miércoles, 7 de abril de 2010

PROLOGO A: INTERNACIONALIZACIÓN UNA COSTOSA ILUSIÓN - DE JUAN CARLOS BOUÉ

EXPORTACIÓN DE BENEFICIOS 
IMPORTACIÓN DE COSTOS:
PARADOJA DE LA
‘INTERNACIONALIZACIÓN PETROLERA’
VENEZOLANA

Carlos Mendoza Pottellá
Moscú 3 de febrero de 2004

‘...cabe destacar que el precio de venta de crudo inferior al precio de mercado, significa una transferencia al fisco norteamericano según el siguiente detalle: incrementa las ganancias de Citgo en 210 millones de dólares, con un efecto de impuesto [norteamericano, n.n.] estimado a la tasa nominal de 71 millones de dólares y disminuye las ganancias de PDVSA en 210 millones de dólares,, lo cual representa una disminución nominal de impuesto sobre la renta venezolano de 142 millones.’ (*)
(*)  Rafael Darío Ramírez Coronado, Informe del Comisario de PDVSA 1999, p. 28. Caracas 2000.

En 1976 se produjo una ruptura en la política petrolera venezolana. El inevitable curso hacia una nacionalización integral a partir de 1983, por virtud del principio constitucional vigente entonces de no otorgar nuevas concesiones petroleras y el vencimiento del 80 por ciento de las mismas en ese año, fue abortado por las transnacionales petroleras apelando al recurso de  proponer, ellas mismas, una nacionalización anticipada, cortada a su medida.

Uno de los principales instrumentos de esa nacionalización sui géneris fue el mantenimiento en el seno de las operadoras nacionalizadas de un cuerpo gerencial ‘nativo’, perfectamente entrenado en la filosofía y los intereses de las antiguas concesionarias. Ese cuerpo gerencial inició entonces el desmontaje de todo el andamiaje de control operativo y fiscal de la Nación sobre los recursos de hidrocarburos y su industria, trabajosamente forjado entre 1920 y 1973.

Ese desmontaje comenzó el primero de enero de 1976 con dos tipos de contratos firmados entre las antiguas casas matrices extranjeras y las nuevas ‘operadoras’ estatales: En primer lugar los contratos de ‘asistencia técnica’, por los cuales se pagaron 7.500 millones de dólares entre 1976 y 1979, los cuales no remuneraban la prestación de ningún servicio y se constituyeron simplemente en una forma de multiplicar la ‘indemnización’ que se pagó a las corporaciones extranjeras por acceder a ser ‘estatizadas’. En segundo lugar fueron los contratos de comercialización, mediante los cuales se otorgaban descuentos graciosos de hasta 49 centavos de dólar (contrato Lagoven-Exxon) y se arbitraban mecanismos para no cumplir con las fijaciones de precios establecidos en el seno de la OPEP.
Posteriormente, en cada una de las grandes iniciativas gerenciales expansivas y modernizadoras tomadas por la ‘meritocracia’ petrolera hasta 1998 se fueron quedando pedazos de la soberanía y del patrimonio nacional:

• en un cambio de patrón de refinación con exagerados sobreprecios y diseñado para mantener y reforzar los vínculos de las corporaciones extranjeras con sus antiguas filiales

• en unos ‘megaproyectos’ de la Faja del Orinoco que contemplaban una inversión de 5.000 millones de dólares anuales entre 1980 y 2000 y se fundamentaban en la funambulesca proyección de que en 1990 los precios del petróleo de 30 grados API estarían alcanzando los 60 dólares el barril, lo cual haría rentables y competitivas las diversas mezclas de crudos extrapesados con diluentes.

• en el desmontaje del aparato de control y fiscalización encarnado en los Ministerios de Energía y Minas y Hacienda, simultáneamente con el envilecimiento de los instrumentos fiscales y soberanos específicos: la regalía petrolera minimizada y el valor fiscal de exportación eliminado.

• la multiplicación de planes y proyectos de inversión petrolera, bajo la filosofía de la siembra del petróleo en el petróleo, independientemente de la rentabilidad neta para la Nación. En este último tipo de operación encaja el programa de adquisición por parte de DVSA de refinerías y otras instalaciones en el exterior conocido como ‘internacionalización’.

En efecto, desde sus inicios en 1982, el programa de compra de refinerías en el exterior llamó la atención de todos aquellos que evaluábamos críticamente la gestión de la industria petrolera nacionalizada.


"En las investigaciones promovidas en el Congreso ha quedado de manifiesto el hecho de que los consultores jurídicos de PDVSA y el Ministerio de Energía y Minas, de consuno con el Procurador General de la República, constituyeron un ‘jurado complaciente’ para escudriñar en los vericuetos de la Constitución Nacional y las leyes específicas del  sector petrolero a fin de encontrar una fórmula que permitiera a la industria eludir la obligatoriedad de someter un contrato de evidente interés nacional a la consideración y probación por parte del Poder Legislativo." (*)
 Aquéllas fueron las primeras sospechas, despertadas por los sigilosos pasos dados por el entonces Ministro de Energía y Minas, Humberto Calderón Berti, para sacar del escrutinio público y legislativo al proyecto de adquisición de una refinería de Veba Oel en Alemania. Pero, a pesar de todas las críticas, y una temporal suspensión del programa en 1984, el ‘poder petrolero’ logró imponer su voluntad y extenderlo hasta sus magnitudes actuales, completada con las adquisiciones hechas en 1998.
(*) Mendoza Pottellá, PDVSA: ¿Autonomía financiera o soberanía supranacional? en Punto Socialista, No. 3, Caracas, julio de 1983.



En algunas publicaciones internacionales de principios de los años 90 se llegó a comentar críticamente la iniciativa de los petroleros venezolanos:
De nada valieron las denuncias y análisis internacionales, mucho menos las observaciones alimentadas tímidamente por las ‘filtraciones’ procedentes de anónimos venezolanos dignos que laboraban en la Dirección de Refinación del MEM, en los Departamentos de Comercio y Suministro de Lagoven y Maraven, en la propia PDVSA, o sustentadas en las cifras del folleto distribuido por PDV América en Wall Street, en cumplimiento de las normas de la Securities and Exchange Commission para la emisión de bonos por mil millones de dólares en 1993. (*) 
‘PDV's internationalisation drive, which began in Germany in 1983, has always been controversial. Critics said that the discounts PDV was obliged to apply on its heavy crude to meet German market specifications made the whole undertaking unprofitable.’ (*)

(*) Maria Kielmas, Little Moves Ahead Of An Explosion, Petroleum Economist, November 1992. pp. 14-17.

 Todas esas objeciones eran dejadas de lado porque procedían del sector de los ‘tradicionales enemigos de la industria’, descalificados a priori, según la matriz de opinión impuesta y sostenida por el control previo de los principales medios  comunicación, con la censura y el veto que padecimos en carne propia entre 1975 y 1998. (*)
(*) Salomon Brothers Inc. Prospectus $1,000,000,000 PDV America Inc., New York, NY, July 1, 1993

La ‘integración de Venezuela hacia los mercados de consumo’ fue vendida al país como ‘una estrategia indispensable para lograr un nivel aceptable de exportaciones en una base estable y confiable. Tal integración sería particularmente importante en la comercialización de crudos pesados/extrapesados’ (*). Por el contrario, en el transcurso de los últimos veinte años se han acumulado evidencias suficientes para catalogar a esa ‘integración’ como contraria al interés nacional y lesiva del patrimonio público venezolano.
(*) Mendoza Pottellá, El Poder Petrolero y la Economía Venezolana. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Universidad Central de Venezuela, pp. 211-243, Caracas 1995.

Sin embargo, el diseño y ejecución de ese programa, sustentado en grandes, masivas y eficientes falacias mediáticas, y en complicadas operaciones de ingeniería financiera, ha garantizado su perdurabilidad y colocado barreras contractuales tales que, todavía hoy, es muy difícil desmontarla sin grandes pérdidas para la Nación.
(*) PDVSA, Planificación a Mediano Plazo (1983-1988), Premisas y lineamientos preliminares. Caracas, abril 1982.


A partir de 1998, con la llegada al poder del Presidente Chávez, comienzan a aparecer en las cifras oficiales las primeras certificaciones de las denuncias que venimos voceando desde 1983. Una prueba de ello es el análisis que al respecto hace el Comisario de PDVSA para 1999, Rafael D. Ramírez C., a quien citamos en el epígrafe con una de sus constataciones para ese mismo año, objeto de su estudio.

Ahora, 20 años después de su inicio, tenemos una visión bastante más completa de esta operación de la meritocracia petrolera y sus lamentables resultados para el país: Un negocio que para el año 2001 recibía, en 19 refinerías repartidas entre Estados Unidos, el Caribe, Alemania, Suecia, Bélgica y el Reino Unido, más del 40% de las exportaciones de crudo de Venezuela. Que con ese volumen de crudo producía, ese mismo año, 26.927 millones de dólares en ingresos por ventas, pero que generaba una ganancia en operaciones de sólo 638 millones de dólares, procedentes, a su vez, del descuento de 936 millones de dólares hecho por PDVSA a sus filiales, lo cual comportó, consecuentemente, una pérdida real para el accionista, la Nación venezolana, de 298 millones de dólares, mientras que simultáneamente se realizaban nuevas inversiones en esas mismas filiales por 517 millones de dólares adicionales. Retrocediendo desde el 2001, hasta 1991 es posible seguir el rastro a cifras con proporciones similares entre ingresos brutos, descuentos, ganancias ficticias, pérdidas reales y nuevas inversiones. Entre 1983 y 1990, ambos inclusive, ni siquiera existía la púdica hoja de parra de las ‘ganancias operativas antes de impuesto’... todo era pérdida (ver tabla).

Esta tabla, inserta en varios de nuestros trabajos anteriores, es una muestra del esfuerzo de inferir la realidad a partir de diversas fuentes, la mayoría de las cuales aportaban datos deliberadamente truncados y trucados para ocultarla.

Creemos que se necesitan muchos y superlativos adjetivos para poder exagerar el significado negativo de estas cifras para la Venezuela. Pero entendemos la necesidad de un abordaje objetivo y mesurado de la cuestión. Así pues, dejemos hablar a Juan Carlos Boué.

Este autor mexicano ha dedicado muchos años a la realización de una investigación seria, severa y minuciosa, ‘en fuerza de documentos ciertos e incontrastables’ (como se propuso,
citando la recomendación de un cronista de Indias de hace más de dos siglos) (*)  sobre el programa de adquisición de refinerías y otros activos en el exterior desarrollado por Petróleos de Venezuela desde 1982. Convertido en tesis doctoral, su trabajo fue publicado en 1997 por la Universidad de Oxford bajo el título de ‘The Political Control of State Oil Companies. A Case Study of the International Vertical Integration Programme of Petroleos de Venezuela’.
Boué ha contribuido como nadie a develar la verdad escondida detrás de la intrincada trama urdida (*) por el poder petrolero que rigió al petróleo venezolano y a Venezuela toda hasta enero de 2003. A pesar de todos los vetos y velos mediáticos desarrollados por ese poder petrolero, los trabajos de Boué se han convertido en un valioso instrumento en la lucha por el rescate de la soberanía nacional sobre su industria, conculcada por una claque tecnocrática al servicio, en principio, de sus propios y particulares intereses de casta privilegiada, pero sobre todo, y de manera desproporcionada, al de sus poderosos socios extranjeros.
(*) Don Juan Bautista Muñoz y Ferrandis, Historia del Nuevo Mundo (Madrid, 1793), citado por Boué en El Programa de internacionalización de PDVSA: ¿Triunfo estratégico o desastre fiscal? Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales Vol. 8, No. 2 (mayo-agosto) pp. 237-282, Caracas 2002

(*) ‘El complejo esquema organizacional del sistema internacional de refinación y mercadeo de PDVSA... es el producto de la aplicación de criterios de ingeniería financiera orientados a canalizar las ganancias generadas en este sistema hacia un par de compañías tenedoras de acciones que han fungido como matrices remotas de las filiales de refinación de PDVSA a lo largo de la mayoría de la historia del programa de internacionalización...’ J. C. Boué, trabajo prologado, p. 3.
Hasta ahora, las constataciones de Boué, científicamente inobjetables, han quedado confinadas al reducido círculo académico y político permeable a tales planteamientos por encontrarse inmerso desde hace años en el combate por una auténtica nacionalización de los recursos de hidrocarburos venezolanos. Pero en esta oportunidad, el autor nos propone un texto que refleja una madura síntesis esencial de sus previos hallazgos y conclusiones, la cual puede ser de gran utilidad para generalizar, vale decir, vulgarizar, la verdad que enfrenta a la falacia.

Manteniendo toda la serenidad, sindéresis y basamento fáctico que exigen los auténticos trabajos académicos, Boué concluye, con certeza y solidez, que la internacionalización no es otra cosa más que un mecanismo de importación de costos externos y transferencia de ganancias al exterior.

A esa conclusión arriba después de verificar, en primer lugar, que el total de 6.480 millones de dólares desembolsados en la adquisición de activos en el exterior y en sucesivos aportes patrimoniales y gastos de inversión, han significado ‘un desembolso bruto de 1,27 USD por cada uno de los 5,070 millones de barriles de crudo venezolano que PDVSA ha enviado a proceso en refinerías de su propiedad entre 1983 y 2002 inclusive’ para luego constar que ese desembolso bruto, es neto, porque “PDVSA ha permitido que sus filiales retengan (con propósitos de reinversión) prácticamente la totalidad de los flujos generados por sus operaciones, y nunca ha buscado su repatriación a Venezuela a través de la declaración de dividendos’ (*)
En segundo lugar, continúa armando el círculo vicioso de ese increíble ‘negocio’ mediante la contabilidad de un descuento promedio durante ese mismo lapso y para ese mismo volumen total de crudo de ‘1.50 USD por barril, estimado a partir de las cifras reales (ajustadas por calidad)’ con el cual puede afirmar que ‘el costo de oportunidad potencial de los descuentos asciende a más de 7,500 MMUSD (hasta finales de 2002 inclusive)’ (*)
(*) J. C. Boué, loc. cit., p. 5.

Finalmente, describe los mecanismos mediante los cuales se movilizan costos y ganancias entre la casa matriz venezolana y sus afiliadas externas, completando así la figura del perro que muerde su propia cola:
(*) Ibid., p. 19

Nos coloca así, de manera incontrovertible, frente una realidad que durante años había sido sólo esbozada con indicios, inferencias o sospechas maliciosas de los ‘enemigos de la industria’. Nuestras viejas y fragmentarias denuncias no concitaban el apoyo de los sectores ‘nacionalistas pero moderados’ porque las cifras que se asomaban, con rudimentarios elementos de convicción, eran de una magnitud tal, que fácilmente podían ser atribuidas al estilo adjetivo, procedente de las torrenciales descargas de indignación, que distingue siempre a los predicadores en el desierto. De hecho, al escribir estas líneas de reconocimiento a la objetiva, fría y contundente eficiencia analítica de los trabajos de Boué, no podemos dejar de expresar esa misma sensación, contenida a través de tantos años.
‘...los mecanismos de importación de costos y transferencia de nancias que subyacen al programa de internacionalización son complementarios: mientras  que el objetivo de los primeros es que contabilicen en Venezuela tantos costos como sea posible, el objetivo de los segundos es que suceda exactamente lo opuesto con los ingresos’.(*)  (*) Ibid., p. 22



Y lo sentimos así, porque todavía falta mucho para que esa verdad sea reconocida universalmente. Porque todavía vivimos en un país cuya ‘opinión pública’ se solaza y conforma con los mitos banales impuestos por el imperio mediático que penetra en todas las esferas sociales y dicta las modas y límites de lo políticamente correcto, de lo democrático y hasta de lo auténticamente nacional.

Y en esto reside para nosotros la importancia capital del trabajo que estamos prologando.

Porque se trata de un combate por la conciencia nacional. Se trata de llegar con hechos ciertos e incontrastables a sectores que han sido maleados y adormecidos por la prédica de la resignación ante la incursión avasallante de una postmodernidad apátrida y transnacional.

Pero se trata también de que el discurso de Boué no quede para los que escribirán, dentro de un siglo, la historia definitiva de estos tiempos y constaten la certeza de sus investigaciones.

Se trata de alimentar con esa realidad, aquí y ahora, el proceso de toma de decisiones en la industria petrolera y, en general, el de las decisiones políticas y económicas nacionales.

Moscú, 3 de Febrero de 2004

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