viernes, 30 de abril de 2021

"PDVSA es Irrecuperable"

 

“PDVSA es Irrecuperable”:

Una verdad como un templo

Carlos Mendoza Pottellá

29 de Abril de 2021

Por más de tres meses me he mantenido alejado de la crónica petrolera. Mi último  trabajo publicado, de enero pasado,[1] versa justamente sobre el lamentable balance de la política petrolera venezolana en estas décadas entre siglos, y en él reflejé mi pesimismo, asumiendo la futilidad de un pensamiento crítico y fincado en imperativos morales, cuando las urgencias concretas del sálvense quien pueda produce un aflojamiento generalizado de los escrúpulos.

Sin embargo, el anuncio de la discusión en la nueva Asamblea Nacional de posibles modificaciones del ordenamiento legal petrolero para generar atractivos y seguridad jurídica a la inversión extranjera, por un lado, y las recientes declaraciones de los principales capitostes de la autoproclamada “PDVSA Ad Hoc”, mitócratas de larga prosapia, quienes vocean con insistencia “PDVSA, never more”, a la manera del cuervo de Edgar Allan Poe, me han inducido a retomar mis consideraciones sobre la materia. [2]

En esta oportunidad voy a terciar una vez más en el debate, apelando ahora a las posiciones sostenidas infructuosamente hace ya más de cuatro décadas,  constancia de lo cual dejaré en las notas al pie y al final del trabajo. Todo ello con el abierto propósito de insistir en lo que estoy plenamente consciente que ha sido una prédica en el desierto.

Pues bien, entrando al tema anunciado, debo decir que he de conceder la razón al título de la referida nota de Petroguía. El meollo del asunto estriba en precisar cuál es la PDVSA irrecuperable.

Y al revisar el contenido de las declaraciones registradas, encontramos prístino el fundamento de la argumentación del declarante:

La irrecuperable no es la industria petrolera nacional, sino la PDVSA constituida como un ente que se pretendía soberano frente a los poderes públicos nacionales, con políticas endogámicas, de promoción y desarrollo de su condición de empresa de proporciones internacionales a cualquier costo y, por ello mismo, enfrentadas al interés general de la Nación.

La irrecuperable, si no hay una apertura total, como dice el declarante, y si no  se dejan de lados tiquismiquis como ese de la fulana  soberanía nacional, es la PDVSA cuya gerencia promovía políticas supuestamente  antiestatistas, pero de hecho antinacionales, en tanto que determinantes de la merma del control de los accionistas sobre la industria petrolera venezolana. Unos accionistas, por cierto, transgeneracionales, en tanto que conformaban entonces, y conformarán ad aeternum, a la Nación venezolana.

La que es irrecuperable es la PDVSA prefigurada por los Secretarios de Estado y Energía de los Estados Unidos en tiempos de Richard Nixon, William P. Rogers y James E. Akins desde 1971, tiempos de “crisis energética”, cuando vinieron al país a exponer las exigencias de la geopolítica y la seguridad energética norteamericana sobre el futuro de la Faja Bituminosa del Orinoco. [3]

La PDVSA anunciada ya por los presidentes de la compañía Shell de Venezuela y la Creole Petroleum Corporation,  J.J. De Liefde (26/10/72), y Robert N. Dolph (22/09/73), respectivamente, en declaraciones insólitas para ejecutivos transnacionales, en las cuales reconocían la soberanía del pueblo y el gobierno venezolanos sobre la industria… con su precautelativo “y el futuro papel de las compañías en Venezuela”. [4]

La PDVSA estructurada por las propias concesionarias en agosto de 1975, en medio de oscuros “Acuerdos de Avenimiento” suscritos trascorrales con el Ejecutivo Nacional para “dejarse nacionalizar”, proceso mediante el cual convirtieron a sus gerentes y hombres de confianza en los gerentes de sus herederas, 13 de las “operadoras nacionales” establecidas a partir del 1° de enero de 1976. [5]

La PDVSA que a partir de ese origen se conforma como un centro generador de políticas antinacionales, con la excusa de combatir los males del “petroestado”, y la promoción de políticas directamente encaminadas a la merma de la auténtica participación nacional, como la eliminación del Valor Fiscal de Exportación, el envilecimiento de la regalía y el diseño de los “megadisparates”,  económicamente ruinosos para la Nación, de la Faja del Orinoco y la “Internacionalización”.

Pérez Alfozno registraba, ya en 1978 y en detalle, esta involución, concluyendo en que “Corriendo el tercer año de la nacionalización se observan complicaciones graves: realmente puede irse el gozo al pozo”:

Sin exagerar, puede afirmarse que el futuro es difícil. La caída violenta de la Participación Fiscal es uno de esos hechos. Son estos ingresos los que cuentan en verdad para el pueblo venezolano …

Los excedentes que la misma industria guarde con destino a ser invertidos en la propia liquidación del petróleo, es errado o malicioso pretender integrarlos a aquéllos ingresos que sí quedan disponibles para invertirse en todos los proyectos imaginables …” [6]

Las consecuencias de esa inversión de prioridades las vivimos hoy y viviremos en el futuro previsible, dadas las circunstancias actuales, porque nunca se ha asumido con seriedad la crítica de esos proyectos y subsisten todavía entre nuestra dirigencia política y petrolera los sueños megalómanos con la “cuarta empresa petrolera del mundo… lamentablemente inserta en un país subdesarrollado”, tal como proclamaba en los años 70 uno de los primeros líderes de esa empresa.

En resumidas cuentas, y apelando de nuevo a la autocita, la irrecuperable será la PDVSA “Poder Petrolero” que impuso su soberanía especial fundamentada, entre otras cosas, en la más elemental de las verdades, la “verdad petrolera”…

…el "sentido común petrolero", una cierta ideología de lo aparentemente obvio, de fácil comprensión hasta para el más lerdo, que se fundamenta en un cúmulo de medias verdades y situaciones presentadas fuera de su contexto y complejidad, a saber:

En Venezuela no hay otra industria o actividad económica con magnitudes de ingreso, rentabilidad y rendimiento comparables a la petrolera. 

Por tanto, el mejor destino del ingreso petrolero es su masiva reinversión dentro del mismo sector para preservar y expandir su capacidad productiva.

Seremos petroleros por centenares de años más, así lo indican las inmensas reservas que colocan al país en las "grandes ligas" del sector: PDVSA está clasificada como la tercera empresa petrolera  del mundo. Y si añadimos las "reservas posibles" de la Faja somos el primer país petrolero del mundo.

Por lo demás, esa es la mejor opción para el país como un todo, la que le ofrece reales ventajas comparativas y competitivas: es la actividad que genera más del 90 por ciento de las divisas que ingresan al país.

Sin embargo, la voracidad fiscal, el rentismo parasitario, característico de un nacionalismo tercermundista ajeno a las realidades contemporáneas, amenaza la salud de la "gallina de los huevos de oro" y obstaculiza sus megaproyectos expansivos, obligándola a acudir al endeudamiento interno y externo. 

La empresa petrolera venezolana es pechada con la mayor tasa impositiva del mundo. (Obviemos la circunstancia de que esos impuestos no son otra cosa -en el caso venezolano-  que los dividendos del único accionista); lo cierto es que ese ingreso fiscal petrolero se destina principalmente a alimentar el gasto corriente de una sociedad parasitaria e improductiva, perdiéndose todo efecto multiplicador.

Todo lo anterior configura, según los ideólogos del poder petrolero, el enfrentamiento de una perspectiva o escenario rentista, representado en la voluntad maximizadora del ingreso fiscal y un escenario productivo, el que promueve y privilegia la expansión y profundización de las actividades petroleras -y sólo de ellas, si nos atenemos a las proporciones y magnitudes propuestas y comprometidas en sus megaproyectos.[7]

El cuento es de nunca acabar, pero mi conclusión es la misma que la del titular comentado:

Esa PDVSA es irrecuperable.

Y lo es, porque jamás volverá a estructurarse un ente generador de políticas antinacionales al frente de la industria petrolera nacional. No renacerá el “Poder Petrolero”.

Desde luego, a menos que ello se imponga con “otros métodos”, que  permitan su resurrección y el establecimiento de sus anunciados designios.

El propósito de esta reláfica es, precisamente, llamar la atención, para  que los promotores de esa resurrección no cuenten con la ingenuidad e ignorancia que hicieron posible sus trágicos desaguisados entre 1976 y 1998

La que sí es recuperable es la industria petrolera nacional, administrada soberanamente y que tenga como norte el interés de sus accionistas, de todos ellos, los actualmente vivos y los por nacer.

Una condición indispensable para ello es el abandono de los trágicos proyectos expansivos de la apertura de los años 90, y de los no menos trágicos, aunque reproducidos ya como comedia de “pajaritos preñados”, entre 2005 y 2021, tal como he venido presentando,  insistentemente en trabajos anteriores, hasta el último ya citado, de enero pasado, con cifras y gráficos.

Volveré a insertarlos de seguidas, llamando de nuevo la atención sobre la desmesura  e inviabilidad de esos planes, amén de sus pírricos resultados, hoy más evidentes que nunca, los cuales confirman las advertencias, nunca escuchadas, de Pérez Alfonzo en 1978 sobre la debacle que se nos acercaba.








Finalmente, acudiré de nuevo a la autocita de la obra de 1995 referida en la nota anterior, “El Poder Petrolero…”, cuyas  conclusiones transcribo. En ellas expongo las ideas que sostenía entonces sobre este tema, las cuales, en mi opinión, siguen teniendo pertinencia a pesar del tiempo transcurrido.

La primera afirmación conclusiva del trabajo que se presenta tiene que ver, desde luego, con la hipótesis central del mismo. La revisión de todos los índices de funcionamiento de la industria petrolera venezolana hasta 1991 y más allá, nos permiten confirmar los planteamientos preliminares en el sentido de que la industria petrolera venezolana ha perdido gran parte de su capacidad generadora de excedentes, lo cual se expresa en la declinación irreversible de los yacimientos de crudos convencionales, con un consecuente crecimiento acelerado de los costos productivos y un desplazamiento de las actividades hacia crudos más pesados y de menor rentabilidad.

Sin embargo, las menguantes posibilidades del petróleo todavía son considerablemente superiores a las del resto de nuestro aparato económico y pueden ser utilizadas para la reconstrucción de la sociedad venezolana sobre bases nuevas:  de autosuficiencia, autonomía y diversificación de nuestras relaciones económicas internacionales, mediante un proceso integrador e internalizador de esos rendimientos, que acabe con la anómala situación de una industria volcada desproporcionadamente hacia afuera, dependiente de los requerimientos de sus mercados externos y con muy pocos encadenamientos internos, con el resto de la industria y demás sectores económicos.

Se trata de emprender un nuevo desarrollo de la industria petrolera que la lleve más allá de su papel de proveedora de divisas,  que cuente en primera instancia con los recursos humanos y materiales disponibles en el país, para forjar un camino propio, que nos permita asimilar soberanamente todos los adelantos generados en otros países y dejar de ser, como hasta ahora, adoradores de los deslumbrantes e inalcanzables milagros tecnológicos importados. Se trata de diseñar un perfil de producción y actividades de comercialización que respondan prioritariamente a los requerimientos del resto de la economía nacional. Perfil dentro del cual la búsqueda de las magnitudes y escalas óptimas desde los puntos de vista técnico, empresarial, macroeconómico y social deben ser procesos coherentes y estrechamente imbricados.

En cualquier caso, lo que queda claro del resultado de la investigación realizada es que esos óptimos no se encuentran en el camino de la producción a todo trance, de la multiplicación de proyectos no prioritarios, de dudosa rentabilidad a largo plazo, para cuyo financiamiento no se cuenta con recursos propios y los ajenos sólo es posible obtenerlos bajo condiciones que intesificará el drenaje de los excedentes de esa industria hacia el exterior.

En el desarrollo de nuestras hipótesis creemos haber demostrado, más allá de toda duda, la existencia en el seno de la industria petrolera venezolana y en torno a ella, de un conglomerado de factores económicos y políticos, empresariales y corporativos, cuya acción concertada ha tenido como principio rector la expansión constante, creciente y sin pausa, de la inversión pública en el sector petrolero, como garantía de multiplicación de las oportunidades de negocios privados.  

Es a ese conglomerado, de carácter paraestatal pero con un comportamiento abiertamente antiestatal, al que hemos caracterizado como el Poder Petrolero y consideramos responsable de un conjunto de decisiones de trascendencia estratégica que han colocado a la principal fuente  de riqueza pública  de este país en una condición muy comprometida,  en un escenario de insolvencia, ineficiencia y baja rentabilidad neta. 

Con el respaldo de los hechos que hemos constatado, concluimos señalando que la acción de ese poder petrolero es contradictoria, y en muchos casos antagónica, con los intereses generales de la sociedad venezolana.

La industria petrolera venezolana, en tanto que propiedad pública, reservada legal y constitucionalmente al Estado, debe ser dirigida y administrada en consonancia con una estrategia nacional, que trascienda los límites de lo meramente empresarial.

Es importante destacar que al hablar de estrategia nacional no estamos limitando el horizonte al estrecho ámbito de lo estatal, tal como se plantea en presentaciones maniqueas pergeñadas para destacar las bondades de las concepciones ultraprivatizantes.

Una estrategia nacional podría, según nuestra concepción, comportar una voluntaria cesión a la actividad privada de áreas reservadas al Estado. Pero ello debe ser el resultado de una detenida consideración por parte de los poderes públicos y los órganos planificadores competentes, en un ambiente de consenso nacional. Sobre todo, esa cesión no podría comportar, como sucedió en el pasado y sigue sucediendo en el presente, transferencias unilaterales, sin la justa contraprestación debida por la liquidación de un activo público.

El esquema que se adopte para garantizar una gestión eficiente de la industria petrolera nacional puede responder a diferentes concepciones administrativas, políticas y sociales, pero, en cualquier caso, será indispensable acabar con el abusivo aprovechamiento privado de ese bien colectivo. 

Para decirlo de una manera más directa, tal como está organizada actualmente, con su oposición a todo control externo y la reivindicación de una cierta soberanía paraestatal que le permite tender un velo de secreto sobre sus operaciones, la industria petrolera venezolana de propiedad pública es lugar propicio para el florecimiento de relaciones irregulares con grupos privados minoritarios a los cuales se otorga privilegios lesivos del interés colectivo.

Por tales motivos, consideramos que dentro de un proceso de verdadera profundización de la nacionalización petrolera, de auténtica apropiación por los venezolanos de su patrimonio colectivo, están planteadas una serie de tareas que requieren de una clara y definida voluntad política. Esa voluntad política no existe hoy, pero contribuiremos a su surgimiento al señalar las que a nuestro entender son esas tareas:

Realizar una severa investigación de las principales transacciones realizadas hasta la fecha en materia de contratos y adquisición de instalaciones y equipos, tanto en el país como en el exterior. Analizar claramente, de manera desagregada, el rendimiento de cada una de estas inversiones y sus perspectivas futuras. En particular establecer la conveniencia o no de mantener la propiedad de esos activos o realizar ventas, como la que estuvo prevista y no se concretó, con el 50% de la CITGO.  

Detener las operaciones que se llevan a cabo en condiciones de costos incrementales, en abierta violación de normas técnicas y en desmedro de las posibilidades futuras de recuperación de los yacimientos. Investigar las causas de pérdidas y accidentes ocurridos en las áreas donde se realizan estas operaciones.

Estabilizar los niveles de producción dentro de los márgenes técnicos aconsejables para la preservación de la vida de los yacimientos, lo cual debe coincidir con el óptimo económico de máxima rentabilidad unitaria.

Mantener la política de propiciar, en el seno de la OPEP, un escenario de defensa de los precios, garantizando la asignación de una cuota de producción cónsona con el nivel óptimo de producción de nuestras reservas.

Evaluar los planes de desarrollo de la Faja del Orinoco y la Orimulsión, estableciendo claramente sus costos de oportunidad frente a destinos alternativos del ingreso disponible.

Detener las operaciones que se estén realizando con pérdidas y bajo el supuesto de estar pagando un hipotético "posicionamiento en el mercado".

Iniciar un proceso de investigación científica sobre los posibles usos no energéticos de las acumulaciones petrolíferas de la Faja. Establecer un programa de largo plazo con las Universidades, CONICIT, IVIC, INTEVEP, etc., para la formación de personal científico y técnico multidisciplinario dedicado a esa investigación.

Someter todas las transacciones de la industria petrolera nacional a la supervisión efectiva de la Contraloría General de la República.

Crear un equipo multidisciplinario y operativo,  bajo control del Consejo de Ministros y con representación legislativa, laboral y empresarial, para la planificación en materia de economía petrolera y energética.

En ese equipo,  que debería recibir los aportes -técnicos, que no deliberantes-  de PDVSA, los Ministerios de Energía y Minas, Hacienda, Fomento, Relaciones Exteriores, CORDIPLAN, Banco Central, Gobernaciones de Estado y toda otra instancia pública o privada interesada, debe concentrarse toda la información disponible sobre la materia y el entorno socioeconómico nacional, para que pueda producir propuestas de acción coherentes y bien fundamentadas.

Detener el proceso de desgravación impositiva iniciado con la reducción y programada eliminación de los Valores Fiscales de Exportación. 

A más largo plazo, establecer un sistema coherente de asignación de recursos, tal como el que hemos señalado en varios apartes de este trabajo y como han propuesto diversos estudiosos de la materia: Procurar los fondos que sean necesarios para garantizar el funcionamiento eficiente de la industria a todos sus niveles, para que responda eficazmente a las alternativas cambiantes de un mercado cada día más complejo, pero presupuestando cada año los proyectos recurrentes y los nuevos emprendimientos que se consideren viables, prioritarios y concordantes con los demás aspectos de la política económica establecidos en cada oportunidad,  de acuerdo con la ya referida necesidad de integrar esa industria al esfuerzo general de reconstrucción de la economía nacional sobre bases más sólidas, que permitan superar los desequilibrios y carencias que la hacen vulnerable e ineficiente. [8]

Volviendo al presente, termino insistiendo en las referencias a trabajos recientes, en los cuales he tratado estos temas de la historia y el destino de la industria petrolera venezolana.

La esperanza es lo último que se pierde. Y en las circunstancias actuales, es lo único que nos queda.

Transcribo los enlaces de los directamente pertinentes al tema y de manera general, los de mi blog personal:

https://petroleovenezolano.blogspot.com/

En el Portal Aporrea.com:

Política Petrolera a la manera de los músicos del “Titanic”,

https://www.aporrea.org/energia/a263621.html

Política petrolera venezolana en cinco décadas.

https://www.aporrea.org/energia/a294641.html

Venezuela petrolera en la Tercera Década: Cerco y Aniquilación

https://www.aporrea.org/energia/a286838.html

Petróleos de Venezuela patrimonio nacional inalienable

https://www.aporrea.org/energia/a285499.html

Política Petrolera Venezolana en tiempos de catástrofe

https://www.aporrea.org/energia/a283731.html

 

55 artículos en Aporrea.org desde 16/10/17

https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella

En Academia.edu:

https://ucv.academia.edu/CarlosMendozaPottell%C3%A1/Books

 

CMP/


[1] “Política Petrolera Venezolana entre Siglos: Un lamentable balance y un renovado reto” https://petroleovenezolano.blogspot.com/  - https://www.aporrea.org/energia/a299385.html

[2]  Horacio Medina: PDVSA es irrecuperable y la apertura petrolera es una necesidad no una opción  http://www2.petroguia.com/pet/noticias/petr%C3%B3leo/horacio-medina-pdvsa-es-irrecuperable-y-la-apertura-petrolera-es-una-necesidad-no

 

[3] Akins, James, “The Oil Crisis: This time the wolf is here” , Foreign Affairs, abril 1973.

 

[4] Rodríguez G. Irene - Yánez, Francisco, “Cronología ideológica de la nacionalización petrolera en Venezuela”, FACES-UCV, Caracas 1977, págs. 115 y 138.

 

[5] Mendoza P., Carlos, “De las concesiones a los contratos: Visión retrospectiva de la política petrolera venezolana. Tesis de Maestría, Caracas 1985. Capítulo X, “El nuevo paquete Ley-Convenios”,. Pág. 133. Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas 2011.

 

Mendoza P. Carlos, “Nacionalismo Petrolero venezolano en cuatro décadas”  BCV, 2014. Colección Venezuela y su petróleo. “Nacionalización Chucuta”, pág. 467.  “PDVSA: Estafa Histórica”, pág. 473.

https://www.academia.edu/41805065/Nacionalismo_petrolero_en_4_d%C3%A9cadas

 

[6] Juan Pablo Pérez Alfonzo, en “Venezuela se acerca la debacle” Revista RESUMEN, Caracas 15 de Octubre de 1978. / Reproducido en “Petróleo y Ecodesarollo de Venezuela”, Dorothea Mezger (Compiladora), ILDIS-Ateneo de Caracas, 1981.

 

[7]  Mendoza P. Carlos,  El Poder Petrolero y la Economía Venezolana, UCV-CDCH, Caracas 1995. Pps 25-26.

[8]  Mendoza  P.,  Carlos,  “El Poder…”  Op. Cit. Págs. 375-379.

viernes, 29 de enero de 2021

Un triste balance petrolero

 

Política Petrolera Venezolana entre Siglos:   

Un lamentable balance y un renovado reto

Carlos Mendoza Pottellá

24 de Enero de 2021

Por estas fechas, los usos y costumbres editoriales compelen a la realización de un balance de lo actuado en el lapso que acaba de concluir.  En lo que me concierne personalmente, dada la negativa evolución de las circunstancias del país y de su industria petrolera, se trata de confirmar la inutilidad de discursos y advertencias. La certeza de estar predicando en el desierto.

Al respecto, para iniciar este balance personal, me permito remitir al lector a mi artículo de febrero de 2020, “Petróleo venezolano en la tercera década: Cerco y aniquilaciòn”  

La situación de sálvese quien pueda que está viviendo  el país es de tal magnitud y gravedad, a niveles de Sodoma y Gomorra en los planos éticos y morales, que hace parecer intrascendentes las discusiones neutras sobre la situación presente y futura de  sus recursos petroleros y de su industria, principales  motivadores de nuestros pecados capitales.

Inmersos en el profundo abismo donde han terminado los sueños de ser el primer país petrolero del mundo es muy fácil encontrar culpables, pero muy difícil establecer un diagnóstico certero, que nos permita encontrar un piso sólido para remontar la cuesta y no terminar, como Sísifo, de nuevo en el foso. Con la roca a cuestas. Tal es la magnitud del reto...

https://petroleovenezolano.blogspot.com/2020/02/petroleo-venezolano-en-la-tercera-decada.html

En efecto, no es necesario reiterarlo mucho. El año que acaba de transcurrir,  universalmente trágico, fue además para los venezolanos uno de profundización del derrumbe de su economía, acentuado por un bloqueo extranjero que es sólo una fase aguda de la geopolítica imperial, la cual ha impuesto siempre, por distintas vías, sus designios sobre nuestro país.

Pero es también, y de manera previa y determinante, agregado al conflicto político interno, producto ancestral y autóctono de la incuria, el desprecio por la historia, la ignorancia ensoberbecida y la corrupción generalizada.

Con lo anterior quiero destacar la naturaleza de las circunstancias que debemos enfrentar como país. Se trata de una ciclópea tarea de reconstrucción de todo el tejido socioeconómico, ético y político nacional, partiendo de los escombros actuales.

Tarea que debe comenzar, precisamente con un diagnóstico descarnado y sin contemplaciones de las enfermedades nacionales, para poder emprender una ruta profiláctica en la cual será imprescindible apelar a las amputaciones, cortando por lo sano la podredumbre.

Planteadas así las cosas, todo parece cuesta arriba, pero no puede ser de otra manera: es imprescindibles apelar a las reservas morales que aún puedan quedar y que este pueblo ha mostrado en otros momentos de su historia. Precisamente, a la historia que algunos consideran como antigualla llena de mitos, rémora de un pasado de atraso, es a la cual debemos acudir para erguirnos nuevamente como Nación soberana, dueña de su futuro.

Es en este contexto en el cual cada quien debe asumir sus responsabilidades individuales y en el que pretendo inscribir mis particulares reflexiones sobre la materia a la cual he dedicado mi atención desde siempre: la economía y política petrolera.

Es momento para reiterar cosas muchas veces dichas. Pido excusas de antemano a mis escasos lectores consecuentes por lo repetitivo del discurso.

En primer lugar, se trata de insistir en un debate ancestral, de asumir la defensa del carácter de interés público nacional de esta materia y combatir las posiciones de quienes, en nombre de su conocimiento del “negocio”, han demonizado esta posición  como “estatista”.  

De hecho, muchas de los argumentos y soporte documental que aquí expongo ya los había esgrimido con anterioridad. Un ejemplo de ello está  en  La oportunidad la pintan calva… para la rebatiña petrolera”  https://petroleovenezolano.blogspot.com/2019/05/la-oportunidad-la-pintan-calva-para-la.html

Me refiero allí a las posiciones en nombre de las cuales, de una u otra manera se han impuesto siempre los dictámenes estrechos y simplistas de una tecnocracia productivista a ultranza, aparentemente ciega a la existencia de cualquier otro conocimiento fuera de su especificidad técnica y gerencial, pero que en verdad se convierten en instrumentos, muchas veces inconscientes,  de intereses políticos y económicos nacionales e internacionales, aquéllos para los cuales el ejercicio de la plena soberanía nacional sobre sus recursos de hidrocarburos se materializa en “lo que el Gobierno se coge para el gasto ineficiente”, carga insoportable, opuesta a la rentabilidad del negocio y a su expansión continua.

“…hoy está de moda el dejar de ser rentistas y estimular escenarios productivos donde el sector privado lleve la batuta, como en toda sociedad capitalista que se precie de serlo. Superando las obstrucciones que genera la propiedad estatal sobre el recurso petrolero, el interés colectivo real, en este sector, estaría en los efectos multiplicadores que tendrían los negocios privados en la reactivación de la oferta y demanda agregada de bienes y servicios, los cuales, a su vez, estimularán el crecimiento de la producción y el empleo en el resto de la economía nacional.”       

Esa estrechez de miras ha sido pasto para cuanto vendedor de fórmulas mágicas  se ha presentado en distintas etapas de nuestra centenaria historia petrolera.

Y no se ha tratado nunca de pícaros vendedores ambulantes del “elixir de amor”, a la manera de Dulcamara, sino de operadores de las principales potencias que se disputan el control geopolítico del mundo, cuyos Estados,  imponen sus condiciones a  los demás, sin que sus ciudadanos y beneficiarios los consideren “omnipotentes”.  

Tal es la razón por la cual he enfrentado a políticos y dirigentes petroleros estatales que, paradójicamente, han promovido, y muchas veces logrado,  la minimización del papel del Estado en el control y gestión para el provecho nacional de un patrimonio transgeneracional.

Ello, sin desmedro de mi convicción de que la solución de los problemas venezolanos no pasa exclusivamente, y ni siquiera prioritariamente, por el “rescate de la industria petrolera”.

Justamente en mi anterior artículo,  (Volviendo al Ruedo…Del debate petrolero https://www.aporrea.org/energia/a298362.html) rememoro las alertas que en este sentido hiciera, desde 1978, Juan Pablo Pérez Alfonzo: La tendencia a la caída de la capacidad generadora de excedentes de la industria petrolera venezolana. 

Cuarenta y dos años después, y tal como lo reflejan las cifras de todos los organismos públicos  y privados que manejan las estadísticas petroleras venezolanas, la acción de esa tendencia ha determinado la desaparición de la renta petrolera, razón por la cual esa industria ha dejado de ser, y  nunca más volverá a ser, la “palanca” –o muleta- que sostendrá  a una economía parasitaria, incapaz de valerse por sí misma, precisamente por su adicción rentista: el “efecto Venezuela” diagnosticado por los noruegos, “la enfermedad holandesa” o la “maldición de los recursos” descrita universalmente en los medios académicos, sin contar las tempranas advertencias de nuestro primer economista, Alberto Adriani, en 1930 y los consecuentes, ya nonagenarios, intentos frustrados de “sembrar el petróleo”.

Con esto no quiero decir, reitero, que “dejaremos de ser petroleros” y de obtener beneficios de esa industria. Lo seremos siempre, dada la existencia en nuestro subsuelo de unos recursos que no tienen posibilidad de ser extinguidos ni en el más lejano futuro.

Su cada día menor utilización dentro de la matriz energética es un proceso inexorable, pero de largo plazo, en el transcurso del cual seguramente se descubrirán y desarrollarán –más allá de la simple y también ambientalmente nociva petroquímica del plástico, las resinas y demás materiales no biodegradables- otros usos no energéticos y no contaminantes para un material que es producto de la vida que existió en el planeta hace varias decenas de millones de años.

Por esas mismas razones, que trascienden con mucho las vidas de las próximas generaciones venezolanas, es por las cuales la solución “no petrolera” que, siguiendo a mis maestros he venido planteando, no puede ser despachada con la simple regla de tres según la cual, dadas tales perspectivas, ya no es una cosa del otro mundo negociar la soberanía nacional sobre esos recursos y los restos de la industria “varada” que a partir de ellos se estableció.

Y no puede serlo, precisamente porque somos los habitantes contemporáneos de una Nación eterna, quienes tenemos hoy la obligación de preservar la integridad de su patrimonio físico, natural y humano.

Ninguna receta para solucionar nuestro drama existencial contemporáneo puede incluir una venta colectiva de almas al Diablo.

Desde luego, las tentaciones son muy grandes. Si miramos las cosas desde el punto de vista de los “negocios”, no es descabellado afirmar que la soberanía es un concepto anticuado, como sostuvieron abiertamente los proponentes de una nueva Ley Orgánica de Hidrocarburos en la anterior Asamblea Nacional. (“Ley Orgánica para la regulación el comercio de esclavos en Venezuela” https://www.aporrea.org/energia/a280531.html )

Así lo registré en otro trabajo, de  julio de 2019, al referirme a declaraciones del Diputado Luis Stefanelli,  proponente de esa nueva Ley:

… Mención especial merece la frase en donde vincula el ejercicio de la soberanía con la muerte por hambre de los venezolanos, de niños en los hospitales y de 32 balseros desaparecidos en las aguas de Falcón:

“Ese término de soberanía, ultroso, grandilocuente que maneja esta gente y que llevan al país a que 5 millones de venezolanos estemos en el exterior, es un término que nosotros vamos a combatir en todos los terrenos.”  

“El Cartero siempre llama dos veces” https://www.aporrea.org/energia/a280732.html

Lo peor de las desesperadas circunstancias actuales es que empieza a cundir en todo el espectro político nacional la racionalidad de los retrocesos “tácticos” y la búsqueda de salidas de emergencia non sanctas.

Las posiciones “soberanistas” se reducen a su mínima expresión y cada día  más son asociadas con el suicidio. Así lo registré, con amargura, el pasado 5 de octubre: “Nacionalismo Petrolero: Veintiún años después, ¿Derrota final?” https://www.aporrea.org/energia/a295880.html.

Ahora bien, llegados a esta instancia, no podemos quedarnos anclados en las lamentaciones sobre lo que pudo haber sido y no fue. Por el contrario, es nuestro deber seguir insistiendo en la búsqueda del camino cierto hacia el desarrollo social, económico y político de nuestro país.

Pero no hay fórmulas mágicas, ni verdades reveladas. Tendrá que ser una dura tarea colectiva, nada fácil, incluso dolorosa, llena de antagonismos y acechanzas, pero inevitable, si queremos prevalecer como soberanos de nuestro destino como Nación.

Lo primero que tenemos que hacer, en la materia que nos compete, es enfrentarnos a la realidad en toda su magnitud catastrófica interna y el nada favorable panorama del mercado petrolero internacional.

Como ya mencioné, la centenaria evolución de nuestros recursos petroleros, y de la industria erigida sobre ellos, nos viene advirtiendo su sesgo negativo desde hace cinco décadas: La tantas veces mencionada tendencia declinante de su capacidad generadora de excedentes y, en particular, de renta.

Pero ella nunca ha sido asumida con seriedad por la dirigencia política y petrolera venezolana, desde sus primeras manifestaciones a partir de  1971 y hasta enero de 2021, como pretendo demostrar en lo que sigue.

Hoy seguimos hundiéndonos en sueños cada día más inviables.

Un resumen de esas circunstancias lo he presentado varias veces en distintas versiones durante los últimos años y meses. En particular, me refiero a la gráfica donde se recogen todos los proyectos fallidos de la empresa petrolera venezolana,  los “pajaritos preñados” que se fincan, todavía hoy, en la fábula de que tenemos las “mayores reservas petroleras” del mundo.

No dejaré de incluirla en esta oportunidad. Pero esta vez, como parte de mi balance personal de emisor de discursos inútiles, lo hago con el soporte previo de las cifras y gráficos que sustentan cada uno de esos planes, más una tabla, resumen numérico de los mismos.

Comienzo presentando la versión de teletipo, enviada desde el Saint Regis Hotel de Nueva York, mediante el cual los venezolanos nos enteramos que PDVSA “había apartado” 6.000 millones de dólares para el comienzo del mayor plan de inversiones en el mundo petrolero entre 1980 y 2000: 100.000 millones de dólares. Así lo expresaba entonces el Virrey Guillermo Rodríguez Eraso, Presidente de Lagoven:


Y sus resultados:

   


No en balde el Profesor Francisco Mieres denominó a este megaproyecto “El Megadisparate de PDVSA”, el cual se vino abajo por la caída de los precios al año siguiente a su presentación en sociedad, tal como se observa en la gráfica anterior. Lamentablemente,  sólo fue el primero de muchos megadisparates, desde entonces hasta enero de 2021.

Veamos ahora los proyectos 1994-2002 y 1996-2005 de la “Apertura” de la era Giusti-Espinaza-Mommer, con sus fantásticas metas: 5 millones de bd en 2002 y 6,5 millones en 2005:

     


Ya en ese entonces, 1995, destaqué el carácter fraudulento de esta propuesta.

“El análisis de las perspectivas del mercado se hace con un manejo perverso de la realidad. A pesar de que se reconoce que los capitales petroleros internacionales están volcados sobre otros países que correctamente se mencionan, se pretende que los problemas coyunturales que se viven en algunos de esos países se convierte en una ventana de oportunidades para Venezuela, que puede ofrecer la posibilidad de desarrollar hasta 40.000 millones de barriles de crudos livianos y medianos adicionales.

Para tener una idea de la magnitud de la misma, debe considerarse que… las reservas reales de Venezuela (pesados, medianos y livianos) no pasan de 32.000 millones. Descubrir 40.000 millones de barriles en las limitadas áreas por explorar en Venezuela sería casi como descubrir un nuevo Kuwait.

Ese optimismo exagerado se manifiesta en el prospecto analizado: descubrir los 6.379 millones de barriles programados en los 17.601 Km² de los lotes establecidos, significa descubrir el 17% de los supuestos 40.000 posibles en menos del 2% del territorio nacional, vale decir, decubrir un nuevo Campo Costanero Bolívar, el mismo de donde ha salido el 60% de la producción petrolera venezolana.”

[Comentarios al Documento "Consolidación del Desarrollo del Sector Petrolero Venezolano” / Caracas 1995 / /https://petroleovenezolano.blogspot.com/2009/12/comentarios-al-documento-consolidacion.html ]

A partir del 2005, como conclusión del hiato iniciado en 1999, de estricto cumplimiento de los compromisos suscritos en el seno de la OPEP para la  defensa de los precios, PDVSA comienza la formulación de los “Planes de Negocios”, “Planes de la Patria” y “Siembra Petrolera”, cada uno más fantasioso que el otro y todos programando metas contradictorias con la política oficial formal, voceada reiteradamente por nuestros máximos dirigentes y que nos presentaba ante el mundo como los “halcones” de la OPEP, al lado de Irán, en referencia a la firmeza mostrada por ambos países en la defensa del compromiso de restricción de la oferta para defensa de los precios.





Para complemento de ese comportamiento esquizofrénico en cuanto a metas de producción de crudo,  también inserto las láminas del proyecto 2010  de construir o adquirir 24 nuevas refinerías, para completar 30 en el 2030. Epítome de la “Internacionalización” de la apertura 1980-2000 y de nuestros ancestrales y siempre inviables sueños refineros. 




Al respecto, refiero al lector a mi trabajo “CITGO: La "Internacionalización" revisitada”    https://www.aporrea.org/energia/a276427.html

Y ahora sí, presento la versión actualizada del gráfico que resume algunos de estos planes, seguido de la tabla de metas, incrementos y velocidades:


 




Todas estas muestras de la “planificación de pajaritos preñados” han carecido de una evaluación realista, tanto de las capacidades técnicas y financieras propias, como de las reales posibilidades y restricciones del mercado petrolero global.

En alguno de ellos se llega hasta presumir de una “capacidad de captura”, que, ante el estancamiento de la demanda, permitiría a Venezuela desplazar a los menos favorecidos de sus socios en la OPEP, particularmente a los negritos africanos… sin dejar de destacar el racismo implícito:



Por vergüenza, desde 2015 omití el logo “PDVSA” que identificaba originalmente esta lámina.

La irrealidad de todos esos proyectos, se acentúa con el paso de los años y el deterioro creciente de yacimientos e instalaciones.

Para destacar esa reiterada irrealidad incluí en la gráfica comentada,  para fines comparativos, la proyección 2020-2030,  resultante  de la encuesta realizada por The Inter-American Dialogue entre  varias “majors” petroleras hace un año.

PDVSA’s crippled condition and the massive scale of investment that will be required makes it clear that the recovery of Venezuela’s oil sector must be led by foreign investment. IPD Latin America, a consulting firm, estimates that Venezuela could ramp up production to 2.6 million b/d over 10 years, which would require capital expendituresof $90 billion and operational expenditures of $122billion, including to drill an additional 13,400 wells.

This report is based on interviews with eight large Western oil companies, including some that are still operating in Venezuela and others that currently have no operations in the country. Its purpose is to provide an independent, publicly available analysis of the conditions that will determine how rapidly, and to what degree, Western oil companies will resume or ramp up operations in Venezuela in the event of a political transition.

https://www.thedialogue.org/wp-content/uploads/2020/01/VENEZUELA-FINAL-PDF-1.pdf

Esta propuesta de consenso para “una eventual transición política”, está condicionada a la modificación de todas las normas constitucionales y legales restrictivas de la inversión extranjera.

Una inversión de 212 mil millones de dólares en 10 años,  para llevar la producción a 2 millones 600 mil barriles diarios, pero con la advertencia a los venezolanos de que no esperen  resultados inmediatos en los próximos años y que mientras tanto deben buscar otras fuentes de ingresos.  (Citado en Vuelan los Rebullones…Sobre el petróleo venezolano  https://www.aporrea.org/energia/a287565.html )

Lo paradójico del caso es que esta propuesta transnacional es de una moderación insólita, si la comparamos con los desembolsos programados por PDVSA para ejecutar su plan de inversiones 2015-2019, según se muestra en el siguiente cuadro, expresado en miles de millones de dólares:


Mientras la propuesta de las “majors” del año pasado estimaba una inversión anual promedio de 21 mil millones de dólares anuales durante 10 años, al cabo de los cales la producción venezolana crecería en 2 millones de barriles diarios,  el Plan PDVSA 2015-2019 contemplaba, tal como se observa en el cuadro anterior, un desembolso promedio de 56 mil millones de dólares anuales, la sexta parte del PIB nacional de entonces, en cada uno de esos cinco años.

La desmesura de una inversión para cual no se contaban con recursos disponibles ni capacidad para  sostener endeudamientos de semejantes magnitudes, es compatible con la inviabilidad de la meta de duplicar la producción y agregar 3 millones de barriles diarios en 5 años a un mercado casi estancado, donde la tasa de crecimiento de la demanda global a duras penas pasaba de 1 millón de bd anuales.

En efecto, y tal como muestro en otra de las tablas insertas anteriormente, para el período 2013-2019  se estimaba un crecimiento de esa demanda en 7,5 millones de bd.

En ese mismo lapso y según esa  versión del reiterado proyecto, PDVSA, por sí sola, planeaba la captura del 40% de ese crecimiento mundial, 3 millones de bd. ¡El propio sueño megalómano del súper héroe petrolero venezolano!

Hoy, el país se encuentra acorralado por las sanciones norteamericanas y una industria hundida previamente por la pésima gerencia, lo cual es evidente en la desmañada formulación de sus planes y proyectos, pero sobre todo, físicamente palpable en el desmoronamiento de sus refinerías, en la acelerada declinación y clausura de sus campos convencionales por abandono  de las labores de mantenimiento y  recuperación secundaria, sin contar los efectos devastadores de la corrupción generalizada y la pérdida de capital humano.

En esas condiciones, las perspectivas del mercado petrolero internacional no pueden ser peores:

La emergencia de la pandemia COVID 19 sólo ha acelerado la tendencia a la transición energética que amenaza con convertir en “activos varados” a las instalaciones de producción y procesamiento de los petróleos menos competitivos.

Los 300 mil millones de barriles de “recursos técnicamente recuperables” depositados en la Faja del Orinoco, los cuales requieren precios por encima de los 80 dólares el barril para poder ser desarrollados y  convertidos en “reservas probadas” parecen estar condenados, pese a su fraudulenta “certificación”, a yacer inmóviles durante los próximos siglos:



La chapucería de estas “reservas” fue confesada por la propia PDVSA en una lámina de 2005, en la cual “predecía”, exactamente, el monto “a ser cuantificado”, que luego “certificaría” la compañía especializada en estos menesteres, Ryder Scott, en los 5 años siguientes  y  previo el pago de 600 millones de dólares…


Para mayor evidencia, presentada sin pudor ante un público cuidadosamente incapacitado para entender el sentido del desarrollo de esas operaciones de "certificación", se presentan las cifras de pozos,  líneas sísmicas,  toma de núcleos y volúmenes certificcados cada año, por 577 millones de dólares:


Las reservas petroleras reales, estimadas de acuerdo a métodos de aceptación general, como los del US Geological Survey, se acercan precisamente a la cifra que se genera en el cuadro anterior, elaborado a partir de las propias estadísticas de PDVSA: los 60.000 millones de barriles que resultan de descontar los 242.071 millones de barriles de las “revisiones”, mecanismo picaresco de “lápices afilados”, tal como lo etiquetara Pérez Alfonzo.

Según Rystad Energy, esas reservas petroleras venezolanas, “la estimación más probable para los campos existentes, más los recursos contingentes en los descubrimientos, más los recursos prospectivos a riesgo en campos aún por descubrir” (2PCX)  alcanzan a los 68 mil millones de barriles.



·       2PCX: Sistema de gestión de recursos petrolíferos de la Society of Petroleum Engineers (SPE)

Esa cifra coloca a Venezuela en el noveno lugar entre los productores mundiales. Pero no se trata de un problema de ranking,  de batear para .300 en las Grandes Ligas, sino de factibilidad económica. 

Hay que hacer mención de que 30.000 millones de esos 68.000 corresponden a una “revisión extraordinaria” hecha en los años 80  para incorporar las reservas de la Faja del Orinoco, estimadas por PDVSA en esos años como soporte de su primer “megadisparate”. (Francisco MIeres dixit).

La capacidad de producción instalada actualmente en la Faja del Orinoco, de un millón cuatrocientos mil barriles diarios y la capacidad procesadora de los “mejoradores”, de 650.000 barriles diarios, ya hoy parcialmente utilizados como “mezcladores” de crudos extrapesados con naftas y crudos livianos, son firmes candidatos a convertirse en activos varados –de hecho ya lo son parcialmente- dadas las expectativas del mercado.  

Dicho en otras palabras, se trata de una inversión de varios centenares de miles de millones de dólares cuyo costo nunca se recuperará completamente. ¿Pudo haber sido de otra manera?  ¿Pero a quién le importa? Total, lo que es de todos no es de nadie… Y el que venga atrás que arree.

Diferentes organismos especializados estiman que el pico de la demanda petrolera global será alcanzado entre 2028 y 2045, a saber:

Rystad Energy 2028, McKinsey 2029,  Bloomberg y Wood Mackenzie 2035 y, como era de esperar, la OPEP, la más optimista, 2045.

Energy Intelligence estima que la demanda total sólo alcanzará el nivel del primer trimestre de 2017 en el tercer trimestre de 2021.  

El siguiente es el gráfico de McKinsey, de diciembre pasado.:



Peaks in demand for hydrocarbons occur earlier than projected (oil peaks in 2029 and gas in 2037) https://www.mckinsey.com/~/media/McKinsey/Industries/Oil%20and%20Gas/Our%20Insights/Global%20Energy%20Perspective%202021/Global-Energy-Perspective-2021-final.pdf

A esa evolución de estancamiento y futura declinación de la demanda se añade, para agravar más el panorama, la incorporación de nueva producción de crudos livianos en Brasil, Noruega, Guyana, Surinam, Uganda, Mozambique, México, más la capacidad cerrada voluntaria que mantienen los países miembros de la OPEP+ como soporte de los precios y los campos para el desarrollo futuro en la “Zona Neutral” entre Kuwait y Arabia Saudita.

 







De inmediato, la recuperación de la demanda a los niveles de 2019 sólo está prevista para el cuarto trimestre de 2022, según el más reciente pronóstico de corto plazo de la U.S. Energy Information Administration (EIA).

 

  


De igual manera, los escenarios de precios presentan una perspectiva plana hasta 2023, según el consenso entre los mercados de futuro y las predicciones de EIA-DOE:



Frente a este panorama el veredicto es claro:  

Ninguno de los proyectos que prometen un crecimiento acelerado de la producción petrolera venezolana tiene asidero en la realidad presente y futura del país y del mercado internacional.

Sean cuales sean las concesiones y dejaciones de soberanía que hagamos, el resultado será pírrico y a la postre ruinoso para el país.

Mientras más tardemos en asumir esa realidad y actuar en consecuencia, peores serán las consecuencias.

Una vez más, sólo nos queda la opción de prepararnos para recorrer el camino difícil pero ineludible de construir un país no petrolero.

Referencias personales:

https://petroleovenezolano.blogspot.com

https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella

https://www.academia.edu/41805065/Nacionalismo_petrolero_en_4_d%C3%A9cadas

 

CMP/ Enero 2021