Política Petrolera Venezolana entre Siglos:
Un lamentable
balance y un renovado reto
Carlos Mendoza
Pottellá
24 de Enero de 2021
Por
estas fechas, los usos y costumbres editoriales compelen a la realización de un
balance de lo actuado en el lapso que acaba de concluir. En lo que me concierne personalmente, dada la
negativa evolución de las circunstancias del país y de su industria petrolera,
se trata de confirmar la inutilidad de discursos y advertencias. La certeza de
estar predicando en el desierto.
Al
respecto, para iniciar este balance personal, me permito remitir al lector a mi
artículo de febrero de 2020, “Petróleo
venezolano en la tercera década: Cerco y aniquilaciòn”
La situación de sálvese quien pueda que está viviendo el país es de tal magnitud y gravedad, a niveles de Sodoma y Gomorra en los planos éticos y morales, que hace parecer intrascendentes las discusiones neutras sobre la situación presente y futura de sus recursos petroleros y de su industria, principales motivadores de nuestros pecados capitales.
Inmersos en el profundo abismo donde han terminado los sueños de ser el primer país petrolero del mundo es muy fácil encontrar culpables, pero muy difícil establecer un diagnóstico certero, que nos permita encontrar un piso sólido para remontar la cuesta y no terminar, como Sísifo, de nuevo en el foso. Con la roca a cuestas. Tal es la magnitud del reto...
https://petroleovenezolano.blogspot.com/2020/02/petroleo-venezolano-en-la-tercera-decada.html
En
efecto, no es necesario reiterarlo mucho. El año que acaba de transcurrir, universalmente trágico, fue además para los
venezolanos uno de profundización del derrumbe de su economía, acentuado por un
bloqueo extranjero que es sólo una fase aguda de la geopolítica imperial, la
cual ha impuesto siempre, por distintas vías, sus designios sobre nuestro país.
Pero
es también, y de manera previa y determinante, agregado al conflicto político
interno, producto ancestral y autóctono de la incuria, el desprecio por la
historia, la ignorancia ensoberbecida y la corrupción generalizada.
Con
lo anterior quiero destacar la naturaleza de las circunstancias que debemos
enfrentar como país. Se trata de una ciclópea tarea de reconstrucción de todo
el tejido socioeconómico, ético y político nacional, partiendo de los escombros
actuales.
Tarea
que debe comenzar, precisamente con un diagnóstico descarnado y sin
contemplaciones de las enfermedades nacionales, para poder emprender una ruta
profiláctica en la cual será imprescindible apelar a las amputaciones, cortando
por lo sano la podredumbre.
Planteadas
así las cosas, todo parece cuesta arriba, pero no puede ser de otra manera: es
imprescindibles apelar a las reservas morales que aún puedan quedar y que este
pueblo ha mostrado en otros momentos de su historia. Precisamente, a la
historia que algunos consideran como antigualla llena de mitos, rémora de un
pasado de atraso, es a la cual debemos acudir para erguirnos nuevamente como
Nación soberana, dueña de su futuro.
Es
en este contexto en el cual cada quien debe asumir sus responsabilidades
individuales y en el que pretendo inscribir mis particulares reflexiones sobre
la materia a la cual he dedicado mi atención desde siempre: la economía y
política petrolera.
Es
momento para reiterar cosas muchas veces dichas. Pido excusas de antemano a mis
escasos lectores consecuentes por lo repetitivo del discurso.
En
primer lugar, se trata de insistir en un debate ancestral, de asumir la defensa
del carácter de interés público nacional de esta materia y combatir las posiciones
de quienes, en nombre de su conocimiento del “negocio”, han demonizado esta
posición como “estatista”.
De
hecho, muchas de los argumentos y soporte documental que aquí expongo ya los
había esgrimido con anterioridad. Un ejemplo de ello está en “La oportunidad la pintan calva… para la
rebatiña petrolera” https://petroleovenezolano.blogspot.com/2019/05/la-oportunidad-la-pintan-calva-para-la.html
Me
refiero allí a las posiciones en nombre de las cuales, de una u otra manera se
han impuesto siempre los dictámenes estrechos y simplistas de una tecnocracia
productivista a ultranza, aparentemente ciega a la existencia de cualquier otro
conocimiento fuera de su especificidad técnica y gerencial, pero que en verdad
se convierten en instrumentos, muchas veces inconscientes, de intereses políticos y económicos
nacionales e internacionales, aquéllos para los cuales el ejercicio de la plena
soberanía nacional sobre sus recursos de hidrocarburos se materializa en “lo
que el Gobierno se coge para el gasto ineficiente”, carga insoportable, opuesta
a la rentabilidad del negocio y a su expansión continua.
“…hoy está de moda el
dejar de ser rentistas y estimular escenarios productivos donde el sector
privado lleve la batuta, como en toda sociedad capitalista que se precie de
serlo. Superando las obstrucciones que genera la propiedad estatal sobre el
recurso petrolero, el interés colectivo real, en este sector, estaría en los
efectos multiplicadores que tendrían los negocios privados en la reactivación
de la oferta y demanda agregada de bienes y servicios, los cuales, a su vez,
estimularán el crecimiento de la producción y el empleo en el resto de la
economía nacional.”
Esa
estrechez de miras ha sido pasto para cuanto vendedor de fórmulas mágicas se ha presentado en distintas etapas de
nuestra centenaria historia petrolera.
Y
no se ha tratado nunca de pícaros vendedores ambulantes del “elixir de amor”, a
la manera de Dulcamara, sino de operadores de las principales potencias que se
disputan el control geopolítico del mundo, cuyos Estados, imponen sus condiciones a los demás, sin que sus ciudadanos y
beneficiarios los consideren “omnipotentes”.
Tal
es la razón por la cual he enfrentado a políticos y dirigentes petroleros estatales
que, paradójicamente, han promovido, y muchas veces logrado, la minimización del papel del Estado en el
control y gestión para el provecho nacional de un patrimonio transgeneracional.
Ello,
sin desmedro de mi convicción de que la solución de los problemas venezolanos
no pasa exclusivamente, y ni siquiera prioritariamente, por el “rescate de la
industria petrolera”.
Justamente
en mi anterior artículo, (Volviendo al Ruedo…Del debate petrolero https://www.aporrea.org/energia/a298362.html) rememoro las alertas que en este
sentido hiciera, desde 1978, Juan Pablo Pérez Alfonzo: La tendencia a la caída
de la capacidad generadora de excedentes de la industria petrolera venezolana.
Cuarenta
y dos años después, y tal como lo reflejan las cifras de todos los organismos
públicos y privados que manejan las
estadísticas petroleras venezolanas, la acción de esa tendencia ha determinado la
desaparición de la renta petrolera, razón por la cual esa industria ha dejado
de ser, y nunca más volverá a ser, la
“palanca” –o muleta- que sostendrá a una
economía parasitaria, incapaz de valerse por sí misma, precisamente por su
adicción rentista: el “efecto Venezuela” diagnosticado por los noruegos, “la
enfermedad holandesa” o la “maldición de los recursos” descrita universalmente
en los medios académicos, sin contar las tempranas advertencias de nuestro
primer economista, Alberto Adriani, en 1930 y los consecuentes, ya nonagenarios,
intentos frustrados de “sembrar el petróleo”.
Con
esto no quiero decir, reitero, que “dejaremos de ser petroleros” y de obtener
beneficios de esa industria. Lo seremos siempre, dada la existencia en nuestro
subsuelo de unos recursos que no tienen posibilidad de ser extinguidos ni en el
más lejano futuro.
Su
cada día menor utilización dentro de la matriz energética es un proceso
inexorable, pero de largo plazo, en el transcurso del cual seguramente se
descubrirán y desarrollarán –más allá de la simple y también ambientalmente
nociva petroquímica del plástico, las resinas y demás materiales no
biodegradables- otros usos no energéticos y no contaminantes para un material
que es producto de la vida que existió en el planeta hace varias decenas de
millones de años.
Por
esas mismas razones, que trascienden con mucho las vidas de las próximas
generaciones venezolanas, es por las cuales la solución “no petrolera” que,
siguiendo a mis maestros he venido planteando, no puede ser despachada con la
simple regla de tres según la cual, dadas tales perspectivas, ya no es una cosa
del otro mundo negociar la soberanía nacional sobre esos recursos y los restos
de la industria “varada” que a partir de ellos se estableció.
Y
no puede serlo, precisamente porque somos los habitantes contemporáneos de una
Nación eterna, quienes tenemos hoy la obligación de preservar la integridad de
su patrimonio físico, natural y humano.
Ninguna
receta para solucionar nuestro drama existencial contemporáneo puede incluir
una venta colectiva de almas al Diablo.
Desde
luego, las tentaciones son muy grandes. Si miramos las cosas desde el punto de
vista de los “negocios”, no es descabellado afirmar que la soberanía es un
concepto anticuado, como sostuvieron abiertamente los proponentes de una nueva
Ley Orgánica de Hidrocarburos en la anterior Asamblea Nacional. (“Ley Orgánica para la regulación el comercio
de esclavos en Venezuela” https://www.aporrea.org/energia/a280531.html
)
Así lo registré en otro trabajo, de julio de 2019, al referirme a declaraciones
del Diputado Luis Stefanelli, proponente
de esa nueva Ley:
… Mención especial merece la frase en donde vincula el
ejercicio de la soberanía con la muerte por hambre de los venezolanos, de niños
en los hospitales y de 32 balseros desaparecidos en las aguas de Falcón:
“Ese término de soberanía, ultroso, grandilocuente que maneja
esta gente y que llevan al país a que 5 millones de venezolanos estemos en el
exterior, es un término que nosotros vamos a combatir en todos los
terrenos.”
“El
Cartero siempre llama dos veces” https://www.aporrea.org/energia/a280732.html
Lo
peor de las desesperadas circunstancias actuales es que empieza a cundir en
todo el espectro político nacional la racionalidad de los retrocesos “tácticos”
y la búsqueda de salidas de emergencia non sanctas.
Las
posiciones “soberanistas” se reducen a su mínima expresión y cada día más son asociadas con el suicidio. Así lo
registré, con amargura, el pasado 5 de octubre: “Nacionalismo Petrolero: Veintiún años después, ¿Derrota final?” https://www.aporrea.org/energia/a295880.html.
Ahora
bien, llegados a esta instancia, no podemos quedarnos anclados en las
lamentaciones sobre lo que pudo haber sido y no fue. Por el contrario, es
nuestro deber seguir insistiendo en la búsqueda del camino cierto hacia el
desarrollo social, económico y político de nuestro país.
Pero
no hay fórmulas mágicas, ni verdades reveladas. Tendrá que ser una dura tarea
colectiva, nada fácil, incluso dolorosa, llena de antagonismos y acechanzas,
pero inevitable, si queremos prevalecer como soberanos de nuestro destino como
Nación.
Lo
primero que tenemos que hacer, en la materia que nos compete, es enfrentarnos a
la realidad en toda su magnitud catastrófica interna y el nada favorable
panorama del mercado petrolero internacional.
Como
ya mencioné, la centenaria evolución de nuestros recursos petroleros, y de la
industria erigida sobre ellos, nos viene advirtiendo su sesgo negativo desde
hace cinco décadas: La tantas veces mencionada tendencia declinante de su
capacidad generadora de excedentes y, en particular, de renta.
Pero
ella nunca ha sido asumida con seriedad por la dirigencia política y petrolera
venezolana, desde sus primeras manifestaciones a partir de 1971 y hasta enero de 2021, como pretendo demostrar
en lo que sigue.
Hoy seguimos hundiéndonos en sueños cada día más inviables.
Un
resumen de esas circunstancias lo he presentado varias veces en distintas
versiones durante los últimos años y meses. En particular, me refiero a la
gráfica donde se recogen todos los proyectos fallidos de la empresa petrolera
venezolana, los “pajaritos preñados” que
se fincan, todavía hoy, en la fábula de que tenemos las “mayores reservas
petroleras” del mundo.
No
dejaré de incluirla en esta oportunidad. Pero esta vez, como parte de mi
balance personal de emisor de discursos inútiles, lo hago con el soporte previo
de las cifras y gráficos que sustentan cada uno de esos planes, más una tabla, resumen
numérico de los mismos.
Comienzo
presentando la versión de teletipo, enviada desde el Saint Regis Hotel de Nueva
York, mediante el cual los venezolanos nos enteramos que PDVSA “había apartado”
6.000 millones de dólares para el comienzo del mayor plan de inversiones en el
mundo petrolero entre 1980 y 2000: 100.000 millones de dólares. Así lo
expresaba entonces el Virrey Guillermo Rodríguez Eraso, Presidente de Lagoven:
No en balde el Profesor Francisco
Mieres denominó a este megaproyecto “El Megadisparate de PDVSA”, el cual se
vino abajo por la caída de los precios al año siguiente a su presentación en
sociedad, tal como se observa en la gráfica anterior. Lamentablemente, sólo fue el primero de muchos megadisparates,
desde entonces hasta enero de 2021.
Veamos ahora los proyectos
1994-2002 y 1996-2005 de la “Apertura” de la era Giusti-Espinaza-Mommer, con
sus fantásticas metas: 5 millones de bd en 2002 y 6,5 millones en 2005:
“El análisis de las perspectivas del mercado se hace
con un manejo perverso de la realidad. A pesar de que se reconoce que los
capitales petroleros internacionales están volcados sobre otros países que
correctamente se mencionan, se pretende que los problemas coyunturales que se
viven en algunos de esos países se convierte en una ventana de oportunidades
para Venezuela, que puede ofrecer la posibilidad de desarrollar hasta 40.000
millones de barriles de crudos livianos y medianos adicionales.
Para tener una idea de la magnitud de la misma, debe
considerarse que… las reservas reales de Venezuela (pesados, medianos y
livianos) no pasan de 32.000 millones. Descubrir 40.000 millones de barriles en
las limitadas áreas por explorar en Venezuela sería casi como descubrir un
nuevo Kuwait.
Ese optimismo exagerado se manifiesta en el prospecto
analizado: descubrir los 6.379 millones de barriles programados en los 17.601
Km² de los lotes establecidos, significa descubrir el 17% de los supuestos
40.000 posibles en menos del 2% del territorio nacional, vale decir, decubrir
un nuevo Campo Costanero Bolívar, el mismo de donde ha salido el 60% de la
producción petrolera venezolana.”
[Comentarios al Documento "Consolidación del
Desarrollo del Sector Petrolero Venezolano” / Caracas 1995 / /https://petroleovenezolano.blogspot.com/2009/12/comentarios-al-documento-consolidacion.html ]
A partir del 2005, como conclusión
del hiato iniciado en 1999, de estricto cumplimiento de los compromisos
suscritos en el seno de la OPEP para la
defensa de los precios, PDVSA comienza la formulación de los “Planes de
Negocios”, “Planes de la Patria” y “Siembra Petrolera”, cada uno más fantasioso
que el otro y todos programando metas contradictorias con la política oficial
formal, voceada reiteradamente por nuestros máximos dirigentes y que nos
presentaba ante el mundo como los “halcones” de la OPEP, al lado de Irán, en referencia
a la firmeza mostrada por ambos países en la defensa del compromiso de
restricción de la oferta para defensa de los precios.
Para complemento de ese comportamiento esquizofrénico en cuanto a metas de producción de crudo, también inserto las láminas del proyecto 2010 de construir o adquirir 24 nuevas refinerías, para completar 30 en el 2030. Epítome de la “Internacionalización” de la apertura 1980-2000 y de nuestros ancestrales y siempre inviables sueños refineros.
Al respecto, refiero al lector a mi trabajo “CITGO: La "Internacionalización" revisitada” https://www.aporrea.org/energia/a276427.html
Y ahora sí, presento la versión actualizada del gráfico que resume algunos de estos planes, seguido de la tabla de metas, incrementos y velocidades:
Todas
estas muestras de la “planificación de pajaritos preñados” han carecido de una
evaluación realista, tanto de las capacidades técnicas y financieras propias,
como de las reales posibilidades y restricciones del mercado petrolero global.
En
alguno de ellos se llega hasta presumir de una “capacidad de captura”, que,
ante el estancamiento de la demanda, permitiría a Venezuela desplazar a los
menos favorecidos de sus socios en la OPEP, particularmente a los negritos
africanos… sin dejar de destacar el racismo implícito:
Por vergüenza, desde 2015 omití el logo “PDVSA” que identificaba originalmente esta lámina.
La
irrealidad de todos esos proyectos, se acentúa con el paso de los años y el
deterioro creciente de yacimientos e instalaciones.
Para destacar esa reiterada irrealidad incluí en la gráfica comentada, para fines comparativos, la proyección 2020-2030, resultante de la encuesta realizada por The Inter-American Dialogue entre varias “majors” petroleras hace un año.
PDVSA’s crippled
condition and the massive scale of investment that will be required makes it
clear that the recovery of Venezuela’s oil sector must be led by foreign investment.
IPD Latin America, a consulting firm, estimates that Venezuela could ramp up
production to 2.6 million b/d over 10 years, which would require capital
expendituresof $90 billion and operational expenditures of $122billion,
including to drill an additional 13,400 wells.
…
This report is based
on interviews with eight large Western oil companies, including some that are
still operating in Venezuela and others that currently have no operations in
the country. Its purpose is to provide an independent, publicly available
analysis of the conditions that will determine how rapidly, and to what degree,
Western oil companies will resume or ramp up operations in Venezuela in the
event of a political transition.
https://www.thedialogue.org/wp-content/uploads/2020/01/VENEZUELA-FINAL-PDF-1.pdf
Esta
propuesta de consenso para “una eventual
transición política”, está condicionada a la modificación de todas las normas
constitucionales y legales restrictivas de la inversión extranjera.
Una
inversión de 212 mil millones de dólares en 10 años, para llevar la producción a 2 millones 600 mil
barriles diarios, pero con la advertencia a los venezolanos de que no esperen resultados inmediatos en los próximos años y
que mientras tanto deben buscar otras fuentes de ingresos. (Citado en Vuelan los Rebullones…Sobre el petróleo venezolano https://www.aporrea.org/energia/a287565.html
)
Lo
paradójico del caso es que esta propuesta transnacional es de una moderación
insólita, si la comparamos con los desembolsos programados por PDVSA para
ejecutar su plan de inversiones 2015-2019, según se muestra en el siguiente cuadro,
expresado en miles de millones de dólares:
Mientras
la propuesta de las “majors” del año pasado estimaba una inversión anual promedio
de 21 mil millones de dólares anuales durante 10 años, al cabo de los cales la
producción venezolana crecería en 2 millones de barriles diarios, el Plan PDVSA 2015-2019 contemplaba, tal como
se observa en el cuadro anterior, un desembolso promedio de 56 mil millones de
dólares anuales, la sexta parte del PIB nacional de entonces, en cada uno de
esos cinco años.
La
desmesura de una inversión para cual no se contaban con recursos disponibles ni
capacidad para sostener endeudamientos
de semejantes magnitudes, es compatible con la inviabilidad de la meta de
duplicar la producción y agregar 3 millones de barriles diarios en 5 años
a un mercado casi estancado, donde la tasa de crecimiento de la demanda global
a duras penas pasaba de 1 millón de bd anuales.
En
efecto, y tal como muestro en otra de las tablas insertas anteriormente, para
el período 2013-2019 se estimaba un
crecimiento de esa demanda en 7,5 millones de bd.
En
ese mismo lapso y según esa versión del reiterado
proyecto, PDVSA, por sí sola, planeaba la captura del 40% de ese crecimiento
mundial, 3 millones de bd. ¡El propio sueño megalómano del súper héroe
petrolero venezolano!
Hoy,
el país se encuentra acorralado por las sanciones norteamericanas y una
industria hundida previamente por la pésima gerencia, lo cual es evidente en la
desmañada formulación de sus planes y proyectos, pero sobre todo, físicamente
palpable en el desmoronamiento de sus refinerías, en la acelerada declinación y
clausura de sus campos convencionales por abandono de las labores de mantenimiento y recuperación secundaria, sin contar los
efectos devastadores de la corrupción generalizada y la pérdida de capital
humano.
En
esas condiciones, las perspectivas del mercado petrolero internacional no
pueden ser peores:
La
emergencia de la pandemia COVID 19 sólo ha acelerado la tendencia a la
transición energética que amenaza con convertir en “activos varados” a las
instalaciones de producción y procesamiento de los petróleos menos
competitivos.
Los
300 mil millones de barriles de “recursos
técnicamente recuperables” depositados en la Faja del Orinoco, los cuales
requieren precios por encima de los 80 dólares el barril para poder ser
desarrollados y convertidos en “reservas probadas” parecen estar
condenados, pese a su fraudulenta “certificación”,
a yacer inmóviles durante los próximos siglos:
La chapucería de estas “reservas” fue confesada por la propia PDVSA en una lámina de 2005, en la cual “predecía”, exactamente, el monto “a ser cuantificado”, que luego “certificaría” la compañía especializada en estos menesteres, Ryder Scott, en los 5 años siguientes y previo el pago de 600 millones de dólares…
Para mayor evidencia, presentada sin pudor ante un público cuidadosamente incapacitado para entender el sentido del desarrollo de esas operaciones de "certificación", se presentan las cifras de pozos, líneas sísmicas, toma de núcleos y volúmenes certificcados cada año, por 577 millones de dólares:
Las reservas petroleras reales, estimadas de acuerdo a métodos de aceptación general, como los del US Geological Survey, se acercan precisamente a la cifra que se genera en el cuadro anterior, elaborado a partir de las propias estadísticas de PDVSA: los 60.000 millones de barriles que resultan de descontar los 242.071 millones de barriles de las “revisiones”, mecanismo picaresco de “lápices afilados”, tal como lo etiquetara Pérez Alfonzo.
Según
Rystad Energy, esas reservas petroleras venezolanas, “la estimación más probable para los campos existentes, más los
recursos contingentes en los descubrimientos, más los recursos prospectivos a
riesgo en campos aún por descubrir” (2PCX)
alcanzan a los 68 mil millones de barriles.
· 2PCX:
Sistema de gestión de recursos petrolíferos de la Society of Petroleum
Engineers (SPE)
Esa
cifra coloca a Venezuela en el noveno lugar entre los productores mundiales.
Pero no se trata de un problema de ranking,
de batear para .300 en las Grandes Ligas, sino de factibilidad económica.
Hay
que hacer mención de que 30.000 millones de esos 68.000 corresponden a una
“revisión extraordinaria” hecha en los años 80 para incorporar las reservas de la Faja del
Orinoco, estimadas por PDVSA en esos años como soporte de su primer
“megadisparate”. (Francisco MIeres dixit).
La
capacidad de producción instalada actualmente en la Faja del Orinoco, de un
millón cuatrocientos mil barriles diarios y la capacidad procesadora de los
“mejoradores”, de 650.000 barriles diarios, ya hoy parcialmente utilizados como
“mezcladores” de crudos extrapesados con naftas y crudos livianos, son firmes
candidatos a convertirse en activos varados –de hecho ya lo son parcialmente-
dadas las expectativas del mercado.
Dicho
en otras palabras, se trata de una inversión de varios centenares de miles de
millones de dólares cuyo costo nunca se recuperará completamente. ¿Pudo haber
sido de otra manera? ¿Pero a quién le
importa? Total, lo que es de todos no es de nadie… Y el que venga atrás que
arree.
Diferentes
organismos especializados estiman que el pico de la demanda petrolera global será
alcanzado entre 2028 y 2045, a saber:
Rystad
Energy 2028, McKinsey 2029, Bloomberg y
Wood Mackenzie 2035 y, como era de esperar, la OPEP, la más optimista, 2045.
Energy
Intelligence estima que la demanda total sólo alcanzará el nivel del primer
trimestre de 2017 en el tercer trimestre de 2021.
El
siguiente es el gráfico de McKinsey, de diciembre pasado.:
Peaks in demand for
hydrocarbons occur earlier than projected (oil peaks in 2029 and gas in 2037) https://www.mckinsey.com/~/media/McKinsey/Industries/Oil%20and%20Gas/Our%20Insights/Global%20Energy%20Perspective%202021/Global-Energy-Perspective-2021-final.pdf
A
esa evolución de estancamiento y futura declinación de la demanda se añade,
para agravar más el panorama, la incorporación de nueva producción de crudos
livianos en Brasil, Noruega, Guyana, Surinam, Uganda, Mozambique, México, más
la capacidad cerrada voluntaria que mantienen los países miembros de la OPEP+
como soporte de los precios y los campos para el desarrollo futuro en la “Zona
Neutral” entre Kuwait y Arabia Saudita.
De
inmediato, la recuperación de la demanda a los niveles de 2019 sólo está
prevista para el cuarto trimestre de 2022, según el más reciente pronóstico de
corto plazo de la U.S. Energy Information Administration (EIA).
De
igual manera, los escenarios de precios presentan una perspectiva plana hasta
2023, según el consenso entre los mercados de futuro y las predicciones de
EIA-DOE:
Frente a este panorama el veredicto es claro:
Ninguno
de los proyectos que prometen un crecimiento acelerado de la producción
petrolera venezolana tiene asidero en la realidad presente y futura del país y
del mercado internacional.
Sean
cuales sean las concesiones y dejaciones de soberanía que hagamos, el resultado
será pírrico y a la postre ruinoso para el país.
Mientras
más tardemos en asumir esa realidad y actuar en consecuencia, peores serán las
consecuencias.
Una
vez más, sólo nos queda la opción de prepararnos para recorrer el camino
difícil pero ineludible de construir un país no petrolero.
Referencias personales:
https://petroleovenezolano.blogspot.com
https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella
https://www.academia.edu/41805065/Nacionalismo_petrolero_en_4_d%C3%A9cadas
CMP/ Enero 2021
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