Del debate petrolero
Carlos Mendoza Pottellá
Diciembre 2020
El pasado 5 de octubre publiqué mi último artículo, titulado Nacionalismo Petrolero: Veintiún años después, ¿Derrota final? https://www.aporrea.org/energia/a295880.html
Pasados más de dos meses y en unas circunstancias políticas y económicas nacionales que mantienen su carácter catastrófico y de callejón sin salida, donde el debate petrolero se circunscribe a una puja entre los promotores de las diferentes fórmulas de reparto de los despojos de esa industria, con un panorama petrolero internacional cada día menos auspicioso para los productores de menor rentabilidad como es el caso de la industria petrolera venezolana, y ante la certeza de que tendrá que ser por las malas que renunciemos al sueño de una renta que dejó de existir hace mucho tiempo, he decidido volver al campo que ha sido mi aliento vital desde hace cinco décadas.
Al hacerlo, y sin eludir el debate contemporáneo,pretendo remitirme a los orígenes, para tratar de identificar los polvos que generaron estos charcos en los cuales nos encontramos chapoteando.
Para ello propongo hacer un viaje al pasado, veinticinco años atrás, para luego regresar y constatar que hoy, como hace medio siglo, siguen vigentes, en las propuestas de todas las alternativas políticas contemporáneas, los sueños ruinosos de mantener a Venezuela en “las grandes ligas” petroleras.
Sueños alimentados por unas supuestas –pero inexistentes- mayores reservas petroleras del mundo.
Y precisamente, quiero hacerlo trayendo a colación unas cuartillas escritas en 1995, parte de la Introducción del trabajo de ascenso en el escalafón docente de la UCV que hube de presentar entonces, donde expongo una posición contraria al sentido común petrolero imperante entonces… y ahora.
Para poner en contexto argumentos allí esgrimidos, -sobre todo para los menores de 50 años-, debo decir que el escrito en cuestión tiene la impronta de quien fuera mi tutor en esa oportunidad, el Prof. Francisco Mieres, quien para entonces era objetode burlas generalizadas por su “extemporánea” propuesta de ir hacia “una Venezuela pos-petrolera”, hecha a partir de la reiterada constatación de la creciente caída de la capacidad generadora de excedentes de la industria hidrocarburífera.
Una tendencia que había sido premonitoriamente diagnosticada por el Dr. Juan Pablo Pérez Alfonzo desde 1970, año en el cual la producción petrolera venezolana llegó a la cima de 3 millones 700 mil barriles diarios, cifra que lo llevó a pronosticar que esa sería la cumbre, a partir de la cual se iniciaría su caída, para no volver.
No por casualidad, el demonizado “brujo de Los Chorros” tituló a la recopilación de sus trabajos de esos años como “Hundiéndonos en el excremento del Diablo” (Ed. Lisbona 1976, BCV 2012) y tuvo tiempo de reafirmar esa percepción en su postrer trabajo: “Venezuela se acerca a la debacle” (Revista “Resumen”1979).
Esos pronósticos han sido confirmados trágicamente en el transcurso de estas cinco décadas. Su autor los fundamentó en lo que calificó desde entonces como “la imposible siembra”, en su conocimiento del estado de los yacimientos petroleros y la forma como habían sido sobre-explotados en la década de los 60 por las compañías concesionarias, las cuales maximizaron en ese lapso la tasa de explotación, violando estándares técnicos, en previsión de lo que auguraban como su casi segura salida del negocio petrolero venezolano:
En efecto, la política de “no más concesiones”, propuesta por Pérez Alfonzo desde 1947, aprobada por el Congreso Nacional de ese entonces y luego dejada de lado por la dictadura perezjimenista, había adquirido rango constitucional en 1961 y colocaba definitivamente a 1983 como el año en el cual comenzaría el fin del régimen concesionario.
Tales circunstancias fueron correctamente evaluadas por las corporaciones internacionales, las cuales iniciaron la mencionada sobre-explotación de los años sesenta, para luego, en los 70, al calor de un conjunto de circunstancias internacionales que hemos referido varias veces desde entonces, promovieron la reversión anticipada, -sedicentemente denominada luego como “nacionalización petrolera”.
Su justificación fue expuesta por los voceros y geo estrategas de
"la industria", en particular James Akins, Zar energético de Richard
Nixon ["The Oil Crisis: This Time the Wolf is Here", J. E. Akins; 1973;
Foreign Affairs] y Gerard M. Brannon de la Fundación Ford, [Políticas respecto
a la OPEP", 1974] quienes teorizaban sobre la conveniencia de que los
Estados productores controlaran las fases primarias del negocio, teniendo en
cuenta que las mismas seguirían atadas a las redes de la "industria
global", que la tecnología y los técnicos que utilizarían estas empresas
"estatizadas" seguirían siendo los mismos y, como broche de oro, que
no tendrían otra alternativa sino operar con los medios y canales de comercialización
de las casa matrices corporativas.
Ya en ese tiempo, Akins se refería a las propuestas hechas a Venezuela
para comenzar la explotación conjunta de la Faja del Orinoco, las cuales se
estaban discutiendo con el gobierno venezolano desde 1971.
[“Política
petrolera venezolana en cinco décadas”, https://www.aporrea.org/energia/a294641.html]
En otras palabras, la evaluación de la realidad operativa y geopolítica de esos años llevó a las concesionarias a promover un nuevo esquema de relaciones, mediante el cual las fases menosrentables del negocio fueron dejadas en manos del propietario de los yacimientos, quien asumiría los costos y riesgos de nuevos emprendimientos, con el “bonus track” de que eso se realizaría bajo la gerencia de sus procónsules, designados por ellas mismas para administrar el negocio venezolano “nacionalizado”.
Comenzó así el proceso tantas veces criticado por los “profetas del desastre” de privilegiar la expansión de la industria petrolera más allá de los límites de la rentabilidad, que ya para entonces se hacían visibles para quien quisiera verlo:
“No
puede aceptarse que PDVSA fije motu proprio que ‘el signo de la industria en
los años por venir seguirá siendo la expansión en todos los órdenes de sus
actividades.’ Semejante disparate es la consecuencia de la obnubilación de
camarillas de tecnócratas envanecidos por el poder abusivo que a veces logran
atrapar. La expansión de PDVSA se convierte en contracción para los dueños del
negocio. En dólares constantes, la participación fiscal pasó de $ 7,25 en 1974
a $ 4,24 en 1978. Mientras ellos aprovechan la expansión en todos los órdenes,
la inversa, ‘a contracción’, continuará siendo el signo fatal para el indefenso
pueblo venezolano”
[Venezuela se acerca a la debacle,
en Petróleo y Ecodesarrollo de Venezuela” – Dorothea
Mezger, Compiladora – ILDIS- Ateneo de Caracas 1981]
https://petroleovenezolano.blogspot.com/2020/08/comedia-y-tragedia-de-la-planificacion.html/https://www.aporrea.org/energia/a293492.html
Sin más preámbulos, presento un extracto de la Introducción del libro“El Poder Petrolero y la Economía Venezolana”.
De viejas polémicas y conflictos presentes
Introducción (extracto) deEl
Poder Petrolero y la Economía Venezolana
UCV – CDCH,Caracas 1995 / págs. 23-29
Mucho
más que un lugar común, afirmar que Venezuela se encuentra hoy, en todos los
órdenes de su vida económica y social,
en una gran encrucijada, puede ser un recordatorio inútil de una realidad que
golpea todos los días a la gran mayoría de la población.
Pero
es necesario hacer el señalamiento para poder destacar otra circunstancia obvia
pero que, por eso mismo no se trae con la debida frecuencia a la conciencia de
los diagnósticos, sino que se deja como un trasfondo estructural peculiar de
nuestra realidad, pero respecto al cual sólo opinan los "técnicos en la
materia":
Es el
hecho de que el petróleo y su industria no escapan a esta situación dilemática
y conflictiva sino que, por el contrario los procesos que se desarrollan en su
seno forman parte esencial de la génesis del problema global del país.
En
consecuencia, las decisiones que se tomen en esta materia en la presente
coyuntura afectarán por largo tiempo los rumbos, no sólo de la industria
petrolera, sino de la sociedad venezolana toda.
Tal
es, a nuestro entender, la entidad de lo que se discute: la magnitud de los
recursos cuyo destino está en juego constituyen una masa crítica suficiente
para dejar huella profunda en las estructuras socioeconómicas del país, tal
como lo ha hecho durante todo este siglo.
El
sentido de esa huella, favorable o contrario al tantas veces ofrecido y tantas
veces preterido futuro de progreso y modernidad, de bienestar económico y
justicia social, que aún esperan los sectores mayoritarios de la población
venezolana, depende, en gran parte, de la claridad con la cual los dirigentes
del país logrenvisualizar y evaluar las
consecuencias a mediano plazo de las políticas, planes y programas planteados
hoy sobre nuestra industria petrolera. Porque, como en tantas oportunidades
anteriores, existen serias y muy fundamentadas dudas sobre las reales
posibilidades de éxito de tales propuestas y su coherencia con las expectativas
y prioridades de la Nación venezolana como un todo y, en particular, de esos
numerosos y perennes marginados del convite petrolero.
Es
indispensable, en consecuencia, aguzar todos los sentidos para escudriñar la
verdad entre la madeja de predicciones y escenarios, paraísos e infiernos, que
elaboran los distintos grupos de interés que pululan en torno al petróleo.
De
esta manera concebimos nuestra obligación como investigadores sociales
comprometidos con la lucha por un destino mejor para las mayorías nacionales.
De ese compromiso queremos dar testimonio en este trabajo, realizado para
cumplir con los requisitos académicos para el ascenso en el escalafón a la
categoría de Profesor Agregado.
El
tono polémico que anunciamos en esta Introducción responde al hecho de que la
política petrolera venezolana ha sido y es el escenario de confrontación de dos
posiciones irreconciliables en la concepción de la economía y la política
económica.
Por
años -los que tenemos en el oficio de la investigación económica- nos hemos
colocado en una de esas aceras conceptuales, en aquélla donde consideramos que
está representado, de manera abigarrada, difusa y diversa, con muchos matices y
contradicciones, el interés de las mayorías nacionales,y en la cual se agrupan quienes conciben,
postulan, o simplemente son intuitivos partidarios depolíticas tendientes a un funcionamiento más
equilibrado de la economía y la sociedad venezolana, que propendan a la
diversificación de las fuentes y los medios generadores de producción e
ingresos, al funcionamiento autónomo y autosostenido de su aparato productivo,
con minimización del tutelaje extranjero y de la consecuente y abusiva
expatriación de parte sustancial de la riqueza creada internamente.
Políticas
económicas que, sobre todo, reviertan las regresivas características de la
distribución del ingreso determinadas por el establecimiento -a partir de las
ventajas que proporcionaron, y proporcionan, los vínculos privilegiados con
elEstado, cultivados por mafias
peculadoras y élites aprovechadoras- de un capitalismo salvaje, con un elevado
sesgo monopolista y parasitario.
Desde
esa perspectiva, cuya certeza tratamos de fundamentar en los datos que aportan
la historia y la realidad contemporánea,nos abocamos al análisis crítico de la otra postura, perfectamente
definida: la de los partidarios de intensificar el carácter petrolero-dependiente
de nuestra sociedad.
Sus
más conspicuos representantes siguen soñando con la "imposible
siembra" a que hiciera referencia Pérez Alfonzo, proponiendo para
Venezuela el mismo camino que ésta recorriera durante siete décadas del
presente siglo, es decir, el camino de la expansión sin miramientos de la
industria petrolera, previa asociación incondicional con el gran capital
petrolero internacional y ofrecimiento al mismo de toda clase de garantías.
Todo ello para continuar recibiendo la habitual recompensa por el mantenimiento
de esa posición: participación privilegiada en los negocios que esa expansión
generará.
A tal
conglomeración de intereses internos y externos, semipúblicos y privados, es a
la que hacemos referencia al hablar de “elpoder petrolero”. En nuestro país, su influjo es avasallador y
multifacético: tiene potencialidadesde
inundación amazónica y penetración de vaso capilar. Ese poder petrolero cuenta,
desde luego, con el control de posiciones claves en la dirección de los destinos
políticos y económicos del país.
Razones
históricas, que hemos expuesto en otros trabajos y discutiremos más adelante,
han determinado la concentración de ese poder en torno a las posiciones de
comando de la industria petrolera pública, las cuales han venido a convertirse
en sujetos y objetos de ese poder.
Ello
es lo que explica la circunstancia de que, aún después de la nacionalización,
desde esas posiciones se ha mantenido la política anterior -la de las
concesionarias extranjeras- de diseñar y financiar labores de acción cívica y
propaganda para "vender", con todo la potencia de los grandes
recursos que administran, las imágenes y escenarios más favorables a los
sectores interesados en la política expansiva ya mencionada.
Ese
influjo se manifiesta en todos los órdenes y niveles de nuestra vida social,
desde las más pequeñas escuelas y asociaciones de vecinos, pasando por las
Universidades, sean éstas públicas o privadas, hasta -y sobre todo- los
principales medios de comunicación masiva, asociaciones empresariales,
sindicatos, partidos políticos de todas las tendencias y órganos decisivos de
los poderes públicos.
En
todos esos sitios campea por sus fueros el "sentido común petrolero",
una cierta ideología de lo aparentemente obvio, de fácil comprensión hasta para
el más lerdo, que se fundamenta en un cúmulo de medias verdades y situaciones
presentadas fuera de su contexto y complejidad, a saber:
“En
Venezuela no hay otra industria o actividad económica con magnitudes de
ingreso, rentabilidad y rendimiento comparables a la petrolera.Por tanto, el mejor destino del ingreso
petrolero es su masiva reinversión dentro del mismo sector para preservar y
expandir su capacidad productiva.
Seremos
petroleros por centenares de años más, así lo indican las inmensas reservas que
colocan al país en las "grandes ligas" del sector: PDVSA está
clasificada como la tercera empresa petroleradel mundo.
Y si
añadimos las "reservas posibles" de la Faja somos el primer país
petrolero del mundo.
Por lo
demás, esa es la mejor opción para el país como un todo, la que le ofrece
reales ventajas comparativas y competitivas: es la actividad que genera más del
90 por ciento de las divisas que ingresan al país.
Sin
embargo, la voracidad fiscal, el rentismo parasitario, característico de un
nacionalismo tercermundista ajeno a las realidades contemporáneas, amenaza la
salud de la "gallina de los huevos de oro" y obstaculiza sus
megaproyectos expansivos, obligándola a acudir al endeudamiento interno y
externo.
La
empresa petrolera venezolana es pechada con la mayor tasa impositiva del mundo.
Obviemos la circunstancia de que esos impuestos no son
otra cosa -en el caso venezolano-que
los dividendos del único accionista; lo cierto es que, según esa visión “ese ingreso fiscal petrolero se destina
principalmente a alimentar el gasto corriente de una sociedad parasitaria e
improductiva, perdiéndose todo efecto multiplicador”.
Todo
lo anterior configura, según los ideólogos del poder petrolero, el
enfrentamiento de una perspectiva o escenario rentista, representado en la
voluntad maximizadora del ingreso fiscal y un escenario productivo, el que
promueve y privilegia la expansión y profundización de las actividades
petroleras -y sólo de ellas, si nos atenemos a las proporciones y magnitudes
propuestas y comprometidas en sus megaproyectos.
Si
acogemos esta línea de razonamiento, y la agregamos ala política económica que ha determinado la
eliminación de barreras arancelarias y la apertura del país a los mercados
internacionales, --sin gradualidad en la transición desde el proteccionismo
parasitario anterior, ycon la cual se ha colocado a los inermes
productores nacionales, agrícolas e industriales, frente a lafiera competencia que impera en tales
mercados-- podremos construir sin mucho esfuerzo el escenario de un país
fundamentalmente exportador de petróleo y sus derivados, productor de algunos
otros y contados rubros minero-energéticos, industriales y agrícolas e
importador de toda clase de bienes y servicios para cuya producción competitiva
se encuentra incapacitado.
En
otras palabras, el tradicional destino de Venezuela en este siglo, como
podremos constatar si revisamos las estadísticas productivas y del comercio
exterior del país en ese lapso.
Todo
ello en nombre de una supuesta mayor eficiencia enla aplicación de los recursos disponibles y
en desmedro de monsergas tales como las de soberanía, diversificación de la
economía, crecimiento equilibrado, autonomía alimentaria, redistribución del
ingresoy otros productos de las mentes
trasnochadas de los eternos inconformes.
En
este trabajo tratamos justamente de hurgar más allá de lo aparente en estas
materias y de presentar lo que consideramos las reales perspectivas y
limitaciones de la industria y la política petrolera venezolanas.
Siempre
es difícil defender posiciones restrictivas en materia económica. En el caso
del petróleo venezolano, ello se convierte en un asunto extremadamente
delicado. Una apreciación incorrecta en cuanto a los niveles óptimos de su
explotación e industrialización, a la magnitud, oportunidad, sentido e
intensidad del crecimiento de esas actividades, puede, como dijimos en los
primeros párrafos de esta introducción, acarrear consecuencias de efectos
desastrosos a nivel de todo el país.
Así
sentimos el peso de la responsabilidad alhacer afirmaciones que pueden ser interpretadas comopostulación de una política
ultraconservadora, conducente a la frustración de iniciativas productivas que pudieran
rendir reales beneficios al país.
De
hecho, esa dificultad es explotada por quienes, colocados en una posición más
confortable -a la par que irresponsable- defienden políticas expansivas y
culpan a sus contradictores por las oportunidades perdidas:
"De
seguir el plan de expansión hoy estaríamos cansados de ganar dinero...".
La discusión se presenta siempre como escenificada entre quienes hacen y
quienes critican inoficiosamente, entre modernos pioneros, avasallantes tycoons
promotores de soluciones y oportunidades lucrativas, deslastrados de complejos
nacionalistas pasados de moda y los críticos sistemáticos, quienes se aferran,
cual avaros, a la defensa feudal de lapropiedad del recurso y a su conservación improductiva.
Planteadas
así las cosas se hace sumamente difícil sostener una posición moderada y, como
es nuestro caso, proponer la paralización de proyectos y la desaceleración de
los ritmos inversionistas. Corremos el riesgo de pecar por omisión y exceso de
cautela.
Pero
aun estando en lo cierto en nuestras expectativas pesimistas, el sentirnos de
una cierta manera colocados en el papel de Casandra o, como diría un
Ex-Presidente venezolano, de profeta del desastre, es realmente incómodo,
tanto, que muchas veces quisiéramos estar equivocados: Constatar fracasos no
produce ninguna satisfacción... al menos mientras no se alimenten tendencias
sadomasoquistas.
Todo
lo anterior viene a cuento porque queremos dejar expreso que entendemos la
gravedad de los planteamientos que hacemos y que, por ello, queremos darle a
los mismos el carácter de aportes al esfuerzo colectivo de búsqueda de la
verdad. Tarea en la que nos sentimos inmersos y en la cual el intercambio de
visiones encontradas puede permitir la revelación de ángulos incógnitos de la
realidad que pretendemos aprehender.
Aunque
apelamos a la historia para fundamentar nuestras afirmaciones y percepciones de
la realidad bajo estudio y sus posibles desarrollos, el tiempo histórico en el
que nos ubicamos es el presente. Un presente evanescente, volátil, del cual no
podemos tomar suficiente distancia para presentar un análisis imparcial y
desapasionado, porque somos parte interesada, en tanto que no aceptamos este
presente y aspiramos a que el futuro no sea una reproducción ampliada del
mismo.
Un
presente en el cual la verdad cambia de bando cada día, al calor de fenómenos y
procesos inéditos que socavan los cimientos de convicciones y creencias
seculares. Los datos de esta realidad contemporánea se mueven vertiginosamente,
sin ritmo, de las cimas a las simas, con amplios rangos de variabilidad y gran
carga aleatoria, haciendo de la impredictibilidad uno de sus rasgos dominantes.
Es así como, al querer descubrir las claves de esa evolución, nos encontramos
frente a verdaderas avalanchas de información que de un día para otro se hacen
obsoletas por la aparición de nuevos y contradictorios elementos.
Por
todo lo anterior, aun cuando inicialmente habíamos definido al año 1991 como
"fecha de cierre" del análisis de la realidad que presentamos, nos
vimos precisados a tomar los datos que iban surgiendo en el tiempo real en el
cual estábamos insertos al momento de la redacción del material, casi hasta el
momento de poner punto final, muchas veces, también, pospuesto.
...
De
manera particular, debemos señalar la circunstancia de que a partir del segundo
semestre de 1991 y hasta el presente, se ha agudizado la crisis largamente
incubada a que hacemos referencia en nuestro planteamiento del problema y, de
pronto, lo que hasta entonces era una posibilidad futura e incierta, cuya
realidad debía demostrarse, algo de lo que costaba convencer a los incrédulos
venezolanos petroleros, es ahora inescapable realidad: el petróleo ya no da
para más.
Lo que había ameritado un gran esfuerzo argumental, es ahora el obvio pan de cada día y hasta motivo para infelices cuñas televisivas como aquella que sostiene que "Ahora el petróleo eres tú".
Diciembre 2020
Mientras
tanto, el mercado en el cual deben realizarse esas hipotéticas reservas se hace
cada día más angosto, el “pico de la
demanda” es impulsado por la inminente transición energética hacia fuentes “limpias” y se agudiza la fiera
competencia entre los poseedores de las mayores reservas reales, de crudos
ligeros y de bajo contenido de azufre, para no quedarse con esos recursos como “stranded assets”.
Activos
varados, como sí lo son ya, en su mayor parte, las mil millonarias inversiones venezolanas generadoras de una
capacidad de producción de 1 millón cuatrocientos mil barriles diarios en la
Faja del Orinoco y de unos “mejoradores” con capacidad para procesar 650 mil
barriles diarios de crudos extrapesados, convertidos hoy algunos de ellos en simples
mezcladoras de esos crudos con naftas y otros crudos livianos, en ocasiones
importados,para “producir” el crudo
Merey de 16° API.
Para
tener una idea de la irresponsabilidad planificadora venezolana, tanto la
ejecutada a partir de 1983 que dio lugar a la adquisición de 17 refinerías
chatarra en las últimas dos décadas del siglo pasado, “para asegurar el mercado
que tendríamos
al salirnos de la OPEP”, como la programada
posteriormente, por ejemplo en 2010, para elevar a 30 el número total de
refinerías poseídas por PDVSA en 2030, las cuales garantizarían mercados propios
para la producción de 7 u 8 millones de barriles diarios previstos para ese
año, tenemos un baremo:
Los
pírricos resultados del remanente de esa multi-mil millonaria inversión, reducida a las cuatro refinerías de Citgo y
sus oleoductos,entre 2012 y 2016:
https://petroleovenezolano.blogspot.com/2019/01/citgo-la-internacionalizacion-revisitada.html
Los
centenares de miles de millones de dólares del patrimonio público venezolano,
vertidos irresponsablemente durante décadas en los bolsillos de los vendedores de chatarra
tecnológica, oferentes de procesos no probados, firmas de ingeniería y
construcción de infraestructura petrolera inútil, “certificadores de reservas”,
intermediarios oficiosos, corruptos oficiales y toda la corte de intereses
asociada a los procesos de planificación ya descritos, fueron fondos perdidos
por la Nación toda y sus consecuencias son y serán sentidas durante un largo
plazo por las generaciones venideras.
Magnitudes
irrecuperables, porque en la mayoría de los casos fue, y sigue siendo, un
desaguadero de descuentos para registrar ganancias inexistentes ante los
órganos controladores del mercado de capitales norteamericano y global. Porque
siempre fue una apuesta de sacrificios presentes con la oferta de un futuro
luminoso que nunca llegó.
Se
impuso una vez más, el dictum irresponsable de que “lo que es de todos no es de
nadie”, los derechos difusos a los
que aluden los juristas, cuando la dilapidación de un inmenso patrimonio pasa
frente a los ojos de 30 millones de inadvertidos despojados del presente.
Mientras
tanto, como en el tango, “el mundo sigue
andando” y se nos viene encima el pico de la demanda petrolera que convertirá
en elefantes blancos a todas las inversiones petroleras que se hicieron y se hagan
en localizaciones cuya rentabilidad se fundamente en largos plazos y se
encuentre muy cerca o por encima de los
límites de costos que impone un mercado cada día más competido, tal como es el caso
de los recursos petroleros venezolanos.
Eso
es lo que determinan los escenarios de los principales analistas y actores del
mercado petrolero contemporáneo, en previsión de los cuales algunos quieren
acelerar el paso de la liquidación de sus reservas y otros preparan el camino
para cambiar de rubro en el mercado energético.
En
el siguiente gráfico se puede observar que la diferencia entre optimistas y
pesimistas en esta materia es de una brevedad singular: 12 años, desde los
optimistas a todo trance –entre los cuales, y no por casualidad, se encuentran
los países miembros de la OPEP- quienes colocan la ocurrencia de ese cénit
dentro de 20 años, hasta los pesimistas que lo acercan a 2028, vale decir, sin
ofenderlo a usted, apreciado lector, dentro de 8 años.
Todo
ello sin mencionar a los más radicales, quienes consideran que el pico de la
demanda ya ocurrió 2019, como consecuencia de la pandemia COVID-19 y sus efectos
en cuanto a la modificación permanente de los usos y costumbres de movilización
y consumo de la población mundial:
Según
estos pesimistas, no habrá una recuperación en “V” de ese baremo, para volver de
inmediato a los niveles previos a ese año, tal como se presenta en los cuatros
escenarios del gráfico anterior.
Por
el contrario, ese retorno será contenido por la aceleración de proyectos de
transición hacia negocios energéticos “verdes”, impulsados por los gobiernos
comprometidos crecientemente con las metas establecidas en el Acuerdo
Energético de París y las cuales comienzan también a ser puestos en vigor, también, por las grandes corporaciones
petroleras, con sus proyectos para transformarse en empresas energéticas,
minimizandola huella de carbón de sus
producciones, mientras se multiplican
las bancarrotas de las empresas medianas y pequeñas incapacitadas para asumir
esos cambios de rubro en sus negocios.
La
reciente cumbre de Países OPEP+ produjo una serie de eventos paradigmáticos en
este sentido, con los Emiratos Árabes Unidos protagonizando, una vez más,
ytal como lo hiciera Venezuela en las
décadas 80 y 90 del siglo pasado, el eterno conflicto entre las ambiciosas
metas particulares de cada país y la
certeza de que una desbandada de ese grupo ocasionaría una catastrófica caída
de los precios, tal como sucedió en 1998, cuando los precios del WTI llegaron a
10$/bl y el promedio venezolano se hundió a 7 $/bl.
La
delicadeza del equilibrio logrado, se resalta por las circunstancias, no dejadas
de manifestarse y evaluadas como riesgo, de Irak, Irán, Libia, Angola y, sobre
todo los Emiratos, con aspiraciones y voluntad de aumentar su producción, tanto
por requerimientos críticos de sus economías, como por la magnitud de sus
capacidades disponibles y cerradas.
A
nivel global se enfrentan los escenarios y agendas verdes de BP, Total, ENI,
Repsol, Shell y otras, con la resistencia, por ejemplo, de los Ejecutivos de
Exxon frente a la creciente desvalorización de sus acciones, al proclamar el
compromiso corporativo de seguir siendo una orgullosa empresa petrolera, sin
crisis de identidad e impulsando nuevos desarrollos, como los de Guyana,
Surinam y otras localizaciones.
La
tesis de Exxon también es sostenida por los Directivos de Petrobras, ahora el
mayor productor de América Latina y con auspiciosas expectativas de reservas.
Añádase
a todo ello algunos ejemplos puntuales: Las dudas hamletianas de la noruega Equinor
entre sus compromisos ambientalistas y las magnitudes de su nuevo yacimiento
Johan Sverdrup, que obligan a un desarrollo a corto plazo dados los grandes
recursos ya comprometidos. Podrían citarse también los proyectos con toque
folklórico de nuevas refinerías enMéxico
y la pugna por implantar “pilotos” de fracking en Colombia.
Todo
ello frente a las perspectivas de la inminente reincorporación de los Estados
Unidos al proceso de cumplimiento de los Acuerdos de París y el posible acentuamiento
de las metas establecidas en París, en la reunión de ese Convenio que ya está en curso.
Justamente,
al análisis detallado de esas perspectivas y sus implicaciones para la
industria petrolera venezolana dedicaré mis próximos trabajos, con la mira
puesta en las enseñanzas de los citados “profetas del desastre”, quienes ahora
si merecen ese calificativo que, lamentablemente, honra su certera visión.
La
tendencia regresiva de la participación fiscal petrolera establecida
tempranamente por JPPA en su referido artículo “Venezuela se acerca a la debacle”, se continuó manifestando ininterrumpidamente
hasta nuestros días y ha sido recogida en un gráfico que he reproducido
insistentemente en diversas versiones, hasta las últimas cifras disponibles,
que datan de 2016:
No sobran las palabras. Sobre estas cifras se pueden hacer varios relatos, en géneros que van desde la picaresca cultura de las “comisiones”, lospresupuestos inflados y los “derechos a vista” en cada nivel donde hay una “talanquera” que cruzar, pasando por la malicia aprovechadora de los ingenuos sueños implantados en el inconsciente colectivo, hasta una epopeya de los grandes negocios del poder y la geopolítica, las recetas del extremismo neoliberal, y varios tomos de crónica policial.
La tarea de construir una
Venezuela pos-petrolera está a la orden del día en términos dramáticos y
partiendo de cero, y peor aún, desde el subsuelo de miseria en el cual está
hundido el noventa por ciento de la población.
CMP –18/12/2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario