lunes, 29 de julio de 2019

SOBERANÍA, DELENDA EST


Soberanía, delenda est, 

(A la manera de Catón El Viejo)


Carlos Mendoza Pottellá
29 de julio de 2019

Venezuela se encuentra en una peligrosa encrucijada. Perogrullo.

Con una industria petrolera hundida en el foso a donde la han llevado, además de su madurez centenaria, la ignorancia auto inflingida [1], la arrogancia fundada en los sueños de “pajaritos preñados” inseminados desde los tiempos meritocráticos, la ineptitud gerencial, la corrupción y los intereses y ambiciones personales, grupales y parcializadas  de los múltiples liderazgos políticos, empresariales y mafiosos que han incidido en su desempeño en los últimos 43 años.

Ahora, en medio del cerco económico y político del Estado más poderoso de la Tierra, motivado geopolíticamente por mantener el control absoluto sobre uno de los más importantes reservorios de hidrocarburos futuros del planeta, surgen soluciones mágicas de todo tipo.

La más poderosa de esas recetas se nos ha administrado por décadas,  en varias oportunidades, y ella no es otra que la de plegarnos incondicionalmente a las exigencias del mundo globalizado, para participar en el cual debemos renunciar a la soberanía nacional, esa excrecencia feudal que algunos pretenden mantener en medio de las irrefrenables tendencias modernas. Pulverizar nuestro mini Estado y arrimarnos a la sombra munificente de los grandes.

Esta es la justificación fundamental de una insistencia que pudiera etiquetarse de caprichosa, patriotera y vanidosa, la cual he venido manifestando en mis últimos trabajos, motivado inicialmente por la más descarada versión de esa complacencia secular ante la “modernidad”: el reciente proyecto de Ley de Hidrocarburos introducido para su discusión en la Asamblea Nacional.

La insistencia en refutar ese adefesio, como lo califican mis colegas juristas, puede ser una actitud aprovechadora, del típico vivo criollo que quiere verle “la oreja blanca” -lo que ahora se conoce como “bulling”- a sus inocentes y desprevenidos proponentes.

Pero, aún deslucida, la alcurnia de esta propuesta la convierte en un poderoso mecanismo de pesca en río revuelto. Como dice su proponente-mensajero, “entre 0 y 100 por ciento”. Traducción venezolana: “agarrando aunque sea fallo”.



Por todo ello, y desvergonzadamente, vuelvo a referir materiales antiguos con mis opiniones sobre la materia, para demostrar que el de ahora no es un inocente desaguisado.

(Después de cada título transcribo el enlace a mi blog, https://petroleovenezolano.blogspot.com, donde están los trabajos completos)



Apertura petrolera y globalización,
trampas de la post-modernidad

Este fue el título de un trabajo presentado por mí para su publicación en una revista arbitrada de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, y del cual transcribo aquí párrafos pertinentes a la discusión contemporánea.


(Extractos)

Reasumiendo las afirmaciones iniciales en ese sentido, nuestra demostración de las mismas se ha centrado en el análisis de la política petrolera venezolana e internacional entre 1959 y 1975 y en cómo aquél llamado “adelanto de la reversión” que se produjo en este último año no fue más que el resultado de una composición de fuerzas nacionales e internacionales que lograron, como siempre, convertir una consigna nacionalista en el mejor camino para fortalecer la presencia del gran capital transnacional en las fases más rentables del negocio petrolero venezolano.

Fue así como se produjeron durante todo 1975 y todavía bien entrado 1976, las negociaciones trascorrales que, con el nombre de "avenimiento", dieron luz verde al adelanto de la reversión y garantizaron a las concesionarias jugosas indemnizaciones sobre activos largamente depreciados, contratos de asistencia técnica y comercialización mediante los cuales se les remuneró con creces su tan reclamado, cuan inmerecido, lucro cesante y permanencia en todos los emprendimientos de sus antiguas filiales, ahora "operadoras" nacionalizadas.

Ya en estos contratos de asistencia técnica y comercialización se inicia el proceso de desmontaje del aparato de control y fiscalización estructurado por el Estado venezolano a lo largo de décadas.

En ellos se consagró, por primera vez, la renuncia a la soberanía impositiva, al establecer una fórmula automática para compensar todo intento de incremento de las tasas impositivas vigentes a la firma del contrato.

Igualmente, allí, por primera vez, se renunció a la “inmunidad de jurisdicción”, al establecer, en contravención del Artículo 127 de la Constitución Nacional, el arbitraje internacional como medio para dirimir los desacuerdos entre las partes contratantes.

(subrayado e itálicas, julio 2019: cualquier parecido con el Proyecto de marras es pura coincidencia)
La política petrolera venezolana debe formularse claramente a nivel Estatal, es decir, debe ser establecida con la participación de todos los poderes públicos.  (Y no “del gobierno”, como mienten los modernos encomenderos coloniales – Nota de Julio de 2019)
La justificación es doble: La primera se refiere a que, cualesquiera sean los titulares de la propiedad sobre los recursos del subsuelo y los activos de esa industria, el Estado está en la obligación, claramente establecida en la Constitución y las leyes, de controlar, regular y fiscalizar a una actividad productiva que se desarrolla en su territorio. La segunda se refiere a esa condición actual que puede revertirse en el tiempo, pero mientras exista debe ser ejercida plenamente y sin complejos: el Estado es el propietario de los recursos y de la industria erigida para su explotación.

LA SOBERANÍA NACIONAL 
FRENTE AL ARBITRAJE TRANSNACIONAL


En los contratos de interés público, si no fuere improcedente de acuerdo con la naturaleza de los mismos, se considerará incorporada, aun cuando no estuviere expresa, una cláusula según la cual las dudas y controversias que puedan suscitarse sobre dichos contratos y que no llegaren a ser resueltas amigablemente por las partes contratantes, serán decididas por los tribunales competentes de la República, de conformidad con sus leyes, sin que por ningún motivo ni causa puedan dar origen a reclamaciones extranjeras.
             
Artículo 151 - Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

El arbitraje internacional sobre materias de interés público nacional, que contradice la expresa disposición constitucional citada en el epígrafe, es una herencia de las décadas de imperio de las políticas impuestas por el Consenso de Washington para el establecimiento del mundo feliz de la globalización transnacional, con aprobación entusiasta de los modernos tecnócratas venezolanos que fueron heraldos de esas novedades. En ese tiempo, nuestro país se adhirió a los distintos mecanismos de arreglos de disputas para la protección de la inversión extranjera, firmó tratados bilaterales con otras naciones y aceptamos la instancia del Banco Mundial para el arbitraje de esas disputas: el CIADI.


EL VIEJO DEBATE SOBRE LA
 "PROTECCIÓN" DE LA INVERSIÓN EXTRANJERA


REFLEXIONES SOBRE EL TRATADO PARA EVITAR LA DOBLE TRIBUTACIÓN ENTRE ESTADOS UNIDOS Y VENEZUELA

Caracas, junio de 1999
(Extractos)

Por medio de ese Tratado, que se quiere justificar por la necesidad de estimular la inversión norteamericana en Venezuela, se establecen mecanismos de deducción impositiva que significarán un gran sacrificio fiscal para nuestro país.  Así lo reconocen los estudios de dos Comisiones del Congreso Nacional que citamos a continuación.

"Esta doble tributación es altamente perjudicial para el flujo de capitales e inversiones entre los países, en especial para Venezuela que está tratando de captarlas.

Para evitar esta situación es necesario la realización de estos convenios, que si bien significan sacrificios fiscales para nuestra República, otorgan mayor rentabilidad a las inversiones extranjeras en nuestro país" (Comisión Permanente de Política Exterior de la Cámara de Diputados, subrayado nuestro)

Es increíble el estilo argumental de estos diputados, quienes parecieran no darse cuenta  de lo que están diciendo: la mayor rentabilidad de las inversiones extranjeras se fundamenta en el sacrificio fiscal de nuestra República.

"El convenio... tiene como propósito fundamental el flujo de capitales e inversiones entre los países..."

"Lamentablemente, el Seniat no dispone de información suficiente para medir el impacto que se producirá en la recaudación fiscal venezolana cuando las empresas americanas en Venezuela comiencen a repatriar dividendos a los Estados Unidos pagando solamente una tasa de 5% en nuestro país. Si bien, esto puede disminuir en el corto plazo la recaudación de este tipo de ingresos en Venezuela, la eliminación de la doble tributación generará en el mediano y el largo plazo un incremento en el flujo de inversiones y capitales americanos a Venezuela. Los efectos fiscales positivos originados por un universo tributario de compañías americanas más amplio en el mediano y el largo plazo debieran superar los efectos fiscales negativos de corto plazo originados por una tasa impositiva más baja." (Oficina de Asesoría Económica y Financiera del Congreso de la República", subrayado nuestro). 
Nota 2019: La misma oferta engañosa de futuros luminosos de siempre y del “nuevo” anteproyecto en cuestión-

De los términos del referido Tratado y de las justificaciones anteriores se desprende que la primera consecuencia de su aplicación será una merma impositiva incuantificable, a cambio de la cual sólo se obtendría un futuro e hipotético  crecimiento de las inversiones norteamericanas en el país, las cuales vendrían, precisamente, a aprovechar las grandes ventajas que ofrece Venezuela. Los párrafos citados constituyen una paladina confesión del grado de irresponsabilidad con el cual se está tratando una materia vital: se reconoce la incapacidad del Seniat para  cuantificar ese sacrificio fiscal con el cual  se incrementará la rentabilidad de las inversiones norteamericanas en Venezuela, pero ese desconocimiento de las potencialidades negativas del Tratado en referencia pareciera no ser obstáculo para la aprobación legislativa.
......

EL CASO CITGO

La gigantesca desproporción entre las magnitudes de las operaciones de los capitales estadounidenses en Venezuela y las de Citgo es tan obvia, que equivale a comparar un elefante con una hormiga.
Pero la situación es mucho más grave aún: las ganancias registradas por Citgo en Estados Unidos han surgido, en algunos años, de una transferencia de ingresos desde  PDVSA, por la vía de los descuentos en los precios del crudo suministrado a esa filial refinadora y vendedora de derivados en el mercado estadounidense.
Ello quiere decir que, en verdad, las pírricas ganancias de Citgo no siempre han sido tales, como lo confirman datos obtenidos de presentaciones de PDVSA, según las cuales, en 1993 y 1994 se  otorgó descuentos a Citgo “Negocio Global”, de 1,40 y 2,04 dólares por barril promedio anual, respectivamente. Las “ganancias” declaradas por Citgo en 1993 fueron de 165 millones de dólares, mientras que el descuento total, sobre un suministro de 317 mil barriles diarios, fue de 162 millones. Es decir, que casi toda la “ganancia” fue producto del descuento. En 1994 sucede algo peor: la “ganancia” registrada fue de 185 millones de dólares, mientras que el descuento total alcanzó a 238 millones. Es decir, toda la “ganancia” y gran parte de la pérdida neta fue compensada, para los fines contables, por la vía de los descuentos.
Sin ánimo de echar más leña al fuego, a la luz de todo lo anterior, considérese solamente el siguiente titular de El Nacional, el pasado sábado 3 de abril en su página D-1, refiriéndose a los resultados de 1998: "Citgo vendió más gasolina que nunca, pero sus ingresos cayeron 20%". La información registra además que Citgo obtuvo una ganancia neta equivalente al 3,7% de sus activos. Que 1998 haya sido uno de los años peores, no lo convierte en excepcional en el caso de Citgo, tal como lo muestran las estadísticas de sus resultados en los años anteriores:







Considérese además que durante todos estos años PDVSA ha continuado haciendo inversiones en sus refinerías, urgidas de actualización dadas la vejez y nivel de obsolescencia con los cuales fueron adquiridas, y realizando nuevas adquisiciones de refinerías en el exterior, todo lo cual tiene como consecuencia que ni un centavo de esa escuálida ganancia neta haya regresado al país.

Resulta absurdo, por decir lo menos, que se le de un hachazo mortal a nuestros menguados recursos fiscales, recurriendo a un expediente destinado a favorecer a las empresas norteamericanas que operan en nuestro país, con el pretexto de obtener para Venezuela la irrisoria ventaja de que un puñado de compañías venezolanas, que perciben minúsculas ganancias en los Estados Unidos, obtengan beneficios fiscales marginales. Es decir,  que a cambio de un descuento en el impuesto norteamericano sobre esas mínimas ganancias de poquísimas empresas venezolanas en los Estados Unidos, (poco más de doscientos millones de dólares en el mejor año de Citgo, por ejemplo) Venezuela disminuirá el nivel impositivo sobre las decenas de miles de millones de dólares que obtienen en nuestro territorio las empresas norteamericanas. Se trata pues, de un convenio absolutamente inequitativo.
cmp junio de 1999

Y a propósito de CITGO, otra referencia reiterada, interesada y “por no dejar”, que traigo a colación sobre lo “que el gobierno se coge”, a partir de datos de 1999 del Informe del Comisatio de PDVSA:
Citgo es el nombre del actual residuo pírrico de ese megaplan meritocrático para eludir lo que el gobierno se coge, "the government take" en el lenguaje corporativo internacional. Es decir, para minimizar la participación fiscal, auténtico resultado nacional de las actividades petroleras en el país. Así lo constataba el comisario de PDVSA en 1999:

‘...cabe destacar que el precio de venta de crudo inferior al precio de mercado, significa una transferencia al fisco norteamericano según el siguiente detalle: incrementa las ganancias de Citgo en 210 millones de dólares, con un efecto de impuesto [norteamericano, n.n.] estimado a la tasa nominal de 71 millones de dólares y disminuye las ganancias de PDVSA en 210 millones de dólares, lo cual representa una disminución nominal de impuesto sobre la renta venezolano de 142 millones.’ 
(Rafael Darío Ramírez Coronado, Informe del Comisario de PDVSA 1999, p. 28. Caracas 2000).

Veinte años más tarde, el debate se renueva hasta el cansancio, o el fastidio de tantos viajes al pasado con retorno al futuro, que puedo intuir  en mis lectores por el rittornello catoniano sobre el tema, quienes  podrían imprecarme a la manera de Cicerón: ¿Quousque tandem abutere, Mendoza, patientia nostra?

Pero, insisto, en ello se nos vá la existencia de un futuro independiente para la Nación venezolana eterna.
  cmp 29 de  julio de 2019