Y VARIOS ESCRITOS SOBRE LA OPEP
Registro una vez más los argumentos esgrimidos en las dos ocasiones mencionadas: al cumplirse 25 y 50 años de la Organización de Países Exportadores de Petróleo.
Los argumentos no han cambiado, y nunca sobran, porque siempre aparecen, como fantasmas impenitentes, los analistas que "demuestran" lo inconveniente que ha sido para Venezuela la pertenencia a esa organización.
El próximo mes de septiembre, la Organización de Países Exportadores de Petróleo cumple 50 años. En Venezuela, y durante toda su existencia, esa organización ha sido combatida acerbamente por los sectores privilegiados que históricamente han propiciado las relaciones de dependencia establecidas desde principios del Siglo XX entre las grandes corporaciones petroleras internacionales (hoy transnacionales) y el Estado venezolano para la explotación de nuestro principal patrimonio público. Desde su propia fundación, Juan Pablo Pérez Alfonzo hubo de enfrentar esos sectores, encabezados en su oportunidad por Arturo Uslar Pietri. Muchos venezolanos conscientes del interés nacional demostraron la conveniencia de la participación venezolana en una organización diseñada para defender los precios del petróleo frente a las pretensiones transnacionales de despachar a los dueños de los yacimientos con las migajas del mayor negocio del mundo.
Con esta ocasión quiero incluir materiales fascimilares que reseñan dos momentos de esa polémica, el primero de ellos, de mi autoría, data de 1985, cuando se cumplirían 25 años de la constitución de la OPEP y el segundo, un comunicado de FUNDAPATRIA en cuya redacción participé, de agosto de 1998.
CMP 12/07/2010
Revista "Punto Socialista N° 19", Caracas, Enero de 1985
VENEZUELA EN LA OPEP
Veinticinco años de un debate
Carlos Mendoza Pottellá
En abril de 1959 se inician las consultas entre árabes y venezolanos Que concluirían en septiembre del siguiente año con la constitución de la OPEP. Desde entonces se plantea en nuestro país la discusión en torno ala conveniencia de la Insólita asociación de una democracia americana, de sólida vocación occidental y cristiana con un grupo de países de las antípodas culturales e históricas.
El signo de esa disputa lo va a marcar la Cámara de la Industria del Petróleo, que agrupaba entonces a las concesionarias extranjeras, al iniciar una campaña de descrédito contra el Ministro Pérez Alfonzo. Esa decisión provocó fa renuncia a la Sub-Gerencia del Departamento de Relaciones Públicas de la Creole Petroleum Corporation del Dr. Francisco Alvarez Chacín, quien deja fe de ésta y otras oscuras incidencias en su libro "Secretos Petroleros Contra Venezuela". Pero nada impidió el inicio de esa campaña, en la que se apeló a todos los instrumentos, desde la difusión de consejas en torno a las excentricidades orientalistas del "Monje loco" de los Chorros, hasta la proliferación de sesudos estudios económicos que demostraban la inconveniencia para Venezuela de una asociación con sus "competidores" asiáticos.
Argumentos que tocaban las más escondidas fibras del alma de vendedores a todo trance de los principales beneficios criollos del negocio petrolero fueron esparcidos a todos los vientos y pasaron sublimemente a formar parte de ese saber elemental que se da en llamar como “sentido común". En particular, en los sectores agrupados en FEDECAMARAS, la OPEP quedó por siempre asociada a un cierto tufillo sulfuroso originado en su condición de asociación de pobretones.
Sólo el prestigio, la firmeza, terquedad y habilidad de Pérez Alfonzo pudieron vencer una tal campaña. Sin embargo, siempre quedó en el subconsciente nacional, desde la extrema izquierda hasta la derecha, la duda acerca de las bondades de una tal asociación. La derecha, FEDECAMARÁS y su entorno, no ha dejado nunca, en estos veinticinco años, de combatir a la OPEP y de proponer como alternativa el acercamiento a "nuestros" tradicionales clientes sobre la base de una garantía de suministros crecientes y precios "razonables" a cambio de una cierta "preferencia". En los sectores que generalmente catalogamos de izquierda, con honrosas excepciones, las dudas sólo llegaron a disiparse después de 1973, pero renacen en estos dos últimos años.
La reversión de la tendencia que en menos de diez años multiplicó por quince el precio del petróleo ha puesto en dificultades a la OPEP y a sus miembros. En Venezuela se vuelven a alzar las mismas voces críticas de antes, las de aquellos que tienen Intereses definidos en una expansión de la asociación con el capital petrolero internacional, mientras que la duda se esparce entre quienes no saben en qué palo ahorcarse.
Los primeros, acostumbrados al ejercicio del poder y la hegemonía que les ha permitido identificar sus particulares intereses como los de toda la nación, han definido rápidamente su posición: hay que acabar, de una vez por todas, con esa asociación de perdedores y profundizar la estrategia de internacionalización de la industria petrolera iniciada con el convenio PDVSA-Veba Oel y que hubiera continuado, de no mediar la intromisión parlamentaria, con el PDVSA-Unión Carbide. En ese escenario se multiplicarían las oportunidades para los negocios privados.
Los segundos, es decir, los representantes de sectores sociales marginados del poder y sus instrumentos, discuten sobre qué es lo más conveniente para el Interés nacional sin antes definir el contenido de esa problemática síntesis y son por elIo fácil presa de la decidida campaña anti-OPEP de los primeros.
No vamos a hacer aquí la exégesis de la OPEP como garante de una justa remuneración del agotamiento de la riqueza petrolera nacional, ni vamos a pretender tener la justa medida del interés nacional, pero si queremos señalar que en casi ningún caso ese interés, el de las grandes mayorías del país, el del conjunto de asalariados de la ciudad y del campo, de los profesionales, técnicos, pequeños y medianos empresarios, coinciden con el de los sectores agrupados en FEDECAMARAS.
No se trata de defender a la OPEP a partir de una percepción religiosa de la misma, por el hecho de ser el fruto de la visión de Juan Pablo Pérez Alfonzo. En esta asociación, como en todo aquello donde estén en juego variables económicas estratégicas, el elemento determinante no es, la amistad ni la fraternidad. Por el contrario, debemos evaluar a la OPEP en su capacidad para defender los precios del petróleo.
En esa perspectiva, cuando la OPEP no cumpla los objetivos para la cual fue creada, será procedente su disolución. Mientras tanto, Venezuela debe permanecer en ella reforzando el cumplimiento de esos objetivos. A esa permanencia en la OPEP podríamos aplicarle el pragmatismo de Disraeli cuando sostenía que el Imperio Británico no tenía ni amigos ni enemigos permanentes sino intereses permanentes. Pero, por lo pronto, nada indica que una alianza con los consumidores, asumiendo el papel de esquirol en la OPEP, garantice a Venezuela una mejor valorización de su petróleo. En particular, porque no está en capacidad de resultar ganadora de una guerra de precios desatada.
CMP/14/01/85
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