“PDVSA es Irrecuperable”:
Una verdad como un templo
Carlos Mendoza Pottellá
29 de Abril de 2021
Por más de tres meses me he mantenido alejado de
la crónica petrolera. Mi último trabajo
publicado, de enero pasado,[1]
versa justamente sobre el lamentable balance de la política petrolera
venezolana en estas décadas entre siglos, y
en él reflejé mi pesimismo, asumiendo la futilidad de un pensamiento crítico y
fincado en imperativos morales, cuando las urgencias concretas del sálvense
quien pueda produce un aflojamiento generalizado de los escrúpulos.
Sin embargo, el anuncio de la discusión en la
nueva Asamblea Nacional de posibles modificaciones del ordenamiento legal
petrolero para generar atractivos y seguridad jurídica a la inversión
extranjera, por un lado, y las recientes declaraciones de los principales capitostes
de la autoproclamada “PDVSA Ad Hoc”, mitócratas de larga prosapia, quienes vocean
con insistencia “PDVSA, never more”,
a la manera del cuervo de Edgar Allan Poe, me han inducido a retomar mis consideraciones
sobre la materia. [2]
En esta oportunidad voy a terciar una vez más en
el debate, apelando ahora a las posiciones sostenidas infructuosamente hace ya
más de cuatro décadas, constancia de lo
cual dejaré en las notas al pie y al final del trabajo. Todo ello con el
abierto propósito de insistir en lo que estoy plenamente consciente que ha sido
una prédica en el desierto.
Pues bien, entrando al tema anunciado, debo decir
que he de conceder la razón al título de la referida nota de Petroguía. El meollo del asunto
estriba en precisar cuál es la PDVSA irrecuperable.
Y al revisar el contenido de las declaraciones
registradas, encontramos prístino el fundamento de la argumentación del
declarante:
La irrecuperable no es la industria petrolera
nacional, sino la PDVSA constituida como un ente que se pretendía soberano
frente a los poderes públicos nacionales, con políticas endogámicas, de
promoción y desarrollo de su condición de empresa de proporciones
internacionales a cualquier costo y, por ello mismo, enfrentadas al interés
general de la Nación.
La irrecuperable, si no hay una apertura total,
como dice el declarante, y si no se
dejan de lados tiquismiquis como ese de la fulana soberanía nacional, es la PDVSA cuya gerencia
promovía políticas supuestamente antiestatistas, pero de hecho antinacionales,
en tanto que determinantes de la merma del control de los accionistas sobre la
industria petrolera venezolana. Unos accionistas, por cierto, transgeneracionales,
en tanto que conformaban entonces, y conformarán ad aeternum, a la Nación
venezolana.
La que es irrecuperable es la PDVSA prefigurada
por los Secretarios de Estado y Energía de los Estados Unidos en tiempos de
Richard Nixon, William P. Rogers y James E. Akins desde 1971, tiempos de
“crisis energética”, cuando vinieron al país a exponer las exigencias de la
geopolítica y la seguridad energética norteamericana sobre el futuro de la Faja
Bituminosa del Orinoco. [3]
La PDVSA anunciada ya por los presidentes de la
compañía Shell de Venezuela y la Creole Petroleum Corporation, J.J. De Liefde (26/10/72), y Robert N. Dolph
(22/09/73), respectivamente, en declaraciones insólitas para ejecutivos
transnacionales, en las cuales reconocían la soberanía del pueblo y el gobierno
venezolanos sobre la industria… con su precautelativo “y el futuro papel de las compañías en Venezuela”. [4]
La PDVSA estructurada por las propias concesionarias
en agosto de 1975, en medio de oscuros “Acuerdos de Avenimiento” suscritos
trascorrales con el Ejecutivo Nacional para “dejarse nacionalizar”, proceso mediante
el cual convirtieron a sus gerentes y hombres de confianza en los gerentes de sus
herederas, 13 de las “operadoras nacionales” establecidas a partir del 1° de
enero de 1976. [5]
La PDVSA que a partir de ese origen se conforma
como un centro generador de políticas antinacionales, con la excusa de combatir
los males del “petroestado”, y la promoción de políticas directamente
encaminadas a la merma de la auténtica participación nacional, como la
eliminación del Valor Fiscal de Exportación, el envilecimiento de la regalía y
el diseño de los “megadisparates”,
económicamente ruinosos para la Nación, de la Faja del Orinoco y la
“Internacionalización”.
Pérez Alfozno registraba, ya en 1978 y en detalle,
esta involución, concluyendo en que “Corriendo
el tercer año de la nacionalización se observan complicaciones graves:
realmente puede irse el gozo al pozo”:
Sin
exagerar, puede afirmarse que el futuro es difícil. La caída violenta de la
Participación Fiscal es uno de esos hechos. Son estos ingresos los que cuentan
en verdad para el pueblo venezolano …
Los
excedentes que la misma industria guarde con destino a ser invertidos en la
propia liquidación del petróleo, es errado o malicioso pretender integrarlos a
aquéllos ingresos que sí quedan disponibles para invertirse en todos los
proyectos imaginables …” [6]
Las consecuencias de esa inversión de prioridades
las vivimos hoy y viviremos en el futuro previsible, dadas las circunstancias
actuales, porque nunca se ha asumido con seriedad la crítica de esos proyectos
y subsisten todavía entre nuestra dirigencia política y petrolera los sueños
megalómanos con la “cuarta empresa
petrolera del mundo… lamentablemente inserta en un país subdesarrollado”, tal
como proclamaba en los años 70 uno de los primeros líderes de esa empresa.
En resumidas cuentas, y apelando de nuevo a la
autocita, la irrecuperable será la PDVSA “Poder Petrolero” que impuso su
soberanía especial fundamentada, entre otras cosas, en la más elemental de las
verdades, la “verdad petrolera”…
…el
"sentido común petrolero", una cierta ideología de lo aparentemente obvio,
de fácil comprensión hasta para el más lerdo, que se fundamenta en un cúmulo de
medias verdades y situaciones presentadas fuera de su contexto y complejidad, a
saber:
En
Venezuela no hay otra industria o actividad económica con magnitudes de
ingreso, rentabilidad y rendimiento comparables a la petrolera.
Por
tanto, el mejor
destino del ingreso petrolero es su masiva reinversión dentro del mismo sector
para preservar y expandir su capacidad productiva.
Seremos
petroleros por centenares de años más, así lo indican las inmensas reservas que
colocan al país en las "grandes ligas" del sector: PDVSA está
clasificada como la tercera empresa petrolera
del mundo. Y si añadimos las "reservas posibles" de la Faja
somos el primer país petrolero del mundo.
Por
lo demás, esa es la mejor opción para el país como un todo, la que le ofrece
reales ventajas comparativas y competitivas: es la actividad que genera más del
90 por ciento de las divisas que ingresan al país.
Sin
embargo, la voracidad fiscal, el rentismo parasitario, característico de un
nacionalismo tercermundista ajeno a las realidades contemporáneas, amenaza la
salud de la "gallina de los huevos de oro" y obstaculiza sus
megaproyectos expansivos, obligándola a acudir al endeudamiento interno y
externo.
La
empresa petrolera venezolana es pechada con la mayor tasa impositiva del mundo.
(Obviemos la circunstancia de que esos impuestos no son otra cosa -en el caso
venezolano- que los dividendos del único
accionista); lo cierto es que ese ingreso fiscal petrolero se destina
principalmente a alimentar el gasto corriente de una sociedad parasitaria e
improductiva, perdiéndose todo efecto multiplicador.
Todo
lo anterior configura, según los ideólogos del poder petrolero, el
enfrentamiento de una perspectiva o escenario rentista, representado en
la voluntad maximizadora del ingreso fiscal y un escenario productivo,
el que promueve y privilegia la expansión y profundización de las actividades
petroleras -y sólo de ellas, si nos atenemos a las proporciones y magnitudes
propuestas y comprometidas en sus megaproyectos.[7]
El cuento es de nunca acabar, pero mi conclusión
es la misma que la del titular comentado:
Esa PDVSA es irrecuperable.
Y lo es, porque jamás volverá a estructurarse un
ente generador de políticas antinacionales al frente de la industria petrolera
nacional. No renacerá el “Poder
Petrolero”.
Desde luego, a menos que ello se imponga con “otros
métodos”, que permitan su resurrección y
el establecimiento de sus anunciados designios.
El propósito de esta reláfica es, precisamente,
llamar la atención, para que los
promotores de esa resurrección no cuenten con la ingenuidad e ignorancia que
hicieron posible sus trágicos desaguisados entre 1976 y 1998
La que sí es recuperable es la industria petrolera
nacional, administrada soberanamente y que tenga como norte el interés de sus
accionistas, de todos ellos, los actualmente vivos y los por nacer.
Una condición indispensable para ello es el
abandono de los trágicos proyectos expansivos de la apertura de los años 90, y
de los no menos trágicos, aunque reproducidos ya como comedia de “pajaritos
preñados”, entre 2005 y 2021, tal como he venido presentando, insistentemente en trabajos anteriores, hasta
el último ya citado, de enero pasado, con cifras y gráficos.
Volveré a insertarlos de seguidas, llamando de
nuevo la atención sobre la desmesura e
inviabilidad de esos planes, amén de sus pírricos resultados, hoy más evidentes
que nunca, los cuales confirman las advertencias, nunca escuchadas, de Pérez
Alfonzo en 1978 sobre la debacle que se nos acercaba.
Finalmente, acudiré de nuevo a la autocita de la obra de 1995 referida en la nota anterior, “El Poder Petrolero…”, cuyas conclusiones transcribo. En ellas expongo las ideas que sostenía entonces sobre este tema, las cuales, en mi opinión, siguen teniendo pertinencia a pesar del tiempo transcurrido.
La primera afirmación
conclusiva del trabajo que se presenta tiene que ver, desde luego, con la
hipótesis central del mismo. La revisión de todos los índices de funcionamiento
de la industria petrolera venezolana hasta 1991 y más allá, nos permiten
confirmar los planteamientos preliminares en el sentido de que la industria
petrolera venezolana ha perdido gran parte de su capacidad generadora de
excedentes, lo cual se expresa en la declinación irreversible de los
yacimientos de crudos convencionales, con un consecuente crecimiento acelerado
de los costos productivos y un desplazamiento de las actividades hacia crudos
más pesados y de menor rentabilidad.
Sin embargo, las
menguantes posibilidades del petróleo todavía son considerablemente superiores
a las del resto de nuestro aparato económico y pueden ser utilizadas para la
reconstrucción de la sociedad venezolana sobre bases nuevas: de autosuficiencia, autonomía y
diversificación de nuestras relaciones económicas internacionales, mediante un
proceso integrador e internalizador de esos rendimientos, que acabe con la
anómala situación de una industria volcada desproporcionadamente hacia afuera,
dependiente de los requerimientos de sus mercados externos y con muy pocos
encadenamientos internos, con el resto de la industria y demás sectores
económicos.
Se trata de emprender
un nuevo desarrollo de la industria petrolera que la lleve más allá de su papel
de proveedora de divisas, que cuente en
primera instancia con los recursos humanos y materiales disponibles en el país,
para forjar un camino propio, que nos permita asimilar soberanamente todos los
adelantos generados en otros países y dejar de ser, como hasta ahora,
adoradores de los deslumbrantes e inalcanzables milagros tecnológicos
importados. Se trata de diseñar un perfil de producción y actividades de
comercialización que respondan prioritariamente a los requerimientos del resto
de la economía nacional. Perfil dentro del cual la búsqueda de las magnitudes y
escalas óptimas desde los puntos de vista técnico, empresarial, macroeconómico
y social deben ser procesos coherentes y estrechamente imbricados.
En cualquier caso, lo
que queda claro del resultado de la investigación realizada es que esos óptimos
no se encuentran en el camino de la producción a todo trance, de la
multiplicación de proyectos no prioritarios, de dudosa rentabilidad a largo
plazo, para cuyo financiamiento no se cuenta con recursos propios y los ajenos
sólo es posible obtenerlos bajo condiciones que intesificará el drenaje de los
excedentes de esa industria hacia el exterior.
En el desarrollo de
nuestras hipótesis creemos haber demostrado, más allá de toda duda, la
existencia en el seno de la industria petrolera venezolana y en torno a ella,
de un conglomerado de factores económicos y políticos, empresariales y
corporativos, cuya acción concertada ha tenido como principio rector la
expansión constante, creciente y sin pausa, de la inversión pública en el
sector petrolero, como garantía de multiplicación de las oportunidades de
negocios privados.
Es a ese
conglomerado, de carácter paraestatal pero con un comportamiento abiertamente
antiestatal, al que hemos caracterizado como el Poder Petrolero y consideramos
responsable de un conjunto de decisiones de trascendencia estratégica que han
colocado a la principal fuente de
riqueza pública de este país en una
condición muy comprometida, en un
escenario de insolvencia, ineficiencia y baja rentabilidad neta.
Con el respaldo de
los hechos que hemos constatado, concluimos señalando que la acción de ese
poder petrolero es contradictoria, y en muchos casos antagónica, con los
intereses generales de la sociedad venezolana.
La industria
petrolera venezolana, en tanto que propiedad pública, reservada legal y
constitucionalmente al Estado, debe ser dirigida y administrada en consonancia
con una estrategia nacional, que trascienda los límites de lo meramente
empresarial.
Es importante
destacar que al hablar de estrategia nacional no estamos limitando el horizonte
al estrecho ámbito de lo estatal, tal como se plantea en presentaciones
maniqueas pergeñadas para destacar las bondades de las concepciones
ultraprivatizantes.
Una estrategia
nacional podría, según nuestra concepción, comportar una voluntaria cesión a la
actividad privada de áreas reservadas al Estado. Pero ello debe ser el
resultado de una detenida consideración por parte de los poderes públicos y los
órganos planificadores competentes, en un ambiente de consenso nacional. Sobre
todo, esa cesión no podría comportar, como sucedió en el pasado y sigue
sucediendo en el presente, transferencias unilaterales, sin la justa
contraprestación debida por la liquidación de un activo público.
El esquema que se
adopte para garantizar una gestión eficiente de la industria petrolera nacional
puede responder a diferentes concepciones administrativas, políticas y
sociales, pero, en cualquier caso, será indispensable acabar con el abusivo
aprovechamiento privado de ese bien colectivo.
Para decirlo de una
manera más directa, tal como está organizada actualmente, con su oposición a
todo control externo y la reivindicación de una cierta soberanía paraestatal
que le permite tender un velo de secreto sobre sus operaciones, la industria
petrolera venezolana de propiedad pública es lugar propicio para el
florecimiento de relaciones irregulares con grupos privados minoritarios a los
cuales se otorga privilegios lesivos del interés colectivo.
Por tales motivos,
consideramos que dentro de un proceso de verdadera profundización de la
nacionalización petrolera, de auténtica apropiación por los venezolanos de su
patrimonio colectivo, están planteadas una serie de tareas que requieren de una
clara y definida voluntad política. Esa voluntad política no existe hoy, pero
contribuiremos a su surgimiento al señalar las que a nuestro entender son esas
tareas:
Realizar una severa
investigación de las principales transacciones realizadas hasta la fecha en
materia de contratos y adquisición de instalaciones y equipos, tanto en el país
como en el exterior. Analizar claramente, de manera desagregada, el rendimiento
de cada una de estas inversiones y sus perspectivas futuras. En particular
establecer la conveniencia o no de mantener la propiedad de esos activos o realizar
ventas, como la que estuvo prevista y no se concretó, con el 50% de la
CITGO.
Detener las
operaciones que se llevan a cabo en condiciones de costos incrementales, en
abierta violación de normas técnicas y en desmedro de las posibilidades futuras
de recuperación de los yacimientos. Investigar las causas de pérdidas y
accidentes ocurridos en las áreas donde se realizan estas operaciones.
Estabilizar los
niveles de producción dentro de los márgenes técnicos aconsejables para la
preservación de la vida de los yacimientos, lo cual debe coincidir con el
óptimo económico de máxima rentabilidad unitaria.
Mantener la política
de propiciar, en el seno de la OPEP, un escenario de defensa de los precios,
garantizando la asignación de una cuota de producción cónsona con el nivel
óptimo de producción de nuestras reservas.
Evaluar los planes de
desarrollo de la Faja del Orinoco y la Orimulsión, estableciendo claramente sus
costos de oportunidad frente a destinos alternativos del ingreso disponible.
Detener las operaciones
que se estén realizando con pérdidas y bajo el supuesto de estar pagando un
hipotético "posicionamiento en el mercado".
Iniciar un proceso de
investigación científica sobre los posibles usos no energéticos de las
acumulaciones petrolíferas de la Faja. Establecer un programa de largo plazo
con las Universidades, CONICIT, IVIC, INTEVEP, etc., para la formación de
personal científico y técnico multidisciplinario dedicado a esa investigación.
Someter todas las
transacciones de la industria petrolera nacional a la supervisión efectiva de
la Contraloría General de la República.
Crear un equipo
multidisciplinario y operativo, bajo
control del Consejo de Ministros y con representación legislativa, laboral y
empresarial, para la planificación en materia de economía petrolera y
energética.
En ese equipo, que debería recibir los aportes -técnicos,
que no deliberantes- de PDVSA, los
Ministerios de Energía y Minas, Hacienda, Fomento, Relaciones Exteriores,
CORDIPLAN, Banco Central, Gobernaciones de Estado y toda otra instancia pública
o privada interesada, debe concentrarse toda la información disponible sobre la
materia y el entorno socioeconómico nacional, para que pueda producir
propuestas de acción coherentes y bien fundamentadas.
Detener el proceso de
desgravación impositiva iniciado con la reducción y programada eliminación de
los Valores Fiscales de Exportación.
A más largo plazo,
establecer un sistema coherente de asignación de recursos, tal como el que
hemos señalado en varios apartes de este trabajo y como han propuesto diversos
estudiosos de la materia: Procurar los fondos que sean necesarios para
garantizar el funcionamiento eficiente de la industria a todos sus niveles,
para que responda eficazmente a las alternativas cambiantes de un mercado cada
día más complejo, pero presupuestando cada año los proyectos recurrentes y los
nuevos emprendimientos que se consideren viables, prioritarios y concordantes
con los demás aspectos de la política económica establecidos en cada
oportunidad, de acuerdo con la ya
referida necesidad de integrar esa industria al esfuerzo general de
reconstrucción de la economía nacional sobre bases más sólidas, que permitan
superar los desequilibrios y carencias que la hacen vulnerable e ineficiente. [8]
Volviendo
al presente, termino insistiendo en las referencias a trabajos recientes, en
los cuales he tratado estos temas de la historia y el destino de la industria
petrolera venezolana.
La
esperanza es lo último que se pierde. Y en las circunstancias actuales, es lo
único que nos queda.
Transcribo
los enlaces de los directamente pertinentes al tema y de manera general, los de
mi blog personal:
https://petroleovenezolano.blogspot.com/
En
el Portal Aporrea.com:
Política Petrolera a la manera de
los músicos del “Titanic”,
https://www.aporrea.org/energia/a263621.html
Política
petrolera venezolana en cinco décadas.
https://www.aporrea.org/energia/a294641.html
Venezuela petrolera
en la Tercera Década: Cerco y Aniquilación
https://www.aporrea.org/energia/a286838.html
Petróleos de
Venezuela patrimonio nacional inalienable
https://www.aporrea.org/energia/a285499.html
Política
Petrolera Venezolana en tiempos de catástrofe
https://www.aporrea.org/energia/a283731.html
55 artículos en Aporrea.org desde 16/10/17
https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella
En Academia.edu:
https://ucv.academia.edu/CarlosMendozaPottell%C3%A1/Books
[1] “Política Petrolera Venezolana entre
Siglos: Un lamentable balance y un renovado reto” https://petroleovenezolano.blogspot.com/ - https://www.aporrea.org/energia/a299385.html
[2]
Horacio Medina: PDVSA es
irrecuperable y la apertura petrolera es una necesidad no una opción http://www2.petroguia.com/pet/noticias/petr%C3%B3leo/horacio-medina-pdvsa-es-irrecuperable-y-la-apertura-petrolera-es-una-necesidad-no
[3] Akins, James, “The Oil
Crisis: This time the wolf is here” , Foreign Affairs, abril 1973.
[4] Rodríguez G. Irene - Yánez, Francisco, “Cronología ideológica de la nacionalización petrolera en
Venezuela”, FACES-UCV, Caracas 1977, págs. 115 y 138.
[5] Mendoza P., Carlos, “De las
concesiones a los contratos: Visión retrospectiva de la política petrolera
venezolana. Tesis de Maestría, Caracas 1985. Capítulo X, “El nuevo paquete Ley-Convenios”,. Pág. 133.
Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas 2011.
Mendoza P. Carlos, “Nacionalismo Petrolero venezolano en
cuatro décadas” BCV, 2014.
Colección Venezuela y su petróleo. “Nacionalización
Chucuta”, pág. 467. “PDVSA: Estafa Histórica”, pág. 473.
https://www.academia.edu/41805065/Nacionalismo_petrolero_en_4_d%C3%A9cadas
[6] Juan Pablo Pérez Alfonzo, en “Venezuela
se acerca la debacle” Revista RESUMEN, Caracas 15 de Octubre de 1978. /
Reproducido en “Petróleo y
Ecodesarollo de Venezuela”, Dorothea Mezger (Compiladora),
ILDIS-Ateneo de Caracas, 1981.
[7] Mendoza P. Carlos, El
Poder Petrolero y la Economía Venezolana, UCV-CDCH, Caracas 1995. Pps
25-26.
[8] Mendoza P.,
Carlos, “El Poder…” Op. Cit. Págs. 375-379.
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