lunes, 24 de agosto de 2020

Debate Petrolero

 

En tiempos de desastre y pandemia

Carlos Mendoza Pottellá

Agosto 2020

Tiempos de desastre puede ser una caracterización benévola para los que estamos viviendo. Nos encontramos en lo profundo de un foso y los pronósticos indican la llegada de las lluvias  que lo inundarán.

Sectores sociales, individualidades  y grupos de intereses, nacionales y extranjeros, disputan enconadamente sobre los escombros de nuestra industria petrolera. Cada uno tiene su diagnóstico particular y sus consecuentes propuestas.

Ninguna pugna interesada debería sorprendernos hoy, dada nuestra larga historia de posiciones enfrentadas en cuanto al uso, disposición y aprovechamiento del recurso que ha sido el eje de la economía y la sociedad venezolana durante más de cien años.

En lo personal, y tal como lo he manifestado en otras oportunidades, debo reconocer mi ubicación dentro un sector controversial y  controvertido de la opinión pública nacional en materia petrolera, desde el cual he  encarado la autoimpuesta tarea de hacer crónica periódica de tales asuntos.   

Pero en las circunstancias actuales, creo que la definición del curso a seguir como Nación, aquél que nos permitiría salir medianamente ilesos de esa profunda sima en la cual nos encontramos todos, debe concitar la búsqueda, en el seno de la sociedad y de la opinión pública, de una zona de consenso, de un acuerdo mínimo que impida que nos matemos para provecho de terceros.

Desde luego, se trata de una tarea cuya factibilidad linda con lo ilusorio, al considerar las posibilidades de superar conflictos antagónicos, característicos de una sociedad como la nuestra, en la cual, cada sector de intereses particulares encubre la búsqueda de su provecho egoísta bajo el manto del interés general, al tiempo que asistimos inermes al desmoronamiento ético del discurso político, porque los propósitos de igualdad social  conviven sin sonrojos con los  manejos corruptos y la proliferación de fortunas privadas alimentadas por el control mafioso de posiciones de poder.

Por todo ello, ese indispensable consenso debe pasar por el tamiz previo del restablecimiento moral del país, amén de la creación de un espacio de convivencia y respeto a la divergencia. Sin dar cuartel, pero respetando  la legitimidad de las posiciones que cada quien defienda y someta a la evaluación pública.

Esta reflexión viene a cuento, además, por la preocupación personal ante el nivel en el cual se está desarrollando el debate petrolero contemporáneo, donde prolifera la audacia ignorante con pretensiones de experticia. 

Un reciente evento de la picaresca política nacional retrata lo que quiero expresar: Un político de medio pelo interpretó,  según su conveniencia, el registro, en la reciente edición  del Boletín Mensual de la OPEP, de la producción petrolera venezolana correspondiente al mes de julio, 339 mil barriles diarios, según fuentes secundarias -trágica cifra, equivalente a las registradas en los años 30 del siglo pasado- para anunciar, con amplia difusión por todos los medios de comunicación y redes sociales del país, que “la OPEP ha dejado de certificar a Venezuela como país petrolero”.

En un país completamente desinformado sobre la materia, muy pocos pusieron en duda tan temeraria afirmación, cuyo objetivo era difundir, en medio del escándalo mediático, su  consigna salvadora: “hay que privatizar ya a la industria petrolera”.

Ello propició que otro  experto petrolero aprovechara la ola para echar más leña al fuego anti-OPEP sin desmentir el bulo. Por mi parte recibí tres consultas radiofónicas sobre el tema, en una de las cuales el productor del programa  me espetó la siguiente interrogante ¿Y Pérez Alfonzo presidió la OPEP en tiempos de la nacionalización, verdad?

Sin embargo, la motivación original de estas líneas, me lleva a referirme, en particular, a aquéllos cuya reconocida experiencia les da autoridad para menospreciar y tildar de pirata a todo aquél que, sin haber visto en su vida una torre de destilación o un flexicoker, o no sepa interpretar  registros de sísmica tridimensional, opine críticamente sobre la factibilidad social y económica de proyectos fantasiosos, cimentados en la disposición a la ligera de fondos públicos.

Y es precisamente en uno de esos  campos reservados, el de los proyectos para el desarrollo de las operaciones petroleras “aguas abajo”, en el cual quiero inscribir,  en esta oportunidad, mis profanas opiniones.

En efecto, expondré en lo que sigue un conjunto de hechos y circunstancias históricas que me han llevado a considerar que el solipsismo tecnocrático, ombliguismo, diríamos en lenguaje ordinario, ha sido aprovechado siempre por fuerzas políticas y sectores sociales, nativos y foráneos, ajenos al interés colectivo, para conducir a la industria petrolera venezolana a emprendimientos desastrosos, verbigracia la “Internacionalización”, los “Megaproyectos” y los “Planes de la Patria” de la Faja del Orinoco, a todos los cuales me he referido con insistencia crítica en otras oportunidades.

[En “Citgo, la Internacionalización Revisitada”, hago un resumen de esos argumentos que ahora renuevo. https://www.aporrea.org/energia/a276427.html]

Paradójicamente, gran parte de los fiascos mencionados parten de un legítimo y ancestral anhelo nacional:

Dejar de ser simples productores de materia prima y avanzar en la manufactura, en el desarrollo de una cadena de procesos “downstream” que nos permitan agregar valor a la materia prima.

De tal suerte, la instalación de refinerías en el país fue una aspiración nacional, al menos desde los tiempos de Eleazar López Contreras, cuando un diputado zuliano, Manuel Matos Romero, sugirió que estaba dispuesto a incinerarse frente al Congreso Nacional al estilo bonzo, -método de suicidio ritual budista que no era conocido entonces en el país, ni en el mundo occidental en general, porque sólo fue popularizado en tiempos de la Guerra de Vietnam- si no se daban los pasos concretos para refinar en el país al menos parte de la producción nacional de crudo.

Esa aspiración nacional fue concretada en 1943, con el convenio suscrito entre el gobierno de Isaías Medina Angarita y las concesionarias petroleras, mediante el cual, además de una nueva Ley de Hidrocarburos, se dispuso la construcción de las cuatro grandes refinerías de Amuay, Cardón, Puerto La Cruz y El Palito.

Las tres primeras  comenzaron a funcionar en 1950 y la última en 1960.

Como suele suceder en los negocios de inocentes palomas con avezados gavilanes, las concesionarias petroleras se dieron maña para instalar en el país cuatro grandes “cafeteras rusas”, de escasa profundidad de procesamiento, meras destiladoras, cuya producción de gasolinas, querosén, diesel y otros gasóleos, no llegaba al 40% del crudo procesado, siendo su principal producto el residual, elegantemente conocido como “fuel oil”, de precio inferior al del crudo del cual provenía.

Cuando llegó a su máxima capacidad, Amuay poseía la mayor unidad de destilación atmosférica del mundo: 300 mil barriles diarios y una desproporcionadamente pequeña capacidad de conversión, medida en decenas de miles de barriles diarios.

La refinación se convirtió aquí, desde entonces -y como de hecho lo era en todo el mundo- en un “centro de costos”, instrumento eficiente para mermar la participación nacional en el negocio medular: la producción de crudos.

Sin embargo, la mitología parroquial, la mencionada aspiración de dejar de ser sólo exportadores de materias primas, se ha convertido –reitero- en medio propiciatorio para venderle al país, en todas las épocas, proyectos ruinosos, inviables económicamente, desde la petroquímica de tecnología empaquetada y cobrada a precio de oro por sus licenciatarios, hasta la adquisición de refinerías en el exterior para “asegurar” mercados a nuestro crudo, cuyos resultados negativos todavía padecemos.

Todos estos logros de la estrechez tecnocrática, ajena al mundo de los mercados reales y a la factibilidad económica, han sido  factores coadyuvantes, junto a  la ignorancia generalizada,   la calva oportunidad para jugosos negocios privados y la pésima gerencia, amén del reciente cerco externo, de las actuales  circunstancias ruinosas en las cuales se encuentra la empresa petrolera pública.

Para colmo, siendo como somos los únicos seres vivos que tropezamos siempre con la misma piedra, proyectos similares se presentan hoy en el camino de su recuperación y, por ello, constituyen  otro eje motivador de esta exposición.

Por ahora vuelvo al pasado, a otros detalles de la historia de la refinación nacional a los cuales hice referencia en artículos anteriores. Con mis disculpas por la reiteración del discurso:

Una de las primeras tareas asignadas a la empresa petrolera nacionalizada, en 1976, fue precisamente, mejorar el patrón de refinación. Vale decir, salir del ruinoso esquema, ya descrito, de refinerías productoras de 60% de residual.

El cumplimiento formal de esa tarea se realizó en consonancia con los vínculos  que prevalecían en  las “operadoras nacionalizadas” con las antiguas casas matrices transnacionales, vía Contratos de Asistencia Técnica.

A despecho de proyectos integradores del proceso a nivel nacional –-v.g. Bonner and Moore-- que se consideraban entonces en las instancias públicas pertinentes,  Exxon Services realizó el cambio de patrón de refinación a Lagoven  en Amuay, Shell contrató a Universal Oil Products para hacer lo propio para Maraven  en Cardón, y Mobil contrató a  una asociada tecnológica para mejorar el patrón de El Palito. Gulf Oil había concertado con British Petroleum la ejecución  esa actividad en la refinería de Puerto La Cruz, pero en el interín, esa exconcesionaria desapareció como corporación independiente en los Estados Unidos, dejando a Meneven sin “partner”. Consecuentemente, el convenio con los ingleses quedó en suspenso y la refinería oriental en la estacada de su ineficiente configuración original. 

De los costos directos de esos procesos, sumados a los costos generales y automáticos de “asistencia técnica”, sólo quedan algunas muestras, como las denuncias públicas no verificadas, sobre supuestos miles de millones de dólares desembolsados por el Flexicoquer, una tecnología experimental hasta entonces, llevada a escala comercial con los fondos públicos en Amuay y certificada desde entonces como patente Exxon, la cual produce ahora dividendos a esa corporación en otras partes del mundo.

Pero aquéllos fueron apenas unos escarceos tímidos frente a lo que siguió luego: la adquisición de 19 refinerías chatarra en el exterior y los  frustrados“megaproyectos” de la Faja del Orinoco, DSMA (Desarrollo del sur de Monagas y Anzoátegui) y Guanipa 100+, para los cuales se estimaron inversiones de 100 mil millones de dólares entre 1982 y 2000. (“El Megadisparate de PDVSA”, Francisco Mieres dixit.)

Mención aparte merece el posterior, sobredimensionado y sobrefacturado  desarrollo de “mejoradores”, técnicamente justificados para convertir nuestros inmensos recursos de petróleos extrapesados y no comerciales,  en crudos sintéticos fungibles, de más de 10º API y con un menor contenido de azufre.

Concebidos en tiempos de la apertura petrolera  y abandono premeditado del consenso OPEP para el establecimiento de cuotas de producción para la defensa de los precios, y luego proyectados  contradictoriamente en tiempos de pleno y cotidiano voceo del alineamiento del país con los objetivos de esa Organización, la justificación de su instalación es expuesta por analistas de la Universidad Metropolita, con argumentos abiertamente contrarios a las políticas públicas prevalecientes entonces, los cuales constituyen, también, un dechado de estrabismo pronosticador:

“Estas reservas de crudo no-convencional han sido consideradas como fuentes amortiguadoras del mercado en momentos en que hay restricciones o gran demanda, contribuyendo a limitar los incrementos de los precios del petróleo a nivel mundial”

“ilimitadas reservas, ventajas comparativas y competitivas”.

“papel fundamental como fuente de ingreso y desarrollo industrial de Venezuela”

[A. Baumeister, Y. Da Silva y S. Giadinella.  Situación a nivel de recursos humanos y materiales en los futuros proyectos para producir crudo extrapesado de la Faja Petrolífera del Orinoco. Estudio de la Universidad Metropolitana]

No puedo dejar pasar la oportunidad para preguntar ¿cuáles son las ventajas comparativas y competitivas de la más costosa de las producciones petroleras del mundo? ¿Con que instrumental técnico-económico, tasas internas de retorno y análisis probabilístico de los escenarios de los mercados, se realiza esa afirmación? ¿Dónde reside la conveniencia, para un país exportador neto miembro de una organización que, en conjunto, genera más del 30% de la oferta global,  de propiciar límites al incremento de los precios de su producto? Hoy se le podría preguntar eso a Donald Trump, Secretario General de Facto del nuevo “Cartel” OPEP Plus.

Veamos pues, según la misma fuente, el programa de instalación de “mejoradores y sus costos, optimistamente estimados:


[A. Baumeister et allí. Loc. Cit.]

El modesto resumen de estos proyectos es el siguiente:

En adición a los 4 mejoradores que ya estaban en operación para entonces, con capacidad teórica de 650 mil barriles diarios, se proyectan diez nuevos, los cuales comenzarían a instalarse entre 2011 y 2013 en las áreas Carabobo y Junín de la Faja del Orinoco, con capacidad conjunta para procesar  2 millones 840 mil barriles diarios y alcanzar la insólita capacidad total de 3.490 mil bd de crudos mejorados.

Ocho de esos proyectos, que ya contaban con  presupuesto asignado, insumirían la módica suma de 98.400 millones de dólares durante los 4-5 años de su implantación, hasta arrancar en 2017, gestionadas por las empresas mixtas que se detallan en los cuadros insertos.

Nuevamente, dadas las circunstancias presentes, huelgan, piadosamente, los comentarios.

Los cuatro mejoradores previos, únicos  que a la postre quedaron  instalados, funcionan hasta ahora y por más de dos décadas con una ocupación reducida de su capacidad de diseño, lo cual comporta, a la postre, una evaluación negativa de la eficiencia financiera de los recursos públicos allí consumidos.

Las magnitudes megalíticas de los 10 fallidos, totalmente ajenas a las perspectivas del mercado entonces y ahora, determinaron su fracaso.

Pero es comprensible el desprecio olímpico de estos magnos planificadores hacia la modestísima y escasamente lucrativa alternativa de  mantener, reponer y ampliar la capacidad operativa de nuestras septuagenarias refinerías. Hoy, los ignaros mortales que habitamos en esta Tierra de Gracia  pagamos las consecuencias de esos sueños majestuosos. 

Debo recordar aquí, tal como he relatado en otras ocasiones, que el énfasis en el desarrollo acelerado de la Faja del Orinoco nos fue impuesto, en tiempos de Guerra Fría, por presiones geoestratégicas para garantizar la seguridad energética de “Occidente”.

 [Política petrolera a la manera de los músicos del “Titanic”. https://www.aporrea.org/energia/a263621.html ]

La magnitud de los montos comprometidos en esos mega proyectos mejoradores y el desarrollo concomitante de una capacidad de producción de crudos extrapesados de 1 millón 400 mil barriles diarios, determinaron, dada la competencia por recursos escasos que se generó, el abandono de nuestros campos petroleros convencionales: Ancianos y declinantes, pero todavía con una esperanza de vida productiva de petróleos livianos, medianos y pesados, de varias décadas.

Todo ese proceso se inscribe, además del señalado factor geopolítico, en el campo de la hipnosis tecnocrática, una suerte de escopolamina–burundanga, colectivamente aplicada,  mediante la cual Venezuela se convirtió, por su sola voluntad, en la depositaria de las mayores reservas petroleras del mundo  “certificadas” por la firma Ridley Scott previo el pago de 600 millones de dólares, y aceptadas como válidas por BP Statistical Review,  OPEP, AIE, IEA, y todos los órganos oficiales y extraoficiales de registro de las estadísticas petroleras.

Al respecto escribí tres notas en Octubre de 2017, Petróleo venezolano: Recursos, reservas y fantasías, I - II, y Factor de Recobro: De las fantasías al “paquete chileno”,  las cuales me hicieron merecedor de una lluvia de acusaciones de pirata, infiltrado y otras lindezas. https://www.aporrea.org/energia/a253811.html https://www.aporrea.org/energia/a254319.html

En 2019 insistí con otro trabajo: Recursos, Reservas, Faja y Lutitas:

https://petroleovenezolano.blogspot.com/2019/02/recursos-reservas-faja-y-lutitas.html#.Xz8_dfNKjMw

 En el ejercicio de esa voluntad soberana para el cálculo de nuestras reservas, se formularon metas como las propuestas en el “Plan Estratégico Operacional PDVSA 2014”

“Incrementar el nivel de producción de crudo a 6.000 MBD para el año 2019, de los cuales 4.000 MBD provendrán dela Faja Petrolífera del Orinoco Hugo Chávez Frías.”

El mundo nos contempla con sonrisas benévolas. Total… las ilusiones venezolanas son inocuas, no afectan el interés general “del mercado” y se desvanecen  y reaparecen, como sombras chinescas, sin ningún efecto práctico.

Hoy contamos con seis refinerías dilapidadas, paralizadas, resistiéndose, después de décadas de descuido, con explosiones y derrames, a su restablecimiento productivo. Sumemos a ellas los cuatro “mejoradores” sobrevivientes, también casi paralizados, convertidos algunos de ellos en simples centros de mezcla de crudos extrapesados con crudos livianos o naftas -en gran proporción importados- para obtener un crudo de 16º API.

Una actividad para la cual, como se puede inferir sin ser expertos, no se requiere la costosa tecnología instalada en ellos.  

Algunos creemos estar despertando del sueño, comprobando cómo fuimos estafados.

Pero  todavía hoy siguen prevaleciendo las esperanzas de que, levantadas las sanciones norteamericanas,  con una gerencia eficiente y la generosa participación de inversionistas extranjeros, será posible alcanzar el protagonismo mundial que nos otorgan nuestras reservas máximas.

A mi manera de ver, sin embargo, este sueño común a tirios y troyanos no tiene un fundamento sólido, ni en las experiencias pasadas, ni en las perspectivas actuales del negocio petrolero mundial.

Fuera de Venezuela, la posesión de refinerías y plantas petroquímicas en los países exportadores de petróleo no fue una realidad tangible sino hasta hace pocas décadas y su cuantía, independientemente de magnitudes individuales, tampoco fue, ni es ahora, significativa frente al volumen del mercado global.

Como ya referí,  las instalaciones venezolanas comenzaron su operación a partir de los años 50 con los controvertidos resultados económicos ya señalados. Hasta entonces, descontando pequeñas instalaciones para cubrir consumos locales en otros países exportadores, las grandes refinerías se instalaban mayoritariamente en los principales centros de consumo, tal como lo reflejan las estadísticas globales.

Mendoza P. Carlos, El Poder Petrolero  y la Economía Venezolana, UCV-CDCH, Caracas 1995,, pág 212

La línea casi horizontal del gráfico anterior que representa la capacidad de diseño instalada en los países miembros de la OPEP, reflejaba hasta mediados de los años 60, en su mayor parte, a la erigida desde 1950 en Venezuela.

Todavía hoy,  el paralizado Complejo Refinador de Paraguaná aparece individualmente registrado  como el segundo  mayor del mundo, con 940 mil barriles diarios de capacidad nominal de destilación, sólo   recientemente superado  por el complejo de Reliance Industries  en India.

En el resto de los países miembros de la OPEP destacan Emiratos Árabes Unidos con una refinería de 817 mil bd de capacidad, cuarta del mundo, y la de Ras Tanura en Arabia Saudita, de 550 mil bd de capacidad, décima del mundo. La más antigua de todas, Abadán, en Irán, construida originalmente en 1912 por la Anglo-Persian Company, antecesora de BP, destruida y reconstruida, tiene hoy una capacidad de 429 mil bd.

En 2018, el ranking de capacidades nominales de refinación entre los miembros de la OPEP era el siguiente:


Se observa claramente la desproporción entre la capacidad instalada de refinación en Venezuela y su producción petrolera para ese año 2018, respecto a las mismas relaciones registradas en los otros países del grupo.

Aún con una hipotética vuelta a la producción de 2 millones de barriles diarios, esa capacidad teórica de refinación sería suficiente para procesar en el país el 95% de esa producción. Si a ello le añadimos la capacidad de las 31 refinerías adicionales “planificadas” por PDVSA  para el 2030, Venezuela se convertiría en un gigante importador de petróleo. 

Esa desproporción se acentúa en la catastrófica situación  actual de parálisis sus operaciones -año y medio después del registro de las cifras anteriores-  cuando esa capacidad nominal está operando a niveles muy inferiores al 10%, tal como lo percibimos todos los venezolanos, con la consecuente escasez de gasolina que mantiene paralizado en gran parte al parque automotor nacional, el cual apenas se mueve, surtido con gasolina importada.

Es claro que en la magnitud de ese diseño original   se expresaba la voluntad nacional comentada al principio, de dejar de ser un simple exportador de crudo, pero el nivel de utilización actual, amén de reflejar el efecto reciente de factores externos como las sanciones norteamericanas contra Venezuela, es también el resultado del comentado y largo abandono de esas viejas instalaciones –no restablecidas, incluso, de accidentes ocurridos hace más de una década- dado el énfasis en las frustradas pretensiones de llenar al país de los “mejoradores” que procesarían nuestras inmensas reservas extrapesadas.

Esto muestra, además, que la voluntad de construir o poseer refinerías en países exportadores netos de petróleo, contraviniendo la lógica económica imperante en ese mercado, no llegó, en ninguna parte a los niveles alcanzados por la epopeya venezolana, mezcla de liviandad en el manejo del patrimonio público y negociados privados, que condujo a la adquisición de dos decenas de chatarras en el exterior entre 1983 y 1998: 

Mendoza P. 1995, Op. Cit. Cap. V.2.3. La Internacionalización, Págs. 211-245.  Ampliada en Mendoza P.,  Nacionalismo Petrolero Venezolano en Cuatro Décadas págs.. 156-215. BCV, Colección Venezuela y Su Petróleo, Caracas 2010.

Juan Carlos Boué, La Internacionalización de PDVSA, una costosa ilusión, Fondo Editorial Darío Ramírez, Ministerio de Energía y Minas, Caracas. 

Asamblea Nacional, “Comisión Especialpara investigar las irregularidades cometidas  en la celebración y ejecución de los Convenios Operativos, Asociaciones Estratégicas y negocios de Internacionalización” Mayo 2006.

Añádase la más reciente programación de PDVSA, en 2010, ya mencionada, de alcanzar en 2030 la posesión de 37 refinerías, 29 de ellas en el exterior y 8 en el país, en total, un tercio de las refinerías que poseen los Estados Unidos, de acuerdo al gráfico que, dado su nivel de absurdo irresponsable, no me canso de incorporar en mis últimos trabajos:

[PDVSA Plan de la Patria 2010] 

La irracionalidad económica original del programa “internacionalizador”,  la acabo de comprobar, una vez más, al revisar un gráfico del World Oil Outlook 2019 de la OPEP. 

Durante las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado, en el transcurso de las cuales la meritocracia venezolana desarrolló ese programa de inversiones, se registraron los máximos niveles históricos de capacidad instalada ociosa en el mundo, los cuales se espera que sean nuevamente alcanzados a mediados de la década que transcurre:

 [OPEP, World Oil Outlook 2019,  https://woo.opec.org/pdf-download/ ]

Por todo lo anterior, me pareció pertinente recordar el gráfico de los márgenes de refinación registrados en esos tiempos, (Diciembre 1991-Marzo 1994) para los crudos Arabian Light y Arabia Heavy, en las refinerías de Rotterdam y el Golfo de México (EUA),  realizado por mí en su oportunidad, y en el cual se pueden percibir, a ojos vista y pese a la mala calidad de la copia, las barras que muestran la prevalencia mayoritaria de los márgenes negativos:

                      Mendoza P. 1995, Op. Cit.,  pág. 230-231.

Hoy, las circunstancias no han cambiado, y aunque las estadísticas hablan por sí solas, debo hacer algunos comentarios sobre las mismas, para evaluar la continua formulación de proyectos  que el optimismo ciego sigue alimentando, sin distingo, en todos los campos de la opinión pública nacional.

El grueso de la refinación mundial se concentra, hoy como siempre, en los países consumidores de derivados petroleros, a niveles tales, que los tres primeros de ellos, Estados Unidos, China y Japón, producen el 55% de la gasolina consumida en el mundo. Si incluimos a los 5 siguientes, Rusia, India, Canadá Brasil y Alemania, el referido  porcentaje alcanza al 70%.

Esas proporciones se van a mantener y a acentuar, por imperio de las circunstancias presentes y previsibles en el mercado petrolero mundial.

De hecho, así lo registraban todos los pronósticos de los principales centros generadores de los mismos, Agencia Internacional de Energía, OPEP y la Administración de Información Energética de los Estados Unidos, que datan todos del pasado mes de  diciembre y que no podían contemplar entonces los efectos de la pandemia confrontada actualmente, que evidentemente serán perversos, pero todavía no evaluables en sus reales proporciones. 

Un ejemplo de las tendencias negativas para los proyectos expansivos,  previstas en diciembre por el citado OPEC WOO, es pertinente a la discusión que nos ocupa: las perspectivas de caída, a nivel global, de la utilización de la capacidad  de las refinerías en los próximos años.

Remito a la lectura de la fuente original, porque este gráfico es apenas el resumen de un detallado análisis de las perspectivas regionales y globales de la demanda de derivados, en contraste con la capacidad instalada actual, los requerimientos futuros y los proyectos de desmantelamiento y ampliación en curso. El resultado de ese análisis es la predicción  de un superávit de capacidad de refinación de más de 4 millones de barriles diarios en 2024.

A estas alturas, creo que no puedo cargar más las tintas para enfatizar mi opinión pesimista sobre la materia.

Pero sí debo insistir en la referencia inicial, la urgencia nacional, in extremis, de un acuerdo nacional que nos permita sobrevivir como país, como sociedad soberana.

La alternativa será convertirnos en tierra de nadie, a merced de los dueños del mundo, quienesquiera que ellos sean. Aunque en el debate actual hay quienes sostienen que soberanía nacional es un concepto pre-moderno y desfasado, confío en que esa no sea la opinión mayoritaria.   

 

REFERENCIAS PERSONALES

El Poder Petrolero  y la Economía Venezolana, UCV-CDCH, Caracas 1995,

Nacionalismo Petrolero Venezolano en Cuatro Décadas, Recopilación, BCV, Colección Venezuela y Su Petróleo, Caracas 2014.

De las Concesiones a los Contratos, Visión retrospectiva de la política petrolera venezolana.  Trabajo de Ascenso, Escuela de Economía UCV, 1983, Fundación Editorial El Perro y La Rana, Caracas 2011.

Crítica Petrolera Contemporánea, FACES UCV, Caracas 2000.

https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella

https://petroleovenezolano.blogspot.com/

 CMP/23 de Agosto 2020

sábado, 1 de agosto de 2020

Comedia y Tragedia de la planificación petrolera venezolana

La verdad petrolera:  

Entre la experticia y  la ignorancia

 

Carlos Mendoza Pottellá

Agosto 2020

 

En mi trabajo anterior,  Apuntes para la historia de la ignorancia petrolera en Venezuela, [1] discurrí sobre sobre lo que considero la promoción interesada de esa peculiar discapacidad… desde los propios espacios académicos donde se debían vencer las sombras.

Ejemplifiqué el proceso “modernizador” llevado a cabo en las universidades nacionales, bajo el paraguas de los criterios difundidos con el nombre de “Consenso de Washington”, [2]  con los cambios implantados en mi Escuela de Economía, la de la UCV, entre ellos la eliminación de la Cátedra de Economía y Política Petrolera y Minera, precisamente a partir de 1989, en una puesta a tono con el nuevo mundo globalizado y unipolar que surgiría desde entonces.

Sin embargo, tal exposición, motivada en mucho por mi propia participación en la lucha infructuosa que se libró entonces contra los aspectos castradores del conocimiento de la realidad nacional que tal modernización incorporaba, resultó ser, por eso mismo muy parcial.

Y ello porque omití citar incidencias similares y paradigmáticas en otras áreas del conocimiento y, en particular, en los estudios jurídicos, de los cuales se extirpó el Derecho Minero y Petrolero, para sustituirlo -en una copia al carbón del proceso simultáneo ya referido, en las Escuelas de Economía del país- por una materia general, donde se difuminaron los contenidos reglamentarios, legales y constitucionales específicamente petroleros y mineros, dentro del universo de todos los asuntos atinentes a la administración pública y privada: Derecho Administrativo III.

El fin era el miso, minimizar la importancia del conocimiento legal básico y específico de la materia petrolera, confinándolo a los espacios de futuros estudios especializados, de postgrado.

Debo traer a colación este desarrollo paralelo en materia jurídica, porque el mismo confirma que lo sucedido en las Escuelas de Economía del país no se vinculaba solamente a caprichos noveleros, de economistas hipnotizados por la potencialidad analítica y prospectiva de las nuevas técnicas cuantitativas, sino de la puesta en vigor, en el ámbito local,  de una estrategia global, de mucho mayor monta, originada en los centros generadores del pensamiento único de la nueva era globalizada.

Pero ahora, sobre todo porque éste es un campo de batalla contemporáneo, cuando el proceso de desconocimiento de nuestra tradición reglamentaria, legal y constitucional en materia de hidrocarburos se agudiza, su consideración toma ribetes de emergencia con las propuestas legislativas mediante las cuales se quiere instaurar en el país instituciones propias la “common law” -el derecho anglosajón- con la pretensión de que ello facilitará la incorporación de Venezuela y su petróleo  al nuevo mundo globalizado.

A estas circunstancias  he dedicado varios trabajos, en uno de los cuales he comparado estas pretensiones con el establecimiento de una “Nueva ley orgánica para regular el comercio de esclavos en Venezuela” [3],  propicia para aprovechar la situación de postración en la que se encuentran el país y todas sus instituciones.

Ese y no otro es el caso, para mí, de las propuestas “modernizadoras” que pretenden anular, en la práctica, a las actuales instancias públicas con pertinencia en materia de hidrocarburos, tales como el Ministerio de Energía y Petróleo, junto a la minimización de PDVSA y de la incumbencia de los poderes públicos nacionales, legislativos, judiciales  y contralores, en los negocios y contratos que se establezcan con el capital petrolero internacional de ahora en adelante, dejándolo todo al arbitrio de una omnímoda Agencia reguladora de la actividad petrolera, autónoma e independiente de esos poderes, inspirada en las instituciones privadas que desde hace 100 años hacen lo propio en los Estados Unidos.

Estos modelos han sido promovidos, desde los tiempos en los cuales emergió el referido “Consenso”, en los centros académicos difusores del pensamiento neoliberal y, recientemente como dije, se han concretado en los  proyectos de nueva legislación de hidrocarburos que cursan en la Asamblea Nacional.  

Precisamente por ello, ahora, cuando se necesita tener una mayor claridad sobre un ordenamiento legal y constitucional en materia de hidrocarburos , podemos percibir la gravedad del abandono de su estudio específico y de la fundamentación de sus principios.

Para ir a las fuentes y exponer los alcances de estas propuestas, las cuales ahora se presentan envueltas en un engañoso celofán de reconocimiento formal de las normas constitucionales vigentes, púdicamente encubiertas, pero con un decidido desconocimiento de las mismas, citaré por enésima vez a un autor que ha difundido profusamente esa receta, el Académico Ingeniero Diego González Cruz, quien expone abiertamente y sin tapujos los mecanismos y propósitos liquidadores : 


Proceder a crear el Ente Regulador de los Hidrocarburos, órgano del Estado, independiente del gobierno de turno, autónomo y autárquico, responsable de la administración, implantación y vigilancia del cumplimiento de las políticas públicas correspondientes, y regulación de las actividades; otorgar las licencias y permisos para abrir todos los negocios "aguas arriba y abajo", elaborar la estadísticas, aplicar las multas, calcular y distribuir las regalías, entre otras actividades


Será preciso que PDVSA deje de ser una operadora y convertirla en una excelente administradora de los Contratos de Producción Compartida ("Production Sharings"), en nombre de los propietarios del recurso, todos los ciudadanos.  [4]

La significación y consecuencias de esta nueva modalidad de relaciones del capital petrolero internacional fueron expuestas, sin los tapujos demagógicos con los cuales se presentan las mismas  propuestas en el ámbito legislativo, vale decir sin anestesia, por el mismo Ingeniero González Cruz en un evento organizado por la Facultad de Ingeniería de la UCV, CEDICE, la Academia Nacional de la Ingeniería y la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, vale decir, el corazón de los técnicos y especialistas puros y duros, quienes no andan con devaneos leguleyos, ni especulaciones sobre factibilidades y perspectivas del mercado de economistas trasnochados: 

Las actividades, desde la Exploración hasta la Comercialización, no podrán ser realizadas por el Estado, por la sencilla razón que el Estado no debe ser empresario.

¡Santa Palabra! ¿Quién se atreverá a discutir esta sentencia sagrada?

Las actividades, desde la Exploración hasta la Comercialización, podrán ser realizadas bajo las figuras de las Concesiones, Contratos de Producción Compartida, Contratos de Ganancias Compartidas, “Joint Ventures”, o Contratos de Servicios, según sean los casos que decida el ERH, bajo las figuras de Concesiones, Licencias o Permisos

Los Sistemas de Regalías e Impuestos serán variables, y las Normas serán elaboradas por el ERH, siguiendo las políticas del Ministerio y las recomendaciones de la CNE.

Dejar explicito que los hidrocarburos podrán ser comercializados en todas sus formas por las empresas productoras y manufacturadoras. [5]

El resultado económico de este nuevo esquema en el futuro próximo, en 2026, que pudo haber sido logrado si esas recomendaciones de  2016 hubieran sido puestas en ejecución entonces, habría sido el siguiente:

 

 [6]

Si, tal como usted lo puede ver, apreciado lector:

En 2026, PDVSA no produciría con esfuerzo propio ni uno solo de los tres millones de barriles previstos para obtener de las actividades extractivas en el país.  

Ellos serían generados por las diferentes formas de asociación mencionadas por el Académico González Cruz, las cuales, como hemos visto, comportan un retroceso en la capacidad de control y aprovechamiento soberano de esos recursos.

Asociaciones tales que, como se contempla en los proyectos de Ley en discusión, estarán resguardadas por la santidad de contratos suscritos según las normas del arbitraje internacional y respecto a los cuales no regirá el Artículo 151 de la Constitución Nacional, el cual establece la competencia exclusiva de los tribunales de la República para conocer y resolver sobre los litigios  suscitados en contratos de interés público.

Tales son apenas ejemplos de los retos que plantea la modernidad a economistas y abogados de la República, a quienes se les ha privado, por varias generaciones, del conocimiento básico sobre la estructura y relaciones jurídicas y económicas vigentes en el país en materia petrolera, aquellas que fueron producto de una lucha centenaria en la defensa de la soberanía nacional sobre los que han sido, hasta ahora, su principal recurso natural y su principal industria. 

Reitero aquí  que las reformas universitarias que he comentado se insertaron en un proceso general de promoción de la ignorancia, al confinar una materia como la petrolera -sobre la cual deben estar vigilantes, por razones obvias, todos los ciudadanos de este país- a los reducidos espacios de los especialistas y “expertos” que producen resultados como los expuestos en los párrafos anteriores.

Debo hacer un paréntesis aquí para reparar una omisión en el  trabajo anterior: 

La convicción de que todo lo referente a la actividad petrolera en nuestro país es materia de interés público, que no puede ser confinado a cenáculos especializados,  no es nueva. Muchos analistas económicos y políticos del pasado lejano lo entendieron así y dieron verdaderas batallas de opinión pública para la difusión del tema y  de sus implicaciones para la Nación.  

Es por ello que, en ese sentido, quiero referir un evento de los tiempos en que se estaba planificando el cambio de la Escuela Primaria del régimen de 6 grados a la Escuela Básica de 9 años.

En esa oportunidad, el equipo de profesores de la Escuela de Educación de la UCV que participaba en el diseño de ese tránsito, envió a representantes suyos al Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos de la UCV -coordinado entonces por su fundador- el Profesor Francisco Mieres, para solicitar su asesoría en la elaboración de los contenidos petroleros y mineros para 5º y 7º año de la Educación Básica.

El resultado de esa colaboración lo constituyeron los programas correspondientes, los cuales  fueron expuestos  y comentados con recomendaciones didácticas y bibliográficas, en un texto elaborado por la Profesora Aurora La Cueva Teruel, quien formaba parte del citado equipo de especialistas educadores.

El programa de cambio de los estudios primarios 6 a 9 años fue aprobado por el Ministerio de Educación, como consta a todos los menores de 40 años. Pero, en otro signo de los tiempos descritos, esos contenidos petroleros nunca fueron incluidos, ni previstos de manera alguna.

Pues bien, muy a propósito de reseñar los intentos de transitar un camino alternativo, también parcialmente frustrado en los tiempos que corren, acabo de citar al Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos de la UCV, para dejar otro testimonio de la búsqueda de esa senda, tal como se intentó en esa instancia académica.

Ese postgrado fue establecido en 1974, bajo la rectoría del  Profesor Francisco Mieres e inspiración en la trayectoria y enseñanzas directas de Juan Pablo Pérez Alfonzo -en cuya fuente abrevó directamente, desde su inauguración y durante sus primeros cinco años de existencia.

Fue concebido como un espacio multidisciplinario, no para la formación de expertos, sino para la integración del conocimiento atinente a todos los aspectos involucrados en el desarrollo de esa industria en nuestro país.

En ese postgrado confluimos, como cursantes, profesores y conferencistas,  profesionales de todas las ramas académicas, funcionarios públicos y representantes del sector privado nacional, involucrados todos, de una u otra manera, en las actividades directas y conexas de la explotación petrolera, y en el estudio de  su impacto nacional.

De sus especialidades individuales, vienen a mi memoria: administradores, ingenieros, geólogos, químicos, economistas, contadores, abogados, internacionalistas, polítólogos, geógrafos, historiadores, educadores, sociólogos, matemáticos, estadísticos, comunicadores sociales, licenciados en letras, médicos…. lo cual puede constatarse en su archivo de cursantes durante las cuatro décadas y media transcurridas desde entonces 

Consecuentemente, el  pensum de estudios de ese postgrado fue concebido para la aprehensión y el análisis  de los fundamentos de las múltiples actividades involucradas, tanto en el proceso productivo específico, como en sus implicaciones nacionales e internacionales: Técnicas de Hidrocarburos (Tres materias con nociones básicas de los principales procesos de exploración, producción y refinación), Comercio Internacional de los Hidrocarburos,  Marco Legal de los Hidrocarburos, Economía de los Hidrocarburos, Los Hidrocarburos y la Economía Venezolana, Política Petrolera Internacional, Análisis de Estados Financieros Petroleros, Geopolítica de los Hidrocarburos, Seminarios OPEP I y II,  Métodos Cuantitativos Aplicados a los hidrocarburos, Inglés técnico, los Hidrocarburos como Insumos Industriales, Metodología de la Investigación Documental y varios Seminarios dedicados al análisis de la coyuntura en cada oportunidad.

Estas características, en medio del ambiente de desinterés académico descrito en éste y el anterior trabajo, convirtieron a este postgrado en un incordio, un generador de críticas y revelador de todas las trapacerías antinacionales que se urdían dentro y fuera de esa industria.

Desde luego que eso no era bien visto en las esferas oficiales.

Ya mencioné en el trabajo anterior la fórmula del chantaje académico, con el fin de acallar las críticas a la apertura petrolera procedentes de los postgrados de la UCV y LUZ, instrumentada por la PDVSA de esos tiempos, utilizando como anestésico moral el otorgamiento condicionado de “un campo petrolero” a cada universidad.

Ahora añado el relato de otro incidente puntual, pero revelador  del signo de aquellos tiempos: Las amenazas vociferadas por el  viceministro de Energía y Minas de finales de los 90, contra  nuestro Profesor Mazhar Al Shereidah, de aplicarle métodos parecidos a los utilizados por Saddam Hussein contra los disidentes, si continuaba refiriéndose a la desmesurada violación, por parte de Venezuela, de las cuotas OPEP.

En consonancia con esa amenaza, fue ordenada ministerialmente  su persecución policial, tal como quedó registrado en el libro “El Informe Poseidón[7],  cuyo autor es el mismo funcionario de inteligencia militar que recibió las órdenes y  se encargó del seguimiento.

Allí, de paso,  retrata muy poco favorablemente a Ministro y Viceministro de la época,  y presenta al mencionado profesor de nuestro postgrado como un peligroso terrorista internacional, del cual buscó referencias con agentes del Mossad israelí en Venezuela, según su fábula y la reseña de Amazon:


“…la saga del audaz coronel Claudio Turchetti, cuyas investigaciones pusieron al descubierto una vasta red de espionaje en la industria petrolera de Venezuela, en la era de Luis Giusti.” 

Pues bien, es con el espíritu beligerante de aquél postgrado de fines de siglo, comprometido en el  batallar contra la ignorancia vestida de estrechez especializada, que me refiero a la “experticia” petrolera con comillas. Porque, repito,  el problema no es un asunto de expertos y especialistas, en tanto que ninguna realidad social es abarcable con miradas microscópicas.

Cualquier actividad social, sea en colectividades humanas o en colmenas de abejas,  es múltiple y plena de complejidades. En el caso del petróleo, para Venezuela lo es más, por las características que adquirió en estos últimos 106 años y por el oscuro panorama que confronta hoy.

Al respecto, en agosto 1999, en medio de otro debate con muy pertinentes reminiscencias para la contemporaneidad, escribí un artículo, cuyas primeras cuartillas transcribo, porque encajan en lo que quiero decir respecto al reduccionismo  de las gríngolas especializadas:

        La “Verdad Petrolera”, un Elefante y Siete Ciegos [8]

 

Hace muchos años, aposentado en uno de esos sitios “donde toda incomodidad tiene su asiento”, disfruté de la lectura de una antología de cuentos de la India.

 

Uno de ellos, pleno de moralejas sobre la imposibilidad de captar completamente la realidad a partir de visiones parciales de la misma, se refería, precisamente, a las descripciones que siete ciegos de nacimiento hacían de un elefante frente al cual fueron colocados.

 

Un ciego, tocando la trompa, lo describía como un animal alargado, flexible, etcétera. En otras palabras, atribuía a todo el animal las características de la trompa.

 

Igual evaluación parcializada hacían cada uno de los otros seis ciegos: el que abrazaba una de las patas, el que tocaba los colmillos, las orejas, el rabo, etcétera.

 

Fueron siete descripciones precisas de cada uno de los órganos que palpaban y cada uno de los siete ciegos hacía la misma extensión de la parte al todo, negando ardorosamente la versión  de los otros seis, en medio de una discusión inconciliable.

 

Algo parecido sucede con la realidad petrolera: cada quien la interpreta de acuerdo con su particular forma de ver las cosas.

 

Pero en esta materia no se trata de ceguera de nacimiento, sino de los anteojos de la conveniencia o de las gríngolas de la ignorancia.

 

Y para muestra, un botón.

 

Los dirigentes petroleros venezolanos impusieron, desde hace más de una década y hasta el pasado mes de febrero una verdad, su verdad: las políticas de restricción de la producción para defender sus precios son una cosa del pasado; la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ya no tiene poder sobre el mercado; el mercado está ahora en manos de los compradores, quienes lo controlan con sus inventarios, sus mercados especulativos y la coordinación de sus políticas a través de la Agencia Internacional de Energía; apoyado todo ello en el control de los canales de comercialización e instalaciones de refinación en los mercados finales, que todavía detentan las grandes corporaciones transnacionales.

 

Esa visión de la realidad, que toma aspectos parciales de la misma y los convierte en toda la realidad, no fue una “percepción parcial y equivocada”, sino una que fue especialmente diseñada para justificar las políticas expansivas y aperturistas impuestas por los sectores poderosos nacionales y, sobre todo, internacionales, beneficiarios de esas políticas y quienes influyeron en los niveles políticos y llegaron a controlar los puestos de comando de nuestra gerencia petrolera pública en los veintitrés años pasados.

 

Por enésima vez recuerdo que esas políticas condujeron al país a una de las más profundas crisis económicas de su historia contemporánea y que la reversión de esas políticas, a partir de marzo del presente año, ha dado unos resultados incontrastables, manifiestos en la duplicación de los precios del petróleo en cuatro meses (gráfico 1), los cuales desmienten toda la sedicente “verdad petrolera” sobre la inutilidad de la concertación de los productores, sembrada en el alma venezolana a través de todos los medios, masivos o no, de manipulación de la información.

 

Pero la nueva realidad es todavía muy joven para imponerse frente a los reflejos condicionados expansionistas profundamente internalizados por los venezolanos.

 

Es así como se registran hechos aparentemente inexplicables, como los que ya hemos reseñado en esta columna: declaraciones que especulan sobre la proximidad de la fecha en que terminará la política de recortes de la producción, o sobre el nivel a partir del cual se volverán a abrir las espitas de la producción a todo dar, o exageradas expresiones de preocupación sobre lo que pensarán de nosotros los consumidores que “sufren” el crecimiento de los precios.

 

Como puede inferir cualquier lector, y como todos hemos sido testigos en estos últimos 20 años, muchos de esos preceptos de la “verdad petrolera” meritocrática se mantienen intactos en el imaginario de la mayoría de los  venezolanos, y son utilizados por los planificadores petroleros contemporáneos en el diseño de metas expansivas inviables,  tal como lo testimonian la tramposa “certificación” de las “mayores reservas petroleras del mundo”, en la Faja Petrolífera del Orinoco y los innumerables proyectos de expansión de la producción, entre 2005 y 2018, donde menudearon metas entre 4 y 8 millones de barriles diarios, para alimentar las 37 refinerías proyectadas en 2010 y que estarían en operación plena en el 2030.

Como una muestra panorámica de la irresponsabilidad planificadora de nuestros dirigentes petroleros en todas las épocas, inserto un gráfico que he presentado en otras oportunidades sobre lo que he denominado “planificación de pajaritos preñados”, según la cual se fija una meta futura arbitraria y, en el más puro lenguaje del dibujo técnico, se “tira una línea” hacia el punto de origen:


 

Nueve ruinosos proyectos en los cuales se comprometieron e incineraron incalculables recursos económicos y materiales, sobre los cuales habrá que hacer algún día inventario y determinación de responsabilidades.

Tales son los resultados de una planificación unidimensional, la cual,  sólo aparentemente se fundamenta en la consideración exclusiva de parámetros físico-químicos, electro magnéticos, volumétricos, estratigráficos, geográficos y astronómicos 

Y que, también en apariencia,  deja de lado cualquier  consideración socioeconómica, histórica, jurídica, política y geopolítica, pero que en la realidad tuvieron, al menos durante los primeros 24 años de existencia de PDVSA, una profunda fundamentación ideológica, como la señalada al inicio respecto al Consenso de Washington y el recetario neoliberal, sin dejar de mencionar los negocios personales que se hicieron al calor de esos proyectos irrealizables.

Así lo he comentado antes, al recordar la consigna de Humberto Peñaloza de mediados de los años 70: “PDVSA es un empresa de ingenieros para ingenieros”.

En verdad, se trataba de algo más que de un extremismo gremialista.

Con ello se expresaba la voluntad de mantener a PDVSA como coto cerrado, a merced de una meritocracia gestada en la era concesionaria y convertida en garante del mantenimiento de los intereses y vínculos privilegiados de sus antiguos empleadores con los negocios las nuevas operadoras nacionalizadas.

Vía contratos de asistencia técnica y comercialización, protegidos, con la proclamación de su autonomía operativa, de la interferencia “política” y el  escrutinio de los poderes públicos, especialmente de la Contraloría General de la República y el Congreso Nacional. Tal como sucedió durante los 24 años referidos. 

Los fiascos subsiguientes, producidos entre 2005 y 2018, fueron generados en un marco ideológico distinto, pero siguen siendo, sin embargo,  producto de la tecnocrática estrechez de miras y de la voluntad corrupta de dirigir la “ejecución” de ingentes presupuestos  de “procura” y contratos de obras no realizadas que han derivado hacia bolsillos privados, tal como lo testimonian las denuncias y procesos judiciales que menudean en tiempos recientes.

Los reiterados proyectos de expansión registrados en el gráfico inserto se fundamentan en razonamientos insólitos por lo absurdo.

Algunos botones de muestra son pertinentes:

El proyecto de alcanzar a poseer 37 refinerías en 2030 se fundamentaba en un “análisis de entorno”, que sin más comentarios reproduzco:

 

Pero repito, para resaltar el nivel de absurdo de los razonamientos de estos planificadores de la Vicepresidencia de Planificación e Ingeniería de PDVSA:

No existen en estos momentos proyectos anunciados de construcción de nuevas refinerías… por lo tanto, hay que actuar ya!”  

Traduciendo: los halcones del capital petrolero internacional no se han dado cuenta de la oportunidad que se presenta, pero nosotros venezolanos “vivos” la aprovecharemos: 29 refinerías en el exterior y 8 en el país alimentarán los mercados  que se conquistarán…  al salirnos de la OPEP -el sueño de todo planificador venezolano expansionista- desde luego, porque sólo así podremos incorporar 4 o 5 millones de barriles diarios a un mercado estancado, de muy leve crecimiento.



La comparación de las metas fabulosas de los planificadores petroleros de cualquier signo con la realidad contemporánea, cuya génesis multifactorial ha tenido como partera de ocasión a la  ignorancia especializada, resulta lastimosa y sangrienta.

Esa realidad nos convoca a un esfuerzo nacional y colectivo, sin exclusiones, pero con una conciencia clara de dónde reside el interés nacional, para la reconstrucción del país y de nuestro legado material y espiritual a las próximas generaciones.

 

CMP/Agosto 2020



[1]  Apuntes para la historia de la ignorancia petrolera en Venezuela https://www.aporrea.org/energia/a293252.html -   https://petroleovenezolano.blogspot.com/

https://www.costadelsolfm.org/2020/07/26/carlos-mendoza-pottella-apuntes-para-la-historia-de-la-ignorancia-petrolera-en-venezuela/

[2] Al respecto se pueden encontrar múltiples referencias en la red informática, desde Wikipedia hasta fuentes universitarias.

Creo pertinente recordar aquí su definición de acuerdo a una de esas fuentes:

El concepto como tal fue acuñado por el economista británico John Williamson en un artículo publicado en 1989, donde enunciaba una serie de medidas de estabilización y ajuste de las economías respecto a las cuales determinadas instituciones con sede en Washington —mayormente el FMI y el BM, así como el gobierno y la Reserva Federal de EE.UU.— parecían tener un consenso sobre su necesidad. En términos generales, el entonces nuevo ideario apostaba por un paquete conjunto de políticas económicas como: la lucha contra el déficit público por la vía de reducción del gasto, las reformas para reducir la progresividad impositiva, la PRIVATIZACIÓN de empresas públicas, la liberalización del comercio y de los MERCADOS de capitales a nivel internacional, la minimización de las condiciones a la entrada de INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA y la desregulación de los mercados laborales internos, entre otras.” http://omal.info/spip.php?article4820

[3]    Ley Orgánica para la regulación del comercio de esclavos en Venezuela        https://www.aporrea.org/energia/a280531.html

Para ver los demás artículos referidos al tema, La oportunidad la pintan calva… para la rebatiña petrolera, El cartero siempre llama dos veces, Soberanía, delenda est…, Agencia Venezolana de Hidrocarburos Marca A.C.M.E., Venezuela petrolera en la tercera década: Cerco y aniquilación, Cambalache Petrolero: La Aquelarre privatizador de “PDVSA Ad Hoc”, Nueva Apertura de "PDVSA Ad Hoc",  Agencia para el despojo del patrimonio público,  y otros, ver los enlaces: 

https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella 

https://petroleovenezolano.blogspot.com/

[4] González Cruz, Diego Propuestas para Venezuela. Cómo rescatar a la industria petrolera nacional. CEDICE Libertad. Caracas 2016.  Aquí recoge propuestas de más de una década de antigüedad para entonces.

[5] González Cruz, Diego, Plan de Acción sobre Propuestas Institucionales Concretas para Rescatar y Relanzar la Industria Petrolera Nacional en el Periodo de Transición http://acading.org.ve/info/comunicacion/pubdocs/FORO_VZLA+30/PRESENTACION_DG.pdf 

[6] Gonzáles Cruz, Diego. Loc. Cit.

[7] https://www.amazon.com/-/es/Claudio-Turchetti/dp/1467502324

[8] Mendoza Pottellá, C.,  Publicado en “ABC petrolero”, Fundapatria, el 26 de agosto de 1999.  Recopilado en “Nacionalismo petrolero venezolano en cuatro décadas”  Págs. 403-406. https://www.academia.edu/41805065/Nacionalismo_petrolero_en_4_d%C3%A9cadas