El cartero siempre
llama dos veces
Carlos Mendoza Pottellá
24 de julio de 2019
Este
film de Lana Turner en 1941, basado en un libro de James M. Cain y protagonizado por Jack Nicholson y Jessica Lange en su versión de
1981, nos muestra que la suerte no te acompañará siempre y que algún día te
tocará pagar la cuenta.
Aquí,
en verdad, me refiero a otro mensajero
insistente.
En
mis últimos trabajos he tratado de denunciar el extremismo privatizador que se esconde tras las novedosas
propuestas de quienes promueven la medicina neoliberal como cura de todos los
males estatistas que infectan a nuestra industria petrolera.
Sin
embargo, y como en todo proceso en el que se juzgan inocencias y culpabilidades,
a confesión de parte, relevo de pruebas.
Y
este es el caso de ahora, con el Anteproyecto de Ley de Hidrocarburos que ha sido
presentado ante la Subcomisión de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional
por el Partido Voluntad Popular y al cual me referí como “Ley Orgánica para la regulación del comercio de esclavos en
Venezuela”. (https://www.aporrea.org/energia/a280531.html)
Mi
trabajo hizo reaccionar al mensajero, el Diputado Luis Stefanelli, quien reconoce,
en declaraciones posteriores a Petroguía, (http://www.petroguia.com/pet/noticias/petr%C3%B3leo/nueva-ley-de-hidrocarburos-en-venezuela-prev%C3%A9-recuperar-2-millones-de-barriles-en)
que
se trata de parte del Plan Venezuela Energética de Baquero-López, sobre el cual
escribí “La oportunidad la pintan calva”
(https://www.aporrea.org/energia/a280644.html)
El
titular Petroguía de la entrevista a Stefanelli comienza con la oferta caza
bobos de siempre: “Nueva ley de
hidrocarburos en Venezuela prevé recuperar 2 millones de barriles en tres años”.
Se
trata de un instrumento legal, verdaderamente mágico, que pretende soplar y
hacer botellas. Veamos, pues, como lo refiere
el cartero:
“…cuyo
objetivo es masificar la producción petrolera lo antes posible, rescatar la
producción nacional petrolera y desde luego hacer el aporte que siempre el
petróleo hará, al menos en los próximos años, a la economía venezolana.”
E
inmediatamente viene el mazazo privatizador:
Para
lograr estos objetivos planteamos la apertura a la inversión privada nacional e
internacional, para lo cual nosotros no limitamos, es decir no obligamos a una
asociación para explotar el petróleo venezolano en la cual el Estado venezolano
sea necesariamente el socio mayoritario en las acciones, sencillamente desde
0% a 100%, es un proceso de negociaciones, de ganar- ganar.
…
Si
no se abre la industria petrolera, el país está condenado al fracaso. Entonces,
lo primero será incentivar la inversión nacional e internacional en la
industria petrolera suprimiendo la reserva de la actividad primaria al
Estado venezolano, pero teniendo en cuenta que sí mantiene la propiedad de
los pozos petroleros y PDVSA, como lo establece la Constitución.
…
En
las disposiciones transitorias se aclara muy bien que los contratos deben ser
respetados y que no puede haber cambios en los contratos que no sean
autorizados por las minorías. ¿Quiénes son las minorías? Los del 40%, las
trasnacionales.
Mención
especial merece la frase en donde vincula el ejercicio de la soberanía con la
muerte por hambre de los venezolanos, de niños en los hospitales y de 32
balseros desaparecidos en las aguas de Falcón.
Ese
término de soberanía, ultroso, grandilocuente que maneja esta gente y que
llevan al país a que 5 millones de venezolanos estemos en el exterior, es un
término que nosotros vamos a combatir en todos los terrenos.
En
un mundo donde las grandes naciones soberanas y sus Estados pugnan por el
control de su espacio vital, sojuzgando a las que no tienen como defender su
propia soberanía, Venezuela se adelanta
a renunciar a la suya y ofrecer graciosamente su territorio y sus recursos como
tierra de nadie, una “no man’s land” esperando a ser capturada.
Dejo
al cartero en su laberinto y vuelvo al origen de las propuestas.
Petroguía nos
ofrece una entrega reveladora:
La
participación en CERA-Week, evento petrolero norteamericano de importancia
global, de los representantes venezolanos de la nueva era petrolera aperturista,
Luisa Palacios y Ricardo Hausmann:
Hausmann:
PDVSA al mínimo
La
intervención de Ricardo Hausmann estuvo centrada en señalar los aspectos que se
contemplan adoptar en un eventual gobierno de transición para atraerá
inversiones y recuperar la producción petrolera. "Necesitamos abrir la
industria petrolera a la inversión privada sin la participación de la
compañía petrolera nacional", dijo Ricardo Hausmann en la conferencia,
según la reseña de Bloomberg.
Sin
la anestesia encubridora de Stefanelli, Hausmann habla con la autoridad de un
halcón de los centros financieros y corporativos internacionles, auténticas hermanitas
de la caridad, que tienen un generoso “plan de rescate” para Venezuela: Banco
Mundial, FMI, Exxon, Conoco, Chevron, Shell, BP, Soros, Trump, etc…
La
propuesta se centra en que las empresas transnacionales puedan participar en el
negocio petrolero sin que necesariamente se rijan por el esquema de empresa
mixta con mayoría accionaria de PDVSA como se impuso en Venezuela después de
2001 y sobre todo de 2007 cuando se migró del esquema de asociaciones
estratégicas y convenios operativos a un modelo de empresas mixtas.
Podríamos
decir, como en las matemáticas de bachillerato: L.Q.Q.D., Pero el asunto no es
tan sencillo.
En
primer lugar: nadie niega que estamos al borde del precipicio y que tendremos
que hacer todos los esfuerzos necesarios para rescatar una industria petrolera
en su peor momento.
Que
inevitablemente tendremos que negociar con empresas y centros financieros
internacionales, pero, definitivamente, considero que no podemos ir a esa
negociación colocándonos en posiciones previas de absoluta minusvalía.
En
un país contra la pared, cercado por sanciones internacionales, con una
industria petrolera en colapso indetenible, padeciendo de una hemorragia de
capacidades técnicas, minada de corrupción, pésima gerencia y proyectos de pajaritos preñados inviables
económicamente, -que nunca han
funcionado a su favor, como la “internacionalización” y los “megaproyectos de
la Faja del Orinoco”.
Con
el hambre ya instalada en los sectores más desfavorecidos y acechando al 98% de
la población para fines de 2019, según pronósticos de Luis Vicente León (http://www.eluniversal.com/el-universal/45982/quien-se-queda-aqui), es tentadora la
oferta mefistofélica:
“Esto
es un programa de entre 5, 8 y 10 años, en ese lapso ocurren las cosas. De 8
o 10 puede alcanzar entre 3,5 millones y 4 millones de barriles diarios,
pero creemos que los primeros 2 millones de barriles de recuperación petrolera,
que son los más sencillos, porque son pozos de reciente baja de producción
pudieran ser con un costo bastante menor
que reactivar 100.000 barriles normales o nuevos 100.000 mil barriles que
requerirían entre 20.000 millones y 30.000 millones de dólares. Esos 2
millones de barriles, nosotros estimamos que podrían recuperarse en 3 o 5 años,
quizás menos, todo depende de cómo estén las instalaciones porque, como ya
hemos dicho, no tenemos información oficial ni inventario, pero repito una vez
más que podemos subir 1,5 millones de barriles en 5 años.”
La
eterna danza de los cientos de miles de millones de barriles anunciada desde 1978 por Guillermo Rodríguez
Eraso y fracasada siempre por la insistencia de los “técnicos puros”, quienes
no quieren, o pretenden no querer, distinguir entre el 90% de los recursos de
crudos extrapesados técnicamente recuperables del mundo, efectivamente estimadas por el US
Geological Survey al norte del Orinoco, y las supuestas mayores reservas probadas del mundo, “certificadas” con 600 millones de dólares pagados a Ryder Scott
entre 2005 y 2007, para engañar a los incautos planificadores públicos.
Pero
ahora… ¿Quién quita Venezuela? ¡Sólo tienes que vender tu alma!
¿O
es que acaso a los puertorriqueños les ha ido mal? Sin soberanía, pero con nacionalidad
norteamericana de segunda, pero que les da derecho a viajar a Miami sin visa,
¡Que envidia!
cmp / 24 de julio 2019
OTROSÍ:
Tal como en trabajos anteriores, la
antigüedad y persistencia del debate me obliga a traer al presente viejos
argumentos. Las circunstancias cambian, pero los argumentos son los mismos. El
21 de mayo del año pasado, después de terminar el día anterior el trabajo
titulado “Política Petrolera a la manera de los músicos del Titanic”, reproduje dos
trabajos de 1997, que
ahora mantienen su pertinencia y anexo una vez más:
Bonus Track: Viejos argumentos
para un debate permanente
Carlos Mendoza Pottellá
21 de mayo de 2018
En
la sustentación de las posiciones que he venido sosteniendo en torno a las
causas y perspectivas de solución de los graves problemas que confronta la
industria petrolera nacional y el país mismo, hurgué en materiales propios para
encontrar datos y argumentos procesados en otros tiempos sobre situaciones
similares .
Además de los datos que presenté en mi trabajo anterior, terminado
el día de ayer en medio de la turbulencia electoral y, por ello mismo, con la
sensación de estar en la misma posición
de los músicos del Titanic,
encontré dos textos que reproduzco aquí por considerar que los
argumentos esgrimidos en ellos siguen estando vigentes y ponen en evidencia que
las circunstancias críticas y las posiciones de los participantes en el debate
no han cambiado.
Escenarios, falacias y caballos de Troya
FUNDAPATRIA, “ABC Petrolero”, 30 de enero de 1997.
"Crítica Petrolera Contemporánea 1996-2000"
En
la entrega anterior de “Apuntes...” prometíamos continuar la historia de las
relaciones que se instauran en Venezuela en torno al petróleo y su explotación
industrial, cuyos protagonistas, contradictorios pero mutuamente dependientes,
han sido el Estado venezolano y las grandes corporaciones petroleras
internacionales.
Decíamos
entonces que esas relaciones florecieron inicialmente dentro del marco del
régimen concesionario heredado de nuestro pasado colonial. Concluido el ciclo
concesionario, esas relaciones cambiaron de forma con la “nacionalización” de
la industria, pero no sólo se mantuvieron, sino que se intensificaron y
extendieron a campos inusitados.
Hacíamos
referencia a los contratos de Asistencia Técnica y Comercialización, suscritos
pocos días antes del tránsito formal de la industria petrolera a manos del
Estado, como los eventos paradigmáticos en cuanto a los vínculos
Estado-Corporaciones en los años que siguieron hasta nuestros días.
Utilizando
una terminología contemporánea, en esos contratos se plasmaron los pasos iniciales
de la apertura petrolera, porque fue a través de ellos que las antiguas
concesionarias pasaron a tener injerencia en espacios distintos a los de las
concesiones de las que habían sido titulares hasta 1976.
Fue
así como se inició un curso fatal de deterioro de la participación nacional en
el negocio petrolero, constituyendo la llamada “apertura petrolera” sólo el
Capítulo contemporáneo de una política que ha tenido siempre el mismo signo: la
expropiación del patrimonio colectivo en beneficio del gran capital
transnacional y de las elites aprovechadoras criollas, cuya punta de lanza la
constituyen hoy, y desde hace 20 años, las cúpulas gerenciales de mentalidad
privatista enquistadas en los puestos de comando de la empresa estatal.
En
los últimos eventos de esa política hubo todo un proceso previo de preparación
y hasta un ensayo general: el Proyecto Cristóbal Colón.
En
cada escaramuza por la “internacionalización”, la Orimulsión, el mejoramiento
de crudos extrapesados y la entrega de los “campos marginales”, se quedaron
pedazos de soberanía, de capacidad de control y fiscalización, jurisdicción de
las leyes y tribunales nacionales, y, como se constata en las cifras oficiales,
de integridad de la participación fiscal.
Todo
ello, en nombre del mantenimiento de la autonomía operativa y financiera de
PDVSA y sus filiales, pero con los propósitos reales abiertamente planteados
por su Presidente: expansión del negocio y “estímulo” a la participación del
capital extranjero.
De
esta manera es que llegamos "preparados" para negociar nuevas concesiones con nuestros
antiguos y renovados socios extranjeros: con un viejo cuerpo legal,
reglamentario y de control desmantelado, pero con un instrumento completamente
nuevo y aceitado para el regreso transnacional: el “esquema de ganancias
compartidas”.
Es
así, pues, como PDVSA ha devenido en la antítesis de lo que debería ser y la
empresa del Estado para la administración eficiente de los recursos públicos de
hidrocarburos se transforma en facilitadora de oportunidades de negocios
privados, promoviendo paulatinas modificaciones legales o propiciando
transgresiones legales, multiplicando proyectos de limitada o nula rentabilidad
fiscal, impulsando múltiples formas de participación privada, desde la
internacionalización, la contratación de servicios y el “outsourcing” de
ciertas funciones considerada no medulares, hasta los diversos niveles de
“asociaciones estratégicas” que desembocan en el presente otorgamiento
subrepticio de concesiones, paso previo a la “democratización del capital”
mediante la colocación de bonos y la
venta en forma de acciones de PDVSA y sus filiales.
Tal
es nuestra opinión en torno al proceso de la política petrolera venezolana en
los últimos 20 años. A contrapelo de las formulaciones legales y reglamentarias,
de las tradiciones y rituales de la política petrolera venezolana, con el
disfraz de la nacionalización hemos introducido en nuestra casa un caballo de
Troya antinacional, el cual, en nombre de supuestos “escenarios productores” y
de “combate al rentismo” ha liquidado la capacidad efectiva de captación
nacional de una renta que de todas maneras se produce, en tanto que su
determinación es el resultado de un intrincado conjunto de relaciones
económicas internacionales, establecidas y consolidadas en un proceso que se
inició a principios de siglo.
La
falacia del “escenario productor” enfrentado a otro “rentista” queda en
evidencia cuando constatamos que uno de los resultados evidentes que tendrá el
“esquema de ganancias compartidas” será la minimización de la participación de
PDVSA, tanto en su condición de operadora como en la de perceptora de
beneficios, colocándose en una posición que no tiene otro nombre sino el de
rentista, en tanto y en cuanto usurpa el papel que le corresponde al Ministerio
de Energía y Minas en la fiscalización y control de entes operadores
extranjeros.
Ahora
bien, todo lo anterior constituye una visión particular de un proceso que puede
ser evaluado desde ópticas más modernas y con colores menos sombríos. Visiones
que, entre otras cosas, desechen
anticuados principios nacionalistas, de soberanía o autarquía, muchos de los
cuales se resumen en el antediluviano y pavoso concepto de “patria”.
Visiones
que entiendan la realidad unipolar y las condiciones que nos son exigidas para
integrarnos a los mercados mundiales, cumpliendo más eficientemente, y sobre
todo competitivamente, con nuestro tradicional papel de suministradores de
materias primas baratas.
Que
tomen en cuenta que, si en alguna oportunidad nos pudimos colar entre los
resquicios de la guerra fría y ello nos permitió invertir transitoriamente el
sentido de la corriente expoliadora de nuestras riquezas y capacidades
productivas, ahora esa posibilidad ya no existe y debemos renunciar a lo que
“modernamente” se considera como una participación “exagerada” en la renta
generada por nuestro subsuelo.
Eliminemos
controles e impuestos, minimicemos esa excrecencia feudal que es la regalía,
acordemos depreciaciones aceleradas para la inversión extranjera, reconozcamos
toda clase de gastos como costos deducibles para fines fiscales y recibamos los
beneficios de empleo y prosperidad que nos ofrecen los capitales
internacionales que vendrán a ubicarse dentro de nuestras fronteras, los cuales
no serán “capitales golondrinas” aprovechadores de ondas especulativas, sino
avezados “capitales vampiros” que chuparán nuestros recursos mientras ello sea
lo suficientemente rentable y luego nos dejarán, como siempre, enfrentados a
otro “viernes negro” y preguntándonos ¿ en qué nos equivocamos esta vez?
La realidad es terca... pero mucho más lo son los planificadores
petroleros
Carlos Mendoza Pottellá
FUNDAPATRIA, “ABC
Petrolero”, 20 de enero de 1997
"Crítica Petrolera Contemporánea
1996-2000" (CDCH-UCV 2000)
Enero
comienza y ya casi termina, con noticias nada auspiciosas en materia petrolera:
Una caída de los precios del petróleo que ha obligado a redefinir los cálculos
presupuestarios y ha puesto a los
planificadores petroleros a producir declaraciones apresuradas sobre el carácter
coyuntural del fenómeno: un invierno moderado y los coletazos del “efecto
dragón” –que se suponen también coyunturales- son los factores que más se
mencionan.
Como
comentáramos ya en la columna anterior, algunos llegan al cinismo de achacar el
desencadenamiento del proceso a “la sobreproducción saudita” sin mirar la viga
en el ojo propio, materializada en varios años de sobreproducción venezolana,
la cual en el último de ellos promedió bastante más de un millón de barriles
diarios.
De
esta manera se pretende, con la clásica “viveza criolla” que no engaña a nadie,
que nuestros excesos son benignos y no causan sobreoferta y que la culpa es de
los demás.
Por otro lado, considerar coyuntural la crisis
de los países asiáticos cuyas monedas han caído entre un 30 y un 80 por ciento
desde julio del pasado año, tal como lo reportara recientemente el Wall Street Journal en su versión de El Nacional, deja ver a las claras la
voluntad gerencial de cerrar los ojos ante realidades que anuncian tendencias
distintas a las pregonadas.
El
dogmático optimismo de los escenarios en los cuales basan su política expansiva
los planificadores de PDVSA puede evaluarse por su inmutabilidad.
En efecto,
desde 1991 se han mantenido incólumes –salga sapo o salga rana- las
proyecciones de un crecimiento de la demanda energética global a una tasa del
2% anual “en los próximos 20 años”.
Más
recientemente, en su “Plan de Negocios
1997-2006” el optimismo siguió
creciendo: ahora se proyecta que ya no será la demanda energética, sino la
petrolera, la que crecerá a esa tasa
interanual y un poco más (2,1%), con lo cual resulta que el consumo
petrolero pasará de 70 millones de barriles diarios en 1995 a 88 MMBD en el año
2006, es decir, un crecimiento de casi
26 por ciento respecto al año inicial.
Pero
las cosas no se quedan allí. Según las previsiones de ese Plan de Negocios, el
suministro No-OPEP se mantendrá estacionario durante el lapso considerado
lapso, registrándose al final del período una disminución del 1,2%.
La
emergencia de Kazajastán, Colombia, Vietnam, Papúa Nueva Guinea, Uzbekishtán y
otros nuevos productores, y la próxima recuperación de un tradicional productor
gigante, Rusia, en el cual el capital petrolero internacional está realizando
grandes inversiones, será compensada con la inevitable caída de la producción
en Estados Unidos, México y el Mar del Norte.
Por
el contrario, el suministro petrolero aportado por los miembros de la OPEP
crecerá a una tasa del 5% interanual, al pasando de 27,8 millones de BD en 1995
a 47 millones en el 2006, para registrar un 69% durante el lapso
considerado. (Nota 2019: trece años
después esa producción es de 29 millones de bd)
Y
dentro de esas auspiciosas perspectivas de la OPEP a Venezuela se le asigna,
por arte de Birlibirloque, la mayor tasa
de crecimiento: un 7,5% interanual, que elevará la producción del país desde
los 2,7 millones de BD de 1995 a los proyectados 6 millones de 2006, un crecimiento
total de 122,22% durante el lapso.
¡Que
sabroso es “planificar” así! Minimizar los factores negativos, espolvorear las
dificultades sobre los competidores y
paralizarlos:
Así,
PDVSA aprovecha que ellos seguirán empeñados en defender los precios y se lanza
a la conquista de una mayor tajada del mercado.
Para
ello es necesario asignarse a sí misma todas las bondades competitivas:
eficiencia productiva, cercanía a los mercados, garantía de suministro sin
perturbaciones bélicas, cultura occidental, bajos precios, apertura a la
inversión extranjera con impuestos mínimos y ofertas de privatización total a
mediano plazo ¡y ya! la producción comenzará a crecer a tasas aceleradas.
Poco
importa que los incrementos de producción se hagan a costos unitarios
crecientes y con una participación fiscal y nacional cada día menor. En fin, lo
que importa es la expansión del “negocio” y las oportunidades de ganancias
rápidas que ofrece a los potenciales socios e inversionistas.
Ah,
pero cuando los efectos de la sobreoferta comiencen a sentirse, habrá que
echarle la culpa a otros, en particular a “nuestros competidores”, quienes han
tenido la osadía de seguir nuestro ejemplo y comienzan a recorrer el camino de
la sobreproducción. ¡El colmo es que hasta santificaron nuestra sobreproducción
en su última Asamblea OPEP, para poder hacer lo mismo! “Pero eso es
coyuntural”.
Venezuela,
que tiene 27.000 pozos en capacidad de producir y que en efecto produce por
unos 14.000, a una tasa de 250 barriles diarios es, a pesar de ello, y según
los cálculos de PDVSA, uno de los productores de más bajos costos unitarios,
tanto, que puede competir ventajosamente con
Arabia Saudita, Kuwait, Irak, Irán y los Emiratos Arabes, los cuales
producen por mucho menos pozos y a una tasa promedio de 5.000 barriles diarios.
Sólo
los eternos inconformes se atreven a insinuar que en esos países el costo
unitario por barril está por debajo de los dos dólares y que en el nuestro pasa
de cuatro de esos billetes... y hasta de seis si es para declararle costos a la
OCEPRE.
Ironías
aparte, se trata de un asunto de una gravedad particular, donde están en juego
gigantescas cantidades de recursos materiales y financieros y donde un
tratamiento subjetivo, falaz y sesgado por los intereses particulares, nacionales
y sobre todo extranjeros, que han impuesto la política de expansión a todo
trance, tendrá consecuencias catastróficas para el país y, sobre todo, para los
más golpeados sectores de la población.
cmp / 24 de julio de 2019
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