Apuntes de Política Petrolera Venezolana
IV
Carlos Mendoza Pottellá
A propósito de la “transición energética”
Los recientes eventos catastróficos ocasionados por
huracanes en Francia y los Estados Unidos han hecho rememorar la certeza de un
cambio negativo en las condiciones climáticas globales, como consecuencia del
“efecto invernadero” generado por la masiva combustión de hidrocarburos.
La
revolución industrial, que tomó impulso definitivo hace unos 270 años con la
invención de la máquina de vapor, fue el inicio del papel de la materia
orgánica fosilizada como sangre del
aparato industrial, sustituyendo a la energía humana, de los animales, del
viento y las corrientes de agua, que movían las primeras y rudimentarias
máquinas, tornos, molinos de trigo,
telares, etc.
El
carbón tomó allí un protagonismo que todavía hoy no ha perdido, a pesar de
ceder espacios frente al petróleo líquido a mediados del siglo pasado, con la
multiplicación de los usos del motor de combustión interna, en particular en el
transporte, donde el automóvil, los aviones y los tanques desplazaron al
“caballo de hierro” y sus rígidas vías férreas, y que, con los motores diesel
incorporados a los navíos, eliminaron a los “vapores”.
A
la competencia se incorporaron en las décadas postreras del Siglo XX los
hidrocarburos gaseosos, para hacer que los
combustibles fósiles superaran en más
del 80% su participación en el total de las fuentes energéticas utilizadas por
la humanidad. El porcentaje restante quedó ocupado por la energía hidráulica,
la demonizada energía nuclear, las incipientes “energías alternativas”,
fotovoltaicas y eólicas, y el remanente primitivo de las otras formas de “biomasa” vegetal y
animal.
El
aumento en intensidad y regularidad de eventos como los mencionados al inicio, condujeron
finalmente a un consenso científico sobre las apocalípticas consecuencias del
calentamiento global y la inevitabilidad de un cambio radical de la matriz
energética generadora del mismo, el cual fue alcanzado en París, en 2016, con
la aprobación, dentro de la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático, de un conjunto de medidas para la mitigación de
la emisión antropogénica de gases de efecto
invernadero.
Generalmente
conocido como Acuerdo de París, el mismo
fue negociado por casi doscientas partes
y países, pero sólo ha sido ratificado por menos de cien de éstos, con la notable retirada de
Estados Unidos, uno de los principales generadores de esos gases, en junio de
2017.
Siendo
la actual administración norteamericana la más radicalmente escéptica en esta
materia, no es, sin embargo, la única entidad que condiciona la toma de las medidas
de mitigación, derivadas del Acuerdo de París, a las prioridades de sus más
inmediatos y particulares intereses económicos.
De
hecho, todos los sectores involucrados en la industria de los hidrocarburos se
comportan, en esta materia, con diversos grados de reticencia y excesivos
condicionantes a la hora de asumir su responsabilidad.
Sin
llegar a los extremos de las compañías tabacaleras para ocultar los efectos
cancerígenos de sus productos, la OPEP, por ejemplo, que por su misma razón de
existencia está condenada a ser petrolera, sin alternativas, lo deja en
evidencia en sus pronunciamientos oficiales y en las declaraciones de su
Secretario General, Mohammad Barkindo.
La
Organización se declara “…plenamente
comprometida y apoya el Acuerdo de París…” pero exige tomar en cuenta las
diferencias nacionales, al hablar de “responsabilidades
comunes pero diferenciadas… y “la
prioridad del desarrollo sostenible”. OPEC Statement to the UN
Climate Change Conference
Más
directamente, Barkindo declara lo siguiente, a principios del presente mes de
octubre, según Reuters:El secretario general
de la OPEP criticó el jueves un informe que pide una acción radical para
combatir el cambio climático, y dijo que la idea de que la energía renovable
era el único futuro del mundo era errónea y que un "bombardeo" de la
defensa verde podría ser perjudicial.
"No se trata de
elegir una fuente de energía en contra de otra, como lo sugieren algunos de
nuestros colegas de la comunidad científica. En algunos sectores escuchamos
historias que sugieren que las energías renovables son nuestro único futuro
energético. Esto, con todo respeto verdadero a nuestros amigos, está claramente
equivocado” …
"El petróleo no
es tóxico al final del día, las emisiones son tóxicas", dijo
Barkindo, y agregó que las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las
emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención.
(Londres, 5:53 am ET
jueves, 11 oct. 2018, Reuters)
Paradójicamente,
las grandes corporaciones petroleras internacionales, precisamente etiquetadas
como “transnacionales” por haberse manifestado como no comprometidas
absolutamente con un interés nacional particular, dando fe, de paso, a la
noción de que “el capital no tiene patria”, ahora, de acuerdo al signo de los
tiempos, tampoco se sienten encadenadas al cognomento “petrolero” y empiezan a
manifestarse como compañías energéticas, verdes, y aunque mantengan y expandan
sus negocios petroleros, no dejan de apostarle algunos quintos a las “fuentes
alternas”.
En
efecto, y tal como lo indican sus propios pronósticos energéticos, todo parece
indicarles que los hidrocarburos llegaron al tope de su utilización como tales.
Así lo muestra la siguiente gráfica de la Royal Dutch Shell:
Según
estas predicciones, todos los hidrocarburos tendrán una participación
decreciente en la oferta energética global, pasando del 80% actual a menos del
50% en el 2050 y a menos del 20% a partir del 2080.
Las
tendencias para 2050 se confirman, para los hidrocarburos líquidos y gaseosos,
en otro escenario de la misma Shell sobre el consumo de energía primaria por
fuente, el cual, sin embargo, otorga al carbón una persistencia en su
porcentaje de utilización global:
Desde
luego, estos son escenarios de pesadilla para aquellos que sueñan con ser
petroleros durante los próximos quinientos años, contando los pollos antes de
nacer, como hacen los expertos, técnicos y planificadores venezolanos al
“estimar” el factor de recobro de 20% que les produjo los 300.000 millones de
reservas “probadas y certificadas” de la Faja Petrolífera del Orinoco.
Por
el contrario, escenarios más realistas, como los de la Shell y el de otras corporaciones,
como el de Exxon-Mobil, limitado hasta 2040 -y cuyo gráfico sobre la evolución
de la demanda en ese lapso reproduzco aqui-
https://cdn.exxonmobil.com/~/media/global/files/outlook-for-energy/2018/2018-outlook-for-energy.pdf,
constituyen
el resultado de constatar, sin atenuantes, el efecto de los profundos cambios
técnológicos y político-económicos que se han manifestado en estas décadas de
transición secular y que se intensificarán en el futuro inmediato.
En
primer lugar, la evolución de la producción industrial, que ya no estará
centrada en el acero, el concreto y el aluminio, sino en la microelectrónica,
la robótica, la redes de comunicación digital, la biotecnología, la nanotecnología,
los autos eléctricos y la disminución de las necesidades de desplazamientos
físicos de personas y materiales, etc.
Y
de manera determinante, como contexto general, la lucha contra el calentamiento
global, del cual son principales responsables los combustibles fósiles, sin que
se avizoren, por ahora, métodos eficientes de control de las emisiones de su
combustión y que, por otro lado, todavía son muy incipientes, limitados y poco
factibles los procesos alternativos,
como la “captura del carbono” que propone Donald Trump para mantener activa la
producción carbonífera norteamericana y a los que se refiere Barkindo en la
cita hecha más arriba, cuando hablaba de que “…las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los
combustibles fósiles deberían ser el foco de atención.”
Como
digresión final, es pertinente destacar este consenso entre productores de
hidrocarburos, solidarios en la búsqueda
de una salida a las crecientes limitaciones que impone la conciencia universal
de sus impactos ambientales.
Venezuela no es ajena a ese comportamiento
contradictorio, sobre todo cuando sus dirigentes pregonan y promocionan, en el
seno de la OPEP, una política de limitación de la producción dirigida a
sostener la defensa del nivel de precios y, simultáneamente, formulan planes
inviables para la expansión acelerada de su propia producción.
cmp, 20
de octubre de 2018
La revolución industrial, que tomó impulso definitivo hace unos 270 años con la invención de la máquina de vapor, fue el inicio del papel de la materia orgánica fosilizada como sangre del aparato industrial, sustituyendo a la energía humana, de los animales, del viento y las corrientes de agua, que movían las primeras y rudimentarias máquinas, tornos, molinos de trigo, telares, etc.
El carbón tomó allí un protagonismo que todavía hoy no ha perdido, a pesar de ceder espacios frente al petróleo líquido a mediados del siglo pasado, con la multiplicación de los usos del motor de combustión interna, en particular en el transporte, donde el automóvil, los aviones y los tanques desplazaron al “caballo de hierro” y sus rígidas vías férreas, y que, con los motores diesel incorporados a los navíos, eliminaron a los “vapores”.
A la competencia se incorporaron en las décadas postreras del Siglo XX los hidrocarburos gaseosos, para hacer que los combustibles fósiles superaran en más del 80% su participación en el total de las fuentes energéticas utilizadas por la humanidad. El porcentaje restante quedó ocupado por la energía hidráulica, la demonizada energía nuclear, las incipientes “energías alternativas”, fotovoltaicas y eólicas, y el remanente primitivo de las otras formas de “biomasa” vegetal y animal.
El aumento en intensidad y regularidad de eventos como los mencionados al inicio, condujeron finalmente a un consenso científico sobre las apocalípticas consecuencias del calentamiento global y la inevitabilidad de un cambio radical de la matriz energética generadora del mismo, el cual fue alcanzado en París, en 2016, con la aprobación, dentro de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de un conjunto de medidas para la mitigación de la emisión antropogénica de gases de efecto invernadero.
Generalmente conocido como Acuerdo de París, el mismo fue negociado por casi doscientas partes y países, pero sólo ha sido ratificado por menos de cien de éstos, con la notable retirada de Estados Unidos, uno de los principales generadores de esos gases, en junio de 2017.
Siendo
la actual administración norteamericana la más radicalmente escéptica en esta
materia, no es, sin embargo, la única entidad que condiciona la toma de las medidas
de mitigación, derivadas del Acuerdo de París, a las prioridades de sus más
inmediatos y particulares intereses económicos.
De hecho, todos los sectores involucrados en la industria de los hidrocarburos se comportan, en esta materia, con diversos grados de reticencia y excesivos condicionantes a la hora de asumir su responsabilidad.
De hecho, todos los sectores involucrados en la industria de los hidrocarburos se comportan, en esta materia, con diversos grados de reticencia y excesivos condicionantes a la hora de asumir su responsabilidad.
Sin
llegar a los extremos de las compañías tabacaleras para ocultar los efectos
cancerígenos de sus productos, la OPEP, por ejemplo, que por su misma razón de
existencia está condenada a ser petrolera, sin alternativas, lo deja en
evidencia en sus pronunciamientos oficiales y en las declaraciones de su
Secretario General, Mohammad Barkindo.
Más directamente, Barkindo declara lo siguiente, a principios del presente mes de octubre, según Reuters:El secretario general de la OPEP criticó el jueves un informe que pide una acción radical para combatir el cambio climático, y dijo que la idea de que la energía renovable era el único futuro del mundo era errónea y que un "bombardeo" de la defensa verde podría ser perjudicial.
"El petróleo no es tóxico al final del día, las emisiones son tóxicas", dijo Barkindo, y agregó que las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención.
En efecto, y tal como lo indican sus propios pronósticos energéticos, todo parece indicarles que los hidrocarburos llegaron al tope de su utilización como tales. Así lo muestra la siguiente gráfica de la Royal Dutch Shell:
Según estas predicciones, todos los hidrocarburos tendrán una participación decreciente en la oferta energética global, pasando del 80% actual a menos del 50% en el 2050 y a menos del 20% a partir del 2080.
Las tendencias para 2050 se confirman, para los hidrocarburos líquidos y gaseosos, en otro escenario de la misma Shell sobre el consumo de energía primaria por fuente, el cual, sin embargo, otorga al carbón una persistencia en su porcentaje de utilización global:
constituyen el resultado de constatar, sin atenuantes, el efecto de los profundos cambios técnológicos y político-económicos que se han manifestado en estas décadas de transición secular y que se intensificarán en el futuro inmediato.
En
primer lugar, la evolución de la producción industrial, que ya no estará
centrada en el acero, el concreto y el aluminio, sino en la microelectrónica,
la robótica, la redes de comunicación digital, la biotecnología, la nanotecnología,
los autos eléctricos y la disminución de las necesidades de desplazamientos
físicos de personas y materiales, etc.
Y de manera determinante, como contexto general, la lucha contra el calentamiento global, del cual son principales responsables los combustibles fósiles, sin que se avizoren, por ahora, métodos eficientes de control de las emisiones de su combustión y que, por otro lado, todavía son muy incipientes, limitados y poco factibles los procesos alternativos, como la “captura del carbono” que propone Donald Trump para mantener activa la producción carbonífera norteamericana y a los que se refiere Barkindo en la cita hecha más arriba, cuando hablaba de que “…las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención.”
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