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sábado, 16 de noviembre de 2019

EL CUERVO, EL POZO Y EL PETRÓLEO



El Cuervo, el Pozo y el Petróleo

Política petrolera venezolana la manera de Edgar Allan Poe [1]



Carlos Mendoza Pottellá

El actual estado catastrófico  de la industria petrolera venezolana es campo propicio para que se multipliquen fórmulas para su resurrección. Muchas de ellas, antagónicas entre sí, responden a posiciones ideológicas que pretenden vender un mundo luminoso, saltando sobre los escombros de la realidad y haciendo tabla rasa con la historia y las circunstancias que la determinaron.

En mis trabajos anteriores he expuesto una particular posición, ubicada  en una de esas orillas conceptuales, cuya evaluación y crítica corresponderá  a los lectores.

Sin pretensiones de ser portador de la verdad absoluta  sobre un problema de carácter complejo y multifactorial, he combatido, sin embargo, al extremismo neoliberal, el cual propone como solución para todos los males del país la pulverización de la gestión estatal venezolana sobre los recursos de hidrocarburos de la Nación, liberándolos, cual morrocoy sin caparazón, a las fuerzas del mercado, ungido como supremo garante de la asignación más eficiente de los excedentes generados por su explotación e industrialización… en un mundo cuyo control se disputan a sangre y fuego los grandes… Estados. [2]

Pero en tiempo real, el debate debe continuar. En esta oportunidad debo referirme a otro trabajo incluido en el libro-recopilación del colega Luis Oliveros, ya citado en mi artículo anterior. [3]

Se trata del artículo “Aspectos Jurídicos de la reconstrucción de la industria petrolera: Hacia un nuevo marco para promover la inversión extranjera” de José Ignacio Hernández G.[4]

Tal como proclama este  autor con legítimo orgullo en su primera nota al pié, (pág. 63),
“Este trabajo se basa en las investigaciones adelantadas desde el Centro Internacional para el Desarrollo de la Universidad de Harvard sobre la reforma de la regulación de hidrocarburos en Venezuela”.

Una referencia que explica casi todo: la búsqueda, en el contexto científico, cultural y político de Harvard, con todo su acervo ideológico, de una nueva legislación petrolera para Venezuela.

Desde luego que se trata de un ambiente mucho más glamoroso y técnicamente equipado que el de las subdesarrolladas instancias académicas y legislativas nacionales, pero cuyas carencias históricas y conceptuales se manifiestan de inmediato:

Un trabajo que ya en su segundo párrafo afirma que “el Gobierno eliminó la autonomía política de Petróleos de Venezuela…”,  sentencia que evidencia la profundidad de su bagaje  en materia de jurisprudencia venezolana.  

La pregunta obvia es: ¿En cuál instrumento legal o constitucional venezolano se consagró, desde 1976 hasta nuestros días, que PDVSA tendría “autonomía política”.

Por el contrario, esa afirmación sustenta la denuncia, hecha en su momento por políticos e investigadores nativos, entre ellos quien suscribe, de que PDVSA pretendió siempre comportarse como un Estado dentro del Estado, tomando decisiones de indudable interés nacional a espaldas de los poderes públicos.

De hecho, he dejado testimonio del más flagrante logro de esa conducta de “soberanía empresarial”, al analizar la “Internacionalización”, el programa de inversiones que llevó a la adquisición de 17 refinerías chatarra en el exterior, que se llevó a cabo eludiendo siempre  el control público y  legislativo en una materia de interés nacional por su magnitud, justificándola, de paso, con otra expresión de soberana voluntad empresarial: garantizar mercados para la producción triplicada de Venezuela… lo cual haría inevitable su liberación de las gríngolas de la OPEP, según postulaban y aspiraban sus “escenarios productores” enfrentados al rentismo fiscalista que había animado, desde 1866 y hasta entonces, a todas las “ediciones” del Estado venezolano. [5]

Pues bien,  y siguiendo el hilo de Ariadna que nos da el párrafo citado, en las siguientes páginas del texto in comento se espolvorea una lista de afirmaciones totalmente arbitrarias, con anacronismos similares al de Los Picapiedras o Trucutú –trogloditas con usos, costumbres y valores de clase media norteamericana- sobre las cuales caben dos posibilidades: o una magistral manipulación interesada para sustentar su posición ideológica o un supino desconocimiento de la historia social, política y económica de Venezuela, de sus fundamentos constitucionales, del origen de su jurisprudencia minera y petrolera y, en general, de su conformación como Nación soberana.

Esas páginas son las que trajeron a mi memoria la técnica del ritornelo inquietante, utilizada por Edgar Alan Poe en su poema “El Cuervo”:

Tal como el pajarraco del poema, que replicaba, ante cada triste y nostálgica reflexión del relator, con un desesperanzador “never more”,  -“nunca más”, según la traducción de José Antonio Pérez Bonalde, o “jamás” según otras versiones-  en las primeras 10 páginas de su trabajo, Hernández menciona 84 veces las palabras Estado y Gobierno, con abierta intención peyorativa, en un continuo sin solución, desde 1914 hasta 2019, en el cual relata la historia de los arbitrarios intentos de ese Estado para entrometerse en los negocios de “la industria”, ente mitológico lleno de bondades, Caperucita Roja eternamente asediada por el malvado lobo estatista.

Así por ejemplo, el autor obvia los orígenes de nuestra legislación minera,   -reminiscencia absolutista feudal según algunos- y tergiversa, de paso, el sentido del Decreto del Presidente de Colombia en 1829, transfiriendo a la República la soberanía sobre sus minas, hasta entonces ejercida por los reyes de España, y elude referirse al ejercicio de esa soberanía estatal  durante el Siglo XIX:

-        Las fallidas concesiones de 1866 en los Estados Nueva Andalucía y  Zulia.

-      La concesión de 1878 a Petrolia del Táchira, primera compañía de propiedad privada venezolana, que se instaló rudimentariamente, pero produjo, refinó y exportó hacia Colombia  por 52 años, hasta 1930.

-      La explotación y exportación masiva del asfalto de Guanoco, desde 1885 por la New York and Bermúdez, compañía concesionaria de ese lago hidrocarburífero, la cual financia en 1899 la “Revolución Libertadora” de Manuel Antonio Matos -la última guerra con  miles de muertos sucedida en este país- contra Cipriano Castro, por haberle éste cobrado 14 años de impuestos impagos, que es derrotada junto a su “revolución” en 1902 y resucita en 1908, al propiciar la instauración del primer Presidente petrolero venezolano, Juan Vicente Gómez. 

Pese a esos antecedentes, nuestro autor sostiene que “la historiografía señala como fecha de inicio de la industria petrolera venezolana el año 2014.[6]
Ergo: la verdadera historia sólo comienza cuando se ajusta a mi particular concepción del mundo, a mis argumentos y a mis protagonistas preferidos. Fue entonces, cuando… 

“…las empresas internacionales comenzaron a interesarse por el petróleo venezolano”.[7]

Pero nuestro citado no se da pausas: reconociendo la vigencia del principio concesionario en esa época auroral de “la industria”, sostiene sin embargo,  que en ese entorno político, favorable entonces a la inversión extranjera, la concesión…

“…era considerada como un contrato regido por el derecho privado que otorgaba ‘derechos de propiedad’ sobre los yacimientos con pocas restricciones estatales. Por lo anterior, el marco regulativo era claramente liberal” [8]

Baste señalar la pequeña incongruencia, de concebir una concesión temporal que otorga derechos de propiedad eternos sobre los yacimientos.

Pero en esos mismos tiempos comenzaron a aparecer signos inquietantes para el gusto de J. I. Hernández, razón por la cual, en su historia, se incrementa la frecuencia ominosa de la mención Estado, hasta convertirla en ritornelo amenazante al estilo Poe, como  puede observarse en el subrayado mío en las siguientes frases:

“…el crecimiento de la industria, y de los ingresos públicos que ésta generaba, impulsó al Estado a interesarse más en el control del sector. En 1920, bajo iniciativa de Gumersindo Torres se dictó la primera ley sobre el sector de hidrocarburos…”[9]

A finales de la década de los treinta, el Estado decidió asumir la realización de ciertas actividades económicas…

… con ello se inició en Venezuela la era del Estado empresario esto es, la técnica de intervención del Estado en la economía

… Luego, en 1939 el Estado decidió ampliar su rol regulador… surgió entonces el Estado regulador

…Todos estos cambios… estuvieron acompañados de un debate crítico orientado a promover una mayor participación del Estado sobre el sector petrolero

…Todo lo anterior marcó el fin del modelo económico liberal, basado en el principio según el cual la intervención del Estado debe ser mínima. Ahora, el Estado comenzó a asumir nuevos y crecientes cometidos por medio del Estado empresario y el Estado regulador. Este cambio se trasladó al sector de hidrocarburos ante la necesidad de ampliar la participación del Estado… (cinco veces en un párrafo)

…El mejor reflejo de este progresivo cambio lo encontramos en la Ley de Hidrocarburos de 1943 que, aunque mantuvo el modelo de concesiones, reconoció mayores responsabilidades al Estado.[10]

Para no seguir estresando los nervios del angustiado y fastidiado lector, baste decir que en la siguiente página, la terrorífica palabra, a la cual deberíamos aplicar la maldición de Lord Voldemort, se menciona impíamente, junto con su variedad también satánica, Gobierno, 14 veces, en la siguiente 9 y así sucesivamente, hasta completar las señaladas 84 menciones en 10 páginas.

Obsérvese que en esa reláfica de 105 años el Estado es un ente ahistórico, intemporal, un ectoplasma que trasciende conflictos ideológicos, políticos y sociales y se convierte en una permanente y diabólica presencia amenazante para el emprendimiento privado sin restricciones, para el mercado como  mecanismo óptimo de asignación de los recursos, única fuente real de riqueza y progreso.

No quisiera cargar las tintas con referencias ad hominem, ofensivas para el autor que comento, pero en mi opinión, ese conjunto de afirmaciones arbitrarias, colocadas una al lado de la otra sin relación de causalidad y sin   fundamento histórico, no puede merecer el título de “Aspectos jurídicos de la reconstrucción de la industria petrolera” que presume.

Lo que si expresa abiertamente es la voluntad de liquidar el actual régimen legal y constitucional que rige la materia de hidrocarburos en Venezuela, voluntad que se ha venido manifestando recientemente y cada día con mayor intensidad, dada la agudización de la crisis que vive el país, desde los polos generadores del pensamiento neoliberal. Sobre ello  he emitido mi opinión en los trabajos citados en la nota al pié número 2, de estas páginas.

De manera específica, he comentado el novedoso proyecto de Ley de Hidrocarburos introducido en la Comisión de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional, al cual me refiero en mi artículo “Proyecto de Ley Orgánica para la regulación del comercio de esclavos en Venezuela”, [11] del cual reproduzco de seguidas algunos párrafos pertinentes a la discusión que estoy planteando, en los cuales aludo...

“… a los pescadores en río revuelto, aquellos que se adelantan a proponer la construcción de un futuro petrolero para Venezuela centrado en el aprovechamiento privado del patrimonio colectivo.”

“…quienes continúan difundiendo, como señuelo demagógico, definiciones trucadas de los conceptos Estado-Nación, Gobierno, propiedad pública, propiedad colectiva y propiedad privada, para proponer que, como “la Nación somos todos”, podemos repartir ese patrimonio entre los vivos mayores de 18 años, despojando al futuro.”

De manera particular, destaco el siguiente párrafo,

Los términos de este anteproyecto desconocen todos los aportes de Gumersindo Torres, en tiempos de Gómez, de Nestor Luis Pérez Luzardo en tiempos de López Contreras, de Manuel Egaña en tiempos de Medina Angarita, para no hablar de Juan Pablo Pérez Alfonzo, demoníaco estatista que hasta se atrevió a proponer y constituir una compañía petrolera auténticamente nacional, la CVP, de cortos 15 años de mal ejemplo, porque fue desmantelada en 1976 para fundirla con las “culturas corporativas” herederas de las concesionarias Mobil y Gulf, en Corpoven, munida de sus respectivos convenios de asistencia técnica y comercialización,  y así borrar, de paso, todo vestigio de la anterior administración petrolera, autóctona y alineada con los intereses de esa “Nación que somos todos”.

En cuanto al proyecto presentado destaco:

En mi opinión, la significación más importante de esta propuesta es el desconocimiento de todo el ordenamiento legal y constitucional  que regula las asociaciones con capitales extranjeros, ofreciendo completo sometimiento del país a la legalidad corporativa internacional, garantizando rendimientos y e intangibilidad de los contratos, anulando toda la capacidad del Estado-Nación venezolano para legislar y darle rango constitucional a esta materia.

Y aquí vuelve mi remembranza al terror de Edgar Allan Poe:

Ese desmañado proyecto legislativo, cuyo fundamento se refleja en los “Aspecto jurídicos…”  que estoy comentando, se presenta como el péndulo que mueve una cuchilla afilada y desciende lentamente sobre el cuerpo atado en el fondo del pozo, del hereje, condenado en esta oportunidad por la inquisición neoliberal: El “estatismo” petrolero venezolano. [12]

Para mantener el “suspense” a la manera de las series televisivas, anuncio que “esta historia continuará…”

Pero antes, sin embargo, y para aportar un contexto particular a la crítica planteada en las líneas anteriores, trascribo de seguidas un material presentado en un ámbito de discusión y reflexión inusualmente abierta, en el cual intento resumir los fundamentos de mi posición sobre el tema abordado:



Notas para el Grupo de Boston:

En torno a los recursos de hidrocarburos de la Nación venezolana

En primer lugar, debo exponer mi opinión de que no se trata de “transformar” a la industria petrolera con novedosas –o ancianas- fórmulas mágicas, sino todo lo contrario,  de restituir los fundamentos de su constitución como gestora del patrimonio público: re-institucionalizarla.

En ese sentido, sostengo que la tarea que se le plantea a la Nación, de manera inaplazable,  es la de consolidar la condición legal y constitucional de   los hidrocarburos en general como propiedad pública nacional, sobre los cuales la República, en ejercicio de su soberanía,  establece los mecanismos para su administración, disposición, industrialización y operación.

Actividades que, en consecuencia, deben estar sujetas al control de los poderes del Estado –ejecutivo, legislativo, judicial, de control de gestión administrativa, etc.- de manera tal que se garantice a sus propietarios, vale decir a la Nación toda, -los habitantes actuales y por nacer en el territorio de la República- el óptimo, justo y equitativo aprovechamiento de ese recurso. (Hago esta puntualización para oponerme a la mistificación que pretende confundir a la Nación con una pequeña parte de ella, los ciudadanos, aquéllos quienes ostentan esa condición civil por ser mayores de 18 años)

Por ello, la organización operativa y ejecutiva que se establezca,  debe tener un ineludible carácter  estatal y debe ser capaz de llevar a la práctica, con los recursos técnicos y financieros requeridos, los fines de la Nación en esta materia

Desde luego, ello comporta un saneamiento del lamentable estado actual de su  organización, en particular de su órgano ejecutor PDVSA y la restitución de los prácticamente desaparecidos instrumentos y órganos de control previo y evaluación de gestión de su “único accionista”, la República.

Por todo eso es ineludible realizar un profundo diagnóstico de su funcionamiento actual, para erradicar las prácticas corruptas, la entronización de mafias, grupos de poder sectorial en las distintas fases del “negocio”  y, sobre todo, el manejo a espaldas  de la ciudadanía –en este caso sí- y de los órganos del poder público nacional de decisiones trascendentales.

La “caja negra” de la empresa estatal debe ser abierta a la evaluación de la colectividad nacional, la cual podrá decidir, en procesos de consulta democrática, los medios legales y operativos, dentro del marco de la Constitución vigente en cada momento, que conduzcan a un funcionamiento adecuado a los fines e intereses de la Nación.


Toda propuesta operativa, organizativa, de asociación con sectores privados nacionales e internacionales, de disposición de recursos para la inversión en proyectos en curso y prospectivos, debe ser encarada bajo estos principios.

Petróleos de Venezuela, Corporación Venezolana del Petróleo, o el nombre que se decida en un proceso de reestructuración de la industria, no debe ser una compañía anónima como tal, cuyas acciones se coticen en la Bolsa de Valores de Caracas o en Wall Street, aunque pueda tener en propiedad total o compartida  entes que sí lo sean, sobre proyectos limitados y específicos que no comprometan la propiedad del recurso.

Con ello quiero decir que esa Corporación estatal podrá constituir empresas mixtas, o asociaciones de cualquier clase para operaciones en áreas “aguas abajo”, sin mayores restricciones o para la inversión en proyectos  de explotación de yacimientos con amplitud de criterios, pero con límites claros, sin comprometer nunca el patrimonio nacional sobre el recurso, el cual es de una magnitud tal, que desborda los parámetros temporales y las magnitudes físicas máximas  de una operación económica a tiempo definido.

Lo contrario es el caso de una empresa estatal “sociedad anónima”, cuyas acciones podrían cotizarse en bolsa y, en consecuencia, transferir a particulares la propiedad parcial, pero eterna, sobre recursos no cuantificables e inalienables.

En cualquier caso, las operaciones y transacciones  que puedan comprometer el recurso por lapsos extensos y en magnitudes considerables, han estado siempre definidas  como materia de interés púbico nacional y han requerido, aunque ello se ha eludido irregularmente, la aprobación previa de los poderes legislativo y judicial.

Finalmente, todo lo concerniente a esta materia estará sujeto a las disposiciones del marco constitucional vigente en cada momento en el cual se tomen decisiones de este orden.
cmp/16/11/2019




[1]  Edgar Allan Poe es el precursor, denso e irrepetible, del “género negro” de la literatura, cuyas expresiones han  proliferado, desde Stephen King y la excelsa maestría cinematográfica de Alfred Hitchcock, hasta la bazofia de muertos vivientes y vampiros que inunda las modernas cadenas televisivas.  En primer lugar haré referencia a la utilización de una de sus técnicas, el ritornelo, en el debate político  petrolero. https://es.wikisource.org/wiki/El_cuervo_(Traducci%C3%B3n_de_P%C3%A9rez_Bonalde)

[2] Refiero aquí los trabajos donde he abordado el tema, y contienen gran parte de los argumentos aquí esgrimidos:  https://petroleovenezolano.blogspot.com  y
https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella, específicamente los titulados “Ley para la regularización del comercio de esclavos en Venezuela”, “La oportunidad la pintan calva”, “El cartero llama dos veces”, “Volver al Futuro IV”  “Soberanía, delenda est” y “Política petrolera venezolana en tiempos de catástrofe”.

[3] Oliveros, Luis, La Industria petrolera en la era chavista, crónica de un fracaso,  Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro, UCAB, Caracas 2019.
[4] Op. Cit. Págs.. 63-92.
[5] “Citgo, la Internacionalización revisitada”, última actualización resumida de un trabajo iniciado en 1989, e inserto parcialmente como capítulo de mi libro El Poder Petrolero y la Economía Venezolana, UCV-CDCH, Caracaas 1995. (Cap. V.2.3. págs. 211-242)
[6] Op. Cit. Pág. 64.
[7] Ibíd.  
[8] Loc. Cit., pág. 65.
[9] Loc. Cit.
[10] Loc.Cit. págs. 65-66l

lunes, 2 de septiembre de 2019

EXPANSIONISMO PETROLERO


Expansionismo Petrolero:
¿Resiliencia competitiva o “viveza criolla”?

Carlos Mendoza Pottellá

PREÁMBULO INDISPENSABLE
Concluida la redacción de este trabajo, percibo la aparente incongruencia de hablar de “expansionismo petrolero” en momentos de desmoronamiento de nuestra industria petrolera y  caída perpendicular de sus niveles de producción, pero mantengo el título porque me refiero a una tendencia histórica profundamente arraigada en el alma venezolana, fundada en la mitología neoliberal y  privatista que, con ropajes de modernidad, se postula como la única salida de la crisis actual. CMP

En este mes, el 14 de septiembre, se cumplen 59 años de la fundación de la OPEP. 

Excusa a partir de la cual pienso desenrollar un ovillo problemático, reiterando viejos enfoques críticos y tratando de aportar nuevos:

Desde esa fecha, y partiendo de los debates protagonizados en varias oportunidades por el proponente de esa controversial Organización, Juan Pablo Pérez Alfonzo, y su principal detractor,  Arturo Uslar Pietri, los venezolanos estamos inmersos en un dilema irresoluble en términos de mercado ¿cómo producir más y a mayores precios?

“La OPEP no nos ha beneficiado mucho. Esa Organización nunca ha tomado en cuenta a Venezuela ni sus intereses para nada. El sistema de cuotas es contrario a los intereses de Venezuela.”
"Yo no sé quién tiene la responsabilidad, pero alguien la tiene, de que Venezuela haya aceptado que la OPEP establezca cuotas de producción petrolera. Eso va contra el interés de Venezuela.” [1]

Con esta afirmación, el Dr. Uslar pretendió olímpicamente desconocer –cosa ésta impensable en él- que los objetivos declarados de la Organización en su acta fundacional fueron, precisamente, defensa de los precios y prorrateo de la producción, vale decir, establecimiento de cuotas.

Que eso no se hubiera cumplido durante sus primeros 16 años de existencia, para amargura de su principal promotor, no significaba que fuera un invento de 1986.

Por cierto que, el afirmar irónicamente que desconocía quién había sido el responsable de esta política, es también un despectivo estilo mayestático, clásico y propio de los que se sienten con derecho y poder para decidir quién es digno de mención y quiénes no.

En distintas épocas desde entonces, el debate original ha adquirido connotaciones existenciales y de enfrentamiento agónico entre el expansionismo a todo trapo, que pugna por quitarse las gríngolas de la OPEP, promoviendo su abandono y quienes abogan públicamente por la defensa de los precios pero que, íntimamente, también sueñan con el aumento millonario de la producción.

Ambas posiciones impregnan los actuales enfrentamientos de los liberales, competitivos, modernos defensores de la iniciativa privada, profetas de los nuevos tiempos de globalización y apertura post guerra fría y muro de Berlín, con los “estatistas”, extremistas socialistas, defensores del carácter de propiedad pública que asignan a los recursos petroleros, cicateros promotores de un nacionalismo desfasado y premoderno, anclados en la preservación de una soberanía inútil, de origen absolutista y feudal, que obstaculiza el desarrollo de las fuerzas productivas, el emprendimiento y la generación de riqueza por y para los más eficientes ciudadanos de este país.

En distintas oportunidades y tonos me he referido a estas circunstancias, pero mi motivación actual proviene de recientes  intercambios de ideas con otros colegas, entre los cuales salta la liebre competitiva cuando, a la manera de Uslar Pietri, colocan a los demás miembros de la OPEP, dentro de “nuestros competidores”, quienes se han apropiado de las cuotas que hemos dejado vacantes por la caída de nuestra producción, razón por la cual debemos considerarlos también como interesados en el mantenimiento de las sanciones de Estados Unidos contra Venezuela, al lado de los demás países latinoamericanos productores de petróleo, los cuales disputan también por el cada vez más estrecho mercado norteamericano.

Y se trata de colegas que concuerdan en la necesidad ineludible de un nivel de precios que permita el sostenimiento de nuestra crecientemente costosa producción, tanto por agotamiento y necesidad de recuperación secundaria ampliada en nuestros yacimientos convencionales, como por las elevadas cotas de ese parámetro -80 a 130 dólares el barril- que debe remontar una cada día más inviable expansión de la producción y mejoramiento de los crudos extrapesados de la Faja del Orinoco, en donde paradójicamente reposa más del 20% del petróleo  de este planeta.

De hecho, el carácter contradictorio de ese discurso “competitivo” que simultáneamente clama por mayores precios, me llevó recientemente a comentar, en un evento público, que el único consenso que existe en la aguda confrontación política actual es el de que todas las facciones enfrentadas “planifican” para alcanzar en el corto plazo una producción de 5 o 7 millones de barriles diarios… si los dejan aplicar sus respectivas fórmulas milagrosas, que eludirán el estancamiento de la demanda, la vertiginosa emergencia de las lutitas norteamericanas,  los nuevos hallazgos de crudos livianos en Guyana, Brasil, Uganda y el Mar del Norte, la expansión de campos gigantes en Arabia Saudita y las crecientes limitaciones al consumo petrolero que impondrá, en el mediano plazo, la inevitable transición energética.

Pese a todo, esa disputa, doméstica y autista, se centra en tratar de demostrar cuál de las opciones políticas actuales está mejor preparada para alcanzar las elusivas metas, legítimas herederas del “megadisparate de PDVSA” de 1982,[3]  y de las  planteadas posteriormente en 1992 para ser alcanzadas en el 2002, de 5 millones de barriles diarios, con las “políticas volumétricas” (“compensaremos la caída de los precios con el aumento de la producción”) de las Guías Corporativas de PDVSA, elaboradas por los entonces Planificadores Mayores Ramón Espinasa y Bernard Mommer [4].

Estas “Guías” nos permiten calibrar la magnitud de los sueños que se formularon en ese año y que se replican hasta nuestros días:
En primer lugar, Espinasa y Mommer estimaron que Venezuela tenía reservas probadas  de petróleo, gas y carbón, que sumaban 88 mil millones de barriles de petróleo equivalente 
“…y si se incluyen las especulativas, los recursos recuperables pudieran alcanzar los 504 MMM BPE”
“Si se deseara explotar por lo menos 160 MMMBPE en vez de los 504 MMMBPE totales, a fin de aprovechar el ciclo de vida de estos recursos, se tendría que alcanzar rápidamente una producción de 9 MMBPED, donde los crudos pesados llegarían a los 5 MMBPED” [5]

Esa “política volumétrica”, que estimaba alcanzar los 5  millones de barriles diarios en el 2002, feneció anticipadamente con el hundimiento de los precios de la mezcla de crudos venezolanos, por debajo de los 14 dólares esperados, a menos de 7 dólares el barril en 1998:

Esa “política volumétrica”, que estimaba alcanzar los 5  millones de barriles diarios en el 2002, feneció anticipadamente con el hundimiento de los precios de la mezcla de crudos venezolanos, por debajo de los 14 dólares esperados, a menos de 7 dólares el barril en 1998:


Pero fue resucitada en 2005,  “coincidencialmente” por vía de uno de sus progenitores en tiempos de ”apertura”, el entonces Asesor Mayor Bernard Mommer,  y ahora Viceministro de Energía y Minas de la nueva era,  luego de que los precios alcanzaron los 40 dólares y siguieran rumbo a los 100, dado el estricto cumplimiento, a partir 1999, de las cuotas pactadas por todos los integrantes de la OPEP, paradójicamente espoleados, en esa oportunidad, por los intereses petroleros independientes… norteamericanos, los cuales no soportaban precios debajo de 10 dólares el barril.

Un renovado respeto a las cuotas que, finalmente, fue refrendado por la II Cumbre de Jefes de Estado de la Organización, convocada por el Presidente Chávez y realizada en Caracas en el 2000.
De tal suerte que, comenzando en el referido año 2005, se volvieron a desatar los sueños expansivos, registrados en el Plan de la Patria de  PDVSA inicial, y en todos los sucesivos, reincidiendo en la fijación de metas inalcanzables de 5, 7 y 8 millones de barriles diarios, en 20010, 2012, 2015 y... septiembre de 2018, cuando se estableció, por enésima vez, que el país produciría 5 millones de barriles diarios en 2025.











Lo peor de todo es la ceguera y la contumacia: tras doce años de fracasos y en pleno hundimiento de los antiguos proyectos, se sigue insistiendo en la “política volumétrica” fundada en las “mayores reservas petroleras del mundo”, centradas en los 270 mil millones de barriles de la Faja del Orinoco: 5 millones de barriles diarios, otra vez, y dentro de 6 años.


Contradictoriamente, todos estos planes fueron –y todavía son- coetáneos con el sostenimiento, dentro de la OPEP y en el discurso público, de la sedicente posición de “halcones”, al lado de Irán, como los  principales aupadores del mantenimiento y profundización de las cuotas para defender los precios.

¡El propio comportamiento esquizoide!

En descargo de nuestros planificadores petroleros, sin embargo, debo decir que esas tendencias centrífugas se han manifestado a través del tiempo en todos sus miembros. A este respecto, en otras oportunidades he citado el trabajo del Profesor iraní Abbas Alnasrawi, titulado “OPEC: The Cartel that it is not”,[6] en el cual describe el comportamiento muchas veces tramposo de sus miembros, en el seno de cada uno de los cuales sectores influyentes alimentan complejos de culpa, por lo que consideran como una dejación de soberanía: la fijación, por consenso internacional, de los niveles de producción de sus respectivos países:

 “Es importante destacar, sin en  embargo, que el carácter conflictivo de la pertenencia a esta Organización es generalizado: en cada uno de los países miembros actúan fuerzas opuestas a prorrateos de producción y fijación concertada de precios.
 En nuestro trabajo de ascenso anterior citábamos el artículo del Profesor iraní Abbas Alnasrawi, en el cual  analiza la resistencia de los miembros de la OPEP a la acción colectiva. Resistencia que, durante los primeros años de su existencia, dificultó la defensa de los precios y convirtió a la OPEP en una organización marginal. En Venezuela pervive esa resistencia y  en las opiniones de destacados dirigentes del país subyace todavía la idea de que la OPEP es una Organización de árabes donde nuestro país está arrimado. De factura más reciente y vinculada a la idea de que el subdesarrollo y el tercermundismo son condiciones ideológicas, mas bien psicológicas, y no materiales, es la percepción que tienen algunos "modernos" analistas sobre la OPEP como instrumento de un pasado de confrontación, no cónsona con las nuevas realidades internacionales: el subdesarrollo estriba justamente en permanecer en ella.” [7]

Haciendo énfasis en las diferencias, políticas, religiosas, culturales e históricas entre todos y cada uno de sus miembros, se resaltan los potenciales antagonismos.    

Pero a la postre, siempre se ha impuesto el interés común a todos los propietarios del recurso, naciones o particulares, de maximizar el ingreso petrolero unitario. Interés que en muchas oportunidades fue compartido por productores nativos de países no miembros de la OPEP, como Noruega, México, Canadá,  Kazajastán y… los Estados Unidos.

Ese interés ha superado situaciones de guerra entre algunos de sus miembros, como sucedió durante casi una década entre Irán,  Irak y Kuwait. Confrontaciones político-religiosas entre los sunitas del Golfo Pérsico y los shiitas iraníes. Diversidad política extrema entre países socialistas y musulmanes, árabes y latinoamericanos occidentales, cristianos y anticomunistas, reinos feudales, democracias y dictaduras.
Creo pertinente, entonces, rememorar mi propia visión, asentada en la obra citada en la nota anterior, sobre el origen y significado de esta “resiliencia competitiva venezolana”, que en los últimos años ha adquirido connotaciones de “viveza criolla”, al pretender estar al mismo tiempo con Dios y con el diablo.

 “Es oportuno mencionar el hecho de que, un punto focal, de convergencia de los intereses privados nacionales y foráneos, con los defensores dentro del sector público del inversionismo petrolero a ultranza, es precisamente la oposición a la pertenencia de Venezuela al único organismo desde el cual, independientemente de sus contradicciones internas y de nuestros gustos históricos, políticos, raciales o culturales, estamos en posibilidad de ejercer el poder al que hacemos referencia: la OPEP.

Siglas de pesadilla para algunos de estos sectores, en tanto que representan limitación y techos de producción, con la consecuente reducción de desembolsos, de negocios y de ejercicio del poder. Son antológicas y grotescas las manifestaciones de alegría que se generan en el entorno gerencial y comercial de la empresa petrolera estatal venezolana durante los momentos de mayores dificultades para la organización. Momentos durante los cuales han ejercido todas sus facultades de presión para lograr la defección de Venezuela.” 
[8]

¡Nos vamos y san se acabó!, Quiros Corradi dixit.

Reseñaba entonces,que las corporaciones petroleras internacionales se ocuparon siempre de desalentar cualquier iniciativa integradora de los países exportadores netos, propalando la urgencia de incrementar la competitividad, vale decir, de bajar la participación nacional en el negocio para enfrentar el creciente “poder de captura de mercados” de los demás:

“Se postula, por el contrario, la necesidad de ser competitivos y de lanzarse a una política agresiva, a una escalada de inversiones "down stream" y acuerdos tipo "netback" que, aunque comporten en definitiva un incremento en el costo de ventas, garanticen el "acceso preferente" a los mercados que permita compensar con mayor producción los disminuidos rendimientos unitarios que tal política determina”. 
“Por esto, en Venezuela, las proposiciones de Pérez Alfonzo chocaron con el escepticismo mayoritario de la opinión pública y la hostilidad manifiesta de las concesionarias extranjeras. La lucha no ha cesado desde entonces. Cada cierto tiempo resurgen los partidos contra y pro OPEP. Unos decididos y con claridad de metas e intereses y otros vergonzantes, consumidos por la duda de estar defendiendo a una organización de perdedores frente a los dueños del éxito, al atraso frente a la modernidad.” [9]

Cabe aquí destacar que un instrumento de este camino competitivo, promotor de la salida de la OPEP y de la garantía de acceso preferente a los mercados lo constituye, precisamente, la citada escalada de inversiones down stream y acuerdos tipo “netback”, iniciada en 1983 por el Ministro de Minas de entonces,   Humberto Calderón Berti, con la anuencia expresa del entonces ex-Pesidente Rafael Caldera, quien alegó, con meridiana claridad, que la “internacionalización” sería la alternativa venezolana a la OPEP. [10]

“En las investigaciones promovidas en el Congreso ha quedado de manifiesto el hecho de que los consultores jurídicos de PDVSA y el Ministerio de Energía y Minas, de consuno con el Procurador General de la República, constituyeron un "jurado complaciente" para escudriñar en los vericuetos de la Constitución Nacional y las leyes específicas del sector petrolero a fin de encontrar una fórmula que permitiera a la industria eludir la obligatoriedad de someter un contrato de evidente interés nacional a la consideración y aprobación por parte del Poder Legislativo.” [11]

A partir de entonces se adquirieron 17 refinerías chatarra en las cuales invertimos montos gigantescos para su modernización y de las cuales nos queda el residuo pírrico de las 4 refinerías de Citgo.[12]

Posteriormente, en 2005, y siguiendo el mismo comportamiento utópico ya referido,  de simultaneidad entre el reconocimiento de la necesidad de defender los precios y la multiplicación de las metas expansivas  de la producción, en materia de refinación, PDVSA se planteó la adquisición de nuevas refinerías, que se sumarían a las 17 mencionadas antes, para colocar en ellas nuestras “crecientes exportaciones”, tal como lo muestran las siguientes láminas:


En 2010, todavía se registraba triunfalmente el resultado expansivo:


Y simultáneamente, se anunciaban los planes de elevar el número de refinerías poseídas por PDVSA en todo el mundo a 37 para 2030.

Estos planes se basaron, desde 2005, en un “Análisis de Entorno” lleno de consideraciones ilógicas, tales como la de constatar que no existían en el mercado nuevos proyectos para la construcción de  refinerías, e inferir de ello, por imperio absurdo, que esa era una señal para “actuar ya”:
Los descuidados capitales petroleros internacionales estaban dejando el campo libre a los perspicaces conquistadores internacionales de PDVSA.


Desde luego que estos planificadores no son idiotas ni inocentes, por el contrario, se pasan de avispados, porque están seguros de que estos mensajes serán comprados, como “paquete chileno”, por la ignara dirigencia política y económica venezolana, la cual también se come el cuento de que en Venezuela están las mayores reservas probadas del globo y, en consecuencia, soñando con el chorro de dólares que administrará, está dispuesta a liberar ingentes cantidades de recursos que, como ya el país entero ha constatado, arderán en las hogueras de los negocios, inviables para la Nación, pero ampliamente favorables para sus gestores particulares.


Estas 37 refinerías, con 4 millones 485 mil barriles de capacidad conjunta, se sumarían  a los 10 “mejoradores” con capacidad de procesar 1 millón 630 mil barriles diarios de crudos extrapesados que estarán instalados para la época.


La sola visión de la infraestructura requerida para el funcionamiento de este complejo mejorador, que se presenta en el siguiente gráfico, es la prueba más palpable de su carácter funambulesco, de pirotecnia para el público de galería:


Seis mejoradores nuevos, una refinería, 282 taladros, 2 nuevos terminales marítimos y la ampliación de Jose, 25 tanques de almacenamiento con una capacidad total de 15,5 millones de barriles, 3.739 kilómetros de oleoductos.

Pues bien,  59 años después de la fundación de la OPEP, tales siguen siendo las posiciones sostenidas  ahora, abiertamente por algunos y solapadamente por otros, en momentos en los cuales las expectativas del mercado petrolero internacional son menos que moderadas en el mediano plazo y con seguridad declinantes en el largo plazo,  etapas en las cuales sólo los países del Medio Oriente pertenecientes a la OPEP podrán elevar, aunque a ritmos decrecientes, sus niveles de producción, según se muestra en el cuadro y gráfico siguientes:





Las expectativas de crecimiento de la producción venezolana son evaluadas como muy limitadas por todos los analistas y organismos internacionales especializados, fundándolas todas en los recursos de la Faja del Orinoco y precios requeridos entre 80 y 130 dólares el barril, como ya referí, y con una ventana volumétrica mínima, como lo reflejan cuadros y gráficos de distintas fuentes [14], dos de los cuales presento aquí:
Pese a todo lo anterior, el germen expansionista, la resiliencia competitiva y la viveza criolla, atacan desde el fondo de una industria hundida por una pésima gestión gerencial y técnica, la corrupción y la planificación de pajaritos preñados, la cual ha consumido una parte sustancial de los ingresos netos de la Nación, desde 1978 hasta nuestros días. Todo ello potenciado a la enésima potencia por las sanciones norteamericanas que pesan sobre el país.

Y para muestra conclusiva de las consecuencias del expansionismo petrolero “nacionalizado”, que ya pasa de 40 años, tres botones finales:
En primer lugar, los resultados de la Internacionalización 1998-2001 y los de CITGO en los últimos cuatro años registrados:

PDVSA: Negocios Internacionales 1998-2001 (Millones de Dólares)



1998
1999
2000
2001
Ingreso por Ventas
12.161
13.989
22.766
26.927
Ganancia en Operaciones
461
174
515
638
Descuento (Suminsitro Vzla)
-617
-642
-764
-936
Inversiones
-277
-517


Ingreso Neto Nación
-156
-468
-526
-298


Suministro Vzla. MBD
768
800
837
1.026


Saldo Neto $/barril "Negocio"
-0,20
-0,59
-1,59
-0,29
















































En 1916, el suministro a CITGO constituyó el 22,7 % de las exportaciones totales de Venezuela a Estados Unidos, según datos del Departamento de Energía de ese país.[16]

De seguidas el gráfico que registra el incremento de los costos netos y la consecuente caída de la suma de la participación fiscal y los aportes al desarrollo social, que se traducen en la desaparición de la renta petrolera, en cumplimiento de la profecía de Pérez Alfonzo en cuando a la inevitable caída de la capacidad generadora de excedentes de la industria petrolera venezolana.



Y finalmente, el gráfico que registra el principal y más indignante resultado de la “internacionalización” y el “posicionamiento en los mercados internacionales”:
El porcentaje  representado por el costo de adquisición de crudo y productos no venezolanos requeridos para alimentar el parque refinador internacional, dentro de los costos totales de la industria.



En resumen, considero que este terrible panorama de caída libre sólo puede ser abordado con un enfoque político nacional de amplio espectro, autocrítico, múltidisciplinario, transversal e integrador de las diferencias, con la supeditación de los intereses particulares legítimos al interés general, con un diagnóstico descarnado y sin contemplaciones, que supere la ignorancia generalizada, que castigue, cauterice y prevenga las corruptelas, que abra las puertas al escrutinio público de esa caja negra donde se han perpetrado y se sigue perpetrando negocios turbios y, por ende, lesivos del patrimonio público e intergeneracional.
Tareas para las cuales, según mi opinión y muy lamentablemente, no estamos todavía preparados ni dispuestos a afrontar. Perdóneseme el optimismo. 

 cmp, septiembre 2019



[1] El Universal, 12 de agosto de 1990, Entrevista a Arturo Uslar Pietri.

[2] USGS, Heavy Oil and Natural Bitumen-Strategic Petroleum Resources.  Richard F. Meyer and Emil D. Attanasi. http://pubs.usgs.gov/fs/fs070-03/fs070-03.html

[3] El primer gran plan de inversiones en la Faja del Orinoco: 100.000 millones de dólares  entre 1980 y 2000, muerto al nacer por la caída de los precios desde 34 dólares en 1983  hasta  29 en 2984 y 11 en 1986.

[4]  PDVSA, Guías Corporativas 1993-1998: Orientación Estratégica, Caracas, julio de 1992.
Ramón Espinasa y Bernard Mommer, Asesores Mayores en Planificación Corporativa de Petróleos de Venezuela, “La Política Petrolera Venezolana en el Largo Plazo". Mimeografiado, Pág. 14.

[5] Ibid.

[6] OPEC Bulletin, febrero 1981, págs. 2 y 3.

[7] . C. Mendoza P., El Poder Petrolero y la Economía Venezolana, Cap. VII. Pág. 285.  UCV-CDCH, Caracas, 1995.

[9] Ibid., págs. 283-284.

[12] Ibid.

[14] IHS-CERA, Wood-Mc Kenzie, Rystad Energy, Agencia Internacional de Energía, FMI, EIA-DOE, OPEP.

[17] Ibíd.

[18] Ibíd.