y las manipulaciones del poder
Carlos Mendoza Pottellá
2 de julio de 1997
La actualidad y la urgencia del debate petrolero obligan, aparentemente, a sacrificar las pretensiones didácticas de estas notas. Deberíamos dejar atrás el “ABC” para adentrarnos en cuestiones más complejas. Sin embargo, cuando revisamos algunos de los elementos de la discusión que se ha generado después de la licitación de los 20 campos de la “Tercera Ronda”, descubrimos que en algunos aspectos no salimos de ese entorno elemental y que muchas de la “movidas” petroleras que se adelantan actualmente dentro del marco de la apertura, se apoyan, simplemente, en la ignorancia generalizada. Sólo así se explica que puedan ser presentadas como la única salida que le queda a Venezuela para encontrar el rumbo del progreso y la modernidad.
En la euforia de su éxito, algunos de los líderes de la actual política petrolera dejan ver sus cartas marcadas. Ese ha sido el caso cuando se ha tratado de explicar la inesperada magnitud de los bonos ofrecidos por los ganadores de la referida licitación de campos maduros y semiabandonados.
Terminada la ronda, el inefable Alberto Quirós Corradi hace una extensa y aparentemente cándida consideración sobre lo exagerado de algunas de las ofertas ganadoras, al compararlas con las modestas proporciones de las reservas remanentes que se reportan para cada uno de esos campos. Con tal argumentación, muy a tono con el masaje publicitario en torno al carácter “marginal” de esos yacimientos, Quirós se justifica a sí mismo por no haber pujado lo suficiente con su empresa Hotel Tamanaco y no haber recibido la adjudicación correspondiente. Deja traslucir sin embargo parte de la verdad cuando se refiere al interés real del capital extranjero -más allá de las supuestas reservas contabilizadas del yacimiento específicamente licitado- en ubicarse dentro del negocio petrolero venezolano, cargando el monto de los bonos pagados a sus cuentas globales.
Pero el Presidente de PDVSA, tal como lo hizo en la oportunidad de la licitación de los lotes de las asociaciones bajo el esquema de ganancias compartidas, cuando se lanzó desbocadamente a anunciar que el próximo paso sería la venta del 15% de las acciones de PDVSA, se olvida de las bondades del bajo perfil y desmiente a Quirós Corradi con un conjunto de precisiones que constituyen el más descarnado desmontaje de las falacias sobre las cuales se vendió a la opinión pública el programa de la apertura petrolera.
En efecto, el Ing. Giusti dictamina la equivocación de los analistas que establecen correlaciones lineales entre las cuotas de participación (bonos) y las reservas probadas, por cuanto el cálculo vigente de éstas
“se basa en un determinado factor de recobro, el cual en campos viejos se apoya en tecnología convencional y en el simple mantenimiento de las operaciones. Para empresas petroleras con experiencia y dominio de tecnologías modernas, el atractivo no se basa solamente en las reservas registradas en los libros, sino también en las inmensas posibilidades de aumentar el factor de recobro y en consecuencia aumentar las reservas, así como también las posibilidades de nuevos descubrimientos mediante actividades exploratorias” (Luis Giusti, El Nacional, 15-6-97, pág. E-1)El contraste entre estas “inmensas posibilidades” ahora esgrimidas por Giusti y todo lo que se nos dijo antes sobre el heroísmo del capital internacional que vendría a correr los inmensos riesgos de operar campos marginales, clama al cielo. Evidentemente, al poder petrolero no le basta con engañar a los venezolanos, sino que, obtenidos su objetivos y convencidos de la inmensa capacidad de olvido de los dirigentes de este país, en un acto de magna prepotencia, se da el lujo de revelarnos la verdad que hasta ayer se disimulaba. Como quien dice... “pa´ que más te duela”.
Una de esas verdades, denunciadas hace mucho por algunos analistas de esos que son estigmatizados como “profetas del desastre”, es ahora abiertamente reconocida por Giusti :
“En las 20 áreas del concurso, las filiales de PDVSA no tenían ninguna, léase bien, ninguna previsión de inversión o desarrollo adicional. Las actividades previstas se limitarían al mantenimiento de la infraestructura de producción existente y a los tradicionales esfuerzos por reducir al mínimo la declinación mecánica, al tiempo que se acepta la inexorable declinación natural de los yacimientos”.Y sigue la explicación del Presidente de PDVSA, aparentemente irrebatible : las inversiones de PDVSA están dirigidas
“a los proyectos más atractivos y con mejor retorno de inversiones, con base en una rigurosa jerarquización económica.”
He aquí una muestra paladina de la falacia : si bien la primera afirmación es absolutamente cierta, no hay nada más falso que esa supuesta jerarquización económica : Las inversiones en los megaproyectos de la Faja del Orinoco, en la Internacionalización, la Orimulsión y el Cristóbal Colón, para citar sólo algunas, parecen responder más bien al criterio de que hay que comerse primero las conchas para dejar lo mejor para el final. Y como al final estaremos haciendo la difícil digestión de las conchas... llamaremos al capital internacional para que participe en la comida de los cambures ya pelados.
Algunas cifras pueden ayudar a sustentar lo dicho: En los últimos tres años, 1994 a 1996, PDVSA reporta -en su Informe Anual- que compró crudos para alimentar las refinerías en el exterior por un monto de 26.657 millones de dólares, con lo cual se contribuyó a generar una utilidad en operaciones de 678 millones de dólares, de los cuales quedó un dividendo neto de sólo 113 millones... monto pírrico que a su vez se desvanece en las nuevas inversiones realizadas en el exterior durante el período: 2.640 millones de dólares... Mientras tanto, PDVSA sólo invirtió, en esos mismos tres años, 425 millones de dólares en Gastos de Exploración, el 0,7% de sus costos y gastos totales.
Con respecto a la Orimulsión, emprendimiento heredero de los megaproyectos de la Faja iniciados en 1978 y suspendidos en 1983, en los cuales se incineraron entonces más de 6 mil millones de dólares, debemos decir que con ella se ha continuado la liquidación de unos recursos financieros que han podido aplicarse, de ser cierta la “rigurosa jerarquización económica” a que alude Giusti, en otros destinos de la propia industria, verbigracia el desarrollo los campos “maduros” y la exploración en las áreas nuevas. Por el contrario, con nuevas inversiones, realizadas a partir de 1991, que pasan ya del millardo de dólares, la Orimulsión sólo ha reportado pérdidas, que en los últimos tres años alcanzaron a 274 millones de dólares, según registra PDVSA en su Informe Anual y con cifras edulcoradas que, desde luego, no computan los costos de Bitor que son asumidos por Lagoven y Corpoven, por ejemplo, con los cargamentos de bitúmenes no facturados a Bitor y sí cargados a la partida de “Gastos Administrativos PDVSA”.
Con lo anterior queda desmentida, a nuestra manera de ver, la afirmación de que las inversiones de PDVSA se rigen por una “rigurosa” jerarquización económica. Son otros los criterios y, sobre todo, los intereses que determinan el orden y sentido de tales inversiones. Pero es más aún, la ínfima cifra de inversiones en exploración, 0,61% de los costos y gastos de 1996, revela una conducta irracional para un productor petrolero que debe tratar de reponer las reservas que agota.
Es precisamente este esfuerzo de reposición de unas reservas que se controlan y se están agotando, el que explica la decisión de las compañías petroleras participantes en la Tercera Ronda de ofrecer 2 millardos de dólares en bonos. No se trata, simplemente, de dividir esa cifra entre la cantidad de barriles que se espera encontrar y evaluar si es alto o bajo el costo de su adquisición, se trata de reponer, a como dé lugar el petróleo que se está produciendo hoy. Y una gran parte de los costos de esa reposición debe imputarse a esa producción actual : lo que se consiga a través de la exploración o el desarrollo de campos ya conocidos será ganancia neta. En otras palabras, es la producción actual y no la futura, la que financia los bonos, regalos, sobornos, comisiones, almuerzos, sicarios, viajes y cualquier otro gasto que sea necesario para tener acceso -no necesariamente como propietario sino, como “operador” que toma todas las decisiones trascendentes y “ejecuta” los costos y gastos”- a la disposición de nuevas reservas. (Desde luego, y colocándonos en el pellejo de Quirós Corradi, si alguien no controla reservas hoy, todos los cálculos se deben hacer sobre la producción futura. Y ello suele ser una apuesta muy riesgosa, accesible solo al que opera sobre una base global y a largo plazo : el gran capital petrolero internacional)
Por su parte, reponer las reservas que se agotan en los 20 campos en cuestión es lo que no hizo PDVSA en estos 21 años, tal como lo confiesa Giusti. Esa empresa tiene asignados los yacimientos petroleros y cuenta con los recursos para realizar esa actividad, pero, por imperativo de una política corporativa enfrentada a los intereses generales del Estado y más bien determinada por intereses privados nacionales y extranjeros, su gerencia ha decidido aplicar esos recursos en proyectos inviables o poco rentables como los ya mencionados, de adquisición de refinerías en el exterior, producción de bitúmenes y Orimulsión, el proyecto Cristóbal Colón, el tendido de poliductos innecesarios, la explotación del carbón y el desarrollo de campañas de opinión para promocionar sus planes y políticas, además de acallar las críticas. Todo ello en desmedro de la participación fiscal y para tener que, de todas maneras, pagar para que otros repongan las reservas del país... a mucho mayor costo, desde luego.
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