actuar en consecuencia, preparándonos para aportar nuestra decidida contribución al proceso reivindicador de la orientación nacionalista que siempre tuvo la política petrolera venezolana y que fuera abandonada y estigmatizada durante las pasadas dos décadas.

Que el petróleo y su industria deben ser desarrollados en función de los intereses mayoritarios de la población venezolana debería ser algo obvio, pero la perversidad antinacional de los postulados que orientaron la política petrolera hasta ayer no más, y las pretensiones del poder petrolero "constituido" de extender esa orientación hacia la nueva gestión, justifican la mención que de ese axioma hiciera el Presidente Hugo Chávez Frías, pero también obligan a replantear la discusión petrolera desde sus cimientos.

Será necesario, en primer lugar, definir el papel que jugará el petróleo en el futuro del país: ¿Debemos intensificar el carácter petrolero de la economía nacional? ¿Es realmente posible esa intensificación? Y de ser posible, ¿es ello conveniente para el país, para el desarrollo pleno de sus habitantes?

La respuesta a estas interrogantes ha sido hasta ahora impuesta, en la práctica, por la vía de los hechos cumplidos, sin mayores consideraciones: El destino óptimo de los ingresos generados por la industria petrolera es la reinversión petrolera.

En efecto, pese a todos los discursos, a todas las formulaciones teóricas sobre un desarrollo integral, autónomo y autosostenido, y a todos los programas de diversificación de la economía nacional, de estímulo al desarrollo de las exportaciones no tradicionales y a una industrialización no petrolera, en la práctica, por la vía de la ejecución de los planes de expansión de la producción petrolera, se ha impuesto un rumbo contradictorio, antagónico incluso a las realidades del mercado, cuya orientación se ha aceptado, hasta ahora, como una fatalidad.

Para facilitar esos planes expansivos y atraer, a como diera lugar, a los inversionistas extranjeros, se ejecutó el proceso de desmontaje de todo el aparato estatal de maximización del ingreso petrolero unitario fundado en el incremento y defensa de los precios y de la participación fiscal. Repito aquí lo que tantas veces he referido en columnas anteriores:

Se convirtió al Ministerio de Energía y Minas en un cascarón vacío de casi toda su anterior capacidad técnica y analítica, emasculado de sus funciones fiscalizadoras. Se liquidó gran parte de los instrumentos de recaudación fiscal petrolera, con la eliminación de los Valores Fiscales de Exportación, la Rebaja de la tasa aplicable al Impuesto Sobre la Renta, de 67 a 34% en las asociaciones estratégicas, contratos operativos y convenios de asociación bajo el esquema de ganancias compartidas, y el envilecimiento –en esos mismos instrumentos contractuales- de la Regalía, hasta reducirla, en algunos casos, desde el 16,66% de los ingresos brutos establecido en la Ley de Hidrocarburos, hasta el 1% previsto en dichos contratos. Finalmente, como necesario broche de oro para el abandono de la defensa de los precios, se boicoteó a la OPEP, violando reiteradamente los compromisos consensualmente suscritos en el seno de esa Organización, elevando la sobreproducción hasta el insólito nivel de un millón de barriles diarios en 1997, mientras se enviaban al mercado decisivas señales de futura plétora de suministros, con los planes de duplicación y triplicación de la capacidad de producción en el mediano plazo.



Sin caer en la tentación de dar respuestas simples a problemas complejos, debo decir que éste es un tema que tendrá que ser estudiado en todas sus múltiples implicaciones y condicionamientos, a la luz de las prioridades económicas y políticas que se definan en los próximos días.

Habrá entonces que dilucidar la situación real del mercado petrolero y energético mundial, las fuerzas y debilidades de los diversos concurrentes a ese mercado, tanto demandantes como oferentes, cuyas acciones antagónicas, divergentes o coludidas determinan el equilibrio mundial de donde surge la variable fundamental: el precio.

Habrá que estudiar el contraste de ese precio del crudo con la diversidad de circunstancias en las cuales se producen los hidrocarburos a través del mundo y, por ende, con la gama de los costos de producción, a partir de la cual se genera la renta que constituye la razón de existencia de muchos poderes económicos y políticos globales: la renta petrolera.

Al mencionar ligeramente ese concepto, desideratum económico supremo de la industria petrolera, estaremos topando con el poder. Y de poder y geopolítica habrá que discutir para establecer las reales posibilidades nacionales de participar en ese reparto global, el cual se dirime a cuchillo entre productores, consumidores y corporaciones transnacionales, a través de multitud de canales y herramientas que van desde los arreglos diplomáticos y la concertación de los diversos polos concurrentes para defender sus particulares intereses, hasta la utilización de elementos de convicción supremos, como los portaaviones y los misiles de alta tecnología. En este contexto, se hará evidente que no se es "rentista" porque se quiere, si no porque se tiene la suficiente fuerza para serlo.

Sólo ubicados en la perspectiva de ese complejo panorama, podrán los dirigentes del país tomar las decisiones correctas, aquellas que satisfagan las aspiraciones generales, inmediatas y a largo plazo de la población venezolana.

Así pues, reitero, algo está cambiando radicalmente a partir del 2 de febrero: Se ha manifestado la voluntad política de que los intereses del pueblo serán el criterio supremo para la toma de decisiones. Para que esa voluntad sea efectiva y satisfaga realmente a esos intereses, deberá ser sustentada por una percepción certera de la realidad y de todos sus determinantes. Del debate serio de las circunstancias presentes y las que se avizoran en el mercado petrolero, del análisis severo de las múltiples propuestas que se nos presentan con muchos bombos y platillos, puede salir esa certidumbre.

Domingo, 7 de febrero de 1999



65 Pasando la página: Nuevos retos, viejos y nuevos riesgos

Los más recientes nombramientos en PDVSA confirman que, tal como referí en mi anterior "ABC", (FUNDAPATRIA, N° 54, 1 al 15/2/99, pág. 3) existe una voluntad de cambio radical de las políticas aplicadas hasta ahora en materia petrolera. Ya ése es un gran paso. El ejercicio de esa voluntad comportará una evaluación de todo lo actuado en este campo a la luz de una percepción de los intereses de la Nación radicalmente distinta a la impuesta por Giusti, Arrieta, Quirós y su combo desnacionalizador. Basado en los múltiples indicios que diversos analistas hemos aportado en los últimos años, estoy seguro de que esa evaluación deparará unas cuantas sorpresas desagradables, las cuales permitirán medir la magnitud del fracaso y la perversidad antinacional de los anteriores dirigentes del país, y en especial de los petroleros.

Sin embargo, no pocos peligros acechan a los nuevos dirigentes. Los primeros de ellos derivan de la acción de los grupos de poder e influencias que pululan en el negocio petrolero, los cuales han impuesto hasta ahora el rumbo seguido. Así por ejemplo, en estos días continúa la intensa campaña de los sectores empresariales para demostrar que sus particulares intereses son idénticos a los de toda la Nación:

En el Estado Zulia, acompañados por el Gobernador de esa entidad, los empresarios vinculados al "sector petrolero conexo" manifiestan su oposición a los recortes de la producción, por la situación crítica en que se encuentran como consecuencia de la contracción de esas actividades. El pasado lunes 15, el diario "Economía Hoy" reseña un informe de VenEconomía sobre las posibilidades de incremento de la producción "para ubicarse en el año 2003 en 4 millones de barriles diarios".

Estas últimas dos muestras se vienen a agregar a las múltiples intervenciones de expertos y analistas que han conformado una matriz de opinión según la cual la política de defensa de los precios es inútil, desfasada, anticuada y, sobre todo, inconveniente para el país, además de ser una imposición de nuestros "incómodos socios árabes". Para colmar la indignación de la opinión pública por esa supuesta irracionalidad de los recortes "que se nos imponen" se hacen apelaciones a la "viveza" tradicional del venezolano, humillada por la también supuesta constatación de que cada vez que recortamos la producción llega un "vivo árabe" que se coge nuestra parte. Es así como se alzan voces de alarma ante el hecho de que en algunos momentos del año pasado Venezuela perdió con Arabia Saudita el "privilegiado" puesto de primer abastecedor petrolero del mercado norteamericano.

Y todo este tinglado se monta precisamente en momentos en los cuales el mercado petrolero se sigue desmoronando y las expectativas son de que siga manteniendo su debilidad por varios años, ante el estancamiento de la demanda, la magnitud de los inventarios acumulados por los principales consumidores y la incontinencia de los productores que siguen generando una descomunal sobreoferta de más de dos millones de barriles diarios. Las presiones para mantener altos niveles de producción, provenientes de sectores que sólo miran sus particulares intereses en el cortísimo plazo, afectan a los principales países exportadores netos y es lo que permite que los servicios noticiosos de orientación financiera aseguren que la OPEP será incapaz de concretar ideas para estabilizar los precios en su próxima reunión de marzo y que los precios de la energía se mantendrán deprimidos. (Infobeat Finance – Petroleum Report, 16/2/99) Por cierto que siempre nos vemos en la imperiosa necesidad de citar fuentes extranjeras, pues los argumentos, datos y cifras que hemos venido aportando en este sentido desde hace más de tres años no han convencido a una opinión pública con ínfulas primermundistas, pero enferma del más subdesarrollado síndrome dependiente. Es ello lo que explica, por ejemplo, que sea necesario que venga un profesor de economía de la Universidad de París-IX-Dauphine, Philipp Chalmin, a convncernos de los obvio, al decir que "la crisis del petróleo se desencadenó cuando la OPEP decidió –hace poco más de un año- aumentar sus cuotas de producción, aunque la situación de la economía mundial no lo justificaba" (El Nacional, 30-1-99, pág. E-8)

Algunos dirigentes petroleros venezolanos del antiguo régimen, con una interpretación innovadora de las leyes del mercado expresaron entonces -y de hecho cumplieron por la vía de la burla a los acuerdos sobre recortes de la producción- que ellos compensarían la caída de los precios con más producción. Y en verdad, como he señalado en otras oportunidades, desde su muy particular punto de vista, la lógica de los petroleros es inexpugnable: "¿Por qué no producir? Si a nosotros los petroleros lo que nos interesa es que haya más actividad petrolera: más construcciones, más tubos con roscados especiales, más válvulas, más varillas de succión, más equipos electrónicos, más asistencia técnica, más contratos, más taladros, más aditivos y resinas, etc., todo lo cual resulta también en una gerencia con mayor poder en el contexto económico, social y político, nacional e internacional. (Esto último quedó de manifiesto con el premio obtenido por Luis Giusti como el ejecutivo petrolero más destacado del mundo en 1998 y el costoso Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Nueva York para el Dr. Caldera). ¿Qué se caen los precios y la participación fiscal? ¡Muy bien! Así dejaremos de ser rentistas: será una buena lección para esos millones de parásitos que se apiñan en ministerios, escuelas, liceos, universidades, cuarteles, hospitales públicos, tribunales y todas el resto de las instituciones del Estado, esperando sólo que el ingreso fiscal alcance para pagar sus remuneraciones durante las 24 quincenas del año. En otras palabras, la ley será impuesta por el millón y medio de venezolanos productivos vinculados a las actividades petroleras y acatada por los 22 millones de rentistas que se verán obligados a dejar de serlo.

Debo confesar que he usado esta argumentación infinidad de veces, tanto como para parecer disco rayado, pero por lo visto tendré que seguir haciéndolo, en la medida en que la opinión pública nacional siga mediatizada por las maniobras "comunicacionales" del poder petrolero.

Como venía diciendo, este es sólo uno de los peligros que acechan a los nuevos dirigentes del país. El otro es el de las soluciones mágicas, vinculadas con la industrialización de los hidrocarburos, la profundización de la refinación y el desarrollo petroquímico, dentro de un lógico proceso de incremento de la creación de valor en el país. A este respecto, es necesario recordar que ya nos acercamos a los 50 años de sueños petroquímicos: desde los tiempos del IVP hasta Pequiven se han impulsado multitud de proyectos para la expansión de esa industria y la conquista de unos hipotéticos e inexistentes mercados, basados en nuestra inmensa disponiblidad de materia prima y olvidando que el componente fundamental de esta industria es tecnológico y fuertemente monopolizado.

En otras palabras, que si bien no debemos negarnos la posibilidad de recorrer el camino de la industrialización petrolera, sustentada en refinerías de conversión profunda y ciertos desarrollos petroquímicos, no podemos magnificar esa posibilidad. Tenemos que estar conscientes de las limitaciones que impone el monopolio tecnológico de Dupont, Union Carbide, Dow Chemical y otras pocas corporaciones transnacionales y la escasa disponibilidad de mercados, también monopolizados por los dueños de esas tecnologías. En este campo nuestra audacia tendrá que tener una visión de mucho más largo plazo, para comenzar por lo básico: la formación del personal científico y técnico requerido para la instauración de una industrialización petrolera basada en nuestras propias capacidades y no en el ensamblaje o maquila de tecnologías foráneas.

Lo fundamental de todo esto es comprender que no existe ninguna otra actividad económica en Venezuela que pueda sustituir por sí sola a la industria petrolera en su capacidad generadora de excedentes. Que independizarnos del monoproducto petrolero y de su renta descomunal requerirá una acción concertada en todos los campos, sobre todo la superación de la cultura de las grandes plantaciones, los monocultivos y las megaindustrias. Las alternativas al petróleo tendrán que ser, necesariamente, múltiples y forjadas a pulso, bien afianzadas sobre las bases de aquellos renglones en los cuales disfrutemos de ventajas comparativas que puedan, efectivamente convertirse en ventajas competitivas, pero con una creciente diversificación e integración del resto de las actividades productivas domésticas.

miércoles, 17 de febrero de 1999









66 ¡Cinco dólares el barril de crudo! ¿Hasta dónde llegará la inconsciencia productivista?

La práctica de referirse a "la cesta venezolana de crudo y productos" se implantó con la vaga excusa de que una parte significativa de las exportaciones venezolanas se hace en forma de derivados obtenidos en las refinerías del país, diversidad con la cual éste se diferencia de los demás exportadores. Si bien ello pudo tener algún tinte de veracidad en algún momento en el pasado, actualmente, exportar crudo y productos no es una característica exclusiva de Venezuela.

El verdadero propósito de esa práctica es el de servir de taparrabos de la impúdica realidad: los pírricos niveles de precios del crudo venezolano, a los cuales se ha llegado por efecto de la desbocada política expansiva impuesta por el "poder petrolero". Ese poder petrolero, al cual me he referido insistentemente en los últimos años, es el resultado del amancebamiento de un conjunto de intereses particulares: los de las grandes compañías extranjeras interesadas en obtener un suministro barato, los del sector privado nacional que finca sus beneficios en la expansión ininterrumpida de las actividades productivas y los de la cúpula gerencial pública, interesada en reforzar su poder político, social y económico dentro de la sociedad venezolana. El auténtico interés público, el interés colectivo de los venezolanos, ha sido dejado de lado expresamente por el poder petrolero, al contribuir al envilecimiento de la base de sustentación de la participación fiscal nacional: el precio del crudo.

Así pues, cuando se habla de que "la cesta venezolana de crudo y productos llegó a cotizarse esta semana por debajo de los 8 dólares el barril", lo que se quiere ocultar es que el precio promedio de los crudos exportados por el país está en el orden de los cinco dólares el barril.

¡Claro! Semejante nivel de precios es algo que clama al cielo, sobre todo cuando ponderamos el significado de la brecha que existe entre esos cinco dólares y el precio promedio alcanzado en años anteriores.

El paquete chileno de la "cesta de crudo y productos" con el cual se nos ha estado embaucando en los últimos años, se combina con todas las prácticas de ocultamiento de la verdad que han permitido convertir al "Informe Anual de Actividades" de PDVSA y al "Petróleo y Otros Datos Estadísticos, PODE" del Ministerio de Energía y Minas en verdaderos monumentos a la falacia y a la voluntad de engañar a la opinión pública.

El finísimo arte de "agregar" y "desagregar" rubros de los balances para esconder cifras comprometedoras o para presentar el perfil más sonrosado, de mezclar peras con manzanas, ha llevado a los petroleros a tratar de demostrar, por ejemplo, que Venezuela es uno de los países con menores costos de producción, razón por la cual puede "competir agresivamente" con los productores de mayores costos y equipararse con los del Medio Oriente, para así formar parte, como diría Quirós Corradi, de "las grandes ligas petroleras".

Ante el empeño hipnotizador de los expertos embellecedores de las estadísticas petroleras, de nada vale argüir que la producción Venezolana sale por más de 14.000 pozos, para un promedio de producción por pozo de poco más de 230 barriles diarios, mientras que en el Medio Oriente ese promedio es de más de 4.000 barriles diarios.

Mucho menos pueden aceptar el hecho evidente de que en esos cómputos, que permiten sostener que el costo promedio de la producción venezolana está por debajo de los 2 dólares el barril, se omiten costos de ventas y administración incurridos en las labores "no petroleras" de la corporación, así como también, los rubros perdidosos de la Orimulsión, la internacionalización, Pequiven, Carbozulia, Proyecto Cristóbal Colón, etc., los cuales deben, necesariamente, saldarse con la única fuente real de ingresos, constituida por el barril de crudo producido.

Así pues, solamente cuando uno tiene en cuenta este dantesco panorama de ruinosos emprendimientos de la empresa petrolera "mejor gerenciada del mundo", esa hemorragia de costos y gastos, es que puede evaluar la gravedad de la circunstancia de que el precio promedio del crudo venezolano de exportación haya alcanzado las profundidades de los cinco dólares nominales de 1999, equivalentes, en términos constantes, a los precios viles prevalecientes en los años sesenta, de poco más de un dólar el barril.

En verdad, la incorporación generalizada de nuevas tecnologías ha permitido una sensible reducción de los costos de producción y un incremento de las reservas probadas por la vía del incremento de los denominados "factores de recobro", es decir, del porcentaje del crudo existente en el sitio que efectivamente puede ser extraído con un cierto margen de rentabilidad. Con esos desarrollos tecnológicos se ha extendido también la geografía de los yacimientos explotables. Hoy en día se están incorporando, por ejemplo, localizaciones ubicadas en aguas de una profundidad mucho mayor que las de las hasta ahora explotadas.

En Venezuela, la utilización de esas tecnologías ha permitido una cierta racionalización de los costos directos de la producción petrolera. Pero no existe ninguna tecnología para cubrir la proliferación de negocios particulares, lucrativos para el poder petrolero, pero inviables desde el punto de vista de la Nación, montados sobre el cada vez más estrecho colchón de la renta petrolera.

Todo lo anterior viene a cuento porque, tal como referí en mi anterior columna, son evidentes las presiones empresariales para obligar a la nueva administración a mantener la anterior política de incumplimiento de los recortes de la producción acordados. La insistencia en el tema, además de la intención de reforzar lo ya argumentado, se debe a la constatación de que no se están cumpliendo los anuncios del Presidente Chávez y el Ministro Rodríguez Araque en esta materia, y se escuchan versiones de que la Gerencia de PDVSA intenta posponer para marzo el cumplimiento prometido para este mes.

En otras oportunidades, cuando la caída de los precios iba por los doce dólares para el barril de la "cesta venezolana de crudo y productos", comparé la insistencia de los empresarios petroleros y sus socios dentro de la gerencia pública de obligar al gobierno a incumplir los acuerdos de Riad y Viena, con la actitud de los aristocráticos pasajeros del Titanic, empeñados en mantener sus privilegios en medio del naufragio. ¿Qué decir ahora, cuando ya tenemos el agua al cuello?

Aludía en el título a la "inconsciencia productivista", pero a estas alturas de la reflexión, creo que es más pertinente referirme a la inconsciencia generalizada, de la opinión pública y de nuestros dirigentes, que aceptan pasivamente las manipulaciones de unos grupos de poder muy conscientes de cuáles son sus particulares intereses y los de sus mentores extranjeros.

miércoles, 4 de marzo de 1999