La industria petrolera venezolana:
Pescadores en río revuelto
Carlos Mendoza
Pottellá
En entregas anteriores, analizando las opciones
que se le plantean a la industria petrolera nacional en medio de una situación
operativa crítica y un oscuro panorama en el mercado internacional, hemos
aludido a la corriente de pensamiento privatista, de corte neoliberal, que se
postula como alternativa salvadora.
Sus propuestas se fundamentan en una promoción
tentadora, propia de los “spots” publicitarios de curas milagrosas, en la cual interesadamente
se confunde la propiedad nacional con “propiedad estatal” y postulan, como anzuelo,
el reparto anticipado de los recursos petroleros de la Nación entre sus
“verdaderos propietarios”, los ciudadanos.
Recientemente, y precisamente como corresponde a
buenos pescadores en río revuelto, han aparecido varias propuestas de ese
tenor, a las que haremos referencia aquí. Antes retomaremos el debate desde sus
orígenes:
A partir del pacto “nacionalizador” de 1976, y más
precisamente, desde los tiempos de las políticas aperturistas, promovidas por
la cúpula gerencial anti estatal enquistada en la industria petrolera nacional, hemos venido enfrentando a esos planteamientos
que demonizan al nacionalismo en esta materia.
En ese trayecto nos hemos topado con muchas formas
de expresarlos, algunas de ellas, insidiosas y sibilinas, que pretenden ocultar
su designio privatizador de la propiedad pública con planteamientos sobre la
ineficiencia del Estado en la administración de esos recursos, los cuales, al ser
destinados al financiamiento del gasto corriente, no reproductivo, rentista,
parasitario y corrupto, disminuye las posibilidades de crecimiento de la
industria que los genera.
En esa confusión de verdades, medias verdades y
mentiras abiertas, se cuelan los proyectos de “transición” desde una
anquilosada empresa estatal a una moderna corporación internacional y a la ya
mencionada promoción de la rebatiña anticipada de los recursos de la Nación,
los cuales deben ser asignados de acuerdo a las leyes de la libre competencia,
a los más capaces.
Para liberar esas fuerzas competitivas hay que
anular la injerencia del Estado, convirtiendo a PDVSA en una sociedad anónima,
propiedad de los ciudadanos, quienes podrán realizar con ella todas las
operaciones válidas en un ámbito de plena libertad mercantil.
Si yo soy accionista de la Royal Dutch Shell, ¿por
qué no puedo serlo de PDVSA? Decía un conocido gerente petrolero estatal en
tiempos del furor aperturista.
Al respecto, haremos una cita personal, extraída
de la Introducción al Suplemento de la Revista BCV 2008-1, “Profecías Cumplidas”
que recoge dos textos de Juan Pablo Pérez Alfonzo:
Esa
política llegó a su cumbre durante la gestión de Luis Giusti, auténtico Shell
man, antes y después de su paso por PDVSA, quien se atrevió a plantear la
conveniencia de “privatizar” a esa empresa mediante la venta de “una parte de
su capital accionario”. Una privatización que, por su magnitud, no podía ser
asumida sino por los grandes capitales transnacionales, es decir, que se
trataría de una simple desnacionalización. Es así como el 21 de junio de 1997
se inserta un millonario aviso en la Revista Time, ponderando la tarea
fundamental en la que están inmersos los gerentes-cónsules: ablandar a una
opinión todavía “demasiado nacionalista para aceptar lo inevitable: la completa
privatización de Pdvsa”. (Loc. Cit).
Es
así, también, como el nombre de Luis Giusti comienza a ser mencionado como el
del consenso de las fuerzas conservadoras y antinacionales para una “solución
de emergencia”. Y es entonces cuando comienzan las confesiones que hacen innecesarias
las denuncias:
“En la industria petrolera tenemos un proyecto
político desde hace quince años”, “una dictadura modernizante garantizaría el
cumplimiento pleno de los objetivos de la corporación”
Textualmente:
“Se
elimina el Valor Fiscal de Exportación. Se modifica el esquema tributario para
promover la inversión. Apertura amplia a capitales privados nacionales y
extranjeros en todas las actividades petroleras. Promoción efectiva de la
industrialización de los hidrocarburos. Precios del mercado interno
competitivos. Venezuela se sale de la OPEP.”
La
internacionalización, la orimulsión, el Cristóbal Colón, los “campos
marginales”, las asociaciones estratégicas, el outsourcing, los
convenios operativos y bajo el esquema de ganancias compartidas, fueron etapas
de ese plan político: la completa desnacionalización de la industria petrolera
venezolana, la liquidación de Pdvsa en tanto empresa estatal. [1]
Volviendo al presente, nos encontramos de nuevo
frente a las propuestas privatizadoras.
Una, muy bien estructurada a partir del indudable conocimiento
técnico de su autor, el Ingeniero Diego González Cruz, [2]
quien realiza un correcto y pertinente análisis de las reservas y recursos, de
sus fortalezas y debilidades, así como de sus diversas posibilidades de
desarrollo, centradas en los campos convencionales, todo lo cual compartimos,
como queda asentado en nuestros trabajos anteriores. Pero a la hora de la
definición de la política económica aplicable, salta la liebre CEDICE, que es
justamente lo que adversamos. Pruebas al canto:
“… los
hidrocarburos, en especial el petróleo no tiene nada de estratégico, ni es una
industria básica, y mucho menos que es sinónimo de soberanía, independencia y
para el desarrollo social. Paradigmas creados por nuestra clase política, que
se han arraigado en el imaginario nacional.”
A
partir de esa definición de principios, sus propuestas siguen ese patrón:
“Es necesario revisar
la relación Estado-Sociedad con respecto
a la renta que produce la actividad de los hidrocarburos, para que esta vaya
directamente a los ciudadanos. El excedente económico que se origine en la actividad
petrolera, que corresponde a la Nación, será destinado totalmente a la creación
de un FONDO, que será el Fondo de ahorro, patrimonio e inversión de los
venezolanos. Su rendimiento será entregado directamente a cada venezolano a
través de cuentas individuales.”
“Será preciso
que PDVSA deje de ser una operadora y convertirla en una excelente
administradora de los Contratos de Producción Compartida (Production ,
Sharing), en nombre de los propietarios del recurso, todos los ciudadanos.”
…
“Mientras se
cambia la Ley Orgánica de Hidrocarburos, con voluntad política, se puede usar
la figura de la empresas mixtas para tal fin, con los particulares tieniendo
por lo menos el 49% de los negocios. Para las actuales actividades que realiza
PDVSA como de esfuerzo propio se pueden firmar Contratos de Servicio”
“Se hace
necesario un pacto entre los diferentes actores políticos que contemple la no
interferencia del ejecutivo en las actividades operacionales ni en la
designación del tren directivo y gerencial de la estatal”
Todas
estas son propuestas para la “inmediata transición”, pero también propone, para
el largo plazo, órganos de la regulación de los hidrocarburos y la energía, “autónomos e independientes del gobierno de
turno”, donde se minimiza la representación del sector público y se le
coloca en pié de igualdad, o incluso minoritaria, con asociaciones
empresariales y corporaciones de “la sociedad civil” vinculada al sector,
“…
siguiendo un esquema organizativo y de trabajo como el existente en el exitoso
‘National Petroleum Council-NPC’ de los EE-UU
La
segunda de las propuestas privatizadoras a que haremos referencia está
contenida en una entrevista realizada por el diario “El Universal” al
economista Alexander Guerrero[3],
quien realiza sus consideraciones de manera directa y simple:
“Venezuela ya no es un país
competitivo con su petróleo” y por tanto, es el momento de “abrirse al capital
privado”.
“El efectivo de la renta se gastó en el
engrandecimiento del Estado y hoy ese Estado, como un enfermo obeso mórbido no
puede pagarlo, ni el ingreso fiscal, ni los impuestos que remunera el
venezolano”.
...“el colapso de
la industria petrolera es consecuencia de esas grandes deseconomías” (concepto
antagónico al de economía de escala, en donde los costos bajan a medida que se
produce más), “causadas por la política y el nacionalismo petróleo venezolano”.
Habría que
modificar las normas internas, abrir la industria petrolera de nuevo a los
capitales; tendrá que subastarse”,
...hacer “una
gran corrección política en la Constitución Nacional y en las leyes petroleras
que permitan el ingreso del capital privado”.
...“no podemos capitalizar nuestras deudas y hay que
pagarle a los socios. Pdvsa tendrá que vender su capital a inversionistas
privados nacionales y foráneos”.
No nos queda
mas, desde luego, que ratificar nuestra oposición estructural a estas
propuestas, que se producen en un momento crítico innegable, cuyas perspectivas
de resolución no están a la vista y requieren de una consideración detallada de
las circunstancias, del reconocimiento de fallas y deficiencias políticas y
operativas, amén de una profunda corrección de la errada percepción de la
realidad energética y petrolera global que nos ha conducido a la planificación
de mundos ilusorios.
Pero nada de eso autoriza a proponer la liquidación del
patrimonio nacional en una feria desesperada.
cmp, junio 2017
1 comentario:
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