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domingo, 21 de octubre de 2018

Apuntes Petroleros IV en Petroanalysis


Apuntes de Política Petrolera Venezolana 

IV

Carlos Mendoza Pottellá

A propósito de la “transición energética”

Los recientes eventos catastróficos ocasionados por huracanes en Francia y los Estados Unidos han hecho rememorar la certeza de un cambio negativo en las condiciones climáticas globales, como consecuencia del “efecto invernadero” generado por la masiva combustión de hidrocarburos.


La revolución industrial, que tomó impulso definitivo hace unos 270 años con la invención de la máquina de vapor, fue el inicio del papel de la materia orgánica fosilizada  como sangre del aparato industrial, sustituyendo a la energía humana, de los animales, del viento y las corrientes de agua, que movían las primeras y rudimentarias máquinas, tornos,  molinos de trigo, telares, etc.

El carbón tomó allí un protagonismo que todavía hoy no ha perdido, a pesar de ceder espacios frente al petróleo líquido a mediados del siglo pasado, con la multiplicación de los usos del motor de combustión interna, en particular en el transporte, donde el automóvil, los aviones y los tanques desplazaron al “caballo de hierro” y sus rígidas vías férreas, y que, con los motores diesel incorporados a los navíos, eliminaron a los “vapores”.

A la competencia se incorporaron en las décadas postreras del Siglo XX los hidrocarburos gaseosos, para  hacer que los combustibles fósiles superaran  en más del 80% su participación en el total de las fuentes energéticas utilizadas por la humanidad. El porcentaje restante quedó ocupado por la energía hidráulica, la demonizada energía nuclear, las incipientes “energías alternativas”, fotovoltaicas y eólicas, y el remanente primitivo  de las otras formas de “biomasa” vegetal y animal.

El aumento en intensidad y regularidad de eventos como los mencionados al inicio, condujeron finalmente a un consenso científico sobre las apocalípticas consecuencias del calentamiento global y la inevitabilidad de un cambio radical de la matriz energética generadora del mismo, el cual fue alcanzado en París, en 2016, con la aprobación, dentro de la  Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de un conjunto de medidas para la mitigación de la emisión antropogénica de gases de efecto  invernadero.


Generalmente conocido como Acuerdo de París,  el mismo fue negociado  por casi doscientas partes y países, pero sólo ha sido ratificado por menos de  cien de éstos, con la notable retirada de Estados Unidos, uno de los principales generadores de esos gases, en junio de 2017.

Siendo la actual administración norteamericana la más radicalmente escéptica en esta materia, no es, sin embargo, la única entidad que condiciona la toma de las medidas de mitigación, derivadas del Acuerdo de París, a las prioridades de sus más inmediatos y particulares intereses económicos.

De hecho, todos los sectores involucrados en la industria de los hidrocarburos se comportan, en esta materia, con diversos grados de reticencia y excesivos condicionantes a la hora de asumir su responsabilidad.

Sin llegar a los extremos de las compañías tabacaleras para ocultar los efectos cancerígenos de sus productos, la OPEP, por ejemplo, que por su misma razón de existencia está condenada a ser petrolera, sin alternativas, lo deja en evidencia en sus pronunciamientos oficiales y en las declaraciones de su Secretario General, Mohammad Barkindo.

La Organización se declara “…plenamente comprometida y apoya el Acuerdo de París…” pero exige tomar en cuenta las diferencias nacionales, al hablar de “responsabilidades comunes pero diferenciadas… y “la prioridad del desarrollo sostenible”. OPEC Statement to the UN Climate Change Conference 


Más directamente, Barkindo declara lo siguiente, a principios del presente mes de octubre, según Reuters:El secretario general de la OPEP criticó el jueves un informe que pide una acción radical para combatir el cambio climático, y dijo que la idea de que la energía renovable era el único futuro del mundo era errónea y que un "bombardeo" de la defensa verde podría ser perjudicial.

"No se trata de elegir una fuente de energía en contra de otra, como lo sugieren algunos de nuestros colegas de la comunidad científica. En algunos sectores escuchamos historias que sugieren que las energías renovables son nuestro único futuro energético. Esto, con todo respeto verdadero a nuestros amigos, está claramente equivocado”  …

"El petróleo no es tóxico al final del día, las emisiones son tóxicas", dijo Barkindo, y agregó que las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención. 


(Londres, 5:53 am ET jueves, 11 oct. 2018, Reuters)

Paradójicamente, las grandes corporaciones petroleras internacionales, precisamente etiquetadas como “transnacionales” por haberse manifestado como no comprometidas absolutamente con un interés nacional particular, dando fe, de paso, a la noción de que “el capital no tiene patria”, ahora, de acuerdo al signo de los tiempos, tampoco se sienten encadenadas al cognomento “petrolero” y empiezan a manifestarse como compañías energéticas, verdes, y aunque mantengan y expandan sus negocios petroleros, no dejan de apostarle algunos quintos a las “fuentes alternas”.

En efecto, y tal como lo indican sus propios pronósticos energéticos, todo parece indicarles que los hidrocarburos llegaron al tope de su utilización como tales. Así lo muestra la siguiente gráfica de la Royal Dutch Shell:



Según estas predicciones, todos los hidrocarburos tendrán una participación decreciente en la oferta energética global, pasando del 80% actual a menos del 50% en el 2050 y a menos del 20% a partir del 2080.

Las tendencias para 2050 se confirman, para los hidrocarburos líquidos y gaseosos, en otro escenario de la misma Shell sobre el consumo de energía primaria por fuente, el cual, sin embargo, otorga al carbón una persistencia en su porcentaje de utilización global:






Desde luego, estos son escenarios de pesadilla para aquellos que sueñan con ser petroleros durante los próximos quinientos años, contando los pollos antes de nacer, como hacen los expertos, técnicos y planificadores venezolanos al “estimar” el factor de recobro de 20% que les produjo los 300.000 millones de reservas “probadas y certificadas” de la Faja Petrolífera del Orinoco.

Por el contrario, escenarios más realistas, como los de la Shell y el de otras corporaciones, como el de Exxon-Mobil, limitado hasta 2040 -y cuyo gráfico sobre la evolución de la demanda en ese lapso reproduzco aqui-




constituyen el resultado de constatar, sin atenuantes, el efecto de los profundos cambios técnológicos y político-económicos que se han manifestado en estas décadas de transición secular y que se intensificarán en el futuro inmediato.


En primer lugar, la evolución de la producción industrial, que ya no estará centrada en el acero, el concreto y el aluminio, sino en la microelectrónica, la robótica, la redes de comunicación digital, la biotecnología, la nanotecnología, los autos eléctricos y la disminución de las necesidades de desplazamientos físicos de personas y materiales, etc.


Y de manera determinante, como contexto general, la lucha contra el calentamiento global, del cual son principales responsables los combustibles fósiles, sin que se avizoren, por ahora, métodos eficientes de control de las emisiones de su combustión y que, por otro lado, todavía son muy incipientes, limitados y poco factibles  los procesos alternativos, como la “captura del carbono” que propone Donald Trump para mantener activa la producción carbonífera norteamericana y a los que se refiere Barkindo en la cita hecha más arriba, cuando hablaba de que “…las tecnologías para reducir y finalmente eliminar las emisiones de los combustibles fósiles deberían ser el foco de atención.”


Como digresión final, es pertinente destacar este consenso entre productores de hidrocarburos, solidarios  en la búsqueda de una salida a las crecientes limitaciones que impone la conciencia universal de sus impactos ambientales. 
Venezuela no es ajena a ese comportamiento contradictorio, sobre todo cuando sus dirigentes pregonan y promocionan, en el seno de la OPEP, una política de limitación de la producción dirigida a sostener la defensa del nivel de precios y, simultáneamente, formulan planes inviables para la expansión acelerada de su propia producción.


cmp, 20 de octubre de 2018


lunes, 24 de septiembre de 2018

Política Petrolera Venezolana en Petroanalysis


Apuntes de política petrolera venezolana


(I y II)


Carlos Mendoza Pottellá

Debo comenzar estos “Apuntes..” agradeciendo al Dr. Mazhar Al Shereidah por ofrecerme una ventana en este portal, Petroanalysis, para ventilar mis reflexiones en materia de política y economía petrolera.

Ya entrando en el tema, aprovecho para reiterar la prédica que por años y de manera angustiosa hemos  sostenido muchos colegas y que Petroanalysis ha venido cumpliendo de manera destacada:

La primera tarea de un investigador social venezolano en materia  de política petrolera es el combate a la ignorancia generalizada, sostenida y promovida históricamente por los sectores internos e internacionales que se han apropiado privilegiadamente de la riqueza generada por la explotación de los hidrocarburos nacionales.

Para ello es preciso masificar la información sobre el tema para que sea realmente democrática la toma de decisiones  y poder combatir todos los mitos y falacias imperantes que se han instalado en la mente de los venezolanos como verdades irrefutables.

Justamente, uno de esos mitos, al que pretendo referirme en estos primeros “Apuntes” es el de que somos una potencia petrolera y que nuestro destino será siempre ese, extractor de un material precioso y generador de una inmensa y eterna renta.

Al respecto, es indispensable el estudio de la estructura y relaciones de la industria petrolera mundial, su génesis histórica y sus perspectivas presentes y futuras. La posición de nuestro país en esa historia y en el desenvolvimiento futuro de una industria condenada a minimizarse en el largo plazo, por los cambios tecnológicos en curso universalmente y por su propio papel en la generación de gases responsables del efecto invernadero.

Las política de producción y desarrollo de la industria petrolera venezolana tiene que formularse dentro de un panorama global en donde se enfrentan los intereses de muchos centros de poder y en especial el del capital financiero internacional, máxima expresión del capitalismo contemporáneo y determinante de los nuevos rumbos del desarrollo industrial, que exprimirán, mientras sea posible, los yacimientos petroleros más eficaces.

Precisamente, los yacimientos petroleros venezolanos no se encuentran entre ellos. Las perspectivas, a mediano plazo, son de un difícil estancamiento de los niveles de producción y una tendencia indetenible a su disminución, tanto por la declinación de los campos convencionales que ubicaron al país como fuente principal de petróleo a nivel global desde 1925 hasta nuestros días, como por la inviabilidad en el mediano plazo, en términos de precios y costos, de un relevo garantizado por la expansión  de los campos de la Faja de Orinoco.

Aunque esta pueda ser una visión pesimista, si se consideran los delirios extractivistas, tales son los retos que debe enfrentar una política económica que pretenda construir un país realmente productivo, creador de valor y no beneficiario o parasitario de una renta producto de la fertilidad petrolera del suelo venezolano.

En definitiva, no se trata de una simple política petrolera, de expansión a todo trapo de la producción, independientemente de las restricciones que imponen los mercados, entre las cuales la principal es la de renuncia a nuestra soberanía sobre los recursos minerales del país, sino, precisamente de cómo afrontar las realidades contemporáneas en esta materia y, sobre todo, cómo construir las bases de una Venezuela post-petrolera y no extractivista.

En ese camino, es urgente deslastrar a la propia planificación petrolera de la mitología expansiva y centrarla en proyectos viables y rentables en el corto y mediano plazo, que se constituyan en los puentes indispensables hacia una economía más diversificada.

Concluyo, por ahora, con una pequeña muestra, dentro del conjunto de proyectos y aspectos específicos  que, a mi manera de ver, debe encarar nuestra industria petrolera:

Es vital la consideración como prioridad nacional el  desarrollo de los yacimientos de gas natural, asociado y no asociado. Su extracción es urgente, paradójicamente, para ayudar a la producción petrolera en los envejecidos campos convencionales, enfrentados ya a su fase de declinación y que plantean requerimientos de estímulo energético para extender su vida productiva.

En general, el destino prioritario del gas natural deberá ser el mercado interno, para los proyectos de gasificación directa de los hogares, para la alimentación plantas de generación eléctrica que todavía consumen costosos hidrocarburos líquidos, sustitución de gasolina en vehículos y, desde luego para usos petroquímicos. En segundo lugar, para el suministro hacia nuestro entorno caribeño.

Es importante lo que se ha hecho, hasta ahora y a un altísimo costo, en la Faja Petrolífera del Orinoco, pero en las condiciones actuales son inviables nuevos proyectos de “mejoramiento” en los bloques asignados, cuya actividad ha quedado estancada sine die en la “producción temprana”.  

Mientras tanto y desde ya, es primordial mantener e incrementar la producción  de crudos livianos y medianos en las regiones tradicionales, entre otras cosas, para hacer comercializable, vía mezclas, a la mencionada “producción temprana”  extrapesada, que hoy obtiene sus diluentes de la importación, lo cual, como es obvio, reduce significativamente su rendimiento económico.

Esta historia continuará..                                   
CMP/30 de agosto de 2018





(II)



La intención didáctica, como la expresada en la primera entrega de estos apuntes, siempre se confronta con la urgencia de tratar temas de actualidad. Ese es hoy, nuevamente, el caso.

Desde hace mucho tiempo, el que tenemos en estos menesteres, hemos combatido las tendencias liberales, privatizadoras, envueltas en paquetes que promueven el  reparto inmediato de los recursos de hidrocarburos nacionales entre sus propietarios, los ciudadanos que viven actualmente en el territorio nacional, sin ninguna noción de solidaridad transgeneracional. “El que venga atrás que arree” decía Pérez Alfonzo. 

La irracionalidad y el egoísmo implícito en esas propuestas permitían respuestas relativamente “cómodas” desde el punto de vista de los defensores de la Nación, entendida como concepto eterno. A ello nos referimos en nuestro artículo de junio de 2017, “Pescadores en río revuelto”. Reproducido luego en el Portal Aporrea. 
(https://www.aporrea.org/energia/a255058.html)

Hoy, las circunstancias allí descritas de caída de la producción y desvanecimiento de los ilusorios planes de expansión de la misma, se han agravado, determinando las búsquedas oficiales de salidas de emergencia, desesperadas, en abierto retroceso en posiciones hasta hace muy poco irreductibles. 

Tal es el panorama que se avizora con las recientes rondas de negociación de “contratos de servicios”, las nuevas condiciones de renovación y ampliación del financiamiento a empresas chinas y proyectos petroleros y mineros donde participen empresas chinas y los anuncios de modificaciones constitucionales favorables a una renovada inversión extranjera.

La magnitud de las circunstancias críticas puede estimarse si revisamos los indicadores de ese curso declinante y los contrastamos con las metas de la “planificación” 2002-2019 que pretendía llevar la producción hasta 6 millones de barriles diarios al final de ese lapso:




(Resumen de escenarios PDVSA 2002-2019)



Esta planificación se fundamentó, desde sus inicios en una percepción super optimista de la evolución de los precios del petróleo, considerando que los mismos habían alcanzado un “piso” de 100 dólares, equivalentes al costo marginal de la oferta futura de las lutitas, aguas profundas y arenas bituminosas, fuentes sustitutas de las reservas convencionales del Medio Oriente y África, en proceso de agotamiento a mediano plazo y largo plazo.

Además, se estimaba una inédita capacidad de “captura” del crudo venezolano que, por ejemplo, entre 2010 y 2015 aumentaría su participación en la oferta global de 3,37% a 4,68% al aumentar su producción de 2,90 millones de barriles diarios en 2010 a 4,46 MMBD en el 2015, aportando la Faja del Orinoco el 70 por ciento de ese crecimiento. 

En otras palabras, mientras se estimaba que la demanda global crecería en ese lapso en un 10,93%, la producción venezolana lo haría en un 53%. (Cifras AIE y Plan PDVSA 2010-2015)

La dura realidad es que la producción petrolera venezolana ha caído desde 3,4 millones de barriles diarios en 2008 a menos de 1,4 mmbd en agosto de 2018.


Los síntomas de esa caída se sintieron consistentemente en todos estos años, en todos los índices de actividad de la industria, como lo muestra la siguiente tabla:


    OPEC Annual Statistical Bulletin 2017

Cifras que son el resultado de la caída de los taladros en operación, que pasaron de un promedio de 71 en el 2011 a 35 en lo que va del 2018, con su mínimo de 26 el pasado mes de agosto, tal como lo registra la última cuenta global de la empresa Baker Hughes.


Pero nada de esto ha conducido a reevaluar las metas y las condiciones que determinan la evolución de costos, precios, nuevas tecnologías e incorporación de reservas inusitadas en los Estados Unidos, amén de los movimientos geopolíticos de la “seguridad energética”. 

Por el contrario, en un ejercicio de ceguera extrema, o de una desvergonzada voluntad de mentir,  todavía se siguen hablando de los 6 millones de barriles diarios para el 2019.

Presumiendo una inocente inconsciencia, cabría preguntar ¿De dónde saldrán recursos que la propia PDVSA estimó en más trescientos mil millones dólares de desembolso total en 5 años para alcanzar esa meta? 

Estos fueron los últimos Estados Financieros publicados por PDVSA, si ya conocemos las cifras de producción de 2017, no es necesario ser muy zahorí para saber que la caída de los ingresos brutos y netos se siguió acentuando en ese año y no ha parado de caer en los ocho meses del presente. 

Frente a esta realidad ¿quién y en qué condiciones estará dispuesto enfrentar el albur de una inversión de 60 mil millones de dólares anuales con retornos negativos a precios inferiores a los 120 dólares el barril?

Todo parece indicar que la obvia respuesta a esta pregunta está obligando a enfoques menos optimistas y también, menos verticales a la hora de la negociación con los inevitables socios extranjeros.

Mientras tanto, los pronósticos dramáticos se multiplican, acentuando los niveles de angustia y propensión a la toma de decisiones desesperadas. 

“Venezuela, que bombeó 1,22 millones de barriles diarios en Agosto, de acuerdo con el último registro de Platts sobre la producción de la OPEP, podría ver su producción caer hasta 1 millón de bd en 2019, pronostica Platts Analytics.”

cmp / 19 de septiembre, 2018.


sábado, 23 de septiembre de 2017

DE LAS FANTASÍAS AL "PAQUETE CHILENO"



Factor de Recobro:

De las fantasías al “paquete chileno”


Carlos Mendoza Pottellá
Septiembre 2017


En los números 2 y 3 de la Revista “Síntesis” suscribí, sucesivamente, las dos partes de un trabajo titulado “Petróleo venezolano: Recursos, reservas y fantasías”. En el mismo advertí sobre las interesadas y engañosas manipulaciones de los conceptos de petróleo originalmente en sitio, recursos contingentes, factor de recobro, reservas probadas y reservas probadas desarrolladas.

Debo retomar esos planteamientos ahora, en momentos críticos para nuestro país, porque están siendo esgrimidos para levantar sueños de redención milagrosa y satanizar a quienes advierten sobre los peligros de una percepción distorsionada de la realidad.

Se trata, en lo fundamental,  de las relaciones entre los conceptos de “petróleo in situ” (petróleo originalmente en sitio) y reservas probadas. Dos magnitudes definidas que refieren a un “todo” y a una de sus “partes”.

Como referí en el trabajo citado, la primera de ellas es el todo, un dato relativamente estático, resultante de una evaluación geológica y de los parámetros físicos que se determinen de la misma, el cual designa al volumen total de petróleo que, con un cierto grado  de precisión se determina que existe en una  localización, país o región.

Mientras que la segunda, las reservas probadas, constituyen una variable que se estima como el porcentaje del petróleo in situ que es factible extraer  dados los costos, precios y tecnología disponible en cada momento. A ese porcentaje se le suele denominar “factor de recobro”.

En tanto que magnitud variable, las reservas probadas (y por ende, su factor de recobro), cambian cada año, período en el cual se evalúan los elementos  que las incrementan o las disminuyen.

De tal suerte, al final de cada año se le añaden los resultados de las actividades exploratorias: Descubrimientos de nuevos yacimientos y extensiones de los existentes, resultados de la actividad de perforación de nuevos pozos. 

Igualmente, se le restan las cantidades producidas en ese lapso.

Los precios del petróleo constituyen un principalísimo factor del aumento o la disminución de tales reservas, que determinan revisiones, las cuales serán al alza en tiempos de crecimiento de los mismos y a la baja cuando esos precios caen.

La incorporación de nuevas tecnologías, en la medida que sus costos las hagan factibles, constituye un elemento que eleva las reservas probadas. Un claro ejemplo de ello lo constituye la evolución tecnológica que ha permitido la explotación creciente del crudo de lutitas (esquistos) en los Estados Unidos.

Por todo lo anterior, una presentación como la que registra a las reservas probadas de Venezuela como una magnitud constante a partir de 2010 y durante 7 años, es el resultado de una voluntaria distorsión de la realidad, ya que nuestras reservas, además de ser las mayores del planeta, son inmodificables, a cualquier precio y nivel de producción.



















En sentido contrario, en la siguiente lámina se presenta una muestra de las reservas probadas reportadas por 68 compañías que cotizan en bolsas de valores a nivel global, la cual registra el comportamiento diferencial de esa variable: creciente entre 2010 y 2014, decreciente entre 2014 y 2016, al mismo ritmo del sentido del nivel de los precios petroleros prevalecientes en ambos lapsos. 

¿La razón de este comportamiento?: Esas compañías están regidas por las normas mercantiles y estatales  que protegen a los inversionistas en el mercado accionario, garantizando  que las reservas reportadas sean realmente recuperables dentro de un lapso y a una tasa interna de retorno que haga rentable su inversión.

Como compañía que no cotiza en bolsas, PDVSA tiene la potestad de calcular sus reservas según parámetros políticos soberanos, puramente físicos e inamovibles. Su desprotegida accionista es una sola: la Nación venezolana eterna, esa cuya inmensa mayoría de integrantes vivos son adormecidos por discursos embaucadores y, más indefensos aún, los que aún no han nacido.

La caída de los precios entre 2015 y 2016  afectó a productores de todas las regiones, pero, como se observa en la siguiente lámina, el impacto mayor fue en Canadá, que hubo de reducir  cerca de 8 mil millones sus reservas probadas en arenas bituminosas.










Ello estuvo determinado, como es del dominio público, por el retiro de las principales corporaciones internacionales de sus negocios canadienses.

Al respecto, y en otro trabajo para Síntesis (6/6/17), “Mirándonos en el espejo canadiense” establecí el paralelismo de nuestras dos realidades como poseedores de crudos extrapesados en las condiciones actuales del mercado.
Nuestras reservas –extrapesadas, no bituminosas, por si acaso- no disminuyen, porque nuestra empresa nacional mantiene sus planes y presupuestos, garantizados por un factor de recobro de 20% que  podríamos  extender y “certificar” hasta un 40%,  tal como como se ha propuesto recientemente, una decisión patriótica de soberanía sobre nuestros recursos petroleros.



Un ejercicio con las cifras reales de los dos mayores campos de la Faja actualmente en producción, Zuata Principal y Cerro Negro Anzoátegui, nos muestra que las tasas de recobro reales, a los niveles de producción actual, en 50 y 100 años serían:

1,62 % y 3,24 %  para Zuata Principal, 1,97 % y  3,95 % para Cerro Negro.

Duplicando la producción en esos campos, el factor de recobro para los mismos lapsos, sería:

3,24 % y 6,48%  para Zuata Principal, 3,95 % y 7,89 % para Cerro Negro.




Dentro de cien años, el petróleo remanente en el sitio supera, en ambos casos, el 90% (la tasa de no-recobro). Entonces, ¿Qué sentido tienen los flamígeros llamados al combate  para reclamar un factor de recobro del 40%?  Simplemente, decir, dentro de cien años, que todavía nos queda más del 95% del petróleo originalmente en sitio.

El factor de recobro no es una meta voluntariamente establecida por el titular de la propiedad de los yacimientos, por el contrario, depende de las condiciones del yacimiento, el tipo y gravedad API del crudo y los precios del petróleo en cada momento.

Con la tecnología contemporánea, en yacimientos de crudos livianos y extra-livianos, de bajo contenido de azufre y  35-40 grados API, a precios superiores a los 70 dólares, es factible esperar un recobro del 70% o más.

Pero en yacimientos de crudos extrapesados y ácidos, de menos de 10º API, que deben ser sometidos a costosos procesos de “mejoramiento” (upgrade), vale decir, llevarlos a una gravedad cercana o superior a los 30º API y remover los niveles de azufre para así poder procesarlos en refinerías convencionales, y a los precios máximos vigentes de 50 dólares el barril  para el marcador WTI, difícilmente se sobrepasa un factor de recobro de 10%, tal como lo muestra el ejercicio hecho con cifras reales y duplicadas en los yacimientos de Zuata y Cerro Negro.




En cualquier caso, si los planes de producir 4 millones de barriles diarios de la Faja del Orinoco fueran factibles y se alcanzaran y mantuvieran, considerando unas reservas probadas de 260.000 millones de barriles, las mismas se agotarían en 178 años, o en el doble de ese lapso, 356 años, si determinamos “soberanamente” que el factor de recobro será de 40%: 520.000 millones de barriles. 

Pero con seguridad, en ese lapso de tres siglos y medio ya se habrían descubierto tecnologías factibles para un recobro del 100% y, más aún para revisar hacia el alza al petróleo originalmente en sitio, tal vez hasta alcanzar los dos billones de barriles en la sola Faja del Orinoco.

Pero para entonces, si ya se hubiesen agotado las reservas livianas, medianas y pesadas del resto del planeta, menos Canadá, ¿serán necesarias semejantes magnitudes de hidrocarburos en un mundo que desde ahora se está enrumbando hacia una matriz de consumo energético que minimiza la generación de gases de invernadero?

Los sueños, sueños son, decía Pedro Calderón de la Barca, pero en materia económica y política esos sueños han conducido históricamente a verdaderas catástrofes humanas.  Hipotecar los mermados recursos disponibles del país en la insistencia en proyectos inviables a corto y mediano plazo, sería con seguridad otra de esas catástrofes.




Pondérese solamente la magnitud de la inversión  requerida para persistir en ese camino ruinoso: 234 mil millones de dólares en 5 años, en momentos en los que la participación fiscal neta del país en 2016 apenas supera los 5.000 millones de dólares.








 A la inviabilidad financiera se añade el limitado espacio que deja el equilibrio demanda-oferta a nivel global para los crudos más costosos, bituminosos y extrapesados en las próximas décadas, tal como lo documentan diversas fuentes y hemos referido en entregas anteriores de esta columna:



































cmp / septiembre 2017