Carlos Mendoza
Pottellá
7/11/2018
7/11/2018
A propósito de CITGO y la "internacionalización"
(Primera Parte)
La
situación económica y social que padece el país, cuyas manifestaciones se
pueden palpar en todos los ámbitos del mismo, tiene en su industria petrolera
uno de sus principales escenarios, tal vez el más importante, en donde se
pueden identificar causas y efectos de esas circunstancias.
Uno de esos factores, a los que hemos dedicado
"Apuntes" anteriores en petroanalysis.net es el referido a
la caída de los ingresos de esa industria, y en particular de sus ingreso netos,
los ingresos fiscales, el cual ha generado una incapacidad general para honrar
los compromisos financieros adquiridos por la República, en particular los que
son consecuencia de la multiplicación, desde
hace décadas, de planes inviables y decisiones erradas en el manejo de PDVSA, tal
como lo referí recientemente en "Política petrolera a la manera de los
músicos del Titanic"
[1].
Con seguridad, dentro de las más ruinosas de esas políticas perversas, que sin embargo es presentada
con orgullo por la autodenominada meritocracia, se encuentra la política de "internacionalización",
con la cual se pretendió convertir a PDVSA en una "corporación
global", a la par de Exxon-Mobil, Shell, BP con refinerías y otros activos
en Alemania, Suecia, Bélgica, Reino Unido, Antillas Holandesas y Estados Unidos
(Texas, Illinois, Pensilvania, Georgia, Islas Vírgenes).
A
la denuncia de lo que considero uno de los mayores saqueos privados del
patrimonio público he dedicado varios trabajos desde 1993, en particular en mi
libro El Poder Petrolero y la Economía
Venezolana [2],
reproducido y ampliado en
Nacionalismo Petrolero en Cuatro Décadas" [3]
Citgo es el nombre del actual residuo pírrico de ese megaplan meritocrático para eludir lo que el gobierno se coge, "the government take" en el lenguaje corporativo internacional. Es decir, para minimizar la participación fiscal, auténtico resultado nacional de las actividades petroleras en el país. Así lo constataba el comisario de PDVSA en 1999:
‘...cabe destacar que el precio
de venta de crudo inferior al precio de mercado, significa una transferencia al
fisco norteamericano según el siguiente detalle: incrementa las ganancias de
Citgo en 210 millones de dólares, con un efecto de impuesto [norteamericano,
n.n.] estimado a la tasa nominal de 71 millones de dólares y disminuye las
ganancias de PDVSA en 210 millones de dólares, lo cual representa una
disminución nominal de impuesto sobre la renta venezolano de 142 millones.’ [4]
Según
la historia oficial, la marca CITGO fue creada en 1965 por Cities Service Company, empresa
comprada por Occidental Petroleum en 1982, a la cual CITGO fue incorporada como
una subsidiaria de refinación, comercialización y transporte en la primavera de
1983.[5]
Fue comprada posteriormente por la Corporación Southland quien, amenazada de
quiebra por los márgenes negativos en el negocio de la refinación que imperaban
en esos años, vendió como ganga y en artículo mortis, el 50% al Estado venezolano
en 1986 y luego, ya quebrada, el otro 50% en el
año 1990, pese a la
reticencia expresa del Presidente Carlos Andrés Pérez, quien exigió que esa
porción fuera nuevamente vendida, dados los riesgos para la República de poseer el 100 por ciento de los restos de una
bancarrota.
Sin embargo, y tal como reseñaba la revista Petroleum Economist en
su momento, “los defensores
intransigentes de la internacionalización creen que pueden retrasar el pedido
de Pérez hasta que deje el cargo en poco más de un año” [6]
¡Y
efectivamente así sucedió, incluso antes, cuando Pérez fue defenestrado por el
Congreso Nacional! [7]
Así pues, en 1990, nació la posesión venezolana
del 100% de CITGO. Las prevenciones del Presidente Pérez se están
materializando ahora, cuando los acreedores de la República levantan la tesis
del "alter ego", para cobrarse a la brava, capturando un patrimonio
nacional desguarnecido, fuera del ámbito territorial y del amparo de los
poderes públicos nacionales.
Un
patrimonio muy valioso hoy, tasado en varios miles de millones de dólares, pero
que fue el resultado de desangrar al país para beneficio privado de empresas
extranjeras, de sus pícaros promotores
criollos que hoy disfrutan del resultado de sus andanzas... y del fisco
norteamericano.
[1] https://petroleovenezolano.blogspot.com/2018/05/a-la-manera-de-los-musicos-del-titanic.html
https://www.aporrea.org/energia/a263621.html
[2] El Poder Petrolero y la Economía
Venezolana. Universidad Central de
Venezuela, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Caracas 1995. Cap.
V.2.3 La internacionalización, págs. 211-243.
[3] Nacionalismo petrolero
venezolano en cuatro décadas. La Internacionalización, págs. 157-215
BCV, Publicaciones, Fondo Editorial,
Colecciones, Colección Venezuela y su Petróleo.
[5] Eleuteria Uhuru / Rebelión El caso CITGO ¿Revolución o Desencanto?:
https://www.aporrea.org/energia/a15370.html
[6] María Kielmas,
"Little Moves Ahead Of an Explosion", Petroleum Economist,
noviembre 1992, págs. 14-17,
citada en "El Poder petrolero", pág. 215 y 217.
La articulista
concluye afirmado que “La campaña de
internacionalización de PDVSA, que comenzó en Alemania en 1983, siempre ha sido
polémica. Los críticos han dicho que los descuentos que PDVSA está obligada a
aplicar en su crudo pesado para cumplir con las especificaciones del mercado
alemán hacen que esa empresa no sea rentable.”
[7] Una
exposición de estas incidencias se encuentra en mi prólogo a la obra de Juan
Carlos Boué, “Internacionalización -
Una Costosa Ilusión”, que titulé con palabras del ya citado Comisario
de PDVSA 1999, Ramírez Coronado:
"Exportación de beneficios, importación de costos" http://petroleovenezolano.blogspot.com/2010/04/prologo-internacionalizacion-de-juan.html
(VI)
CITGO y la
"internacionalización"
(Segunda parte)
Continuado
la reseña iniciada en el anterior “Apuntes”,
debo decir que mi posición sobre la materia in comento, sostenida desde el
inicio del proceso de adquisición de refinerías en el exterior, en 1983, ha
sido fundamentada extensamente por otros investigadores del tema, en particular
por el ya citado Juan Carlos Boué [1]
Posteriormente,
en el informe sobre la gestión de PDVSA en su política de “apertura”, aprobado
por la Asamblea Nacional en 2006, se reproducen aspectos indignantes de las
circunstancias que referíamos en el antes, no siendo el menor de ellos el monto
de los pagos al impuesto sobre la renta norteamericano, declarados a partir de ganancias inexistentes y producto
de los descuentos otorgados por PDVSA a sus filales:
La plenaria de la AN aprobó, por
unanimidad, el informe de la Comisión Especial designada para investigar la
apertura petrolera, ente legislativo, presidida por el diputado Rodrigo Cabezas
(Independiente/Zulia), declarando la responsabilidad política de todos los
funcionarios que formularon, celebraron y ejecutaron los convenios operativos,
las asociaciones estratégicas y los negocios de internacionalización durante
las décadas de los 80 y 90, particularmente a la Directiva de Pdvsa (1994-1999)
presidida por Luis Giusti
[2]
El siguiente gráfico, con cifras
de los informes financieros de PDVSA entre 1998 y 2001, deja claro el verdadero
carácter del negocio de la internacionalización: ruinoso para el país pero
jugoso para los participantes privados.
Obsérvese allí el último de esos años:
26.927 millones de dólares en
ingresos por ventas, que generan 638 millones de ganancias ficticias,
financiadas por 938 millones de descuentos sobre el precio del petróleo
venezolano enviado a ese destino. Por su parte, el accionista, la República de
Venezuela, tuvo que invertir en ese año otros 517 millones de dólares en sus
afiliadas-chatarra para mantenerlas en operación.
Uno
de los puntos más controversiales de la movida internacionalizadora fue su
presentación como una alternativa frente a la OPEP, sostenida abiertamente en
su momento por el Presidente Rafael Caldera: la posibilidad de aumentar la
producción sin estar comprometidos a cuotas, cuando nos liberáramos de esa
odiosa organización.
Para ello se compraron capacidades de
refinación que desbordaban las posibilidades de suministro desde Venezuela y
que, desde un principio y hasta hoy en día han tenido que ser abastecidas por
crudos mexicanos, árabes, canadienses y norteamericanos. El porcentaje de esas
compras dentro de los costos consolidados de PDVSA es una evidencia clara del
carácter ruinoso de ese emprendimiento.
Allí
puede observarse como, a partir de 1989, el costo de adquisición de crudos en
el exterior se cuadruplicó, al elevarse
a un 40,4% de los costos consolidados netos, desde el 9,5% registrado el
año anterior. También se observa que ese porcentaje siguió escalando niveles
superiores desde entonces hasta nuestros días, superando el 60% en 2005, 2006 y
2012.[3]
Consecuentemente
con esa evoución, desde 1989 se produjo un salto en los costos globales y una caída violenta de la participación
fiscal que, tal como se observa en el siguiente gráfico, no ha cesado de caer,
hasta llegar en 2016 a un escuálido 13,17% de los ingresos totales.
¿Pueden
estos resultados darnos alguna pista sobre el por qué hemos comenzado a dejar de ser un país
rentista en contra de nuestra voluntad?
Treinta
y cinco años después del inicio de este ruinoso programa, las 19 refinerías y
otros activos que llegó a adquirir PDVSA en el exterior han quedado reducidos a
las tres refinerías de CITGO y su sistema de oleoductos y estaciones de
servicio "embanderadas" con esa marca, la Refinería de Curazao cuyo arrendamiento concluye el
próximo año y algunos tanques herrumbrosos en las otras tres Antillas
Holandesas (Aruba, Bonaire y San Eustaquio)
Sobre
ese patrimonio valioso, pero de sangriento origen, como ya mencioné, se ciernen
voraces los acreedores de la República, quienes ven allí la posibilidad cierta
de cobro a un deudor maula.
Al
análisis de estas circunstancias contemporáneas y de sus perspectivas dedicaré
el próximo “apuntes”.
cmp/
7 de noviembre de 2018
Caracas, Ediciones
del Ministerio de Energía y Minas de la República Bolivariana de Venezuela
(Fondo Editorial Darío Ramírez), 2004
[3] Debo señalar, sin
embargo, que el crecimiento de estas compras en los últimos años ha estado
alimentado también por las importaciones de crudos extralivianos argelinos y
rusos para diluir crudos extrapesados de la Faja del Orinoco y producir el
crudo “Merey 16°”, cuestionable
resultado de otra de las fantasías de los tecnócratas petroleros: producir 6
millones de barriles diarios en 2019.
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