Carlos Mendoza Pottellá
En 2005 se consolidó la tendencia al alza de los precios del petróleo que ya se había manifestado en los dos años anteriores. Esa tendencia tuvo su génesis en factores estructurales, centrados en un fuerte crecimiento de la demanda mundial, fundamentalmente de países como China, la India y otros países asiáticos, y en un estancamiento de la oferta.
La vigencia de precios entre 15 y 30 dólares durante las dos década anteriores desestimularon las inversiones en la industria petrolera internacional y condujeron a que la misma no estuviera preparada para responder ante los previsibles incrementos de la demanda de los últimos años. De tal manera, a la declinación previsible, de la oferta procedente de los Estados Unidos, el Mar del Norte y otras regiones, incluidos países miembros del a OPEP, como Indonesia y Argelia, hubo que agregar el estancamiento de los desarrollos en las nuevas zonas prospectivas, tales como el Mar Caspio y Africa Occidental.
Para Venezuela, lo anterior se tradujo en un alza de más de diez dólares en el precio promedio anual de la cesta venezolana de crudo y productos entre 2004 y los primeros once meses de 2005. Este promedio, que hasta el 28 de noviembre era de 46,48 $/bl., representaba ya el doble de la cifra utilizada para la estimación del presupuesto público en este año, 23 $/bl.
Dos años seguidos de precios petroleros por encima de los prevalecientes en las décadas mencionadas, se han materializado en un incremento del ingreso fiscal venezolano, a pesar de la caída de la producción en 2003 y 2004, resultante del sabotaje petrolero y sus consecuencias ulteriores, de las cuáles, apenas ahora se está recuperando nuestra industria.
Concomitante con ese incremento del ingreso petrolero, las medidas de control cambiario dispuestas por el ejecutivo nacional para contener la fuga de capitales, promovida abiertamente por los factores políticos desestabilizadores, han determinado un crecimiento sostenido de las reservas internacionales, las cuales llegaron a alcanzar en 2005 niveles cercanos a los 30 millardos de dólares.
Hay que destacar que el nivel actual de los precios del petróleo es el resultado de un ajuste necesario para estimular nuevas inversiones energéticas, tanto en el propio sector petróleo como en el desarrollo de fuentes alternas al crudo. Con bajos precios no será posible explotar los petróleos remanentes en las reservas mundiales, todos los cuales constituyen las fronteras finales de los hidrocarburos existentes en el planeta, por ser mas pesados que los petróleo tradicionales, con mayor contenido de azufre, y localizados en mayores profundidades, bajo los océanos, etc. Con bajos precios del crudo tampoco será posible desarrollar las fuentes alternas y, mucho menos, las más limpias.
Ello significa que los niveles de precios del crudo, independientemente de bajas estacionales, especulativas o determinadas por movimientos de inventarios, han alcanzado un nuevo piso estructural, el cual, para los crudos marcadores internacionales Brent y WTI parece ubicarse en un nivel cercano los 50 dólares el barril y, de acuerdo a la relación tradicional, para la cesta venezolana de crudo y productos se encontrará por encima de los 40 $/bl.
Ese piso le da a Venezuela un margen bastante confortable para cumplir con las metas del presupuesto público para 2006, calculado con bastante moderación sobre la base de los ingresos resultantes de un nivel de producción apenas superior al vigente hoy y un precio promedio de 26 $/bl. para la referida cesta.
Con el ritmo actual y previsible de crecimiento de la economía nacional, esa disponibilidad de recursos comporta un conjunto de ventajas y de riesgos para el diseño de la política económica.
Las ventajas se encuentran, desde luego, del lado de la soberanía nacional, de la autonomía para tomar las decisiones de gasto e inversión presupuestadas y en la posibilidad de disminuir sustancialmente los niveles de deuda pública interna y externa. Y también del lado de la soberanía nacional se ubica la posibilidad de alimentar la política de integración económica y energética latinoamericana y caribeña. Se trata, nada más y nada menos, que de colocar a Venezuela como eje energético de uno de los puntos focales del mundo multipolar: la América Latina y Caribeña
Los riesgos, a su vez, se ubican en el lado de la tentación descrita por nuestro primer economista, Alberto Adriani, en 1930 y por sus colegas noruegos en los años 70 del siglo pasado, quienes la caracterizaron como el “efecto Venezuela”: la propensión al gasto de los ingresos extraordinarios procedentes de una renta minera, por encima de la capacidad de absorción de la economía nacional. La “imposible siembra”, a la que hacía referencia Juan Pablo Pérez Alfonzo, sigue siendo uno de los sueños nacionales y en momentos de plétora petrolera, cuando mas reluce el brillo de la riqueza fácil, es cuando más despiertas deben estar las mentes y las capacidades analíticas de los venezolanos para resistir tentaciones ruinosas como las que sufrimos durante el período de “la Gran Venezuela” y el V Plan de la Nación, justamente estigmatizado por Pérez Alfonzo como Plan de Destrucción Nacional.
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