miércoles, 26 de abril de 2023

Las pretensiones "soberanas" de algunos ilusos

 

De la soberbia, la ignorancia y la inmodestia

“Te condeno a que te creas tus propias mentiras”

“Carlos y P------ centran su narrativa en la "injusta" relación entre el propietario (nosotros) y la industria y el capital petrolero (ellos).   Revertir tal "injusticia" es una lucha contra la propiedad privada y el capital petrolero internacional, y sólo la izquierda reivindica nuestros derechos económicos.  Esta narrativa es ancestral, está en las leyes y sus regalías, en la soberanía de propiedad 60:40 en las empresas mixtas, ...   Infinito complejo de inferioridad el de la izquierda.”

(Mensaje Privado a CMP)

Carlos Mendoza Pottellá

Uno de los riesgos de dar declaraciones a periodistas con capacidad interpretativa de lo dicho por el entrevistado hasta llevarlo a sus últimas consecuencias, es dar lugar a su reducción al absurdo por lectores previamente predispuestos negativamente.

Esto acaba de sucederme a partir de unas declaraciones mías, presentadas con la particular redacción del entrevistador, sobre extractos de un reciente artículo, “Del Fifty-Fifty al Fourteen-Eighty Six - Consideraciones  Sobre el Ingreso Petrolero Nacional”.  https://petroleovenezolano.blogspot.com/2022/06/del-fifty-fifty-al-fourteen-eighty-six.html

Según el reporte, publicado en varios medios de comunicación y citado por quien con soberbia me condena a creer en mis propias mentiras:

Mendoza Potellá advierte sobre el aumento progresivo de los costos operativos netos de la producción petrolera en los últimos 50 años y lo interpreta como un reflejo de “la creciente tajada” o porcentaje de ganancia que toman para sí las empresas privadas. https://talcualdigital.com/voa-corrupcion-en-pdvsa-enterro-la-promesa-de-2-millones-de-barriles/

En verdad, el sentido del título de mi trabajo, referido a los porcentajes de participación fiscal teórica de la Nación venezolana en los resultados económicos de la explotación de sus recursos de hidrocarburos, se explicaba en sus primeros párrafos:

La discusión sobre la  magnitud y evolución de los ingresos petroleros nacionales  ha sido un tema central del debate político venezolano desde hace más de 100 años:

Se trata de los beneficios netos de la propietaria única del recurso explotado, la Nación venezolana, los cuales, después de descontados los costos y los beneficios de sus concesionarios, contratistas y/o socios privados, nacionales y extranjeros, han venido desmoronándose, desde hace más de 40 años, en las proporciones con las cuales titulo esta nota.

La necesidad de enfatizar la importancia de esta  circunstancia crítica, y llamar la atención sobre los factores determinantes de ese curso negativo, nos recuerda que estamos en un país donde sus principales centros académicos decidieron eliminar los estudios de economía petrolera y derecho de los hidrocarburos.

Y ni que decir de la historia petrolera, extirpada de los estudios  secundarios y universitarios, y a cuyos registros apelaré en lo que sigue, con mis disculpas a una contemporaneidad que desprecia su pasado. 

A partir de esos propósitos expuse mi visión de la evolución de la participación nacional en los resultados de su industria petrolera, desde sus inicios en la segunda década del Siglo pasado hasta el presente.

De manera particular, hice énfasis en la era posterior a la reserva al Estado, analizando la evolución de costos e ingresos netos, expresados estos como la suma de regalías, impuestos y dividendos.

Justamente, el título hace referencia a esa evolución negativa, de desmoronamiento de la participación nacional, paradójicamente, a partir de esa nacionalización suigéneris.


Al establecer en qué consisten los costos, es inevitable identificar como parte de ellos a los ingresos de empresas y corporaciones privadas que prestan sus servicios directos o comercializan esa producción. Respectivamente, se caracteriza a estos porcentajes como representativos, uno de la participación nacional o publica, y otro, de la participación del sector privado nacional y extranjero, incluidos obreros y empleados, en los resultados de la explotación e industria petrolera.

La interpretación de esos porcentajes suelen revelar la orientación de quien analiza los datos, cuando, por ejemplo, se habla de “lo que se coge el Estado”, (“the government take”) restando legitimidad a la participación de la Nación, propietaria del suelo minero desde 1829. La posición contraria suele estigmatizarse, precisamente, como “estatista”.

Desde luego, no puede satanizarse la legitimidad de los ingresos de quienes participan, como personas o empresas privadas, nacionales o extranjeras, en la explotación de esa riqueza mineral. Sea cual fuere la ideología imperante, socialista o capitalista, esa remuneración será legítima mientras no violente los límites de la institucionalidad soberana y no implique el establecimiento de condiciones exacción monopólica o de sujeción a una voluntad soberana distinta a la venezolana.

La vigilancia y crítica del reparto de la renta petrolera de la tierra venezolana entre la Nación propietaria del suelo y el capital que invierte en su desarrollo, como concesionario o contratista es, de una cierta manera, expresión de una posición política que pretende  representar al interés colectivo nacional, el mantenimiento indemne de la soberanía nacional sobre los recursos de su subsuelo.


En el mencionado trabajo que provocó mi sumaria condena a creer mis propia mentiras, exponía la justificación de su título, de la siguiente manera:

A partir de 1976, luego de la “reversión anticipada”, por el contrario, apareció una tendencia absolutamente divergente, tendiente a “reestablecer las reales proporciones del reparto entre la industria y el Estado”  en la que se registra una caída permanente de la relación porcentual entre costos de la empresa estatal y partición fiscal, que arrancó mostrando procentajes respectivos de 11 a 89 en 1976 y concluye, hasta ahora en 2016, último año con cifras registradas, en su absoluto inverso: 86 a 14.


La posición de crítica a esta evolución negativa sigue siendo pertinente porque enfrenta la perenne promoción de la privatización de los recursos de propiedad pública, ahora presentada como atractiva oferta electoral, en nombre del inmediato reparto anual de los excedentes generados entre los ciudadanos, vale decir, entre los mayores de 18 años en el momento en que se asuma semejante despojo. Es una posición que he venido sosteniendo desde hace más de cinco décadas, enfrentado a sectores que se cubren con la bandera de la defensa del ciudadano, inerme frente a la omnipotencia estatal.


Según la moda vigente en el país, al mencionar los conceptos de soberanía y nacionalismo estoy mostrando la esclerosis múltiple de mis neuronas. De hecho, se me diagnostica un severo complejo de inferioridad que me incapacita para entender las reglas de la modernidad globalizada, donde los auténticos soberanos dirimen sus diferencias con el despliegue de sus respectivos misiles nucleares ultrasónicos.

Por ello, asumo la pedantería de asociarme a otros venezolanos que no pueden ser acusados de acomplejados. Recurro a otro párrafo de mi citado artículo:

En efecto, de lo que se trata, es del tema de trabajo y de vida de gente con visiones y posiciones políticas diversas y muchas veces antagónicas, pero unánimes en cuanto a la importancia nacional de la defensa de esa soberanía y su usufructo nacional, tales como Alberto Adriani, Gumersindo Torres, Manuel Egaña, Rómulo Betancourt, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Salvador de la Plaza, José Antonio Mayobre, Ernesto Peltzer, Domingo Felipe Maza Zavala, Tomás Enrique Carrillo Batalla, Francisco Mieres, Gastón Parra Luzardo, Armando Córdova, Domingo Alberto Rangel, Orlando Araujo, Pedro Esteban Mejías, Héctor Malavé Mata, Bernardo Ferrán, Asdrúbal Baptista, para sólo citar algunos, y con perdón de las omisiones, entre las decenas  venezolanos cuyos estudios y preocupaciones ya no tienen cabida en la moderna modelística macro y microeconómica y mucho menos en la real-politik del agarrando aunque sea fallo, sálvese quien pueda y el que venga atrás que arree… Pérez Alfonzo dixit. 

Entiendo que la vejez y desaparición de todos esos referentes están dando la razón pragmática a los partidarios del “agarrando aunque sea fallo”, quienes consideran que ésta que sostengo es una posición anacrónica y que, en ejercicio de la real politik contemporánea, simplemente debemos conformarnos con lo que corresponda a la Nación como propietaria del suelo, en un nuevo y moderno acuerdo fiscal, después de la privatización total o parcial de la industria.

Sin negar que para salir de la situación catastrófrica actual debemos enfentar desde ya un duro proceso de negociación con el capital petrolero internacional, creo que ello hay que hacerlo con los pantalones bien puestos. Reivindicando el valor y significación estratégica de nuestros recursos y no asumiendo de entrada las aspiraciones máximas de la contraparte.

Finalmente, y aludiendo a la inmodestia que asumí al titular esta nota, quiero dejar constancia de mi contumacia en la bobería soberanista, refieriendo  algunas muestras de mi maniática insistencia, la cual data de 1971, cuando comencé a sorber dosis masivas de la locura de Juan Pablo Pérez Alfonzo y Francisco Mieres:

 De las concesiones a los contratos, Visión retrospectiva de la política petrolera Venezolana. Tesis de Grado 1983. (Fundación Editorial El Perro y La Rana, Caracas 2011)

El Poder Petrolero y la Economía Venezolana (CDCH UCV, Caracas 1995)

Crítica Petrolera Contemporánea (FACES UCV, Caracas 2000)

Nacionalismo Petrolero en Cuatro Décadas (Universidad del Zulia, Maracaibo 2010)  Edición digital actualizada a 2017 - Banco Central de Venezuela, Caracas 2017)

https://academia.edu/41805065/Nacionalismo%20petrolero%20en%20cuatro%20d%C3%A9cadas

Blog Personal https://petroleovenezolano.blogspot.com/

Artículos en Aporrea https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella

CMP/20/04/2023