La OPEP hace 22 años…
Y hoy, tal como ayer
Carlos Mendoza Pottellá
12 de junio 2020
Las
desastrosas circunstancias de las que estamos siendo espectadores y víctimas
hoy en el mercado petrolero mundial, enfrentado a las consecuencias de la
ruptura de los compromisos adquiridos por los países miembros de la OPEP y sus
recientes asociados en la OPEP Plus, particularmente Rusia, acentuadas por la pandemia del COVID-19, nos
han colocado, también, frente al el insólito espectáculo de un Donald Trump,
que había prometido el combate a las prácticas cartelizadas de esa Organización
en el primer documento político de su gestión “An America First Energy Plan”,
amén de anunciar su propósito de aislar y combatir a los países forajidos,
Irán, Rusia y Venezuela, convertido en supremo intermediario, una especie de
Super-Secretario General de la Organización, conminando al Presidente Putin y
al Príncipe Mohamed Bin Salman a ponerse de acuerdo, ofreciendo ayuda a México
para que cumpliera con los recortes pautados y finalmente, felicitando en mayo a
esos líderes por los acuerdos de extensión de ese pacto.
Todo,
desde luego, para salvar de la bancarrota a sus productores domésticos, tanto a
los independientes de las envejecidas cuencas tradicionales de Texas, Oklahoma y otros estados, como a los nuevos emprendimientos del “shale oil”
de los campos de lutitas.
Nuevamente,
como desde hace 60 años, cuando fue fundada la OPEP, los detractores de los
mecanismos de defensa de los precios tienen que tragarse sus palabras.
Esos
detractores, por cierto, no han estado solamente en los principales países
consumidores y las corporaciones internacionales, los cuales pretendían seguir
disfrutando de las indefensión de los productores, aislados hasta entonces,
sino también dentro de cada uno de los países miembros de la Organización,
donde los sectores “modernos y competitivos”, siempre la han enfrentado como un
mecanismo al cual se le deja un pedazo de la soberanía: la voluntad de producir
lo que nos venga en gana al precio que sea.
Son
históricas las filípicas competitivas venezolanas contra el “poder de captura
de nuestros mercados naturales” que han ejercido nuestros fementidos
socios-competidores en la OPEP, como histórico fue el debate al respecto entre
Pérez Alfonzo y Uslar Pietri.
Iguales
fuerzas centrífugas se manifiestan en cada uno de los otros miembros y en más
de una oportunidad se han registrado trampas de cada uno de ellos en el
cumplimiento de las cuotas acordadas –que no impuestas como se acostumbra a
decir en el lenguaje corporativo y de sus
palangristas criollos.
Para
algunos venezolanos productivistas a ultranza, “la OPEP es una merienda de
árabes donde los venezolanos estamos de pepa asomada” y para algunos de los
países miembros del Medio Oriente, sería
“el invento de un venezolano loco”.
Sobre
este conflicto del “cartel that it’s not”, como refiriera un autor iraní,
muchas veces citado por mí, Abbas Al Nasrawi, he escrito desde hace décadas
varios trabajos. Revisándolos y comparando aquellas circunstancias con las
actuales, se puede percibir que la resiliencia de los argumentos anti-OPEP es
eterna.
Valga
el ejemplo contemporáneo:
En
un foro de discusiones en el que participo, se planteó recientemente el análisis de las sanciones
norteamericanas contra Venezuela y quiénes estarían, dentro y fuera de los
Estados Unidos a favor de esas medidas agresivas… Pues bien, si no hubiera
estado presente, el consenso habría sido el de que los demás miembros de la
OPEP estaban en primera fila de los interesados en el mantenimiento de las
sanciones para “cogerse” la cuota venezolana.
Volviendo
al pasado, para ubicarnos en el contexto de la discusión de hace 22 años y
explicar el tono satírico del trabajo que inserto después de estos párrafos,
debo aclarar que en ese momento el debate era álgido y los términos del mismo eran
bastante agresivos, hasta el punto de que la Gerencia de PDVSA llegara a considerar
que “una dictadura modernizante
garantizaría el cumplimento pleno de los objetivos de la corporación”. Una
muestra previa, de mi propia cosecha:
Es así como Luis
Giusti se atreve, desde la Presidencia de la empresa petrolera pública, a
plantear la conveniencia de “privatizar” a esa empresa; una privatización que,
por su magnitud, no puede ser asumida
sino por los grandes capitales transnacionales; es decir, que se trataría de
una simple desnacionalización.
Es así como el 21 de
junio de 1997 se inserta un millonario aviso en la Revista “Time” ponderando la
tarea fundamental en la que están inmersos estos gerentes-cónsules: ablandar a
una opinión pública todavía “demasiado nacionalista para aceptar lo inevitable:
la completa privatización de PDVSA”
“Una dictadura modernizante garantizaría el
cumplimento pleno de los objetivos de la corporación”, textualmente: “Se
elimina el VFE. Se modifica el esquema tributario para promover la inversión.
Apertura amplia a capitales privados
nacionales y extranjeros en todas las actividades petroleras. Promoción
efectiva de la industrialización de los hidrocarburos. Precios del mercado
interno competitivos... Venezuela se sale de la OPEP” (PDVSA, Coordinación de
Planificación Estratégica, “Escenarios Nacionales a Mediano y Largo Plazo”,
Caracas junio de 1993. Luis Giusti, Coordinador).
“Venezuela ha venido
sobreproduciendo desde hace unos diez años”.
Luis Giusti, El Nacional, 21 de Febrero de 1998. Pág. E-1. (Traducción:
PDVSA viene violando las cuotas de la OPEP desde hace 10 años)
“Compensaremos la
caída de los precios con más producción”. Giusti, Graff y Arrieta. Etc., etc., etc. [1]
Magia, esoterismo y chapucería
En la política petrolera venezolana
Lunes 23 de marzo
de 1998, Fundapatria y Reporte de la Economía
Reproducido en
“Política
Petrolera Contemporánea: Crónicas disidentes sobre la apertura y el poder
petrolero 1996-1999” /Carlos Mendoza Pottellá / FACES-UCV,
págs. 117-120, Caracas, 2000.
Venezuela
fue colocada, en materia de política petrolera, al borde del abismo. Pero como
los abismos producen vértigo, los dirigentes políticos y económicos del país
tratan de no ver hacia abajo y siguen aferrados a la cornisa de su voluntaria
ignorancia en la materia. Cierran los ojos y rezan.
Rezan
porque sea verdad que PDVSA compensará la caída de los precios con más
producción. Que los costos de producción de Venezuela sean, en verdad, de los
más bajos del mundo (a pesar de producir por 14.000 pozos a una tasa promedio
de 250 barriles diarios, 20 veces menor que el promedio en el Medio Oriente)
Que un milagro nos permita competir de tú a tú con Arabia Saudita, Irán, Irak,
Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos, -países donde no hay una gota de crudos
extra-pesados- para mantener e
incrementar nuestra participación en el mercado mundial al precio que sea. Que
Irak nunca se incorpore al mercado. Que se produzcan retardos en la
construcción de los oleoductos de Kazajastán. Que la guerrilla vuele los pozos
petroleros colombianos. Que no sean reparadas las obsoletas instalaciones del
campo petrolero gigante de Romashkino en Rusia. Que... en fin, son tantas las
cosas por la que habría que rezar, que para algunos se hizo ineludible tomar el
atajo de pactar con el diablo.
Y
es así como esa dirigencia nacional ha vendido su alma a los expertos y gerentes de vocación transnacional, quienes continúan produciendo “análisis” que buscan
la paja en el ojo ajeno, “demuestran” el
carácter coyuntural de la crisis, dejan de lado todos los factores negativos y
sólo ven las tendencias positivas para así producir unos bonitos escenarios
donde Venezuela gana, la OPEP pierde y nuestros rubios clientes nos compensan
con el primer premio al “suministrador seguro y barato” estampado en un bello
certificado con derecho a un viaje al mundo de las fantasías de Disney.
Debo
pedir perdón a los lectores por insistir con las comparaciones esotéricas,
pero es que sólo en estos términos es
posible responder a un discurso ayuno de seriedad y argumentos como el del
Ministro Arrieta el pasado domingo 22 de marzo, en el diario El Universal,
presentado bajo el curioso título de “La
OPEP está anacrónica” (sic)
Allí,
el Ministro hace gala de un arte que cada día se populariza más entre nuestros
dirigentes petroleros: el de hacer afirmaciones sin demostrarlas, amparados en
la irrebatible autoridad que les da su experticia técnica: Lo digo yo, que soy
ingeniero petrolero y sé de eso más que ustedes que nunca han visto un barril
de petróleo. Y punto. ¿Cómo es posible que estos legos se atrevan a discutirle
a los miles de técnicos de PDVSA?
Eluden
con ello el hecho de que se trata de un problema político-económico. Y que son
las decisiones políticas de los gerentes de PDVSA y de su cómplice Ministro las
que violentan los criterios de los técnicos anónimos y muy capaces que están al
frente de las operaciones diarias, y que no tienen nada que ver con esas
decisiones.
El
Ministro insiste en que la anacrónica OPEP se reúne para discutir siempre las
mismas cosas, ahora que los tiempos han cambiado. Repite –como siempre- lo
dicho con extrema ligereza por Luis Giusti al afirmar que la OPEP tiene una
“agendita” pasada de moda.
Esta
invocación de la modernidad, representada por ellos, los partidarios de la expansión
petrolera a como dé lugar, frente al anacronismo atávico de quienes sostienen
posiciones diferentes –como la defensa de los precios y la participación
fiscal- es la clásica posición de quienes quieren convencer sin tener reales
argumentos para ello. ¡Ah! ¿Es que tú no sabes que después que Einstein formuló
la teoría de la relatividad se acabó con el mecanicismo atávico ese de que dos
más dos son cuatro?
Una
Organización de Exportadores Netos de Petróleo es una antigualla. El propio
atavismo. Rezago de tiempos de confrontación, cuando “creíamos” que nuestros
clientes desarrollados nos querían esquilmar. Lo moderno es vender más y más
barato. Total, tenemos petróleo para 400 años. Y si no es así, que el que venga
atrás que arree. La OPEP debe modernizarse, abandonar eso de estar
“monitoreando” precios y producciones y dedicarse ahora a combatir a los
ecologistas que pretenden culpar al petróleo por las emisiones de gases
carbónicos, responsables del acentuamiento del efecto invernadero. Debemos
hacer campañas contra los autos eléctricos e inscribirnos –en este caso sí- en
los movimientos ecologistas antinucleares. Retomemos las viejas consignas de
nuestros maestros transnacionales: Muera el ferrocarril, vivan las gandolas y
las autopistas.
Tenemos
que hacer “lobby” en el Congreso de los Estados Unidos para lograr la
derogación de leyes anti-petroleras como la del “Aire Limpio”. Y... en cuanto
al valor del petróleo, bueno... lo moderno, lo chic, en estos tiempos de
globalización y apertura, es dejar esas cosas complicadas al “mercado”, es
decir, a los cultos y desarrollados compradores, quienes fijarán los precios
con sus sistemas cibernéticos, de acuerdo a sus mejores conveniencias. Y nosotros,
los salvajes y subdesarrollados poseedores de “apenas” un poco más del 80% de
las reservas mundiales (porcentaje que no nos dá ningún derecho a tener voz en
un “mercado” donde sólo tienen voz los compradores), nos contentaremos con
vender todo lo que podamos al precio que ellos quieran. (Cumpliremos así con la
beatífica admonición presidencial, hecha desde Miraflores el pasado 11 de
febrero, de contribuir al “equilibrio universal”, dándole al “mercado” lo que
el “mercado” quiere). Vamos a competir, que es lo moderno y dejemos atrás a los
carteles decimonónicos que restringían la oferta. (Por cierto que este argumento
increíble es también usado para promover la desnacionalización total de PDVSA;
hay que acabar con los monopolios –estatales- para que vuelvan los monopolios
transnacionales).
Repito
algo dicho en oportunidades anteriores: podríamos reirnos de los malabarismos
argumentales de los gerentes petroleros y su Ministro, pero debemos contener
las carcajadas, porque se trata de algo demasiado serio y de graves
consecuencias para el país y, sobre todo, para sus sectores de más bajos
recursos, sobre cuyas espaldas recaerá todo el peso de los huecos fiscales y de
los recortes presupuestarios.
Concluidos
los párrafos anteriores, nos enteramos que finalmente, contra la voluntad del
Ministro y sus jefes de PDVSA, -quienes en cualquier país serio ya habrían sido
destituídos- Venezuela fue llevada a una mesa de negociaciones en Arabia
Saudita, donde se impuso la realidad de
la conveniencia de los productores en lo tocante a la restricción de la oferta,
decidiéndose un recorte de los suministros de crudo.
Después
de desbordarse, hasta el último día y tal como lo reseña la prensa del domingo
22 de marzo que venimos comentando, en argumentos demostrativos de que la OPEP
y las políticas restrictivas de la
oferta son algo pasado de moda... los
genios de PDVSA y su Ministro títere han doblado la cerviz ante la evidencia
del desastre que estaban provocando.
Pero,
como quienes no hubieran roto un plato,
los departamentos de asuntos públicos comenzaron a funcionar inmediatamente,
para remendar el capote, distorsionando la realidad. Según el diario El
Nacional de este lunes 23 de marzo, voceros de PDVSA informan que “triunfó una
vez más la diplomacia petrolera de
Venezuela”. ¡Válgame Dios! Ahora nos van a decir que todo lo dicho en contra de
la OPEP y su incapacidad para influir en los precios era “una estrategia” ¡Hay
que ser bien descarados!
Nos
íbamos a preguntar hasta qué punto puede llegar el cinismo de nuestros
dirigentes petroleros, pero la respuesta nos llegó en el mismo pensamiento: es
evidente que no tendrá límites, como tampoco los tiene la voluntad de aferrarse
al poder y a los innumerables negocios particulares que se pueden generar desde
esas posiciones. Pero la paciencia
nacional sí debería tener límites y, hoy más que nunca, sigue vigente la
necesidad de apartar a estos chapuceros de los puestos de comando de la
industria petrolera, cuyas incompetentes ejecutorias, movidas por los intereses
privados nacionales y extranjeros que los controlan, han producido tantos daños
patrimoniales y de soberanía al país y a la inmensa mayoría de sus
habitantes.
CMP
/ lunes 23 de marzo de 1998
NOTA BENE
Como
suele suceder, la historia se repite. En aquélla oportunidad, como ahora, 22
años después, un acicate de ese acuerdo,
suscrito inicialmente por Arabia Saudita, Noruega, México y Venezuela… a
regañadientes, y ratificado posteriormente por toda la OPEP, fueron los intereses de los productores
domésticos norteamericanos, los cuales ya no soportaban un precio de 10 dólares
el barril.
La
Texas Rairoad Commission y el Secretario
de Energía norteamericano de entonces, Bill Richardson, fueron los agentes
impulsores trascorrales de este acuerdo entre productores netos
internacionales.
De
lo cual se colige que Trump no fue el primer dirigente norteamericano en apelar
a la OPEP ante los panoramas de desastre que se ciernen de vez en cuando sobre su industria petrolera doméstica.
En
este sentido, no se puede dejar de mencionar la participación activa y
subterránea de Henry Kissinger en el proceso de “lobby”, ante el Shah de Irán y
el Jeque Yamani, que condujo a la
multiplicación los precios de referencia del petróleo pactada por la OPEP en
diciembre de 1973.
No hay comentarios:
Publicar un comentario