jueves, 19 de septiembre de 2019

JUAN PABLO PÉREZ ALFONZO, IN MEMORIAN


Juan Pablo Pérez Alfonzo,
In Memorian

Carlos Mendoza Pottellá

Tal día como hoy 14 de septiembre, cuando comienzo a pergeñar este homenaje personal y agradecido a la memoria de quien fuera mi maestro en muchos sentidos, se cumplen 59 años de la constitución de la que, a la postre, sería ícono de su perdurable herencia: la Organización de Países Exportadores de Petróleo.

Pero también se cumplieron, el día 3 de este mismo mes, 40 años de su desaparición física, principal motivación para invocar su memoria en esta oportunidad.

Los avatares de un debate sobre la pertinencia y vigencia de ese legado de seis décadas, me impidieron hacerlo en esa misma fecha, tal como se puede constatar en mis trabajos recientes.[1]

Creo que esa es la actitud correcta, si se quiere ser consecuente con su decisión de rechazar, en vida,  títulos honoríficos y reconocimientos públicos, mantenida hasta su última voluntad: la de no convertir la ocasión de su muerte en feria de homenajes más o menos interesados donde se reparta el botín de su memoria.

Esa voluntad la transcribí en su momento, en una fallida   propuesta de declaración de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, en donde se agradecía el aporte fundamental de Juan Pablo Pérez Alfonzo para la constitución, en 1974, del Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos de esa Facultad, pero sobre todo,

“Por su imperecedero ejemplo como agente del cambio social, investigador comprometido con su pueblo, decidido a defender sus verdades aún a riesgo de ser aislado y tildado de iluso profeta, eufemismo con el que muchos han pretendido ocultar las incómodas implicaciones, profundamente actuales, de su pensamiento.
El único homenaje posible a Pérez Alfonzo es retomar su bandera de nacionalismo integral, es recalcar la vigencia y actualidad de su pensamiento, y mantener la lucha por conquistar para el país la capacidad de determinación soberana de su destino, en particular el de su industria petrolera, todavía hoy bajo la impronta transnacional por virtud de contratos leoninos y gerentes propicios”[2]

Hecha esta pertinente aclaratoria, me he tomado la licencia, por primera vez en cuarenta años, de referir con más detalle mis vivencias personales al lado de tan ilustre venezolano y lo que de las mismas resultaron.

En tal sentido, lo que sigue es un relato que puede tener máculas de pretenciosa autobiografía, pero que considero inevitable para ubicar la génesis y circunstancias propiciatorias de mis convicciones actuales  en materia de política petrolera, forjadas a partir de una colaboración de casi ocho años, los últimos de su vida, con Juan Pablo Pérez Alfonzo y, sobre todo, para calibrar la deuda intelectual y humana que debo a la persona a quien rindo homenaje.

En 1971, en medio de una encrucijada existencial crítica, marcada por la división del Partido Comunista de Venezuela, organización en la cual milité desde los 15 años, perdida mi condición de reportero de Tribuna Popular y linotipista de la Editorial Cantaclaro, desempleado a los 29 años, después de varios intentos de ejercer a destajo esta última profesión, -ya entonces en vías de desaparición- y tratando de regresar a mis estudios universitarios, interrumpidos durante 9 años por un periplo que me llevó a una efímera y trágica participación en las guerrillas larenses, 5 años y  medio de cárcel, año y medio de exilio y dos años, que transcurrían entonces, de cierre de la UCV, tuve la inmensa fortuna de que una queridísima compañera periodista, Luisa Barroso, considerara que mi perfil aptitudinal era el adecuado  para fungir como el secretario-relator que ella buscaba -por encomienda del Secretario General del MAS, Pompeyo Márquez y el Profesor Francisco Mieres-  para encargarlo del registro y elaboración de las minutas de reuniones que se realizaban semanalmente en la casa de Juan Pablo Pérez Alfonzo para analizar temas económicos y políticos del momento.

El carácter de esas reuniones, en el jardín y en torno a una mesa de ping pong, era de una sorprendente amplitud política e ideológica, reflejo de la percepción de su anfitrión sobre los asuntos petroleros como incumbencia de la Nación en toda su diversidad: dirigentes políticos y técnicos de casi todo el espectro político nacional, donde concurrían, entre otros y además de los mencionados Mieres y Márquez, Alvaro Silva Calderón, Mazhar Al-Shereidah, Francisco Álvarez Chacín, Enrique Tejera París, Marco Tulio Bruni Celli, Domingo Alberto Rangel, Reinaldo Figueredo Planchart, Iván Pulido Mora, Violeta Roffé, María Auxiliadora Hernández de Barbarito, Pedro Duno, los Padres Luis Ugalde y Fernando Martínez Galdeano, además de los periodistas de los principales medios impresos y agencias internacionales que atendían sus ruedas de prensa y clases magistrales, tales como Cayetano Ramírez, Iván Loscher, Clement Cohen, Kim Fuad, Carlos Chávez, Alfredo Silva Armas y Emiro Echeto La Roche.

La sola mención de las circunstancias puede permitir al lector calibrar la magnitud y calidad de la oportunidad que se me brindaba.
En un país todavía inmerso en los enfrentamientos armados que se iniciaron en 1962, uno de los más destacados Ministros del gobierno contra el cual insurgí, me admite inicialmente como relator-transcriptor de sus reuniones político-petroleras, y casi  inmediatamente, a partir de mayo de 1971, redactor, productor material y distribuidor del quincenario “Prensa Petrolera”, vocero de su pensamiento.




 [3]

Hasta diciembre de 1976, y en distintos períodos, me acompañaron en la redacción de “PP”, el periodista, psicólogo al servicio de ANAPACE y profesor de inglés en la Facultad de Medicinia de la UCV, Alfredo Silva Armas y mi hermano de todas las referidas incidencias de mi vida hasta entonces, Oscar Guaithero Díaz. Emiro Echeto La Roche fungió como Director.

                      

Debo dejar constancia de que en el interín, y como un hito fundamental en lo personal e institucional de este testimonio,  en 1972, reabierta la UCV y restituidas sus autoridades autonómicas, me incorporé como asistente de investigación al equipo que lideró el Profesor Francisco Mieres para constituir, con la inspiración y estímulo directo de Pérez Alfonzo, el Postgrado en Economía y Administración de Hidrocarburos, el cual comenzó a funcionar en 1974.

Ese equipo fundador lo integraron los profesores Mazhar Al Shereidah, María Auxiliadora Hernández de Barbarito, Graciela Gamerberg, Carmen Cecilia Sánchez y mi compañera de estudios de Economía, Sara Aniyar Sananes. La Profesora Carlota Pérez fue una valiosa incorporación inmediata. 

En su desarrollo y por su propia naturaleza, el Postgrado recibió los aportes, en sucesivas épocas, de profesionales de diversas especialidades: legislación económica y de los hidrocarburos, economía, administración, contaduría y análisis de estados financieros, metodología de la investigación, geología, historia, geopolítica, comercio internacional, ingeniería petrolera, de procesos refineros y petroquímicos, con la participación de otros profesores de la UCV y LUZ, de manera destacada, del profesor  Gastón Parra Luzardo, quien ejerció la Coordinación del Postgrado entre 1975 y 1976, técnicos y directivos del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, de la CVP, la Cámara ,  sin dejar de mencionar a Carlos Alcántara, Orlando Méndez, Víctor Grüber, Irene Rodríguez Gallad, Nora Pereira y Ana María Segnini.

En 1976, y a partir de la previa grabación y la  transcripción de Olaida Romero de Santamaría, Secretaria del Postgrado, comenzamos la producción editorial de sus ruedas de prensa y clases magistrales a postgrados de la UCV y LUZ, asumiendo entonces el papel de  editor de una su obra paradigmática, “Hundiéndonos en el Excremento del Diablo” , uno de los mayores orgullos de mi vida. En 2011 me correspondió coordinar su reedición, realizada por el Banco Central de Venezuela, dentro de la Colección Venezuela y su Petróleo.


                  

Y aquí no se trata de registrar sólo una deuda moral, material e intelectual, sino, fundamentalmente, de la adquisición de un compromiso de vida, el de  mantener vivas sus enseñanzas y su angustia por el destino de la Nación venezolana.

Ese ha sido el legado con el cual he tratado de ser consecuente en estos 40 años. Espero haber cumplido.

Pero el empeño debe continuar y esta oportunidad es propicia para desmontar, muy específicamente, una infamia difundida profusamente  a partir del título “Hundiéndonos en el Excremento del Diablo”. Título más famoso por el amplio alcance mediático de sus tergiversaciones que por el real contenido de la obra.

Algo muy característico, por cierto,  de una “opinión pública” y, vale decir, de una dirigencia política y económica, que sólo lee portadas y, a veces, contratapas, de los textos en los cuales sospecha posiciones críticas a su desempeño.

El caso es, que con maliciosa intención, frecuentemente se hace mención a que Pérez Alfonzo consideraba al petróleo como algo sucio,  excremento de Satanás, con el deliberado propósito de banalizar y ridiculizar la profundidad y pertinencia de sus planteamientos, en particular los expresados en los comienzos de la década del setenta del siglo pasado, sobre la “imposible siembra del petróleo” y la tendencia fatal a la declinación de la capacidad generadora de excedentes, vale decir, de renta, y específicamente de participación fiscal, que se cernía ya para entonces sobre la industria petrolera venezolana.

Antes, la indigestión económica era lenta, era una intoxicación poco apreciada por quienes no profundizaban el caso. Era una inundación de capital que no alcanzaba a arrasar las supuestas siembras del petróleo. Ahora la situación se ha hecho evidente y la acumulación de males ya se entiende generalmente como el efecto Venezuela.
Pero fue The Financial Times de Londres, quien empleó la expresión efecto Venezuela, recogida más tarde por Time Magazine en relación con la situación de Noruega (22-12-1974, p. 31)  [4]

Y fueron los estudios de investigadores noruegos sobre el  “efecto Venezuela”, los que condujeron posteriormente a ese país a constituir su exitoso y afamado Fondo Para las Nuevas Generaciones, con el propósito de no repetir la frustrante experiencia “sembradora” de los venezolanos.
Por su parte, Pérez Alfonzo logró imponer su idea de crear lo que se denominó Fondo de Inversiones Para Venezuela, con el mismo objetivo de contener las consecuencias del mencionado
“efecto”, pero dicho Fondo,  establecido en 1974, tuvo una cortísima vida, al convertirse en caja chica para la inmediata disposición de los recursos asignados, los cuales fueron prácticamente incinerados en el vendaval de proyectos faraónicos desatados durante  la “Gran Venezuela” de Carlos Andrés Pérez, la cual concluyó, por el contrario, con una decuplicación de la deuda interna y externa de la Nación.

En 1978, en  trabajo publicado inicialmente por la Revista “Semana”, de Jorge Olavarría y titulada “Venezuela se acerca a la debacle”,[5] Pérez Alfonzo caracteriza las circunstancias referidas, incorporando, de paso,su percepción negativa sobre el tipo de “nacionalización” petrolera que se había puesto en práctica en 1976 y que se entronca en el ya señalado proceso de de deterioro de la participación fiscal, vista por las corporaciones extranjeras como “the government take” y también por sus herederos nativos, quienes sólo lo traducen como  “lo que el gobierno se coge”, mientras reclaman una soberanía gerencial con visiones antagónicas a las del Estado Nación, desvirtuado y reducido a la condición limitada de “Gobierno”, visión a la cual me he enfrentado en todos estos años, pero que renace constantemente como divisa de una corriente política y social poderosa, el neoliberalismo, que impacta en las propuestas de gran parte del espectro político contemporáneo. [6]

Aquí es pertinente traer a colación las palabras de Pérez Alfonzo que ubicaron estas pretensiones en su justo sitio y que son la fuente de mis propias convicciones, como ya he señalado:

PDVSA debe ser instruida en las líneas de política general que le permitan conocer con precisión los intereses nacionales que le han confiado defender. Es inadmisible la situación actual de considerarse como un ente aislado de sus accionistas, el pueblo venezolano, y que se consideren autorizados a tomar las más importantes decisiones como si ellos fueran los dueños de la principal riqueza nacional. Es absurdo que imaginen poder decidir a su arbitrio, haciendo caso omiso de la política de defensa nacional.

No puede aceptarse que PDVSA fije motu propio que “el signo de la industria en los años por venir seguirá siendo la expansión en todos los órdenes de sus actividades”. Semejante disparate es la consecuencia de la obnubilación de camarillas de tecnócratas envanecidos por el poder abusivo que a veces logran atrapar. La expansión para PDVSA se convierte en contracción para los dueños del negocio. En dólares constantes, la participación fiscal pasó de $ 7,25 en 1974 a $ 4,24 en 1978. Mientras ellos aprovechan la expansión en todos los órdenes, la inversa, la “contracción” continuará siendo el signo fatal para el indefenso pueblo venezolano.
A las dañosas modalidades de la nacionalización criolla se agregan otros hechos no valorados en sus efectos agravantes para la situación de Venezuela.

Sin exagerar, puede afirmarse que el futuro es difícil. La caída violenta de la Participación Fiscal es uno de esos hechos.
Son estos ingresos los que cuentan de verdad para el pueblo venezolano. Son ellos los que se supone sembrar para sustituir la liquidación de tan valiosos activos nacionales sin perjudicar las futuras generaciones ni la perpetuidad de la nación.

Los excedentes que la misma industria guarde con destino a ser invertidos en la propia liquidación del petróleo, es errado o malicioso pretender integrarlos a aquellos ingresos que sí quedan disponibles para invertirse en todos los proyectos imaginables en el intento de acallar la angustia por el agotamiento del capital petrolero. [7]

En este punto, es inevitable reproducir, por enésima vez, el gráfico de las cifras que ratifican, 40 años después, la tendencia identificada por Pérez Alfonzo al transcurrir los primeros 3 años de funcionamiento de “las dañosas modalidades de la nacionalización criolla”:



Pero, contra las cifras que muestran esta involución, sigue imperando en el mundo político venezolano la matriz meritocrática de la “exagerada presión fiscal” sobre PDVSA, “la empresa que paga más impuestos en el mundo”, olvidando que es el propietario de “la empresa” quien recaba sus dividendos por una vía anómala que le fue impuesta desde 1976.

Pues bien, y volviendo al curso inicial de esta reláfica, la conseja antiperezalfoncina, de haberle atribuído al petróleo un carácter diabólico, sigue utilizándose con las peores intenciones de pesca en el río revuelto del desastre que vive la Nación.

Por ello, escribí en 2017 varios artículos [8], uno de los cuales transcribo aquí, porque se refiere, precisamente, a la aclaratoria del verdadero pensamiento de Pérez  Alfonzo, remontando la cuesta de un título que, como dije antes,  es más famoso por las malas interpretaciones del mismo que por el mensaje que se quería transmitir entonces: la necesidad de buscar salidas a las ilusiones rentistas y su supuesta siembra, que para entonces ya colocaban al país “al borde de la debacle”, según sus propias palabras, y que hoy estamos viviendo con intensidad de tragedia humana de proporciones inéditas.

CMP, Septiembre de 2019



Stercus Demonis:
“Hundiéndonos en el Excremento del Diablo” de Juan Pablo Pérez Alfonzo.
Precisiones ineludibles
Carlos Mendoza Pottellá

CUBAGUA:

 “…tiene en la punta del Oeste una fuente ó manadero de un licor como aceyte junto á la mar en tanta manera abundante que corre aquel betun ó licor por encima del agua de la mar haciendo señal mas de dos y de tres leguas dela isla é aun dá olor de sí este aceyte 

Algunos de los que lo han visto dicen ser llamado por los naturales stercus demonis é otros le llaman petrolío é otros asphalto y los queste postrero dictado le dan es queriendo decir ques este licor del género de aquel lago Aspháltide de quien en conformidad muchos auctores escriben.”   Sevilla, 1535.

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Historia general y natural de las Indias, Volumen 1, pág. 593. 

Aunque pueda parecer un cambio de tema, ésta es una continuación de “Pescadores en río revuelto”, escrito publicado en Aporrea recientemente,  en el que abordábamos el tema de las propuestas neoliberales que impulsan la privatización de  PDVSA y el reparto anticipado entre los venezolanos “vivos” del patrimonio de la Nación eterna.

Me refiero a un trabajo en particular, surgido de la matriz CEDICE, en el cual su autora, Isabel Pereira Pizani, se pregunta ¿Cuánto saben los venezolanos de su industria petrolera? , y presenta un estudio comparativo entre Noruega y Venezuela, cuyos planteamientos, muchos de ellos acertados, están impregnados de neoliberalismo, pero merecen ser considerados con seriedad.

Llamó mi atención el título del primer capítulo de su trabajo: En Noruega el petróleo nunca será excremento del diablo”. Y de allí surge mi impulso a hacer algunas precisiones históricas:

Juan Pablo Pérez Alfonzo, como cualquier venezolano puede reconocer, fue un activo defensor del interés nacional en materia petrolera y, como tal, atento investigador de cuanto se produjera en esta materia. De manera particular,  a principios de los años setenta llamó su atención una obra de dos autores noruegos que analizaban  el “Efecto Venezuela”, un país que llegó a ser, desde mediados de los años 20, hasta finales  de los 50, el mayor exportador de petróleo y que no pudo “sembrar” la riqueza recibida por la liquidación de su patrimonio minero. Tanto hizo referencia a ese texto, que muchos compatriotas piensan que Pérez Alfonzo es el autor de ese “efecto Venezuela” y sus hallazgos.

Empero, es necesario recordar que, desde mayo de 1931, Alberto Adriani, nuestro primer economista, en su artículo “La crisis, los cambios y nosotros”[9],  analizaba lo sucedido en los diez años anteriores con la riqueza producida por nuestro primer boom petrolero:

Durante los años de la prosperidad hubiéramos podido descubrir en esa situación de apariencias tan favorables, ciertos aspectos adversos. Los beneficios de la industria petrolera no podían ser los que esperábamos.

Es verdad que esta industria aumento el volumen de nuestra producción y de nuestra exportación, acreció la productividad del trabajo nacional y apresuró mejoras en nuestras comunicaciones con el exterior y en nuestras facilidades para el comercio extranjero.

Sin embargo, por su índole y por la estructura particular que ofrece en Venezuela, esa industria es, desde el punto de vista económico, una industria extranjera enclavada en nuestro territorio, y el país no obtiene ventajas con las cuales podamos estar jubilosos, por más que sean, en cierto sentido satisfactorias.
En lo que atañe al superávit de nuestra balanza de pagos, cabe preguntarnos: ¿Se economizó? ¿Se convirtió en reserva del país? ¿Se convirtió en inversiones útiles, susceptibles de aumentar la productividad del país?  … en general puede afirmarse que fue mucho mayor la parte que se empleó en consumo inmediato…
Muchos de los beneficiados por los años de prosperidad y otros por seguir su ejemplo fueron los constructores de lujosas mansiones, los pródigos viajeros de los viajes de placer, los consumidores de automóviles, de victrolas, licores, sedas, prendas, perfumes y otros artículos de lujo.

La creciente conciencia de que ese no podría ser un destino socialmente aceptable para el ingreso petrolero fue sintetizada 5 años después, por Arturo Uslar Pietri, compañero de gabinete y recopilador de la obra de Adriani, en su reconocido editorial del Diario “Ahora”: Sembrar el petróleo.

Esta consigna fue asumida con diferentes énfasis y orientaciones por todos los gobiernos subsiguientes y aún hoy sigue siendo proclamada como el camino hacia una economía autosustentable y diversificada, post petrolera.

Pero ya en 1971, Pérez Alfonzo, en abierta crítica a los infructuosos esfuerzos de todos los gobiernos y sus políticas de industrialización, urbanización, sustitución de importaciones y reforma agraria, hablaba de la “imposible siembra” y se pronunciaba por la creación de fondos de ahorro que limitaran los efectos perversos del aflujo torrencial de la renta petrolera.

Por su insistencia se constituyó el FIV, Fondo de Inversiones de Venezuela, de corta vida, al convertirse, como todos los fondos creado posteriormente, en una fuente para multiplicar los gastos de consumo externo improductivo.

Los que si aprendieron del “efecto Venezuela”  estudiado por ellos, fueron los noruegos, quienes constituyeron, años después el “Fondo para las nuevas generaciones”, al cual se destina el 96 por ciento del ingreso externo generado por su industria petrolera, para impedir el “efecto Venezuela” o “enfermedad holandesa”, como también se le conoce y descubrieron tardíamente, en los años 80, nuestros economistas desconocedores de Adriani.

Y aquí retomamos el debate original: el Fondo noruego para las nuevas generaciones no tiene nada que ver con los fondos promovidos por CEDICE, para el reparto, entre los venezolanos “vivos”, de los beneficios anuales de la industria petrolera.

Y la precisión prometida: cuando Pérez Alfonzo tituló su obra “Hundiéndonos en el Excremento del Diablo”, hacía referencia a la denominación “stercus demonis”  registrada por Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés en el Siglo XVI, y se refería, no al petróleo en sí mismo, sino, justamente, a su imposible siembra mientras fuera generadora de una simple economía de consumo, como la descrita por Adriani.

Excusándome por la referencia personal, debo decir que esta última afirmación proviene de la circunstancia de haber sido el editor de la primera y subsiguientes publicaciones de esa obra. Discutiendo el título de esa colección de ruedas de prensa y documentos presentados entre 1972 y 1976, se buscaba un símil del nombre petróleo: mene, oro negro, etc. Alguien recordó al citado conquistador y cronista de Indias, y ese fue el nombre escogido por el autor: “stercus demonis”.

 CMP, Noviembre 2017




[2][2] C. Mendoza P. Extractos del borrador presentado al Consejo de la Facultad. FACES-UCV, septiembre de 1979.
[4] J. P. Pérez Alfonzo, Hudiéndonos en el Excremento del Diablo, pág. 42. Segunda Edición, Colección Venezuela y su Petróleo, Banco Central de Venezuela, Caracas 2011.

[5]  Juan Pablo Pérez Alfonzo,  “Venezuela se acerca a la debacle”, Revista “Semana”, Vol. XXI, Nº 235, Caracas 1978. Reproducido en en Petróleo y Ecodesarrollo en Venezuela,  Dorothea Mezger (Compiladora), ILDIS, Caracas 1981 y en el Suplemento de la Revista BCV -- 1, Enero-Junio 2008,  “Profecías Cumplidas”, Caracas 2008.

[6] Alberto Quirós Corradi, MEM versus PDVSA, El Nacional, 26 de agosto de 2001. Lo he citado varias veces como artífice principal de los retruécanos argumentales, donde se tergiversan y manipulan los conceptos de Nación, República, Estado  y Gobierno.  Su progenie ideológica se concentra hoy en los planteamientos de CEDICE y los de los proponentes de una nueva Ley de Hidrocarburos de reminiscencias desnacionalizadoras, en tanto que pulverizadoras del Estado que  nos sostiene como Nación soberana, justamente en medio de un complejo mundo de  pugnas  por la preeminencia y expansión de los designios  de los más poderosos Estados.

[7] J.P. Pérez Alfonzo, Loc. Cit.

[9] Héctor Valecillos y Omar Bello,   La Economía Contemporánea de Venezuela.  Alberto Adriani , La crisis, los cambios y nosotros, Tomo I, págs. 21-42., Banco Central de Venezuela, Colección Cincuentenaria, Caracas, 1990..

1 comentario:

Jorge L. Hinestroza Mendez dijo...

Excelente aporte a la Historia Contemporánea de Venezuela, Historia viva, desde uno de sus protagonistas privilegiados por su preparación experta, su visión sociohistórica y política, y compromiso puesto a prueba en su participación directa, bajo riesgo de su propia integridad.
Sin duda, un legado histórico e historiográfico para las actuales y futuras generaciones de Venezuela y el Mundo.