Factor de Recobro:
De las fantasías al “paquete chileno”
Carlos Mendoza Pottellá
Septiembre 2017
En los números 2 y 3 de la Revista “Síntesis”
suscribí, sucesivamente, las dos partes de un trabajo titulado “Petróleo
venezolano: Recursos, reservas y fantasías”. En el mismo advertí sobre las
interesadas y engañosas manipulaciones de los conceptos de petróleo
originalmente en sitio, recursos contingentes, factor de recobro, reservas
probadas y reservas probadas desarrolladas.
Debo retomar esos planteamientos ahora, en momentos
críticos para nuestro país, porque están siendo esgrimidos para levantar sueños
de redención milagrosa y satanizar a quienes advierten sobre los peligros de
una percepción distorsionada de la realidad.
Se trata, en lo fundamental, de las relaciones entre los conceptos de “petróleo
in situ” (petróleo originalmente en sitio) y reservas probadas. Dos magnitudes
definidas que refieren a un “todo” y a una de sus “partes”.
Como referí en el trabajo citado, la primera de
ellas es el todo, un dato relativamente estático, resultante de una evaluación
geológica y de los parámetros físicos que se determinen de la misma, el cual
designa al volumen total de petróleo que, con un cierto grado de precisión se determina que existe en
una localización, país o región.
Mientras que la segunda, las reservas probadas,
constituyen una variable que se estima como el porcentaje del petróleo in situ
que es factible extraer dados los
costos, precios y tecnología disponible en cada momento. A ese porcentaje se le
suele denominar “factor de recobro”.
En tanto que magnitud variable, las reservas
probadas (y por ende, su factor de recobro), cambian cada año, período en el
cual se evalúan los elementos que las
incrementan o las disminuyen.
De tal suerte, al final de cada año se le añaden
los resultados de las actividades exploratorias: Descubrimientos de nuevos
yacimientos y extensiones de los existentes, resultados de la actividad de
perforación de nuevos pozos.
Igualmente, se le restan las cantidades producidas
en ese lapso.
Los precios del petróleo constituyen un
principalísimo factor del aumento o la disminución de tales reservas, que
determinan revisiones, las cuales serán al alza en tiempos de
crecimiento de los mismos y a la baja cuando esos precios caen.
La incorporación de nuevas tecnologías, en la
medida que sus costos las hagan factibles, constituye un elemento que eleva las
reservas probadas. Un claro ejemplo de ello lo constituye la evolución
tecnológica que ha permitido la explotación creciente del crudo de lutitas
(esquistos) en los Estados Unidos.
Por todo lo anterior, una presentación como la que registra a las reservas probadas de Venezuela como una magnitud constante a partir
de 2010 y durante 7 años, es el resultado de una voluntaria distorsión de la
realidad, ya que nuestras reservas, además de ser las mayores del planeta, son
inmodificables, a cualquier precio y nivel de producción.
En sentido contrario, en la siguiente lámina se presenta una muestra de las reservas probadas reportadas por 68 compañías que cotizan en bolsas de valores a nivel global, la cual registra el comportamiento diferencial de esa variable: creciente entre 2010 y 2014, decreciente entre 2014 y 2016, al mismo ritmo del sentido del nivel de los precios petroleros prevalecientes en ambos lapsos.
¿La razón de este comportamiento?: Esas compañías
están regidas por las normas mercantiles y estatales que protegen a los inversionistas en el
mercado accionario, garantizando que las
reservas reportadas sean realmente recuperables dentro de un lapso y a una tasa
interna de retorno que haga rentable su inversión.
Como compañía que no cotiza en bolsas, PDVSA tiene
la potestad de calcular sus reservas según parámetros políticos soberanos,
puramente físicos e inamovibles. Su desprotegida accionista es una sola: la
Nación venezolana eterna, esa cuya inmensa mayoría de integrantes vivos son
adormecidos por discursos embaucadores y, más indefensos aún, los que aún no
han nacido.
La caída de los precios entre 2015 y 2016 afectó a productores de todas las regiones,
pero, como se observa en la siguiente lámina, el impacto mayor fue en Canadá,
que hubo de reducir cerca de 8 mil
millones sus reservas probadas en arenas bituminosas.
Ello estuvo determinado, como es del dominio
público, por el retiro de las principales corporaciones internacionales de sus
negocios canadienses.
Al respecto, y en otro trabajo para Síntesis (6/6/17), “Mirándonos en
el espejo canadiense” establecí el paralelismo de nuestras dos realidades como
poseedores de crudos extrapesados en las condiciones actuales del mercado.
Nuestras reservas –extrapesadas, no bituminosas,
por si acaso- no disminuyen, porque nuestra empresa nacional mantiene sus
planes y presupuestos, garantizados por un factor de recobro de 20% que podríamos extender y “certificar” hasta un 40%, tal como como se ha propuesto recientemente,
una decisión patriótica de soberanía sobre nuestros recursos petroleros.
Un ejercicio con las cifras reales de los dos
mayores campos de la Faja actualmente en producción, Zuata Principal y Cerro
Negro Anzoátegui, nos muestra que las tasas de recobro reales, a los niveles de
producción actual, en 50 y 100 años serían:
1,62 % y 3,24 %
para Zuata Principal, 1,97 % y
3,95 % para Cerro Negro.
Duplicando la producción en esos campos, el factor
de recobro para los mismos lapsos, sería:
3,24 % y 6,48%
para Zuata Principal, 3,95 % y 7,89 % para Cerro Negro.
Dentro de cien años, el petróleo remanente en el
sitio supera, en ambos casos, el 90% (la tasa de no-recobro). Entonces, ¿Qué sentido tienen los flamígeros
llamados al combate para reclamar un
factor de recobro del 40%? Simplemente,
decir, dentro de cien años, que todavía nos queda más del 95% del
petróleo originalmente en sitio.
El factor de recobro no es una meta voluntariamente
establecida por el titular de la propiedad de los yacimientos, por el
contrario, depende de las condiciones del yacimiento, el tipo y gravedad API del
crudo y los precios del petróleo en cada momento.
Con la tecnología contemporánea, en yacimientos de
crudos livianos y extra-livianos, de bajo contenido de azufre y 35-40 grados API, a precios superiores a los
70 dólares, es factible esperar un recobro del 70% o más.
Pero en yacimientos de crudos extrapesados y ácidos,
de menos de 10º API, que deben ser sometidos a costosos procesos de
“mejoramiento” (upgrade), vale decir, llevarlos a una gravedad cercana o
superior a los 30º API y remover los niveles de azufre para así poder procesarlos
en refinerías convencionales, y a los precios máximos vigentes de 50 dólares el
barril para el marcador WTI, difícilmente
se sobrepasa un factor de recobro de 10%, tal como lo muestra el ejercicio
hecho con cifras reales y duplicadas en los yacimientos de Zuata y Cerro Negro.
En cualquier caso, si los planes de producir 4
millones de barriles diarios de la Faja del Orinoco fueran factibles y se
alcanzaran y mantuvieran, considerando unas reservas probadas de 260.000 millones
de barriles, las mismas se agotarían en 178 años, o en el doble de ese lapso, 356
años, si determinamos “soberanamente” que el factor de recobro será de 40%:
520.000 millones de barriles.
Pero con seguridad, en ese lapso de tres siglos y
medio ya se habrían descubierto tecnologías factibles para un recobro del 100%
y, más aún para revisar hacia el alza al petróleo originalmente en sitio, tal
vez hasta alcanzar los dos billones de barriles en la sola Faja del Orinoco.
Pero para entonces, si ya se hubiesen agotado las
reservas livianas, medianas y pesadas del resto del planeta, menos Canadá,
¿serán necesarias semejantes magnitudes de hidrocarburos en un mundo que desde
ahora se está enrumbando hacia una matriz de consumo energético que minimiza la
generación de gases de invernadero?
Los sueños, sueños son, decía Pedro Calderón de la
Barca, pero en materia económica y política esos sueños han conducido
históricamente a verdaderas catástrofes humanas. Hipotecar los mermados recursos disponibles
del país en la insistencia en proyectos inviables a corto y mediano plazo, sería
con seguridad otra de esas catástrofes.
Pondérese solamente la magnitud de la inversión requerida para persistir en ese camino ruinoso:
234 mil millones de dólares en 5 años, en momentos en los que la participación
fiscal neta del país en 2016 apenas supera los 5.000 millones de dólares.
A la inviabilidad financiera se añade el limitado
espacio que deja el equilibrio demanda-oferta a nivel global para los crudos
más costosos, bituminosos y extrapesados en las próximas décadas, tal como lo
documentan diversas fuentes y hemos referido en entregas anteriores de esta
columna:
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