Juan Pablo Pérez Alfonzo,
In Memorian
Tal
día como hoy 14 de septiembre, cuando comienzo a pergeñar este homenaje
personal y agradecido a la memoria de quien fuera mi maestro en muchos
sentidos, se cumplen 59 años de la constitución de la que, a la postre, sería
ícono de su perdurable herencia: la Organización de Países Exportadores de
Petróleo.
Pero
también se cumplieron, el día 3 de este mismo mes, 40 años de su desaparición
física, principal motivación para invocar su memoria en esta oportunidad.
Los
avatares de un debate sobre la pertinencia y vigencia de ese legado de seis
décadas, me impidieron hacerlo en esa misma fecha, tal como se puede constatar en
mis trabajos recientes.[1]
Creo
que esa es la actitud correcta, si se quiere ser consecuente con su decisión de rechazar, en vida, títulos honoríficos y reconocimientos
públicos, mantenida hasta su última voluntad: la de no convertir la ocasión de
su muerte en feria de homenajes más o menos interesados donde se reparta el
botín de su memoria.
Esa
voluntad la transcribí en su momento, en una fallida propuesta de declaración de la Facultad de
Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, en donde se agradecía el aporte
fundamental de Juan Pablo Pérez Alfonzo para la constitución, en 1974, del
Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos de esa Facultad, pero
sobre todo,
“Por su
imperecedero ejemplo como agente del cambio social, investigador comprometido
con su pueblo, decidido a defender sus verdades aún a riesgo de ser aislado y
tildado de iluso profeta, eufemismo con el que muchos han pretendido ocultar
las incómodas implicaciones, profundamente actuales, de su pensamiento.
…
El único
homenaje posible a Pérez Alfonzo es retomar su bandera de nacionalismo
integral, es recalcar la vigencia y actualidad de su pensamiento, y mantener la
lucha por conquistar para el país la capacidad de determinación soberana de su
destino, en particular el de su industria petrolera, todavía hoy bajo la
impronta transnacional por virtud de contratos leoninos y gerentes propicios”[2]
Hecha
esta pertinente aclaratoria, me he tomado la licencia, por primera vez en
cuarenta años, de referir con más detalle mis vivencias personales al lado de
tan ilustre venezolano y lo que de las mismas resultaron.
En tal sentido, lo que sigue es un relato que puede tener máculas de pretenciosa autobiografía, pero que considero inevitable para ubicar la génesis y circunstancias propiciatorias de mis convicciones actuales en materia de política petrolera, forjadas a partir de una colaboración de casi ocho años, los últimos de su vida, con Juan Pablo Pérez Alfonzo y, sobre todo, para calibrar la deuda intelectual y humana que debo a la persona a quien rindo homenaje.
En
1971, en medio de una encrucijada existencial crítica, marcada por la división
del Partido Comunista de Venezuela, organización en la cual milité desde los 15
años, perdida mi condición de reportero de Tribuna Popular y linotipista de la
Editorial Cantaclaro, desempleado a los 29 años, después de varios intentos de
ejercer a destajo esta última profesión, -ya entonces en vías de desaparición- y
tratando de regresar a mis estudios universitarios, interrumpidos durante 9
años por un periplo que me llevó a una efímera y trágica participación en las
guerrillas larenses, 5 años y medio de
cárcel, año y medio de exilio y dos años, que transcurrían entonces, de cierre
de la UCV, tuve la inmensa fortuna de que una queridísima compañera periodista,
Luisa Barroso, considerara que mi perfil aptitudinal era el adecuado para fungir como el secretario-relator que
ella buscaba -por encomienda del Secretario General del MAS, Pompeyo Márquez y
el Profesor Francisco Mieres- para
encargarlo del registro y elaboración de las minutas de reuniones que se
realizaban semanalmente en la casa de Juan Pablo Pérez Alfonzo para analizar
temas económicos y políticos del momento.
El
carácter de esas reuniones, en el jardín y en torno a una mesa de ping pong,
era de una sorprendente amplitud política e ideológica, reflejo de la
percepción de su anfitrión sobre los asuntos petroleros como incumbencia de la
Nación en toda su diversidad: dirigentes políticos y técnicos de casi todo el
espectro político nacional, donde concurrían, entre otros y además de los mencionados
Mieres y Márquez, Alvaro Silva Calderón, Mazhar Al-Shereidah, Francisco Álvarez
Chacín, Enrique Tejera París, Marco Tulio Bruni Celli, Domingo Alberto Rangel,
Reinaldo Figueredo Planchart, Iván Pulido Mora, Violeta Roffé, María
Auxiliadora Hernández de Barbarito, Pedro Duno, los Padres Luis Ugalde y
Fernando Martínez Galdeano, además de los periodistas de los principales medios
impresos y agencias internacionales que atendían sus ruedas de prensa y clases
magistrales, tales como Cayetano Ramírez, Iván Loscher, Clement Cohen, Kim Fuad,
Carlos Chávez, Alfredo Silva Armas y Emiro Echeto La Roche.
La
sola mención de las circunstancias puede permitir al lector calibrar la
magnitud y calidad de la oportunidad que se me brindaba.
En
un país todavía inmerso en los enfrentamientos armados que se iniciaron en
1962, uno de los más destacados Ministros del gobierno contra el cual insurgí, me
admite inicialmente como relator-transcriptor de sus reuniones
político-petroleras, y casi inmediatamente,
a partir de mayo de 1971, redactor, productor material y distribuidor del
quincenario “Prensa Petrolera”,
vocero de su pensamiento.
Hasta
diciembre de 1976, y en distintos períodos, me acompañaron en la redacción de “PP”, el periodista, psicólogo al
servicio de ANAPACE y profesor de inglés en la Facultad de Medicinia de la UCV,
Alfredo Silva Armas y mi hermano de todas las referidas incidencias de mi vida
hasta entonces, Oscar Guaithero Díaz. Emiro Echeto La Roche fungió como
Director.
Debo
dejar constancia de que en el interín, y como un hito fundamental en lo
personal e institucional de este testimonio,
en 1972, reabierta la UCV y restituidas sus autoridades autonómicas, me
incorporé como asistente de investigación al equipo que lideró el Profesor
Francisco Mieres para constituir, con la inspiración y estímulo directo de
Pérez Alfonzo, el Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos, el
cual comenzó a funcionar en 1974.
Ese
equipo fundador lo integraron los profesores Mazhar Al Shereidah, María
Auxiliadora Hernández de Barbarito, Graciela Gamerberg, Carmen Cecilia Sánchez
y mi compañera de estudios de Economía, Sara Aniyar Sananes. La Profesora
Carlota Pérez fue una valiosa incorporación inmediata.
En
su desarrollo y por su propia naturaleza, el Postgrado recibió los aportes, en
sucesivas épocas, de profesionales de diversas especialidades: legislación económica
y de los hidrocarburos, economía, administración, contaduría y análisis de
estados financieros, metodología de la investigación, geología, historia, geopolítica,
comercio internacional, ingeniería petrolera, de procesos refineros y
petroquímicos, con la participación de otros profesores de la UCV y LUZ, de
manera destacada, del profesor Gastón
Parra Luzardo, quien ejerció la Coordinación del Postgrado entre 1975 y 1976, técnicos
y directivos del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, de la CVP, la Cámara , sin dejar de mencionar a Carlos Alcántara,
Orlando Méndez, Víctor Grüber, Irene Rodríguez Gallad, Nora Pereira y Ana María
Segnini.
Y
aquí no se trata de registrar sólo una deuda moral, material e intelectual,
sino, fundamentalmente, de la adquisición de un compromiso de vida, el de mantener vivas sus enseñanzas y su angustia
por el destino de la Nación venezolana.
Ese
ha sido el legado con el cual he tratado de ser consecuente en estos 40 años.
Espero haber cumplido.
Pero
el empeño debe continuar y esta oportunidad es propicia para desmontar, muy
específicamente, una infamia difundida profusamente a partir del título “Hundiéndonos en el
Excremento del Diablo”. Título más famoso por el amplio alcance mediático de
sus tergiversaciones que por el real contenido de la obra.
Algo
muy característico, por cierto, de una “opinión
pública” y, vale decir, de una dirigencia política y económica, que sólo lee
portadas y, a veces, contratapas, de los textos en los cuales sospecha
posiciones críticas a su desempeño.
El
caso es, que con maliciosa intención, frecuentemente se hace mención a que
Pérez Alfonzo consideraba al petróleo como algo sucio, excremento de Satanás, con el deliberado
propósito de banalizar y ridiculizar la profundidad y pertinencia de sus
planteamientos, en particular los expresados en los comienzos de la década del
setenta del siglo pasado, sobre la “imposible siembra del petróleo” y la
tendencia fatal a la declinación de la capacidad generadora de excedentes, vale
decir, de renta, y específicamente de participación fiscal, que se cernía ya
para entonces sobre la industria petrolera venezolana.
Antes, la
indigestión económica era lenta, era una intoxicación poco apreciada por
quienes no profundizaban el caso. Era una inundación de capital que no
alcanzaba a arrasar las supuestas siembras del petróleo. Ahora la situación se
ha hecho evidente y la acumulación de males ya se entiende generalmente como el
efecto Venezuela.
…
…
Pero fue The
Financial Times de Londres, quien empleó la expresión efecto Venezuela,
recogida más tarde por Time Magazine en relación con la situación de Noruega
(22-12-1974, p. 31) [4]
Y
fueron los estudios de investigadores noruegos sobre el “efecto Venezuela”, los que condujeron
posteriormente a ese país a constituir su exitoso y afamado Fondo Para las Nuevas Generaciones,
con el propósito de no repetir la frustrante experiencia “sembradora” de los
venezolanos.
Por
su parte, Pérez Alfonzo logró imponer su idea de crear lo que se denominó Fondo
de Inversiones Para Venezuela, con el mismo objetivo de contener las
consecuencias del mencionado
“efecto”, pero dicho Fondo, establecido en 1974, tuvo una cortísima vida, al convertirse en caja chica para la inmediata disposición de los recursos asignados, los cuales fueron prácticamente incinerados en el vendaval de proyectos faraónicos desatados durante la “Gran Venezuela” de Carlos Andrés Pérez, la cual concluyó, por el contrario, con una decuplicación de la deuda interna y externa de la Nación.
“efecto”, pero dicho Fondo, establecido en 1974, tuvo una cortísima vida, al convertirse en caja chica para la inmediata disposición de los recursos asignados, los cuales fueron prácticamente incinerados en el vendaval de proyectos faraónicos desatados durante la “Gran Venezuela” de Carlos Andrés Pérez, la cual concluyó, por el contrario, con una decuplicación de la deuda interna y externa de la Nación.
En
1978, en trabajo publicado inicialmente
por la Revista “Semana”, de Jorge Olavarría y titulada “Venezuela se acerca a
la debacle”,[5]
Pérez Alfonzo caracteriza las circunstancias referidas, incorporando, de paso,su percepción negativa sobre el tipo de “nacionalización” petrolera que se
había puesto en práctica en 1976 y que se entronca en el ya señalado proceso de
de deterioro de la participación fiscal, vista por las corporaciones
extranjeras como “the government take” y también por sus herederos nativos,
quienes sólo lo traducen como “lo que el
gobierno se coge”, mientras reclaman una soberanía gerencial con visiones
antagónicas a las del Estado Nación, desvirtuado y reducido a la condición
limitada de “Gobierno”, visión a la cual me he enfrentado en todos estos años,
pero que renace constantemente como divisa de una corriente política y social
poderosa, el neoliberalismo, que impacta en las propuestas de gran parte del
espectro político contemporáneo. [6]
Aquí
es pertinente traer a colación las palabras de Pérez Alfonzo que ubicaron estas
pretensiones en su justo sitio y que son la fuente de mis propias convicciones,
como ya he señalado:
PDVSA debe ser
instruida en las líneas de política general que le permitan conocer con
precisión los intereses nacionales que le han confiado defender. Es inadmisible
la situación actual de considerarse como un ente aislado de sus accionistas, el
pueblo venezolano, y que se consideren autorizados a tomar las más importantes
decisiones como si ellos fueran los dueños de la principal riqueza nacional. Es
absurdo que imaginen poder decidir a su arbitrio, haciendo caso omiso de la
política de defensa nacional.
No puede
aceptarse que PDVSA fije motu propio que “el signo de la industria en
los años por venir seguirá siendo la expansión en todos los órdenes de sus
actividades”. Semejante disparate es la consecuencia de la obnubilación de
camarillas de tecnócratas envanecidos por el poder abusivo que a veces logran
atrapar. La expansión para PDVSA se convierte en contracción para los dueños
del negocio. En dólares constantes, la participación fiscal pasó de $ 7,25 en
1974 a $ 4,24 en 1978. Mientras ellos aprovechan la expansión en todos los
órdenes, la inversa, la “contracción” continuará siendo el signo fatal para el
indefenso pueblo venezolano.
…
A las dañosas
modalidades de la nacionalización criolla se agregan otros hechos no valorados
en sus efectos agravantes para la situación de Venezuela.
Sin exagerar,
puede afirmarse que el futuro es difícil. La caída violenta de la Participación
Fiscal es uno de esos hechos.
Son estos
ingresos los que cuentan de verdad para el pueblo venezolano. Son ellos los que
se supone sembrar para sustituir la liquidación de tan valiosos activos
nacionales sin perjudicar las futuras generaciones ni la perpetuidad de la
nación.
Los excedentes
que la misma industria guarde con destino a ser invertidos en la propia
liquidación del petróleo, es errado o malicioso pretender integrarlos a
aquellos ingresos que sí quedan disponibles para invertirse en todos los
proyectos imaginables en el intento de acallar la angustia por el agotamiento
del capital petrolero. [7]
En
este punto, es inevitable reproducir, por enésima vez, el gráfico de las cifras
que ratifican, 40 años después, la tendencia identificada por Pérez Alfonzo al
transcurrir los primeros 3 años de funcionamiento de “las dañosas modalidades de la nacionalización criolla”:
Pero,
contra las cifras que muestran esta involución, sigue imperando en el mundo
político venezolano la matriz meritocrática de la “exagerada presión fiscal”
sobre PDVSA, “la empresa que paga más impuestos en el mundo”, olvidando que es
el propietario de “la empresa” quien recaba sus dividendos por una vía anómala
que le fue impuesta desde 1976.
Pues
bien, y volviendo al curso inicial de esta reláfica, la conseja antiperezalfoncina,
de haberle atribuído al petróleo un carácter diabólico, sigue utilizándose con
las peores intenciones de pesca en el río revuelto del desastre que vive la
Nación.
Por
ello, escribí en 2017 varios artículos [8],
uno de los cuales transcribo aquí, porque se refiere, precisamente, a la
aclaratoria del verdadero pensamiento de Pérez
Alfonzo, remontando la cuesta de un título que, como dije antes, es más famoso por las malas interpretaciones del
mismo que por el mensaje que se quería transmitir entonces: la necesidad de
buscar salidas a las ilusiones rentistas y su supuesta siembra, que para
entonces ya colocaban al país “al borde de la debacle”, según sus propias
palabras, y que hoy estamos viviendo con intensidad de tragedia humana de
proporciones inéditas.
CMP, Septiembre de 2019
Stercus Demonis:
“Hundiéndonos en el Excremento del Diablo”
de Juan Pablo Pérez Alfonzo.
Precisiones ineludibles
Carlos Mendoza
Pottellá
CUBAGUA:
“…tiene en la punta del Oeste una
fuente ó manadero de un licor como aceyte junto á la mar en tanta manera
abundante que corre aquel betun ó licor por encima del agua de la mar haciendo
señal mas de dos y de tres leguas dela isla é aun dá olor de sí este aceyte
Algunos de los que lo han visto dicen ser llamado por los naturales stercus
demonis é otros le llaman petrolío é otros asphalto y los queste postrero
dictado le dan es queriendo decir ques este licor del género de aquel lago
Aspháltide de quien en conformidad muchos auctores escriben.” Sevilla, 1535.
Gonzalo Fernández de
Oviedo y Valdés, Historia general y
natural de las Indias, Volumen 1, pág. 593.
Aunque pueda parecer un cambio de tema, ésta es una
continuación de “Pescadores en río
revuelto”, escrito publicado en Aporrea recientemente, en el que abordábamos el tema de las
propuestas neoliberales que impulsan la privatización de PDVSA y el reparto anticipado entre los
venezolanos “vivos” del patrimonio de la Nación eterna.
Me refiero a un trabajo en particular, surgido de
la matriz CEDICE, en el cual su autora, Isabel Pereira Pizani, se pregunta ¿Cuánto saben los venezolanos de su
industria petrolera? , y presenta un estudio comparativo entre Noruega y
Venezuela, cuyos planteamientos, muchos de ellos acertados, están impregnados
de neoliberalismo, pero merecen ser considerados con seriedad.
Llamó mi atención el título del primer capítulo de
su trabajo: “En Noruega el petróleo
nunca será excremento del diablo”.
Y de allí surge mi impulso a hacer algunas precisiones históricas:
Juan Pablo Pérez Alfonzo, como cualquier venezolano
puede reconocer, fue un activo defensor del interés nacional en materia
petrolera y, como tal, atento investigador de cuanto se produjera en esta
materia. De manera particular, a
principios de los años setenta llamó su atención una obra de dos autores
noruegos que analizaban el “Efecto
Venezuela”, un país que llegó a ser, desde mediados de los años 20, hasta
finales de los 50, el mayor exportador
de petróleo y que no pudo “sembrar” la riqueza recibida por la liquidación de
su patrimonio minero. Tanto hizo referencia a ese texto, que muchos
compatriotas piensan que Pérez Alfonzo es el autor de ese “efecto Venezuela” y
sus hallazgos.
Empero, es necesario recordar que, desde mayo de
1931, Alberto Adriani, nuestro primer economista, en su artículo “La crisis, los cambios y nosotros”[9], analizaba lo sucedido en los diez años
anteriores con la riqueza producida por nuestro primer boom petrolero:
Durante los años de la prosperidad hubiéramos podido descubrir en esa situación
de apariencias tan favorables, ciertos aspectos adversos. Los beneficios de la
industria petrolera no podían ser los que esperábamos.
Es verdad que esta industria aumento el volumen de nuestra producción y
de nuestra exportación, acreció la productividad del trabajo nacional y
apresuró mejoras en nuestras comunicaciones con el exterior y en nuestras
facilidades para el comercio extranjero.
Sin embargo, por su índole y por la estructura
particular que ofrece en Venezuela, esa industria es, desde el punto de vista
económico, una industria extranjera enclavada en nuestro territorio, y el país
no obtiene ventajas con las cuales podamos estar jubilosos, por más que sean,
en cierto sentido satisfactorias.
…
En lo que atañe al superávit de nuestra balanza de pagos, cabe
preguntarnos: ¿Se economizó? ¿Se convirtió en reserva del país? ¿Se
convirtió en inversiones útiles, susceptibles de aumentar la productividad del
país? … en general puede afirmarse que
fue mucho mayor la parte que se empleó en consumo inmediato…
Muchos de los beneficiados por los años de prosperidad y otros por
seguir su ejemplo fueron los constructores de lujosas mansiones, los pródigos
viajeros de los viajes de placer, los consumidores de automóviles, de
victrolas, licores, sedas, prendas, perfumes y otros artículos de lujo.
La creciente conciencia de que ese no podría ser un
destino socialmente aceptable para el ingreso petrolero fue sintetizada 5 años
después, por Arturo Uslar Pietri, compañero de gabinete y recopilador de la
obra de Adriani, en su reconocido editorial del Diario “Ahora”: Sembrar el petróleo.
Esta consigna fue asumida con diferentes énfasis y
orientaciones por todos los gobiernos subsiguientes y aún hoy sigue siendo
proclamada como el camino hacia una economía autosustentable y diversificada,
post petrolera.
Pero ya en 1971, Pérez Alfonzo, en abierta crítica
a los infructuosos esfuerzos de todos los gobiernos y sus políticas de
industrialización, urbanización, sustitución de importaciones y reforma
agraria, hablaba de la “imposible siembra” y se pronunciaba por la creación de
fondos de ahorro que limitaran los efectos perversos del aflujo torrencial de
la renta petrolera.
Por su insistencia se constituyó el FIV, Fondo de
Inversiones de Venezuela, de corta vida, al convertirse, como todos los fondos
creado posteriormente, en una fuente para multiplicar los gastos de consumo
externo improductivo.
Los
que si aprendieron del “efecto Venezuela”
estudiado por ellos, fueron los noruegos, quienes constituyeron, años
después el “Fondo para las nuevas generaciones”, al cual se destina el 96 por
ciento del ingreso externo generado por su industria petrolera, para impedir el
“efecto Venezuela” o “enfermedad holandesa”, como también se le conoce y
descubrieron tardíamente, en los años 80, nuestros economistas desconocedores
de Adriani.
Y aquí retomamos el debate original: el Fondo
noruego para las nuevas generaciones no tiene nada que ver con los fondos
promovidos por CEDICE, para el reparto, entre los venezolanos “vivos”, de los
beneficios anuales de la industria petrolera.
Y la precisión prometida: cuando Pérez Alfonzo
tituló su obra “Hundiéndonos en el Excremento del Diablo”, hacía referencia a
la denominación “stercus demonis” registrada por Gonzalo Fernández de
Oviedo y Valdés en el Siglo XVI, y se refería, no al petróleo en sí mismo,
sino, justamente, a su imposible siembra mientras fuera generadora de una
simple economía de consumo, como la descrita por Adriani.
Excusándome por la referencia personal, debo decir
que esta última afirmación proviene de la circunstancia de haber sido el editor
de la primera y subsiguientes publicaciones de esa obra. Discutiendo el título
de esa colección de ruedas de prensa y documentos presentados entre 1972 y
1976, se buscaba un símil del nombre petróleo: mene, oro negro, etc. Alguien
recordó al citado conquistador y cronista de Indias, y ese fue el nombre
escogido por el autor: “stercus demonis”.
CMP, Noviembre 2017
[1] Expansionismo Petrolero https://petroleovenezolano.blogspot.com/2019/09/utopias-productivistas.html
Poder y Meritocracia
Ecopetrol, Fracking y Mitocracia
Trabajos
publicados en “Aporrea”
[2][2] C.
Mendoza P. Extractos del borrador presentado al Consejo de la Facultad. FACES-UCV,
septiembre de 1979.
[4] J.
P. Pérez Alfonzo, Hudiéndonos en el Excremento del Diablo, pág. 42. Segunda
Edición, Colección Venezuela y su Petróleo, Banco Central de Venezuela, Caracas
2011.
[5] Juan Pablo Pérez Alfonzo, “Venezuela se acerca a la debacle”, Revista
“Semana”, Vol. XXI, Nº 235, Caracas 1978. Reproducido en en Petróleo y Ecodesarrollo
en Venezuela, Dorothea Mezger
(Compiladora), ILDIS, Caracas 1981 y en el Suplemento de la Revista BCV -- 1,
Enero-Junio 2008, “Profecías Cumplidas”,
Caracas 2008.
[6]
Alberto Quirós Corradi, MEM versus PDVSA,
El Nacional, 26 de agosto de 2001. Lo he citado varias veces como
artífice principal de los retruécanos argumentales, donde se tergiversan y
manipulan los conceptos de Nación, República, Estado y Gobierno.
Su progenie ideológica se concentra hoy en los planteamientos de CEDICE
y los de los proponentes de una nueva Ley de Hidrocarburos de reminiscencias
desnacionalizadoras, en tanto que pulverizadoras del Estado que nos sostiene como Nación soberana, justamente
en medio de un complejo mundo de
pugnas por la preeminencia y
expansión de los designios de los más
poderosos Estados.
[7]
J.P. Pérez Alfonzo, Loc. Cit.
[9] Héctor Valecillos y Omar Bello, La
Economía Contemporánea de Venezuela.
Alberto Adriani , La crisis, los cambios y nosotros, Tomo
I, págs. 21-42., Banco Central de Venezuela, Colección Cincuentenaria, Caracas,
1990..
1 comentario:
Excelente aporte a la Historia Contemporánea de Venezuela, Historia viva, desde uno de sus protagonistas privilegiados por su preparación experta, su visión sociohistórica y política, y compromiso puesto a prueba en su participación directa, bajo riesgo de su propia integridad.
Sin duda, un legado histórico e historiográfico para las actuales y futuras generaciones de Venezuela y el Mundo.
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