sábado, 16 de noviembre de 2019

EL CUERVO, EL POZO Y EL PETRÓLEO



El Cuervo, el Pozo y el Petróleo

Política petrolera venezolana la manera de Edgar Allan Poe [1]



Carlos Mendoza Pottellá

El actual estado catastrófico  de la industria petrolera venezolana es campo propicio para que se multipliquen fórmulas para su resurrección. Muchas de ellas, antagónicas entre sí, responden a posiciones ideológicas que pretenden vender un mundo luminoso, saltando sobre los escombros de la realidad y haciendo tabla rasa con la historia y las circunstancias que la determinaron.

En mis trabajos anteriores he expuesto una particular posición, ubicada  en una de esas orillas conceptuales, cuya evaluación y crítica corresponderá  a los lectores.

Sin pretensiones de ser portador de la verdad absoluta  sobre un problema de carácter complejo y multifactorial, he combatido, sin embargo, al extremismo neoliberal, el cual propone como solución para todos los males del país la pulverización de la gestión estatal venezolana sobre los recursos de hidrocarburos de la Nación, liberándolos, cual morrocoy sin caparazón, a las fuerzas del mercado, ungido como supremo garante de la asignación más eficiente de los excedentes generados por su explotación e industrialización… en un mundo cuyo control se disputan a sangre y fuego los grandes… Estados. [2]

Pero en tiempo real, el debate debe continuar. En esta oportunidad debo referirme a otro trabajo incluido en el libro-recopilación del colega Luis Oliveros, ya citado en mi artículo anterior. [3]

Se trata del artículo “Aspectos Jurídicos de la reconstrucción de la industria petrolera: Hacia un nuevo marco para promover la inversión extranjera” de José Ignacio Hernández G.[4]

Tal como proclama este  autor con legítimo orgullo en su primera nota al pié, (pág. 63),
“Este trabajo se basa en las investigaciones adelantadas desde el Centro Internacional para el Desarrollo de la Universidad de Harvard sobre la reforma de la regulación de hidrocarburos en Venezuela”.

Una referencia que explica casi todo: la búsqueda, en el contexto científico, cultural y político de Harvard, con todo su acervo ideológico, de una nueva legislación petrolera para Venezuela.

Desde luego que se trata de un ambiente mucho más glamoroso y técnicamente equipado que el de las subdesarrolladas instancias académicas y legislativas nacionales, pero cuyas carencias históricas y conceptuales se manifiestan de inmediato:

Un trabajo que ya en su segundo párrafo afirma que “el Gobierno eliminó la autonomía política de Petróleos de Venezuela…”,  sentencia que evidencia la profundidad de su bagaje  en materia de jurisprudencia venezolana.  

La pregunta obvia es: ¿En cuál instrumento legal o constitucional venezolano se consagró, desde 1976 hasta nuestros días, que PDVSA tendría “autonomía política”.

Por el contrario, esa afirmación sustenta la denuncia, hecha en su momento por políticos e investigadores nativos, entre ellos quien suscribe, de que PDVSA pretendió siempre comportarse como un Estado dentro del Estado, tomando decisiones de indudable interés nacional a espaldas de los poderes públicos.

De hecho, he dejado testimonio del más flagrante logro de esa conducta de “soberanía empresarial”, al analizar la “Internacionalización”, el programa de inversiones que llevó a la adquisición de 17 refinerías chatarra en el exterior, que se llevó a cabo eludiendo siempre  el control público y  legislativo en una materia de interés nacional por su magnitud, justificándola, de paso, con otra expresión de soberana voluntad empresarial: garantizar mercados para la producción triplicada de Venezuela… lo cual haría inevitable su liberación de las gríngolas de la OPEP, según postulaban y aspiraban sus “escenarios productores” enfrentados al rentismo fiscalista que había animado, desde 1866 y hasta entonces, a todas las “ediciones” del Estado venezolano. [5]

Pues bien,  y siguiendo el hilo de Ariadna que nos da el párrafo citado, en las siguientes páginas del texto in comento se espolvorea una lista de afirmaciones totalmente arbitrarias, con anacronismos similares al de Los Picapiedras o Trucutú –trogloditas con usos, costumbres y valores de clase media norteamericana- sobre las cuales caben dos posibilidades: o una magistral manipulación interesada para sustentar su posición ideológica o un supino desconocimiento de la historia social, política y económica de Venezuela, de sus fundamentos constitucionales, del origen de su jurisprudencia minera y petrolera y, en general, de su conformación como Nación soberana.

Esas páginas son las que trajeron a mi memoria la técnica del ritornelo inquietante, utilizada por Edgar Alan Poe en su poema “El Cuervo”:

Tal como el pajarraco del poema, que replicaba, ante cada triste y nostálgica reflexión del relator, con un desesperanzador “never more”,  -“nunca más”, según la traducción de José Antonio Pérez Bonalde, o “jamás” según otras versiones-  en las primeras 10 páginas de su trabajo, Hernández menciona 84 veces las palabras Estado y Gobierno, con abierta intención peyorativa, en un continuo sin solución, desde 1914 hasta 2019, en el cual relata la historia de los arbitrarios intentos de ese Estado para entrometerse en los negocios de “la industria”, ente mitológico lleno de bondades, Caperucita Roja eternamente asediada por el malvado lobo estatista.

Así por ejemplo, el autor obvia los orígenes de nuestra legislación minera,   -reminiscencia absolutista feudal según algunos- y tergiversa, de paso, el sentido del Decreto del Presidente de Colombia en 1829, transfiriendo a la República la soberanía sobre sus minas, hasta entonces ejercida por los reyes de España, y elude referirse al ejercicio de esa soberanía estatal  durante el Siglo XIX:

-        Las fallidas concesiones de 1866 en los Estados Nueva Andalucía y  Zulia.

-      La concesión de 1878 a Petrolia del Táchira, primera compañía de propiedad privada venezolana, que se instaló rudimentariamente, pero produjo, refinó y exportó hacia Colombia  por 52 años, hasta 1930.

-      La explotación y exportación masiva del asfalto de Guanoco, desde 1885 por la New York and Bermúdez, compañía concesionaria de ese lago hidrocarburífero, la cual financia en 1899 la “Revolución Libertadora” de Manuel Antonio Matos -la última guerra con  miles de muertos sucedida en este país- contra Cipriano Castro, por haberle éste cobrado 14 años de impuestos impagos, que es derrotada junto a su “revolución” en 1902 y resucita en 1908, al propiciar la instauración del primer Presidente petrolero venezolano, Juan Vicente Gómez. 

Pese a esos antecedentes, nuestro autor sostiene que “la historiografía señala como fecha de inicio de la industria petrolera venezolana el año 2014.[6]
Ergo: la verdadera historia sólo comienza cuando se ajusta a mi particular concepción del mundo, a mis argumentos y a mis protagonistas preferidos. Fue entonces, cuando… 

“…las empresas internacionales comenzaron a interesarse por el petróleo venezolano”.[7]

Pero nuestro citado no se da pausas: reconociendo la vigencia del principio concesionario en esa época auroral de “la industria”, sostiene sin embargo,  que en ese entorno político, favorable entonces a la inversión extranjera, la concesión…

“…era considerada como un contrato regido por el derecho privado que otorgaba ‘derechos de propiedad’ sobre los yacimientos con pocas restricciones estatales. Por lo anterior, el marco regulativo era claramente liberal” [8]

Baste señalar la pequeña incongruencia, de concebir una concesión temporal que otorga derechos de propiedad eternos sobre los yacimientos.

Pero en esos mismos tiempos comenzaron a aparecer signos inquietantes para el gusto de J. I. Hernández, razón por la cual, en su historia, se incrementa la frecuencia ominosa de la mención Estado, hasta convertirla en ritornelo amenazante al estilo Poe, como  puede observarse en el subrayado mío en las siguientes frases:

“…el crecimiento de la industria, y de los ingresos públicos que ésta generaba, impulsó al Estado a interesarse más en el control del sector. En 1920, bajo iniciativa de Gumersindo Torres se dictó la primera ley sobre el sector de hidrocarburos…”[9]

A finales de la década de los treinta, el Estado decidió asumir la realización de ciertas actividades económicas…

… con ello se inició en Venezuela la era del Estado empresario esto es, la técnica de intervención del Estado en la economía

… Luego, en 1939 el Estado decidió ampliar su rol regulador… surgió entonces el Estado regulador

…Todos estos cambios… estuvieron acompañados de un debate crítico orientado a promover una mayor participación del Estado sobre el sector petrolero

…Todo lo anterior marcó el fin del modelo económico liberal, basado en el principio según el cual la intervención del Estado debe ser mínima. Ahora, el Estado comenzó a asumir nuevos y crecientes cometidos por medio del Estado empresario y el Estado regulador. Este cambio se trasladó al sector de hidrocarburos ante la necesidad de ampliar la participación del Estado… (cinco veces en un párrafo)

…El mejor reflejo de este progresivo cambio lo encontramos en la Ley de Hidrocarburos de 1943 que, aunque mantuvo el modelo de concesiones, reconoció mayores responsabilidades al Estado.[10]

Para no seguir estresando los nervios del angustiado y fastidiado lector, baste decir que en la siguiente página, la terrorífica palabra, a la cual deberíamos aplicar la maldición de Lord Voldemort, se menciona impíamente, junto con su variedad también satánica, Gobierno, 14 veces, en la siguiente 9 y así sucesivamente, hasta completar las señaladas 84 menciones en 10 páginas.

Obsérvese que en esa reláfica de 105 años el Estado es un ente ahistórico, intemporal, un ectoplasma que trasciende conflictos ideológicos, políticos y sociales y se convierte en una permanente y diabólica presencia amenazante para el emprendimiento privado sin restricciones, para el mercado como  mecanismo óptimo de asignación de los recursos, única fuente real de riqueza y progreso.

No quisiera cargar las tintas con referencias ad hominem, ofensivas para el autor que comento, pero en mi opinión, ese conjunto de afirmaciones arbitrarias, colocadas una al lado de la otra sin relación de causalidad y sin   fundamento histórico, no puede merecer el título de “Aspectos jurídicos de la reconstrucción de la industria petrolera” que presume.

Lo que si expresa abiertamente es la voluntad de liquidar el actual régimen legal y constitucional que rige la materia de hidrocarburos en Venezuela, voluntad que se ha venido manifestando recientemente y cada día con mayor intensidad, dada la agudización de la crisis que vive el país, desde los polos generadores del pensamiento neoliberal. Sobre ello  he emitido mi opinión en los trabajos citados en la nota al pié número 2, de estas páginas.

De manera específica, he comentado el novedoso proyecto de Ley de Hidrocarburos introducido en la Comisión de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional, al cual me refiero en mi artículo “Proyecto de Ley Orgánica para la regulación del comercio de esclavos en Venezuela”, [11] del cual reproduzco de seguidas algunos párrafos pertinentes a la discusión que estoy planteando, en los cuales aludo...

“… a los pescadores en río revuelto, aquellos que se adelantan a proponer la construcción de un futuro petrolero para Venezuela centrado en el aprovechamiento privado del patrimonio colectivo.”

“…quienes continúan difundiendo, como señuelo demagógico, definiciones trucadas de los conceptos Estado-Nación, Gobierno, propiedad pública, propiedad colectiva y propiedad privada, para proponer que, como “la Nación somos todos”, podemos repartir ese patrimonio entre los vivos mayores de 18 años, despojando al futuro.”

De manera particular, destaco el siguiente párrafo,

Los términos de este anteproyecto desconocen todos los aportes de Gumersindo Torres, en tiempos de Gómez, de Nestor Luis Pérez Luzardo en tiempos de López Contreras, de Manuel Egaña en tiempos de Medina Angarita, para no hablar de Juan Pablo Pérez Alfonzo, demoníaco estatista que hasta se atrevió a proponer y constituir una compañía petrolera auténticamente nacional, la CVP, de cortos 15 años de mal ejemplo, porque fue desmantelada en 1976 para fundirla con las “culturas corporativas” herederas de las concesionarias Mobil y Gulf, en Corpoven, munida de sus respectivos convenios de asistencia técnica y comercialización,  y así borrar, de paso, todo vestigio de la anterior administración petrolera, autóctona y alineada con los intereses de esa “Nación que somos todos”.

En cuanto al proyecto presentado destaco:

En mi opinión, la significación más importante de esta propuesta es el desconocimiento de todo el ordenamiento legal y constitucional  que regula las asociaciones con capitales extranjeros, ofreciendo completo sometimiento del país a la legalidad corporativa internacional, garantizando rendimientos y e intangibilidad de los contratos, anulando toda la capacidad del Estado-Nación venezolano para legislar y darle rango constitucional a esta materia.

Y aquí vuelve mi remembranza al terror de Edgar Allan Poe:

Ese desmañado proyecto legislativo, cuyo fundamento se refleja en los “Aspecto jurídicos…”  que estoy comentando, se presenta como el péndulo que mueve una cuchilla afilada y desciende lentamente sobre el cuerpo atado en el fondo del pozo, del hereje, condenado en esta oportunidad por la inquisición neoliberal: El “estatismo” petrolero venezolano. [12]

Para mantener el “suspense” a la manera de las series televisivas, anuncio que “esta historia continuará…”

Pero antes, sin embargo, y para aportar un contexto particular a la crítica planteada en las líneas anteriores, trascribo de seguidas un material presentado en un ámbito de discusión y reflexión inusualmente abierta, en el cual intento resumir los fundamentos de mi posición sobre el tema abordado:



Notas para el Grupo de Boston:

En torno a los recursos de hidrocarburos de la Nación venezolana

En primer lugar, debo exponer mi opinión de que no se trata de “transformar” a la industria petrolera con novedosas –o ancianas- fórmulas mágicas, sino todo lo contrario,  de restituir los fundamentos de su constitución como gestora del patrimonio público: re-institucionalizarla.

En ese sentido, sostengo que la tarea que se le plantea a la Nación, de manera inaplazable,  es la de consolidar la condición legal y constitucional de   los hidrocarburos en general como propiedad pública nacional, sobre los cuales la República, en ejercicio de su soberanía,  establece los mecanismos para su administración, disposición, industrialización y operación.

Actividades que, en consecuencia, deben estar sujetas al control de los poderes del Estado –ejecutivo, legislativo, judicial, de control de gestión administrativa, etc.- de manera tal que se garantice a sus propietarios, vale decir a la Nación toda, -los habitantes actuales y por nacer en el territorio de la República- el óptimo, justo y equitativo aprovechamiento de ese recurso. (Hago esta puntualización para oponerme a la mistificación que pretende confundir a la Nación con una pequeña parte de ella, los ciudadanos, aquéllos quienes ostentan esa condición civil por ser mayores de 18 años)

Por ello, la organización operativa y ejecutiva que se establezca,  debe tener un ineludible carácter  estatal y debe ser capaz de llevar a la práctica, con los recursos técnicos y financieros requeridos, los fines de la Nación en esta materia

Desde luego, ello comporta un saneamiento del lamentable estado actual de su  organización, en particular de su órgano ejecutor PDVSA y la restitución de los prácticamente desaparecidos instrumentos y órganos de control previo y evaluación de gestión de su “único accionista”, la República.

Por todo eso es ineludible realizar un profundo diagnóstico de su funcionamiento actual, para erradicar las prácticas corruptas, la entronización de mafias, grupos de poder sectorial en las distintas fases del “negocio”  y, sobre todo, el manejo a espaldas  de la ciudadanía –en este caso sí- y de los órganos del poder público nacional de decisiones trascendentales.

La “caja negra” de la empresa estatal debe ser abierta a la evaluación de la colectividad nacional, la cual podrá decidir, en procesos de consulta democrática, los medios legales y operativos, dentro del marco de la Constitución vigente en cada momento, que conduzcan a un funcionamiento adecuado a los fines e intereses de la Nación.


Toda propuesta operativa, organizativa, de asociación con sectores privados nacionales e internacionales, de disposición de recursos para la inversión en proyectos en curso y prospectivos, debe ser encarada bajo estos principios.

Petróleos de Venezuela, Corporación Venezolana del Petróleo, o el nombre que se decida en un proceso de reestructuración de la industria, no debe ser una compañía anónima como tal, cuyas acciones se coticen en la Bolsa de Valores de Caracas o en Wall Street, aunque pueda tener en propiedad total o compartida  entes que sí lo sean, sobre proyectos limitados y específicos que no comprometan la propiedad del recurso.

Con ello quiero decir que esa Corporación estatal podrá constituir empresas mixtas, o asociaciones de cualquier clase para operaciones en áreas “aguas abajo”, sin mayores restricciones o para la inversión en proyectos  de explotación de yacimientos con amplitud de criterios, pero con límites claros, sin comprometer nunca el patrimonio nacional sobre el recurso, el cual es de una magnitud tal, que desborda los parámetros temporales y las magnitudes físicas máximas  de una operación económica a tiempo definido.

Lo contrario es el caso de una empresa estatal “sociedad anónima”, cuyas acciones podrían cotizarse en bolsa y, en consecuencia, transferir a particulares la propiedad parcial, pero eterna, sobre recursos no cuantificables e inalienables.

En cualquier caso, las operaciones y transacciones  que puedan comprometer el recurso por lapsos extensos y en magnitudes considerables, han estado siempre definidas  como materia de interés púbico nacional y han requerido, aunque ello se ha eludido irregularmente, la aprobación previa de los poderes legislativo y judicial.

Finalmente, todo lo concerniente a esta materia estará sujeto a las disposiciones del marco constitucional vigente en cada momento en el cual se tomen decisiones de este orden.
cmp/16/11/2019




[1]  Edgar Allan Poe es el precursor, denso e irrepetible, del “género negro” de la literatura, cuyas expresiones han  proliferado, desde Stephen King y la excelsa maestría cinematográfica de Alfred Hitchcock, hasta la bazofia de muertos vivientes y vampiros que inunda las modernas cadenas televisivas.  En primer lugar haré referencia a la utilización de una de sus técnicas, el ritornelo, en el debate político  petrolero. https://es.wikisource.org/wiki/El_cuervo_(Traducci%C3%B3n_de_P%C3%A9rez_Bonalde)

[2] Refiero aquí los trabajos donde he abordado el tema, y contienen gran parte de los argumentos aquí esgrimidos:  https://petroleovenezolano.blogspot.com  y
https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella, específicamente los titulados “Ley para la regularización del comercio de esclavos en Venezuela”, “La oportunidad la pintan calva”, “El cartero llama dos veces”, “Volver al Futuro IV”  “Soberanía, delenda est” y “Política petrolera venezolana en tiempos de catástrofe”.

[3] Oliveros, Luis, La Industria petrolera en la era chavista, crónica de un fracaso,  Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro, UCAB, Caracas 2019.
[4] Op. Cit. Págs.. 63-92.
[5] “Citgo, la Internacionalización revisitada”, última actualización resumida de un trabajo iniciado en 1989, e inserto parcialmente como capítulo de mi libro El Poder Petrolero y la Economía Venezolana, UCV-CDCH, Caracaas 1995. (Cap. V.2.3. págs. 211-242)
[6] Op. Cit. Pág. 64.
[7] Ibíd.  
[8] Loc. Cit., pág. 65.
[9] Loc. Cit.
[10] Loc.Cit. págs. 65-66l

martes, 29 de octubre de 2019

VENEZUELA: PETRÓLEO Y CATÁSTROFE

Política petrolera venezolana 
en tiempos de catástrofe


Carlos Mendoza Pottellá

29 de octubre 2019

 

“Venezuela se acerca a la debacle”

Juan Pablo Pérez Alfonzo, 1978[2]

Versión actualizada de 
"Política petrolera a la manera de los músicos del Titanic"

 

La profunda crisis política, social  y económica que confronta hoy Venezuela es el resultado de la acción de una serie de factores políticos, geopolíticos y económicos,  todos los cuales inciden y se manifiestan  de manera determinante en la salud y el futuro de su industria petrolera,  actividad que ha llegado a generar más del 90 por ciento de sus ingresos externos y que, por tal circunstancia, ha sostenido durante nueve décadas a una sociedad adicta al apalancamiento externo e  incapaz de desarrollar una economía productiva autónoma. 

Este trabajo se enfoca en el análisis de los factores determinantes de la involución de la industria petrolera, algunos de los cuales tienen sus determinantes externos, en el escenario geopolítico del pasado y presente siglo,  pero otros, a mi manera de ver fundamentales, han sido producto de erradas  políticas económicas y de gestión general y específica de ese sector industrial.

De manera particular, abordo la crítica a la planificación petrolera venezolana que comienza a diseñarse a partir de la “reversión” a la Nación, en 1976, de las concesiones otorgadas a las corporaciones internacionales para el desarrollo de la actividad petrolera, desde 1908.

Una planificación de mundos ilusorios, basada en una errónea percepción de las circunstancias naturales que determinaron la mayor acumulación de petróleo extrapesado del mundo en nuestro país. Una planificación  en la cual continúan incidiendo, aún desde los puestos de comando de la industria “nacionalizada”,  los intereses del capital petrolero internacional y de sus respectivas metrópolis.

Desarrollo:

Después de haber generado durante más de cien años una gigantesca renta, producto de la fertilidad  petrolera de su tierra y el carácter de necesidad estratégica y económica universal que adquirió este recurso bajo el control de las grandes potencias y sus monopolios, luego de haber intentado infructuosamente  durante todo ese lapso de  “sembrar” unos ingresos, que se suponían extinguibles por su carácter minero, para que fructificaran en una economía autónoma y autosustentable, venciendo el “Efecto Venezuela” [3], el país se encuentra hoy viviendo una aguda y peligrosa crisis en  todos los órdenes socioeconómicos y políticos.

La expresión más más evidente de este drama se encuentra a en el derrumbe, entre 2008 y 2019, de la producción petrolera en más de 2,5 millones de barriles diarios, como lo expresan las cifras que generan el siguiente gráfico.[4]



El factor fundamental en la gestación de este descalabro se 

encuentra en el inexorable agotamiento físico de sus recursos petroleros convencionales y, concurrentemente, de su capacidad generadora de excedentes, circunstancias éstas empeoradas por una ruinosa planificación de mundos ilusorios, fincada en la existencia física, bajo el subsuelo del norte del Orinoco, de un océano petrolero:

“…la mayor acumulación de petróleo extrapesado está en la faja de petróleo pesado del Orinoco venezolano, que contiene el 90 por ciento del petróleo extrapesado del mundo cuando se mide in situ.”. [5]   

La discusión de este y otros aspectos de la dramática involución contemporánea de la industria petrolera venezolana la he expuesto en recientes trabajos publicados en el blog https://petroleovenezolano.blogspot.com  y otros portales,  de manera particular en el titulado “Recursos, Reservas, Faja y Lutitas” [6].

El presente trabajo está dedicado a una revisión más específica de ese proceso: el análisis de una de las circunstancias causales del mismo, a la cual considero uno de los factores generadores de todas las demás: Justamente, a las fantasías inducidas sobre la posesión de las mayores reservas petroleras del mundo y los fiascos ruinosos que las mismas han generado… y amenazan con seguir haciéndolo.

En los años 70 del Siglo XX, en medio de las convulsiones de la Guerra Árabe-Israelí (del Yom Kippur o del Ramadán) de 1973 y el subsiguiente embargo petrolero árabe, tomaron estado público algunas predicciones sombrías sobre la “crisis energética” y el “pico del petróleo”, que para los yacimientos convencionales norteamericanos ocurriría en 1971, año a partir del cual se iniciaría el inevitable descenso de su reservas y capacidades de producción, tal como lo estimara certeramente, en 1956, el Geólogo Marion King Hubbert.

Para esa misma época, las también antiguas predicciones del futurólogo y estratega militar Herman Khan, de la RAND Corporation, al servicio del Pentágono, cuyos “escenarios de riesgo” colocaban a 2050 como la fecha en que se iniciaría el agotamiento generalizado del petróleo, comenzaron a acercarse peligrosamente hacia los años finales del pasado siglo, dado el crecimiento exponencial del consumo mundial de petróleo entre 1946 y 1972.

Con esas perspectivas se acentuaron las preocupaciones por la seguridad energética de los Estados Unidos y demás países “aliados”, consumidores netos de petróleo. Se instaura así  la Agencia Internacional de Energía como un centro coordinador de políticas  en esa materia de los países de la OCDE.

A partir de esa Agencia se promovieron iniciativas de ahorro energético y sustitución de petróleo por otras fuentes energéticas y de petróleo OPEP por el de cualquier otra procedencia. Todo ello en un ambiente de agudización –calentamiento- de la Guerra Fría.

Un ejemplo de la crispación de esos años fue el discurso del “Estado de la Unión” de Jimmy Carter en 1979, en el cual expuso un severo programa de seguridad energética para enfrentar tendencias que, de no ser contenidas, determinarían requerimientos que desbordaban las posibilidades normales de expansión de la producción petrolera hasta entonces, requiriendo metas prácticamente imposibles: “para mantener los ritmos del consumo global de petróleo se requerirá descubrir cada 9 meses una nueva Alaska, cada año una nueva Texas y cada tres años una nueva Arabia Saudita”. [7]    

Desde los inicios de esa “crisis”, se planteaba que al acabarse el petróleo convencional quedarían sólo dos grandes acumulaciones petroleras: la Faja del Orinoco y las Arenas Bituminosas de Canadá. Otras, más pequeñas quedaban fuera del alcance “occidental”, en la Unión Soviética.  

Esas circunstancias eran evaluadas con pesimismo respecto a Venezuela en estudios realizados para el Congreso estadounidense, debido a  la preeminencia que tenía en este país el discurso conservacionista del Dr. Juan Pablo Pérez Alfonzo, ministro fundador de la OPEP en 1960 y para entonces  máxima referencia nacional en materia de política petrolera.

Circuló entonces en los medios políticos venezolanos una versión, no confirmada, pero dada por verídica, de que  la dictadura brasileña de entonces, -en tiempos de Garrastazu Médici, con Ernesto Geisel al frente de Petrobras, antes de asumir el mando de la Junta Militar- la cual se promocionaba a sí misma como el “sub-imperialismo” que controlaría a todaq la América del Sur , había establecido, en su “Projeto Calha Norte”[8] de los años 70, que un servicio que ella podría prestar a la seguridad energética de “Occidente” era tomar todo el sureste de Venezuela para garantizar la explotación de la Faja.

La alarma en los círculos oficiales venezolanos, a los cuales se hizo llegar versiones del “Projeto”, fue cónsona con la magnitud de la supuesta amenaza: El Presidente Rafael Caldera recibió la visita de James Akins, Zar energético de Richard Nixon, ante el cual dio seguridades de que los venezolanos si estábamos dispuestos a explotar la Faja y que no era necesaria la intervención brasileña.

Como muestra, se anunció oficialmente el cambio del nombre tradicional de Faja Bituminosa del Orinoco por el de Faja Petrolífera del Orinoco. Desde luego, Pérez Alfonzo protestó, afirmando que eso era poner sobre el mostrador lo que se guardaba para las futuras generaciones.

El proceso geopolítico global continuó su desarrollo y una de las movidas estratégicas de los planificadores energéticos de las grandes corporaciones fue el ofrecimiento, hecho a finales de 1972 por el centro coordinador de las mismas, el auténtico cártel, a los países ribereños del Golfo Arábico-Pérsico,  de una nacionalización parcial, escalonada.

La puesta en práctica de esa oferta por algunos de estos países, en los años siguientes, determinó la aparición en los mercados mundiales del llamado “crudo de participación”, rara avis no sujeta a las disposiciones monopólicas imperantes absolutamente hasta entonces.

Esa política fue descrita por el propio James Akins [9] como producto de la necesidad de destapar la olla a punto de explotar del nacionalismo árabe.

Por su parte, en Venezuela había comenzado a regir, en 1971 y por virtud de una creciente conciencia reivindicativa de la participación nacional en  los ingresos de la industria establecida sobre sus recursos petroleros, la “Ley Sobre Bienes Afectos a Reversión”,  en la cual se normaban los mecanismos y recursos financieros que garantizarían la intangibilidad operativa de los yacimientos y equipos de la industria petrolera, hasta las fechas previstas para el inicio de  la reversión de las concesiones, que se iniciaban en 1983, cuando las mismas vencían en un 80%. [10]  

Sin embargo, la estrategia de las corporaciones no permitiría esa espera, onerosa de por sí para ellas, dado el costo  de cumplir con las obligaciones establecidas en la referida Ley. Un costo creciente después de 50 años de explotación intensiva, como se constatará posteriormente en las cuentas de la industria “nacionalizada” después de 1976.

Fue así, entonces, como entre 1972 y 1973 los Presidentes de las mayores corporaciones concesionarias, Shell de Venezuela y de Creole Petroleum Corporation (J.J. de Liefde y Robert N. Dolph), expresaron claramente la  disposición de sus respectivas empresas a seguir colaborando con el país después de la reversión de las concesiones. [11] 

La euforia nacionalista entre los venezolanos, evidente en las múltiples declaraciones posteriores registradas en la obra antes citada, comenzando 1974:

El 7 de enero,

“la Central Unitaria de Trabajadores se pronuncia por la nacionalización inmediatia de la industria petrolera”.

El 13 de enero,

“Se pronuncia J. P. Pérez Alfonzo por la inmediata reversión, sin indemnización alguna para campos virtualmente abandonados y pagos justos para áreas realmente productivas”

El 18 de enero

“El Secretario General del Movimiento al Socialismo (MAS), señor Pompeyo Márquez, afirma que el adelanto de la reversión es inminente”

El 23 de enero,

 “Siro Vásquez, Vicepresidente de la Exxon y ex presidente de la Creole, antes de partir para EE. UU. y después de permanecer algunos días en Venezuela, donde se entrevistó con el presidente Rafael Caldera, con el presidente electo Carlos Andrés Pérez y visitó los campos petroleros de la Creole en el Occidente del país, declara que le reiteró al presidente electo que la Exxon y él personalmente dan su respaldo a las declaraciones del presidente de la Creole, Robert Dolph, en el sentido de que la Creole tendrá una actitud positiva y flexible ante los problemas de la reversión anticipada”

Ese mismo día,

“El señor Carlos Andrés Pérez, presidente electo afirma en Maracaibo que no debe esperarse el año 1983 para que se cumpla la reversión petrolera”

El 16 de febrero,

“El vicepresidente de la Shell, doctor Alberto Quirós Corradi, declara que esa empresa está dispuesta a participar en la exploración y desarrollo de las áreas petrolíferas del Golfo de Venezuela  y de la Faja del Orinoco…” [12]

En ese ambiente político se produjo el “adelanto” a 1976,  de la reversión prevista para 1983.[13]

En verdad, se trataba de la puesta en práctica de una fórmula precautelativa del capital internacional, ensayada desde los años 60 con el proceso de “venezolanización” de la gerencia y ejecutada con precisión en los 70.

En agosto de 1975, poco antes de la aprobación por el Congreso Nacional de la Ley Orgánica que Reserva al Estado de la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos [14], y cuatro meses antes del decreto que ponía en vigencia la supuesta “nacionalización”, el 1° de enero de 1976: Creole Petroleum, la filial de Exxon, creó de su propio seno a Lagoven, la operadora nacionalizada que la sustituiría, dotada de una Junta Directiva constituida por los “nativos” que integraban la Junta de Creole. De igual manera, Shell creó a Maraven, Mobil creó a Llanoven, Gulf creó a Meneven, Texas creó a Deltavén etc., hasta 13 “operadoras”. Es así como, ese 1° de enero aparece como  primer Presidente de Maraven, quien había sido hasta el día anterior el Presidente de la Compañía Shell de Venezuela, fórmula que se repite, en distintos niveles directivos, en todas las demás concesionarias, transmutando a sus gerentes en  “meritocracia” petrolera nacional.

El funcionamiento de esta peculiar aristocracia, a la cabeza de la principal empresa de la Nación venezolana, fue abiertamente anti estatal, para no decir algo más ofensivo, apelando, dentro de su amplia gama argumental, a la deliberada confusión de los conceptos de Gobierno, Estado y Nación.

Desde su gestación iniciaron el reclamo de exclusividad en el manejo de la industria petrolera, arguyendo razones de experticia técnica acumulada como gerentes de las corporaciones extranjeras.

Este mayestático derecho sucesoral fue defendido, con argumentos vinculados a la pureza de sangre empresarial petrolera, en muchas oportunidades, principalmente por Alberto Quirós Corradi, Humberto Peñaloza,  Gustavo Coronel y, de manera adventicia, como veremos, por Humberto Calderón Berti, Ministro de Energía y Minas que, en 1983 terminó el desmantelamiento de su Despacho para optar a un cargo bajo su supervisión, pero mucho más poderoso: Presidente de PDVSA.

A sus alegatos he respondido por décadas y registrado, en diversas publicaciones. Como muestra un botón y sus referencias:

“...como resultado de la compleja confluencia de intereses privados y corporativos que ... ejerció presiones determinantes en el sui-géneris proceso de avenimiento que condujo a la nacionalización de los activos de las antiguas concesionarias, se ha estructurado un sector petrolero estatal con personería jurídica de sociedad anónima, encabezado por hombres de cultura gerencial transnacional y espíritu de cuerpo formado en las ex-filiales, que constantemente reclaman autonomía operativa frente a los poderes soberanos, que deslindan permanentemente el campo entre lo técnico y lo político, para poder ejercer un poder relativamente sin control y constituir, de hecho, un Estado dentro del Estado que compromete y determina, con sus decisiones sedicentemente técnicas, variables fundamentales de la política económica nacional.”[15]

“La sobrevaloración de sus méritos, el percibirse como ejecutivos de una empresa milmillonaria que figura en los primeros puestos del ranking mundial, (“PDVSA has targeted an aggresive strategy of expansion to assume an increasing role in the global market as a world class major energy corporation”) los conduce a exigir privilegios de “nueva clase”, como refiriera un articulista de El Universal en respuesta a otro, uno de los más connotados miembros del Poder Petrolero” [16]

En recientes artículos, a propósito de la propuesta de una nueva Ley de Hidrocarburos, he citado nuevamente los argumentos de Quirós, Peñaloza, Coronel y otros adalides del “poder petrolero”, o “gente del petróleo” como prefieren llamarse con exclusividad, birlando esa condición al resto de los venezolanos.[17]

El caso es que en el mundo académico también han prosperado tesis y argumentos de este mismo corte tecnocrático-liberal, teniendo su centro difusor fundamental, precisamente, en CEDICE, auténtica casa matriz del pensamiento neoliberal en Venezuela.

En particular, destacan los trabajos  del Académico Ingeniero Diego González Cruz, resumidos en Propuestas para Venezuela [18], en donde platea una contra-reversión privatizadora, que es expuesta ahora, ampliamente,  en las páginas de “Venezuela Energética, de Leopoldo López y Gustavo Baquero, [19] y reproducida al calco en la fundamentación y artículos del Proyecto de modificación de la Ley de Hidrocarburos, ya mencionado, introducido en la Comisión de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional por el Partido Voluntad Popular.[20] [21]

Hace muy pocos días recibí, por bondad de su coautor-coordinador, el colega Luis Oliveros, un libro que incluye un nuevo trabajo del Ing.  González Cruz, cuyas afirmaciones, no dejan lugar para refutaciones: a confesión de parte, relevo de pruebas. Pero no he resistido la tentación de comentarlas:

El ensayista se lamenta, de partida, por la incalificable injerencia del Estado en la Dirección de PDVSA, mermando una autonomía que supuestamente habían heredado los directivos de la misma de sus antiguos patrones, en 1976:

“A partir de 1979, comienza PDVSA a trabajar completamente bajo los lineamientos del MEM…”

 [Increíble ofensa para un gerente petrolero, que fue saldada posteriormente con la práctica liquidación del Ministerio, iniciada paradójicamente, como ya referí, por un Ministro que quiso hacer méritos para Presidente de PDVSA]

“…En ese mismo año, se redujo el período del Presidente y demás miembros de la junta directiva de PDVSA de cuatro a dos años. También a partir de esa fecha era la Asamblea de Accionistas la que aprobaba los presupuestos consolidados de inversiones y operaciones de la estatal”

[¿De qué otra manera funcionan las compañías anónimas? ¿Eso no era así en Creole o Shell de Venezuela, cuando sus casas matrices lo decidían todo? Más allá de la gestión técnica-operativa, ¿Cuáles eran los límites decisorios de los gerentes “nativos” en las concesionarias ?]

…En marzo de 1982, Venezuela aceptaba el sistema de cuotas de producción de la OPEP

[La OPEP acuerda, por consenso de sus Estados miembros, no impone los mecanismos para la defensa de los precios, razón de su existencia desde 1960. Cuando no ha habido consenso, la OPEP, simplemente, no ha existido, verbigracia 1983, 2014, cuando Arabia Saudita decidió, por su cuenta, iniciar una política de conquista de la tajada del mercado, el “market share”, para excluir a los “productores ineficientes”]

…En septiembre de 1983, el Gobierno nacional le ordena a PDVSA depositar en el Banco Central las reservas en dólares que mantenía en el exterior.

[Para un gerente petrolero no existe “la unidad del tesoro”, ese es un concepto estatista. Los ingresos petroleros deben ser administrados por los gerentes petroleros, como lo veremos más adelante.][22]

Veamos como concebía la autonomía de PDVSA respecto a los poderes públicos de la Nación otro de los principales ideólogos de las posiciones que que vengo antagonizando, promotor de las políticas expansivas, de la apertura sin riendas y el abandono de la OPEP, Ramón Espinaza, recientemente fallecido:

“Entre 1976 y 1998: El Estado venezolano asume construir una Industria petrolera de primer nivel internacional, para desarrollar su vasta base de recursos de acuerdo con las oportunidades de mercado.

El Estado da prioridad a la inversión petrolera antes que a la participación del Gobierno en el excedente.

PDVSA será el brazo ejecutor de esta política petrolera
Sociedad Anónima: Empresa Pública de Derecho Privado, con el Estado representado por el Gobierno como único accionista.

·         Empresa con autonomía gerencial regida por el Código de Comercio:
·         Gerencia Profesional no sujeta a la Ley de Carrera Administrativa.
·         Estructura de Gobierno y de Control heredadas de empresas privadas.
·         La relación con el Accionista se da en al menos dos Asambleas al año.
·         Alto grado de autonomía gerencial
·         La expansión de PDVSA hasta 1997 sólo es posible a expensas de una menor participación del Gobierno.
·         De igual manera, la mayor participación del Gobierno es la causa fundamental de la caída de la inversión y la producción de PDVSA a partir de 1998. [23]

Corriendo el riesgo de que se interprete como revancha subalterna, debo citar una incidencia que me involucra personalmente, pero que refleja con claridad la visión corporativa imperante en PDVSA, al menos en ese momento, 26 años después de la reversión anticipada:

En las palabras de Humberto Calderón Berti se resume el espíritu del cónclave pre-golpista (marzo de 2002) convocado por José Toro Hardy en un programa especial de Globovisión:

“yo creo que lo que ha ocurrido ahora con la industria petrolera ha sido un verdadero zarpazo, un asalto a la industria petrolera, se constituye por gente venida de afuera que han sido objetores históricos de la industria petrolera, de todos los programas importantes que la industria ha tenido, han sido objetores, Gastón Parra y Mendoza Potellá, también el ministro actual de Energía y Minas, Álvaro Silva Calderón, se opusieron a la apertura petrolera, a los cambios de patrón de refinación, a los proyectos de la Faja, a la internacionalización de la industria, ¿Cómo pueden entonces estos señores ahora dirigir una industria petrolera cuando todos los programas de aliento han sido objetados por ellos? Indistintamente de los otros que hayan nombrado, porque pasaron por arriba de muchos de sus compañeros, estos siquiera conocen el negocio…” [24]

Volviendo al hilo discursivo inicial:

 El “adelanto de la reversión” que se produjo en 1975-76, sedicentemente denominado “nacionalización”, no fue más que el resultado de una composición de fuerzas nacionales e internacionales que lograron, como siempre, convertir una consigna nacionalista en el mejor camino para fortalecer la presencia del gran capital transnacional en las fases más rentables del negocio petrolero venezolano.[25]

Ese fue el resultado de las negociaciones tras bastidores que, con el nombre de “avenimiento”, dieron luz verde a ese adelanto y garantizaron a las corporaciones internacionales jugosas indemnizaciones sobre activos largamente depreciados, contratos de asistencia técnica y comercialización mediante los cuales se les remuneró con creces su tan reclamado, cuan inmerecido, lucro cesante y garantizó su permanencia en todos los emprendimientos de sus antiguas filiales, ahora “operadoras” nacionalizadas.[26]

Ya en estos contratos de asistencia técnica y comercialización se inicia el proceso de desmontaje del aparato de control y fiscalización estructurado por el Estado venezolano a lo largo de décadas. En ellos se consagró, por primera vez, la renuncia a la soberanía impositiva, al establecer una fórmula automática para compensar todo intento de incremento de las tasas fiscales vigentes a la firma de cada uno.

Igualmente, allí, por primera vez, se renunció a la “inmunidad de jurisdicción”, al establecer, en contravención del Artículo 127 de la Constitución Nacional vigente entonces, el arbitraje internacional como medio para dirimir los desacuerdos entre las partes contratantes.

El  poder petrolero “venezolanizado” tardó poco en retomar los proyectos diseñados previamente, en consonancia con los intereses estratégicos corporativos, sobre la Faja:

At present we are actively working on two specific projects in the Orinoco Oil Belt Area... (Se refiere al DSMA, Desarrollo del Sur de Monagas y Anzoátegui y al Guanipa 100+, n. n.)

The investment required for these two projects is estimated at eight billion dollars of 1979 and includes substantial expenditures for infraestructure as this is virtually virgin territory. Other projects of similar magnitude will necessary to raise production level from the entire Orinoco Oil Belt to one million barrels per day the year 2000, as contemplated in Venezuela’s long range energy plans.  ...

The total investment program that we have undertaken will require some $ 25 billion over the next six years. Afterwards and until the end of this century, the yearly rate of investment is likely to average some $ 5 billion (in 1980 dollars. We expect to generate most, if not all, of this capital internally, through reinvestment of future earn. Up to now, we have set aside more than six billion dollars to be used exclusively for future oil development activities.  [27] 

El majestuoso plan del antiguo Vice-Presidente de Creole Petroleum Corp., la mayor inversión en el mundo petrolero de esa época, 100.000 millones de dólares en 20 años, se basaba en una expectativa de precios crecientes hasta el año 2000, que suponía permanente la reciente evolución exponencial de los mismos, desde menos de 2 dólares en 1960 hasta 34 dólares en el año en que hablaba, 1981.

Según las proyecciones de la Dirección de Comercio y Suministro de PDVSA, el precio del crudo de 24° API, promedio típico venezolano, que se cotizaba entonces en 32,53$/bl, alcanzaría en 2000 56,22$/bl. En ese mismo lapso, el crudo pesado de 10°API, tomado como referencia de los extrapesados que se producirían en la Faja, pasarían de los 21,40 $/bl corrientes a 35,55 en 2000. De todo lo cual se infería que, en este último año, el precio de la mezcla 45/55, de 16° API, sería de 44,89 $/bl. [28]































“En los estudios de exploración y caracterización realizados durante los años1979 al 1984 de 56.000 Kilómetros cuadrados que cubren la FPDO, donde se perforaron 669 pozos con longitud total de 643.000 metros, 5.500 kilómetros de registros eléctricos-petrofìsicos, 15.000 kilómetros de líneas sísmicas, el corte de 4.500 metros de núcleos y 288 análisis de laboratorio (Análisis de Núcleos); A un costo de 650 millones de dólares USA”[29]


La realidad se presentó de inmediato, el ascenso de los precios, iniciado en el entorno de los 2$/bl en  1972, alcanzó los mencionados 34 $/bl de 1983, pero inició allí mismo una caída que llevó los correspondientes al petróleo venezolano en 1998, a 5 dólares al barril, a precios de 1984.
































Ese fue el fin del primer sueño de la Faja, “el megadisparate de PDVSA” según Francisco Mieres. 



[30] 

Quedaba así saldado, con pérdidas en el orden de los miles de millones de dólares, cargadas, como ya referí, a los resultados financieros de las filiales involucradas: Lagoven, Maraven, Corpoven.

Sin embargo, a pesar de la caída de los precios del petróleo,  la contumacia  expansiva a cualquier costo no se detuvo, ensayando toda clase de negocios para eludir el compromiso nacional de defensa de los mismos, asumido en el seno de la OPEP y, por el contrario, promoviendo la salida del país de esa Organización: Los planificadores mayores de PDVSA proponían en 1994 un plan para duplicar la producción hacia el 2002.

Consciente de la experiencia anterior, uno de ellos, Ramón Espinasa, pontificaba entonces: “compensaremos la caída de los precios con más producción”. Y planteaba su “escenario”, de producir 5 millones de barriles diarios en 2002, proyectando un curso estable de los precios, en 14 $/bl, después de la caída que estos habían experimentado entre 1983 y 1994.




 















































El "escenario productor" tenía una precondición: 

“La alta tributación fiscal, la cual ni siquiera permite en el futuro inmediato hacer las inversiones necesarias para compensar la declinación y mantener la 
capacidad de producción, es el principal obstáculo que encuentra la Industria Petrolera Nacional para su desarrollo...”

“Por ello el Plan de la IPPCN [31] se basó en la premisa fundamental de aliviar la carga tributaria sobre PDVSA mediante reducción progresiva del valor fiscal de exportación hasta su total eliminación en tres o cuatro años...”

“Cabe resaltar que un paso primordial en la realización de este plan lo ha constituido la reciente aprobación, por parte del  Congreso Nacional, de la reducción gradual del Valor Fiscal de Exportación, que lo llevará de un 16% en el presente año a un 8% en 1994, a un 4% en 1995 y a su total eliminación en 1996”.[32]

El éxito del escenario productor, enfrentado al rentismo parasitario fue realmente colosal: los ingresos petroleros del gobierno central cayeron de 83% en 1990 a 26% en 1998. Al punto de que se planteó, por primera vez, la necesidad de exigirle a PDVSA la declaración de dividendos para rellenar el hueco fiscal que se asomaba.






















La producción creció, pero junto con ella los costos, con lo cual, el resultado neto para la Nación fue la ya mencionada caída. Sin embargo, en la percepción de los planificadores de PDVSA, eso representaba un logro, era simplemente la disminución de  lo que el Gobierno se coge, the government take, al cual ellos ya combatían desde el seno de las concesionarias internacionales.

El negocio y los ingresos corporativos crecieron. En los costos se materializaba, según la “meritocracia” de PDVSA “la adecuada remuneración de una empresa capital-intensiva, de una industria moderna y competitiva, del primer mundo, lamentablemente inserta en un país del tercer mundo” (Humberto Peñaloza dixit).


























Es oportuno mencionar, a fuer de fastidioso con el tema, que el incremento de esos ostos estuvo “condimentado” con la adquisición por PDVSA de 19 refinerías en el exterior, todas suficientemente envejecidas y ampliamente depreciadas como para ser desincorporadas de los activos de sus propietarios originales, las cuales ameritaron inversiones mil millonarias en dólares, a la postre pérdidas netas para la Nación, para ponerlas en condiciones medianas de operación.

La posesión de esas plantas determinó, además de un suministro de crudos nacionales con descuentos respecto a los precios de mercado,  el que, a partir de los años 80, un rubro fundamental de los costos consolidados de PDVSA fuera, y sigue siendo hoy, la compra de crudos en el extranjero para alimentar esas refinerías. [33]





































Por cierto, el gráfico anterior es una muestra del renacimiento, en 2005, de  las fantasías expansivas de los planificadores de PDVSA, quienes, a cualquier costo y sin parar mientes en rendimientos netos para la Nación, proponen mega inversiones con absoluto desconocimiento de las condiciones y tendencias del mercado petrolero internacional, tan fantasiosas que, solo han servido para el efímero disfrute onanista de sus proponentes.


Reincidiendo, en 2010, aparece  la nueva planificación. 

Ahora de 37 refinerías para el 2030, basadas en otra interpretación onírica de una circunstancia que sólo puede evaluarse en un sentido totalmente adverso, el hecho de que “No existen actualmente proyectos anunciados de construcción de nuevas refinerías, sólo proyectos de expansión”. 

Es decir, las corporaciones petroleras internacionales y los principales Estados consumidores están dormidos, sin percibir que los "vivísimos " inversionistas venezolanos aprovecharán su descuido:

























Para que no queden dudas de mi afirmación anterior, inserto el "Análisis de entorno", o escenario, que fundamenta este plan. Análisis que, en verdad, no es fantasioso como he calificado los proyectos anteriores, sino que presentan sin rubor abiertas mentiras, desmentidas hoy por la realidad, pero que en su momento expresaron la decidida voluntad de engañar a los ignorantes dispensadores oficiales que aportarían los recursos requeridos para financiar tales despropósitos.  










Pero volviendo a los noventa, la debacle de los precios de fines del Siglo XX afectó a todos los países productores de petróleo, exportadores netos o no. 

En su momento, ello determinó un conjunto de movimientos estratégicos, estimulados entre otros por los productores domésticos estadounidenses, quienes movieron sus hilos con el apoyo del Secretario de Energía de ese país para la época, Bill Richardson, para concertar un acuerdo de recorte de la producción que revirtiera esa tendencia ruinosa. 


Ese acuerdo, en el cual participaron finalmente Arabia Saudita, Noruega, México y, a regañadientes, Venezuela,  se logró después de mucho lobby y varias reuniones antes de la aprobación formal por la OPEP, el 23 de marzo de 1999, de un recorte de 388 mil barriles diarios, a partir del cual  los precios del crudo marcador norteamericano, que promediaban en ese entonces los 13 dólares el barril, comenzaron a repuntar, y alcanzaron a finales de ese mismo año un promedio de  27 dólares, superando nuestras propias predicciones para ese lapso:








[34]


Algunos analistas consideran que este fue el inicio del superciclo alcista que, mediando el hiato de la crisis del 2008,  no se detuvo sino hasta el 2014, cuando alcanzaron a promediar los 110 dólares el barril.

En cuanto a Venezuela, vale la pena destacar que al momento de suscribir “in extremis”  los acuerdos de 1999, el Ministro de Energía y Minas  y el Presidente de PDVSA, manifestaron la  inconformidad “de la industria”,  anunciando  que a mediados del año 2000 PDVSA volvería a producir a plena capacidad.

Un anuncio que no tenía ningún sustento, ya que  la nueva administración, electa en diciembre de 1998, asumió pocos días después,  entusiastamente, la política de defensa de los precios. A finales del 2000, se realizó en Caracas la II Cumbre de la OPEP, convocada por el Presidente Chávez  para ratificar ese compromiso.


La historia hasta 2005 y años subsiguientes es harto conocida:







Pero el alza de los precios despertó nuevamente  el sueño productivista a ultranza y esta vez, como siempre, fundado en la fabulosa Faja del Orinoco, donde yace más de la quinta parte del petróleo del mundo.

Como ya referí al inicio, el Servicio Geológico de los Estados Unidos (U.S. Geological Survey) conoce, desde hace décadas, la magnitud de los recursos de hidrocarburos depositados en la ribera norte del Orinoco, los cuales llegaron a ser última esperanza de la civilización automovilístico-petrolera, dada la “crisis energética” de los años 70. [35]

Table 1. Regional distribution of estimated technically recoverable
heavy oil and natural bitumen in billions of barrels (BBO).


Región
Heavy oil


Natural bitumen


Recovery
factor*
Technically
recoverable BBO
Recovery
factor*
Technically
recoverable BBO


North America
0.19
35.3
0.32
530.9
South America
0.13
265.7
0.09
0.1
W. Hemisphere
0.13
301.0
0.32
531.0
África
0.18
7.2
0.10
43.0
Europe
0.15
4.9
0.14
0.2
Middle East
0.12
78.2
0.10
0.0
Asia
0.14
29.6
0.16
42.8
Russia
0.13
13.4
0.13
33.7**
E. Hemisphere
0.13
133.3
0.13
119.7
World

434.3

650.7
Más específicamente,  esa entidad  publicó sus estimaciones de tres escenarios posibles de “recursos recuperables” en la Faja, que se fundamentan en la existencia de un “petróleo originalmente en sitio”, estimado entre 900 mil millones y 1.400 millones de barriles.

Unidad de evaluación de la Faja del Orinoco.
                                    Análisis de resultados
     Total de recursos petroleros recuperables no descubiertos

Petróleo (BBO)
Gas (TCFG)
F95
F50
F5
Media
F95
F50
F5
Media
380
512
652
513
53
122
262
135

(Miles de Millones de Barriles de Crudo – Trillones de Pies Cúbicos de Gas)  [36]

La tentación de convertir esos “recursos técnicamente recuperables no descubiertos” en “reservas probadas” ha acompañado a la gerencia petrolera desde sus inicios consulares y hasta nuestros días:

El referido “megadisparate” de la PDVSA de 1977-83  se fundaba en ese sueño. En 1991 los planificadores de “la apertura” lo registraban  en sus estimaciones de “reservas probables” en la Faja del Orinoco por 264 mil millones de barriles.





Y en 2005, al calor de la recuperación de los precios, se dio inicio al plan “Magna Reserva” para “certificar” las “reservas probadas” que ya se daban por existentes, con exactitud, desde 1980.

Uno de los fundamentos de ese plan era la  de corregir una supuesta escasa visión de las administraciones del Siglo XX, las cuales estimaron un “escuálido y antipatriótico” factor de recuperación de 4%, el cual resultaba en unas reservas “muy modestas” cercanas a los 30 mil millones de barriles. (Agregadas, por cierto, en 1986, por vía de “revisión”).[37]



























Al inicio del plan se le pagó a una empresa,  Ryder Scott, para que “certificara” las reservas ya previstas al detalle, con la  perforación justificativa de algunos pozos estratigráficos. Dada esa maniobra, más del 90% de las “reservas” incorporadas entre 2006 y 2016 fueron de la Faja Petrolífera, producto de revisiones y muy poco, o casi nada por exploración propiamente dicha en nuevas provincias de condensados, medianos y livianos. Se reprocesó información sísmica 2D y 3D pero ello no se tradujo en éxito sustancial alguno en la adición notable de reservas frescas.


La propia PDVSA confiesa inadvertidamente el fiasco de la certificación:

Por la módica suma de 557 millones de dólares se perforaron 146 pozos para  incorporar, con los datos obtenidos superficialmente y vía revisión de escritorio, 219 mil millones de barriles a las “reservas probadas”. ¡El negocio del milenio!  


En sus tiempos, Juan Pablo Pérez Alfonzo satirizaba a los técnicos del Ministerio de Minas cuando presentaban cifras abultadas de revisiones, les alertaba que habían afilado los lápices. Ahora, basta con cambiar un porcentaje en  una tabla Excel, de 4% de factor de recobro a 20%.

En esos cálculos, basados en las supuestas posibilidades técnicas de recuperación del petróleo en sitio, se minimiza el pequeño inconveniente de la rentabilidad del negocio.

Costos, precios, tasa interna de retorno, valor presente neto, etc., serían problemas que deberá resolver  el sector público rentista, minimizando sus apetitos fiscales y dejando  al eficiente sector privado optimizar su rentabilidad particular.

Pero, peor aún, cuando se estiman “reservas” para una duración de siglos, se pierde toda significación económica, tanto para la Nación como para cualquier empresa privada,  en cualquier escenario previsible de los hidrocarburos como fuentes energéticas.






Reservas para 618 años, las cuales, al doble de la tasa de producción actual se agotarán en un 6,48% en 100 años y, desde luego, en un 20%, transcurridos seis siglos, no tienen ninguna significación.[39]

Lo cierto del caso es que sobre esas endebles bases se reiniciaron en 2005, como dije, las metas expansivas:

El Plan de Negocios 2005-2012, partiendo de la producción de 3,3 millones de barriles diarios en el año inicial, alcanzaría una producción de 5,8 millones en 2012.
























 Contra lo previsto, la producción en ese año fue inferior a la del inicial, 2005. Sin embargo, se siguió insistiendo, y en la nueva oportunidad, a partir de 3,1 millones de bd en 2012 se programó una nueva meta para 2018: 6,8 millones de barriles diarios.  

Cuatro de esos nuevos millones diarios provendrían de la Faja del Orinoco.[40]







Otras versiones, a cual más funambulesca  y preciosista, se multiplicaron año tras año hasta muy recientemente. Por ejemplo La siguiente, del 2010,  planifica una meta de 6,989 mmbd, ¡¡exactos!! para 2020, de los cuales, también exactos, 4,736 mmbd de la Faja. 

Un claro ejemplo de la desaprensiva utilización de los más simples recursos de Excel para "proyectar" escenarios futuros, salga sapo o salga rana.

Tratando de utilizar el bisturí sin matar al paciente, no me ha quedado otra manera de presentar mis argumentos que exponiendo sin subterfugios la irrealidad de estos planes desde 1978 hasta hoy.






Uno de los último de esos conocidos es paradigmático en cuanto a su irrealidad. Considérese nada más el exabrupto de las cifras de inversiones que sustentan un crecimiento anual de la producción, también mítico, de 628 mil barriles diarios cada año entre 2014 y 2019:



Un desembolso por inversiones de 302 mil millones de dólares en 5 años,  60 mil millones de dólares anuales, fuera de todas las posibilidades de una industria y un país cuyos excedentes netos mermaban cada año,  y apenas superaron los  5.000 millones de dólares en el último añol  del cual se tienen datos, 2016.




Es realmente descomunal la brecha entre la realidad y las metas planteadas por esta planificación de ensueños tipo Disneyworld.

Planificación que ha resultado en una auténtica tragedia nacional, irrecuperable en cualquier plazo previsible, porque los daños permanentes a nuestra Nación y a su futuro, producto de “inversiones” completamente inviables, fueron y serán incuantificables.

¿Cuánto del desembolso planificado se “ejecutó” para obtener este resultado catastrófico? ¿En qué cuentas de cuáles corporaciones e individualidades se encuentran hoy esos despilfarrados recursos públicos?  

Más allá de ese lastimero cálculo de lo que pudo ser y no fue, se trata de la afectación perdurable de los derechos colectivos, de lo que los juristas denominan “el interés difuso”. 


Y es precisamente ese carácter difuso el que hace que los individuos no perciban su responsabilidad en la  protección de esos derechos y ese patrimonio porque, “lo que es de todos no es de nadie”… y mucho menos perciben el riesgo para el patrimonio de futuras generaciones, porque  a las puertas del cielo, primero yo que mi mamá y el que venga atrás que arree… ironías perezalfoncinas.

Dejando atrás los lamentos, debemos volver al corazón del debate que las motivó inicialmente: el enfrentamiento entre los escenarios “productores” y “rentistas”.

Cuando observamos gráficamente el curso creciente de la participación de los costos en los ingresos totales y la consecuente  minimización de la participación fiscal, incluidos los “aportes sociales”, podemos inferir hacia dónde fue la renta extraordinaria generada en la industria petrolera en las pasadas décadas, desde 1976 hasta 2016, último año del cual se conocen cifras:








Es pertinente traer estas cifras al debate, porque una de las más socorridas explicaciones de la debacle de la industria petrolera venezolana se centra en demonizar la participación nacional en los proventos de la misma y en una presentación falaz de las cifras de resultados, que justifica  la reiterada solicitud, por parte de sectores privados e ideológicamente privatistas, de disminución de la “excesiva carga fiscal” que pesa sobre la industria petrolera.

Podemos ahora preguntar ¿en qué parte de las cifras que generan los dos gráficos anteriores se esconde esa excesiva carga? ¿no son esos costos, cuya participación en el reparto ya pasa del 86 por ciento del ingreso total, el reflejo parcial de la creciente tajada que toman para sí las empresas privadas nacionales e internacionales que participan en el negocio, más allá del pago de los suministros que aportan, la remuneración de sus  inversiones y de los servicios que realizan?

Está completamente claro aquí que esas exigencias de reducción de la carga fiscal no son otra cosa más que la perenne pugna por una mayor participación privada en la apropiación del excedente que se genera en la industria petrolera pública, la maximización de sus beneficios.

En esa pugna, las corporaciones internacionales fueron exitosas durante los anteriores cien años. Basta solo con revisar el “ranking” histórico  de las mayores empresas industriales del mundo y encontrar allí los puestos que han ocupado y ocupan las corporaciones petroleras y de servicios conexos, tales como  Exxon-Mobil, Shell, BP, Conoco-Phillips, Chevron, Total, Schlumberger, Halliburton, etc.

De cómo lo hicieron, y como fue la participación de sus Estados metropolitanos en la implantación de su poder monopólico  global, tratan muchos volúmenes escritos desde los años 30 del Siglo pasado. No los vamos a citar aquí, pero vale la pena recordar que Venezuela fue y sigue siendo un principalísimo escenario de ese proceso, donde la geopolítica de las grandes potencias juega un papel preponderante.

Esta es una acotación pertinente, también,  para  refrescar la memoria de quienes plantean el asunto, con aparente ingenuidad, como un simple debate entre el atraso y la modernidad, entre perversos rentistas y estatistas… socialistoides al fin y al cabo, enfrentados a los promotores de la iniciativa privada creadora de valor.

Contemporáneamente, esa confrontación se agudiza por la circunstancia de que los excedentes actuales de esa explotación en el país ya no pueden ser catalogados como “renta”,  dado el margen cada día más estrecho entre costos y precios. A unos niveles tales que hacen inviables, en el corto y mediano plazo, la expansión de operaciones extractivas en   los inmensos yacimientos de crudos extrapesados que impregnan el subsuelo venezolano.






No sería necesario citar los múltiples escenarios que presentan un panorama de estancamiento de la demanda petrolera y precios deprimidos en las próximas décadas, para estimar la inviabilidad de cualquier desarrollo expansivo en la Faja del Orinoco. 

Pero no es ocioso recordarlos.



Sin colocarme gríngolas para eludir el trasfondo ideológico de esta discusión, ni, como es evidente en este trabajo, voy a esconder que mantengo una posición enfrentada a las visiones liberales sobre la administración y disposición de un patrimonio nacional, vale decir social, colectivo y de incumbencia transgeneracional por su magnitud y perdurabilidad.

Se trata de combatir las  propuestas que involucran una pulverización del Estado Nación venezolano, en medio de las pugnas de los grandes Estados mundiales por someter a los más débiles a sus particulares designios económicos y políticos. Esa es la principal motivación de los trabajos que he sometido al escrutinio público en los últimos años. [42]



 NOTAS Y REFERENCIAS




[1] Actualización desde los botes salvavidas de “Política petrolera venezolana  a la manera de los Músicos del Titanic”, del 20 de mayo de 2018.

[2] Juan Pablo Pérez Alfonzo,  Revista “Semana”, Vol. XXI, Nº 235, Caracas 1978. Reproducido en  Petróleo y Ecodesarrollo en Venezuela,  Dorothea Mezger (Compiladora), ILDIS, Caracas 1981 y en el Suplemento de la Revista BCV -- 1, Enero-Junio 2008,  “Profecías Cumplidas”, Banco Central de Venezuela, Caracas 2008.

[3] Maldición de los Recursos” y “Enfermedad Holandesa, fueron los términos utilizados por los economistas que “descubrieron”,  en los años 70, el fenómeno padecido por Venezuela desde 1920.

[4] Ministerio de Minas e Hidrocarburos, Petróleo y Otros Datos Estadísticos Caracas 1959-2007 PDVSA, Informe General de Actividades, 2008-2016.
[5] Richard F.Meyer and Emil D. Attanasi, US Geological Survey, Heavy Oil and Natural Bitumen-Strategic Petroleum Resources. .  http://pubs.usgs.gov/fs/fs070-03/fs070-03.html

[8] Cuña norte, o canal norte, proyecto permanente, multiministerial y aún vigente, para el desarrollo del nordeste brasileño al que se le añadió en esos años esa ambiciosa meta.
[10] Ley Sobre Bienes Afectos a Reversión. Congreso de la República de Venezuela, Gaceta Oficial N° 59.577 06/08/71, Editorial La Torre, Caracas 1971.

[12] Rodríguez Gallad, Yánez, Ibid., págs. 149-166.

[13] Mendoza P., Carlos De las Concesiones a los Contratos, visión retrospectiva de la política petrolera venezolana, Tesis de Maestría en Economía y Administración de Hidrocarburos, FACES-UCV, Caracas 1985. Publicado como Análisis crítico de la política petrolera venezolana hasta 1985  por laEditorial Académica Española, LAP Lambert Academic Publishing Gmbh, Saarbrüken, Alemania, 2011., Ediorial El Perro y la Rana, Caracas 2012.
[14] 29 de agosto de 1975,

[15] Mendoza P., Carlos, Op. Cit.; El Poder Petrolero…, pág 64., citando Op.Cit.,   De las Concesiones a los Contratos… Pags. 112-128.

[16] Jaen C., Rubén, “Una industria compleja”, al responder a Quirós Corradi sobre la “política de envidia por los gastos faraónicos de PDVSA”  donde sostiene que los ejecutivos de PDVSA “tienen derecho a usar los aviones de la empresa en viajes particulares… disfrutar de vacaciones pagadas en el extranjero, ir a los mejores hoteles, viajar en primera clase…” Citado por mi en El Poder…,.  en  Op. Cit., pág. 84.

[17] Mendoza P., Carlos http://petroleovenezolano.blogspot.com https://www.aporrea.org/autores/mendoza.potella  Pescadores en río revuelto, La oportunidad la pintan calva, “Ley Orgánica para la regulación del comercio de esclavos en Venezuela”,El cartero llama dos veces, Soberanía Delenda Est,  Volver al futuro IV,Poder y Meritocracia.

[18] Gonzalez C, Diego Propuestas para Venezuela; Cómo rescatar a la industria petrolera nacional. Cedice Libertad, Caracas 2016.

[19] Leopoldo López, Gustavo Baquero: Venezuela Energética. Propuesta para el bienestar y el progreso de los venezolanos.  Caracas  2019.

[20] Mendoza P. Carlos, “Ley Orgánica para la regulación del comercio de esclavos en Venezuela”.   https://www.aporrea.org/energia/a280531.html

[22] González C., Diego, Cambios institucionales que desmantelaron y destruyeron la estatal PDVSA, En Oliveros Luis, Coordinador, La industria petrolera en la era chavista, crónica de un fracaso, Instituto de Estudios Parlamentarios Fermin Toro, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas 2019.

[23] Espinasa, Ramón, Las Estrategias Petroleras después de la  Nacionalización 1976 – 2006. XIII Congreso de Actualidad Económica UCAB Caracas Mayo 2006
[24] https://petroleovenezolano.blogspot.com/2010/01/la-meritocracia-contra-gaston-parra.html#.Xa8sKOZKjIU.  La Meritocracia contra Gastón Parra Luzardo y Carlos Mendoza Pottellá
Extractos de un programa televisivo en los días previos al Golpe de Estado de Abril de 2002.
Periodista: José Toro Hardy. Caracas, 10 de Marzo de 2002. Invitados: Julio César Arreaza.- Vicepresidente fundador de PDVSA, Gustavo Coronel.- Director Fundador de PDVSA, Humberto Calderón Berti.- Ex Ministro de Energía y Minas y Ex presidente de PDVSA, Pablo Reimpel.- Ex Presidente de PDVSA, Alfredo Gruber.- Ex director de Corpoven y Maraven y Ex presidente de Deltaven, Nelson Olmedillo.- Ex Director de Corpoven, Ronald Pantin.- Ex Presidente de PDVSA Servicios, y Alberto Quirós Corradi Ex Presidente de Maraven y Lagoven

[25]. Mendoza P. Carlos, El Poder Petrolero y la Economía Venezolana, Caracas, UCV, CDCH, 1995)

[26] Maza Zavala, D.F.; Parra Luzardo, Gastón; Mieres, Francisco; Mendoza P., Carlos, Incidencia de los contratos de tecnología y comercialización en el rumbo de la industria petrolera nacionalizada. Caracas 1977, reproducido en Mendoza P. Carlos, Nacionalismo Petrolero Venezolano en Cuatro décadas, pags. 43-47.  Banco Central de Venezuela (BCV), Caracas 2017. - p. 672 http://publicaciones.extra.bcv.org.ve/colecciones.html.html

[27], Address of Guillermo Rodriguez Eraso, President of Lagoven, S. A., to the Venezuelan-American Association of the United States. St. Regis Hotel, New York, January 8, 1981. Versión de Teletipo. Citado en Mendoza P. Carlos, El Poder Petrolero y la Economía Venezolana,  UCV-CDCH, Caracas 1995. Pág. 179.  
Las insólitas palabras subrayadas en la cita fueron las que motivaron la orden  referida por González Cruz, para que se depositaran en el BCV esas reservas “that we set aside”  según el soberano Rodríguez Eraso.

[28] Mendoza P. Carlos, “El Poder…” Op. Cit.  Págs. 173-199, Cap. V.2.1. La Faja del Orinoco, Bitúmenes y Orimulsión

[30] Mieres, Francisco, “El Megadisparate de PDVSA”, Publicaciones Facultad de Ciencias Económicas y Sociales-UCV, Caracas, 1994.
[31] IPPCN: Industria Petrolera, Petroquímica y Carbonífera Nacional. Siglas utilizadas en los documentos divulgativos de PDVSA, cuando concentraba  todo el espectro energético.

[32] PDVSA, Guías Corporativas 1993-1998: Orientación Estratégica, pág. 1. (Bernard Mommer y Ramón Espinasa, Planificadores Mayores)
[33] Mendoza P., Carlos, “Citgo, la internacionalización revisitada” en :https://petroleovenezolano.blogspot.com/2019/01/citgo-la-internacionalizacion-revisitada.html#.XaZ-yeZKhdg
[34] Mendoza P. Carlos,  1999. Gráfico para fines docentes, inserto en varios trabajos desde entonces.
[35] U.S. Geological Survey, Fact Sheet 70-03, August 2003
Online Version 1.0 Heavy Oil and Natural Bitumen - Strategic Petroleum Resources
By Richard F. Meyer and Emil D. Attanasi

[36]   US Geological Survey, World Petroleum Resources Project,  An Estimate of Recoverable Heavy Resources of the Orinoco Oil Belt, Venezuela.
[37] C. Mendoza P., “Reservas, Recursos, Faja y Lutitas”, 2018.
[38] Ministerio de Energía y Minas, Informes Anuales PDVSA,  Informe General de Actividades.
[40] PDVSA, Planes de Negocios 205-2012, 2012-2018, 2014-2019.
[41] Cambridge Energy Research Associates, 2017.