sábado, 20 de mayo de 2017

FAJA Y ARENAS BITUMINOSAS

Petróleo venezolano:
Mirándonos en el espejo 
canadiense

Carlos Mendoza Pottellá

Retomando el tema de la situación de la industria petrolera venezolana y las perspectivas del mercado mundial que hemos tratado en entregas anteriores de esta sección, aprovechamos el envío que nos hace un distinguido colega de la publicación corporativa canadiense, Oil Sands Magazine, de fecha 15 de febrero de 2016, titulada ¿Por qué Venezuela es el mayor competidor de Alberta? [1]

Desde el propio título y la fecha de publicación, ese trabajo nos brinda una nueva es oportunidad de observar, un año y tres meses después, la inmensa brecha entre la realidad y la venta de futuros luminosos que la contradicen.

En verdad, nos encontramos ante un espejo canadiense de los megaplanes elaborados sobre la Faja Petrolífera del Orinoco, fundados en un inexistente panorama de crecimiento de la demanda petrolera que desbordaría la demanda en el mediano plazo y haría volver a los altos precios. Pero también es un canto a la necesidad de aflojar controles estatales y pretensiones de soberanía, la eliminación de restricciones “excesivamente” ambientalistas, y sobre todo la rebaja de las cargas fiscales, condiciones que implícita o explícitamente acompañan a todas las propuestas productivistas a troche y moche.

Pero en algo tienen razón los editores del trabajo que nos ocupa, y es en lo referente a las ventajas geológicas y técnicas del crudo de la Faja y en su conclusión de que, por eso, los proyectos canadienses son peores que los venezolanos dentro del ranking de factibilidad que resulta de la comparación de las respectivas tasas internas de retorno.

En efecto, en los escenarios de los centros especializados en el análisis del mercado que muestran los niveles de precios requeridos para el desarrollo de nuevas producciones hasta los años 30 y 40 de este siglo, para la Faja del Orinoco ese nivel es de 90 dólares por barril, mientras que los precios requeridos en los proyectos de las arenas canadienses oscilan entre 120 y 160 dólares el barril, según sea la forma de su extracción, si minera o convencional petrolera antes de ser "mejorados".

En ambas localizaciones -Canadá y Venezuela- todos los escenarios consultados [2] pronostican que los volúmenes adicionales de crudos extrapesados que podrán ser producidos en cada una de ellas no pasarán de dos o tres cientos de miles barriles diarios dentro de 13 años, que es uno de los lapsos de la estimación. 

Lo que ha pasado en Canadá, desde la fecha de publicación del trabajo que citamos al inicio, es la más palmaria refutación de los supuestos expansivos que allí se planteaban. Y, nuevamente, es un espejo donde debemos vernos reflejados a la hora de evaluar nuestros propios planes de crudos extrapesados. De hecho, existen otros escenarios donde los proyectos de la Faja aparecen como los más inviables y con costos que requieren precios cercanos a los 100 dólares el barril y mínimas posibilidades de desarrollo volumétrico: 
El recuento de las incidencias canadienses que mencionamos lo hacen publicaciones como Petroleum Economist, Oil Price, Bloomberg, World Oil. De la primera de ellas hacemos una síntesis libre de dos trabajos del analista Shaun Proczer. [3]  Su exposición es suficientemente concisa como. para que no sea necesaria una mayor argumentación:

Por todas partes, las Compañías Petroleras Internacionales están abandonando las arenas petrolíferas de Canadá. Después de Total y Statoil el año pasado, Shell y Conoco-Phillips completaron operaciones de reducción de valor por 30.000 millones de dólares canadienses (22.370 millones de dólares estadounidenses). La venta plantea preguntas sobre la competitividad de las arenas petrolíferas en una era de petróleo de lutitas más barato… ha planteado una pregunta espinosa para los productores canadienses de arenas petrolíferas: ¿en qué punto el petróleo en el suelo deja de existir en el balance? La respuesta es, cuando la SEC (Securities Exchange Comission) Comisión de Intercambio de Valores de los Estados Unidos lo diga.
La pregunta se agudizó después de que ExxonMobil se vio obligada a cancelar 3.500 millones de barriles de sus reservas de arenas petrolíferas en su declaración anual de 10 K. Se trata de la totalidad de la reserva de reserva de su mina de arenas de Kearl, que fue puesta en servicio en 2013 a un costo de 12.900 millones de dólares canadienses (US$ 9.810 millones) y otros 200 millones de barriles de betún en su proyecto in situ Cold Lake. La reducción de las arenas bituminosas redujo las reservas probadas de ExxonMobil en un 20%.
ConocoPhillips siguió el ejemplo, reduciendo a la mitad sus reservas probadas de arenas petrolíferas, eliminando efectivamente 1.300 millones de barriles de arenas bituminosas y otros 1 millardos de barriles de recursos bituminosos.
Estos barriles han desaparecido del libro de contabilidad sin dejar rastro. En total, equivale a alrededor del 3% de las reservas probadas del Canadá, que se han considerado las terceras más grandes del mundo, después de Arabia Saudita y Venezuela.[4]
Royal Dutch Shell anunció el jueves que venderá casi todos sus activos en arenas bituminosas, la última señal de que las operaciones en los recursos canadienses continuarán  en conflicto mientras que los precios del petróleo se mantengan en niveles históricamente bajos y las compañías energéticas se encuentran bajo una creciente presión para que reduzcan sus impactos en el cambio climático. [5]


A nivel global, hace más de dos años que comenzó el proceso de reducción de inversiones en las localizaciones menos rentables, Ártico, Mar de Barents, aguas profundas en general, Canadá, etc.
La cifra de esos recortes de gastos de capital desde entonces se acerca al billón de dólares.

En la Faja, los socios extranjeros de PDVSA han estádo jugando a la pelota quieta desde hace años, posponiendo inversiones, solicitando ventajas cambiarias, etc...

Lo mejoradores previstos para estar listos entre 2016 y 2017 no tienen ninguna previsión de fecha futura, amén de que, como referimos en los dos primeros artículos de esta serie, simplemente no existen recursos para cubrir una inversión de más de 300 mil millones de dólares en 4 ó 5 años, inversión que naufraga en los mares de los plazos de retorno y la rentabilidad

Para lo que cuenta hoy en Venezuela, dadas urgencia que plantea una situación económica y social crítica, que es el corto y mediano plazo, para la Faja del Orinoco las perspectivas son muy oscuras. Situación muy distinta, por cierto, a la canadiense, quienes tienen la posibilidad, dados el nivel de desarrollo y diversificación de su economía, de esperar sentados largos plazos de maduración de esos “activos varados” que están dejando las compañías internacionales.

Las informaciones negativas para el desarrollo de petróleos de alto costo y de largo plazo de maduración no cesan. Según información de Bloomberg,

Los exploradores norteamericanos de lutitas han incrementado sus presupuestos de perforación diez veces más rápido que el resto del mundo, para desarrollar campos que registran gruesos beneficios, aún con la reciente caída de los precios del petróleo. Wood Mackenzie Ltd. Estima que los nuevos gastos añadirán 800.000 barriles diarios de crudo norteamericano este año, equivalentes al 44 por ciento de las reducciones anunciadas por el grupo de países liderados por sauditas y rusos. [6]
 
Debemos insistir en la ineludible necesidad de asumir la realidad, por más amarga que ella sea. La formulación de sueños inviables sólo augura un despertar de pesadilla y cuanto antes comencemos a poner los pies sobre la tierra tendremos mayores posibilidades de emprender el difícil camino de salir del rumbo de declinación al que ahora nos enfrentamos.

CMP, mayo 2017

Anexos:













(Estas compañías, que al parecer son los patrocinadores del citado semanario de propaganda corporativa, pues aparecen suscritos al final del trabajo, son también las protagonistas de las incidencias desafortunadas referidas en los textos canadienses que citaremos más adelante)


[2] Rystad Energy, Septiembre 2015, HIS CERA, 2015-2016, Wood Mackenzie, Febrero 2016, K. Haiswoerth, The Future of oil. Reportes mensuales y anuales de OPEP, Agencia Internacional de Energía, Energy Information Administracion (DOE,USA), BP, 2015- mayo 2017

[3][3] Proczer, Shaun, Canadian´s missed barrels, Petroleum Economist, 3/5/2017. Canada´s great IOC´s exodus, Petroleum Economist, 10/5/2017..

[4] Canadian Missing Barrels

[5] Nicholas Kuznetz, 9/3/2017

[6][6] J. Carroll, Bloomberg, 5/5/2017

IGNORANCIA PETROLERA - Artículo para Síntesis


Ignorancia Petrolera 
y Neocolonialismo

Carlos Mendoza Pottellá

La Dirección de la Revista Síntesis me ha solicitado un artículo sobre petróleo y cultura, oportunidad propicia para reiterar una posición sostenida por décadas sobre la promoción de la ignorancia en esta materia como instrumento de control del poder petrolero y el neocolonialismo.

Esa ignorancia petrolera no es una tara genética de los venezolanos, sino que ha sido el resultado de una metódica programación, que en un principio se fundó en las prácticas de las concesionarias petroleras norteamericanas e inglesas con sus instrumentos de difusión-desinformación y la implantación de valores y costumbres exóticas en los campos petroleros, los cuales se mantuvieron después de 1976, cuando, por los manes de una nacionalización diseñada por las propias compañías que serían “nacionalizadas” dejaron en manos de sus nativos de confianza el control gerencial de las operadoras que las sustituirían, quienes, a la postre, constituirían un centro generador de políticas antiestatales, desmantelador de logros de las políticas de orientación nacionalista conquistados en la era concesionaria y que  propiciaría negocios favorables a sus antiguas casas matrices, en el propio seno de la empresa estatal.

De manera simultánea se inició en el país el proceso de borrar y silenciar la historia de las luchas de los sectores nacionales opuestos a la intensificación del neocolonialismo petrolero. Es larga la lista de protagonistas y relatores de estas luchas, pero podemos permitirnos citar a personalidades paradigmáticas, como Gumersindo Torres, Manuel Egaña, Juan Pablo Pérez Alfonzo, a cronistas como Harvey O’Connor, Edwin Lieuwen e investigadores críticos como Rodolfo Quintero, Salvador de La Plaza, Francisco Mieres, Armando Córdova, Orlando Araujo, Héctor Malavé Mata, Domingo Felipe Maza Zavala, Gastón Parra Luzardo.

En el conjunto de la obra de los autores citados se puede abrevar para encontrar las profundas raíces históricas del nacionalismo petrolero venezolano y su enfrentamiento permanente con las prácticas expoliadoras de las concesionarias extranjeras y sus acólitos criollos, quienes imbuidos de visiones privatistas y escudados en la lucha contra un supuesto estatismo exacerbado, promovieron por décadas la dejación de la soberanía nacional sobre su principal patrimonio natural.

Justamente, la confusión entre los términos gobierno, Estado y Nación, forman parte del arsenal discursivo de quienes postulan la primacía de la propiedad privada sobre la propiedad pública, la privatización como sinónimo de democratización liberal. Cuando condenan las políticas “estatistas” que maximizan los que el gobierno “pretende cogerse”, obvian el hecho de que ese gobierno y ese Estado son entes temporales que representan los derechos de la Nación eterna, es decir, el concepto que engloba a todos los venezolanos, vivos y por nacer, cuyo patrimonio debe ser administrado con criterios de máximo aprovechamiento presente y futuro.
Es contra esa visión de propiedad pública que se levantan quienes, enfrentados a la realidad legal y constitucional de que la empresa que administra los recursos de hidrocarburos del país, PDVSA, es una empresa estatal, pretenden otorgarle a la misma una autonomía conflictiva frente a su propietario, el Estado-Nación.

Como referíamos, estas pretensiones autonómicas se instalaron, dada el tipo de nacionalización pactado, desde 1976, en el corazón de la propia empresa estatal, donde se comenzaron a promover políticas contrarias a las que intentaban, por la vía tributaria y el control operativo, la maximización del ingreso nacional petrolero.

Es allí donde aparecen los “escenarios productores” enfrentados a los escenarios “rentistas”, ambos formulados por los planificadores de PDVSA en esos tiempos, quienes pretendieron demostrar la superioridad de la productividad empresarial con mentalidad competitiva capitalista, enfrentada a un retrógrado derecho tributario de origen feudal. Estos escenarios fueron el fundamento de la llamada “apertura petrolera”, mediante el cual se desmanteló gran parte del régimen fiscal aplicable a los hidrocarburos, eliminando el Valor Fiscal de Exportación, minimizando la regalía a un 1% y reduciendo la tasa del Impuesto Sobre la Renta aplicable de 67% a 34%. Todo ello, además de que se promovían políticas expansivas del volumen de producción, en contra de las políticas de defensa de los precios y se intentaba provocar el abandono de la OPEP. “Compensaremos la caída de los precios con más producción”, era la consigna.




Casi simultáneamente con las políticas aperturistas, el proceso esterilizador de la conciencia nacional en esta materia se intensificó a partir de 1989 con el Consenso de Washington y la promoción de la globalización y el mundo unipolar. El “fin de la historia” y el desprecio hacia las visiones “estructuralistas” condujo a la proscripción de materias universitarias demasiado fundadas en el análisis de las variables reales e históricas y alejadas de los modelos teóricos y su fundamentación matemática, tales como las que tratan temas económicos específicos, fiscales, monetarios, industriales, agrícolas, petroleros.

Hacemos mención, que en nuestro caso particular es reiterativa, de la eliminación de la enseñanza petrolera en las Facultades de Ciencias Económicas y de Estudios Jurídicos y Políticos, específicamente de las materias Economía y Política Petrolera y Minera y Legislación Petrolera, respectivamente. En Venezuela, desde 1989, ni los economistas, ni los abogados, reciben la educación petrolera esencial para un país donde el 96% de sus ingresos internacionales provienen de las exportaciones petroleras.

Lo anterior se junta a la minimización contemporánea de las investigaciones y estudios históricos y sociológicos sobre la formación social venezolana en los tiempos petroleros, vale decir, siglos XX y XXI. Aunque puede citarse un puñado de autores después del pionero Rodolfo Quintero, es muy escasa la difusión de estos textos fuera de los ámbitos académicos especializados.

Por el contrario, comienzan a proliferar reescrituras de nuestro pasado desde una perspectiva reduccionista, que pretende otorgar vigencia secular a los dogmas neoliberales. Algo parecido a lo que hacen las tiras cómicas de Trucutú y Pedro Picapiedras: las costumbres y valores de la clase media norteamericana eternizados en sentido inverso, hasta la edad de piedra.

Justamente, la petición de la Revista “Síntesis” que motiva este artículo se junta con la recepción por mi parte de la traducción al español de un trabajo que encaja en lo dicho: la pretensión de impunidad con la cual su autor, Brian McBeth [1], desdeña gran parte de lo escrito sobre la materia en las pasadas nueve décadas, se basa, precisamente, en la ignorancia petrolera generalizada.

Su visión de la historia petrolera venezolana se centra en una especie de enfrentamiento entre barbarie y civilización, compañías modernas capitalistas enfrentadas a un estado feudal con pretensiones rentistas, todo para justificar el tipo de nacionalización que fue impuesta por las concesionarias a Venezuela en 1976, con una empresa estatal dirigida por gerentes formados en sus propias Juntas Directivas,  de mentalidad y cultura privatista, con pretensiones de autonomía frente a su propietaria, la Nación venezolana. 

De hecho, McBeth refiere estas circunstancias con las mismas palabras que otros hemos usado para denunciarlas, pero poniéndole el tono positivo, de algo que es el sentido “lógico”, según su particular percepción de ese proceso:



Aparte de este desliz que confiesa el verdadero propósito de la “internacionalización” McBeth entona un canto a la eficiencia de los planes aperturistas de PDVSA y demoniza las insólitas “pretensiones” estatales. En tono satírico, resumíamos esta ideología en nuestro libro “El Poder Petrolero y la Economía Venezolana”. (CDCH UCV 1995):

En Venezuela no hay otra industria o actividad económica con magnitudes de ingreso, rentabilidad y rendimiento comparables a la petrolera.  Por tanto, el mejor destino del ingreso petrolero es su masiva reinversión dentro del mismo sector para preservar y expandir su capacidad productiva. Seremos petroleros por centenares de años más, así lo indican las inmensas reservas que colocan al país en las "grandes ligas" del sector: PDVSA está clasificada como la tercera empresa petrolera del mundo. Y si añadimos las "reservas posibles" de la Faja somos el primer país petrolero del mundo. Por lo demás, esa es la mejor opción para el país como un todo, la que le ofrece reales ventajas comparativas y competitivas: es la actividad que genera más del 90 por ciento de las divisas que ingresan al país. Sin embargo, la voracidad fiscal, el rentismo parasitario, característico de un nacionalismo tercermundista ajeno a las realidades contemporáneas, amenaza la salud de la "gallina de los huevos de oro" y obstaculiza sus megaproyectos expansivos, obligándola a acudir al endeudamiento interno y externo.  La empresa petrolera venezolana es pechada con la mayor tasa impositiva del mundo. [Obviando el hecho de que esa es la participación de su único accionista]… lo cierto es que ese ingreso fiscal petrolero se destina principalmente a alimentar el gasto corriente de una sociedad parasitaria e improductiva, perdiéndose todo efecto multiplicador.
CMP, mayo 2017  





[1] Brian S. McBeth, La política petrolera venezolana: Una perspectiva histórica, 1925-2005

miércoles, 26 de abril de 2017

RECURSOS, RESERVAS Y FANTASÍAS



Petróleo Venezolano:

Recursos, Reservas y Fantasías (I)


Carlos Mendoza Pottellá


Es difícil abordar el tema petrolero sin caer en lugares comunes. Por ejemplo, la necesidad de tener en cuenta, a la hora de hacer cualquier formulación al respecto, el carácter vital de ese recurso para nuestra Nación. En particular, al evaluar los planes y escenarios que se nos plantean a corto y mediano plazo.

En nuestra opinión, gran parte de esos proyectos se formulan a partir de una cuantificación exagerada de los recursos petroleros disponibles. Partiendo de la gigantesca base yacente de hidrocarburos líquidos  que se concentran en Venezuela, casi la quinta parte de todo el petróleo existente en el mundo, se han elaborado proyectos faraónicos alejados de la factibilidad de ejecución, tanto en términos económicos como simplemente físicos.

El mecanismo de partida de esos proyectos es la conversión arbitraria de porcentajes crecientes del “petróleo originalmente en sitio” –petróleo “in situ”-  en reservas probadas.

Petróleo “in situ” y reservas probadas son dos magnitudes definidas que refieren a un “todo” y a una de sus “partes”.

La primera de ellas es el todo, un dato relativamente estático, resultante de una evaluación geológica y de los parámetros físicos que se determinen de la misma, el cual designa al volumen total de petróleo que, con un grado determinado de certeza, se presume que existe en una  localización, país o región. 

Mientras que la segunda, las reservas probadas, constituyen una variable que se estima como el porcentaje del petróleo in situ que es factible extraer  dados los costos, precios y tecnología disponible en cada momento.
Y Como tal variable, las reservas probadas disminuyen paulatinamente, cada año, con la producción y se incrementan con las nuevas perforaciones de desarrollo y descubrimientos, o por la incorporación de nuevas tecnologías que reduzcan los costos y aumenten las posibilidades económicas y físicas de extracción de la base de recursos original. A esto último se le denomina “factor de recobro”.

Y es aquí donde entran en juego factores que llamaremos “extrageológicos”, o como satirizaba Juan Pablo Pérez Alfonzo en su tiempo, el “afilamiento de los lápices” de los planificadores de escenarios de ensueño. 

Este es el ámbito de las revisiones y certificaciones basadas simplemente en reestimaciones del factor de recobro.

Por sus peculiares características, nuestra Faja Petrólifera del Orinoco ha sido, justamente, el campo propicio para todas esas manipulaciones en tiempos recientes. En consecuencia, debemos dilucidar la pertinencia de los escenarios que se crean a partir de las posibilidades de desarrollo de esa inmensa acumulación petrolera.

La realidad física -estimada en 1967 por los geólogos venezolanos José Antonio Galavís y Hugo Velarde (698 mil millones de barriles) y reevaluada recientemente por el Servicio Geológico de los Estados Unidos con una estimación “promedio” de 1 billón quinientos mil millones de barriles-  es que en esa localización se encuentra la mayor acumulación petrolera del mundo.

Un aspecto fundamental de esa realidad, es que se trata, en su inmensa mayoría, de petróleos extrapesados, para cuya tratamiento en refinerías convencionales se requiere de muy costosos procesos adicionales para aumentar su gravedad API, conocidos genéricamente como “mejoradores”. Dichos crudos también se pueden hacer comercializables mediante su mezcla con petróleos livianos o naftas, tal como se ha realizado en el país desde hace varias décadas, aunque en  proporciones poco significativas respecto al total de recursos recuperables.

Consecuentemente, la materialización de reservas probadas a partir de esa inmensidad petrolera es un reto permanente de investigación, análisis de factibilidad, desarrollo tecnológico, defensa de los precios y sobre todo, una gran capacidad para poner los pies sobre la tierra y eludir las fantasías productivistas..

Revisemos las cifras del US Geological Services y sus estimaciones.






Se puede observar que se trata de estimaciones con tres escenarios posibles de petróleo existente originalmente en sitio, con un mínimo de 900 mil millones de barriles y un máximo de un billón 400 mil. Esos tres estimados se acompañan a su vez con tres posibles factores de recobro, 15, 45 y 70 por ciento.

A partir de esas estimaciones, el USGS, presenta los posibles recursos recuperables, con factibilidades de 95, 50 y 5 por ciento respectivamente: 360, 512 y 652 mil millones de barriles, tal como se muestra en el siguiente cuadro:



Es de observar que en la definición de sus hallazgos, el mencionado organismo se refiere a “recursos recuperables”. Estos volúmenes constituyen resultados estrictamente físicos, dadas las condiciones del yacimiento estudiado y sin hacer ninguna mención a costos y precios.

Y aquí está el meollo de la cuestión: la sola mención del “factor de recobro” sin consideración de las circunstancias económicas vigentes no basta para definir reservas probadas. Y menos cuando no se  mencionan los montos de descubrimientos y producción que deben determinar el sentido y magnitud de su evolución año tras año. Para ser más claros, veamos cómo se registra tradicionalmente la evolución de las reservas en el Petróleo y Otros Datos Estadísticos (PODE) del Ministerio de Energía y Petróleo. 




Como se puede observar, las tres primeras magnitudes  tabuladas son los descubrimientos, extensiones y revisiones anuales, las cuales constituyen las “reservas nuevas”, que incrementan las del año anterior. La producción, por el contrario, disminuye estas cuentas y las resultantes constituyen las reservas probadas al 31 de diciembre de cada año.

En las cifras presentadas por el PODE 2008 puede observarse una evolución ascendente pero estable de esas reservas, hasta el 2008, cuando pegan un salto como consecuencia de una “revisión” de 74.137 millones de barriles, para colocarse en un total de 172.323 millones de barriles.

En la siguiente gráfica, extraida del PODE 2013 se extiende la serie de reservas y producción hasta ese año y se agregan datos hasta  el 2015, para los cuales no disponemos de la base de cálculo de los incrementos que condujeron a una cifra de 300.878 millones de barriles de reservas probadas para este último año.

Al contrastar  esa magnitud y las inmediatamente anteriores con la producción correspondiente de cada año, resulta un monto que difícilmente puede ser atribuido a nuevos descubrimientos o extensiones provenientes de pozos de desarrollo, dada la escasa actividad exploratoria que registran las estadísticas de PDVSA en sus informes y balances financieros anuales.

Particularmente, esos montos fueron de 39.000 y 85.000 millones de barriles de nuevas reservas probadas en 2009 y 2010, manteniendo luego un nivel estable pero creciente, hasta alcanzar los 300.878 millones de barriles antes mencionados.




Todo lo anterior nos conduce a colegir que la mayoría de los volúmenes registrados a partir del 2008  para presentar un incremento constante de las reservas remanentes totales son el resultado de “revisiones”, determinadas por la “certificación” realizada en esos años, la cual consistió fundamentalmente en un aumento del factor de recobro, desde el 8 al 20 por ciento.

Al comparar la magnitud de las reservas probadas para 2015 con la producción anual reportada por PDVSA en ese mismo año, el resultado es que las mismas durarán, en promedio, más de 289 años. Este es un promedio que comprende a los campos semivírgenes de la Faja del Orinoco, con expectativas de duración de 400 o más años, y a los campos convencionales, maduros y declinantes, cuya vida productiva se estima en 5 o 6 décadas. Por ejemplo, en los cuatro campos denominados Zuata y Cerro Negro de la Faja del Orinoco se han certificado  reservas probadas de 120.000 millones de barriles que a las tasas actuales de extracción se agotarán en más 400 años.   

Tales cifras son las que han conducido, desde 2005, al planteamiento de planes expansivos de la producción hasta la mítica suma de 6 millones de barriles diarios. Todo indica que pesa en los planificadores petroleros la urgencia de demostrar que las ingentes reservas estimadas por ellos son factibles de desarrollar en el corto y mediano plazo. Se encuentran en la situación del jinete que tropieza con sus desproporcionadas espuelas.

Lo contrario sería someterse a la evaluación negativa de analistas como Steve Hanke[1], que considera a la tasa de agotamiento de sus reservas como un índice de eficiencia de una empresa petrolera, comparando los 8,2 años de duración de las reservas registradas por Exxon, con la “ineficiencia” de la gestión de una empresa con reservas de duración estimada en varios siglos.

La verdad, a nuestro entender, es que las magnitudes certificadas como reservas probadas por los muy bien pagados especialistas en alquimia de yacimientos de la empresa Ryder Scott para PDVSA, no son tales, porque parten de su magnitud física absoluta,  sin que se mencione su relación dinámica con los precios y las cambiantes realidades del mercado. 

Por ejemplo, la caída de los precios desde las alturas de los 100 dólares de 2014 hasta el nivel de 40-45 en los cuales se ha movido la cesta venezolana de crudos recientemente, ha debido obligar al redimensionamiento de tales reservas, pero ello no se observa en las crecientes cifras que analizamos.

Otro aspecto determinante a la hora de evaluar los proyectos que nos ocupan lo constituyen las actuales tasas de crecimiento de la demanda global de crudo para las próximas décadas, las cuales no dejan espacio para la inserción de los cuatro millones de barriles diarios de crecimiento de la producción nacional que postulaban los planes 2015-2019 de PDVSA.



La sola mención de los desembolsos requeridos por tal plan de inversiones hace obvia toda otra consideración. ¿De qué fuente provendrían los 234.357 millones de dólares requeridos solamente en las actividades de exploración y producción?

Por razones de espacio, esta discusión continuará, con otras aristas y enfoques, en una futura entrega.


Petróleo Venezolano:
Recursos, Reservas y Fantasías (II)


Carlos Mendoza Pottellá


En nuestra primera entrega con este título abordamos las distorsiones de la realidad petrolera venezolana que se generan por la confusión, intencionada o no, entre recursos contingentes y reservas probadas.

Ahora nos corresponder alcanzar otro escalón en el intento de poner los pies sobre la tierra, al analizar otro concepto operativo de la industria petrolera: las reservas probadas desarrolladas, denominación  que alude a los yacimientos petroleros con equipos de producción instalados (pozos productores, oleoductos, estaciones de bombeo) conectados a puertos y refinerías. Vale decir que se trata de la base de la producción inmediata y de mediano plazo.

La siguiente gráfica de PDVSA nos introduce, de lleno, en la discusión que hemos venido planteando, al mostrarnos como, solamente el 4% de las “reservas probadas” certificadas son efectivamente “desarrolladas”.



En nuestra opinión, mera hipótesis sujeta a la crítica y a las precisiones de los especialistas en yacimientos y producción petrolera, mientras no sean “desarrolladas”, esas reservas probadas se acercan más a la categoría de recursos yacentes, inmovilizadas en el corto y mediano plazo.

Este es el resultado de la voluntad de “certificar” reservas por el simple incremento del factor de recobro, para presentarnos ante el mundo como una potencia, pero al costo de ser sujeto de las evaluaciones negativas como las de nuestro ya citado Steve Henke.[1]

En este material, el autor esgrime, con toda la mala intención del mundo –que no por ignorancia-, la comparación de los siglos de duración de las reservas probadas reportadas por PDVSA con los 8,2 años de las reservas activas de Exxon, sabiendo que se trata de cosas totalmente diferentes. Es necesario desmontar  esa mistificación para poder tener una visión certera de la realidad de nuestros yacimientos.

Las reservas activas de Exxón son aquellas sobre las cuales esa corporación ha obtenido concesiones o licencias y en las cuales ha realizado una inversión que debe “agotar”, vale decir, depreciar, en un plazo determinado. Ese gasto de capital debe generar un flujo de caja tal que su tasa interna de retorno garantice una maximización de los beneficios esperados. Desde luego, para que ese agotamiento sea “eficiente”, el plazo no puede ser de 300 años.

Las reservas o recursos contingentes de PDVSA, en realidad, son un patrimonio  de la Nación venezolana. Y Nación es un concepto eterno en si mismo, en tanto que se refiere a todos los venezolanos vivos y por nacer en los próximos años y siglos. En consecuencia, además de ser una imposibilidad física por su magnitud volumétrica, es también irracional, desde el punto de vista de la optimiización del uso del recurso, el pretender liquidarlo aceleradamente. Amén de la inconsciencia intergeneracional que implicaría una voluntad de apropiación inmediata.

Las que sí son comparables con las reservas de Exxon, son las resevas probadas desarrolladas. Según las estadísticas de PDVSA, para  2015 esas reservas eran de 12.931 millones de barriles, las cuales, con una producción de 1.000 millones en ese mismo año, se “agotarían” en 13 años, cifra que entraría dentro del rango que Hanke considera “adecuado”. Esas son las reservas donde existe una inversión de capital, unos equipos e instalaciones que deben depreciarse y sobre cuya utilización y agotamiento la Nación debe percibir una razonable compensación. Son ellas las que soportan la industria petrolera venezolana actual, razón por la cual es en el análisis de sus circunstancias donde debemos centrar las consideraciones sobre proyectos, diagnósticos y pronósticos. Veamos:

Partiendo de las estadísticas disponibles, de 2011, reproducidas en el cuadro anterior, podemos decir que en Venezuela se han perforado hasta hoy, desde principios del Siglo XX, más  50.000 pozos petroleros, de los cuales todavía quedan unos 36.000 en capacidad de producir, pero que  la producción fluye por menos de la mitad de ellos. Los más de 17.000 pozos “cerrados reactivables” según la clasificación de PDVSA podrían ser objeto de un programa de recuperación secundaria intensiva cuya factibilidad deberá ser evaluada a la luz de las circunstancias económicas actuales, pero que podrían ser la fuente de cantidades adicionales de crudos livianos, medianos y pesados, que nos permitirían sostener niveles de producción considerables en los próximos años, aunque no sean los soñados 6 millones de barriles diarios.

Aquí hay que hacer la acotación de que, después de casi 100 años de producción petrolera, nuestros yacimientos convencionales se encuentran enfrentados a una declinación promedio del 25% anual, razón por la cual las actividades de recuperación secundaria, vale decir, nuevas perforaciones, inyección alterna de vapor, reacondicionamiento, recompletación y otros métodos de mantenimiento, son indispensables para mantener el nivel del potencial productivo de los mismos.

La gráfica de PDVSA que recoge la historia de esas actividades en  años recientes recuerda al mito de Sísifo, pues cada año hay que remontar la cuesta de esa declinación y el resultado es sólo de una contención parcial:


En efecto, se puede observar como las actividades de recuperación secundaria contienen la tendencia a la declinación acelerada, pero no impiden el curso general: partiendo del máximo potencial en esos años, el del 2009, que registra un nivel de 3 millones 799 mil barriles diarios, vemos como en 2013 esa cifra se reduce a 3 millones 328 mil barriles diarios. Esa caída del potencial ha sido la determinante de la consecuente declinación de la producción registrada hasta el presente:




Ahora bien, hay que tomar en cuenta que las actividades de recuperación secundaria ya referidas se efectúan sobre los yacimientos activos actualmente,  y que existe unconsiderable cantidad de los mismos cerrados y con pozos reactivables.

Nuestra posición, producto de consultas con operadores de estos campos,  es la de que las actividades de recuperación secundaria mejorada deben intensificarse en todas las áreas convencionales, al mismo tiempo que se reevalúan las operaciones en la Faja del Orinoco vinculadas a la instalación de nuevos mejoradores.

Este último tipo de desarrollo se encuentra enfrentado a una negativa perspectiva de precios en el mediano plazo, la cual ha obligado a la industria petrolera internacional, en los pasados tres años,  a una reducción casi billonaria  de los gastos de capital en emprendimientos de costos similares, tales como las arenas bituminosas de Canadá, Alaska, Mar del Norte y otros yacimientos de aguas profundas.

Por el contrario, según las fuentes mencionadas, en los yacimientos convencionales de Venezuela se ha recuperado solamente el 20% del petróleo originalmente en sitio y, con la tecnología disponible hoy es muy factible que nuevas perforaciones de desarrollo pueden determinar  cantidades adicionales de petróleo recuperable.

Por ejemplo, los datos de PDVSA sobre los principales yacimientos del campo más desarrollado de Venezuela, el Lago de Maracaibo, en donde se encuentran más de 22.000 pozos en capacidad de producir, las dos terceras partes del total nacional, según el Cuadro Nº 1, son bastante elocuentes en cuanto a las posibilidades planteadas:

 

Las reservas de estos 10 campos, algunos de ellos ya ancianos, son superiores a las de Argelia o Angola. El promedio de 67,7 años remanentes a sus tasas actuales de producción, puede ser mantenido y extendido, como sostenemos aquí, con aplicación de procesos de recuperación secundaria, sobre los cuales nuestra industria tiene un amplia experiencia, tal como queda de manifiesto en el citado Gráfico Nº 2.

Desde luego que, además, hay otras realidades complicadas, como las que se generan en campos sobreexplotados como El Furrial, donde se acorta la vida del yacimiento por la fijación de una cuota de producción muy elevada, de 290 mil barriles diarios, la cual determina, según informan sus propios operadores, una violación de las normas de mantenimiento de una relación gas a petróleo que garantice un drenaje máximo de sus reservas.

En general,  hay que tener siempre presente que no se trata de soplar y hacer botellas, o sustituir un sueño inviable por otro de magnitudes similares, porque es indispensable una evaluación completa y total de nuestros campos petroleros y de las oportunidades que ofrecen o niegan las circunstancias actuales del mercado global.

CMP/abril 2017





[1] Steve Hanke, Venezuela’s PDVSA: The world´s worst oil company. Forbes 6 de marzo 2017, PDVSA’s depletion rate has been falling like a stone since 2007. At present, it sits at 0.35%. That rate implies the median time to extraction and sale for a barrel of PDVSA’s oil is 198.6 years.