domingo, 11 de noviembre de 2018

A PROPÓSITO DE CITGO (i)



Apuntes de política petrolera venezolana 

(V y VI)

Carlos Mendoza Pottellá

7/11/2018

A propósito de CITGO y la "internacionalización" 

(Primera Parte) 

La situación económica y social que padece el país, cuyas manifestaciones se pueden palpar en todos los ámbitos del mismo, tiene en su industria petrolera uno de sus principales escenarios, tal vez el más importante, en donde se pueden identificar causas y efectos de esas circunstancias.

Uno de esos factores, a los que hemos dedicado "Apuntes" anteriores en petroanalysis.net  es el referido a la caída de los ingresos de esa industria, y en particular de sus ingreso netos, los ingresos fiscales, el cual ha generado una incapacidad general para honrar los compromisos financieros adquiridos por la República, en particular los que son consecuencia de la multiplicación,  desde hace décadas, de planes inviables y decisiones erradas en el manejo de PDVSA, tal como lo referí recientemente en "Política petrolera a la manera de los músicos del Titanic" [1].

Con seguridad, dentro de las más ruinosas de esas políticas perversas, que sin embargo es presentada con orgullo por la autodenominada meritocracia, se encuentra la política de "internacionalización", con la cual se pretendió convertir a PDVSA en una "corporación global", a la par de Exxon-Mobil, Shell, BP con refinerías y otros activos en Alemania, Suecia, Bélgica, Reino Unido, Antillas Holandesas y Estados Unidos (Texas, Illinois, Pensilvania, Georgia, Islas Vírgenes).

A la denuncia de lo que considero uno de los mayores saqueos privados del patrimonio público he dedicado varios trabajos desde 1993, en particular en mi libro El Poder Petrolero y la Economía Venezolana [2], reproducido y ampliado en Nacionalismo Petrolero en Cuatro Décadas" [3]





Citgo es el nombre del actual residuo pírrico de ese megaplan meritocrático para eludir lo que el gobierno se coge, "the government take" en el lenguaje corporativo internacional. Es decir, para minimizar la participación fiscal, auténtico resultado nacional de las actividades petroleras en el país. Así lo constataba el comisario de PDVSA en 1999:

‘...cabe destacar que el precio de venta de crudo inferior al precio de mercado, significa una transferencia al fisco norteamericano según el siguiente detalle: incrementa las ganancias de Citgo en 210 millones de dólares, con un efecto de impuesto [norteamericano, n.n.] estimado a la tasa nominal de 71 millones de dólares y disminuye las ganancias de PDVSA en 210 millones de dólares, lo cual representa una disminución nominal de impuesto sobre la renta venezolano de 142 millones.’ [4]

Según la historia oficial, la marca CITGO fue creada en 1965 por Cities Service Company, empresa comprada por Occidental Petroleum en 1982, a la cual CITGO fue incorporada como una subsidiaria de refinación, comercialización y transporte en la primavera de 1983.[5] 

Fue comprada posteriormente por la Corporación Southland quien, amenazada de quiebra por los márgenes negativos en el negocio de la refinación que imperaban en esos años, vendió como ganga y en artículo mortis, el 50% al Estado venezolano en 1986 y luego, ya quebrada, el otro 50% en el año 1990, pese a la reticencia expresa del Presidente Carlos Andrés Pérez, quien exigió que esa porción fuera nuevamente vendida, dados los riesgos para la República de poseer  el 100 por ciento de los restos de una bancarrota. 

Sin embargo, y tal como reseñaba la revista Petroleum Economist en su momento, “los defensores intransigentes de la internacionalización creen que pueden retrasar el pedido de Pérez hasta que deje el cargo en poco más de un año”  [6]

¡Y efectivamente así sucedió, incluso antes, cuando Pérez fue defenestrado por el Congreso Nacional! [7]

Así pues, en 1990, nació la posesión venezolana del 100% de CITGO. Las prevenciones del Presidente Pérez se están materializando ahora, cuando los acreedores de la República levantan la tesis del "alter ego", para cobrarse a la brava, capturando un patrimonio nacional desguarnecido, fuera del ámbito territorial y del amparo de los poderes públicos nacionales.

 

Un patrimonio muy valioso hoy, tasado en varios miles de millones de dólares, pero que fue el resultado de desangrar al país para beneficio privado de empresas extranjeras, de sus  pícaros promotores criollos que hoy disfrutan del resultado de sus andanzas... y del fisco norteamericano.




[1]  https://petroleovenezolano.blogspot.com/2018/05/a-la-manera-de-los-musicos-del-titanic.html
https://www.aporrea.org/energia/a263621.html

[2]  El Poder Petrolero y la Economía Venezolana.  Universidad Central de Venezuela, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Caracas 1995. Cap. V.2.3 La internacionalización, págs. 211-243.

[3] Nacionalismo petrolero venezolano en cuatro décadas. La Internacionalización, págs. 157-215
  BCV, Publicaciones, Fondo Editorial, Colecciones, Colección Venezuela y su Petróleo. 

[4]  Rafael Darío Ramírez Coronado, Informe del Comisario de PDVSA 1999, p. 28. Caracas 2000.

[5]  Eleuteria Uhuru / Rebelión  El caso CITGO ¿Revolución o Desencanto?:  https://www.aporrea.org/energia/a15370.html

[6] María Kielmas, "Little Moves Ahead Of an Explosion", Petroleum Economist, noviembre 1992, págs. 14-17, citada en "El Poder petrolero", pág. 215 y 217.  
La articulista concluye afirmado que “La campaña de internacionalización de PDVSA, que comenzó en Alemania en 1983, siempre ha sido polémica. Los críticos han dicho que los descuentos que PDVSA está obligada a aplicar en su crudo pesado para cumplir con las especificaciones del mercado alemán hacen que esa empresa no sea rentable.”

[7]  Una exposición de estas incidencias se encuentra en mi prólogo a la obra de Juan Carlos Boué,Internacionalización - Una Costosa Ilusión”, que titulé con palabras del ya citado Comisario de PDVSA 1999, Ramírez Coronado: "Exportación de beneficios, importación de costos"   http://petroleovenezolano.blogspot.com/2010/04/prologo-internacionalizacion-de-juan.html


 (VI)

 CITGO y la "internacionalización" 

 (Segunda parte)

Continuado la reseña iniciada en el anterior “Apuntes”, debo decir que mi posición sobre la materia in comento, sostenida desde el inicio del proceso de adquisición de refinerías en el exterior, en 1983, ha sido fundamentada extensamente por otros investigadores del tema, en particular por el ya citado Juan Carlos Boué [1]

Posteriormente, en el informe sobre la gestión de PDVSA en su política de “apertura”, aprobado por la Asamblea Nacional en 2006, se reproducen aspectos indignantes de las circunstancias que referíamos en el antes, no siendo el menor de ellos el monto de los pagos al impuesto sobre la renta norteamericano, declarados  a partir de ganancias inexistentes y producto de los descuentos otorgados por PDVSA a sus filales:  


La plenaria de la AN aprobó, por unanimidad, el informe de la Comisión Especial designada para investigar la apertura petrolera, ente legislativo, presidida por el diputado Rodrigo Cabezas (Independiente/Zulia), declarando la responsabilidad política de todos los funcionarios que formularon, celebraron y ejecutaron los convenios operativos, las asociaciones estratégicas y los negocios de internacionalización durante las décadas de los 80 y 90, particularmente a la Directiva de Pdvsa (1994-1999) presidida por Luis Giusti [2]

El siguiente gráfico, con cifras de los informes financieros de PDVSA entre 1998 y 2001, deja claro el verdadero carácter del negocio de la internacionalización: ruinoso para el país pero jugoso para los participantes privados. 



Obsérvese allí  el último de esos años:

26.927 millones de dólares en ingresos por ventas, que generan 638 millones de ganancias ficticias, financiadas por 938 millones de descuentos sobre el precio del petróleo venezolano enviado a ese destino. Por su parte, el accionista, la República de Venezuela, tuvo que invertir en ese año otros 517 millones de dólares en sus afiliadas-chatarra para mantenerlas en operación.

Uno de los puntos más controversiales de la movida internacionalizadora fue su presentación como una alternativa frente a la OPEP, sostenida abiertamente en su momento por el Presidente Rafael Caldera: la posibilidad de aumentar la producción sin estar comprometidos a cuotas, cuando nos liberáramos de esa odiosa organización.

 Para ello se compraron capacidades de refinación que desbordaban las posibilidades de suministro desde Venezuela y que, desde un principio y hasta hoy en día han tenido que ser abastecidas por crudos mexicanos, árabes, canadienses y norteamericanos. El porcentaje de esas compras dentro de los costos consolidados de PDVSA es una evidencia clara del carácter ruinoso de ese emprendimiento.






Allí puede observarse como, a partir de 1989, el costo de adquisición de crudos en el exterior se cuadruplicó, al elevarse  a un 40,4% de los costos consolidados netos, desde el 9,5% registrado el año anterior. También se observa que ese porcentaje siguió escalando niveles superiores desde entonces hasta nuestros días, superando el 60% en 2005, 2006 y 2012.[3]

Consecuentemente con esa evoución, desde 1989 se produjo un salto en los costos globales  y una caída violenta de la participación fiscal que, tal como se observa en el siguiente gráfico, no ha cesado de caer, hasta llegar en 2016 a un escuálido 13,17% de los ingresos totales.




¿Pueden estos resultados darnos alguna pista sobre el por qué hemos comenzado a dejar de ser un país rentista en contra de nuestra voluntad?

Treinta y cinco años después del inicio de este ruinoso programa, las 19 refinerías y otros activos que llegó a adquirir PDVSA en el exterior han quedado reducidos a las tres refinerías de CITGO y su sistema de oleoductos y estaciones de servicio "embanderadas" con esa marca, la Refinería  de Curazao cuyo arrendamiento concluye el próximo año y algunos tanques herrumbrosos en las otras tres Antillas Holandesas (Aruba, Bonaire y San Eustaquio)

Sobre ese patrimonio valioso, pero de sangriento origen, como ya mencioné, se ciernen voraces los acreedores de la República, quienes ven allí la posibilidad cierta de cobro a un deudor maula.

Al análisis de estas circunstancias contemporáneas y de sus perspectivas dedicaré el próximo “apuntes”.
cmp/ 7 de noviembre de 2018






[1] Boué, Juan Carlos  La internacionalización de PDVSA. Una costosa ilusión,
 Caracas, Ediciones del Ministerio de Energía y Minas de la República Bolivariana de Venezuela (Fondo Editorial Darío Ramírez), 2004

[3] Debo señalar, sin embargo, que el crecimiento de estas compras en los últimos años ha estado alimentado también por las importaciones de crudos extralivianos argelinos y rusos para diluir crudos extrapesados de la Faja del Orinoco y producir el crudo “Merey 16°”, cuestionable resultado de otra de las fantasías de los tecnócratas petroleros: producir 6 millones de barriles diarios en 2019.



domingo, 21 de octubre de 2018

Apuntes Petroleros IV en Petroanalysis


Apuntes de Política Petrolera Venezolana 

IV

Carlos Mendoza Pottellá

A propósito de la “transición energética”

Los recientes eventos catastróficos ocasionados por huracanes en Francia y los Estados Unidos han hecho rememorar la certeza de un cambio negativo en las condiciones climáticas globales, como consecuencia del “efecto invernadero” generado por la masiva combustión de hidrocarburos.


La revolución industrial, que tomó impulso definitivo hace unos 270 años con la invención de la máquina de vapor, fue el inicio del papel de la materia orgánica fosilizada  como sangre del aparato industrial, sustituyendo a la energía humana, de los animales, del viento y las corrientes de agua, que movían las primeras y rudimentarias máquinas, tornos,  molinos de trigo, telares, etc.

El carbón tomó allí un protagonismo que todavía hoy no ha perdido, a pesar de ceder espacios frente al petróleo líquido a mediados del siglo pasado, con la multiplicación de los usos del motor de combustión interna, en particular en el transporte, donde el automóvil, los aviones y los tanques desplazaron al “caballo de hierro” y sus rígidas vías férreas, y que, con los motores diesel incorporados a los navíos, eliminaron a los “vapores”.

A la competencia se incorporaron en las décadas postreras del Siglo XX los hidrocarburos gaseosos, para  hacer que los combustibles fósiles superaran  en más del 80% su participación en el total de las fuentes energéticas utilizadas por la humanidad. El porcentaje restante quedó ocupado por la energía hidráulica, la demonizada energía nuclear, las incipientes “energías alternativas”, fotovoltaicas y eólicas, y el remanente primitivo  de las otras formas de “biomasa” vegetal y animal.

El aumento en intensidad y regularidad de eventos como los mencionados al inicio, condujeron finalmente a un consenso científico sobre las apocalípticas consecuencias del calentamiento global y la inevitabilidad de un cambio radical de la matriz energética generadora del mismo, el cual fue alcanzado en París, en 2016, con la aprobación, dentro de la  Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de un conjunto de medidas para la mitigación de la emisión antropogénica de gases de efecto  invernadero.


Generalmente conocido como Acuerdo de París,  el mismo fue negociado  por casi doscientas partes y países, pero sólo ha sido ratificado por menos de  cien de éstos, con la notable retirada de Estados Unidos, uno de los principales generadores de esos gases, en junio de 2017.

Siendo la actual administración norteamericana la más radicalmente escéptica en esta materia, no es, sin embargo, la única entidad que condiciona la toma de las medidas de mitigación, derivadas del Acuerdo de París, a las prioridades de sus más inmediatos y particulares intereses económicos.

De hecho, todos los sectores involucrados en la industria de los hidrocarburos se comportan, en esta materia, con diversos grados de reticencia y excesivos condicionantes a la hora de asumir su responsabilidad.

Sin llegar a los extremos de las compañías tabacaleras para ocultar los efectos cancerígenos de sus productos, la OPEP, por ejemplo, que por su misma razón de existencia está condenada a ser petrolera, sin alternativas, lo deja en evidencia en sus pronunciamientos oficiales y en las declaraciones de su Secretario General, Mohammad Barkindo.

La Organización se declara “…plenamente comprometida y apoya el Acuerdo de París…” pero exige tomar en cuenta las diferencias nacionales, al hablar de “responsabilidades comunes pero diferenciadas… y “la prioridad del desarrollo sostenible”. OPEC Statement to the UN Climate Change Conference 


Más directamente, Barkindo declara lo siguiente, a principios del presente mes de octubre, según Reuters:El secretario general de la OPEP criticó el jueves un informe que pide una acción radical para combatir el cambio climático, y dijo que la idea de que la energía renovable era el único futuro del mundo era errónea y que un "bombardeo" de la defensa verde podría ser perjudicial.

"No se trata de elegir una fuente de energía en contra de otra, como lo sugieren algunos de nuestros colegas de la comunidad científica. En algunos sectores escuchamos historias que sugieren que las energías renovables son nuestro único futuro energético. Esto, con todo respeto verdadero a nuestros amigos, está claramente equivocado”  …

"El petróleo no es tóxico al final del día, las emisiones son tóxicas", dijo Barkindo, y agregó que las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención. 


(Londres, 5:53 am ET jueves, 11 oct. 2018, Reuters)

Paradójicamente, las grandes corporaciones petroleras internacionales, precisamente etiquetadas como “transnacionales” por haberse manifestado como no comprometidas absolutamente con un interés nacional particular, dando fe, de paso, a la noción de que “el capital no tiene patria”, ahora, de acuerdo al signo de los tiempos, tampoco se sienten encadenadas al cognomento “petrolero” y empiezan a manifestarse como compañías energéticas, verdes, y aunque mantengan y expandan sus negocios petroleros, no dejan de apostarle algunos quintos a las “fuentes alternas”.

En efecto, y tal como lo indican sus propios pronósticos energéticos, todo parece indicarles que los hidrocarburos llegaron al tope de su utilización como tales. Así lo muestra la siguiente gráfica de la Royal Dutch Shell:



Según estas predicciones, todos los hidrocarburos tendrán una participación decreciente en la oferta energética global, pasando del 80% actual a menos del 50% en el 2050 y a menos del 20% a partir del 2080.

Las tendencias para 2050 se confirman, para los hidrocarburos líquidos y gaseosos, en otro escenario de la misma Shell sobre el consumo de energía primaria por fuente, el cual, sin embargo, otorga al carbón una persistencia en su porcentaje de utilización global:






Desde luego, estos son escenarios de pesadilla para aquellos que sueñan con ser petroleros durante los próximos quinientos años, contando los pollos antes de nacer, como hacen los expertos, técnicos y planificadores venezolanos al “estimar” el factor de recobro de 20% que les produjo los 300.000 millones de reservas “probadas y certificadas” de la Faja Petrolífera del Orinoco.

Por el contrario, escenarios más realistas, como los de la Shell y el de otras corporaciones, como el de Exxon-Mobil, limitado hasta 2040 -y cuyo gráfico sobre la evolución de la demanda en ese lapso reproduzco aqui-




constituyen el resultado de constatar, sin atenuantes, el efecto de los profundos cambios técnológicos y político-económicos que se han manifestado en estas décadas de transición secular y que se intensificarán en el futuro inmediato.


En primer lugar, la evolución de la producción industrial, que ya no estará centrada en el acero, el concreto y el aluminio, sino en la microelectrónica, la robótica, la redes de comunicación digital, la biotecnología, la nanotecnología, los autos eléctricos y la disminución de las necesidades de desplazamientos físicos de personas y materiales, etc.


Y de manera determinante, como contexto general, la lucha contra el calentamiento global, del cual son principales responsables los combustibles fósiles, sin que se avizoren, por ahora, métodos eficientes de control de las emisiones de su combustión y que, por otro lado, todavía son muy incipientes, limitados y poco factibles  los procesos alternativos, como la “captura del carbono” que propone Donald Trump para mantener activa la producción carbonífera norteamericana y a los que se refiere Barkindo en la cita hecha más arriba, cuando hablaba de que “…las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención.”


Como digresión final, es pertinente destacar este consenso entre productores de hidrocarburos, solidarios  en la búsqueda de una salida a las crecientes limitaciones que impone la conciencia universal de sus impactos ambientales. 
Venezuela no es ajena a ese comportamiento contradictorio, sobre todo cuando sus dirigentes pregonan y promocionan, en el seno de la OPEP, una política de limitación de la producción dirigida a sostener la defensa del nivel de precios y, simultáneamente, formulan planes inviables para la expansión acelerada de su propia producción.


cmp, 20 de octubre de 2018


martes, 16 de octubre de 2018

Apuntes Petroleros III En Petroanalysis


Apuntes de política petrolera venezolana 

(III)

Carlos Mendoza Pottellá

Continuando la exposición de las lamentables consecuencias de la demagogia planificadora en materia de política petrolera, iniciada en Petroanalysis con Apuntes II, creo pertinente aportar otros elementos de esa realidad, en tanto que, en la búsqueda de una salida frente las críticas circunstancias en las que se encuentra nuestra industria petrolera, se continúan formulando metas irrealizables, que no tienen consonancia con los recursos disponibles, ni con el proceso de deterioro acelerado al que ha sido sometida en los últimos diez años.
Para ello, apelo a comparaciones con las modestas metas petroleras de otros países, mejor dotados que el nuestro, tanto en calidad y disponibilidad inmediata de sus recursos naturales, como en holgura financiera.


Saudi Aramco, según declaraciones del 17 de septiembre pasado de su Vicepresidente Senior, planea gastar más de 133 mil millones de dólares en los próximos diez años en la extracción de crudo y gas para mantener los niveles de extracción actual. Esto es, una inversión anual promedio de 13,3 mil millones de dólares, sólo para compensar el agotamiento de los campos maduros que han estado bombeando por décadas.


Un poco más optimista, Kuwait se propone alcanzar una producción de 4.750 mil b/d para el 2040, con un incremento de 93 mil barriles diarios anuales desde su producción actual de 2.7000  MBD, perforando 55 pozos anuales, para alcanzar un total de 1.633, en 22 años. (OPEC, Annual Statistical Bulletin 2017)

Por su parte, como se infiere de las cifras presentadas por mí en Apuntes II, el Plan de inversiones 2015-2019 de PDVSA contemplaba un desembolso en inversiones en exploración y producción de 223.972 millones de dólares en 5 años, a un ritmo promedio de 45 mil millones anuales, para un aumento de la producción desde 2.860 MBD en 2015 a 6.000 en 2019, a un ritmo de 628 mil barriles diarios anuales.


Lo descomunal e inviable de esas metas quedan de bulto, tanto en la comparación de los proyectos de los mencionados países con yacimientos mucho más jóvenes y no completamente desarrollados, sino también, en los ya referidos resultados de esa planificación bufa.



No solamente, y como es obvio, no se ha producido tal incremento, sino que la producción ha caído en un 50% desde  2.860 MBD que se producían efectivamente al inicio del plan, en 2015  hasta  1.434 MBD alcanzados en septiembre pasado… si nos atenemos a la información directa de PDVSA a la OPEP. La caída es mayor, de un 58%,  si tomamos como referencia los 1.197 MBD reportados a esa organización por las fuentes secundarias que monitorean la producción venezolana.

La trágica significación de esta cifra se puede ponderar al considerar que ella está al nivel de la producción venezolana de 1947.




(2018, Septiembre) OPEP, Fuentes Secundarias /

OPEC Monthtly Oil Market Report – October 2018.

No es necesario cargar las tintas de la negatividad y el pesimismo, pero si se considera que este nivel se registra después de haber alcanzado en 2008 una cifra tope de 3.254 MBD, una encomiable recuperación desde la sima puntual de 630 mil barriles diarios a la que condujo el sabotaje petrolero de 2002-2003, es inevitable considerar que el esfuerzo requerido para remontar una caída -de dos tercios en diez años continuos desde entonces- es una tarea ciclópea que supera con creces las capacidades financieras, técnicas y humanas con las cuales cuenta la Nación en los momentos actuales, sin necesidad de hacer énfasis en la gravísima crisis económica y política por la que atraviesa.

Ello no obsta, sin embargo, para iniciar ese recorrido hasta donde nos alcancen las fuerzas en cada momento, en cada día, mes y año, con una evaluación objetiva de las limitaciones señaladas y las reales posibilidades de detener la caída e iniciar una larga marcha de recuperación, que no será, ni inmediata, ni milagrosa y mucho menos servirá para alimentar los sueños demagógicos de convertir al país en una potencia petrolera universal. 

Desde luego, que será un camino difícil y no exento de riesgos, no siendo el menor de ellos el de sucumbir a las tentaciones que la urgencia propone, de abandonar posiciones soberanas sobre los recursos de la Nación eterna. Por ello mismo, no puede ser una tarea afrontada en círculos cerrados de “expertos” de cualquier denominación y orientación, y mucho menos, de vendedores de fórmulas mágicas.

Por el contrario,  tiene que ser una materia abierta a la consideración y evaluación de la sociedad como un todo, sin confidencialidades absurdas que suelen esconder manejos non sanctos, porque sólo aplican para la mayoría de la población sin acceso a esos templos de la experticia política, técnica y financiera petrolera.

De lo que se trata es del destino de la Nación venezolana, que nos concierne, aunque suene iluso y fuera de los contextos políticos contemporáneos, a todos y cada uno de sus ciudadanos, de ahora y del porvenir, sin distingos.

cmp / 15 de octubre, 2018.


Notes on Venezuelan oil policy (III)

Continuing the exposition of the regrettable consequences of the planning demagoguery in the matter of petroleum policy, initiated in Petroanalysis with Apuntes II, I believe pertinent to contribute other elements of that reality, while, in the search of an exit in front of the critical circumstances in which is our oil industry, we continue to formulate unrealizable goals, which are not consistent with the resources available, or with the process of accelerated deterioration to which it has been subjected in the last ten years.

For this, I appeal to comparisons with the modest oil goals of other countries, better equipped than ours, both in terms of quality and immediate availability of their natural resources, as well as financial slack.

Saudi Aramco, according to statements of last September 17 of its Senior Vice President, plans to spend more than 133 billion dollars in the next ten years in the extraction of oil and gas to maintain current extraction levels. That is, an average annual investment of 13.3 billion dollars, only to compensate for the depletion of the mature fields that have been pumping for decades.

A little more optimistic, Kuwait intends to reach a production of 4,750 thousand b / d by 2040, with an increase of 93 thousand barrels per year from its current production of 2,700 MBD, drilling 55 annual wells, to reach a total of 1,633 , in 22 years. (OPEC, Annual Statistical Bulletin 2017)

For its part, as inferred from the figures presented by me in Apuntes II, the PDVSA 2015-2019 Investment Plan contemplated a disbursement in exploration and production investments of 223,972 million dollars in 5 years, at an average rate of 45 thousand million per year, for an increase in production from 2,860 MBD in 2015 to 6,000 in 2019, at a rate of 628 thousand barrels per year.


The huge and unfeasible of these goals remain a bulge, both in the comparison of the projects of the aforementioned countries with much younger and not fully developed sites, but also, in the aforementioned results of this buff planning.