domingo, 21 de octubre de 2018

Apuntes Petroleros IV en Petroanalysis


Apuntes de Política Petrolera Venezolana 

IV

Carlos Mendoza Pottellá

A propósito de la “transición energética”

Los recientes eventos catastróficos ocasionados por huracanes en Francia y los Estados Unidos han hecho rememorar la certeza de un cambio negativo en las condiciones climáticas globales, como consecuencia del “efecto invernadero” generado por la masiva combustión de hidrocarburos.


La revolución industrial, que tomó impulso definitivo hace unos 270 años con la invención de la máquina de vapor, fue el inicio del papel de la materia orgánica fosilizada  como sangre del aparato industrial, sustituyendo a la energía humana, de los animales, del viento y las corrientes de agua, que movían las primeras y rudimentarias máquinas, tornos,  molinos de trigo, telares, etc.

El carbón tomó allí un protagonismo que todavía hoy no ha perdido, a pesar de ceder espacios frente al petróleo líquido a mediados del siglo pasado, con la multiplicación de los usos del motor de combustión interna, en particular en el transporte, donde el automóvil, los aviones y los tanques desplazaron al “caballo de hierro” y sus rígidas vías férreas, y que, con los motores diesel incorporados a los navíos, eliminaron a los “vapores”.

A la competencia se incorporaron en las décadas postreras del Siglo XX los hidrocarburos gaseosos, para  hacer que los combustibles fósiles superaran  en más del 80% su participación en el total de las fuentes energéticas utilizadas por la humanidad. El porcentaje restante quedó ocupado por la energía hidráulica, la demonizada energía nuclear, las incipientes “energías alternativas”, fotovoltaicas y eólicas, y el remanente primitivo  de las otras formas de “biomasa” vegetal y animal.

El aumento en intensidad y regularidad de eventos como los mencionados al inicio, condujeron finalmente a un consenso científico sobre las apocalípticas consecuencias del calentamiento global y la inevitabilidad de un cambio radical de la matriz energética generadora del mismo, el cual fue alcanzado en París, en 2016, con la aprobación, dentro de la  Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de un conjunto de medidas para la mitigación de la emisión antropogénica de gases de efecto  invernadero.


Generalmente conocido como Acuerdo de París,  el mismo fue negociado  por casi doscientas partes y países, pero sólo ha sido ratificado por menos de  cien de éstos, con la notable retirada de Estados Unidos, uno de los principales generadores de esos gases, en junio de 2017.

Siendo la actual administración norteamericana la más radicalmente escéptica en esta materia, no es, sin embargo, la única entidad que condiciona la toma de las medidas de mitigación, derivadas del Acuerdo de París, a las prioridades de sus más inmediatos y particulares intereses económicos.

De hecho, todos los sectores involucrados en la industria de los hidrocarburos se comportan, en esta materia, con diversos grados de reticencia y excesivos condicionantes a la hora de asumir su responsabilidad.

Sin llegar a los extremos de las compañías tabacaleras para ocultar los efectos cancerígenos de sus productos, la OPEP, por ejemplo, que por su misma razón de existencia está condenada a ser petrolera, sin alternativas, lo deja en evidencia en sus pronunciamientos oficiales y en las declaraciones de su Secretario General, Mohammad Barkindo.

La Organización se declara “…plenamente comprometida y apoya el Acuerdo de París…” pero exige tomar en cuenta las diferencias nacionales, al hablar de “responsabilidades comunes pero diferenciadas… y “la prioridad del desarrollo sostenible”. OPEC Statement to the UN Climate Change Conference 


Más directamente, Barkindo declara lo siguiente, a principios del presente mes de octubre, según Reuters:El secretario general de la OPEP criticó el jueves un informe que pide una acción radical para combatir el cambio climático, y dijo que la idea de que la energía renovable era el único futuro del mundo era errónea y que un "bombardeo" de la defensa verde podría ser perjudicial.

"No se trata de elegir una fuente de energía en contra de otra, como lo sugieren algunos de nuestros colegas de la comunidad científica. En algunos sectores escuchamos historias que sugieren que las energías renovables son nuestro único futuro energético. Esto, con todo respeto verdadero a nuestros amigos, está claramente equivocado”  …

"El petróleo no es tóxico al final del día, las emisiones son tóxicas", dijo Barkindo, y agregó que las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención. 


(Londres, 5:53 am ET jueves, 11 oct. 2018, Reuters)

Paradójicamente, las grandes corporaciones petroleras internacionales, precisamente etiquetadas como “transnacionales” por haberse manifestado como no comprometidas absolutamente con un interés nacional particular, dando fe, de paso, a la noción de que “el capital no tiene patria”, ahora, de acuerdo al signo de los tiempos, tampoco se sienten encadenadas al cognomento “petrolero” y empiezan a manifestarse como compañías energéticas, verdes, y aunque mantengan y expandan sus negocios petroleros, no dejan de apostarle algunos quintos a las “fuentes alternas”.

En efecto, y tal como lo indican sus propios pronósticos energéticos, todo parece indicarles que los hidrocarburos llegaron al tope de su utilización como tales. Así lo muestra la siguiente gráfica de la Royal Dutch Shell:



Según estas predicciones, todos los hidrocarburos tendrán una participación decreciente en la oferta energética global, pasando del 80% actual a menos del 50% en el 2050 y a menos del 20% a partir del 2080.

Las tendencias para 2050 se confirman, para los hidrocarburos líquidos y gaseosos, en otro escenario de la misma Shell sobre el consumo de energía primaria por fuente, el cual, sin embargo, otorga al carbón una persistencia en su porcentaje de utilización global:






Desde luego, estos son escenarios de pesadilla para aquellos que sueñan con ser petroleros durante los próximos quinientos años, contando los pollos antes de nacer, como hacen los expertos, técnicos y planificadores venezolanos al “estimar” el factor de recobro de 20% que les produjo los 300.000 millones de reservas “probadas y certificadas” de la Faja Petrolífera del Orinoco.

Por el contrario, escenarios más realistas, como los de la Shell y el de otras corporaciones, como el de Exxon-Mobil, limitado hasta 2040 -y cuyo gráfico sobre la evolución de la demanda en ese lapso reproduzco aqui-




constituyen el resultado de constatar, sin atenuantes, el efecto de los profundos cambios técnológicos y político-económicos que se han manifestado en estas décadas de transición secular y que se intensificarán en el futuro inmediato.


En primer lugar, la evolución de la producción industrial, que ya no estará centrada en el acero, el concreto y el aluminio, sino en la microelectrónica, la robótica, la redes de comunicación digital, la biotecnología, la nanotecnología, los autos eléctricos y la disminución de las necesidades de desplazamientos físicos de personas y materiales, etc.


Y de manera determinante, como contexto general, la lucha contra el calentamiento global, del cual son principales responsables los combustibles fósiles, sin que se avizoren, por ahora, métodos eficientes de control de las emisiones de su combustión y que, por otro lado, todavía son muy incipientes, limitados y poco factibles  los procesos alternativos, como la “captura del carbono” que propone Donald Trump para mantener activa la producción carbonífera norteamericana y a los que se refiere Barkindo en la cita hecha más arriba, cuando hablaba de que “…las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención.”


Como digresión final, es pertinente destacar este consenso entre productores de hidrocarburos, solidarios  en la búsqueda de una salida a las crecientes limitaciones que impone la conciencia universal de sus impactos ambientales. 
Venezuela no es ajena a ese comportamiento contradictorio, sobre todo cuando sus dirigentes pregonan y promocionan, en el seno de la OPEP, una política de limitación de la producción dirigida a sostener la defensa del nivel de precios y, simultáneamente, formulan planes inviables para la expansión acelerada de su propia producción.


cmp, 20 de octubre de 2018


martes, 16 de octubre de 2018

Apuntes Petroleros III En Petroanalysis


Apuntes de política petrolera venezolana 

(III)

Carlos Mendoza Pottellá

Continuando la exposición de las lamentables consecuencias de la demagogia planificadora en materia de política petrolera, iniciada en Petroanalysis con Apuntes II, creo pertinente aportar otros elementos de esa realidad, en tanto que, en la búsqueda de una salida frente las críticas circunstancias en las que se encuentra nuestra industria petrolera, se continúan formulando metas irrealizables, que no tienen consonancia con los recursos disponibles, ni con el proceso de deterioro acelerado al que ha sido sometida en los últimos diez años.
Para ello, apelo a comparaciones con las modestas metas petroleras de otros países, mejor dotados que el nuestro, tanto en calidad y disponibilidad inmediata de sus recursos naturales, como en holgura financiera.


Saudi Aramco, según declaraciones del 17 de septiembre pasado de su Vicepresidente Senior, planea gastar más de 133 mil millones de dólares en los próximos diez años en la extracción de crudo y gas para mantener los niveles de extracción actual. Esto es, una inversión anual promedio de 13,3 mil millones de dólares, sólo para compensar el agotamiento de los campos maduros que han estado bombeando por décadas.


Un poco más optimista, Kuwait se propone alcanzar una producción de 4.750 mil b/d para el 2040, con un incremento de 93 mil barriles diarios anuales desde su producción actual de 2.7000  MBD, perforando 55 pozos anuales, para alcanzar un total de 1.633, en 22 años. (OPEC, Annual Statistical Bulletin 2017)

Por su parte, como se infiere de las cifras presentadas por mí en Apuntes II, el Plan de inversiones 2015-2019 de PDVSA contemplaba un desembolso en inversiones en exploración y producción de 223.972 millones de dólares en 5 años, a un ritmo promedio de 45 mil millones anuales, para un aumento de la producción desde 2.860 MBD en 2015 a 6.000 en 2019, a un ritmo de 628 mil barriles diarios anuales.


Lo descomunal e inviable de esas metas quedan de bulto, tanto en la comparación de los proyectos de los mencionados países con yacimientos mucho más jóvenes y no completamente desarrollados, sino también, en los ya referidos resultados de esa planificación bufa.



No solamente, y como es obvio, no se ha producido tal incremento, sino que la producción ha caído en un 50% desde  2.860 MBD que se producían efectivamente al inicio del plan, en 2015  hasta  1.434 MBD alcanzados en septiembre pasado… si nos atenemos a la información directa de PDVSA a la OPEP. La caída es mayor, de un 58%,  si tomamos como referencia los 1.197 MBD reportados a esa organización por las fuentes secundarias que monitorean la producción venezolana.

La trágica significación de esta cifra se puede ponderar al considerar que ella está al nivel de la producción venezolana de 1947.




(2018, Septiembre) OPEP, Fuentes Secundarias /

OPEC Monthtly Oil Market Report – October 2018.

No es necesario cargar las tintas de la negatividad y el pesimismo, pero si se considera que este nivel se registra después de haber alcanzado en 2008 una cifra tope de 3.254 MBD, una encomiable recuperación desde la sima puntual de 630 mil barriles diarios a la que condujo el sabotaje petrolero de 2002-2003, es inevitable considerar que el esfuerzo requerido para remontar una caída -de dos tercios en diez años continuos desde entonces- es una tarea ciclópea que supera con creces las capacidades financieras, técnicas y humanas con las cuales cuenta la Nación en los momentos actuales, sin necesidad de hacer énfasis en la gravísima crisis económica y política por la que atraviesa.

Ello no obsta, sin embargo, para iniciar ese recorrido hasta donde nos alcancen las fuerzas en cada momento, en cada día, mes y año, con una evaluación objetiva de las limitaciones señaladas y las reales posibilidades de detener la caída e iniciar una larga marcha de recuperación, que no será, ni inmediata, ni milagrosa y mucho menos servirá para alimentar los sueños demagógicos de convertir al país en una potencia petrolera universal. 

Desde luego, que será un camino difícil y no exento de riesgos, no siendo el menor de ellos el de sucumbir a las tentaciones que la urgencia propone, de abandonar posiciones soberanas sobre los recursos de la Nación eterna. Por ello mismo, no puede ser una tarea afrontada en círculos cerrados de “expertos” de cualquier denominación y orientación, y mucho menos, de vendedores de fórmulas mágicas.

Por el contrario,  tiene que ser una materia abierta a la consideración y evaluación de la sociedad como un todo, sin confidencialidades absurdas que suelen esconder manejos non sanctos, porque sólo aplican para la mayoría de la población sin acceso a esos templos de la experticia política, técnica y financiera petrolera.

De lo que se trata es del destino de la Nación venezolana, que nos concierne, aunque suene iluso y fuera de los contextos políticos contemporáneos, a todos y cada uno de sus ciudadanos, de ahora y del porvenir, sin distingos.

cmp / 15 de octubre, 2018.


Notes on Venezuelan oil policy (III)

Continuing the exposition of the regrettable consequences of the planning demagoguery in the matter of petroleum policy, initiated in Petroanalysis with Apuntes II, I believe pertinent to contribute other elements of that reality, while, in the search of an exit in front of the critical circumstances in which is our oil industry, we continue to formulate unrealizable goals, which are not consistent with the resources available, or with the process of accelerated deterioration to which it has been subjected in the last ten years.

For this, I appeal to comparisons with the modest oil goals of other countries, better equipped than ours, both in terms of quality and immediate availability of their natural resources, as well as financial slack.

Saudi Aramco, according to statements of last September 17 of its Senior Vice President, plans to spend more than 133 billion dollars in the next ten years in the extraction of oil and gas to maintain current extraction levels. That is, an average annual investment of 13.3 billion dollars, only to compensate for the depletion of the mature fields that have been pumping for decades.

A little more optimistic, Kuwait intends to reach a production of 4,750 thousand b / d by 2040, with an increase of 93 thousand barrels per year from its current production of 2,700 MBD, drilling 55 annual wells, to reach a total of 1,633 , in 22 years. (OPEC, Annual Statistical Bulletin 2017)

For its part, as inferred from the figures presented by me in Apuntes II, the PDVSA 2015-2019 Investment Plan contemplated a disbursement in exploration and production investments of 223,972 million dollars in 5 years, at an average rate of 45 thousand million per year, for an increase in production from 2,860 MBD in 2015 to 6,000 in 2019, at a rate of 628 thousand barrels per year.


The huge and unfeasible of these goals remain a bulge, both in the comparison of the projects of the aforementioned countries with much younger and not fully developed sites, but also, in the aforementioned results of this buff planning.